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¿Ha observado usted alguna vez fascinado cómo bailan las partículas de polvo
a la luz de un rayo de sol? Sin embargo, ese mismo polvo es la plaga de las amas
de casa y de los científicos. Deje una habitación sin limpiar por unos días y cuando
regrese habrá una fina capa de polvo esperándole. El polvo puede hacer que se
atasque una máquina de coser, detener un reloj y hacer que fallen los sistemas de
un ordenador. No es de extrañar que tendamos a pensar que el polvo es
solamente una molestia. Sin embargo, ¿se ha puesto a pensar alguna vez en lo
que perderíamos si no hubiera polvo en absoluto?
El polvo también puede ser beneficioso. ¿Sabía usted que sin el polvo en la
atmósfera tendríamos menos lluvias y nevadas? Las gotitas de agua y los cristales
de hielo se forman en parte debido a las partículas de polvo que actúan como
núcleo para la formación de la lluvia y la nieve.
Sin el polvo, una de las vistas más maravillosas de la Tierra —la puesta del
Sol— no sería tan hermosa. A medida que el Sol desciende en el horizonte, su luz
debe viajar a través del aire mucho más denso que se halla cerca de la Tierra. Esa
luz choca con las partículas de polvo y con otras sustancias que hay en el aire
más denso y tiende a dispersarla. Sin embargo, las ondas cortas de luz azulada
del Sol tienden a dispersarse o ser absorbidas por las partículas en mayor
cantidad que las ondas largas de luz rojiza. Por lo tanto, los colores azulados no
nos llegan con la misma intensidad que los colores rojizos. Esto es lo que ayuda a
producir el hermoso resplandor anaranjado, rosado y rojizo de las puestas del Sol.
De manera que un poco de polvo a nuestro alrededor es un pequeño precio
que tenemos que pagar por algo tan hermoso: ¡una puesta del Sol que inspira
reverencia!