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La ejecución forzosa, I

TEMA 48º
LA EJECUCIÓN FORZOSA, I
(Esquema)

I. CONCEPTO Y NATURALEZA
Art. 117.3 CE
A) Concepto
Acomodar la realidad al deber ser
No ejecución: Sentencia absolutoria, mera declaración, constitución
Actividad posterior: 1.º) Cumplimiento
2.º) Ejecución forzosa
Ejecución sin declaración previa
B) Naturaleza jurídica de la ejecución
Conducta física productora de un cambio real. Procesal
C) Carácter sustitutivo

II. EL TÍTULO EJECUTIVO Y SUS CLASES


1. Concepto: documento típico
No es un medio de prueba: 1) Tipicidad; y 2) Interés procesal

2. Clases: art. 517


A) Títulos judiciales o asimilados (españoles)
a) Sentencia firme de condena
b) Laudo o resolución arbitral
c) Resoluciones judiciales de aprobación u homologación de transacciones
judiciales o de acuerdos logrados en el proceso.
d) Auto de cuantía máxima
e) Otras resoluciones: ejemplos
B) Títulos no judiciales o contractuales (españoles)
Sólo obligaciones dinerarias, 300 euros
a) Escritura pública
b) Póliza de contrato mercantil
c) Obligaciones y cupones vencidos
d) Anotaciones en cuenta
e) Otros documentos: varios ejemplos
C) Títulos extranjeros
Art. 22.1 LOPJ y art. 523 LEC, remisión a LEC de 1881.

III. EL TÍTULO EJECUTIVO EUROPEO

Reglamento (CE) 805/2004.


a) Ámbito de aplicación
- Resoluciones, transacciones judiciales y documentos públicos
- Créditos no impugnados: - líquido y exigible
- obligaciones civiles y mercantiles
- cuando no impugnado: 4 casos
b) Certificado del título
- Transacciones judiciales (art. 24) y documentos públicos (art. 25)
- Resoluciones: requisitos
c) Efectos
d) Ejecución
Juan Montero Aroca

IV. EJECUCIÓN DE RESOLUCIONES ENTRANJERAS EN EL ESPACIO JUDICIAL EUROPEO

Compatibilidad con el título anterior


A) Las normas comunitarias
4 Reglamentos: 805/2004; 44/2001, 2201/2003, y 1346/2000
Convenio de Lugano de 1988

B) El Reglamento “Bruselas I”, núm. 44/2001

Antes Convenio y ahora Reglamento


a) Reconocimiento
Automaticidad de los efectos, pero
1) Reconocimiento a título principal
2) Reconocimiento como cuestión incidental
b) Ejecución
c) Denegación del reconocimiento y de la ejecución:
- Orden público
- Rebeldía
- Inconciliable con resolución: 1 y 2
- otras causas
d) Competencia
- Juzgado Primera Instancia
- Recursos
e) Procedimiento
Demanda, resolución, recurrir

V. EJECUCIÓN DE RESOLUCIONES EXTRANJERAS EN LA LEC

LEC de 1881
a) Competencia
- Juzgados de Primera Instancia
- Territorial
b) Régimen del exequatur
1) Convencional: 18 tratados
2) De reciprocidad de hecho
3) De control interno independiente
c) Procedimiento
B) El caso especial del Reglamento de Bruselas

VI. EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBITRALES NACIONALES

Ley 60/2003, de 23 de diciembre


Especialidades:
- ¿firme?
- Siempre el laudo
- Fallo
- Con acuerdo de las partes
- Documentos a presentar con la demanda

VII. EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBITRALES EXTRANJEROS

Art. 46.2 Ley 60/2003


1) El exequatur: Nueva York de 1958
2) El procedimiento
La ejecución forzosa, I
Juan Montero Aroca

LA EJECUCIÓN FORZOSA
La ejecución forzosa. Concepto y naturaleza. El título ejecutivo y sus clases. El título ejecutivo
europeo. Ejecución de resoluciones extranjeras en el espacio judicial europeo y en la LEC.
Ejecución de laudos arbitrales nacionales y extranjeros.

I. CONCEPTO Y NATURALEZA
La jurisdicción no se limita a declarar el derecho. La función jurisdiccional comprende
también la ejecución del mismo. En la fórmula constitucional ello se expresa con las palabras
«juzgando y haciendo ejecutar lo juzgado» (art. 117.3 CE).

A) Concepto
En el esquema normal se parte de la existencia de un proceso de declaración que ha finalizado
con una sentencia en la que se ha condenado al demandado. Partiendo de esa sentencia se hace
necesaria una actuación posterior que acomode la realidad fáctica al deber ser establecido en la
misma.
De lo anterior se deduce ya que existen tres supuestos en los que, existiendo una
sentencia, no es precisa la actividad posterior: 1.º) Sentencias absolutorias, 2.º)
Sentencias meramente declarativas y 3.º) Sentencias constitutivas. En los dos últimos
casos la sentencia agota su fuerza con la declaración, sin que llegue a crearse un
título ejecutivo. De ahí el contenido de los arts. 521 y 522 LEC.
La actividad posterior de adecuación de la realidad fáctica al deber ser establecido en la
sentencia, es necesaria sólo cuando ésta es estimatoria de una pretensión de condena. Es entonces
cuando la tutela judicial efectiva exige una actividad posterior que puede realizarse de dos
maneras:
1.ª) Cumplimiento: El condenado cumple voluntariamente la prestación que le impone la
sentencia. La actividad no tiene entonces carácter procesal.
2.ª) Ejecución forzosa: Si el demandado no cumple voluntariamente es necesario dotar a los
órganos jurisdiccionales de los poderes necesarios para hacer efectiva la sentencia y, al mismo
tiempo, ofrecer cauce procesal para su realización. Ese cauce o instrumento es el proceso de
ejecución.
Si lo normal es que la ejecución siga a la declaración del derecho efectuada por un
órgano judicial en el ejercicio de la potestad jurisdiccional, existen casos en los que
cabe acudir a la ejecución sin esa declaración previa. Estos casos son muy variados,
pues unas veces se refieren a la formación de títulos ejecutivos de modo judicial pero
no jurisdiccionalmente (las resoluciones judiciales que aprueben u homologuen
transacciones judiciales, art. 517.1, 3.º, LEC), otras atienden a declaraciones del
derecho realizadas no judicialmente (el laudo dictado por los árbitros, art. 44 de la Ley
60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje, y art. 517.1, 2.º, LEC) y, por fin, en otras se
trata de ejecutar títulos formados contractualmente por las partes (art. 517.1, 4.º a 7.º,
LEC).

B) Naturaleza jurisdiccional de la ejecución


Precedido o no de la declaración jurisdiccional del derecho, el proceso de ejecución es aquél
en el que, partiendo de la pretensión del ejecutante, se realiza por el órgano jurisdiccional una
conducta física productora de un cambio real en el mundo exterior para acomodarlo a lo
establecido en el título que sirve de fundamento a la pretensión de la parte y a la actuación
jurisdiccional.
En el Derecho español queda así claro que la ejecución tiene naturaleza siempre jurisdiccional
y que se confía siempre a un tribunal que actúa por medio de un proceso. En otros países la
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situación puede ser distinta, pero en el nuestro antes de la Constitución de 1978 (arts. 55 y 919
LEC/1881) y después de la misma (arts. 117.3 CE, 2.1 LOPJ, y 545 LEC/2000) la ejecución es
siempre un proceso jurisdiccional. Esta naturaleza, con todo, no proviene simplemente de que así
lo disponga la ley, sino que la ejecución es consustancial a la jurisdicción o, si se prefiere, que la
ejecución es actividad materialmente jurisdiccional.

C) Carácter sustitutivo
La actividad jurisdiccional ejecutiva es sustitutiva de la conducta que debiera haber realizado el
ejecutado, si voluntariamente hubiera procedido a cumplir la prestación contenida en el título
ejecutivo. Si el condenado a pagar una cantidad de dinero no lo hace, el tribunal procederá a enajenar
bienes de aquél y con su producto pagará al acreedor ejecutante. Ello es posible porque en nuestro
ordenamiento se considera jurídicamente fungible la actividad del ejecutado sobre su patrimonio,
esto es, porque algunas conductas personales privadas pueden ser sustituidas de derecho por medio
del ejercicio de la potestad pública atribuida al tribunal (Carreras).

Consecuencia de lo anterior es que:


1.º) El tribunal está investido de potestad para hacer lo que puede hacer el
ejecutado, pero no puede extender más allá su actividad. Consiguientemente, y por
ejemplo, si el ejecutado sólo puede realizar actos de disposición sobre su patrimonio,
no sobre patrimonios ajenos, tampoco podrá hacerlo el tribunal, siendo en caso
contrario esos actos nulos o anulables.
2.º) El ejecutado tiene el derecho de poner fin a la ejecución en cualquier momento,
realizando él mismo la conducta que el tribunal está realizando. Así el ejecutado podrá
pagar y entonces habrán de levantarse los embargos, finalizando la ejecución (art. 583
LEC).
3.º) Aunque no es admisible, lógicamente, un proceso de ejecución convencional,
esto es, en el que el procedimiento sea pactado por las partes, sí son posibles y válidos
pactos sobre actos procesales concretos. Así cabe alterar convencionalmente el orden
de bienes a embargar (art. 592.2 LEC), o fijar el tipo de la subasta (art. 637 LEC).
4.º) La actividad ejecutiva se entiende cumplida aunque no se haya podido dar
efectividad completa al título, dependiendo ello de causas ajenas al juzgador, como
sería la falta de bienes en el patrimonio del deudor. Pero es posible que, si en el
patrimonio del deudor ingresan otros bienes, pueda reiniciarse la actividad ejecutiva
hasta llegar a la completa satisfacción (art. 570 LEC).
5.º) Si se trata de sustituir la actividad del ejecutado, las costas ocasionadas lo
serán a su cargo y sin necesidad de previa imposición, salvo que se trate de
actuaciones específicas para las que la ley prevea expresa condena en costas (art. 539
LEC)

II. EL TÍTULO EJECUTIVO Y SUS CLASES


La importancia del título ejecutivo se deriva hasta de los brocardos; el más conocido de ellos
dice que nulla executio sine titulo.

1. Concepto: documento típico


La ejecución sólo es posible si se cuenta con un documento que importa no tanto por
representar una obligación, sino en sí mismo considerado; no se trata de un medio de prueba, sino
del presupuesto legal para la actividad ejecutiva. El supuesto de hecho constitutivo del título tiene
carácter típico y naturaleza procesal.
1.º) La tipicidad supone que no se pueda dar un concepto abstracto de título ejecutivo y
partiendo del mismo buscar en la realidad jurídica documentos que se acomoden a ese concepto.
Esa labor es inútil porque el título ejecutivo no es una categoría. Documentos título ejecutivo son
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los que el legislador quiere que sean; atendiendo a razones de oportunidad política, el legislador
atribuye a determinados documentos la cualidad de título ejecutivo y nada más. Un concepto
atípico o general carece de utilidad. Se debe hacer una enumeración (siempre numerus clausus),
pero no buscar una noción.
2.º) Esos documentos típicos, que son título ejecutivo en cuanto tales, importan únicamente
desde el punto de vista del proceso de ejecución, no interesando lo que puedan significar fuera de
este proceso. Fuera del proceso de ejecución los documentos no operan como títulos ejecutivos.
En este proceso el documento típico es presupuesto legal de la actividad jurisdiccional y son
normas procesales las que lo rigen, y, por tanto, lo que importa no es tanto su noción (abstracta e
inútil) sino la función que se cumple en el proceso.

2. Clases
De lo dicho se desprende que lo que importa es el examen detallado de cada título, pero,
atendido el contenido del art. 517 LEC, y algunas otras disposiciones de la misma, debe realizarse
la siguiente clasificación, partiendo de que sólo llevan aparejada ejecución los títulos que la ley
dispone.

A) Títulos judiciales o equiparados (españoles)


Cuando se habla de títulos judiciales o asimilados se está haciendo referencia a aquellos títulos
que consisten, bien en resoluciones que han sido dictadas por un tribunal español, de las que la
ley dice que son título ejecutivo, bien en otros títulos que la ley asimila o equipara a las
resoluciones judiciales a la hora de su ejecución (caso básicamente de los laudos arbitrales).
En estos títulos puede haberse procedido a la documentación de todo tipo de
obligaciones, esto es, tanto dinerarias como no dinerarias, con lo que se comprende
todo tipo de prestaciones: hacer, no hacer y dar (cosa específica o genérica, y la más
genérica de todas que es el dinero).

a) Sentencia de condena firme


La sentencia firme de condena es el título ejecutivo básico, y respecto del mismo deben
hacerse dos puntualizaciones:
1.ª) La sentencia que puede ejecutarse es la firme, es decir, aquélla contra la que no caben
recursos ordinarios o extraordinarios. Las sentencias definitivas (art. 207) no son, en principio,
título ejecutivo (salvada la ejecución provisional).
2.ª) En términos estrictos el título ejecutivo se reduce a la parte dispositiva de la sentencia, es
decir, al fallo. La fundamentación fáctica y jurídica no compone el título, sin perjuicio de que en
ocasiones sea necesario acudir a ella para integrar o para interpretar el fallo.
Supuesto muy especial de la sentencia firme de condena es el relativo a los
consumidores y usuarios y previsto en el art. 519 LEC. Cuando las asociaciones de
éstos han asumido la legitimación del art. 11 LEC, la sentencia que se dicte, si se
refería a una pretensión de condena dineraria, puede no haber establecido la
determinación individual de los consumidores y usuarios, sino sólo las características
y requisitos para poder exigir el pago y, en su caso, instar la ejecución (conforme a lo
dispuesto en el art. 221, 1.ª, LEC), y entonces el título ejecutivo es realmente el
testimonio del auto que dicte el tribunal, a instancia de uno o más de los consumidores
y usuarios y con audiencia del condenado, reconociéndoles la condición de
beneficiarios.

b) Laudo o resolución arbitral


La ejecución forzosa, I

De características similares a la sentencia es el laudo de condena a que se refiere el art. 44 de


la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje, del que podrá obtenerse la ejecución del modo
que la ley procesal establece para las sentencias.

c) Resoluciones judiciales de aprobación u homologación de transacciones


judiciales o de acuerdos logrados en el proceso
Se trata básicamente del auto que homologa la transacción judicial (arts. 1.816 CC y 19.2
LEC), pero también del auto que homologa el llamado acuerdo entre las partes logrado en la
audiencia previa del juicio ordinario (art. 415 LEC).

d) Auto de cuantía máxima


El art. 517.2, 8.º LEC mantiene como título ejecutivo el auto que establezca la cantidad máxima
reclamable en concepto de indemnización, dictado en casos de rebeldía del acusado o de
sentencia absolutoria o sobreseimiento en procesos penales incoados por hechos cubiertos por el
Seguro Obligatorio de Responsabilidad Civil derivada del uso y circulación de vehículos de
motor. Debe estarse, además, a lo previsto en los arts. 12 a 19 del RD-legislativo 8/2004, de 29 de
octubre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro
en la Circulación de Vehículos a Motor.

e) Las demás resoluciones judiciales que, por disposición legal, lleven


aparejada ejecución
Pueden incluirse aquí resoluciones muy variadas como: auto de allanamiento parcial (art.
21.2), auto que aprueba la tasación de costas (art. 246 LEC), auto de imposición de costas en las
diligencias preliminares (art. 260), acta en la que se fija la indemnización al demandado por
incomparecencia del demandante en el juicio verbal (art. 442.1 LEC), autos en la cuenta jurada
(arts. 29, 34 y 35 LEC), auto que fija la indemnización a los testigos (art. 375 LEC), etc.

B) Títulos no judiciales o contractuales (españoles)


Si los anteriores títulos se forman judicialmente, estos otros tienen un origen contractual y se
trata de actos jurídicos que se documentan con tales garantías que la ley les atribuye fuerza
ejecutiva. Lo característico de todos ellos es que sólo pueden documentar obligaciones dinerarias,
que cumplan los siguientes requisitos, según el art. 520 LEC: 1) Cantidad determinada, 2)
Superior a 300 euros (aunque esta cuantía puede alcanzarse por la adición de varios títulos), 3) En
dinero efectivo, 4) En moneda extranjera convertible (cuando la obligación de pago en la misma
esté autorizada o resulte permitida legalmente), y 5) En cosa o especie computable en dinero.

a) Escritura pública
El título lo constituye la primera copia de la escritura pública o, si es segunda, que esté dada
en virtud de mandamiento judicial y con citación de la persona a quien deba perjudicar, o de su
causante, o que se expida con la conformidad de todas las partes.
La escritura pública es una clase de instrumento público notarial cuyo contenido
son las declaraciones de voluntad, los actos jurídicos que impliquen prestación de
consentimiento y los contratos de todas clases (art. 144, II, del Reglamento Notarial de
2 de junio de 1944), para cuya regulación debe estarse a los arts. 147 a 196 del mismo
Reglamento (con modificaciones posteriores).
Escritura pública lo es tanto la escritura matriz como las copias de la misma
expedidas con las formalidades de derecho (art. 221 Regl.). Atendido lo dispuesto en la
Ley del Notariado de 28 de mayo de 1862 (art. 32), que prohibe sacar de las notarias
las escrituras matrices y los libros protocolo, el título ejecutivo será la copia. Para
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éstas el art. 232 del Regl., y sólo a los efectos del ahora art. 517.2, 4.º, LEC, distingue
entre primera y segunda copia. En principio sólo es título ejecutivo la primera copia.
Con esta distinción entre primera y segunda copia, y la constitución en título
ejecutivo sólo de la primera, lo que se trata de evitar es que un acreedor, utilizando
distintas copias, pueda incoar varias ejecuciones. Ahora bien, ello no impide la
expedición de segunda copia con fuerza ejecutiva por mandamiento judicial. Si el
acreedor no dispone de la primera copia expedida en su día (por pérdida o la
circunstancia que fuere) puede instar que se expida segunda copia ejecutiva por
mandamiento judicial y con citación del deudor.
Para la regulación de este acto de jurisdicción voluntaria debe estarse al art. 235
del Reglamento. El acreedor deberá presentar un escrito en el Juzgado de Primera
Instancia del territorio donde radique el protocolo, sin necesidad de letrado ni de
procurador, expresando el documento de que se trata, la razón de pedir la copia y el
protocolo donde se encuentra; el juez dará traslado al deudor (o al Ministerio fiscal si
se ignora su paradero), y con o sin impugnación resolverá por auto, expidiendo en su
caso mandamiento al notario.
El art. 234 del Reglamento se refiere a la obtención de segunda copia ejecutiva por
conformidad de los otorgantes de la escritura, y por este sistema puede ahora
obtenerse un verdadero título. El art. 517.2, 4.º, LEC se refiere literalmente «a la
conformidad de todas las partes» (obviamente en la escritura), con lo que el sistema
del art. 234 del Regl. Notarial ha quedado legalizado.

b) Pólizas de contratos mercantiles


El título lo constituyen esas pólizas cuando están firmadas por las partes e intervenidas por
notario, con tal que se acompañe certificación en la que dicho notario acredite la conformidad de
la póliza con los asientos de su libro registro y la fecha de éstos.
Debe tenerse en cuenta que los corredores de comercio colegiados a los que se
refiere la LEC han desaparecido al unificarse con los notarios, conforme a lo dispuesto
en la Ley 55/1999, de 29 de diciembre. Las pólizas subsistirán, pues se trata del
documento en que se plasma un contrato mercantil, y la intervención también, que
hacen los notarios. Estos dan fe, por un lado, en las escrituras públicas con unos
requisitos (con existencia de protocolo) y, por otro, en las pólizas, con Libro-Registro, y
existen por tanto dos títulos ejecutivos distintos.

c) Obligaciones y cupones vencidos


Títulos al portador o nominativos, legítimamente emitidos, que representen obligaciones
vencidas y los cupones, también vencidos, de dichos títulos, siempre que los cupones confronten
con los títulos y éstos, en todo caso, con los libros talonarios.
En realidad estamos aquí ante dos títulos ejecutivos. El primero de ellos, o principal,
es el propio título valor (acción u obligación) que para ser ejecutivo ha de: 1) Estar
legítimamente emitido; 2) Ser al portador o nominativo (no a la orden), y 3) Confrontar y
ser conforme con el libro talonario. El segundo, o accesorio, es el cupón, el cual ha de
cumplir los requisitos anteriores pero además una segunda confrontación: la del cupón
con el título valor y la de éste con el libro talonario.

d) Anotaciones en cuenta
Los certificados no caducados expedidos por las entidades encargadas de los registros
contables respecto de los valores representados mediante anotaciones en cuenta a los que se
refiere la Ley del Mercado de Valores, siempre que se acompañe copia de la escritura pública de
representación de los valores o, en su caso, de la emisión, cuando tal escritura sea necesaria,
conforme a la legislación vigente.
La ejecución forzosa, I

Admitida la emisión de títulos valores representados, no por un documento, sino por


una simple anotación en cuenta (conforme a los arts. 5 a 12 de la Ley 24/1988, de 28 de
julio, del Mercado de Valores, reformada por las Leyes 37/1998, de 16 de noviembre, y
26/2003, de 17 de julio), se trata de determinar un sistema de conversión de los valores
en documento título ejecutivo, lo que se hace por medio de la certificación de las
entidades encargadas de los registros contables. Debe estarse también al desarrollo
del RD 116/1992, de 14 de febrero.

e) Otros documentos
Por último, el art. 517.2, 9.º, LEC admite como títulos ejecutivos otros documentos que, por
disposición legal, lleven aparejada ejecución. Con ello se trata de admitir como título ejecutivo lo
que se disponga de modo expreso por ley, como pueden ser el acta de lo convenido de la
conciliación voluntaria previa al proceso (art. 476 LEC/1881), la póliza de seguro de caución en
la compra de viviendas (Ley de 27 de julio de 1968), la certificación del Consorcio de
Compensación de Seguros (art. 20 del RD-Legis. 7/2004, de 29 de octubre).

C) Títulos extranjeros
En principio una resolución extranjera no tiene en España la consideración de título ejecutivo,
sin perjuicio de que pueda llegar a tenerlo pero siempre que un tribunal español le haya concedido
esa fuerza; por eso dice el art. 22.1, in fine de la LOPJ que los tribunales españoles son
competentes con carácter exclusivo en materia de reconocimiento y ejecución en territorio
español de resoluciones judiciales (y decisiones arbitrales) dictadas en el extranjero.
El art. 517 de la LEC enumera sólo los títulos españoles, pero luego el art. 523 dispone:
1.º) En su apartado 1 prevé el sistema de conversión de las sentencias firmes y demás títulos
ejecutivos extranjeros en título ejecutivo, con remisión a los tratados internacionales y a las
disposiciones legales sobre cooperación jurídica internacional. Con todo, mientras no se dicte la
norma correspondiente sobre esa cooperación jurídica internacional, debe estarse a los artículos
951 a 958 de la LEC de 1881, que se declaran expresamente en vigor en la Disposición
Derogatoria Única 1, 3.ª de la LEC de 2000 (aunque luego la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de
Arbitraje ha derogado el párrafo segundo del art. 958 y la Ley 62/2003, de 30 de diciembre, de
Medidas Fiscales, Administrativas y del Orden Social, ha dado nueva redacción al art. 955, los
dos como consecuencia de la nueva competencia)
2.º) En su apartado 2, se limita a decir que, una vez obtenido el título ejecutivo, la ejecución se
llevará a cabo conforme a las disposiciones de la propia LEC.
Normalmente se habla de ejecución de sentencias extranjeras, pero debería decirse realmente de
resoluciones judiciales extranjeras, pues como tiene reiterado el Tribunal Supremo el objeto de este
especial procedimiento de homologación debe entender ampliado a cualquier resolución extranjera
susceptible de ser reconocida y declarada ejecutoria (ATS 6/6/2000, RJ 2000/4652, por ejemplo).

III. EL TÍTULO EJECUTIVO EUROPEO


El Reglamento (CE) núm. 805/2004 del Parlamento Europeo y del Consejo de 21 de abril
de 2004, establece un título ejecutivo europeo para créditos no impugnados que es el primer caso
de introducción de un sistema de ejecución inmediata, sin necesidad de reconocimiento alguno,
de títulos ejecutivos que debe seguir calificando de extranjeros. Se ha creado “un título ejecutivo
europeo para créditos no impugnados, que permita, mediante la fijación de normas mínimas, la
libre circulación en todos los Estados miembros de resoluciones, transacciones judiciales y
documentos públicos con fuerza ejecutiva, sin que deba llevarse a cabo ningún procedimiento
intermedio en el Estado miembro de ejecución para el reconocimiento y ejecución”.
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a) Ámbito objetivo de aplicación


El Reglamento se aplica a las resoluciones, transacciones judiciales y documentos públicos con
fuerza ejecutiva sobre créditos no impugnados, de modo que el crédito contenido en la resolución,
transacción judicial o documento público ejecutivo que se pretenda certificar como título ejecutivo
ha de cumplir los siguientes requisitos:
1º) Ha de tratarse de un crédito líquido y exigible, entendiendo por tal la “reclamación referida al
pago de un importe determinado de dinero que sea exigible o cuya fecha de exigibilidad se indique
en la resolución, transacción o documento público con fuerza ejecutiva” (art. 3.1, en relación con art.
4.2 RTEE). Por lo demás, el crédito puede consistir también en el importe de las costas procesales
impuestas en la correspondiente resolución, siempre que el deudor no se haya opuesto de forma
expresa a su imposición con arreglo al Derecho del Estado miembro de origen (arts. 7 y 17, b).
2º) Además, el crédito ha de provenir de obligaciones civiles o mercantiles, con expresa exclusión
de aquéllos que nazcan en los ámbitos materiales que se indican en los dos primeros apartados del
artículo 2 del RTEE.
3º) Finalmente, ha de tratarse de crédito no impugnado (art. 3 RTEE).

Se considerará no impugnado un crédito si: 1) el deudor ha manifestado expresamente


su acuerdo sobre el mismo, mediante su admisión o mediante transacción aprobada
por un órgano jurisdiccional o celebrada en el curso de un procedimiento judicial ante
un órgano jurisdiccional; o bien, 2) el deudor nunca lo ha impugnado, con cumplimiento
de los pertinentes requisitos procesales de la ley del Estado miembro de origen, en el
marco de un procedimiento judicial; o bien, c) el deudor no ha comparecido ni ha sido
representado en la vista relativa a dicho crédito después de haber impugnado
inicialmente el crédito en el transcurso del procedimiento judicial, siempre que dicho
comportamiento equivalga a una aceptación tácita del crédito o de los hechos
alegados por el acreedor de acuerdo con la legislación del Estado miembro de origen; o
bien 4) el deudor lo ha aceptado expresamente en un documento público con fuerza
ejecutiva.

b) Certificación del título


El funcionamiento del título se basa en que la autoridad de origen, a petición de la parte,
certifique el título como ejecutivo europeo (art. 6) expidiéndolo de conformidad con el modelo
normalizado que consta en el propio Reglamento. Ahora bien debe distinguirse:
1º) Tratándose de transacciones judiciales y de documentos públicos con fuerza ejecutiva, esa
certificación es muy simple pues se parte de que el crédito ha sido admitido expresamente por el
deudor. De este modo:
1”) Art. 24: 1. Las transacciones relativas a créditos en el sentido del apartado 2 del artículo 4
aprobadas por un órgano jurisdiccional o celebradas en el curso de un procedimiento judicial ante un
órgano jurisdiccional, que sean ejecutorias en el Estado miembro en el que se hayan aprobado o
celebrado, serán certificadas como título ejecutivo europeo, previa solicitud ante el órgano
jurisdiccional que las haya aprobado o ante el cual se hayan celebrado, cumplimentando el
formulario normalizado.
2”) Art. 25: 1. Los documentos públicos con fuerza ejecutiva relativos a créditos en el sentido del
apartado 2 del artículo 4, que sean ejecutivos en un Estado miembro, previa petición a la autoridad
designada por el Estado miembro de origen, serán certificados como título ejecutivo europeo
cumplimentando el formulario normalizado.
2º) Si se trata de una resolución, la certificación puede ser algo más compleja, pues la resolución
debe cumplir varios e importantes requisitos.
Esos requisitos son: 1) la resolución sea ejecutiva en el Estado miembro de origen, 2)
la resolución respete las normas de competencia establecidas en las secciones 3 (en
La ejecución forzosa, I

materia de seguros) y 6 (competencias exclusivas) del capítulo II del Reglamento


44/2001, y 3) los procedimientos judiciales en el Estado miembro de origen cumplan las
normas mínimas establecidas en el capítulo III del RTEE, cuando el crédito haya sido
admitido tácitamente por ausencia de impugnación o por incomparecencia del deudor.
Además, en caso de que el deudor sea un consumidor y el crédito haya nacido de un
contrato celebrado por el consumidor para un uso ajeno a su actividad profesional, se
exige que (d) la resolución se haya dictado en el Estado miembro en que esté
domiciliado el deudor con arreglo al artículo 59 del Reglamento 44/2001 (art. 6.1 RTEE).
La trascendencia de los efectos que veremos luego llega a la exigencia de condiciones muy
estrictas de protección del futuro ejecutado, condiciones que se regulan en el Capítulo III y que
afectan a las garantías relativas a la notificación al deudor, y así se distingue entre notificación con
acuse de recibo por parte del deudor, notificación sin acuse de recibo por parte del deudor y
notificación a representante del deudor, aparte de la información acerca del crédito y de los
requisitos procesales para impugnarlo.

c) Efectos
Los efectos de la certificación como título ejecutivo europeo se expresan en el artículo 5 del
RTEE: la resolución será reconocida y ejecutada en los Estados miembros sin que se requiera
ninguna declaración de ejecutividad y sin posibilidad alguna de impugnar su reconocimiento (arts. 1
y 5 RTEE). En todo caso, el certificado de título ejecutivo europeo surtirá efecto únicamente dentro
de los límites de la fuerza ejecutiva de la resolución (art. 11 RTEE).
El Reglamento regula una causa específica de oposición a la ejecución. Así, la ejecución
podrá denegarse, a instancia del deudor, si la resolución certificada es incompatible con una
resolución anterior, que tenga el mismo objeto y se refiera a las mismas partes, dictada por el
Estado miembro de ejecución o que cumpla las condiciones necesarias para ser reconocida
en ese Estado y dicha incompatibilidad no se ha alegado o no se ha podido alegar para
impugnar el crédito durante el procedimiento judicial en el Estado miembro de origen (art.
21.1).

d) Ejecución
El procedimiento de la ejecución se rige ya por el de la ley del Estado requerido, de modo que en
España deberá estarse a los arts. 538 y ss., y luego el de las obligaciones dinerarias de la LEC.

IV. EJECUCIÓN DE RESOLUCIONES EXTRANJERAS EN EL


ESPACIO JUDICIAL EUROPEO
El art. 27 del Reglamento del Título Ejecutivo Europeo deja aclarado que el mismo “no
afectará a la posibilidad de solicitar el reconocimiento y la ejecución de conformidad con el
Reglamento (CE) n° 44/2001, de una resolución, una transacción judicial o un documento público
con fuerza ejecutiva sobre un crédito no impugnado”.

A) Las normas comunitarias


Con ello lo que se está diciendo es que en el espacio jurídico europeo se cuenta:
1º) Con el Reglamento (CE) núm. 805/2004, del Parlamento Europeo y del Consejo de 21 de
abril de 2004, por el que se establece del título jurídico europeo.
2º) El Reglamento (CE) núm. 44/2001, del Consejo, de 22 de diciembre de 2000, sobre
competencia, reconocimiento y ejecución de resoluciones judiciales en materia civil y mercantil
(modificado por el Reglamento núm. 1496/2002, de 21 de agosto) (llamado “Bruselas I”).
3º) El Reglamento (CE) núm. 2201/2003, del Consejo, de 27 de noviembre de 2003, relativo a
la competencia, el reconocimiento y la ejecución de resoluciones judiciales en materia
matrimonial y de responsabilidad parental (llamado “Bruselas II bis”).
Juan Montero Aroca

4º) El Reglamento (CE) núm. 1346/2000, del Consejo, de 29 de mayo, sobre procedimientos
de insolvencia.
Supuesto especial es también en el del Convenio de Lugano de 16 de septiembre de 1988
(ratificado ya por España, BOE de 20 de octubre de 1994), firmado por los miembros de la Unión
Europea y los países incluidos en la AELE, que en líneas generales es reproducción del Convenio
de Bruselas actualizado; sustituye al bilateral de Suiza.
De este conjunto de normas comunitarias debe destacarse, sin duda, el Reglamento 44/2001, el
llamado “Bruselas I” pues el que da carácter general a la ejecución de resoluciones extranjeras, de
más contenido.

B) El Reglamento “Bruselas I”, núm. 44/2001


Los países de la Comunidad Económica Europea, con base en el artículo 220 del Tratado
Constitutivo de la Comunidad, suscribieron el denominado Convenio de Bruselas de 27 de
septiembre de 1968, que luego fue actualizado en cada ampliación de la Comunidad, por los de
Luxemburgo de 1978 y 1982. La entrada de España y Portugal supuso una tercera actualización que
se hizo en el Convenio de San Sebastián de 26 de mayo de 1989. La cuarta actualización se produjo
por otro Convenio de Bruselas de 1997, después de la entrada de Suecia, Finlandia y Austria.
El Convenio ha sido sustituido el 1 de marzo de 2002 por el Reglamento del CE núm. 44/2001,
de 22 de diciembre de 2000, sobre competencia judicial, reconocimiento y ejecución de resoluciones
judiciales en materia civil y mercantil (en lo que ahora nos importa se excluyen las materias: estado y
capacidad de las personas físicas, los regímenes matrimoniales, los testamentos y las sucesiones; los
concursos y el arbitraje). Debe tenerse en cuenta que el Reglamento reproduce casi literalmente al
convenio en su última versión.
El Reglamento ha sustituido también a los tratados bilaterales suscritos con Francia (de 1969),
Italia (de 1973), Alemania (de 1983) y Austria (de 1984), salvo en las materias reguladas en éstos y
no en aquél.

a) Reconocimiento
Las resoluciones dictadas en un Estado miembro de la Unión Europea han de ser reconocidas en
los demás Estados “sin que sea necesario recurrir a procedimiento alguno” (art. 33.1 Reglamento), lo
que supone una suerte de automaticidad en los efectos, de modo que la resolución dictada por un
tribunal de un Estado miembro produce los efectos típicos de la misma en todos los Estados
miembros sin necesidad de actividad alguna. Los efectos típicos a los que nos referimos son los de
cosa juzgada, en sus manifestaciones de efecto negativo o excluyente y de efecto positivo o
prejudicial, además del efecto propio de las resoluciones constitutivas, en el caso de que lo fuera.
Aparte de que también debe tenerse en cuenta que la resolución extranjera es un acto jurídico (y por
tanto sujeto a prueba en su existencia) y un documento público extranjero (sujeto a los requisitos
propios de los mismos, los del art. 323 LEC).
Partiendo de que en cuanto acto y documento no ha lugar a hablar de homologación de la
resolución de un Estado miembro en otro, lo que el Reglamento está llevando a sus consecuencias
lógicas es que una resolución producirá sus efectos en todos los Estados de la Unión sin necesidad de
homologación. Esto es lo que dispone el artículo 33.1 del Reglamento y lo que está significando es
que, sin necesidad de actividad jurisdiccional o administrativa alguna, y mientras no haya oposición,
la resolución extranjera alcanzará los efectos llamados registrales, los de cosa juzgada y los
constitutivos. Esto no impide que existan otros dos tipos de homologación que no puede ser
automática:
1) Reconocimiento a título principal: El artículo 33.2 faculta a la parte, en atención a sus
intereses, y echa sobre ella la carga de instarlo, cuando existe oposición, para acudir a un
La ejecución forzosa, I

reconocimiento que podemos llamar formal, que quedara sujeto al procedimiento común de la
ejecución que veremos después.
2) Reconocimiento como cuestión incidental: Cuando en un proceso se adujere alguno de los
efectos propios de una resolución dictada por un tribunal de otro Estado miembro, cabe proceder a
un reconocimiento que el artículo 33.3 denomina incidental cuando realmente es una cuestión
prejudicial. En este caso es preciso, primero, que una parte alegue la concurrencia de la resolución
extranjera y el efecto propio de la misma (por ejemplo, cosa juzgada positiva) y, después, que exista
resolución al efecto, aunque la misma formará parte de la sentencia a dictar sobre el fondo. Estamos
ante algo parecido a lo que son las cuestiones prejudiciales no penales en el proceso civil (caso del
art. 42 de la LEC), supuesto en el que el juez que está conociendo del proceso decide la cuestión
prejudicial, pero sólo a esos efectos.

b) Ejecución
Las resoluciones anteriores en cuanto sean ejecutorias en su Estado de origen serán ejecutadas en
otro Estado por un procedimiento tan simple que es dudoso que quepa hablar propiamente de
exequatur, aunque en todo caso no puede decirse que las resoluciones dictadas por los tribunales de
un Estado miembro son título ejecutivo en los demás Estados miembros; aunque sea simplificado es
necesario un procedimiento por medio del que un tribunal del Estado requerido convierte en título la
resolución preveniente del Estado de origen.

c) Denegación del reconocimiento y la ejecución


El reconocimiento o la ejecución de la resolución extranjera no puede suponer un examen o
revisión en cuanto al fondo del asunto (art. 36), y conforme a los artículos 34 y 35 del
Reglamento las decisiones no se reconocerán o, conforme al artículo 45, no se ejecutarán:
1.º) Cuando el reconocimiento o la ejecución fuera manifiestamente contrario al orden
público del Estado miembro requerido: La aplicación de este supuesto debería ser excepcional,
bien porque la contrariedad debe ser manifiesta, bien porque debería de existir una noción de
orden público que pudiera calificarse de comunitaria.
2.º) Cuando la decisión se dictare en rebeldía del demandado, si no se hubiera entregado al
mismo la cédula de emplazamiento o documento equivalente de forma regular y con tiempo
suficiente para que pudiera defenderse, a menos que no hubiere recurrido contra dicha resolución
cuando hubiera podido hacerlo.
3.º) Cuando la resolución fuere inconciliable con una resolución dictada entre las mismas
partes en el Estado miembro requerido.
4.º) Cuando la resolución fuere inconciliable con una resolución dictada con anterioridad en
otro Estado entre las mismas partes en litigio que tuviere el mismo objeto y la misma causa,
siempre que esta última resolución reuniere las condiciones necesarias para su reconocimiento en
el Estado miembro requerido.
Estamos ante la cosa juzgada producida en una resolución dictada con anterioridad en otro
Estado, sea o no miembro de la Unión Europea, que impide que se reconozcan dos resoluciones
con pronunciamientos sobre la misma pretensión.
5.º) Tampoco se reconocerán las resoluciones si se hubiesen desconocido las disposiciones de
las secciones 3 (competencia en materia de seguros), 4 (competencia en materia de contratos
celebrados por los consumidores) y 6 (competencias exclusivas) del capítulo II (Competencia) o
en el caso previsto en el artículo 72 (muy especial y atinentes a pactos específicos anteriores al
Reglamento).

d) Competencia
La solicitud, que en realidad es una verdadera demanda, se presentará en el Juzgado de
Primera Instancia (competencia objetiva) (ATS 16/1/2001, RJ 2001/3957) del domicilio de la
Juan Montero Aroca

parte contra la que se solicite la ejecución o el del lugar de ejecución (competencia territorial)
(art. 39).
Contra la resolución que dicte el Juzgado cabe recurso de apelación para ante la Audiencia
Provincial y, luego, es posible recurso de casación ante el Tribunal Supremo (arts. 43 y 44). Debe
recordarse que conforme al Acuerdo de 12 de diciembre de 2000 del Pleno de la Sala de lo Civil
del Tribunal Supremo son recurribles en casación las resoluciones de recursos en materia de
reconocimiento y ejecución de sentencias extranjeras, al amparo del Convenio de Bruselas de 27
de diciembre de 1968 y del Convenio de Lugano de 16 de septiembre de 1988, si bien ahora debe
entenderse que ya no se trata del Convenio de Bruselas, sino del Reglamento. Con todo hay que
precisar:
1.º) No cabe recurso por infracción procesal contra los autos de las Audiencias Provinciales
dictados en materia de reconocimiento y ejecución de resoluciones de países de la Unión
Europea.
2.º) Sí cabe recurso de casación, conforme también a doctrina reiterada, siendo una excepción
a la no recurribilidad de los autos.

e) Procedimiento
Conforme al artículo 40 del Reglamento 44/2001 las modalidades de presentación de la
solicitud se determinarán con arreglo a la ley del Estado miembro en el que se solicite la
ejecución, lo que supone que en España debe tratarse de una demanda, en el sentido del artículo
399 de la LEC, para la que se exige procurador y abogado. Esta exigencia de procurador no
exime de que el demandante fije un domicilio para notificaciones en el lugar al que se extiende la
competencia del Juzgado de Primera Instancia, aunque sea inútil pues todas las notificaciones las
recibirá por medio del procurador, atendido lo dispuesto en los artículos 28 y 153 LEC. Junto con
la demanda se presentará, según los artículos 53 a 56 del Reglamento: 1.º) Copia auténtica de la
resolución de la que pretende la ejecución, 2.º) Certificación que debe expedir el tribunal del
Estado de origen conforme a un modelo establecido en el Reglamento (aunque puede sustituirse
por documentos equivalentes), y 3.º) Traducción de los documentos anteriores, certificada por
persona autorizada a tal fin. Aparte naturalmente el documento procesal que acredite la
representación, en todo caso del procurador y, en su caso de quien otorgue el poder. No es
necesario legalización o formalidad análoga de la copia auténtica de la resolución a ejecutar, ni se
alude ya a documento alguno específico en el caso de sentencia dictada en rebeldía.
Con esa demanda y documentos y sin más trámite, esto es, sin oír a la parte contraria ni al
Ministerio Fiscal, el Juzgado de Primera Instancia, debe dictar resolución, en su caso después de
instar la subsanación de los defectos, otorgando o denegando la ejecución de la resolución. Esta
resolución se notificará, siempre, al instante de la ejecución y, si se otorga la ejecución, a la parte
contraria. En los dos casos la notificación se efectuará conforme a las normas propias de la
legislación procesal civil española.
Lo más destacado, pues, de este inicio del procedimiento es que no concede a la parte
contraria la posibilidad de ser oída. Para su audiencia debe estarse a la posibilidad de recurrir. En
nuestro sistema se trata de un recurso devolutivo, el de apelación, para el que se estará a lo
previsto en general en la LEC, pero debe tenerse en cuenta para entender el sistema que en otros
países, por ejemplo en Italia, el mismo órgano judicial (la Corte de Apelación) conoce de la
petición inicial y del recurso. Por ello en el artículo 43.3 del Reglamento se habla de que “el
recurso se sustanciará según las normas que rigen el procedimiento contradictorio”, expresión que
debe interpretarse en el sentido de que deberá estarse a lo que debe considerarse como
procedimiento ordinario o común con sujeción plena el principio de contradicción.
A pesar de que se hable, por tanto, de recurso y más precisamente de apelación, se está
realmente ante un proceso en el que ha de existir alegaciones y prueba. De este modo:
La ejecución forzosa, I

1.º) Se interpondrá en el plazo de un mes a partir de la fecha de la notificación (que puede ser
de dos meses si el demandado tiene su domicilio en un Estado distinto).
2.º) El recurso se habrá de centrar en la alegación de la concurrencia de alguna de las causas
de no reconocimiento de los artículos 34 y 35, lo que quiere decir que: 1) Nunca podrá
pretenderse revisar la resolución en cuanto al fondo, y 2) Tampoco se podrán alegar las causas
que podrían aducirse en la oposición de fondo a la ejecución (que será posible alegarlas luego
cuando ya se esté en el proceso de ejecución propiamente dicho).
3.º) La parte demandada puede pedir la suspensión del procedimiento de reconocimiento o
ejecución si ha interpuesto recurso en el Estado de origen contra la resolución que se quiere
reconocer o ejecutar (se trata de admitir que el reconocimiento o la ejecución puede pedirse de
resoluciones no firmes). De la misma manera podrá no suspenderse la ejecución pero sí
subordinarla a la constitución de una garantía.
4.º) Al mismo tiempo que se pide la ejecución puede pedirse la adopción de alguna medida
cautelar.
Contra la resolución que dicte la Audiencia Provincial, que debe ser auto, y en el que
realmente se efectúa el primer pronunciamiento contradictorio, cabe recurso de casación y, como
hemos dicho, no infracción procesal.

V. EJECUCIÓN DE RESOLUCIONES EXTRANJERAS EN LA LEC


Fuera del supuesto anterior del espacio judicial europeo habrá de estarse al que podemos
llamar supuesto general. La regulación de como se convierte una sentencia extranjera en título
ejecutivo en España se sigue encontrando en los arts. 951 a 958 de la LEC de 1881, que se
declaran expresamente en vigor en la Disposición Derogatoria Única 1, 3.ª de la LEC de 2000
(aunque luego la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje ha derogado el párrafo segundo
del art. 958 y la Ley 62/2003, de 30 de diciembre, de Medidas Fiscales, Administrativas y del
Orden Social, ha dado nueva redacción al art. 955).
La homologación de una sentencia (o laudo) extranjera puede pretenderse con dos finalidades:
1.ª) Para que la resolución adquiera en España la eficacia de cosa juzgada material, con los
efectos negativo y positivo propios de la misma, y la homologación entonces puede referirse a
sentencias meramente declarativas y constitutivas, que no precisan de ejecución en sentido
estricto, aunque sí, por ejemplo, de la inscripción en un registro público, y
2.ª) Para convertirla en título ejecutivo, en cuyo caso el título es complejo, la sentencia
extranjera más el auto del tribunal español que concede la homologación.

a) Competencia
1.º) Con carácter general, y sin perjuicio de lo dispuesto en los tratados y otras normas
internacionales, la competencia para conocer de las solicitudes de reconocimiento y ejecución de
sentencias y demás resoluciones judiciales (y arbitrales) extranjeras corresponde a los Juzgados
de Primera Instancia (art. 85.5 LOPJ y art. 955 LEC/1881).
De esta manera se ha procedido a unificar, en general, la competencia para el
exequatur y la competencia para la ejecución propiamente dicha, aunque resta con
carácter excepcional la diferencia entre competencia para el exequatur, esto es, para
convertir la sentencia extranjera en título ejecutivo en España (que puede atribuirse en
algún tratado o norma internacional a un órgano, a veces el Tribunal Supremo), y la
competencia para la ejecución posterior (que es siempre de los Juzgados de Primera
Instancia).
2.º) El mismo art. 955 LEC/1881 se refiere a la competencia territorial, para atribuírsela al
juzgado del domicilio o lugar de residencia de la parte frente a la que se solicita el
reconocimiento o ejecución, o el domicilio o residencia de la persona frente a quien se refieren
Juan Montero Aroca

los efectos de las resoluciones judiciales (o arbitrales); subsidiariamente la competencia territorial


se determinará por el lugar de ejecución o donde aquellas sentencias y resoluciones deban
producir sus efectos.

b) Regímenes de exequatur
En la LEC/1881 no se establece un único criterio para la homologación, sino tres que se
presentan de modo escalonado. Esos regímenes o criterios son:
1.º) Convencional: El régimen preferente es el denominado convencional y atiende a la
existencia de tratado. Solicitado el exequatur lo primero que hay que preguntarse es si la
sentencia extranjera puede acogerse a una norma específica y preferente como es el tratado; si
éste existe no entran en juego los otros criterios (art. 951 LEC/1881).
Los tratados bilaterales ratificados por España son: 1) Suiza: Tratado de 19 de
noviembre de 1896, ratificado el 6 de julio de 1898 (Gaceta de 9 de julio). 2) Colombia:
Convenio de 30 de mayo de 1908, ratificado el 16 de abril de 1909 (Gaceta de 18 de
abril). 3) Francia: Convenio de 28 de mayo de 1969, ratificado el 15 de enero de 1970
(BOE de 14 de marzo), con el canje de notas de 1 de abril de 1974 (BOE de 20 de abril).
4) Italia: Convenio de 22 de mayo de 1973, ratificado el 27 de julio de 1977 (BOE de 15
de noviembre). 5) Alemania: Convenio de 14 de noviembre de 1983, ratificado el 19 de
enero de 1988 (BOE de 16 de febrero). 6) Austria: Convenio de 17 de febrero de 1984,
ratificado el 11 de julio de 1985 (BOE de 29 de agosto). 7) Checoslovaquia: Convenio de
4 de mayo de 1987, ratificado el 22 de septiembre de 1988 (BOE de 3 de diciembre),
después del 1 de enero de 1993 se entiende que han sucedido las repúblicas Checa y
Eslovaca). 8) Israel: Convenio de 30 de mayo de 1989, ratificado el 8 de noviembre de
1990 (BOE de 3 de enero de 1991). 9) México: Convenio de 17 de abril de 1989,
ratificado el 10 de julio de 1990 (BOE de 9 de abril de 1991). 10) Brasil: Convenio de 17
de abril de 1989, ratificado el 29 de noviembre de 1990 (BOE de 10 de julio de 1991). 11)
China: Convenio de 2 de mayo de 1992 (BOE de 31 de enero de 1994). 12) Bulgaria:
Convenio de 23 de mayo de 1993 (BOE de 30 de junio de 1994). 13) Marruecos:
Convenio de 20 de mayo de 1997 (BOE de 25 de junio de 1997). 14) URSS: Convenio de
26 de octubre de 1990 (BOE de 25 de junio de 1997), que hoy debe entenderse en vigor
con Rusia. 15) Uruguay: Convenio de 4 de noviembre de 1987 (BOE de 30 de abril de
1998). 16) Rumania: Convenio de 17 de noviembre de 1997 (BOE de 5 de junio de 1999).
17) Salvador: Convenio de 7 de noviembre de 2000 (BOE de 25 de octubre de 2001). 18)
Túnez: Convenio de 24 de septiembre de 2001 (BOE de 1 de marzo de 2003).

2.º) De reciprocidad de hecho: A falta de tratado puede entrar en juego un segundo régimen
que es subsidiario del anterior y preferente con relación al siguiente. A él se refieren los arts. 952
y 953 LEC/1881 que integran en su conjunto un único sistema que pueden denominarse de
reciprocidad de hecho, por cuanto se refiere, no tanto a la legal, cuanto a la real o fáctica, y de ahí
la referencia en el art. 953 a la jurisprudencia. Se trata de que España concederá el exequatur a la
sentencia si en el Estado de origen se concede a las sentencias españolas.
3.º) De control interno independiente: Si no existe tratado y si no se ha logrado probar
reciprocidad positiva, todavía cabe un tercer régimen, supletorio del anterior, que ya no guarda
relación con nada externo a la LEC/1881 (tratado o práctica de otro país).
Lo determinante aquí es que la ejecutoria extranjera reúna las circunstancias
expresadas en el artículo 954 LEC/1881, que son:
1.ª) Que haya sido dictada a consecuencia del ejercicio de una acción personal.
La acción personal se entiende aquí como contraria a acción real, pues con ello se pretende
evitar que tribunales de otros países conozcan de procesos relativos a bienes inmuebles o
muebles radicados en España. Recuérdese la exclusividad del artículo 22 de la LOPJ.
2.ª) Que no haya sido dictada en rebeldía.
La ejecución forzosa, I

Partiendo de la evidencia de que la sentencia dictada en rebeldía no se opone al


orden público (pueden verse los arts. 496 y siguientes LEC), el sistema convencional ha
sustituido este requisito por el más lógico de que el demandado haya tenido la
oportunidad real de ser oído, es decir, porque se haya respetado el derecho de defensa
o la contradicción. En el de reciprocidad se ha entendido que si en España puede
condenarse en rebeldía, también cabe que lo propio se haga en otros países. En
cambio, aunque era difícil hurtase, en el régimen interno, del mandato expreso de la
ley, el Tribunal Supremo lo ha logrado, aproximándose al derecho de audiencia, de
modo que el que no se hubiera dictado la sentencia en rebeldía se ha convertido en
que en el proceso en que se ha dictado la sentencia se haya respetado el derecho de
defensa del demandado. Y ello se ha hecho distinguiendo clases de rebeldía.
3.ª) Que la obligación para cuyo cumplimiento se haya procedido sea lícita en España.
Esa licitud está centrándose en la actualidad en el orden público, “concepto este
que se ha ido desarrollando hasta cobrar un contenido netamente constitucional,
comprensivo de los principios jurídicos y derechos constitucionalmente consagrados
(SSTC 54/1989 y 132/1991, entre otras)” (ATS 15/2/2000, RJ 2000/1771). Más aún,
pareciera como si ese orden público constitucional acabara reduciéndose a los
principios y garantías del artículo 24 CE, lo que nos parece claramente excesivo en su
simplificación, aunque esos principios y garantía sí forman parte del mismo.
4.ª) Que la carta ejecutoriada reúna los requisitos necesarios en la nación en que se haya
dictado para ser considerada como auténtica, y los que las leyes españolas requieren para
que haga fe en España.
Se está haciendo ahora una referencia indirecta a los artículos 144 (traducción) y
323 (documentos públicos extranjeros), lo que supone atender a la legalización y, más
concretamente, a la “apostilla” (Convenio de La Haya de 5 de octubre de 1961).
En otro orden de cosas debe recordarse que la sentencia extranjera debe ser firme, en el
sentido de no susceptible de recurso alguno en al país de origen.
5.º) Tratándose de sentencias dictadas en materia de divorcio se está insistiendo en
los últimos tiempos en que la competencia del tribunal extranjero no se haya buscado
con ánimo fraudulento, no debiendo tratarse de un foro de conveniencia.

c) Procedimiento
Todo él queda comprendido en sólo dos artículos, 956 y 957 LEC/1881 y además sirve: 1)
Para los tres regímenes dichos, y 2) Para todas las finalidades (reconocimiento y ejecución). La
simplicidad se une a la variedad de usos.
1.º) Petición: El procedimiento se inicia mediante la presentación de escrito o solicitud,
firmado por abogado y procurador; ese escrito debe ir acompañado necesariamente de testimonio
literal de la sentencia con la declaración de firmeza, en principio debidamente legalizado (sin
perjuicio de que el Convenio de La Haya de 5 de octubre de 1961 excluye expresamente la
necesidad de la legalización, sustituyéndola por la «apostilla») y, en su caso, debidamente
traducido; si no se presenta traducido, el tribunal lo hará traducir antes del emplazamiento de la
parte contraria.
2.º) Emplazamiento: El paso siguiente es emplazar a «la parte contra quien se dirija» o «la
parte a quien deba oírse», es decir, al condenado en la sentencia, aquél contra el que, en su caso,
se incoará después la ejecución.
3.º) Actitud del pretendido: Frente al emplazamiento el pretendido puede no comparecer, lo
que no impide continuar las actuaciones. Si comparece habrá de hacerlo por medio de procurador
y el Juzgado le concederá nueve días para formular alegaciones o, si se prefiere, para formular
oposición al exequatur.
4.º) Audiencia al Ministerio fiscal: Con las alegaciones del pretendido o sin ellas, el Juzgado
concederá un plazo de nueve días al Fiscal para que éste sea oído (claro que por escrito).
Devueltos los autos por el Fiscal quedan ya conclusos para resolución. A destacar que no existe
Juan Montero Aroca

actividad probatoria, aunque las partes pueden presentar con sus respectivos escritos los
documentos que estime pertinentes.
5.º) Auto: El art. 956 LEC/1881 no dice dentro de qué plazo debe el Juzgado resolver, aunque
sí dice que lo hará por auto, cuyo contenido puede ser: 1) No conceder el exequatur, devolviendo
la documentación al solicitante, o 2) Conceder la homologación, y no obsta nada para que ésta sea
parcial. En todo caso el auto es irrecurrible. Otorgado el exequatur tenemos constituido el título
ejecutivo.

VI. EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBITRALES NACIONALES


De características similares a la sentencia es el laudo de condena a que se refiere el artículo 44 de
la Ley 60/2003, de Arbitraje, de 23 de diciembre. Del laudo podrá obtenerse la ejecución del mismo
del modo que la ley procesal establece para la de sentencias. En esta ejecución sólo existen las
especialidades que se derivan de la propia esencia del laudo, sin que el legislador haya establecido
otras que pudiéramos calificar de artificiales.

1º) Si antes se sostenía que el laudo a ejecutar era el firme con base en que el artículo 517.2, 2.º de
la LEC decía: “Los laudos o resoluciones arbitrales firmes” (y en este sentido STS 4/10/1997, RJ
1997/7100), ahora, después de la Ley 60/2003, que ha modificado la redacción de la norma para que
diga: “Los laudos o resoluciones arbitrales”, ya no se cuestiona que el laudo a ejecutar es el que
dictan el o los árbitros, independientemente de que se formule o no la llamada acción de anulación.
2º) En todo caso se ejecuta el laudo, nunca sentencia alguna. Si la llamada acción de anulación
formulada contra el laudo, que se llama en el artículo 40 de la Ley 60/2003 definitivo, es estimada,
no hay ejecución; si es desestimada, se ejecuta el laudo.
3º) Lo dicho para el fallo de la sentencia puede repetirse en el laudo.
4º) El laudo puede ser una decisión tomada por el o por los árbitros manteniéndose la
discrepancia hasta el final de las partes, pero puede ser también el laudo dictado ante el acuerdo de
las partes, como ahora prevé el artículo 36 de la Ley 60/2003, puesto que ante el acuerdo se debe
dictar laudo y el mismo tiene la misma eficacia que cualquier otro laudo sobre el fondo del asunto.
5º) Junto a la demanda ejecutiva deberá presentarse el título (art. 550.1, 1.º, LEC y art. 44 Ley
60/2003), y éste se integra por: 1) El laudo, 2) El convenio arbitral, y 3) Los documentos
acreditativos de la notificación del laudo a las partes. Debe advertirse que esta Ley 60/2003 ha
suprimido la necesidad de la protocolización notarial del laudo, manteniéndola simplemente como
posible (art. 37.8), por lo que en su caso podrá también acompañarse. También deberá acompañarse,
en su caso, la corrección, aclaración y complemento del laudo (art. 39). La falta de presentación de
alguno de los tres primeros documentos, junto con la demanda ejecutiva, tiene que llevar a que la
ejecución no sea despachada.
La posibilidad del ejercicio de la llamada acción de anulación contra el laudo, dentro del plazo de
dos meses, o el ejercicio efectivo de la misma, no afectan a la presentación de la demanda ejecutiva.
Si iniciado el proceso de ejecución se formula la demanda con el ejercicio de la acción de anulación,
cabe que el proceso de ejecución se suspenda, en los casos y con los requisitos del artículo 45 de la
Ley 60/2003, pero ello no supone que el laudo deje de ser título ejecutivo.

VII. EJECUCIÓN DE LAUDOS ARBITRALES EXTRANJEROS

La Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje, regula en su art. 46 el exequatur de los


laudos pronunciados en el extranjero, a los que se califica de “laudo extranjero”. Debe tenerse en
cuenta que si entre nosotros se habla normalmente de «laudo» en otros ordenamientos suele
La ejecución forzosa, I

hablarse de sentencia arbitral (sentencias arbitrales, arbitral awards), y aún que estos son los
términos normales en los tratados multilaterales.
El art. 46.2 de la nueva LA distingue entre: 1) El exequatur de laudos extranjeros, que se
regirá por el Convenio sobre reconocimiento y ejecución de las sentencias arbitrajes extranjeras,
hecho en Nueva York, el 10 de junio de 1958, sin perjuicio de lo dispuesto en otros convenios
internacionales más favorables a su concesión, y 2) El procedimiento, para que debe estarse a lo
establecido en el ordenamiento procesal civil para las sentencias dictadas por tribunales
extranjeros, con lo que efectúa una remisión a los arts. 951 a 958 de la LEC de 1881.
Si respecto de las sentencias no existía tradición de convenios multilaterales (antes de la
ratificación del ya sustituido de Bruselas de 1968), la situación es distinta respecto de los laudos o
sentencias arbitrales, en donde existe un convenio ratificado por la mayoría de los países del
mundo. Se trata del Convenio de Nueva York sobre reconocimiento y ejecución de sentencias
arbitrales extranjeras, de 10 de junio de 1958, adhesión de 29 de abril de 1977 (BOE de 11 de
julio).
Si no puede acudirse al régimen convencional por no existir tratado, hay que admitir
la posibilidad de acudir a los otros dos regímenes, los de reciprocidad de hecho y de
control interno independiente, aunque en la práctica serán raros dado el gran número
de adhesiones al Convenio de Nueva York. En la actualidad es este Convenio el que da
base legal a prácticamente todos los exequatur que se presentan en España. Más aún,
cuando existe convenio bilateral y ratificación del de Nueva York normalmente es
preferible la aplicación de este último.
El procedimiento para solicitar la homologación debe sujetarse a los arts. 956 y 957
LEC/1881, teniendo en cuenta que, primero, el art. 8.6 de la Ley 60/2003, de Arbitraje, dispone
que para el exequatur de laudos extranjeros será competente el órgano jurisdiccional al que el
ordenamiento procesal civil atribuya la ejecución de las sentencias dictadas por tribunales
extranjeros, después el art. 85.5 de la LOPJ (en la redacción de la LO 19/2003, de 13 de
diciembre) dice que estos Juzgados de Primera Instancia tienen competencia para conocer de las
solicitudes de reconocimiento y ejecución de de sentencias y demás resoluciones judiciales y
arbitrales extranjeras, de la misma manera el art. 86 ter.2, g) (en la redacción de la LO 20/2003,
de 23 de diciembre) atribuye a los Jugados de lo Mercantil el exequatur cuando se trate de
asuntos que vengan referidos a la materias de la propia norma y, por fin, el art. 955 de la LEC de
1881 (en la redacción dada por la Ley 62/2003, de 30 de diciembre), dispone la competencia se
atribuye en general a los Juzgados de Primera Instancia y territorialmente al juzgado del
domicilio o lugar de residencia de la parte frente a la que se solicita el reconocimiento o
ejecución, o el domicilio o residencia de la persona frente a quien se refieren los efectos de las
resoluciones judiciales (o arbitrales); subsidiariamente la competencia territorial se determinará
por el lugar de ejecución o donde aquellas sentencias y resoluciones deban producir sus efectos.

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