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Muy probablemente, la Primera carta a los corintios fue escrita durante la larga
estadía de Pablo en Éfeso, hacia el año 55 o 56. Los datos que poseemos son los
siguientes:
a) Pablo evangeliza Corinto hacia el año 50 según nos enseña la consideración
atenta de los datos de Hch 18,1-17, sobre todo el v.12, que informa que Galión era
procónsul de Acaya en el tiempo en que Pablo se ve obligado a huir de la ciudad. Este
dato es confirmado por la estela de Delfos, donde se acredita que Galión fue procónsul
de Acaya a finales del 51 (o 52).
b) Hch 19,10; 20,31 informan que Pablo permaneció en Éfeso por dos o tres años.
Es la ciudad a la que había llegado después de iniciar su tercer viaje desde Antioquía
(Hch 18,18-21).
c) En 1Co 16,5-9 Pablo informa a los destinatarios lo que va a hacer en los meses
sucesivos. Está en Éfeso (v.8) y es previsible que permanezca algún tiempo más allí
porque se le “ha abierto una puerta grande y prometedora” (v.9), es decir, una gran
posibilidad evangelizadora. Con todo, tiene el plan de ir a Corinto pasando por
Macedonia (v.5). Tal vez su detención en la ciudad se prolongue todo el invierno (v.6).
Este plan coincide bastante bien con lo que narra Hch 20,1-3.
De estos datos podemos inferir que Pablo escribe antes del invierno, posiblemente
en primavera, cuando comienza el tráfico de barcos por el Mediterráneo, pues durante el
invierno, por ley, estaba cerrado el tráfico marítimo civil; y prevé que la empresa
evangelizadora en Éfeso le tomará cierto tiempo aún antes de partir y antes de que llegue
el próximo invierno.
Muchos autores estiman que estamos en la primavera del año 55, pues han
transcurrido los dos o tres años de la llegada del apóstol a Éfeso (cf. Hch 19,10). Esta
datación nos muestra claramente que la cronología es relativa. Es como un castillo de
naipes; de hecho la datación de 1Co depende de 1Ts, aunque también de la datación del
resto de las cartas que penden en gran medida de la fecha asignada a la encarcelación de
Pablo. Así, por ejemplo, algún autor estima que la prisión y muerte de Pablo ocurrieron
en el primer año de Nerón, que gobernó Roma entre los años 54 y 67, es decir, hacia el
55, lo que hace que la datación de 1Co deba adelantarse hacia el año 53 para dar tiempo
a que sucedan los hechos narrados en 2Co, Flm y Flp.
Un último dato nos lo proporciona 16,9 que alude a los enemigos de Pablo en
Éfeso, ciertamente no se corresponde con la revuelta de los orfebres, según narra Hch
19,30-31, acaecida también en Éfeso, pues en ese relato se enfatiza que amigos de Pablo
lo preservaron en esa ocasión. Con todo, 1Co y Hch 19 son contestes en señalar que la
misión de Pablo en Éfeso estuvo marcada por la contradicción de los enemigos, razón
por la cual Pablo debió abandonar la ciudad (Hch 20,1-6). Por tanto, es razonable pensar
que la alusión del v.9 coincide con el final de la estadía del apóstol en Éfeso en la
primavera del año 55.
Ahora bien, 1Co pone de manifiesto los abundantes frutos obtenidos por Pablo
entre los paganos de la metrópoli de Acaya. En efecto, se trata de una comunidad donde
el componente gentil es predominante (cf. 6,1.9-11; 8,4.7; 10,14.20; 12,2) y además
plural en su composición sociológica, con un fuerte predominio de las clases menos
privilegiadas en aquella sociedad (cf. 1,26-28; 4,10; 6,1; 10,27; 11,21-22; 16,2).
La carta deja ver que el contacto entre Pablo y la comunidad fue también
epistolar. En 5,9 se hace alusión a una carta anterior del apóstol, la denominada
“primerísima” epístola a los corintios, lamentablemente hoy perdida, donde les advertía
acerca de juntarse con gente inmoral. En la actual carta debe corregir las malas
interpretaciones de sus dichos en aquella misiva: “no juntarse con los inmorales” no se
refería a todos los inmorales, sino sólo a los “hermanos” cristianos que se comportaban
como tales y/o continuaban viviendo en la inmoralidad.
4.2.3 Estilo
4.2.4 Estructura
4.2.5 Mensaje
A causa de ello, Pablo, insiste en desviar la mirada del Cristo glorioso para
dirigirla al Cristo crucificado. La elección y los dones del Espíritu se producen gracias al
testimonio de Cristo en la cruz, y por eso la verdadera sabiduría de la comunidad tiene
que ser, en definitiva, no con el Cristo glorioso, sino con el crucificado (1,22-24). La
teología paulina de la cruz no es una idea suelta o una nueva forma de interpretar la
muerte de Jesús, ni tampoco una fase de la vida de Jesús que se incorpora entre la
encarnación y la exaltación. Se trata de percibir el mensaje de la cruz como “fuerza de
Dios” (1,18).
Los vv. 2 y 17 son exordios de sus respectivas secciones, pues captan la atención
de los lectores. Los vv. 17-18 dejan en claro el propósito de esta parte de la carta:
censurar la práctica de la Eucaristía como actualmente la comunidad la lleva a cabo. El
término griego que la caracteriza es σχίσματα. La censura se deja ver con nitidez, pues el
v.18 parte con lo que se oye decir y termina con el asentimiento de Pablo a ello, aunque
parcialmente. Es evidente que el discurso pertenece al género demostrativo, pero no solo
porque censure, sino también porque busca persuadir a la comunidad de volver a la
tradición celebrativa y comunitaria –a lo que han aprendido de Pablo–.
Termina esta descripción con un claro paralelismo antitético que apunta al núcleo
de la incongruencia moral: “mientras uno pasa hambre, otro se embriaga”. Corona la
reflexión con dos preguntas retóricas para subrayar la deformación (v.22a): la clave es el
desprecio por los que no tienen, la falta absoluta de caridad. Es claro el uso de las
preguntas retóricas que persiguen mover al auditorio a asentir en lo planteado y a
reconocer el desorden flagrante que viven. En el v.22b se retoma la captación de la
atención con el recurso de las preguntas: queda claro que se trata de una censura que
intenta imprimir temor en los destinatarios para buscar su conversión (relación de
autoridad; cf. 1Co 1,1-9).
En el v.24 Jesús afirma que “esto” (indicando el pan) es “mi cuerpo”. Debe
interpretarse en sentido semítico de la palabra, esto es, la persona en su capacidad de
relacionarse con los demás, sobre todo en la potencialidad de donarse y entrar en
comunión con los demás. De hecho, en 1Co el término “cuerpo” es muy usado. Por
ejemplo, designa la relación íntima de mutua pertenencia entre los cónyuges (7,4); a la
Iglesia (12,12-28; especialmente v.27; cf. Rm 12,4-5); a la persona misma en su relación
con Dios o con su alejamiento de Él (1Co 6,13.19; 6,16-18) y en relación a su destino
eterno (1Co 15,35-45).