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6/5/2019 Jorge Wagensberg, pensador intruso y conversador infatigable - Revista Mètode

Jorge Wagensberg, pensador


intruso y conversador
infatigable
Retrato de un maestro de los aforismos científicos
Lluís Reales 04/03/2019

El 3 de marzo de 2018 nos dejaba Jorge Wagensberg Lubinski. Su formidable tarea como pensador y
comunicador de la ciencia dejó una impronta imborrable en el mundo de la divulgación científica./ Tusquets

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Físico de formación, escritor, comunicador y columnista científico, viajero empedernido,


museólogo, amigo de la buena mesa… Jorge Wagensberg Lubinski (Barcelona, 2 de
diciembre de 1948 – Barcelona, 3 de marzo de 2018) se ponía muchos sombreros y
siempre le quedaban bien. Pero si uno de ellos destacaba por encima de otros era el de
conversador. Le apasionaba la conversación, no se cansaba nunca de cultivar la palabra.
A través de la conversación concebía y exteriorizaba ideas y sueños. Era el embrión, el
origen de cualquier iniciativa que emprendía. Wagensberg debatía y argumentaba antes de
actuar: si lo que hablamos vale la pena ya intentaremos llevarlo a cabo. Conversar es
concebir y hacer planes, es compartir antes de que la realidad haga acto de presencia.
Son los ratos en que somos realmente libres y que nos agrandan el espíritu. Como escribió
François de La Rochefoucauld, aristócrata, escritor y moralista francés, en su
obraMáximas, saber escuchar y saber responder es una de las más grandes perfecciones
que pueden darse en el trato humano. A buen seguro que Jorge Wagensberg lo
compartía.
«El valor y la importancia de la pregunta son una constante del pensamiento y la De
obra de Jorge Wagensberg»

hecho, su primer libro, Nosotros y la ciencia (1980) –editado por Antoni Bosch–, es un
conjunto de conversaciones/entrevistas con catorce destacados científicos. Ramon
Margalef, Joan Oró, Ilya Progogine o Francisco Grande Covián, entre otros. En la
introducción, Wagensberg escribe: «Después de cursar unos estudios científicos y
después de ocho años dedicados a la ciencia, he sentido la necesidad de ordenar un poco
las ideas. Y he escogido el camino más fácil y directo: preguntar. En efecto, la pregunta
oral sustituye casi siempre un duro trabajo. No me importa confesar que desde que hice
este pequeño descubrimiento practico el ejercicio de la pregunta hasta el vicio. […] Me
interesan temas de ciencia sobre los que los científicos siempre piensan, pero sobre los
que no siempre escriben espontáneamente. La pregunta tiene la propiedad de forzar la
situación». El valor y la importancia de la pregunta es una constante del pensamiento y la
obra de Wagensberg. La pregunta es la puerta de entrada al pensamiento intruso, a la
mirada crítica, a la sorpresa que sacude el intelecto. En este primer libro, Wagensberg
añade una serie de reflexiones sobre la idea de progreso y evolución, sobre temas

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ambientales, sobre los


límites de la mente
humana, sobre la música
y también sobre la
práctica de la
investigación en nuestro
país. Ámbitos de
conocimiento que
profundizará durante su
trayectoria intelectual y
vital y que desarrolló en
varias obras.

Primeros años y
descubrimiento de la
ciencia

Jorge Wagensberg,
curioso e inquieto desde
pequeño –hoy algún
irresponsable lo definiría
como hiperactivo–,
empezó a apasionarse
Jorge Wagensberg fue un profesor e investigador atípico, poco interesado en
hacer una carrera científica tradicional. De hecho, nunca se adaptó a las por la ciencia a través de
reglas del juego del mundo académico y obtuvo más reconocimiento fuera
la lectura de un libro de
que dentro del mundo universitario.
/ Tusquets Editors aventuras: La expedición
de la Kon-Tiki, obra del
etnólogo noruego Thor Heyerdahl, en que el autor quería demostrar quiénes fueron los
primeros pobladores de las islas del Pacífico. Sostenía que la Polinesia fue colonizada
desde América y construyó una barca que emuló el viaje. Años después, estudios
genéticos demostraron que la tesis de Heyerdahl estaba equivocada. El viaje y la aventura
han estado históricamente muy ligados a la empresa científica. Pensemos en Charles
Darwin, Jane Goodall, Jordi Sabater Pi, Howard Carter o Mary Leakey y tantos otros. Años
después, de otra forma, Wagensberg, como museólogo, emuló a los grandes exploradores

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y viajeros en sus estancias en la Amazonia y en muchos otros lugares del mundo. Los
padres de Wagensberg se fueron de Polonia, pero no por el placer de viajar. Muy al
contrario, huyeron del ambiente xenófobo contra los judíos que se respiraba en la Polonia
de los años treinta. Y se establecieron en Barcelona. Se ahorraron la Segunda Guerra
Mundial y el Holocausto, pero sufrieron la Guerra Civil española. Su padre tenía dotes de
inventor. Fundó una empresa que fabricaba maletas, muy innovadoras en los años
cuarenta. Este talante del padre, que siempre le daba vueltas a lo que fabricaba para tratar
de mejorarlo, marcó el carácter del hijo. Jorge Wagensberg nació en 1948 en la Clínica
Santa Eulàlia, en el distrito de Sarrià – Sant Gervasi de Barcelona, hoy demolida. Su libro
autobiográfico Algunos años después (2014), en el que repasa niñez y juventud, empieza
con una anécdota jugosa: «Nací en la madrugada del miércoles 2 de diciembre de 1948,
en Barcelona, en una clínica donde confluyen en ángulo agudo las calles de Ganduxer y
Modolell. El medico programó el nacimiento para no perderse el Rigoletto de Giuseppe
Verdi que le tocaba aquella noche en el Gran Teatro del Liceo, así que fui recibido en este
mundo por un señor que vestía de gala y lucía pajarita». No todo el mundo puede decir
que un médico amante de la ópera y traje de esmoquin lo ha acompañado en el
nacimiento. ¡El recién nacido Jorge ya apuntaba maneras! Las escuelas en la España de
los años cincuenta eran mayoritariamente opresivas, con una disciplina férrea y en ellas
hablar en clase era casi pecado. Los padres de Wagensberg, miembros de la comunidad
judía barcelonesa, lo inscribieron en la Escuela Suiza, en la que la asignatura de religión
era optativa, se fomentaba la conversación y el sentido crítico y se aprendían al menos
cuatro idiomas. El bachillerato lo cursó en el Liceo Francés, que dirigía con mano de hierro
el gran pedagogo Pere Ribera, después impulsor de la Escuela Aula. En el libro Algunos
años después, Wagensberg recuerda que algunas frases que decía Ribera en el aula –«El
hombre en el neolítico pasó de ser cazador a hacer papillas», por ejemplo– le hicieron
nacer la afición y la adicción por los aforismos, el género literario más científico. De hecho,
muchas de las metáforas de Ribera sobre la historia inspiraron la forma de explicar la
ciencia que impulsó Wagensberg como museólogo.

Físico y académico atípico

La lectura del libro La expedición de la Kon-Tiki del noruego Thor Heyerdahl despertó el
interés de Wagensberg por la biología, por la antropología, por la geografía, por la

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epistemología, por las culturas tradicionales… y también le hizo llegar a la conclusión de


que la ciencia, de alguna manera, es una ficción de la realidad.
«Wagensberg entendía la educación como un camino hacia la admiración del En
mundo, siempre incorporando la mirada crítica» una

entrevista en El País, publicada el 9 de mayo de 2014, Wagensberg recuerda que en un


primer momento lo atrajeron las matemáticas y su forma de razonar, pero que más tarde
se inclinó por la física, que definía como «las matemáticas en colores». Estudió física en la
Universidad de Barcelona, donde se licenció en 1971. Mientras preparaba la tesis doctoral
inició su actividad docente como profesor adjunto del Departamento de Termología. En
1981 se convirtió en profesor titular de Teoría de los Procesos Irreversibles del
Departamento de Física Fundamental de la Universidad de Barcelona. Sus clases
transmitían pasión y aportaban una mirada interdisciplinaria de la física, que él entendía
más allá de sus leyes y aplicaciones. La ciencia, para Wagensberg, siempre fue
interrogarse sobre los porqués y establecer conexiones con las diferentes partes de la
realidad. Así mismo, siendo un joven profesor, ya organizaba debates y conferencias en
las aulas acerca de temas científicos y culturales de actualidad. También era activo fuera
de la academia: los días 1 y 2 de noviembre de 1985 fue uno de los organizadores del
congreso «Proceso al azar» celebrado en el Teatro-Museo Dalí de Figueres. Además del
pintor Dalí, participaron destacados científicos y filósofos como René Thom, Ramon
Margalef, Ylia Prigogine o Évry Schatzman, entre otros. Fue un acontecimiento pionero en
cuanto a la hibridación entre arte y ciencia, tan recurrente hoy. Su amigo y director de cine
Gonzalo Herralde grabó las sesiones. Las iniciativas y el talante de Wagensberg lo
convertían en un profesor e investigador atípico, interesado en muchas más cosas que su
estricto ámbito de conocimiento o hacer una carrera científica tradicional. De hecho, nunca
se adaptó a las reglas del juego del mundo académico. Algunos de sus conocidos
aforismos lo reflejan: «La clase magistral en la que más de cien alumnos asisten a una
exposición, que siempre pueden leer antes o después, es una estafa educativa» o cuando
escribió, sin ambages, que «La realidad no tiene la culpa de los planes de estudio que se
acuerdan en escuelas y universidades». De hecho, entendía la educación como un camino
hacia la admiración del mundo, siempre incorporando la mirada crítica. Lo sintetizó
también en forma de aforismos: «Educar es favorecer la adicción al gozo intelectual»;

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«Aprender tiene tres


fases: el estímulo, la
conversación y la
comprensión, y con cada
una de ellas existe la
oportunidad para un
gozo intelectual»; «Un
buen maestro no
esconde las paradojas,
sino que las busca (la
mejor manera de
empezar una clase)»;
«El conocimiento sin
crítica es más
preocupante que la
crítica sin
conocimiento». Como
les pasa a menudo a las
almas libres,
Wagensberg obtuvo más
reconocimiento fuera
que dentro del mundo
universitario.
Ciertamente, en 2010 la
En 1991 Jorge Wagensberg cogió las riendas del Museo de Ciencia de
Barcelona de la Fundación la Caixa, que más tarde sería rebautizado con el Universidad de Lleida lo
nombre de CosmoCaixa. Wagensberg y su equipo hicieron de este espacio
un museo de autor donde cada exposición era el resultado de un trabajo de invistió doctor honoris
reflexión e investigación. Gracias a esta tarea, hoy el CosmoCaixa es un
referente mundial de la museografía. En la imagen, Jorge Wagensberg con el
causa, pero la mayoría
acaricuara, un ejemplar de árbol amazónico que funciona a la vez como de premios vinieron de
elemento expositivo y arquitectónico en la entrada del CosmoCaixa.
/ Tusquet Editors otras instituciones: el
premio Nacional de
Cataluña de Pensamiento y Cultura Científica (2005), la Creu de Sant Jordi de la

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Generalitat de Cataluña (2007) o el premio periodístico Juan Mari Arzak por el artículo
«Aproximación a una copa de vino tinto» (2003), entre otros muchos.

Comunicador y columnista científico

La comunicación científica es un subproducto de la ciencia y, por lo tanto, condicionado por


el valor social que esta tiene. En los años ochenta, la comunicación de la ciencia estaba en
pañales, tanto en Cataluña como España. No interesaba a los científicos –entre otras
cosas porque no tiene ningún valor curricular– salvo algunas excepciones. Wagensberg
era una de ellas. Y seguramente su faceta de comunicador y columnista científico en
diferentes medios –incluidas las colaboraciones en Mètode – fue una de las actividades
más destacadas de su trayectoria profesional. Fue inspirador de las páginas de ciencia
de La Vanguardia, que se publicaban los domingos, y colaborador habitual del
desaparecido suplemento de ciencia del rotativo del Grupo Godó. También fue asesor e
invitado regular del programa Einstein a la platja de Betevé. En uno de los programas,
dedicado a la figura de Einstein, Wagensberg se sentó en el plató junto a Albert Einstein.
En realidad, era la figura de cera que está en el CosmoCaixa y que él aceptó que se
desplazara en vehículo por Barcelona, lo que dejó boquiabierto a algún peatón culto al ver
al famoso científico sentado, solo y mudo en un taxi. También colaboró en el programa que
dirigía Joan Barril en Catalunya Ràdio. Wagensberg tenía dotes de orador pero también
dominaba el arte de la escritura. Uno de los géneros que cultivaba era el columnismo
científico. Ciertamente, el dato científico no es opinable, habla por sí mismo, pero la ciencia
tiene muchas dimensiones que permiten la opinión: valorar la trascendencia de una
investigación, su congruencia, o cuál es su impacto social. De esto trata el columnismo
científico que últimamente ha ganado cierto espacio en los medios de comunicación. En
nuestro país tenemos ejemplos de buenos columnistas como Pere Puigdomènech,
Salvador Macip, Claudi Manso, Gemma Marfany, Ramon Folch… En el entorno anglosajón
destaca la reconocida página semanal sobre temas ambientales de George Monbiot
en The Guardian o la habilidad que tenía Oliver Sacks para explicar los problemas
mentales de la gente. El columnismo científico permite poner cara a un dato, facilita
transmitir una idea e ir más allá de la pura noticia. Esto hizo Jorge Wagensberg
en La Vanguardia, en El Periódico y en esta revista hasta pocos días antes de su muerte.
Lo hacía con compromiso, preocupado por las crisis ambientales globales, por los debates

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éticos alrededor de los logros científicos o por los derechos de los


animales. Especialmente mediática fue su comparecencia en el Parlamento de Cataluña
el 3 de marzo de 2010 para pedir la abolición de las corridas de toros en Cataluña.
Consiguió, con la complicidad del personal del Parlamento, introducir una bolsa con los
enseres que usan los toreros: la divisa, la pica, las banderillas, el estoque y otros objetos
punzantes. Levantó cada uno de los enseres por encima de la cabeza y describía su
función que remataba con la frase: «¿Esto no duele? ¡Esto duele!». Al día siguiente las
portadas de la gran mayoría de diarios españoles reproducían una foto de Wagensberg
con uno de aquellos instrumentos y pidiendo la abolición de la fiesta. Wagensberg era
entonces director de CosmoCaixa y a la dirección de la Fundación no le gustó nada su
posicionamiento porque podría ser criticado por muchos españoles aficionados a las
corridas de toros. Wagensberg mostró una vez más su habilidad argumentativa.

La faceta de museólogo

la Fundación la Caixa –hoy denominado CosmoCaixa– en un referente mundial de la


museografia. Wagensberg y su equipo hicieron un museo de autor donde cada exposición
era el resultado de un trabajo de reflexión e investigación. Se quería transmitir información
pero a la vez hacer vivir experiencias y emocionar a los visitantes. Una buena exposición
tiene que explicar una historia. Para Wagensberg, un museo tenía que ser también un
espacio de conversación y de experiencias sensoriales. El eslogan «Toca, toca» se creó
con esta finalidad así como los numerosos talleres y conferencias que se hacen.
«Jorge Wagensberg se sentía ajeno –intruso– en un mundo que ha perdido el Hoy
gusto por la conversación lenta y razonada»

CosmoCaixa, incorporando el legado de Wagensberg, está en proceso de actualización y


adaptación a las nuevas tendencias de comunicar y explicar la ciencia. El biólogo Jordi
Portabella, director del área de Divulgación Científica y CosmoCaixa, y Lluís Noguera,
director del Museo, lideran una transformación del espacio expositivo que está previsto
inaugurar a finales de 2019. El pasado 1 de diciembre del 2018, pocas semanas antes del
primer aniversario de la muerte de Wagensberg, el CosmoCaixa acogió un acto de
homenaje y recuerdo en el que participaron amigos, científicos y músicos.

Escriptor y maestro de aforismos

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