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Carav 1147-6753 1998 Num 70 1 2795 PDF
Carav 1147-6753 1998 Num 70 1 2795 PDF
Viñas David. Groussac, las ironías y los privilegios. In: Caravelle, n°70, 1998. Numéro partiellement consacré à 1898. pp. 288-
298;
https://www.persee.fr/doc/carav_1147-6753_1998_num_70_1_2795
David VIÑAS
enunciar Horace Mann - "is an act of clear dishonesty. You may as well
borrow a person's money as his time". Tiempo y mercantilización;
relojes y maquinismo; destinados a los chicos de los colegios y, a la vez, a
los obreros de las fábricas. Groussac se desentiende de los rigores de ese
proyecto utilitario, otros señores del '80 llegarán a abjurar del reloj
mecánico, asomándose, a lo sumo, a los relojes de sol de las plazas o
exhibiendo como un trofeo uno de arena que gotea encima de su
escritorio. Groussac se limita a reivindicar el ocio. Soles y arena: ése es su
mar, Saint Tropez, Biarritz; y más adelante, Mar del Plata con reticencias
hacia Pellegrini, sus bañistas y esa "parodia bonaerense". Es que
Groussac, concentrándose hasta la impasibilidad al cuestionar las
ostentaciones, apenas si accede a comparar desde una posición de
competencia: Argentina versus Estados Unidos; aunque en realidad se
trata, una vez más, de lo francés y lo latino en contraposición con los
resultados de la cultura sajona. Como dos figuras de Julio Verne que
disputan, en América, sobre un tratado de Tordesillas a fines del siglo
XIX. Si son los años en que Quintana y Roque Sáenz Peña maltrataban
al secretario de estado Blaine en 1889, también es el momento del
enfrentamiento decisivo en Fachoda, ese punto de encuentro y conflicto
entre dos estandartes militares: Gordon y el francés Marchand en 1898.
Norte/Sur que se inscribe en el mapamundi complementario de la
disputa del par de imperialismos clásicos con mayor circulación hacia el
1900.
Con su manera de asomarse, Groussac se anticipa así a una polémica
reiterada con matices y anacolutos a lo largo de su viaje: a él no le
interesa aprender porque presiente que no tienen nada que enseñarle en
unos Estados Unidos donde predomina "la mediocridad uniforme e
incurable", último resultado visible de una democracia enfáticamente
igualitaria. Es un debate continental lo que le resulta prioritario. Incluso,
si la mirada de Sarmiento se definía por lo programático de un exilado
que criticaba a Rosas y al mismo tiempo diagramaba una posibilidad
futura de poder, Groussac, por sobre todo, es alguien instalado en esa
cima, con frecuentes desasosiegos, pero que no deja de insinuar los
valores y el proyecto propio de los gentlemen del '80; Incluso, exhibiendo
las propias mediocridades de la Argentina que en ningún momento
escamotea. Sin más vueltas: si Groussac es implacable con el país en el
que vive, cómo no iba a serlo con el que visita, que le es presentado
como el modelo de lo más deficiente de lo que le toca de más cerca: ni
chovinista ni adulador. "Disconforme y polémico". Estados Unidos y la
Argentina se presentan como "democracias del continente americano"; y
él, a cada paso, prefiere apelar a Francia desde ya, y a veces, a Alemania
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expansión desatada
prepotente"
degradado" enque
el Caribe
había
con layderrotado
emergencia
en las Filipinas.
a de
otro
"unSiimperio
imperio
Sarmiento
musculoso,
"arcaico,
se felicita
latino
sajón
por lay
Cooper, The Warrior and the Priest: Woodrow Wilson and Theodore
Roosevelt, 1983).
Y si bien en la Argentina el pasaje desde el predominio exclusivo de
los gentlemen insolentes como Roque Sáenz Peña y Quintana en 1889, se
había pasado al eduardismo tardío de Marcelo T. de Alvear, el repliegue
desde lo europeo guardaespalda ya se iba advirtiendo de manera notoria.
Estados Unidos había cruzado el Ecuador y bajaba hacia el sur. Fatalismo
que aludía a un "destino" que funcionaba como una especie de subsidio
o soborno encarnado en un tono tradicional. Lo de "materialismo
financiero" le sonaba a proyección de la lucha ideal entre lo latino y lo
sajón, o del espíritu y la materia: ya no se hablaba de los "demonios" sino
de las franquicias; y Groussac redoblaba su profecía: la de 1925 -poco
antes de su muerte- y la de la Argentina que era de sus descendientes
americanos y no ya franceses que iban a "sufrir los efectos brutales de la
nueva invasión". Su ironía enfrentada a las "deformaciones
democráticas" de 1893, lo convertía en un caballero conservador; ahora,
envejecido pero lúcido y en despedida, no divulgaba ninguna expectativa
sobre una posible reconciliación que lo despositase en la nostalgia o en el
misticismo. Las conjeturas de 1893 se le habían convertido en certezas,
aquellas impresiones, en juicios categóricos, desgarradores. Eso era lo que
Groussac llegaba a corroborar entre la primera y la segunda edición de su
libro; desde el momento de un apogeo que insinuaba ya sus primeras
fisuras, hasta llegar a un período de incómodo pero ineludible
arrinconamiento. Los sobrevivientes de 1880 padecerán, en los años '20,
de ese síndrome desabrido: Juan Agustín García o González, el riojano.
La comparación con el pasado podía servirles como soporte y
justificación de cierta identidad; de ninguna manera como queja, refugio
o melancolía. Los gentlemen argentinos como Groussac sabían perder.
Los corroboraba perder. Querían perder. Y en eso consistía la
prohibición de su queja. La derrota llevada con silenciosa dignidad
confirmaba su estirpe. "A esa altura de la soirée" en el envés del
"democraticismo anárquico triunfante", se acrecentaba el sigilo que, por
definición, era aristocrático. Por más de una razón, el Ariel de Rodó,
había sido recibido con "encomios y ponderaciones" en el Buenos Aires
del 1900 por la gentry porteña (cfr. Real de Azúa, Ariel, libro porteño,
1987).
Testimonios y autobiografismo
1893, tiene conciencia que representa a un grupo social tan clásico como
homogeneizado por lo experimental. Los gentlemen del '80 argentino se
sentían turistas o abatidos, embajadores in partibus en Nueva York o en
Washington. A Victoria Ocampo le pasará lo mismo en 1930 o en el
'45.