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LAS REPUBLICAS HISPANO-AMERICANAS Elaspecto de un dilatado continente que aparecia en el mundo politico, emancipado de sus antiguos dominadores, i agregando de un golpe nuevos miembros a la gran sociedad de las naciones, excitd a la vex cl entusiasmo de los amantes de los principios, el temor de los enemigos de Ia libertad, que veian el cardcter distintivo de las instituciones quo la América escojia, i la curiosidad de los hombres de estado. La Europa, recien convalecida del trastorno en que la revolucion francesa puso casi todas las monarquias, encontré en la revolucion de Ia América del Sur un especticulo semejante al que poco antes de los tumultos de Paris habia fijado sus ojos en la del Norte, pero mas grandioso todavia, porque Ia cmancipacion de las colonias inglesas no fué, sino el principio del gran poder que iba a clevarse de este tado do los mares, i la de las colonias espaiiolas debe considerarse como su complemento. Un acontecimiento tan importante, i que fija una éra tan mareada cn la historia del mundo politico, ocupé Ia atencion de todus los gabinetes i los calculos de todos los pensadores No ha faltado quien erea que un considerable mimero de ns cionos colocadas en un vasto continente, e identifieadas en ins- ijen, i a excepcion de los Estados Unidos, en ion, formarin con el tiempo un cuerpo res- petablo, que equilibre la politica europea, i que por el aumen- to de riqueza i de poblacion i por todos los bienes so que deben gozar ala sombra de sus Ieyes, den tambien, con el cjemple, distinto curso 2 los principios gubernatives del an- a OPCSCULOS LITERANIOS 1 cnITICOs tiguo continente. Mas pocos han dejado «le presajiar que, para Hegar a este término lisonjero, teniamos que marchar por una senda erizada de espinas i regada de sangre; que nuestra inexperiencia on la ciencia de gobernar habia de producir fre- cuentes oscilaciones en nuestros estados; i que miéntras la sucesion de joneraciones no hiciese olvidar los vicios i resabios del coloniaje, no podriamos divisar los primeros rayos de prosperidad. Otros, por ol contrario, nos han negado hasta Ia posibilidad de adquirir una existencia propia a la sombra de instituciones libres que han creido enteramente opuestas a todos los elemen- tos que pueden constituir los gobiernos hispano-americanos, Segun ellos, los principios representativos, que tan feliz aplica- n han tenido en los Estados Unidos, i que han hecho de los establecimientos ingleses una gran nacion que aumenta diariamente en poder, en industria, en comercio i en poblacion, no podian producir el mismo resultado en la América espafiol La situacion de unos i otros pueblos al tiempo de adquirir su independencia era esencialmente distinta: los unos tenian las propiedades divididas, -se puede decir, con igualdad; los otros veian la propiedad acumulada on pocas manos. Los unos esta- ban acostumbrados al ejercicio de grandes derechos politicos, al paso que los otros no los habian gozado, ni aun tenian idea desu importancia. Los unos pudieron dar a los principios libe- ales toda la Tatitud de que hoi gozan, i los otros, aunque eman- jpados dela Espaiia, tenian en su seno una clase numerosa 0 influyente con euyos intereses chocaban. Estos han sido los principales motivos, porque han afectado desesperar de la con- solidacion de nuestros gobicrnos los enemigos de nuestra ine dependencia. En efecto, formar constitueiones politicas mas 0 ménos plausibles, equilibrar injeniosamente los poderes, proclamar garantias, i hacer ostentaciones de principios liberales, son cosas bastante fieiles en el estado de adelantamiento a que ha Hegado en nuestros tiempos Ia ciencia social. Pero conocer a fondo la indole i las necesidades de los pueblos a quienes debe aplicarse Ia Iejislacion, desconfiar de las sedueciones de bri- REPCDLICAS HISPANO-AMERICANAS. ail Mantes teorias, escuchar con atencion ¢ imparcialidad 1a vox de la oxperiencia, sacrificar al bien piblico opiniones queridas, no es lo mas comun en 1a infancia de las naciones, i en crisis en que una gran transicion politica, como Ia nuestra, inflama todos los cspiritus. Instituciones que en la teoria parecen dig- nas de la mas alta admiracion, por hallarse en confurmidad con los principios establecidos por los mas ilustres publicistas, encuentran, para su observancia, obsticulos invencibles en la préctica; serén quiz las mojores que pueda dictar el estudio de Ia politica en jeneral, pero no, como las que Solon forms para Aténas, las mejores quo se pueden dara un puchlo deter- minado. La ciencia de la lejislacion, poco estudia:la entre no sotros, cuando no teniamos una parte activa en el gobierno do nuestros paises, no podia adquirir desde cl principio de nuestra emancipacion todo el cultivo necesario, para que los lejisladores americanos hicicsen de ella meditadas, juiciosas i exactas aplicaciones, i adoptasen, para la formacion de las nuevas constituciones, una norma mas segura qite la que pue- don presentarnos maximas abstractas i reglas jenerales. Estas ideas son plausibles; pero su exajeracion seria mas funesta para nosotros, quo el mismo frenesi revolucionario. Esa politica asustadiza i pusilinime desdoraria al patriotismo americano; { ciertamento esta en oposicion con aquella osadia jonerosa que le puso las armas cn la mano, para esgrimirlas contra la tirania, Reconociendo la necesidad de adaptar las formas gubcrnativas a las localidades, costumbres i caractéres nacionales, no por eso debemos creer que nos es negado vivir bajo el amparo de instituciones libres, i naturalizar en nuestro suclo las saludables garantias quo aseguran la liher~ tad, patrimonio de toda sociedad humana, que merezca el num- bre de tal. En América, el estado de desasosiego i vacilacion que ha podido asustar a los amigos de la humanidad, e# pura- mente transitoriv. Cualesquiera que fuesen las circunstancias que acompafiasen ala alquisicion de nuestra independencia, debié pensarse que el tiempo i la experiencia irian rectificando los errores, la observacion descubriendo las inelinaciones, las costumbres i el carieter de nuestros puchlos, ila prudencia

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