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Las noticias que llegan desde el interior del país siguen siendo incompletas, pero
con la vuelta de la electricidad y de internet, el corresponsal venezolano Jeanfreddy
Gutiérrez Torres, de nuestro medio aliado Mongabay Latam, realizó un relato
exclusivo sobre los días de oscuridad que vive ese país.
Durante el quinto día del último apagón eléctrico nacional, el más largo en la historia
de Venezuela, alrededor de 20 millones de personas no contaban con agua
porque la infraestructura había dejado de funcionar.
La escasez de agua potable es cada vez más habitual en Venezuela, antes uno de
los países más ricos y avanzados de América Latina y ahora un estado
fallido,según muchos. De acuerdo a un informe de 2017 del Ministerio de
Ecosocialismo, el mantenimiento regular de los depósitos no se ha llevado a cabo,
las plantas de tratamiento de aguas no se están reparando y las cuencas no se
están reforestando. Un estudio de la ONG ambiental Coalición Clima 21 muestra
que el 72 por ciento de gente en Caracas ha experimentado un servicio de agua
deficiente por parte del gobierno.
Y llegó la oscuridad
Sin embargo, cuando corrió la voz de que todo el país estaba sin electricidad, surgió
un nuevo temor. Con el paso del tiempo no había ni cadenas de televisión ni de
radio en antena, no había servicio telefónico ni internet. Las noticias reales, los
rumores y la desinformación circulaban de boca en boca.
Alerta temprana
La gente creyó la versión oficial de la explicación del apagón tan poco como otras
explicaciones del pasado. Hace una década, se culpó a animales de grandes
apagones: una iguana que había mordido un cable de alta tensión o las heces de
un buitre en una torre de transmisión. Esta vez sostuvieron que la causa era el
sabotaje, un supuesto “ciberataque” o un “golpe de estado eléctrico” que había
afectado a las instalaciones hidroeléctricas clave de la nación, la presa Guri en el
río Caroní en el Amazonas, responsable de generar el 80 por ciento de la
energía eléctrica de Venezuela.
Lo que yo viví
Dando una vuelta por la ciudad de Maracay, esto es lo que vi: colas muy largas de
gente en gasolineras intentando conseguir combustible pacíficamente para
generadores y coches, y en las fábricas de hielo para buscar formas de
conservar la comida y las medicinas vitales como la insulina.
Otro problema durante el apagón fue el dinero. Sin electricidad ni una plataforma
bancaria en funcionamiento ni suficiente efectivo en Venezuela, había que encontrar
una solución. Para febrero, solo el seis por ciento del dinero disponible en las calles
procedía de billetes venezolanos, según el Banco Central de Venezuela. Eso
significa que, con un tipo de cambio de 3300 bolívares por dólar, todo el dinero
disponible combinado para una población de 28 millones de personas era de 45
millones de dólares. Esto corresponde a 1,6 dólares por persona. En estas
circunstancias, la única solución era utilizar la moneda de EE.UU.
La basura acumulada sin recoger sirve de alimento y refugio para las ratas en la
Caracas urbana. La recolección de basura es uno de los muchos servicios que antes
se daban por hechos pero ya no están disponibles en Venezuela.
El sistema sanitario del país era una preocupación importante. La mitad de los
hospitales de la nación no tenían electricidad auxiliar o sus suministros de reserva
estaban dañados; tampoco tenían agua. Se temía que miles de pacientes renales
murieran por falta de diálisis. Las salas de maternidad y de emergencias, e
incluso las clínicas privadas, empezaron a rechazar pacientes.
Parece ser que los peores disturbios ocurrieron en Maracaibo, ciudad costera,
capital del estado de Zulia en el núcleo de la producción de petróleo y
la degradación ambiental de Venezuela. Más de 500 comercios fueron
saqueados, 43 personas murieron en los hospitales durante el apagón y muchos
más tuvieron que ser atendidos de urgencia a causa de heridas de bala o cortes de
cristales tras la explosión de revuelta y caos de la ciudad. El congresista José
Manuel Olivares declaró que los hospitales públicos habían evitado 26 muertes
relacionadas con el apagón, pero seis de los fallecidos eran bebés recién nacidos.
La ausencia de electricidad puede haber causado 875 millones de dólares en
pérdidas. Pero el 22 de marzo, el congresista Ángel Alvarado calculó un nuevo total
de 4 mil millones de dólares. Esta información aún no se ha confirmado.
Buenos samaritanos
Se multiplicaron los héroes anónimos. Los vecinos ayudaron a una mujer anciana
en silla de ruedas a subir 15 plantas hasta su piso; un servicio de lavado de coches
ofreció agua gratis a los ciudadanos; las farmacias de Barquisimeto ofrecieron
neveras para las medicinas, y en Cabudare, los vecinos conducían para llevar agua,
electricidad y comida para los que lo necesitaban de forma más urgente. Una fábrica
de helados, al no poder mantener sus productos fríos, los repartió de forma
gratuita en las comunidades vecinas, aportando felicidad a las horas de
oscuridad.
Las medidas oficiales no llegaron tan rápido. Los medios controlados por el gobierno
no ofrecieron ninguna información acerca de los hospitales con electricidad ni los
camiones de distribución de agua, pero proporcionaron un flujo continuo de
información que alababa al gobierno. En una conferencia de prensa, el ministro de
defensa Vladimir Padrino López declaró que “por suerte, en las primeras 72 horas
[de apagón] no había nada de lo que informar”. Para entonces, el presidente Maduro
había aclarado la versión oficial que explicaba el apagón: afirmó que un rayo
electromagnético con origen en Houston y Chicago se había empleado para
inhabilitar la red eléctrica de Venezuela.