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El Ojo Breve/ Una 'civilización espectacular

Por

Cuauhtémoc Medina

(27-Nov-2002).-

Aztecs. Royal Academy of Arts, Londres, Inglaterra. 16 de


noviembre del 2002 al 11 de abril del 2003.

Tan seguros estaban los museógrafos e ideólogos oficiales de la


identidad de los aztecas con el "México verdadero" que durante
varios decenios olvidaron hacer una exposición dedicada
únicamente a esta civilización. Eso hacía suponer que Aztecs sería
todo un acontecimiento: la posibilidad de que el establishment
arqueológico mexicano se librara de la función de ornamentar el
despotismo presidencial y la oportunidad para que los públicos
sopesaran los cambios de interpretación que ha arrojado la
investigación reciente sobre el grupo que hacia el Siglo 16
controlaba buena parte de mesoamérica. Desgraciadamente, estas
esperanzas se desvanecen al visitar la muestra que actualmente se
exhibe en la Royal Academy de Londres.

Ni duda que ésta es la más extensa exposición sobre los aztecas


jamás realizada: más de 350 objetos, incluyendo una serpiente de
casi tres toneladas, prestados por 64 colecciones en 16 países del
mundo.

Pareciera que, salvo por la Coatlicue o el Penacho de Moctezuma,


los organizadores no encontraron límite alguno a su ansia de
acumular tesoros. Para no ir más lejos, este invierno uno puede
ver en Londres la selección de códices mexicanos más importante
que se ha reunido desde tiempos de Boturini: como para volver
loco a cualquier historiador o anticuario los códices Florentino,
Mendocino, Vaticano-Rios, Fejervary-Mayer, Telleriano, la Historia
Tolteca-Chichimeca, y el mismísimo Azcatitlán yacen abiertos de
par en par bajo vitrinas de vidrio. Lo malo es que, emocionados
con la dimensión de su pillaje, los organizadores de la muestra
simplemente se olvidaron de empacar, exhibir o siquiera simular
una sola idea.
Desde la cédula inicial y el folleto introductorio, Aztecs se presenta
más como una distracción más que una transmisión intelectual.
Los aztecas, dicen los curadores, son una "civilización
espectacular" que se "ostentaba" en bellas artes, poesía, filosofía y
literatura. Si esos conceptos son un anacronismo que impone la
trama del humanismo occidental a una cultura exterminada por
occidente, la exposición no consigue siquiera ser una exploración
de los objetos desde un punto de vista artístico: no pasa de ser
una contemplación de curiosidades exóticas.

El espectáculo empieza de hecho con una vista aérea "virtual" de


México-Tenochtitlan: una especie de video-juego histórico, al que
sólo le falta alguna clase de interactividad que permita al público
arrojar bombas sobre las chinampas. Por supuesto, es la versión
cibernética de las representaciones de Tenochtitlan de Marquina
que culminan en los murales de Rivera o la maqueta del Museo de
Antropología, sólo que despojada de rastro humano. No recuerdo
una visión más inerte de una civilización que esta vista aérea
donde no queda evidencia de comercio, agricultura, ceremonias o
clases sociales, ya no digamos de basura o sangre coagulada.

Aztecs no es ni una exploración panorámica de la civilización, ni


de las técnicas, usos, y significados de sus objetos, menos aún
una revisión del uso ideológico que se ha hecho de los mexicas a
lo largo de la historia. No es una presentación científica de
arqueología, ni la descripción antropológica de un grupo, ni
siquiera un ensayo de historia del arte. Y, ciertamente, no es un
logro museográfico.

Si el lector creía que la "nueva" Sala Maya de Antropología era


kitsch, será mejor que vaya a Londres. Varias salas de Aztecs
tienen arquitecturas fingidas en madera pintada que no organizan
en manera alguna ni a los objetos, ni a los discursos en sala, pero
si recuerdan los lobbies de los hoteles de Cancún o los peores sets
del ballet folclórico nacional.

Por lo demás, las 11 secciones de la exposición forman un


capitulado sin ton ni son, que abarca desde supuestos "géneros"
como "figura humana", hasta generalizaciones impensables sobre
la cultura mexica, como dividir las representaciones divinas en
"dioses de la vida" y "dioses de la muerte".

Lo más novedoso es lo más tradicional: una sala dedicada a


"tesoros" que agrupa objetos de lujo, que dejan atisbar los gustos
y placeres del mundo privado de una élite que frecuentemente es
dejada de lado en los guiones de los museos.

Por lo demás, ni siquiera la muestra llega a ser exclusivamente


sobre los aztecas. Está subrepticiamente salpicada de piezas de
otras culturas, mixtecas en particular, que se exhiben sin dar
mayor explicación de su inclusión. ¿Qué puede justificar meter el
Códice Cospi en la sección de códices, salvo el fetichismo de tener
un códice "precolombino"?

La realidad es que Aztecs es una exhibición de poder económico y


simbólico, totalmente inconsciente del debate contemporáneo
sobre la representación histórica y cultural. Su ausencia de ideas
transmite más información acerca de sus organizadores (el
aparato de entretenimiento banal en que se ha convertido la Royal
Academy y de control ideológico de la arqueología mexicana) que
lo que pudiera decirle a nadie sobre la civilización que Hernán
Cortés borró de la faz de la tierra.

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