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— Mano.

—Sentenció sin despegar sus ojos de los carros que iban y venían recorriendo la avenida
principal de la ciudad, calculando el tiempo que aún debía transcurrir para el cambio de color en el
semáforo y, hasta podría apostar, que renegaba mentalmente sobre la falta de un puente peatonal que
ahorraría el tiempo desperdiciado. Gustosa enredé mi brazo con el suyo y entrelacé nuestras manos, el
pequeño apretón que recibí me hizo saber que ya era momento de cruzar de manera civilizada la calle.
O, bueno, hice que corriera aun teniendo un minuto entero para atravesar, la no tan extensa vía.

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