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PEDAGOGÍA DEL

JUEGO Y LA LÚDICA
El juego como factor del
protector de los niños
 TILTULO DE LA CARTILLA

Juego y Desarrollo Integral


Las actividades grupales e individuales que involucran acciones de juego
estimulan en los niños el desarrollo del Yo social, debido a que, jugando los niños se
ven obligados (voluntariamente) a contribuir en una interacción directa entre los
jugadores, donde cada uno de estos tiene en el juego la necesidad de
comunicarse, ponerse de acuerdo y ampliar el conocimiento relacionado con el mundo
social y el mundo físico, es en el “juego simbólico”1 donde el niño crea y vive
nuevas maneras de relacionarse, a través del juego, vive diversas situaciones en las
que se van desenvolviendo características y rasgos propios de su personalidad.

En esta experiencia de juego simbólico colectivo, decimos con Harris2 que la


simulación colectiva necesita de la comprensión y la adaptación de una situación de
un participante a otro(s), en la medida en que se construyen episodios creíbles en el
juego; estas experiencias se van cristalizando en la realidad del juego como algo
vivido e interiorizado subjetivamente, ya que el vínculo entre Fantasía- Realidad
permite que varios niños se introduzcan en una historia creíble, “con ritmo y
armonía”, como lo entiende Jean Duvignaud3, en donde se requiere de los niños
ponerse de acuerdo en el hacer y en la percepción de las situaciones, dando
emergencia a la complicidad, la continuidad (y discontinuidad de la situación
misma) y a la creación, que necesariamente implica seguir el hilo o bifurcar la historia
a múltiples posibilidades.

Aquí, la capacidad creadora de los niños no se restringe solamente en repetir


situaciones o experiencias de la vida cotidiana (simplemente como impulso

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reproductor), sino, a la vez, que concertadamente se permitieron distorsionar la
realidad y crear nuevas experiencias que involucraron a nuevos jugadores y
nuevos roles en el juego.

Otro aspecto importante es el lenguaje de los niños en el juego, en donde se


llaman unos a otros constantemente “amigos”, seguramente saben sus nombres,
pero ¿por qué darse ese adjetivo de manera constante? o ¿será que ese
reconocimiento de la existencia del otro en el juego, permite dar un nombre
generalizado al jugador por el cual el otro se puede convertir por ejemplo en
“carpintero”, “explorador”, ”papá”, ”hermano” o “medico”, lo que quizás implica no
reconocerlo necesariamente como Juan…, Camilo…, Sandra…, o mi compañero de
clase? Lo que se valora aquí es esa capacidad de asumir roles, situaciones y
personajes en un juego descriptivo en el que esa socialización se da desde un
lenguajear afectivo, solidario, de reconocimiento, de libertad, de emotividad, es decir,
a partir de la resignificación de un otro u otra ya reconocido en el juego.

El Juego facilita el aprendizaje y el saber-hacer

Una de las percepciones de los adultos (padres de familia, cuidadores, maestros, etc.)
que han participado o sus propios hijos han estado en programas que se preocupan
por la infancia, ven el juego como actividad que únicamente les permite a los niños
pasar un rato agradable (lo cual es también necesario en cualquier etapa de la
vida). Pero esto es solo un apercepción desde el sentido común, en cuanto a que el
juego visto desde la superficialidad no permite ver los procesos de aprendizaje que
en sí mismo provoca, constituye y potencia. Mientras en la escuela tradicional se
observa la educación como una adquisición de “conocimientos” con dinámicas

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repetitivas y que en algunas ocasiones no exigen el desarrollo de procesos
integrales cognitivos, en el juego, en la dinámica de jugar, se van adquiriendo
aprendizajes que influyen considerablemente con aprendizajes que transforman el
pensamiento, la socialización, el lenguaje y la personalidad de los niños y las niñas
que juegan.

Según Wallon4 “la actividad lúdica, tiene motivaciones intrínsecas que permite una
experiencia que tiende a realizarse a sí misma, que no tiene metas o finalidades
extrínsecas”, el juego es un fin en sí mismo5. Entonces, teniendo en cuenta todo lo
anterior decimos que el juego denota un desarrollo integral, que influye
potencialmente en el desarrollo del pensamiento y que contiene un proceso de
aprendizaje que además es agradable y a la medida de las necesidades de los niños
que lo juegan, paralelamente, el juego genera vínculos de confianza y de unión en las
familias en general.

El juego como experiencia creativa


La observación de los diferentes juegos que los niños y las niñas realizan dejan
entrever que en cada juego se van surgiendo elementos nuevos, por ejemplo, nuevos
roles, nuevas situaciones, nuevos elementos (objetos), nuevas reglas, nuevas
construcciones que generan episodios diferentes y que han sido producto de la
invención de cada uno de los niños y las niñas. Esta experiencia está ligada a la vez
al desarrollo del pensamiento al cual les permite que cada vez más experiencias les
den el poder de complejizar sus juegos y hacer uso de su capacidad creadora. Para
Bruner “el juego es una forma de usar la inteligencia. Es un banco de pruebas
en el que se experimentan formas de combinar el
pensamiento, el lenguaje y la fantasía6”.

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Es importante estar atentos a esa experiencia que ayuda a que se evidencien los
atributos del juego, el “saber hacer” y al experimentar el desarrollo como algo natural
que en el cerebro activa la sinapsis, donde la capacidad cognitiva se ensancha y
genera mayores experiencias que de manera inherente al juego van
apareciendo.

En el momento de crear a partir del juego, los niños y las niñas empiezan a
construir desde sus propias experiencias, lo que Vigotsky7 señala como la “capacidad
reproductora” donde se evidencian huellas de impresiones vividas, sin embargo esa
capacidad creadora no se queda estancada en reproducir lo vivido, es necesario
para el ser humano generar desencadenantes, dar poderes a los objetos, proyectarse
a nuevas y complejas maneras de jugar o de dar solución a
posibles problemas, esto es, dar lugar a la “capacidad creadora o Combinadora”
donde el cerebro no se limita a ser un órgano capaz de conservar o reproducir lo
vivido, es también un órgano capaz de reelaborar y crear con elementos de
experiencias pasadas, es en esta etapa donde a partir de la imaginación se dan
respuestas a las inquietudes de los niños, donde pueden dar justificación al producto
de su juego y es allí cuando lo creado empieza a tener una razón ya que le permite
no quedarse con la realidad de la cotidianidad y de su entorno, se permite
reelaborar sentidos, nuevas maneras de vivir (con calidad de vida) dar soluciones a
los problemas del mundo adulto y esas soluciones se vuelven practicas cuando
hay una construcción elaborada por sus propias manos, donde se plasma en un
objeto lo considerado en el pensamiento (en lo imaginado).

¿Cómo es el juego un facilitador de la


convivencia?

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Es importante iniciar este viaje, con una primera ruta en la cual, se instale un
escenario propicio que permita abrir una oportunidad en donde refiriéndonos a
Winnicot, quien desde sus planteamientos “Resalta la importancia de lo afectivo social
del juego en la infancia”8 podamos entonces ofrecer un camino, que nos conduzca a la
posibilidad de preguntarnos ¿Cómo el juego facilita la convivencia?,
¿Cómo se da la aceptación del otro en el juego? ¿Qué problemáticas y/o
conflictos se dan o se recrean en el juego? Partiendo de la movilización que se
genera después de realizar este tipo de cuestionamientos es necesario hablar de
lo que es la convivencia, entendiéndose como “aquel estado en el cual una pluralidad
de individuos diversos y diferentes se tratan entre sí en términos de reconocimiento,
tolerancia e imparcialidad, pudiendo así vivir unos con otros de manera pacífica y
segura”9. Los valores que rigen esta convivencia - conviene repetirlo - son: el
reconocimiento que alude a la diversidad, la tolerancia que alude a la diferencia y la
imparcialidad que alude a la igualdad, porque es en torno a la comprensión,
aceptación y práctica de estos valores que debe girar un proceso educativo orientado
a formar para la convivencia.

La convivencia es, solamente, la base y fundamento para la vida social. Es


preciso, para alcanzar los niveles superiores de la organización social, tales la vida
política y la vida moral que requieren formas complejas de interacción en términos de
normas, valores y fines, superando el mero reconocimiento por el respeto, la simple
tolerancia por la comprensión y la debida imparcialidad por el genuino interés por
el otro.

Es aquí, donde precisamente nos encontramos que esos valores y toda esta armazón
se dan en el momento de jugar, es la posibilidad de comprender que en la vida

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cotidiana, como bien lo señala Humberto Maturana “No le permitimos al otro ser sí
mismo y le exigimos continuamente la auto negación para satisfacer nuestras
aspiraciones. Así no hay armonía posible, no hay respeto por la
legitimidad del otro ni confianza en ella”10 cuando desde la relación de
“horizontalidad" que da el juego, se va disponiendo esta atmosfera, podemos estar
hablando de la creación de espacios que favorecen la convivencia, estando entonces
la posibilidad de comprender mis necesidades y las necesidades del otro.

Es jugando cuando nos damos la oportunidad de comprender a partir de la


vivencia las situaciones que giran en torno a la disposición de interiorizar unas reglas,
esa posibilidad de convocar frente a un interés común es la circunstancia
que se dispone para transformar y construir. Es así como desde esta situación
puntual se reconoce que para poder desarrollar un juego que les genera placer y
goce, se bebe acondicionar un espacio partiendo de una de las reglas que ellos y ellas
construyeron. La misma actitud de protección al cumplimiento de esta regla deja ver
que existe una apropiación de convicción frente a su permanencia y el por qué es
necesario que no se infrinja.

En esta misma perspectiva de bagaje a partir de la experiencia en relación con las


situaciones que se evidencian en el momento de jugar en el marco de la convivencia.

El juego y la convivencia desde la relación consigo


mismo

Dentro de la misma complejidad que es el ser humano en cuanto a su relaciones, este


viaje por el juego y la convivencia, no podía dejar de reconocer esa neutralización de
la colectividad, para comprender que para poder enfrentarnos a los demás, debe

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haber un proceso de reconocimiento desde lo individual, es por ello que
reflexionando a partir de Humberto Maturana “El hacer de nuestra vida cotidiana es
primario en el sentido que – nos guste o no – constituye el punto de
partida de todo lo que hacemos y sobre lo que reflexionamos”11.

Es aquí donde esa particularidad que se en los seres humanos, de permitir que otros
ingresen a mi espacio, va ligeramente ligado a las experiencias personales de cada
quien, ya que si no han sido muchas las relaciones que se generan desde la
colectividad, la indisposición individual para trascender estos espacios, se va a ver
limitada por una afectación que rodea el estado de una sola persona y como esta se
puede pluralizar, teniendo en cuenta que suponemos que sus contextos inmediatos no
les ha dado la oportunidad de conocer otros tipos de personas y formas de
relacionarse, por ello creemos que lo demuestran con su apatía, introversión y
desconfianza, sin embargo al final del proceso de tres sesiones de juego con el
mismo grupo de niños y niñas, observamos que juegan más entre ellos mismos, ya
que en el primer momento jugaban pero solos no dando lugar a

¿Cómo comprendes tú el juego como factor protector?

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