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1. INTRODUCCIÓN
2. REALIDAD PROBLEMÁTICA
Como se sabe, en nuestro país las personas mueren a diario, ya sea por
muerte natural o a consecuencia de alguna enfermedad; y una cierta
cantidad de personas que dejan de vivir, llegaron a obtener a lo largo de
su vida un patrimonio que fue a consecuencia de esfuerzo o herencia, y
por tanto disponen un testamento en el cual esta descrito su última
voluntad, pero, en muchas situaciones lo plasmado en el testamento no
se puede aplicar en la realidad puesto que al hallarse figuras jurídicas
están limitadas.
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cónyuge, el cual estos son considerados legales pues así lo establece la
ley.
4. HIPOTESIS
5. ANTECEDENTES
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La legítima es, probablemente, una de las áreas más complejas y polémicas
del Derecho Sucesorio en general tanto por lo que toca a su justificación,
como por lo que concierne a la naturaleza y tratamiento doctrinario y legal
de la misma. En nuestro ordenamiento legal no sólo no ha sido ajeno a
influencias de distinta fuente, sino que además revela insuficiencias y acusa
serias deficiencias de contenido y sistemáticas que dificultan una explicación
(y aplicación) unitaria, coherente y adecuada de la legítima.
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provision debe comprender bienes o valores equivalentes a los que
le hubiesen correspondido en caso de divorcio. En cambio, si se trata
de los hijos u otros descendientes del muerto, la asignación tiene
carácter asistencial para cubrir su mantenimiento.
Entre los códigos civiles latinoamericanos un ejemplo de este sistema
es el mexicano. Este código admite la libertad de testar del causante,
sea a favor de sus parientes o extraños. Pero impone como limitación
que se deje una pensión de alimentos al cónyuge, a ciertos parientes
consanguíneos en línea recta y colateral, incluso, a la concubina.
El art. 1374 dispone que “es inoficioso el testamento en que no se
deje la pensión alimenticia” a los referidos beneficiarios, pero no por
eso es ineficaz totalmente: “el efecto único que origina el carácter
inoficioso del testamento no es revocar las disposiciones
testamentarias en general, sino permitir que se asegure al acreedor
alimentista la pensión a que tenga derecho; una vez que se ha
asegurado esta pensión, subsiste en todas sus partes el testamento.
Similares disposiciones recogen los códigos civiles
centroamericanos (Honduras, arts. 1147 y 1150; El Salvador, art.
1141; Nicaragua, arts. 1197 y 1201; Costa Rica, art. 595; Panamá,
art. 798).
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bienes si a su muerte tienen un hijo; la tercera parte, si deja dos hijos
y la cuarta parte si deja tres o más, sean legítimos o naturales. El art.
914 del código civil argentino dispone que la porción disponible del
causante es la mitad de sus bienes, si, a falta de descendientes,
dejase ascendientes de ambas líneas (paterna y materna) y es de las
tres cuartas partes si deja ascendientes de una sola línea.
Similar es el sistema del código civil italiano que establece también
porciones legítimas variables según el número de herederos que
concurren.
Otros sistemas legales establece, en cambio, una porción legítima
fija o invariable sea cual fuese la cantidad de herederos que
concurran (así, Código civil alemán, art. 2303; suizo, art. 470), y es el
que acoge el código civil argentino.
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de 1984 (art. 725). Este último, concisamente, establece que el
testador puede disponer hasta uno de los dos tercios de sus bienes
destinados a la legítima para mejorar a sus descendientes. Pero “la
facultad de mejorar debe ejercerse de manera que el haber de un hijo
mejorado no pase del doble del haber de otro de la misma clase, no
mejorado” (art. 726).
6. NATURALEZA JURIDICA
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Si el derecho de la legítima hereditaria es consecuencia de la adquisición
hereditaria, forma parte de la herencia; entonces quien renuncia a la sucesión,
carece del derecho a recibir esa cuota. Si el derecho a la legítima es
independiente de la adquisición hereditaria, el legitimario puede conservar ese
derecho a recibir esa cuota.
En el segundo caso se dice que la legítima constituye una parte del caudal relicto,
es decir de los bienes (pars bonorum) a que tienen derecho a los legitimarios
aunque no conserven llamamiento a la herencia.
Para comprender cabalmente esta dos ideas debemos intentar una breve reseña
de la evolución histórica del instituto de la legítima, y al cabo, descubrir las
fuentes de nuestro derecho positivo.
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Los antecedentes romanos limitó la libertad testamentaria en base al
establecimiento de un derecho concedido a los parientes, sucesores ab
intestato, a recibir por muerte del causante una parte de los bienes (en
latín: pars bonorum).
Pero este pars bonorum no estaba ligada o subordinada a que tales
parientes fuesen instituidos como herederos. El de cuius podía satisfacer
la legítima por cualquier título, incluso mediante donaciones inter vivos
que completasen la porción debida.
Con Justiniano la pars legítima se extenderá a un tercio de la herencia si
el causante tenía descendientes; el tercio se elevaba a la mitad si los hijos
eran cinco o más. También se impuso a los ascendientes, tanto paternos
como maternos, con respecto a los descendientes y a éstos con respecto
a aquéllos, el deber de instituirlos herederos, no bastando con el que le
dejasen la legítima por cualquier otro título, salvo que existieren causas
de desheredación legales. Surge así la querela nova cuando los
herederos fuesen preteridos o desheredados sin justa causa, que no
producía la invalidación total del estamento, sino la rescisión de la
institución del heredero en favor del demandante y por la parte que a éste
corresponde.
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La iglesia fue poderoso sustento político, y su poder se acrecentó
económicamente y consolidó muchas veces a costa de la aristocracia,
suyos intereses eran totalmente distintos.
Para contener la tendencia acentuada a admitir los actos de disposición
por causa de muerte mediante la introducción de las costumbres
testamentarias fundadas en el derecho romano, apareció la reserva feudal
como instituto propio destinado a evitar que los bienes, la propiedad
alodial, aviática, sustento del poder económico de la aristocracia, pudiese
pasar a terceros en perjuicio de la familia, base de la organización feudal.
La reserva, así, no era otra cosa que la herencia ab intestato, o sea, “la
transmisión hereditaria legal, sobre la que no podía operarse ninguna
modificación mediante testamento”. La reserva estaba constituida por
bienes hereditarios y a su adquisición tenían derecho solo quienes, a la
muerte del causante, investían el carácter de herederos según principios
que excluyen la disposición testamentaria.
De ahí que se llamase a tal reserva pars hereditatis, parte o porción de la
herencia que no era un derecho simplemente a una cantidad de bienes
dejados por cualquier título, sino que era expectativa del heredero; quien
no fuese o invistiese tal condición, no tenía participación en la reserva.
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descendientes legítimos y, en ningún caso, si eran fruto de uniones
adulterinas o incestuosas. Finalmente, respecto del cónyuge supérstite
viudo conviene destacar que no tuvo en la legislación española derecho
a la legítima. Sin embargo el Fuero Juzgo ordenó que la madre viuda
tuviese en usufructo una parte igual a la de los hijos, mientras no
contrajere nuevo matrimonio, la Ley VII, Título XIII de la Partida VI dispuso
que la viuda pobre de marido rico pudiese obtener, aunque existiesen
hijos, hasta la cuarta parte de la herencia del marido, con tal que esta
cuarta no excediese de cien libras de oro.
Los lineamientos generales de la legislación española siguen de cerca la
institución de la legítima de origen romano. Ésta es debida como deuda
alimentaria y puede ser dejada por cualquier título, admitiendo las
Partidas expresamente la querella de inoficiosidad “que quier tanto decir,
como querella que se faze de testamento que es fecho contra oficio de
piedad, e de merced quel padre auviera ouer del fijo”.
6.4. EL CODIGO CIVIL ARGENTINO
Corresponde, pues, preguntarse qué sistema siguió Vélez Sarsfield al
legislar sobre el particular: si mantuvo la tradición de la legítima como pars
bonorum o si, por el contrario, adoptó la reserva germánica, instituto típico
del cual surge la consideración de la legítima como pars hereditatis. En el
primer caso, y dado que la legítima es una deuda debida ex officio pietatis,
o, si se prefiere, derivada de una obligación legal entre parientes, quien
renuncia a la herencia conserva no obstante su derecho a la legítima
porque ella nada tiene que ver, o al menos subsiste independientemente
de la delación de la herencia.
En el segundo caso, por el contrario, si el derecho a la herencia se pierde
por renuncia o por otras circunstancias, desaparece consecuentemente el
derecho a la porción legítima. Se podría resumir el fundamento de cada
sistema dice Ovsejevich expresando que según si el renunciante a la
herencia conserva o no el derecho a la legítima se habrá adoptado el
criterio de la pars bonorum o de la pars hereditatis.
Lo que ocurre es que, en esta materia, el codificador se valió (art 3591 al
3605) de fuentes diversas y hasta contradictorias: la legislación Alfonsina
es citada junto al Código Civil Francés y la doctrina francesa con Troplong
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y Demolombe y, también, han sido fuente diversos artículos y notas del
Proyecto de Código Civil para es España de 1851 que sigue el sistema de
la pars bonorum. Y así una inconciliable polémica en la doctrina argentina
mientras el art. 3591 define a la legítima de los herederos forzosos como
un derecho de sucesión limitado a una determinada porción de la
herencia, el art. 3354, siguiendo las partidas y a García Goyena,
estipulaba que “los que tengan una parte legítima en la sucesión pueden
repudiar la herencia sin perjuicio de tomar la legítima que les corresponda.
En principio “la herencia es para el legitimario esa masa resultante o una parte
alícuota de ella, de una porción de la cual no puede ser privada sin justa causa
de desheredación siempre que sea digno, dependiendo de él transformarse de
sucesible en heredero mediante la aceptación” (MENDEZ, 1977).
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La porción legítima a que tienen derecho los herederos legitimarios, según
la clase a la que pertenecen, es intangible, en el sentido de que tales
herederos tienen derecho a reclamarla íntegramente.
Por ellos, dispone el art. 3598 que “el testador no puede imponer
gravamen ni condición alguna a las porciones legítimas declaradas en ese
título. Si lo hiciere, se tendrán por no escritas”. Recuerda el codificador la
legislación Alfonsina que establecía cómo la legítima debía quedar libre,
sin gravámenes ni condiciones: “é si la pone no empecen al fijo heredero
maguer no se cumplan”. Las partidas contienen, en esta materia, la regla
de derecho Justiniano que reputaba no escritas las cláusulas que
afectasen a la legítima. En el derecho romano clásico, si el testador
imponía cargas o condiciones a la legítima, el testamento era atacable por
la querela inofficiosi testamenti, pero en tal caso, y por aplicación del
nemopro parte testatus, pro parte intestatus decedere potest, el
testamento quedaba en su totalidad invalidado y la herencia se defería ab
intestato.
9. PRIVACIÓN DE LA LEGÍTIMA
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de la legítima a sus herederos forzosos, sino en los casos expresamente
determinados por la ley, ni imponer sobre aquélla gravamen, modalidad,
ni sustitución alguna. Tampoco puede privar a su cónyuge de los derechos
que le conceden los artículos 731 y 732 del C.C salvo en los referidos
casos”.
Los casos a que se refiere el artículo 733 del C.C para que proceda la
privación de la legítima son los de indignidad y desheredación. Si incurre
el heredero forzoso en alguna de las causales de la indignidad y
desheredación, y es deseo del testador o de los demás interesados en el
patrimonio hereditario excluirlo de la herencia por ello, entonces, estamos
ante un caso de privación de la legítima. No hay otros casos en los que el
testador pueda privar al heredero forzoso de la legítima, solo los
indicados: desheredación e indignidad.
10.1. CAUSAS
El art. 451-25 del C.C de Cataluña alberga tres párrafos que señalan lo
siguiente:
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al derecho del causante que impliquen renuncia al derecho de
legítima o que perjudiquen a su contenido.
Sin embargo, esta proclamación aparece matizada en los dos apartados
siguientes:
No obstante lo establecido por el apartado 1, son válidos, si se otorgan
en escritura pública:
a. El pacto entre cónyuges o convivientes en unión estable de pareja
en virtud del cual renuncian a la legítima que podría corresponderles
en la sucesión de los hijos comunes y, especialmente, el pacto de
supervivencia en que el superviviente renuncia a la que podría
corresponderle en la sucesión intestada del hijo muerto impúber.
b. El pacto entre los hijos y progenitores por el que estos últimos
renuncian a la legítima que podría corresponderles en la herencia del
hijo premuerto.
c. El pacto entre ascendientes y descendientes estipulado en pacto
sucesorio o en donación por el que el descendiente que recibe de su
ascendiente bienes o dinero en pago de legítima futura renuncia al
posible suplemento.
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Es decir: el padre o madre legitimarios de su hijo premuerto son los
únicos que pueden reclamar la legítima; de manera que, una vez
fallecidos, no traspasan su derecho a sus herederos. Es intransmisible,
salvo que ya hayan hecho la reclamación, por vía judicial o notarial.
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CAPITULO
II
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11. LEGITIMARIOS EN NUESTRO DERECHO
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no ser correcta la inversa: hay herederos legítimos, o sea, sucesibles
que tienen vocación ab intestato, que pueden ser preteridos por el
causante instituyendo a otras personas. En nuestro derecho, ya hemos
de verlo, es el caso de los parientes colaterales que no tienen por la ley
porción legítima. Son herederos legítimos en la medida que, si el
causante fallece sin hacer testamento que instituya a extraños, gozan de
vocación ab intestato; pero el causante es libre de privarles del
llamamiento legítimo, en todo o en parte, a través del testamento.
El art. 3592 comienza diciendo: "Tienen una porción legitima, todos los
llamados a la sucesión intestada en el orden y modo determinado en los
cinco primeros capítulos del Título anterior” El artículo se refiere al orden
de las sucesiones Intestadas (Libre, NV, Tirulo IX, Sección I, arts. 3565
a 3584), excluyendo a los parientes colaterales, que no son herederos
forzosos.
11.2 Descendientes. –
“la porción legitima de los hijos es cuatro quintos de todos los bienes
existentes a la muerte del testador y de los que este hubiera donado.”
(Art. 3593 según ley 23.264). la expresión hijo, así utilizada, debe ser
entendida como descendientes, ya que se incluye a los hijos y descen-
dientes del causante, estos últimos llamados a representar a su padre
premuerto en la sucesión del abuelo o ascendiente (art. 3549). Además,
están comprendidos el adoptado y sus descendientes en la sucesión del
adoptante. Los primeros en cuanto el adoptado es reputado hijo
biológico del adoptante (art. 329, Cód. Civil, ley 24.779) y los segundos
porque los descendientes del adoptado tienen derecho de
representación en la sucesión del adoptante (art. 334, Cód. Civil, ley
24.779).
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fallecido no solamente los que haya que colacionar, sino también las
donaciones a terceros. La legitima es, decimos, 4/5 del total, una porción
sumamente elevada ya que solo permite al causante disponer libremente
del 20% del valor de sus bienes
11.3 Ascendiente.
“La legitima de los ascendientes es de dos tercios de los bienes de la
11.4 Cónyuge.
La norma dispone: "La legitima de los cónyuges, cuando no existen
descendientes ni ascendientes del difunto, será la mitad de los bienes
de, la sucesión del cónyuge muerto, aunque los bienes de la sucesión
sean gananciales" (art. 3595). En realidad, la legitima del cónyuge, si
concurre con descendientes (sobre los bienes propios causante – art
3576-) o con ascendientes -sean propios o gananciales
correspondientes al premuerto- será tomada de la asignada a sus cohe-
rederos de acuerdo con las reglas de concurrencia de varios legitimarios
(ver § 933).
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12. Límites
2/3 1/3
1/2 1/2
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como la cualquiera de ellos independientemente, es la totalidad de la cuota.
Ósea que la legitima de un cónyuge o cinco es igual a los dos terceras partes de
la herencia. Y la legitima de ese cónyuge o de cualquiera o cualquiera de esos
hijos, tomada en forma individual, será igualmente las dos terceras parte de la
herencia. De esa forma, nuestro código legisla la legítima en forma genérica para
todos los herederos forzosos, sin especificar la que a cada uno le corresponde,
como lo hace.
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CAPITULO
III
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LANATTA, R.E. Derecho..., Tomo Il, pág. 237
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