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UN NIÑO, UN PERRO, UNA NAVIDAD, UN MILAGRO

En la oscura noche antes de navidad (23 de diciembre), andaba vagando por ahí Jhony,
elevado en su mundo, sin escuchar festejos ni bullicio. El chiquillo de diez años solo
salpicaba agua de charcos con sus zapatos rotos, mientras iba solo por las oscuras calles
de Brooklyn. Ya sus amigos estaban en sus casas con sus familias, lo que significaba que
se acababa el juego para él. Él lo único que sabía era que se había criado solo, que ellos
eran sus únicos amigos y que Jhony era su nombre.
Esas noches del año eran las más temidas para él, era cuando sus amigos no podían jugar
hasta tarde por estar con sus familias, pero que más daba, habían llegado, y como no había
nada que hacer y sus amigos aun no cenaban (para que le pasaran un bocado de su
comida), decidió cambiar de casa. Él vivía entre unos matorrales cerca de ahí, donde tenía
chatarra y otras cosas más, a las cuales llamaba sus pertenencias, pero ya había llegado
el tiempo de cambiar de lugar, claro, que no quedara lejos de sus amigos.
Salió en busca de un lugar y se cruzó con el puente, estaba abandonado y era un poco
viejo pero acogedor; no estaba mugroso ni agrietado, solo habían dejado de pasar por él;
por debajo suyo pasaba un riachuelo limpio y cristalino, por lo que le pareció el lugar
perfecto, y así fue. Se le hizo un poco tarde llevando sus cosas, terminó de arreglar todo al
cabo de la medianoche, miró donde había puesto su manta y se acostó en el pasto más
suave.
No se había acomodado bien cuando escucho pequeños y tiernos aullidos. Lentamente se
acercó y abrió con intriga el pasto; la ternura lo mataba al acariciar al lindo cachorrito Golden
Retriever que ahí se encontraba. Vio que tenía un collar en forma de hueso que decía: Max.
Por primera vez se sintió contento de que los padres de sus amigos le hubieran dado lo
necesario para su educación (cursaba ya el quinto grado). Comenzó a hablarle: Max,
vamos; y llevarlo a pasear, enseñarle su nombre y trucos como: siéntate, dame la patica,
da vueltas, etc. Era la noche más feliz de su vida, pero no sabía que este récord no duraría
mucho.
Eran ya las 3 a.m. del 24 de diciembre cuando fue a buscar la deliciosa comida que sus
amigos le habían guardado, y así se pudieron dar una cena-desayuno deliciosa con Max.
Sus amigos, al conocer su hallazgo, quedaran encantados; Max solo sacudía la cola y
parecía contento de que Jhony fuera su dueño. Había aprendido sus trucos, sido cariñoso
con él y comido con él.
Ese día, al mediodía, parecía que Jhony y Max llevaran años de estar juntos. No se
separaba el uno del otro, y eso era bueno en la ajetreada ciudad de Brooklyn durante el
día. Cuando ya asomaba el atardecer; habían ido a varios lugares, pero no estaban
cansados, así que decidieron seguir caminando en la noche para ir a ver las iluminaciones
de algunas casas. Y así fue. Cerca de las 8 pm se fueron a pasear por barrios cercanos, y
se fueron alejando cada vez más. Atraídos por las bellas y creativas iluminaciones pronto
llegaron a un barrio de gente adinerada y se dieron cuenta que no estaban cerca de casa;
no reconocían el lugar y ni recordaban por donde habían llegado.
Max empezaba a sentir la desesperación de Jhony, así que pensó en ayudar con algo, y
salió corriendo, como diciéndole a su amo: tranquilo, yo sé cómo volver, sígueme.
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Obviamente, Jhony solo salió corriendo tras de Max; era la primera vez que huía así, pensó,
y por fin lo atrapó. Max comenzó a olfatear, a ladrar, a batir la cola y tratar de bajar de los
brazos de Jhony, quien lo tomó del collar y lo bajó, solo para que Max comenzara a halar y
halar, tratando de guiarlo, así que prosiguieron; Jhony se dejó guiar por Max.
A mayor distancia encontraban casas mejor decoradas y parecían muy acogedoras, con su
chimenea cada una, y calientitas; se escuchaban las risas de las familias que las habitaban
y se veían sus abundantes y provocativas cenas. Ya estaba comenzando a nevar y ponerse
frío. Max no se preocupaba ni por el frío ni por el hecho de estar perdidos, pero Jhony sí;
no tenía idea de cómo volver, no veía refugios por allí, y si se quedaban fuera esa noche,
la nieve los cubriría y morirían de frío.
Mientras tanto, ya se habían hecho las 11 pm del 24 de diciembre, y sus amigos, a una
gran distancia de allí, se empezaron a extrañar de no ver desde hacía tiempo a Jhony y
Max. Comenzaron a buscarlos por los alrededores. Se reunieron todos junto a sus padres,
pues todos apreciaban mucho al niño. Así fue como, con sacos, guantes, botas y bufandas,
comenzaron la búsqueda de Jhony.
Se dirigieron primero a su nueva casa del puente, luego a los matorrales, luego por sus
escondites favoritos, pero no lo hallaron. Pareciera que la tierra se lo hubiera tragado. No
había rastro de él por ningún lado. La preocupación comenzó a inundar sus rostros y
corazones: ¿Dónde estaba? ¿Qué le había pasado? Hicieron grupos y se dividieron para
comenzar la búsqueda; la nieve, más abundante y densa, comenzó a cubrir el piso, pero
ellos seguían buscando.
Entre tanto, lejos de allí, se encontraban desesperados Jhony y Max. Cerca de las 11:40
pm ya el piso estaba cubierto totalmente de nieve, y sus huellas comenzaron a quedar
marcadas en la nieve. Mientras buscaban un refugio, les llamó la atención una casa en
particular. Max la olfateaba por todos lados, y Jhony, al acercarse a la ventana y limpiar el
vidrio empañado, pudo observar que la casa era hermosa: tenía lindas decoraciones y una
gran chimenea. Pero la familia que adentro estaba no mostraban rastros de felicidad en su
cara. Solo estaban allí, sentados, e incluso con aquella música de fondo, no se inmutaban.
Por su parte, el grupo que los buscaba, se acercaban más y más sin saberlo, pues habían
descubierto sus huellas y rápidamente comenzaron a seguirlas antes que la nieve las
borrara. Poco a poco, sus amigos llegaron hasta donde estaban las últimas huellas visibles,
pero sin embargo continuaron avanzando sin saber que se encontraban a una cuadra de la
casa donde estaba Jhony, quien continuaba observando aquella familia de mirada triste
que se encontraba en la sala.
De repente, aquel niño de adentro, llamado Jake, alzó su cabeza, vio a Jhony, y
balbuceando le dijo a su madre Alexandra acerca del chico en la ventana. La reacción de
sus padres también fue de gran asombro, no podían reaccionar, quedaron totalmente sin
palabras. Cristian, el padre, se levantó y abrió la puerta. Cuando vieron a Max, quedaron
aún más atónitos. Comenzaron a llorar de felicidad, pero Jhony no entendía nada.
Por otra parte, todos los amigos que buscaban a Jhony habían alcanzado la esquina desde
donde contemplaron el espectáculo, pero como la tormenta se hiciera más fuerte, la familia
los invitó a todos a pasar. Pronto Jhony entendería la situación. La primera que habló fue
Alexandra:

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- Jhony? - dijo llorando –
El niño no entendía cómo aquella amable dama conocía su nombre. Jake se tiró al piso y
gritó con alegría:
- Max!
Jhony seguía confundido, y en seguida empezaron todos a hablar: sus amigos le relataron
la historia que sus padres les habían contado pero que nunca la habían querido revelar: En
una fecha como esa, hacía exactamente diez años, no había tanta nieve y todos estaban
en sus casas, e iba una pareja pasando por allí con un coche doble, llena de felicidad,
cuando de repente se fue la luz. Nadie tenía con qué alumbrar, todo estaba totalmente
oscuro, por lo cual la pareja, amedrentada, comenzó a caminar más rápido, sin saber bien
a dónde iban. Se cruzaron con un matorral en el cual el coche se quedó medio enredado,
por lo cual le dieron un pequeño tirón, cuando: crac, se escuchó un ruido y el coche quedó
liberado. En una de las casas se prendió una linterna; luego otra, y otra, hasta que todos
los vecinos salieron con sus linternas, y al ver la luz, la pareja se dirigió hacia ella. Los
vecinos, quienes siempre habían sido generosos, los ayudaron alumbrándoles el camino
por un rato hasta que se restableció el servicio de energía. Esta pareja acababa de salir del
hospital con sus gemelos recién nacidos, e iban a casa, que quedaba a larga distancia,
pero habían querido recorrer el trayecto caminando para ver las luces de navidad. Los
vecinos, entonces, se despidieron y no los volvieron a ver.
- Jhony – dijeron, esa pareja se llamaba Alexandra y Cristian, y sus bebés se
llamaban Jake y… Jhony, es decir, tú. No se dieron cuenta que, al enredarse el
coche en la oscuridad, tú te caíste de él. Nosotros te rescatamos y criamos, hasta
cuando ya quisiste vivir en los matorrales. Sabíamos, cuando te encontramos, que
te llamabas Jhony, pues tenías todavía la manilla que te colocaron al nacer.
Tratamos de buscar a tus padres, pero no sabíamos a dónde habían ido, y no te
quisimos entregar a ningún orfanato. Ahora estás aquí, ¡quién lo diría!
Alexandra, Cristian y Jake lo abrazaron, y dieron su versión de la historia: Ellos llevaban el
coche cubierto, -comenzó a contar Alexandra-. “Nosotros íbamos muy felices, viendo las
luces, tanto, que perdimos la noción del tiempo. Cuando llegamos a casa, estábamos
exhaustos, e íbamos a acostar a los bebés, pero al destapar el coche, solo vimos a Jake.
Asustados, empezamos a buscar en los alrededores, pero no estabas. Entonces Cristian
salió y yo me quedé con Jake en la casa, esperando. Tu padre hizo todo lo que pudo, pero
no te encontró. Ni siquiera supo cómo volver a ese vecindario. Llegó tiempo después a
casa, cansado y sin fuerzas, frustrado y avergonzado por no haber podido encontrarte. Te
buscamos por mucho tiempo, sin resultado alguno. Hoy, 24 de diciembre del 2000, Jake
cumplió diez años de edad, pero tú cumplías diez años de desaparecido. Estábamos felices
por Jake, ya le habíamos celebrado su cumpleaños, pero cuando tú te asomaste a la
ventana, estábamos haciendo un minuto de silencio por ti. Hace cinco meses habíamos
comprado a Max, le hicimos su collar y le dimos tu mantita, lo único que nos quedó de ti.
Pero en estos días Max desapareció, y aunque no sabemos cómo llegó a ti, sí sabemos
que hoy ha ocurrido un milagro.”
Ahora Jhony entendía; lo entendía todo. Entendía por qué su cara le pareció igual a la de
Jake cuando lo vio por la ventana; entendía por qué Max lo había guiado hasta allí; entendía

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por qué antes no tenía padres; y su asombro se trocó en inmensa felicidad, imposible de
contener. Esta, para todos, se había convertido en una navidad inolvidable.
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De estos hechos ya han pasado varios años. Se escuchan villancicos en casa de Jhony y
su familia; están también todos sus buenos viejos amigos; han hecho una tradición difícil
de romper, la cual consiste en que cada año se reúnen para compartir una cena de
cumpleaños y, en especial, de celebración por aquel día en que Jhony volvió a encontrar
su hogar, el día en que ocurrió un verdadero milagro de navidad.

Carol Andrea Sánchez Barbosa


Grado 10-2

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