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Se lo había imaginado de otra forma.

Pensó que no le iban a temblar las manos, que su corazón


acelerado no intentaría salir de su pecho. Pensó que, a pesar de que solía ponerse muy nervioso,
cuando llegase el momento estaría completamente decidido. Pensó que, a pesar de que siempre
le costaba dar el primer paso en todo, esta vez sería simplemente hacerlo. Pero las manos le
temblaban, aunque no tanto. Y el corazón palpitaba cada vez más rápido, pero no tanto. Su
respiración se veía entrecortada, como si estuviese llorando sin lágrimas. Sus ojos no veían
realmente, aunque los tenía abiertos como platos. Si se hubiese visto en un espejo, habría dicho
que parecía un suicida, y él nunca se lo imaginó así. Se lo imaginó diferente. Pero ahí estaba,
más nervioso que nunca. Y se lo imaginó muchas veces, y lo pensó más. Era un solo paso, era
simplemente apretar el gatillo y ya no tendría que soportar nunca nada más. Pero la duda
comenzó a traerle los viejos pensamientos de siempre, que su madre estaría destrozada, que su
padre no lo entendería, que sus amigos se preguntarían que por qué, si se veía más estable que
todos los demás. Que la vida después de la muerte no existe, y que el suicidio no te libera del
dolor. Estaría muerto, y moriría con la desesperanza como último recuerdo. Y el miedo. Y
después, nada. Y sin pensarlo apretó el gatillo, por fin dio el paso. Y después, nada.

Y es que, aunque no lo hiciera, no alentaría a nadie a no hacerlo. Y si lo hago, me gustaría que


no me juzguen, siempre me consideré alguien inteligente, y no lo habría hecho si hubiese habido
algo por qué vivir.

Al final de cuentas, la única razón por la que no lo hice hace tiempo, es porque me imaginaba a
mi madre llorando al verme, y simplemente no podía.

La vida no es bella, pero tampoco es un monstruo. El problema era yo, pero tampoco quería
cambiar, pero tampoco quería seguir igual. Quizás simplemente no quería seguir y punto.

Otro problema es que hay, aparentemente, más razones por las que no hacerlo. Y sin embargo,
aún es una opción. Y quizás la más fuerte.

Creo que huir de los problemas terminó siendo mi especialidad. Aunque hay que ser bastante
poco profesional para huir de esta forma.

Por ahora, no tengo ningún plan, solo la visualización constante de cómo hacerlo.

A veces estoy en las alturas, un cuarto piso por ejemplo, y al acercarme al borde o baranda y
mirar hacia abajo, me imagino cayendo al vacío y se me aprieta el estómago. En esas ocasiones
debo retroceder unos pasos inmediatamente, por dos razones: la impulsividad me aterroriza, y
creo que es una mala opción tener esos segundos de caída con la certeza de que es inevitable.
Por mucho que quiera hacerlo, prefiero que la acción final sea también el final de mi vida, así
que el disparo en la cabeza sigue siendo la prioridad, hasta que encuentre la forma de hacerlo
con esa mezcla de píldoras que adormecen y te llevan hasta la muerte sin dolor, como si de un
sueño se tratase.

En otras oportunidades, me imagino lanzándome al paso del metro. Esa es, definitivamente, la
peor opción. En verdad entiendo que el problema del suicida sea más grande que la comunidad,
y también podría entender la especie de “venganza a la sociedad” al joder (momentáneamente)
a los demás. Puedo entender también que haya sido algo completamente impulsivo, y puedo
entender que alguien pueda tener sus razones bien pensadas para hacerlo. Pero para mí, sigue
siendo la peor opción. Mucho dolor, a pesar de la muerte que podría ser rápida. Además mi
cuerpo sería importante para mis padres (supongo) y no quiero arrebatarles eso también.
Cortarse las venas, no sé cómo funciona. Es en la tina llena de agua, venas del antebrazo abiertas
a lo largo del brazo y no perpendicular a él. Las heridas tienen que estar sumergidas para que
no coagulen/corten el flujo sanguíneo y pueda, finalmente, desangrarme. El mayor contra es el
rojo de la sangre tiñendo el agua, lo segundo es que mi tina ya no se siente tan grande como
antes. Aunque dicen que es como dormir también.

Creo que el ahorcamiento está destinado para quienes sienten que deben sufrir antes de irse.
Yo siento que no quiero sufrir más, y por eso debo irme. Se parece en cierta forma a tirarse al
paso del metro.

Podría hacer lo que hacen todos, e intentar llamar la atención. Tengo media caja con
clonazepam, y sé que no es mortal por sí solo. Pero ¿para qué? Sólo lograría hacer sufrir a mis
padres y hacerlos gastar dinero en algo que puede que no me ayude (así como puede que sí).
Aunque el suicidio causaría lo mismo, al menos no estaría vivo viéndolos sufrir.

Pienso en mi tata. Pienso que si él tenía razón y existe vida después de la muerte, estaría
decepcionado de mí. Pienso que no lo vería en el cielo o lo que sea. Pero tampoco lo volveré a
ver estando vivo, y seguramente ya está decepcionado de mí.

Las lágrimas de una madre pueden ser terribles. Pero el nudo más grande se me hace cuando
me imagino a mi papá llorándome.

Si el suicida ya no tiene esperanza, sería tan fácil como devolvérsela. El problema va más allá, y
se me ocurren dos grandes casos: o sabe que hay esperanza pero no se siente merecedor de
ella, o devolver la esperanza requiere de cierta esperanza, por lo que al final el suicida es inmune
a este tratamiento.

Me acuerdo de que una vez le pregunté que si iría a mi funeral aunque estuviésemos peleados.
Me dijo que sí, pero no le creo.

Morir sin ser perdonado por uno de tus mejores amigos, o ser perdonado y morir en paz.

Por cada argumento para hacerlo, aparecen tres para no hacerlo. Y aun así, lo haría.

Quizás hasta ya lo haya hecho, y esto sea leído después dé.

Si ese es el caso, lo siento. Y mucho. Pero por mí, sólo faltó entereza.

He pensado que podría escribir una carta, como disculpándome por haberlo hecho. Pero yo no
les creería a las palabras de un suicida. Desde este lado de la calle pienso que solo son mentiras
estratégicas para apaciguar sin resultado a los afectados. Además, no sabría qué decir, todo
estaría claro: No aguanté y por eso lo hice, no pretendía afectar a nadie más pero necesitaba
hacerlo. Lo siento mucho por mi familia y amigos, que tendrían que ser de piedra para no sentir
la muerte de un ser cercano, y en cambio yo a pesar de saber el daño que haría, igual me suicidé.

Ahora que lo pienso, con dejar una nota aclaratoria bastaría. Algo así como “No fue culpa de
nadie, simplemente lo pensé por demasiado tiempo y terminó volviéndose algo definitivo”.

Aún no lo hago pero, si pudiese volver a elegir, no lo haría otra vez.

A ver qué depara el destino.

Perdón, mamá. Quizás sean las lágrimas que he contenido en secreto todo este tiempo.

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