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Cabildo
Cabildo
El cabildo fue una de las primeras instituciones que España impuso en América.
Dicha fórmula tiene su origen en los municipios españoles de la Edad Media, los
cuales eran cuna y defensa de las libertades populares. Los cabildos eran instituciones
urbanas que existían en Castilla. En cuanto los españoles fundaban una ciudad, se
creaba el cabildo. Eran entidades importantísimas, porque representaban a la
comunidad y derivaban su nombramiento de ésta, y —caso único— no del rey (debe
recordarse que todos los nombramientos los hacía personalmente el rey). El cabildo se
ocupaba del gobierno y administración de las ciudades y tenían jurisdicción
sobre todo el territorio.
Estas características del cabildo hicieron que la corona lo mirara con desconfianza.
Para separarlo de la comunidad, usó diversos procedimientos. Entre ellos se pueden
citar: designar ella misma regidores perpetuos; vender los puestos del cabildo en
remate, etc. Para quitarles disimuladamente las atribuciones que ejercía, también se
usó la creación de las Audiencias. Pero por más que se irritase la Corona no podía
prescindir totalmente de los Cabildos. Y así castigó severamente la destitución del
gobernador Acuña y Cabrera, pero no le devolvió el cargo. (En 1655, el Cabildo de
Concepción derribó al gobernador Acuña y Cabrera. La causa fue su torpe manejo de
la guerra de Arauco).
Otra fuente de recursos eran los impuestos permanentes aprobados por el rey, que
se destinaban a los diversos gastos del Cabildo y a las numerosas obras públicas que
se realizaban. También contaban con los arbitrios, que eran los medios
extraordinarios a que recurría la corporación para solucionar problemas inmediatos,
tales como las derramas, que eran exigencias de dinero urgentes y obligatorias que
se hacían al vecindario y que éste debía pagar.
Entre sus miembros hubo dos alcaldes ordinarios y un número variable de regidores
(seis en Santiago). Entre éstos últimos se distinguían los que lo eran por derecho
propio, como los oficiales reales, que vivían y ejercían sus cargos en la respectiva
ciudad, y los que eran designados, ya sea por elección o por compra del cargo.
Los alcaldes eran los brazos ejecutores de este cuerpo colectivo. Además estaban los
funcionarios auxiliares, como: el fiel ejecutor (controlaba los precios, pesos y
medidas de artículos), el procurador de la ciudad (representaba los intereses
generales de ésta), el alférez real (portaba el estandarte del rey en procesiones y
otros actos públicos), etc. Mas, en cuestiones de alta trascendencia, la institución se
ampliaba con los vecinos de mayor relevancia a un cabildo abierto.