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Éxodos, muerte y travestismo

Pedro Lemebel. Adiós, mariquita linda.


Editorial Planeta, Santiago, 2006.

Nelly Richard1

1. Si hay (entre periodismo y literatu-


un lugar ra), de quienes practican vira-
o, mejor jes de identidad (entre mascu-
dicho, un lino y femenino), de quienes
no-lugar cruzan las fronteras origina-
en el que rias del ser y del pertenecer
coinciden para esquivar tanto la mono-
la crónica tonía de la repetición como la
y el tra- dogmática de lo Uno.
vestismo La seña del adiós que com-
es en la figura –trashumante– pone el título del libro (Adiós/
del viaje. Lo que hace la cró- mariquita linda) reúne y con-
nica del viajero que renuncia densa las deslocalizaciones
a lo conocido, que se larga a del yo a las que nos invita
la aventura de una geografía Lemebel: géneros mutables,
otra, lo estrena cosméticamen- identidades fugitivas, cuer-
te el travestí cada vez que se pos migrantes, sentimientos
zafa de sí mismo para mutar encontrados, pasiones al re-
de personaje. Estas crónicas vés, deserciones múltiples. El
de Lemebel anudan el viaje y exotismo de la máscara doble-
el travestismo a la fugacidad mente cosmetizada de Frida
de lo pasajero, de lo no defini- Kahlo que adorna la tapa del
tivo. La crónica –como género libro – una máscara retocada
tránsfuga–, se propone en este en su ornamentación prime-
último libro de Lemebel reco- ra por un segundo maquillaje
ger las andanzas y las mudan- corrido– habla de una inago-
zas de quienes viajan a otros table sed de otredad de sí, de
lados (entre norte y sur), de lejanías y de irreconocimien-
quienes cambian de género tos, de despersonalizaciones y

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transfiguraciones, que se vale imagen y semejanza de cómo el
del “adiós” para dejar atrás la sobredecorado lingüístico de la
familiaridad de lo mismo, de metáfora que, desde su primer
uno mismo, del sí mismo. libro, persigue a Lemebel como
a una sombra, se venga –sinuo-
2. Como siempre, la deriva samente– del recto sentido y del
homosexual de Lemebel pre- bien decir, de la erecta verdad.
cipita en su errancia urbana La circulación –el eterno cir-
los desechos de una ciudad cular– es el modo urbano que
anegada por las corrientes de les corresponde habitar a estos
injusticia que desata la má- cuerpos sin domicilios ni perte-
quina neoliberal. Irrumpen nencias, sin refugio de identidad,
nuevamente en este libro la zigzagueando entre los crueles
sordidez de las carencias des- renglones de la educación y del
figuradas por el mal gusto y consumo nacionales, esos cuer-
la humillación, el mal trato de pos evaden cualquier paradero
las biografías sordamente perfo- y casilla para sortear lo desigua-
radas por la amargura del resen- litario del sistema no dejándose
timiento. atrapar siquiera por los recuen-
Los cuerpos en acción dentro tos estadísticos de la sociología
de este libro son todos ellos cuer- de la marginalidad.
pos desertores, que se han fuga- Nada de lo que circula –vaga-
do de las cartografías del orden, bundo– en este libro alcanza a
de la moral y de la riqueza. Son detenerse. Ni la escritura se toma
cuerpos que despliegan sus as- el tiempo de meditar sobre su
fixiados lenguajes de la condena condición de texto porque –en
social y sexual, en las periferias tanto crónica– la urge su plazo
descompuestas de un cotidia- de entrega al diario. Ni los arre-
no a la intemperie. Los ritos de pentimientos del día siguiente
sobrevivencia de estos cuerpos logran frenar los caóticos impul-
noctámbulos son necesariamen- sos de trasnoche que derivan en
te turbios y derrochadores, ya la borrachera como final anun-
que nada los ata a las reglamen- ciado. Ni los amores fortuitos,
tadas economías productivas de cuando sobreviven al equívoco
los quehaceres diurnos. La ba- de una noche, llegan a cristali-
rroquización del deseo es el úni- zarse en uniones duraderas. Este
co subterfugio que les permite a incesante desbande del huir en
esos cuerpos insumisos burlar la desorden, del perderse en la des-
rigidez y la escasez. Y lo hacen a echabilidad del momento sin más

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rescate que lo precario, suprime viaje, desacelera sorpresiva-
toda realización de continuidad mente la vertiginosa combus-
a favor de una vorágine de lo ins- tión que arrastra todo el libro
tantáneo, de lo casual y de lo im- hacia el paroxismo. Los dibu-
provisado. El viaje y la crónica, la jos evocan un trayecto que va
noche y los encuentros sexuales, del despliegue al repliegue;
el libro mismo, se dejan marear un trayecto inverso al que, en
fácilmente (quizás demasiado el resto del libro, busca exte-
fácilmente) por el vértigo de la riorizarlo todo en la divulga-
proliferación errática. ción de una sexualidad hecha
pública mediante la anécdota
3. En medio del frenesí de tan- –y el anecdotismo– de cróni-
tos encuentros volátiles, los cas ya demasiado ventiladas
lectores se topan –en las pági- por los medios.
nas del libro– con la reproduc- En ausencia de confiden-
ción de croquis dibujados por cias íntimas más comprome-
el autor en el curso de uno de tedoras (o más desoladoras)
sus viajes a Perú. Se sabe de sobre la disipación sexual del
la irreverencia que exhibe Le- personaje Lemebel que sacia
mebel frente a las pedagogías habitualmente la curiosidad
letradas de los saberes cultos. de sus lectores de crónicas, los
Sin embargo, una mano apren- dibujos del autor exhiben aquí
da, guiada por alguna enci- el discreto pliegue interior de
clopedia del dibujo, se aplica un secreto todavía inconfe-
aquí en trazar líneas que, por sado. El recóndito secreto de
una vez, no son de fuga sino estos dibujos compensa la so-
de retención, apoyadas en una breexcitación del goce sexual
vaga prótesis académica. que llena las crónicas, con el
El candor expresivo del pudor de sus láminas aún sin
delinear y sombrear de estos traficar.
dibujos que parecen confiar
en una paciencia del oficio, 4. A primera vista, todo lo
nos revela que no todo Leme- que circula en este libro si-
bel se agota, frenético, en la gue el ritmo movedizo y ol-
extraversión del lucimiento vidadizo de las errancias y
performático. El discreto pa- los tránsitos que se consumen
satiempo del dibujo (apego y en el día a día. Como un gé-
retraimiento) con que Leme- nero del suceso fugaz que se
bel ilustra sus impresiones de escribe al vuelo del acontecer,

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a la crónica le viene bien lo El “adiós” del título (Adiós,
no-fijable; palabras al viento, mariquita linda) oscila entre
amores de una noche, geogra- nomadismo y sedentariedad;
fías en movimiento, sexuali- entre, por un lado, las pulsio-
dades errabundas, cartas de nes libidinales de los tráficos
despedida, licencias varias. instantáneos y, por otro, el de-
Lemebel privilegia el éxodo cepcionado romance de una
como pasión del deambular, vida en común que fracasa
del vagar fuera de los orde- a cada vez que el chico de la
namientos y controles. Pero calle deja la casa para retor-
no todo en el libro es pulsión nar a su campo de revolturas
nomádica, ni desterritoriali- urbanas. El “adiós” del título
zación de los afectos. Por un consagra este paisaje del ir y
lado, vibra el hambre callejero venir, del dejar y del ser deja-
de roces sexuales entre cuer- do, del rondar ambiguamente
pos sin anclas, que tienen su por los escenarios de la parti-
eje de rotación en el vértigo da y de la separación: tirone-
desencadenante de lo múlti- ado entre el súbito goce de lo
ple. En ese caso, el “adiós” del imprevisible y la prolongada
título (Adiós/ mariquita linda) nostalgia del abandono.
celebra la excitación de lo des-
conocido siempre dispuesta a 5. Las incursiones de Leme-
arriesgarse a la promiscuidad bel no sólo transitan por los
de un levante cualquiera. Pero nocturnos senderos del deseo
por otro lado, un tenaz an- callejero. Las crónicas tam-
helo de sedentariedad lleva bién relatan las desventuras
la loca enamorada a vivir el de Lemebel autor que se des-
dulce sueño de la conviven- plaza por el feble tinglado de
cia hogareña con su pareja del la institucionalidad cultural
momento, en busca de alguna de la transición chilena. Le-
viñeta kitsch que enmarque mebel responde –”por unos
su fantasía de conyugalidad. mangos”– a las decaídas in-
Es entonces cuando Lemebel vitaciones de ciertos viajes a
recurre al romanticismo po- provincia que, según el libro,
pular de lo femenino-senti- concluyen todas en descala-
mental (las cartas de amor, las bro. Lemebel se venga de la
letras de bolero), para exaltar recompensa mediocre que le
una sensiblería amorosa que ofrecen estas giras munici-
sufre con el “adiós.” pales, con la pachotada y la

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escandalera. Naufragado en que la capacidad de transgre-
el sexo y el alcohol, Lemebel sión cultural de este yo pro-
busca castigar, con su “portar- blematizador corre el riesgo
se mal,” las cuidadas expec- de volverse problemática en la
tativas de sus promotoras del medida en que el espectáculo
marqueting. travestí, con una simple volte-
Pero, ¿qué nos garantiza reta de más, puede –inadver-
que las fachadas del pluralis- tidamente– terminar siéndole
mo democrático no esperan lucrativo al carnaval de las
precisamente del rebelde, del imágenes mediáticas que no
icono contra-cultural, que su alcanza a distinguir entre pa-
personaje deforme aún más rodia y simulacro.
la caricatura de la transgre- La transa no sólo evoca en
sión para que los excesos de este libro la negociación sexual
la noche terminen calzando de los cuerpos intercambia-
finalmente con el reventado bles por dinero. Más comple-
estereotipo de la marginali- jamente, la transa designa las
dad bohemia, y para que el transacciones de la transición
sistema pueda así fingir que por las que ha tenido pasar
su concierto de la tolerancia Lemebel, preguntándose una
integra hasta el desacato? y otra vez cómo no defrau-
Lemebel ha sabido conver- dar lo popular (su memoria
tir brillantemente la aparición biográfico-político-afectiva)
pública del cuerpo extrava- sin dejarse engañar por la po-
gante (del cuerpo travestí) en pularidad. La transa designa
una revoltosa denuncia capaz la insidiosa zona de pasajes
de fisurar, en más de una opor- y conversiones, de castigos y
tunidad, los códigos normali- falsas retribuciones, de tajan-
zadores con que la Transición tes rechazos y aceptaciones a
ha buscado tranquilizar ha- medias, en la que el polémico
blas, conductas y apariencias. y batallante emblema de la di-
Lemebel ha sabido incomodar sidencia sexual puede, de re-
y desacomodar los tópicos del pente, verse refuncionalizado
oficialismo cultural, luciendo por los medios como una ex-
un yo problematizador que centricidad tolerable. La tác-
se opone a los silencios y los tica de Lemebel ha sido, hasta
abusos de la dictadura y de la ahora, la del contrabandista: la
transición. Pero Lemebel sabe de quien cruza las fronteras con
también (creo que sí lo sabe) pasaportes falsos e identidades

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cambiadas, para traficar disi- curso –usando una moral in-
muladamente –haciéndose la versa– capaz de serle fiel a las
“loca”– géneros y materiales penurias de las vidas carentes.
prohibidos. El travestismo le Pero, ¿puede la falta de cálcu-
ha servido de resquicio, de lo y de medición crítica de las
suplantación y de usurpación distancias –una falta marcada
para infiltrar ciertos conteni- por el pronunciado gusto de
dos ilegales (la protesta social, Lemebel hacia las caídas y los
el reclamo político, la denun- tropiezos– sortear la comple-
cia ciudadana) en la relajada jidad territorial de cómo los
cultura de los medios. Esta límites de inclusión/exclu-
acrobacia de las identidades sión de las diferencias nego-
simulativas requiere de un vi- cian hoy su suerte, haciendo
gilante y minucioso cálculo en que el escándalo se travista de
el que se mide el efecto crítico sensacionalismo?
de un paso hacia delante, de un
paso hacia atrás o de un paso 6. Lemebel ha querido siem-
hacia el lado. Calcular estos pre esquivar las corrientes de
pasos supone tener en rigu- sentido que buscan amoldarlo
rosa cuenta los fluctuantes –y en alguna convención de rol y
traicioneros– límites de acep- fijeza de identidad, usando el
tabilidad de un sistema que, travestismo como galería de
al igual que la loca travestí, retratos trucados. Lemebel ha
también sabe de corrimientos hecho del doblaje, de la simu-
y de oblicuidades. En el caso lación y del escamoteo, una
del Lemebel que narra este vía de escape para que sus
libro, el extravío del sexo y identidades prestadas dejen
del alcohol como desenlaces de ser fácilmente reconocibles.
festivos de un yo incontro- Quizás sorprenda en este libro
lable se opone a una severa un yo de la narración biográfi-
economía político-conceptual ca tan próximo a sí mismo, tan
de los márgenes. Muy por el vivencialmente centrado en
contrario, el libro apuesta a una primera persona del au-
la explosividad de los bordes tor que narra lo ocurrido sin
de riesgo que, al jugarse a pér- más disfraces que el de ser su
dida, llevan todos los límites protagonista real; sin más cos-
a la perdición. Es como si la mética literaria que la de su
no-ganancia hecha desborde edición periodística. Es posi-
y malgasto, fuese el único re- ble llamarle falla a este exceso

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de naturalidad de lo ocurrido calipsis cuyo imaginario reco-
tal cual en el lenguaje directo rre el libro como un fantasma
de la crónica que, al carecer creativo. Pero hay algo más lú-
aquí de un retoque suficien- gubre en la señal de duelo de
temente novelesco, contradice la portada con la que Lemebel
el supuesto travestí de los en- dramatiza su aparición para
mascaramientos que la “loca” hablarnos de desapariciones.
lleva a un despliegue de estilos. En la portada del libro, el
Pero si de falla se trata, ésta se recorte del título que lleva la
ve corregida por la magnífica palabra “adiós” ocupa deba-
elaboración de la portada fo- jo del retrato de Lemebel la
tográfica que logra transfigu- misma posición que el cartel
rar el realismo del puro suce- de los familiares de desapa-
der reivindicando para sí las recidos que llevan la foto de
mediaciones de la torsión y de sus seres queridos adherida al
la contorsión que parecían fal- pecho. Basta esta correspon-
tarle a lo biográfico-escritural. dencia formal para sugerirnos
La sobreactuación fotográfica que el “adiós” del título cita
de la portada del libro y su hi- metafóricamente la tragedia
permontaje estilístico compen- de las desapariciones cuya
san la ausencia de una pose muerte en suspenso todavía
retórico-literaria cuya falta, en oscurece el rostro de Lemebel
el interior de sus páginas, deja travestí.
demasiado al desnudo (sin En esta portada fotográfi-
suficientes revestimientos ni ca, se dan cita –conmovedo-
travestimientos) el anecdotis- ramente– dos despedidas:
mo cultural de “la pasada” de por un lado, la metamorfo-
la crónica por los medios. sis del travestí que juega con
Ya Frida Kahlo había sido apariencias suntuarias (apa-
estampada en la portada del riencias de más) para decir-
primer libro de Francisco Ca- le “adiós” a su insuficiente y
sas (“Sodoma mía”) donde el malograda identidad de todos
autor llevaba en la frente la los días y, por otro, la historia
simbología de la muerte. Y pu- (la historia de menos) de un
diera ser que esta portada del tiempo sombrío de enluta-
libro “Adiós; mariquita lin- mientos postdictatoriales –de
da” recuerde ahora a esta otra atormentados adioses– que
Frida, en un sentido “adiós al Lemebel ha hecho valiente-
pasado de las Yeguas del Apo- mente suyo en su profesa soli-

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daridad hacia las víctimas de actuación política y cosmética
los derechos humanos. El gris de un yo ornamentado y ator-
fantasmal y crepuscular de mentado que, desde esta por-
esta portada fotográfica que tada complejamente dual, le
melancoliza el “adiós” de una dice “adiós” a lo que pudo ser,
desdicha que les es común a lo que fue y también a lo que
al Lemebel travestí (con una no fue, a los que ya se fueron.
fama a cuesta que a veces le
resulta sobrante) y a los des-
aparecidos (con la verdad y la Nota
justicia de la muerte todavía
1 Crítica y ensayista, estudió
fallantes). Ese gris enlutado ha
Literatura Moderna en La Sor-
sido fríamente pensado para bonne, París. Directora de la
que nadie se crea enteramente Revista de Crítica Cultural, des-
el cuento de que lo que ocurre de 1990. Se desempeña actual-
en este libro es pura carcajada. mente como Directora de Ex-
Lemebel comediante y Leme- tensión Académica y Cultural
bel denunciante comparten la de la Universidad ARCIS.

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