Está en la página 1de 2

Hoy en día el uso indiscriminado de antibióticos a nivel mundial ha conseguido un gran

nivel de resistencias bacterianas, pero también han contribuido a estas resistencias la


práctica de no utilizar las dosis adecuadas o de administrar el tratamiento con una
duración insuficiente a la prescrita.
Para tratar las bacterias resistentes se necesitan dosis más elevadas de los antibióticos
o que estos sean más fuertes.
Los antibióticos se utilizaron por primera vez en la década de 1940 y han constituido uno
de los mayores avances de la historia de la Medicina. Sin embargo, desde el principio se
objetivó el problema de las resistencias. Tras el comienzo del empleo de la penicilina en
la década de 1940 se constató igualmente este fenómeno en las bacterias y
surgieron microorganismos que resistían la acción de los antibióticos y, aunque se
sintetizaron nuevos antibióticos que destruían estos gérmenes resistentes, se seguían
seleccionando bacterias resistentes a los nuevos fármacos.

Hoy en día el uso indiscriminado de antibióticos a nivel mundial ha conseguido un gran


nivel de resistencias bacterianas, pero también han contribuido a estas resistencias el
hecho de no utilizar las dosis adecuadas o de administrar el tratamiento con una
duración insuficiente a la indicada. Con el agravante de que en el pasado los antibióticos
se han utilizado ampliamente para tratar enfermedades víricas. Los antibióticos son
ineficaces contra los virus pero, al administrarlos contra ellos, se actúa sobre las
bacterias ambientales y se estimula su capacidad de mutar y de crear resistencias. Estas
bacterias mutadas, al infectar a personas o animales, son ya resistentes al tratamiento
antibiótico que anteriormente podía destruirlas.

La solución al problema en parte se orienta al desarrollo de nuevos medicamentos más


activos ante estos microorganismos resistentes, pero esto no es del todo cierto, ya que
las resistencias seguirían desarrollándose. Es importante, entonces, evitar o reducir las
condiciones que favorecen el desarrollo de las resistencias, eligiendo adecuadamente el
antibiótico, la dosis y el tiempo indicado de tratamiento para cada bacteria concreta.
Sí en el caso de las amigdalitis
Un ejemplo de un uso adecuado de los antibióticos se puede apreciar en el caso de
infecciones tan frecuentes como las amigdalitis, también conocidas como anginas. Este
tipo de infección bacteriana es muy prevalente entre la población y supone un elevado
coste de antibióticos. Su tratamiento debe ser cuidadosamente indicado por el médico
y se deben cumplir las pautas indicadas por el mismo hasta la resolución de la
enfermedad.
Aunque se suele prescribir empíricamente el antibiótico de elección según los
microorganismos más prevalentes en el área geográfica donde se encuentre el paciente,
en muchas ocasiones es más aconsejable realizar un frotis con cultivo para determinar
si la causa de la infección se debe realmente a una bacteria y cuál es esta, y
un antibiograma para determinar el antibiótico más eficaz contra ella.
Es importante no olvidar que:
 En caso de padecer una infección se debe acudir siempre al médico. Nunca se
debe recurrir a la automedicación.
 Las enfermedades víricas, como la gripe y ciertas faringitis, no se deben tratar
con antibióticos.
 Es muy importante cumplir el tratamiento tal y como lo prescriba el médico. No
se deben cambiar las dosis ni suspender el tratamiento antes de tiempo.
 No guarde los antibióticos que le sobren para una próxima vez.
 Nunca utilice los antibióticos recetados para otra persona o utilice los de otra
persona.

https://www.saludemia.com/-/enfermedad-amigdalitis-de-interes-uso-de-los-
antibioticos

También podría gustarte