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Se ponía la camisa bajo el pantalón, en su soledad nadie vería eso, de otra época, parece un

hombre algo así como mi padre solo con un cinturón, se miraba al espejo esperando encontrar
algo diferente, un rasguño, una cana, una sonrisa, algo que hiciera este día otro día, cansado como
el mismo apago el hervidor que tiraba el vapor incesante, una caldera de burbujas, odiaba ese
sonido, echo el agua en la taza y vio como dejo de ser blanca para respirar el café que todas las
mañanas tomaba, se sentó en la silla de siempre, sabía que le quedaba una hora para entrar a
trabajar, media hora para viajar en micro, diez minutos para arreglarse en el baño, orinar, lavarse
la cara y sacarse ese olor a café que alguna mañana lo entusiasmo, estaba tranquilo sentado,
pensó en la mujer que le brindo su amor, su amor rasgado, acogedor y desfigurado a la vez,
imperfectamente perfecto para el… le hubiera gustado tenerla alado para decirle eso, para decirle
un millón de cosas también pero en cambio se quedaba callado, le hubiera cruzado la cintura y le
hubiera dado un beso en su cuello blanco, las palabras se le quedaban en los ojos y las imágenes
en la cabeza… se levantó, habían pasado veinte minutos, hiso lo que tenía que hacer, tomo el
celular, vio la hora, cerro la puerto, le puso llave, vio la hora y camino

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