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EL LIDERAZGO

“Para ser un líder existen dos requisitos: Aceptar que el rango no


confiere privilegios sino que acarrea responsabilidades y reconocer
que el líder de una organización tiene que imponerse una integridad
personal para ser ejemplo. Debe haber una congruencia de hechos y
palabras.”
Drucker.

Ha lo largo de la historia ha tenido y todavía tiene una gran importancia el fenómeno


por el cual unas personas asumen la función de organizar y dirigir y otras personas
aceptan la situación y colaboran hacia la situación y colaboran hacia la consecución de
los objetivos.

Desde el principio de la humanidad, las sociedades y los grupos han tendido ha


organizarse, y por tanto, a dividir y a asignar las distintas funciones a los miembros de
esta colectividad. En distintas culturas podemos encontrar rastros de grandes obras que
han implicado el trabajo organizado de cientos o miles de personas a lo largo del tiempo
(como la Muralla China, las Pirámides de Egipto, y otras); como ciertos personajes que
han tenido la capacidad de influir en la conducta de miles e, incluso, millones de
personas (Hitler en la Alemania Nazi, Martín Luther King en el pueblo negro
americano, Ghandi en la India, entre otros). Por otra parte, en nuestro ambiente más
cotidiano la organización del trabajo ha llevado a una división de este en empresas y en
otras instituciones jerarquizadas en las que unas pocas personas se encargan de la
función de mando y otras desempeñan puestos operativos.

En su esencia más primitiva liderar significa dominar. El liderazgo es tan antiguo como
la humanidad y los animales que habitaron en primera instancia el planeta. Las manadas
de animales premian las agresiones de los más fuertes con la sumisión y obediencia de
los más débiles de la manada. Las agrupaciones de lobos son una perfecta muestra de
ello, ya que en ellas el dominio visible de un líder, responsabiliza a éste de los
movimientos estratégicos, tanto a la hora de la defensa frente a otros depredadores,
como a la hora del ataque de las diferentes presas.

El hombre antiguo no escapó a esta realidad. Tal como lo afirma Morin, las primeras
sociedades del bosque se caracterizaron por su alta descentralización, pero a su vez por
el reconocimiento del líder con base en su carácter exhibicionista a través de la
demostración de su enorme agresividad. Tal exhibición histriónica intimidaba a sus
compañeros de manada y lo llenaba a la vez de una serie de privilegios que se hacían
evidentes a la hora de repartir el botín o de cortejar a las jóvenes hembras. Por su parte,
los hombres bajo su dominio no sólo vivían presas del miedo inducido por el
sometimiento, sino que su vida permanecía cargada de las tensiones y frustraciones que
su condición les dictaba.

Este dominio del hombre no sólo se quedó al interior de las primeras sociedades. El
ambiente también fue sometido en parte y a la postre el mayor cerebro del hombre le dio
las facultades para imponerse en el más alto lugar de la evolución. El hombre terminó
dominando a los demás.
A través de este cuadro evolutivo, el hombre se consolidó en el dominio del entorno y
encontró en la guerra el vehículo ideal para el desarrollo de sus cualidades estratégicas y
sus actitudes de liderazgo. La guerra no sólo se convirtió en el espacio en el cual el líder
afirmaba su dominio sobre sus subordinados sino que también lo afianzaba frente a sus
predios. El sometimiento de pueblos fue la constante en los primeros tiempos y fueron
esos líderes los encargados de conformar los primeros imperios.

Pero la existencia del líder no depende sólo de la necesidad natural de algunos de


dominar a los demás. El pueblo también necesita de ese liderazgo. No todas las personas
están preparadas para la responsabilidad que significa el estar al frente, y por lo mismo
se sienten más cómodas siguiendo a otras. Este argumento que puede ser radical a
primera vista, refleja las diferencias generadas entre las personas debido a los diversos
niveles educativos y al hecho de que algunos poseen capacidades que los distinguen de
los demás. Aristóteles enuncia con cierta crudeza este concepto cuando dice: “Mandar y
ser mandado pertenece a las cosas no sólo necesarias sino provechosas, y aún en ciertas
cosas, y directamente desde su origen unos seres se destinan a ser mandados otros a
mandar.” Si bien este argumento refleja las desigualdades de una época en donde la
esclavitud era permitida, es reafirmado por Einstein en un contexto diferente cuando
dice: “Sé, claro está, que para alcanzar cualquier objetivo hace falta alguien que piense
y que disponga. Un responsable.”

Según lo anterior, liderar no sólo es ponerse al frente de los demás en un esquema de


dominio y sumisión. Liderar significa entonces la capacidad de aglutinar las personas
alrededor de un objetivo determinado y ser capaz de que el esfuerzo comunal permita el
alcance de ese objetivo.

En sentido global, podemos considerar el liderazgo como la actividad por la cual una
persona influye en la conducta, creencias y sentimientos de otros miembros del grupo en
una dirección intencionada.

Mintzberg (1975) considera que el liderazgo es solo una parte del trabajo del directivo,
y en tal sentido habría que ampliar el concepto con la inclusión de la toma de
decisiones, el conocimiento técnico y una larga lista de atributos necesarios para tener
éxito en un puesto de dirección.

ENFOQUES ACTUALES EN LA TEORIA DEL LIDERAZGO

El desarrollo del estudio del liderazgo y de la dirección en las organizaciones ha pasado


por distintos momentos; en cada uno se ha reflejado la realidad histórica y las
concepciones sociales acerca de la dirección y de los subordinados.

McGregor (1960) refleja el modo en que las creencias sociales acerca de la naturaleza
humana influyen en la forma de tratar a los subordinados en sus puestos de trabajo. Si se
parte de la idea de que el trabajo es una carga, una tarea rutinaria y aburrida, y el
empleado solo cumple por la remuneración y el temor a la sanción, la forma de dirigir
reflejara esa creencia, y el papel del jefe será controlar que cada persona realice las
tareas encomendadas a través de una dirección autoritaria. A esta concepción se le
denomino “Teoría X”. Si por el contrario, se considera que el trabajo puede ser una
actividad gratificante, en la que el empleado es creativo, tiene iniciativa, participa en la
toma de decisiones, colabora de forma espontánea en la consecución de los objetivos y
sus intereses van mas allá de lo estrictamente económico, de este modo, la forma de
dirigir cambiara hacia modelos mas considerados, democráticos y participativos. Estas
ideas se englobaron en lo que se llamo la “Teoría Y”.

Ya en 1513 Maquiavelo, con la publicación de “El Príncipe”, proporciona una guía para
la acción de un príncipe en la Italia renacentista. Extiende sus consejos no solo a las
relaciones con otros estados, sino también a los estilos más eficaces para relacionarse
con los consejeros y los súbditos.

Desde un enfoque sociológico, Weber (1947) distinguió tres bases sobre las que
descansa la autoridad del líder:
a. Base Racional: descansa en la creencia en la legalidad de los patrones
normativos y en el derecho a dar órdenes de las personas elevadas a la
autoridad bajo a estas reglas. (autoridad legal).
b. Base Tradicional: radica en la creencia establecida acerca de la
inviolabilidad de las tradiciones inmemoriales y en la legitimidad del estatus
de los que ejercen la autoridad bajo ellas. (autoridad Tradicional).
c. Base Carismática: se basa en la devoción a la santidad excepcional y
específica, al heroísmo o al carácter ejemplar de una persona concreta, y en
los patrones normativos u órdenes que revela o decreta. (autoridad
carismática).

“La gente de hoy está ansiosa de encontrar no al “jefe sagaz” sino al


líder congruente y auténtico, pues saben que sólo él tiene la claridad
y la fortaleza para guiarla por el camino correcto, evitando los “atajos
fáciles” que la alejan de los verdaderos triunfos.”
Senge.

Weber, al igual que Maquiavelo destaca el papel de la influencia, pero distingue entre la
influencia que puede ejercer por las características de la persona que influye y las del
contexto social de la organización en la que opera. Esas cualidades personales se
identifican con el carisma, mientras que las cualidades del ambiente del líder se derivan
bien de la tradición, bien de las estructuras racionales-legales.

Hacia la primera mitad de este siglo se produjo un rápido desarrollo en los


procedimientos de evaluación psicológica, lo que repercutió en un gran avance en el
estudio del liderazgo.

Este punto se basa en la idea de que ciertas personas disponen de una determinada
configuración de rasgos o atributos que revela una mayor capacidad de dominio y de
influencia sobre otros, es decir, de ser lideres en cualquier situación. En general, se
entiende que la inteligencia o la personalidad se manifiestan en el comportamiento con
estabilidad a lo largo del tiempo y de unas situaciones a otras. Asimismo, se considero
que el liderazgo operaría del mismo modo: había personas con mayor o menor aptitud o
capacidad para el liderazgo.
BIBLIOGRAFÍA:

RODRIGUEZ, Fernández, Andrés; Introducción a la Psicología del Trabajo y las


Organizaciones; Colección Psicología; Ediciones Pirámide; Madrid-España; 1998,
1999, 2001

www.geocities.com

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