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Bulletin Hispanique

Texto, fecha y circunstancias de La Culta Latiniparla, de Quevedo


Pablo Jauralde Pou

Resumen
Se discuten en este trabajo las condiciones en que debió de ser redactado — exactamente entre 1629 y 1631 — este opúsculo
quevediano, como muestra « ad hoc » del género. De este modo, su inserción en Juguetes (1631) atenuaba la crudeza de
otros papeles que andaban manuscritos. Al mismo tiempo, se extraen nuevas deducciones sobre las difíciles, por ocultas,
relaciones de Quevedo con los impresores de su tiempo.

Résumé
On examine dans cet article les conditions dans lesquelles dut être rédigé — entre 1629 et 1631 — cet opuscule de Quevedo,
échantillon « ad hoc » d'un certain genre. Ainsi, son insertion dans les Juguetes (1631) atténuait ce qu'il y avait de trop cru dans
d'autres compositions qui circulaient à l'état de manuscrits. Par la même occasion on fait quelques nouvelles déductions quant
aux difficiles (parce que secrètes) relations de Quevedo avec les imprimeurs de son temps.

Citer ce document / Cite this document :

Jauralde Pou Pablo. Texto, fecha y circunstancias de La Culta Latiniparla, de Quevedo. In: Bulletin Hispanique, tome 83, n°1-
2, 1981. pp. 131-143;

doi : https://doi.org/10.3406/hispa.1981.4437

https://www.persee.fr/doc/hispa_0007-4640_1981_num_83_1_4437

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VARIETÉS

TEXTO, FECHA Y CIRCUNSTANCIAS


DE LA CULTA LATINIPARLA,
DE QUEVEDO

1. — Que yo sepa, no se ha señalado que de La Culta


Latiniparla existen tres impresiones que representan dos
redacciones significativamente distintas de este opúsculo que-
vediano1. Es uno más de los complejísimos problemas
textuales que la obra de Quevedo ha presentado siempre ; aunque
en este caso, al no conocerse manuscrito alguno, su solución
sea, al mismo tiempo que más sencilla, problablemente
iluminadora de otros aspectos textuales de su obra. Una de estas
redacciones, además, debe de ser totalmente desconocida por
la generalidad de los lectores y quizá para muchos estudiosos,
pues no se ha editado nunca, ni siquiera como variantes de
otro texto. Al plantearme yo la edición de éste y otros
opúsculos quevedianos en una colección de clásicos, he visto la
dificultad que entrañaría seleccionar uno u otro texto2. Como

1. Se trata de la inserta en Juguetes de la niñez... (Madrid, Viuda de


Alonso Martín, 1631) ; y de las publicadas con el título de Catecismo de
vocablos para instruir a las damas hembrilatinas... (Valencia, Miguel de
Sorolla, 1629; y Zaragoza, Pedro Vergés, 1630). Agradezco a J.O. Crosby
la noticia primero y la fotocopia después de un ejemplar de la edición
valenciana, que él posee, y que era totalmente desconocida en repertorios
bibliográficos de Quevedo.
2. La editorial Castalia (Madrid) tiene en prensa una edición mía de
éste y otros opúsculos festivos.
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se discute en este artículo, nos las habernos quizá ante dos


redacciones, autorizadas ambas, que corresponden a dos
momentos o dos circunstancias distintas en la producción
literaria de Quevedo. Mi intención es, por tanto, carear ambos
textos ahora, con la presentación y discusión de los aspectos
pertinentes para su mejor lectura y consideración en el
conjunto de la obra de Quevedo.
2. — Hay una sola tradición textual desde que Quevedo
imprimió este opúsculo como una novedad en Juguetes de
la niñez... (Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1631). El primer
editor moderno preocupado por la pureza textual de los
escritos quevedianos — Fernández Guerra — sólo conoció la
edición de Juguetes de 1635, cuyo texto siguió en la suya,
teniendo en cuenta reimpresiones posteriores, que representan
variantes de esta edición3. Por supuesto, no llegó a conocer
las impresiones de Valencia y Zaragoza primitivas, que
contienen variantes mucho más significativas, probablemente de
redacción.
Astrana Marín no se refiere a ellas al hablar de textos y
fuentes4 ; sin embargo cita una de las dos impresiones, la de
Zaragoza, en el catálogo de ediciones y describe su portada
con abundantes errores5 : « leva » por « lleva » ; « Aldro-
bambo » por « Aldrobando » ; « Cantacusano » por « Cata-
cusano » ; « véndese » por « véndense » ; « en casa de Anton »
por « en casa Antón » ; lo que me hace pensar que no tuvo el
ejemplar en sus manos ; sin embargo está recogida por Pa-
lau6. En todo caso Astrana no la utilizó para su edición.

3. Francisco de Quevedo, Obras completas; Madrid, BAE, 1946, reimpr.


(la ed. : 1852-9) ; II, p. 418-22. Fernández Guerra, despistado por una
noticia del Novus Index (V. la nota 15) que aludía a los preliminares, de
1629, buscaba inútilmente una edición de este año, que consideraba matriz
de todas las anteriores (V. su catálogo de ediciones en la nueva edición
de las Obras de Quevedo que hizo para la Sociedad de Bibliófilos
Andaluces ; Sevilla, 1897-1907). Las reimpresiones que tuvo en cuenta fueron
las de Barcelona, Pedro Lacavallería, 1635 ; Madrid, Pedro Coello, 1648 ;
Madrid, Alfay, 1650 ; Madrid, Pedro Coello, 1653 ; Madrid, Diego de la
Bastida, 1658 ; Bruselas, Foppens, 1670 ; y Madrid, Sancha, 1790. Tampoco
conoció, por tanto, las ediciones de Madrid, Viuda de Alonso Martín,
1633 ; Sevilla, Andrés Grande, 1634 ; Sevilla, Francisco Lira, 1641 ; entre
las impresiones en vida de Quevedo.
4. Quevedo, Obras completas. Verso (OCV) ; Madrid, Aguilar, 1952, 5a ed.
(I* : 1932) ; p. xxin-xxiv.
5. OCV, p. 1580, n° 46.
6. Palau, 244, 280.. Sin embargo, por lo que dice a continuación (que es
el texto que figura en Juguetes) me parece que tampoco debió ver
directamente el ejemplar.
« LA CULTA LATINIPARLA » DE QUEVEDO 133

Felicidad Buendía, en su edición de las Obras completas


de Quevedo, sigue fielmente la de Fernández Guerra, que es
también la fuente común de otras muchas ediciones de nulo
interés textual7.

3. — Los textos ignorados por tanto son los que publicaron


en 1629, en Valencia, Miguel de Sorolla ; y al año siguiente,
en Zaragoza, Pedro Vergés. Ambos titulan : Catecismo / de
vocablos I para instruir a / las damas hembrilatinas..., y se
hallan contenidos en un cuadernillo sin preliminar alguno 8. Las
dos ramas — Juguetes frente al texto de Vergés (en adelante
Z) y M. de Sorolla (en adelante V), siguen redacciones
notablemente distintas, la de Juguetes indudablemente más
correcta y trabajada, frente a la a veces solo más amplia y
desde luego siempre muy incorrecta de V y Z.

Es distinta la composición del texto : las princeps


ofrecen una disposición más simple, con ausencia del título
principal (La Culta Latiniparla) y de epígrafes encabezadores
(« Disparatario », « Cultigracia », etc.). Difieren en la
ortografía, abreviaciones, mayúsculas, acentuación y puntuación9.
En cuanto a variantes propiamente textuales, muchas
obedecen a simples errores de V Z : « cacafornías » y « cacofor-
nias » (en la de Madrid, en adelante M : « cacophonías ») ;
« así razona More » (M : « así razona Hornero »), que con
frecuencia simplifican o explayan lecturas difíciles y
expresivas de M : « He resuelto de fabricar este limpión » (M : « He

7. Madrid, Aguilar, 1961 ; t. I, p. 373-377.


8. Falta un estudio de estos aspectos concretos en la historia del libro
español. Los ejemplares que hoy llamaríamos « folletos » — por su corto
número de páginas — solían prescindir de la explicitación de los
trámites legales (tasa, privilegio, etc.), que sustituían por la coletilla «con
licencia » o « con las licencias necesarias » — lo primero es lo que se
lee en el colofón de la edición de Miguel de Sorolla, y en la portada
de la de Pedro Vergés. No aludo solo a los pliegos sueltos, es también
el caço. por citar ejemplos quevedianos, de las ediciones del Memorial /
por el Patronato / de Santiago... (Madrid, Viuda de Alonso Martín, 1628,
« con licencia ») ; el Discurso / de todos los / diablos o in / fiemo /
emendado... (Valencia, I.C. Garrit, 1629 ; con una sola aprobación y « con
licencia », sin otros preliminares) ; etc. Esta coletilla — ¿ hace falta
decirlo ? — no era muchas veces la verdad. V. además del clásico de
Agustín González de Amezúa, Cómo se hacía un libro en nuestro siglo
de Oro (Madrid, 1946), las p. 121-225 de La Bibliografía. Conceptos y
aplicaciones ; Barcelona, Planeta, 1971, de José Simón Díaz. Y mi próximo
Manual de investigación literaria... ; Madrid, Gredos, prensa.
9. Astrana, OCV, n° 38. Palau, 244, 245.
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resuelto de fabricarte este lampión ») ; « y viendo que los


hermitaños de noche » (M : « y viendo que los clamistas de
noche ») ; etc. Otras variantes, las menos, pueden hacernos
dudar sobre cuál es la lectura correcta : « Chirrean
confusiones », M ; « chorrean confusiones », V Z ; llegando a
sugerir la doble redacción : « El licenciado Cantacuzano », M ;
« El licenciado Anathemasit », V Z. Aunque algunas
amplificaciones de V Z, muy significativas, no deben ser quevedia-
nas : « se le antojan... lipsios en almíbar » (falta en M.).

En fin, las diferencias constantes, aunque no significativas,


de un párrafo ejemplar pueden dar idea de que existió una
doble redacción :

« A las reuanadas llamará Planicies, porq la palabra gota es a


las señoras facinerosa, y para los oyentes abundante de cozquillas.
Si se le ofreciere dezir, dame dos gotas de agua, dos gotas de vino,
dirá, apropina dos podragas de agua, dos podragas de vino » ( V Z,
puntuación y mayúsculas de Z).
« A las revanadas de pan llamará planicies. Y porque la
palabra, gota, es muy facinorosa, y para los oyentes abunda de
cosquillas. Si se ofreciere dezir, dame una gota de agua, o déme dos
gotas de vino, diga, denme una podagra de agua, o denme dos
podagras de vino » (M).

En cuanto a la relación entre V y Z me parece también


clara. Se trata de dos textos idénticos, con ligerísimas
variantes que no hubieran permitido dilucidar cuál era el
original. Sin embargo a Z se le pasó un parrafillo de V —
situado además en lo alto de la página — . No cabe ninguna duda
de que P. Vergés no editaba un manuscrito, sino que
reprodujo fidelísimamente, con todos sus errores, el texto recién
impreso por Miguel de Sorolla en Valencia. Dato de suma
importancia, porque viene a añadir un argumento a la
discusión sobre si había connivencia entre Pedro Vergés y Que-
vedo, en vista de las ediciones aragonesas del Buscón, la
Política de Dios, etc. Por lo menos esta vez no la hubo.

4. — Miguel de Sorolla es un editor escasamente


relacionado con Quevedo, a no ser precisamente por su corta labor
durante estos años. Sólo tengo noticia de su temprana edición
del Cuento de Cuentos (1629), que, por cierto, he buscado
inútilmente, sobre todo en Valencia. Otros editores valencianos
de Quevedo, J. B. Marçal (y a partir de 1629 su viuda) y C.
« LA CULTA LATINIPARLA » DB QUEVEDO 135

Garriz, publican por estos años algunos de los éxitos de


Quevedo. Luego existe una edición suelta, en 1635, de La cuna y
la sepultura (Silvestre Esparsa). Esto es todo, en lo que se
me alcanza, que se imprime de Quevedo en Valencia. Como por
los datos biográficos que se conocen no debió de estar o
pasar por Valencia, me parece que se puede descartar cualquier
tipo de colaboración entre las prensas valencianas y Quevedo.

5. — Pedro Vergés hasta el momento había editado


fraudulentamente — es decir : obteniendo él el privilegio — nada
menos que las princeps de la Política de Dios (1626) y El
Buscón (1626), así como las ediciones de Desvelos soñolientos
y verdades soñadas... (1627), Memorial por el patronato de
Santiago... (1629), el Cuento de Cuentos (1629), El Chitan de
las Tarabillas (1630), la Doctrina moral del conocimiento
propio ... (1630), y hasta una reedición de El Buscón (1628) 10.
Relación impresionante si se piensa : Io) que en su
casi totalidad son « princeps » o simultáneas a la princeps ;
en todo caso intentan casi siempre ofrecer « lo nuevo » de
Quevedo. 2o) Que en 1630, con las reseñadas, se acabarán
estas ediciones de Vergés, fueran o no fraudulentas. Desde
luego el librero aragonés debía de contar con alguien muy
allegado a Quevedo para poderse surtir tan rápida y eficazmente
de lo que acababa de salir de la pluma del polígrafo
madrileño. Una hipótesis nace por sí sola : Quevedo hacía llegar
sus textos a Pedro Vergés, quien se los imprimía « como si »
fueran pirateados, en prevención de posibles acusaciones, que
ya se estaban produciendo. Es decir, Quevedo optaría por lo
que hoy llamamos « venta de derechos » de sus obras. Es la
tesis brillantemente sostenida por Crosby para la primera parte
de la Política de Dios (1626) ". Y es, desde luego, hipótesis más
que atractiva para obras como El Buscón, que podrían dañar
su imagen y acarrearle serios problemas de censura. Ettin-
ghausen, sin embargo, ha demostrado que en el caso de la
Política de Dios no pudo existir este trato oculto y cordial
entre el autor y el editor12. Aunque todavía no se puede llegar
a una conclusión tan categórica como la de L. López Grigera,

10. V. Manuel Jiménez Catalán, Ensayo de una tipografía zaragozana


del siglo XVII ; Zaragoza, 1927.
11. J.O. Crosby, The Sources of the Text of Quevedo' s « Política de
Dios » ; Nueva York, Modem Language Association, 1959.
12. H. Ettinghausen, « Quevedo's Respuesta al padre Pineda and the
Text of the Política de Dios», BHS, 1969, XLVI, p. 320-30.
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para quien « no existía relación alguna entre este impresor y


Quevedo13 » — la utilización de manuscritos quevedianos por
Pedro Vergés es algo evidente — . La argumentación de Etting-
hausen es muy valiosa, porque sirve para destruir también
todo contacto posterior a 1626 entre Vergés y Quevedo : la
edición pirateada de la Política de Dios (1626) fue algo
demasiado fuerte, enfrentó de manera muy radical a ambos, y sobre
todo Quevedo tuvo que soportar una censura que le hacía
mucho daño : la del padre Pineda, por su doble condición
de reconocido humanista y de jesuíta14. La cuestión textual
de La Culta Latiniparla viene a añadir un nuevo argumento
a la falta de conexión entre Pedro Vergés y Quevedo.
Solamente el esclarecimiento de la auténtica identidad de las
princeps de El chitan de las Tarabillas (1630) podría arrojar
nueva luz sobre estas relaciones y replantear una colaboración
tácita entre editor y autor.

Y que no hubo entendimiento entre el editor y Quevedo en


este caso puede subrayarse con dos nuevos datos, que
conciernen también a una impensable colaboración con Miguel
de Sorolla : Quevedo realmente cortó la tarea editora de
Pedro Vergés con sus actuaciones inmediatas : denuncias a
la Inquisición15, publicación expurgada de sus propias obras,
etc. Es decir, en su actuación para impedir la edición
fraudulenta de sus obras — al menos en el caso de estos dos
editores — fue efectivo, obró sin engaño. El otro argumento
concierne más a nuestro opúsculo : no había ninguna razón para
que Quevedo pasara un manuscrito de La Culta Latiniparla

13. En su edición de La Cuna y la Sepultura... ; Madrid, RAE, 1969 ;


p. xxxii-ni.
14. V. Raúl A. del Piero, « Las fuentes del Job de Quevedo » ; en el
Boletín de Filología (Santiago de Chile), 1969, XX, p. 17-133.
15. Ya cuando se redactaba el Novus Index / librorum / prohibitorum /
et expurgandorum... (Sevilla, Francisco de Lira, 1632; p. 399) Quevedo
debió de intervenir cerca de los inquisidores para prevenir censuras
y delaciones contra obras — suyas o atribuidas — no reconocidas, como
sugiere la breve coletilla que prohibe «varias obras, que se intitulan y
dicen ser suyas, impresas antes del año 1631, hasta que por su verdadero
auctor, reconocidas y corregidas, se vuelvan a imprimir». El
reconocimiento y corrección se recoge en el Novissimus / librorum /
prohibitorum I et I expurgandorum / index... (Madrid, Didaci Díaz, 1640 ; p. 425),
con alusión clara a la petición del propio autor : « Los demás libros
y tratados impresos y manuscritos que corren en nombre de dicho autor,
se prohiben, lo cual ha pedido por su particular petición, no
reconociéndolos por proprios » ; petición que se documenta también en otros
lugares, incluyendo la nota preliminar de Alonso Messía de Leyva a
Juguetes : « Tan adulterados que le obligaron a pedir al Tribunal Supremo de
la Inquisición las recogiese ».
« LA CULTA LATINIPARLA » DE QUEVEDO 137

por las mismas fechas (1629) que él lo iba a editar como


inédito, cuando probablemente ya lo tenía aprobado. La obra
era inocua realmente, no corría el riesgo de la Política de
Dios o El Buscón para ensayar una edición lejana que tanteara
la reacción de público, enemigos y censores.

6. — Como es bien sabido, los preliminares de Juguetes


(1631) son bastante anteriores a la edición, es decir, entre la
aprobación de la obra y la suma del privilegio, fe de erratas
y tasa median — del 23 de agosto de 1629 al 28 de enero de
1631 — 17 meses16 : un tiempo inusual, que indica no sólo
el que se tardó en componer, imprimir y tirar la obra, sino
una demora ocasionada por alguna razón especial17.

Quevedo soporta durante estos años una avalancha de


críticas que toman como blanco los escritos que por fin había
decidido publicar con ciertas cautelas, sobre todo para evitar
la mayor gravedad de las ediciones piratas. El Buscón y la
Política de Dios se hallan en el centro de esos ataques. Las
censuras, en efecto, se desencadenaron a propósito de la
Política de Dios (1626) con los papeles de Morovelli y el padre
Pineda18 ; pero se enconaron con el litigio acerca del
patronato de Santiago a partir de 1627 19 que, sin solución de
continuidad, se sucede con la Venganza de la lengua española
(1629) contra el Cuento de Cuentos (1626, fecha de redacción),
que se delata a la Inquisición. El memorial de Luis Pacheco
de Narváez denunciando a la Inquisición la Política de Dios,
El Buscón y los Sueños debe ser de esta época20.

Las noticias sueltas de entonces nos muestran a un Quevedo


a la defensiva, pero dando zarpazos por todas partes, bronco

16. Y ello da la pista para conocer con casi toda seguridad la fecha
de redacción de algún opúsculo de los incluidos en Juguetes (V. mi
próximo articulo — enviado a la RFE — « Texto, fecha y circunstancias
del Libro de todas las cosas y otras muchas más, de Quevedo»).
17. Compárese, por ejemplo, con la edición barcelonesa de los Sueños
(Barcelona, Esteban Liberós, 1627) : de enero las aprobaciones, de marzo
el privilegio y la dedicatoria. O con la de Lisboa también de los Sueños
(L. de Souza, 1629) : de diciembre la aprobación más temprana (1628) ;
tasa del 27 de abril de 1629; etc.
18. Astrana publicó la mayoría de estas invectivas en OCV, p. 1626 y s.
19. Hacia 1630, conectando con todos estos ataques, sitúa Ettinghausen
su segunda gran j:risis espiritual, en Francisco de Quevedo and the
Neostoic Movement; Oxford, OUP, 1972; p. 17-18.
20. Astrana, OCV, p. 1180 b, nota, lo data « a finales de 1629 o a la
entrada de 1630 » ; a mi modo de ver, acertadamente.
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y agresivo. Sabe que sus enemigos « prosiguen en esta


persecución » y quieren aumentar sus « yerros » como dice en la
nota prologal de la Doctrina moral (h. 1630). Según Moro-
velli, los escritos quevedianos « descubren gran pasión ». Otro
de sus detractores señala que « ha puesto en armas mucha
gente docta »21. Otros muchos le apoyan, como confirma una
larga nómina de adhesiones en el Epistolario22. Cuando en
mayo de 1628 sea desterrado de la Corte, se lamentará en
carta al Conde-Duque : « Yo escribí por Santiago, como parte ;
y padezco libelos (...) Defiendo yo al Apóstol, y persiguen mis
costumbres y los estudios de que yo tengo arrepentimiento,
no satisfacción. Señor, no respondo a las sátiras y coplas
que me han hecho... »23. Quienes le han desterrado no piensan
así, sino en la hosquedad de Quevedo, pronto a defenderse
atacando más fuerte : « Más parece gana de disputar que
de buscar la verdad », le dice un falso valedor en la Corte, el
Dr. Alvaro de Villegas, comentando por qué no había hecho
llegar al Conde-Duque un nuevo memorial sobre el patronato
de Santiago (Su espada por Santiago)2*. Otro amigo, Juan
Ruiz de Calderón, se lo dirá poco después campanudamente :
se le ha desterrado porque « no había otro remedio para que
vuestra merced no escribiere, habiendo tantas ocasiones sobre
qué »25.

21. Ed. cit. de Astrana, OCV, p. 1157 b.


22. Ibid., p. 1178 b.
23. Ibid., id.
24. Epistolario completo... ; ed. de L. Astrana Marín ; Madrid, Reus, 1946 ;
p. 194-5.
25. Ibid., id. Y desde luego contesta o se hace contestar por plumas
amigas, según qué enemigo. V. la feroz sátira que dedicó a Morovelli («A ti,
postema de la vida humana... >), en J.O. Crosby, En torno a la poesía
de Quevedo ; Madrid, Castalia, 1967 ; p. 43-5. Mucho más pensada y
comedida fue la Respuesta al Padre Pineda (V. en la éd. cit. de F. Buendía,
Prosa, p. 399 a y s.). Contestaciones más oblicuas son sus obras en
alabanza de quienes le podían acusar. De estos años (hacia 1627-8) es la
comedia Cómo ha de ser el privado (V. R. Lida, en Letras Hispánicas... ;
México, El Colegio de México, 1958 ; p. 203-12). En el otoño de 1628 escribe,
en su destierro de La Torre, un nuevo memorial, Lince de Italia o
zahori español, en donde hábilmente recuerda sus servicios,
conocimientos diplomáticos, y reitera su « deseo de servir » al rey. Probablemente
fue la causa de que se le levantara el destierro, lo que se le comunica
a finales de diciembre de ese mismo año (Epistolario, éd. cit., p. 216-17).
Durante el verano del año siguiente ya le vemos de nuevo enzarzado en
polémicas contra los culteranos. Pero casi al mismo tiempo ha escrito
El Chitan de las Tarabillas (1630), desmesurada y aduladora defensa de
la política monetaria del Conde-Duque, en tanto que reanima la
polémica sobre el patronato de Santiago.
« LA CULTA LATINIPARLA » DE QUEVEDO 139

A la luz de la ventolera que provocaron sus obras, por tanto,


se comprende mejor la cautela de Quevedo al no haberlas
impreso antes. Conviene recordar que Quevedo estaba
comenzando a editar sus obras, seguramente para autocensurarse y
salir al paso de las ediciones piratas, ya demasiadas y
demasiado conocidas. A pesar de todo, se le denunciará y
acusará por prácticamente todo lo que ha impreso, a excepción del
temprano Epítome a la historia de la vida de... Fray Tomás
de Villanueva (1620), tanto si son obras políticas {Política de
Dios), como festivas (los Sueños) o religiosas (el Memorial
por el patronato de Santiago). El erudito, el neoestoico, el
moralista no se ha dado todavía a conocer a través de
publicaciones 26.

Existe, por tanto, una razón más, y bastante importante,


para la trasmisión sólo manuscrita de su obra desde muy
temprano, y para explicarnos su reticencia en publicar lo que,
llegados estos años, todo el mundo conocía como suyo.
Mientras se mantuviera en tal situación podía negar
tranquilamente su paternidad sobre todo lo que no le interesara, como
bonitamente hizo con El Buscón y otros opúsculos festivos.
Legalmente no había motivo para acusarle. Era bastante más
peligroso, sin embargo, que anduviera su nombre impreso
al frente de aquellas obras denunciadas. Es entonces cuando
Quevedo sale al paso imprimiendo con su autorización
algunas de esas obras, pero expurgadas y censuradas al menos de
lo más escandaloso. Así se programa la edición de Juguetes
(1631) ; pero cuando la obra ya estaba aprobada (1629),
Quevedo decide demorar su salida : o porque en aquellos años
estaba en proceso de terminación el nuevo índice de libros
prohibidos (1632), sobre el que pesarían las recientes
denuncias ; o porque quiso depurar un texto que todavía le
parecería imprudente y propicio a las censuras 27.

26. Sus obras neoestoicas debieron circular manuscritas desde mucho


antes. V. Ettinghausen, «Acerca de las fechas de redacción de cuatro
obras neoestoicas de Quevedo » ; en el BRAE, 1971, LI, p. 161-73.
27. Esta segunda suposición querría decir que se infringió el precepto
de « estar bien y fielmente impreso con el original », en la fe de erratas,
ya que lo aprobado (en 1629) no era lo publicado (en 1631), lo cual me
parece fuera de toda duda (V. mi art. cit. en la nota 16). No es nada
difícil. Quevedo sabía bien lo elásticas que eran estas disposiciones, V. lo
que dice sobre la transgresión de estos preceptos en el opúsculo que
comienza « Descífrase el alevoso manifiesto... » (éd. cit. de Fernández
Guerra, BAE, I, p. 278 b).
140 BULLETIN HISPANIQUE

7. — En el prólogo de Juguetes Quevedo pone las cosas en


su sitio, justificando su quehacer literario por los «
hervores de la niñez », pero también confesando, entre remilgos,
la verdad del problema : « No me faltó cordura para conocer
que en la forma en que estaban no eran sufribles a la.
imprenta » ; y confesando llanamente la auténtica razón por la que
se ha decidido a publicarlos :
« Cuando por la ganancia que se prometieron de lo sabroso de
aquellas agudezas, sin enmienda ni mejora, algunos mercaderes
extranjeros las pusieron en la publicidad de la imprenta, sacándome
en las canas lo que atrepellé antes del primer bozo ; y no solo
publicaron aquellos escritos sin lima ni censura, de que
necesitaban, antes añadieron a mi nombre tratados ajenos, añadiendo
en unos y dejando en otros muchas cosas considerables. Yo, que
me vi padecer no solo mis descuidos, sino las malicias ajenas,
doctrinado de escándalo que se recibía de ver mezcladas veras y
burlas, he desagraviado mi opinión y sacado estas manchas a mis
escritos para darlos bien corregidos, no con menos gracia, sino
con gracia más decente, pues quitar lo que ofende no es
disminuir, sino desembarazar lo que agrada. Y porque no padezcan las
demasías del hurto que han padecido los demás papeles, saco de
nuevo el de La Culta Latiniparla y el Cuento de Cuentos, en que
se agotan las imaginaciones que han embarazado mi tiempo.
Tanto ha podido el miedo de los impresores, que me ha quitado
el gusto que yo tenía de divulgar estas cosas28. »

Sobre eso mismo insiste Alonso Messía de Leyva en otra nota


prologal, pero añadiendo claramente que el remozamiento y
censura de los escritos juveniles lo ha hecho él, por encargo
del propio Quevedo :
« Habiendo visto impresos en Aragón y en otras partes fuera
del Reino, con nombre de don Francisco de Quevedo Villegas,
estos discursos con tanto descuido y malicia que entre lo añadido
y olvidado y errores de traslados y imprenta se desconocían de su
autor, y más teniéndolos yo trasladados de su original, determiné,
dándole cuenta, de restituirlos limpiándolos del contagio de
tantos descuidos (...) Don Francisco me ha permitido esta lima, y
aseguro en su nombre que procura agradar a todos sin ofender a
ninguno... »

Todo ello, desde luego, es bien conocido de estudiosos y


editores de Quevedo ; pero el caso que nos ocupa tiene algún

28. Cito siempre por la princeps de Madrid, Viuda de Alonso Martín,


1631. Ejemplar R. 10.759 de la BNM.
« LA CULTA LATINIPARLA » DE QUEVEDO 141

matiz particular. En aquella misma advertencia preliminar,


como se ha visto, Quevedo dice que, para que no le ocurra
lo mismo que con las otras obras juveniles, saca a la luz dos
obras nuevas : el Cuento de Cuentos y La Culta Latiniparla.
Poco después — pero en el tiempo : dos años más tarde — ,
en una especie de tabla previa, amplía la relación de «
discursos que salen en esta impresión, ahora añadidos, que nunca
se han impreso » con el Libro de todas las cosas y otras
muchas más y La aguja de navegar cultos. Cada uno de estos
opúsculos, en vista de la distinta historia del texto, debe
considerarse separadamente, y así lo he hecho con algunos en
otros lugares29.

Si Quevedo fuera realmente sincero, serían piratas todas


las ediciones anteriores del Cuento de Cuentos y las que
nosotros citamos de La Culta Latiniparla. Con respecto a estas
últimas, lo que aquí nos interesa, podía ser verdad en 1629
cuando Quevedo daba la colección para su aprobación, ya que
el censor cita una por una todas las obras que se aprueban,
incluyendo La Culta Latiniparla ; pero ya no lo era en 1631,
cuando se publicó el libro : Miguel de Sorolla y Pedro Vergés
se habían adelantado imprimiendo el opúsculo anticulterano
en 1629 y 1630 respectivamente.

Adelantábamos que probablemente las ediciones de Valencia


y Zaragoza fueran piratas ; en todo caso el texto contiene
numerosas variantes de interés, las suficientes como para
preguntarse por su posible origen y relación con el texto de
Juguetes. Lo que cabe considerar al respecto es : Io) si las
ediciones princeps aun siendo piratas reproducen un texto
fiel, algo así como una redacción primitiva de La Culta
Latiniparla, deturpada por el proceso de transmisión hasta llegar
a los editores valenciano y aragonés. Por ahora ello sólo se
puede señalar como posibilidad, en vista de lo que decíamos
.

acerca de la rapidez y abundancia con que Pedro Vergés se


hacía con los manuscritos quevedianos. 2o) Si esto es así, la
redacción de Juguetes ofrecería un texto retocado, en este
caso no tanto por motivos de censura como de estilo v
perfeccionamiento de la obra. 3o) Los reajustes sobre el texto de
La Culta Latiniparla pudieron ser o del propio Quevedo o
de Messía de Leyva. Para tratar de resolver esta tercera cues-

29. Remito a mi art. cit. em la nota 16 y al estudio preliminar de la


éd. cit. en la nota 2.
142 BULLETIN HISPANIQUE

tión necesitamos referirnos a la posible fecha de redacción de


la obra : si la obra fue escrita no mucho antes de la
aprobación de Juguetes, en 1629, cuando ya Quevedo era sabedor de
censuras, ataques y delaciones, es bastante probable que la
redactara con las cautelas necesarias y que, llegado el
momento de su impresión, se limitara a castigar el estilo, separar
algunas partes de otras, etc.

8. — En efecto, debe tratarse de una obra redactada


hacia 1629, muy poco antes de la recolección que le servirá para
Juguetes.

A Miguel de Sorolla le llegó un manuscrito anterior al


aprobado para Juguetes en agosto de 1629, ya que el título
es diferente. Es decir, en 1629 el título de la obra era La
culta Latiniparla ; el título de la redacción primitiva
Catecismo...

Como en el caso de otros opúsculos de esta colección, entre


los cuales el Libro de todas las cosas..., no se conserva en
ningún manuscrito. Recuérdese que el Cuento de Cuentos,
redactado sólo tres años antes, en 1626, se conserva además
de en varias ediciones anteriores a Juguetes, al menos en tres
manuscritos más. No es que sea una prueba irrefutable ;
pero dada la audiencia de su obra es un dato significativo.
En el caso del Libro de todas las cosas... creo que nuestro
autor redactó la obra con la sola intención de incluirlo en
Juguetes, como modelo de un género — en este caso modelo
inocente y de crítica ligera y superficial —, al que Quevedo
había contribuido con opúsculos más obscenos y mordaces,
cuya paternidad ahora negaba implícitamente al no incluirlos,
y trataba de hacer olvidar con esta suave y graciosa muestra
de su ingenio.

Por lo que se dice en El tribunal de la justa venganza


(Valencia, 1635), famoso y anónimo libelo antiquevediano, también
se puede colegir que pudo ser compuesto tardíamente : « Que
se pudiera avergonzar de haberlos escrito y dado a la imprenta
un hombre tan atestado de barbas, agravando los delitos del
juvenil bozo con la nueva afrenta que dellos resulta a las
canas j»30.

30. Ed. de Astrana, OCV, p. 1326 a. Se vuelve a citar la obrilla en la


p. 1257 a.
« LA CULTA LATINIPARLA » DE QUEVEDO 143

Pero la datación de La Culta Latiniparla se apoya sobre todo


en el rebrote de antigongorismo quevediano a raíz de la muerte
del poeta cordobés, renacido seguramente al aparecer los
primeros « comentarios » a su obra, como si de un gran clásico
se tratase31. Coincide, desde luego, con las ediciones, de
intención anticulterana, de los poemas de Fray Luis de León (1631)
y de Francisco de la Torre (1631), cuyas aprobaciones llevan
fecha de 1629. Y, probablemente, con algunos de los hirientes
epitafios con que el poeta madrileño coronó su sarta de
injurias contra Góngora32.

Siendo, pues, de fecha tan próxima a Juguetes, no parece


adecuado hablar de dos redacciones « temáticas » del
opúsculo, sino de una redacción primitiva, estilísticamente
castigada para la impresión. La forma primitiva, manuscrita, más
burda y sin aderezar, sería la que llegó a Miguel de Sorolla
y éste imprimió con tanto descuido como provecho. Pedro
Vergés, meses más tarde, siempre atento a lo que llevara la
firma de Quevedo, se apresuró a copiar el texto del
valenciano en otra edición fraudulenta.

Pablo JAURALDE POU,


Universidad de Granada

31. Para descargo de Quevedo digamos que en las Lecciones solemnes...


(1630) de José de Pellicer, con preliminares de 1628, puede adivinarse
algún ataque solapado a Quevedo. Y que, desde luego, en uno de los
libelos más hirientes para nuestro escritor, el que comienza «Al poema
delírico de don Francisco de Quevedo contra el patronato de la gloriosa
Virgen Santa Teresa...» (1628), se hace alarde de un culteranismo
exagerado (V. en la ed. de Astrana, OCV, p. 1121 y s. El manuscrito que dice
seguir de la Biblioteca Menéndez Pelayo, por cierto, se reseña
equivocadamente : es el 146). V. Dámaso Alonso, Góngora y el Polifemo ; Madrid,
Gredos, 1965 ; vol. I, p. 77-9. Y Peter Komanecky, « Quevedo's Notes on
Herrera : The Involvement of Francisco de la Torre in the Controversy
over Gongora », BHS, 1975, LII, p. 123-33.
32. Pueden verse en la edición de J.M. Blecua, Poesía original;
Barcelona, Planeta, 1967, 2* ed.

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