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Neutra, Le Corbusier, Barragán y la arquitectura moderna.

“Hay que recrear y renovar la nostalgia, volviéndola contemporánea, porque una vez que la
arquitectura ha cumplido con las necesidades utilitarias y de funcionamiento, tienen todavía
delante de sí otros logros que alcanzar: la belleza y el atractivo de sus soluciones, si quiere seguirse
contando entre las bellas artes”.
[Barragán, 1975]

Bajo la nueva etiqueta de modernidad, inspirada y nacida desde la industrialización


y toda su revolución, el ser humano comenzó a demandar nuevas formas de habitar
y vivir y se vieron fácilmente reflejadas en la arquitectura, el paisaje, el urbanismo y
que lograron romper con la tradición clásica. A finales del siglo XIX, con el arribo de
la electricidad y de la industrialización del petróleo, se hace inevitable la
transformación en el mundo entero.
Más adelante en el siglo XX, principalmente en el periodo de guerras, nace una
nueva ideología que acarrea una evolución en la forma en la que regularmente se
desarrollaba la vida urbana. Desde allí, las nuevas demandas habitacionales y los
nuevos aires inventivos permitieron apreciar innovadores modelos de habitar.
Arquitectos como Mies van der Rohe, Le Corbusier, Frank Lloyd Wright, Richard
Neutra, y algunos más, dejaron en sus obras la evidencia de la implementación de
nuevos materiales constructivos como el hierro y el concreto, desafiando así las
formas espaciales y el lenguaje formal propios del siglo pasado.
Rescatando a Le Corbusier y a Richard Neutra, quienes destacaron con su
importante aporte al movimiento moderno y enfocados en perseguir un espacio
arquitectónico moderno pero que no fuera indiferente a lugar, lograron trascender,
y aunque coincidían en la creencia del poder transformador de la arquitectura y la
tecnología; Neutra se sensibilizó un poco más con el humano, al punto de dibujar
los trayectos del habitante de la casa para hacerlo un determinante en el diseño, y
aunque no era su única consideración en los bocetos, si logró con ello una eficiencia
mayor en las funciones de las personas que habitaban la casa con respecto a lo
que lograba le Corbusier con sus espacios mínimos.
Sin duda el pensamiento de Le Corbusier, en relación con la casa, era mucho más
complejo; y lo que deja ver en el capítulo de “La estética del ingeniero” opacaba sus
otras formulaciones más sensibles, cuando al hacer la analogía en la que dice que
“la casa es una máquina para habitar”; y que en realidad, el hacía allí un lamento
pesimista a una arquitectura en decadencia y que se estaba ahogando en la
costumbre, y que se le debía hacer un ajuste a la arquitectura pues ya no respondía
a nuestras nuevas necesidades.
Continuando con la línea del tiempo, Le Corbusier tuvo un contacto directo con
Barragán, con quien entabló un diálogo inspirado en la divulgación de sus
pensamientos funcionales, y aquellas concepciones fueron las que dieron pie para
la realización del primer congreso internacional de arquitectura moderna en 1928.
Barragán, así como sus contemporáneos de siglo, fue un genio de la arquitectura
moderna, y lograba conjugar la tradición mexicana con la renovación, creando el
lugar ideal para la armonía y la belleza.
Es necesario anotar que Barragán tomó la sabia decisión de aprovechar sus
múltiples viajes, el acercamiento con las grandes figuras intelectuales de la época y
la influencia de quienes promovieron la arquitectura moderna y dar rienda suelta a
su interés de nuevas alternativas en las que pudiese reunir a un humanismo visible,
a la luz natural, bellos jardines, pero sin alejarse de sus antepasados; básicamente
buscaba el tinte moderno dentro de lo tradicional.
Neutra, Le Corbusier y Barragán, destacaron por su búsqueda de espacios
modernos que no fueran ajenos al lugar, y desbordaban tanto sentimentalismo como
genialidad.

Alexis Agudelo López

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