En este capítulo de la república de Platón se desprenden dos temas a tratar muy
importantes, los cuales son el hombre tiránico y el hombre feliz. Por mi parte, trataré acerca del hombre tiránico, el cual vive sometido a sus pasiones, dando así la impresión de hombre inmoral e infeliz. En un principio el hombre tiránico se generaría en su juventud, donde es una carga para sus padres, pues no solo tienen que mantenerlo a él y a sus caprichos, sino que también deben servirle como si fueran esclavos. Este insolente hombre más tarde llegaría al poder, mostrándose en un principio como alguien bueno, noble, piadoso y defensor de la libertad del pueblo, pero una vez llegado al poder, cambiaría totalmente su posición y así ganaría enemigos. No contento ya estando en el poder, mandaría a matar a cualquiera que se le opusiera a alguna de sus decisiones e incluso que se oponga a su mandato. Este odioso mandatario se mantendría en el poder gracias a sus guardaespaldas. Estos se convertirían en guardianes del tirano y en “amigos” de este, el tirano les pagaría a ellos con el mismo dinero recaudado en el pueblo, es decir, que tanto el tirano como sus allegados sobrevivirían y se mantendrían gracias a los impuestos del pueblo, dando a conocer así que era el mismo pueblo quien elevaba a este impertinente hombre. Algunas características que poseía este caprichoso hombre eran: Poseedor de un alma esclavizada. Acreedor de un Estado pobre, gracias a él. Prisionero del temor. Incapaz de conducirse a sí mismo. Este tirano vivía de fiesta en fiesta y de banquete en banquete, pero solo en su guarida pues como ya he dicho, vivía temeroso de recibir la muerte por parte de sus mismos súbditos, pues quienes lo acompañan en sus fiestas no eran más que personas interesadas en su poder u otros favores. Por ello, el hombre tiránico no era más que un infeliz hombre, incapaz de controlar sus emociones y prisionero de sus propias pasiones, al cual lo conducirían a una muerte desolada y aislada. Para concluir, este hombre tiránico demuestra que un Estado gobernado por este sería inservible e incapaz de conducir a un pueblo, por lo que el Estado apto para estas responsabilidades sería el del filósofo. Con respecto al tirano, este no es más que un hombre sometido por sus pasiones y que dirigido por su egoísmo es capaz de acabar con todo con tal de poder saciar sus caprichos. Sinceramente, no me hubiera gustado ser participe de un Estado que está sometido bajo las manos de un tirano, puesto que viviría infeliz y preso del temor.