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Desde el libro VI

Se retoma la formación de los guardianes: se pondrán a prueba en los placeres y en los dolores, los
incapaces serán excluidos y los capaces aceptados (503a). Sócrates hace hincapié en este punto y
decide, en vez de bosquejar la formación, acabar un cuadro detallado. Se menciona que el objeto
de estudio supremo es la contemplación de la Idea del Bien y de ahí todo lo demás adquiere valor
(505a). El interlocutor de Sócrates, tras escuchar varias opiniones de lo que es el Bien, pide, no
conforme con las respuestas dadas, que se aclare la cuestión. Sócrates responde con la alegoría del
sol (508a y ss.): en el ámbito inteligible el Bien es respecto a la inteligencia y de lo que se intelige
lo que el sol, en el ámbito visible, es respecto de la vista y de lo que se ve. Cuando el alma fija su
mirada a objetos donde brilla la verdad y lo que es, intelige, conoce y parece tener inteligencia. En
cambio, al volverse hacia lo sumergido en la oscuridad, que nace y perece, opina y da la impresión
de no tener inteligencia. La Idea del Bien otorga a las cosas no sólo su capacidad de ser conocidas,
sino también su existencia y esencia, pues trasciende a la esencia misma (509b). Las cosas
múltiples son vistas, pero no pensadas; las Ideas son pensadas, pero no vistas. Sócrates introduce
la alegoría de la línea para relacionar el mundo sensible y el mundo inteligible (509d y ss.). Se
divide una línea en dos partes y luego se divide nuevamente cada sección según la misma
proporción. Así, se obtienen dos géneros: la oscuridad y la claridad, lo que se ve y lo que se intelige,
la no verdad y la verdad. Se declara que lo opinable es a lo cognoscible como lo que la copia es a
aquello que copia. La sección visible se conoce mediante la opinión y, dentro de ella, la subsección
de imágenes por la conjetura. La primera sección de lo inteligible usa la facultad dialéctica para
alcanzar la conclusión a partir de supuestos. En cambio, la otra subsección parte de supuestos, pero
avanza a través de Ideas y en dirección a Ideas hasta concluir en Ideas, principios no supuestos.
De tal forma se aclara que el pensamiento discursivo se encuentra en medio de la opinión y la
inteligencia. Así, estas son las cuatro afecciones que se generan en el alma en orden con la cercanía
a la verdad (511d,e): inteligencia (noús), pensamiento discursivo (diánoia), creencia (pístis) y
conjetura (eikasía).
El libro VII comienza con la alegoría de la caverna (514a y ss.). Se explica que los
prisioneros encadenados en ella son incapaces de mover sus cabezas y únicamente pueden ver las
sombras de ciertos objetos proyectados desde un tabique y escuchar los murmuros de las personas
detrás de él. Aquel que pueda liberarse de las cadenas se encandilaría por la luz y vería de cerca
los objetos de los que sólo percibía su sombra. Al salir de la caverna, sería inmediatamente cegado,
pero, a medida que se acostumbre, vería mejor a los hombres y demás objetos reflejados en agua.
En la noche apreciaría el cielo y a los astros y, finalmente, podría ver el sol tal como es en el día.
Quien salga de la caverna concluiría que el sol gobierna en el ámbito visible y que es causa de las
cosas que había visto. Sócrates hace la comparación con el alma diciendo que ascender de la
caverna es poder alcanzar el ámbito inteligible. Se declara que la educación debe conducir al alma
a la contemplación del Bien. Una vez inmersos en la educación suprema, se tiene que regresar a
las tinieblas para apreciarlas mejor y conducir al Estado para que habite en la vigilia y no en el
sueño. Posteriormente inicia la búsqueda de la mejor educación para los guardianes (521c). Se
comienza por encontrar lo que le sigue a la gimnasia y a la música mencionadas en libro III, pues

son la primera fase de educación. Es propuesto el cálculo, pues fue a través de los números que
Palamedes derrotó a Agamenón (522d). Cuando los sentidos se hallan defectuosos es cuando el
alma empieza a razonar. El estudio del número y la unidad (aritmética) se justifican por ser
conductores de la verdad, pues cuando se nota una contradicción con respecto a la unidad, el alma
indaga como juez en el tema para llegar a la esencia de ella. Como el guardián es a la vez guerrero
y filósofo, debe contemplar la naturaleza de los números no para comerciar, sino para facilitar la
conversión del alma desde la génesis hasta la verdad y la esencia (525a,b). A continuación sigue
la geometría, que se ocupa de lo que siempre es y no de lo que deviene (527b). Se propone en
tercer lugar a la estereometría, el estudio de los sólidos, misma que ha sido promovida débilmente
por el Estado dada su dificultad (528a,b). Para el cuarto lugar, la astronomía, Glaucón cree que su
importancia radica en que obliga al alma a ver hacia arriba (529a). Sócrates lo reprende diciendo
que eso sigue siendo una experiencia sensorial, incluso aunque sean bellos los bordados celestes,
pues no se comparan con lo verdadero en sí (529b,c). Los astros sirven como ejemplos para el
estudio de los que no se ven, en su velocidad, figura, movimiento y relaciones verdaderas (529d,e).
Se dice que los ojos han sido provistos para la astronomía y los oídos para el movimiento armónico
(530d). La armonía sufre similar a la astronomía, a veces no es captada por la inteligencia, sino
por los oídos. Se debe buscar en la armonía números en los acordes que se oyen, pues la tarea es
útil para la búsqueda de lo Bello y de lo Bueno (530c). Todo lo anterior forma parte del preludio
para la dialéctica, que es cuando los prisioneros de la caverna se liberan de sus cadenas y
comienzan a ascender, observando así lentamente las cosas verdaderas. Se retoma la alegoría de
la línea y se coloca al pensamiento discursivo más claro que la opinión, pero más oscuro que la
ciencia. Además queda establecido que la ciencia (epistemé) y el pensamiento discursivo en
conjunto forman a la inteligencia (nóesis); y la creencia (pístis) y la conjetura (eikasía), la opinión
(533e-534a). Después, se detallan las edades de formación: desde niños se deben educar jugando
con el fin de ver las aptitudes naturales de cada uno y se les debe conducir a la guerra mediante los
estudios de gimnasia (537a). A los veinte años se hará una selección para proseguir con un estudio
sinóptico —visión en conjunto—, una prueba para adentrarse en la naturaleza dialéctica (537b,c).
A los treinta años se instituirán de más honores y se probarán mediante el poder dialéctico, es
decir, acompañar a la verdad sin usar los sentidos (537d). A los cincuenta se los forzará a
contemplar la Idea del Bien, y a, tomándola como paradigma, alternarse durante el resto de sus
vidas en el gobierno del Estado (540a,b). Una vez educado a otros para dejarlos como guardianes
se marcharán a la Isla de los Bienaventurados para habitar en ella (540b,c).
Apuntes clase Hulsz:

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