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Introducción
V
arios son los términos que nos vienen a la cabeza cuando se menciona la palabra
Economía Colaborativa. Ante tal abundancia de conceptos la confusión está
garantizada. Pese a ello el auge de estas tendencias queda patente en los datos
macroeconómicos.
Con una mirada sociológica al asunto, basta para ser consciente de la lucha simbólica que
surge en el momento de nombrar, definir y categorizar cualquier hecho o fenómeno social
(Bourdieu 1985). Una lucha simbólica entre grupos sociales que pugnan por imponer su
representación colectiva de la realidad en ese ámbito en concreto. En otras palabras, cada
uno intenta definir el nuevo concepto cómo le conviene.
¿Es la solidaridad el factor clave del surgimiento de la economía colaborativa o más bien
estamos ante una nueva ampliación del capitalismo?
¿Realmente existen una serie de formas económicas que se puedan agrupar bajo el
nombre de economía colaborativa?
Sin embargo, esta definición general no logra resolver la dicotomía entre solidaridad y
mercado, adolece de una visión profunda que nos permita integrar dentro de un mismo
concepto fenómenos tan diferentes como Airbnb, los bancos de tiempo, blablacar, las
monedas sociales…
La sociología nos aporta herramientas clave para poder superar la esta dicotomía. La clave
está en preguntarse no sólo que está pasando sino por qué.
Dos serían las claves en éste proceso, un cambio de valores (una progresiva
individualización y mercantilización de la sociedad unida a una búsqueda de valores
tradicionales que propicia un resurgimiento de redes de solidaridad) y las facilidades que
dan las tecnologías de la información. Podríamos decir que la economía colaborativa se
basa en una mercantilización de la solidaridad, en la medida que recupera formas
económicas tradicionales basadas en redes comunitarias y les aplica la lógica del mercado
capitalista actual.
La dicotomía de opinión por parte de la opinión pública muestra en cierto modo que ambas
características están presenten a la vez en ésta forma económica. Por mucho que pueda
chocarnos el binomio solidaridad-mercado no tienen por qué ser contradictorio, y eso
demuestran cada día millones de usuarios en Airbnb, blablacar, amovens, Kicktarted…
Conclusiones
En las crisis dicen que nacen el ingenio y la necesidad de crear algo novedoso; son
siempre oportunidades. El caso de la nórdica región italiana de Emilia – Romaña, se la
expone como un ejemplo claro de colaboración entre todos sus actores productivos en
redes. Desarrollo económico territorial impulsado íntegramente por sus actores. Había que
reorganizarse, tejer lazos sociales, planificar mancomunadamente entre los sectores
productivos primarios, profesionales y de los actores que están en la administración del
Estado.
Bibliografia
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