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Durante los aproximadamente mil años que duro la Edad Media es evidente
que la sociedad medieval no permaneció con caracteres inmutables así como
tampoco es una sola la visión que se tiene de este periodo, por ejemplo
Giuseppe Sergi habla sobre la doble visión que se tiene de la Edad Media
cuando señala que “En nuestros días la Edad Media funciona como otro lugar
(negativo o positivo), o como una premisa. En el otro lugar negativo hay
pobreza, hambre, peste, desorden político, abusos de los latifundistas contra
los campesinos, supersticiones del pueblo y corrupción del clero. En el otro
lugar positivo hay torneos, la vida de la corte, elfos y hadas, caballeros fieles y
príncipes magnánimos”.
Para Armando Saitta la identificación de la Edad Media con los “siglos oscuros”
o “dark ages” surgió entre los s. XIV y XV, cuyos orígenes son claramente
humanistas-renacentistas. Del s. XVI al s. XVII, como ha escrito S. Montero
Díaz, “no hubo inteligencia histórica de la Edad Media” de aquellos siglos
tenebrosos solo se salvaban algunos literatos y artistas, es el caso de Dante,
Petrarca, Bocaccio, Giotto, etc., pero mas como precursores del Renacimiento
que como hombres medievales. De igual forma en el s. XVIII se acentuó
todavía más el desprecio hacia los tiempos medievales, pues los hombres de la
Ilustración, que rinden culto al poder absoluto de la razón, sólo veían en los
tiempos medievales oscurantismo, inmovilismo e irracionalidad tal es el caso de
Voltaire quien ve con desdén la intromisión del elemento bárbaro tanto en la
lengua latina como en las leyes.
De igual forma encontramos a Montesquieu (1689-1755) cronista y pensador
político francés que vivió durante la Ilustración, según el cual la decadencia de
Roma se debió a que ésta no solo se germanizo sino que también se
cristianizo. Sirva de muestra la opinión de J. Bodin, gran jurista e historiador,
quien en un tratado de metodología histórica publicada en 1566 señalaba que
la Edad Media no era más que “doce siglos de barbarie universal”.
Sin embargo a partir del s. XIX se produjo una revalorización del Medievo, de
forma un tanto apasionada y carente de rigor crítico, que dio lugar a una visión
de la Edad Media mitificada, llena de leyendas maravillosas, de santos y de
héroes, de caballeros y de cruzados. Como ha escrito José A. García de
Cortázar, “por obra de la magia romántica la edad sombría y tenebrosa se
transformaba en aurora luminosa de la civilización cristiana de occidente. Junto
a las ruinas de los castillos y las yedras que ascienden por las torres de las
catedrales, todo el periodo medieval se veía ahora con una inmensa luz, la luz
del entusiasmo frecuentemente acrítico”.