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PENSARSE LO VIVIDO, NUEVO RETO DE LA INTERVENCIÓN PSICOSOCIAL

EN COLOMBIA.

Nací en un momento de la historia de Colombia en donde la educación nos formaba


según aquello que era escuchado en los diferentes medios de comunicación,
bombardeos, atentados, desfalcos, frases donde se sustentaba que el fin justificaba
los medios, en la cual la ley del “vivo era la respetada”, donde aquello instituido no
podía ser trasformado con acciones instituyentes, un ser humano que ha vivido 25
años en una sociedad donde la guerra se ve en la cotidianidad, en la cual no se
respeta la opinión del otro, la autoridad y el poder no se cuestionaban solo te
adaptas a ellos o eres exiliado por ella.

George Albee (1986) , ex-presidente de la Asociación Americana de Psicología


reflexiona sobre; ¿Qué es lo que nos impide crear un mundo más equitativo y
justo?. Un mundo en el que muchos de los problemas que sabemos son
prevenibles, sean reducidos o eliminados para la mayoría de las personas?” (Díaz,
2016:7), la tarea que tenemos los interventores psicosociales es de generar
espacios donde la comunidad cree discursos que le apunten a la reflexión de aquello
que es vivido en el territorio, en la cual se conozcan y acepten que hay opciones de
prevenir el deterioro del bienestar humano, aquello que es atravesado por el
“sentido común”. Que permite que se pueda reconocer que puedo vivir en paz.

Se enfatiza en el que hacer del interventor en la tarea de ayudar a despertar en ese


sujeto sujetado la capacidad de gestionar pensamientos políticos, como es
mencionado por (Díaz,2016:6) el proceso de pensar críticamente, no es una
herencia genética, no es un don dado por una divinidad, ni un talento que se
desarrolla por decreto de alguna autoridad normativa, sino una acción en devenir
que se potencia en el mismo ejercicio del pensar crítico, Esta forma de generar
dinámicas de pensamiento distinto nos pone en la tensión a los interventores
psicosociales, por que se legitima el saber comunitario por encima de la estructura
de aquello que se considera como lo adecuado, exigiéndole al profesional que sea
más experimental y no el portador de una realidad que no le da cabida a la escucha
de las demandas y trasformaciones que otros tienen, dejar de cometer acciones
donde nos volvemos los opresores de las lógicas comunitarias, dándole paso a una
psicología critica en el quehacer del interventor.

Es decir nos corresponde asumir dentro de esta forma de vivir en comunidad, que
debemos de asumir procesos donde todos logramos ser educados en un mismo
escenario y la tarea se remonta en la apuesta a generar subjetivación política como
es sustentado por Díaz (2016:4). El pensamiento crítico se forma, se educa, nos
educan, nos educamos para el despliegue de esta forma de pensar y cómo educar
frente a lo que no hemos sido educados, se vuelve hablar de paz sugestivo, es como
hablar de romanticismo y nunca haber dedicado un poema.

Naciendo así las preguntas frente a ¿cómo vivir en aquello que no se veía posible?,
y para esta pregunta podemos tener todas las respuestas o ninguna de ellas, es
pensarse como formar sujetos políticamente pensantes, que reconozcan que en
ningún espacio de la vida será mejor la intervención que la prevención y donde se
resignifique la forma en la que hemos entendido que merecemos vivir, para poder
vislumbrar otros mundos posibles, en el cual nos volvamos responsables de nuestra
consciencia y nuestro estado para recocer que históricamente no ha funcionado el
sistema que apoyamos por no volvernos sujetos que cuestionan aquello que viven,
Colombia se volvió el país de las religiones politizadas.

Pensarse en comunidad es pensar en educar distinto, en colectividad y


democratización del saber, es por ello que educar para la paz, como es mencionado
por (Díaz, 2016) es educar para la democracia. Ello conlleva cultivar procesos de
pensamiento crítico que tengan la posibilidad de focalizarse sobre el devenir de la
vida y su condición de humanidad, a la vez que se piensa a sí mismo para
reconocerse en condición instrumental u opción humanizadora. Entrelazar la acción
con reflexión para generar intervenciones donde los seres humanos prevengan
acciones de daño, autodestrucción y mandatos, donde la reflexión sea inherente en
los procesos entre lo aceptado como realidad única y darle paso a derribar creencias
que complejizan los procesos en convivencia y existencia entre los unos y los otros
y debilitan el sentido, pertenencia y tejido comunitario.
Como nombra Eduardo Nieto 1993, para promover la participación, hay que animar
la voluntad de participar; el compromiso mutuo de cambio personal con el otro; el
encuentro como una forma de relación interpersonal que permite el desarrollo de la
solidaridad; la tolerancia al desacuerdo y a la diferencia; Mencionado por (Díaz,
2016:8) Dejar de ser comunidades que fueron domesticados para vivir en conflicto,
y donde los sujetos puestos en convivencia no han sido entrenados para pensarse
sobre lo pensado, es más no cuestionar es bien visto ante otros. No enseñaron, ni
enseñamos a emitir preguntas, sino a generar respuestas, donde hacer el uso de
la palabra críticamente no es agente de construcción, sino de peligro.

Puede pensarse el interventor psicosocial la acción de cambio en una sociedad


donde el ser humano requiere unas condiciones mínimas, en las cuales pueda darse
el acto de reflexión, Como es mencionado por (Kant, 1784/1994: 7) la ilustración es
la salida del hombre de su condición de menor de edad de la cual él mismo es
culpable. La minoría de edad es la incapacidad de servirse de su propio
entendimiento sin la dirección de otro… ¡Ten valor de servirte de tu propio
entendimiento! (Díaz, 2016:4), empezando con cuestionamientos sobre el ¿cómo?
¿Por qué?, ¿para qué?, en un contexto Colombiano donde los diferentes registros
históricos nos han querido mostrar dinámicas ligadas a la biopolitica y biopoder, en
el cual el sistema está organizando los modos de vida, se decide quien vive y quien
muere.

Ahora bien como mencionaba Prilleltensky y Nelson (2002) la opresión puede ser
considerada como un estado o como un proceso. La opresión como estado de
dominación implica que el oprimido sufre las consecuencias de depravación,
exclusión, discriminación, explotación, control cultural y en el caso de Colombia,
violencia (Diaz,2016:8), Como trasformar aquello que es procesual y que también
le exige al interventor una acción de reflexión para la creación de nuevas formas de
abordar a otros, en unión con las lecturas y demandas propias de las comunidades,
como decidimos desarrollar proyectos donde le apuesten a pensarse la vida misma
de las comunidades en formas distintas en la cual dejen de ser oprimidas del
sistema donde se naturaliza la consciencia y la reflexión del sujeto y su pensamiento
fatalista donde sentimos que estamos bien por que podríamos estar peor.

La opresión involucra dimensiones políticas y psicológicas que están entrelazadas.


El estar psicológicamente oprimido es llevar un gran peso en la mente, es el tener
la autoestima dominada; es el internalizar la intimidación y el sentido de inferioridad.
Freire (1970) explicó muy bien este proceso de internalización de la opresión al decir
que los pobres “llevan al patrón metido en la cabeza.” (Díaz, 2016:8) un dominador
que hace estragos y no da paso a que se pueda vislumbrar una realidad distinta,
donde se asume como forma de vida en la que el sujeto sujetado, no tiene noción,
ni conciencia de que puede interiorizar la vida de una manera diferente, siendo este
el camino hacia la perdida y control de su propio existir.

Martín-Baró (1983) insiste que si los psicólogos queremos contribuir al desarrollo


social de nuestros países, tenemos que rediseñar nuestras herramientas teoréticas
y prácticas, desde la perspectiva de nuestra propia gente—de su sufrimiento, sus
aspiraciones, y su lucha. La creación de una psicología de la liberación es una tarea
práctica, no solamente teórica, e implica liberar a la psicología de su propia
esclavitud y dependencia de modelos importados (Díaz, 2016: 12) empezar a
construir unos modelos de intervención que sean únicos y que nazcan desde las
comunidades y sus ideas frente aquello que deben y pueden reparar, darle ese sello
propio a su forma de vida y legitimar el saber cultural, popular, barrial, comunitario
y social de nuestro país, para generar herramientas oportunas que reparen aquello
que solo los protagonistas de los hechos podrán reconstruir.

El cual se deslegitime el poder de la costumbre y poca articulación de la conciencia,


si los colombianos en estos procesos de posconflicto nos seguimos articulando a
que otros decidan por mi estamos entregando nuestra capacidad de tomar decisión
de ser sujetos políticamente críticos ante la realidades que son vista , finalmente en
el descubrir de los retos que tenemos los interventores psicosociales, es la de
repensar nuestra intervención desde una mirada burocrática para darle paso a que
las comunidades se empoderen y logren gestar la solución a sus problemáticas,
para pensarse que Colombia su es territorio posible de cambio.
Bibliografía.

Balcazar, E. (2016), PhD. Contribuciones de la Psicología Comunitaria a la


Transformación Social: Los Retos que Enfrentan los Psicólogos como Agentes de
Cambio .Universidad de Illinois en Chicago.

Díaz, a. Londoño, c. (2016). Lectura de una experiencia de educación para la paz


territorial desde el pensamiento crítico. Universidad tecnológica de Pereira.

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