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LAS CORPORACIONES Y LA OBSOLESCENCIA PROGRAMADA: LOS

PRINCIPALES ACTORES EN LA CRISIS ACTUAL DEL CONSUMISMO


El actual crecimiento económico ilimitado ha demostrado ser insostenible en un planeta cuyos
recursos son bienes comunes agotables, trayendo consigo graves consecuencias medio ambientales
y sociales; el modelo consumista actual basado en la adquisición de bienes y servicios innecesarios,
así como el poder que obtuvieron las corporaciones para ser reconocidas como personas jurídicas
a fin de evadir las consecuencias derivadas de sus propios fallos, manifiestan que la sociedad
actual necesita replantear un modelo económico mucho más sostenible, responsable, residual y
estricto con las industrias que participan en él.
Uno de los grandes problemas del siglo XXI radica en la extensión de una de las prácticas que
moldeó los modos de producción y dilapidación de la humanidad desde la revolución industrial,
la denominada obsolescencia programada nace a partir de la individualización exacerbada que
apareció cuando los bienes y servicios se vendieron a bajo costo, generando un aumento
exponencial en la demanda, convirtiéndose en uno de los pilares más importantes de sustento del
sistema capitalista. Las grandes empresas e industrias produjeron artículos que ya habían sido
diseñados para tener un periodo de vida útil corto y cuyos componentes imposibilitaban el
reciclaje, o la reutilización de algunas de las materias primas que los componían, poco después los
medios de comunicación jugaron un papel importante incitando al consumidor a adquirir bienes
por satisfacción y no por necesidad, pregonando el alcance de la libertad y la felicidad a través del
consumo ilimitado.
El documental “Comprar, tirar, comprar: La historia secreta de la obsolescencia programada”
muestra cómo la estrategia de la reducción premeditada de la vida de un producto para acrecentar
su consumo aparece por primera vez en 1924 cuando Phoebus, un comité burócrata creado para
controlar la producción de bombillas, acortó su vida útil de 2.500 a 1.500 horas, multando a
cualquier fabricante que incumpliera con lo acordado.
Después de la recesión económica que atravesó Estados Unidos a causa de la crisis de Wall Street
en 1929, desde Nueva York aparece formalmente por primera vez el concepto de obsolescencia
programada como una propuesta para incentivar la economía a través de la colocación de una fecha
de caducidad a productos que serían desechados y destruidos una vez culminaran su ciclo de vida,
de esta manera las fábricas podrían continuar con la producción, generando más oportunidades de
empleo y un continuo consumo por parte de la población.
El estilo de vida americano de los años cincuenta afirmaría las bases del actual
modelo consumista, a través de la publicidad y el mercadeo se lograba incitar al
consumidor a adquirir bienes de manera compulsiva e innecesaria. Sin embargo,
este consumo más o menos programado por las necesidades de la planificación
industrial, vino a coincidir con una nueva esfera pública de consumos colectivos
que representaban las nuevas bases materiales de un proceso de democratización
social. (Arribas, et al.,2013)
Para 1940 la empresa Dupont, lideraba la producción de medias gracias a su novedosa invención
una fibra sintética de nailon resistente, una década más tarde empezaría a implementar la
obsolescencia programada al eliminar aditivos a lo largo del proceso químico de fabricación del
tejido para disminuir la altas resistencia del material, con fibras mucho más débiles la producción
se incrementó en poco tiempo.
Uno de los casos más polémicos se desplegó cuando en el año 2003 una demanda colectiva acusaba
a Apple de diseñar su primera generación de baterías para IPod bajo la práctica de la obsolescencia
programada, estas duraban dieciocho meses y era imposible reemplazarlas dado que la empresa no
ofrecía baterías de recambio, como consecuencia la empresa se vio en la obligación de extender la
garantía del producto a dos años.
Este sistema de producción descontrolada, consumo masivo y acumulación acarrea graves
consecuencias medioambientales al inducir un flujo constante de residuos que terminan en países
del tercer mundo, como es el caso Ghana en África, donde los residuos electrónicos llegan de
manera legal al pasar como productos de segunda mano, dado que un gran porcentaje de ellos es
irreparable, terminan siendo abandonados en vertederos de todo el país. No es de extrañar que
muchas industrias continúen fabricando productos bajo la lógica de la obsolescencia programada,
o que puedan infringir tratados internacionales manipulando la ley a su favor, dado que en los
últimos años han adquirido mucho más poder al haber sido reconocidas como personas jurídicas,
otorgándoles inmunidad ante las graves consecuencias causadas por su propia negligencia.
“La corporación” es un documental que analiza la conducta social de las empresas modernas que
han sido amparadas bajo el estatuto jurídico, desde que las grandes industrias empezaron a erigirse
como instituciones dominantes tras la segunda guerra mundial, su transición hasta convertirse en
entidades jurídicas se ha basado en la búsqueda de grandes beneficios a corto plazo para los
propietarios de las firmas y sus accionistas.
Se establece entonces una analogía entre la conducta de una corporación moderna con ánimo de
lucro y la conducta de un psicópata que ha sido clínicamente diagnosticado, ambos comparten
rasgos característicos como:
- La indiferencia hacia los sentimientos del otro: las empresas aprovechan la precaria
situación económica y el bajo nivel educativo de los países más vulnerables para explotar
a sus trabajadores, los salarios son extremadamente bajos y son aceptados porque
representan la única fuente de sustento de numerosas familias.

- La incapacidad para establecer relaciones duraderas: las industrias se movilizan


constantemente entre países con altos niveles de pobreza a medida que los trabajadores
exigen mejores condiciones salariales, las legislaciones laborales débiles, corruptas o
inexistentes hacen que sea mucho más sencillo para ellas continuar dicho modelo de
explotación.

- Absoluta despreocupación por la seguridad del otro: las empresas son plenamente
conscientes de los graves impactos medioambientales y los efectos adversos que genera en
la salud humana el manejo de sustancias altamente tóxicas, por ejemplo, la fabricación de
productos derivados del petróleo usualmente contamina cuerpos de agua, genera grandes
cantidades de residuos sólidos y acarrea efectos cancerígenos, sin embargo, las empresas
desacatan las legislaciones medioambientales vigentes así como las normas
correspondientes a la seguridad laboral y la salubridad.

- Engaño: las grandes industrias están dispuestas a mentir asiduamente y a emplear cualquier
medio que les permita incrementar los ingresos recibidos, una prueba de ello fue el ataque
que la reconocida multinacional Monsanto respondió con intimidaciones, manipulación de
los hechos, demandas, constantes negaciones y cuantiosas sumas de dinero cuando se le
acusó de emplear la hormona recombinante de crecimiento bovino (rBGH) a fin de
incrementar la producción de leche, que no sólo afectaba gravemente la salud de los
animales produciendo mastitis sino que además, supondría efectos cancerígenos en
humanos que consumieran leche con altos niveles de la hormona.

El sector lechero americano ha denunciado varias veces que los representantes de


Monsanto han minimizado, ocultado o intentado tapar los efectos adversos del
rBGH, diciendo incluso a los ganaderos que sus problemas de mastitis eran únicos,
o que los problemas de salud que surgían después de haber usado Posilac eran culpa
del ganadero, más que de la hormona. La conducta de Monsanto en esto, como en
otros muchos temas relacionados con la rBGH, ha sido cualquier cosa menos
honesta. Así pues, es sorprendente que sus actuales llamadas a un “debate abierto”
sobre biotecnología sean tomadas en serio por alguien, cuando esto no es más que
una pequeña pieza de su gran campaña publicitaria. (Kingsworth, P.,1998)

- Incapacidad para sentir culpa: a pesar de los múltiples delitos que llegan a cometer las
industrias, pocas son capaces de admitir públicamente sus errores, a pesar de que la misma
empresa Monsanto pagó ochenta millones de euros tras ser demandada por veteranos de
guerra estadounidenses cuya salud estaba gravemente deteriorada a causa del agente
naranja que se había esparcido durante las operaciones militares encaminadas a deforestar
la selva vietnamita, jamás reconoció que había estado directamente relacionada con la
fabricación de dicho herbicida acusado de provocar cáncer, malformaciones congénitas y
modificaciones genéticas.
A principios de los años sesenta, Monsanto y otras seis empresas estadounidenses
(Dow Chemicals, Diamond Shamrock Corporation, Hercules Inc, Uniroyal Inc., T-
H Agricultural & Nutrition Company y Thomson Chemical Corporation) producen
herbicidas que contienen TCDD. Por primera vez, la destrucción del medio
ambiente se convirtió en objetivo de guerra: había que evitar que la selva y los
matorrales ocultaran al adversario, sus escondites y sus desplazamientos. Durante
diez años, la aviación estadounidense lanzó 72 millones de litros de herbicidas, de
los que 41.635.000 eran de agente naranja, sobre una superficie que totalizaba en
los tres países afectados cerca de 2 millones de hectáreas de bosques y arrozales, un
34 % de los cuales fue fumigado en más de una ocasión y al menos el 12 % lo fue
tres veces. (Jennar, M., 2005)
- Incapacidad para ajustarse a las normas sociales: grandes empresas como Exxon, General
Electric, Chevron, Mitsubichi, IBM, Kodak, Hyundai y Roche cuentan un amplio historial
de millonarias multas que han tenido que pagar a causa de delitos graves como las
infracciones medioambientales y sanitarias, el fraude al gobierno federal y las
exportaciones ilegales, la falta de políticas estrictas que controlen y supervisen las acciones
de las industrias, han ocasionado que estas repitan dichas transgresiones porque poseen un
poder económico suficientemente fuerte que les permite cubrir los gastos generados por
las multas y evitar cualquier otro conflicto que represente un riesgo inminente para la
compañía.
La constante competencia entre empresas, la manipulación mediática, la falsa publicidad y el
espionaje son algunas de las razones por las cuales los valores éticos de las corporaciones se
degradan hasta un punto en el que se hace menester reconstruir y proyectar una buena imagen a
través de herramientas como la responsabilidad social empresarial. El impacto actual de las
corporaciones en la sociedad ha llevado a que con la ayuda del gobierno, algunos bienes, servicios
y empresas subsidiadas por el bien común terminen siendo privatizadas; empresas y consumidores
transforman su relación tradicional gracias a la irrupción masiva de las nuevas tecnologías, dado
que hoy por hoy, los consumidores adquieren un papel mucho más activo dentro de la dinámica
del negocio de la propia empresa, de esta forma, los usuarios participan en actividades cuya índole
anteriormente concernía exclusivamente a la compañía, como son los procesos de desarrollo,
producción, diseño y decisión del tipo de servicio designado.
Actualmente la desintermediación y virtualización de las formas de consumo han causado un
cambio trascendental en el papel que cumple el consumidor dentro de la globalización, volviéndolo
un auto- productor o pro- consumidor de su propia condición de consumo, articulando un nuevo
tipo de proceso de coyuntura del sistema productivo con el sistema de distribución comercial, del
cual surgen etiquetas sociales producidas por la riqueza social y cultural motivadas por la
diversidad y multiplicidad como resultado irrefutable del constante crecimiento económico, que
no es más que el espejo de la desigualdad y exclusión social.
Es importante que las personas del común sean quienes recuperen el control del mundo de las
manos de las empresas, teniendo en cuenta que la economía no puede estar alienada a la
sostenibilidad debe crearse un sistema de mercado eficiente que detenga el crecimiento
desenfrenado a través de la consideración del costo real de los productos utilizados, la
modificación de la ingeniería y el diseño detrás de la producción, donde se imite el ciclo de la
naturaleza, se sustituyan elementos tóxicos por biodegradables, o como medida más drástica a los
problemas de consumo, se genere un decrecimiento que abandone toda lógica de exceso.
Referencias
Arribas, J., Matilla, A., Mañas, B., y Ortí, M. (2013). Sociología del consumo e investigación de mercados: una guía didáctica.
Recuperado de www.uned.ed/publicaciones

Jennar, M. (2005). Monsanto, el agente naranja y las guerras estadounidenses [Mensaje en un blog]. Recuperado de
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=24234

Kingsworth, P. (1998). (1 de diciembre de 1998). Hormonas de crecimiento bovino. El ecologista. Recuperado de


https://www.ecologistasenaccion.org/?cat=321

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