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Epitafio

Extranjero, yo no tuve un nombre glorioso. Mis abuelos no combatieron en Troya. Quizá en los
demos rústicos del Ática, durante los festivales dionisiacos, vendieron a los viñadores lámparas de
pico corto, negras y brillantes, y pintados con las heces del vino siguieron alegres la procesión de
Eleuterio, hijo de Semele. Mi voz no resonó en la asamblea para señalar los destinos de la república,
ni en los symposia para crear mundos nuevos y sutiles. Mis acciones fueron oscuras y mis palabras
insignificantes. Imítame, huye de Mnemosina, enemiga de los hombres, y mientras la hoja cae
vivirás la vida de los dioses.

Carlos Díaz Dufoo II

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