Está en la página 1de 405

Nota

Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad.


Las editoriales y ciertas autoras tienen demandadas a usuarios que
suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias
historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio.
Ciertas autoras han descubierto que traducimos sus libros porque
están subidos a Wattpad, pidiendo en sus páginas de Facebook y grupos de
fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros.
¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema
que enfrentan y luchan todos los foros de traducciones. Más libros saldrán
si se deja de invertir tiempo en este problema.
No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedarás sin Wattpad, sin
foros de traducción y sin sitios de descargas!
Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.
Es una traducción de fans para fans.
Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprándolo.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en las
redes sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta la lectura!
Staff
MODERADORA:
Jules

TRADUCTORAS:
Panchys Alessandra Gise Anty
NicoleM Wilde Hariel D'Art Issel
Sandry Liillyana Mire Jadasa
Andreeapaz Pachi Reed15 Eli Hart Ann Ferris
Mary Warner Vani Paltonika Fany Keaton
Beatrix Dunadae NnancyC Florbarbero
Daniela Jules CamShaaw Jeyly Carstairs
Agrafojo CrisCras Josmary Annie D
Mary Haynes Lauu LR Pau_07 Mae
Gabriela♡ Miry GPE Laura Delilah
Val_17 Noenatale Dannygonzal
Jasiel Odair Adriana Tate

CORRECTORAS:
Josmary Daniela Fany Keaton Beatrix
Helena Blake Agrafojo Mel Wentworth Vane hearts
Laurita PI *Andreina F* Sandry Amélie.
GypsyPochi Clara Markov Mary Val_17
Mae Ampaяo Valentine Rose Verito
Paltonika Jasiel Odair florbarbero Adriana Tate
Kora Jules Miry GPE SammyD
itxi Alessandra Eli Mirced Dannygonzal
Wilde Lizzy Avett'

REVISIÓN FINAL:
Jules

DISEÑO:
Mae
Índice
Sinopsis Capítulo 25
Capítulo 1 Capítulo 26
Capítulo 2 Capítulo 27
Capítulo 3 Capítulo 28
Capítulo 4 Capítulo 29
Capítulo 5 Capítulo 30
Capítulo 6 Capítulo 31
Capítulo 7 Capítulo 32
Capítulo 8 Capítulo 33
Capítulo 9 Capítulo 34
Capítulo 10 Capítulo 35
Capítulo 11 Capítulo 36
Capítulo 12 Capítulo 37
Capítulo 13 Capítulo 38
Capítulo 14 Capítulo 39
Capítulo 15 Capítulo 40
Capítulo 16 Capítulo 41
Capítulo 17 Capítulo 42
Capítulo 18 Capítulo 43
Capítulo 19 Capítulo 44
Capítulo 20 Capítulo 45
Capítulo 21 Epílogo
Capítulo 22 A Perfect Ten
Capítulo 23 Sobre la autora
Capítulo 24
Sinopsis
Solía pensar que todo era negro o blanco, verdad o mentira, fácil o difícil,
que si tan solo pudiera escapar de mi estricto, autoritario y abusivo padre, mi
vida sería perfecta. Pero desde que encontré una razón para arriesgarme a su ira
e irme, para ayudar a una amiga que me necesita, me he dado cuenta de que
todo lo que yo creía saber no es así.
Los amigos tienen su propia agenda, la honestidad viene con una dosis
de mentira, lo fácil ni siquiera existe, guardar secretos es una mierda, y el
amor... el amor es lo más doloroso de todo.
Tal vez si Quinn Hamilton no me hubiese pedido que faltara a clases y le
ayudase a escoger un anillo de compromiso para mi mejor amiga, no me habría
enamorado de él tan profundamente en ese soleado martes por la tarde y no me
sentiría tan indecisa. Pero me enamoré, y no puedo volver atrás, sin importar
cuánto lo intente. Por lo tanto, tengo que lidiar con el hecho de que ni siquiera
soy tan buena, ni honesta, ni considerada como siempre creí, y haga lo que haga
ahora, alguien va a salir lastimado. Probablemente sea yo.
-Zoey Blakeland.
Forbidden Men, #4
1 Traducido por Panchys
Corregido por Josmary

Zoey
La fiesta se hallaba completamente fuera de control. Música demasiado
fuerte, alcohol en cada mano, chicas desnudas en la bañera de hidromasaje del
exterior, y otras moviendo sus traseros en la mesa de café del interior. Si
hubiera estado llevando perlas, me habría aferrado a ellas como si mi vida
dependiera de ello mientras estaba parada en la puerta, boquiabierta por la
vista delante de mí.
Esta era mi primera fiesta de barril universitaria… y nada menos que en
la semana en la que estoy con mi periodo. No puedo creer que Cora quería que
nos encontráramos aquí.
—¡Sal del camino! —gritó una voz detrás de mí—. Voy pasando.
Me di vuelta a tiempo para ver un barril plateado venir directamente
hacia mí. Con un chillido, me lancé a un lado e ingresé a la casa de fraternidad,
apenas salvando a los cerditos que colgaban de la parte delantera de mis
sandalias de ser aplastados. El par de chicos borrachos que empujaban la
cerveza hacia el interior en un carro me miraron de reojo y me ofrecieron una
bebida si coqueteaba con ellos. Respetuosamente los rechacé, y se encogieron de
hombros, se movieron y desaparecieron en la ruidosa horda.
Agarrando mis perlas imaginarias, tragué saliva con dificultad. ¿Qué
diablos hacía? Después de vivir dieciocho años bajo la estricta dictadura de mi
padre, nunca vi a alguien bebiendo alcohol, mucho menos emborrachándose,
como casi toda la gente que me rodeaba. Diablos, incluso tomábamos jugo de
uva durante la Comunión en la iglesia a la que asistíamos porque el vino estaba
prohibido en mi pequeño mundo.
Me encontraba tan fuera de mi elemento; quería correr y esconderme.
Pero no tenía ningún sitio a donde correr. Ya que llegué tres días antes, estaba
literalmente fuera de mi departamento hasta que encontrara a mi compañera de
cuarto.
Después de llamarla desde el teléfono de prepago que me envió y luego
de decirle que me hallaba en la ciudad, Cora me dio instrucciones de
encontrarla en esta dirección. Y era esta dirección; lo comprobé una, dos, tres
veces.
Le había enviado un mensaje desde afuera unos momentos atrás,
avisándole de mi presencia aquí, esperando que saliera, pero lo único que
respondió fue: Entra. Estoy en la parte de atrás.
La parte de atrás. También podría haberme dicho que la encontrara al
final de un oscuro y espeluznante callejón de un gueto donde vagabundos sin
hogar correteaban a través de la basura y mientras los matones trataban con
drogas, y oh, Santo Hosana, ¿estaba ese hombre fumando un pito? No sabía la
diferencia entre un cigarrillo real y... bueno, lo que sea que fuera esa fina y corta
cosa colgando de su boca, pero sin duda no era olor de la nicotina regular del
tabaco lo que flotaba hacia mí.
Si le decía a Cora de ninguna manera, que ella tenía que mover su pequeño
trasero flaco a mi encuentro, solo expresaría cuán perdedora era. Así que me di
fuerzas, cuadré mis hombros y tomé una respiración profunda.
Bienvenida a la universidad, Zoey.
¿Mencioné que estaba tan fuera de mi maldito elemento?
Agarrando un mechón de mi pelo rubio y tratando de no parecer tan
torpe y asustada como me sentía, terminé el reconfortante agarre alrededor de
mi dedo y di un paso hacia adelante, decidida a hacer esto. Pero unos gritos
sorprendentes de la multitud mientras un hombre saltaba sobre la mesa de
centro para bailar con las chicas desnudas me tenían encorvando los hombros y
corriendo hacia la primera puerta que vi, con la esperanza de que me llevara
hacia “atrás”.
Mi corazón latía con fuerza, y me sentí tan inepta porque todo el mundo
que me rodeaba se divertía. Nadie estaba asustado, nadie parecía como si
pudieran romper a llorar en cualquier momento, y nadie parecía estar a punto
de hiperventilar. El bicho de los celos mordió fuerte. Como que deseaba haber
podido ser tan desinhibida y de espíritu libre como toda esta gente.
¿Por qué era tan difícil para mí mezclarme en una multitud de extraños
borrachos? ¿Mezclarme y relacionarme? ¿Sociabilizar? Crecer tan aislada como
lo hice no era excusa. Cora se crió en el mismo entorno, y ella estaba aquí, ¿o
no?
Sería mejor que estuviera aquí.
Centrándome en la ira que sentía contra mí misma por ser tan cobarde,
usé el calor detrás de eso para impulsarme hacia adelante. Podía hacer esto.
Haría esto.
La siguiente habitación a la que entré era afortunadamente más suave
que la primera. Sin baile, sin música, sin desnudez. Pero, aun así, tan llena de
gente, si no más. Muchas personas agrupadas, hablando. La mayoría eran
hombres, lo que trajo otro temor irracional. Después de haber sido educada en
el hogar los primeros ocho grados, no había estado muy cerca del sexo opuesto,
al menos no mucho de los que eran de mi edad. Mi padre se aseguró de que me
mantuviera alejada de los chicos. Así que ver muchos de ellos, en todas partes
que miraba, era un poco desconcertante. Mis miembros se calentaron y mi
rostro enrojeció. Estaba segura que iba a asistir a la universidad con una gran
cantidad de galanes.
Ya sabiendo que no iba a encontrar a Cora en esta sala, empecé a girar
pero me detuve en seco cuando reconocí una cara, como el bombón supremo de
todos los galanes.
Cora era una ávida usuaria de Facebook. Publicaba actualizaciones y
fotos de forma constante. Así que estaba muy consciente de cómo se veía su
novio. Había quedado boquiabierta la primera vez que vi su foto en su página
hace tres meses. Quinn Hamilton era perfecto en el departamento de apariencia,
como ridícula e impecablemente perfecto. No podía creer que mi mejor amiga
hubiera sido capaz de enganchar un completo bombón como él.
No es que ella no se mereciera a alguien guapo o no fuera lo bastante
buena para tenerlo. Era hermosa y mucho más sobresaliente que yo. Ella podría
conseguir a cualquier hombre que quisiera. Pero Quinn Hamilton parecía una
estrella de cine, totalmente intocable para ciudadanas comunes-no-estrellas-de-
cine como nosotras. A pesar de que se encontraba en medio de una multitud de
atractivos y borrachos chicos universitarios y tomaba sorbos de un vaso rojo, se
las arregló para brillar por encima de todos ellos.
No parecía posible, pero se veía incluso mejor en persona. Las fotos que
vi en línea no le hicieron justicia. Lo miré un rato más porque, bueno… el arte
estaba destinado a ser apreciado, y él era una obra maestra.
Después de, tal vez, un poco de demasiado aprecio, al final recorrí los
rostros a su alrededor, con la esperanza de que Cora pudiera estar cerca. Pero
no la encontré por ninguna parte.
Sabía que debía acercarme a él ya que era la mejor oportunidad que tenía
de localizar a mi mejor amiga, pero ir a alguna parte cerca de esa perfección se
sentía totalmente prohibido.
Tendría que conocerlo eventualmente, seguro; era el novio de Cora. Pero
aún no estaba lista, sobre todo porque él acababa de sonreír a algo que alguien
le decía. La piel alrededor de sus ojos se arrugó con genuina calidez, sus labios
se levantaron en el comportamiento más atractivo, mientras que toda su tez…
se iluminó. Y sí, no podía hacerlo.
Me di vuelta para encontrar la salida detrás de mí, y sólo descubrí que
estaba bloqueada. Miedo y un poco de claustrofobia agarraron mi garganta,
haciendo que repentinamente fuera difícil el respirar. Necesitaba salir de esta
casa. Cuanto antes encontrara a Cora, mejor.
Bueno, está bien. Conocería al novio, entonces. Podía hacer eso. Claro.
Me dirigía hacia Quinn Hamilton justo cuando el chico que hablaba con
él sacó su teléfono y le mostró la pantalla. Me encontraba a solo unos metros de
distancia; un paso más y estaría lo suficientemente cerca como para estirarme y
tocarlo en el hombro, santo Señor, ¿podría convocar el coraje de tocar esos
gruesos e increíblemente formados hombros?
Pero la curiosa sonrisa iluminando su rostro cayó tan pronto como miró
el teléfono.
Me detuve cuando sus ojos se volvieron duros y estrechados hacia su
amigo. Sus labios se apretaron mientras dijo algo en un gruñido que no pude
oír. El otro chico echó atrás la cabeza y se rió como si fuera el comentario más
divertido del mundo. Pero Quinn dejó caer su copa —sí, directo al piso—
salpicando… —¿qué era eso, agua?— todo sus zapatos. Entonces agarró la
camisa del otro hombre con los puños y lo lanzó hacia atrás, directo a través de
una multitud de personas hasta que tuvo a su oponente clavado a la pared con
los zapatos del tipo colgando a buenos centímetros sobre el piso.
Santo…
—Dije, elimínala —rugió Quinn, lo suficientemente fuerte como para que
no solo yo, sino todos en la sala pudieran escuchar. Tal vez todos en la
casa. Posiblemente la ciudad.
La piel se tensó sobre su dura mandíbula mientras miraba al hombre que
sostenía cautivo, dejando que todos supieran que no bromeaba.
La sala se quedó en silencio, y todos los ojos se volvieron hacia ellos. Me
encogí un paso atrás, sin saber qué hacer ni dónde esconderme. Si bien todos
mis instintos de esconderme se encendieron, alguien entró empujando entre la
gente y pasó más allá de mí, gritando—: ¡Oye, oye, oye! ¿Qué mierda está
pasando?
Cuando el recién llegado alcanzó a Quinn, lo alejó del otro chico, que con
gratitud, se deslizó al suelo e hizo una obra entre jadear y enderezar su camisa.
—Ten su teléfono —ordenó Quinn al chico que había sido tan fácilmente
capaz de sacarlo de una pelea.
Sin preguntar, su amigo le arrebató el teléfono al chico que seguía
deslizándose hacia abajo.
La cara del chico nuevo palideció antes de hacer una mueca a Quinn. —
Mierda —murmuró. Su pulgar golpeó la pantalla un par de veces antes de
devolver el teléfono a su propietario.
El propietario frunció el ceño. —¡Oye! Lo eliminaste.
—¡Oye! Idiota —replicó el amigo de Quinn, imitando el tono insultado
del propietario del teléfono—. No deberías haber tenido eso. ¿De dónde lo
sacaste, y a quién más se lo has mostrado? ¿Se lo enviaste a alguien?
—¿Por qué te importa? ¿O eras tú el que se lo estaba haciendo?
—Oh, te voy a golpear, amigo. —Esta vez fue el amigo de Quinn, quien
agarró la camisa y metió al propietario del teléfono contra la pared—. Voy a
golpear tu puta cabeza contra esta pared de mierda si no respondes a mis
preguntas de mierda.
Esas fueron probablemente más palabrotas de las que yo había oído en
toda mi vida. Tenerlos asaltando mis oídos aturdidos de un tirón los dejó
zumbando. Congelada en el sitio, me aferré a mi propia camisa y observé como
Quinn agarraba el hombro de su amigo y lo separaba de él.
—Suficiente. La imagen se ha borrado. Se acabó.
Pero su amigo no era tan fácil de calmar como él lo fue él. Manteniendo
su mirada sobre el propietario del teléfono que luchaba por soltarse, se burló. —
Claro que no he terminado. El pequeño idiota aquí tiene que aprender algunos
modales.
—Vete a la mierda —respondió el pequeño idiota. Luego escupió en el
rostro de su captor.
Tragué saliva, sabiendo lo que iba a ocurrir a continuación. Y sí, el amigo
de Quinn se volvió de color rojo furioso. —Oh, estás muerto. —Luego enrolló
hacia atrás el brazo, con la mano ya cerrada en un puño. Me estremecí,
preparándome para el golpe, a pesar de que no era dirigido a mí. Sabía lo
mucho que dolían.
Pero Quinn lo interceptó, atrapándolo en su palma.
—¿Qué demonios? —comenzó su amigo mientras Quinn soltaba el puño
para envolver un brazo alrededor de su cintura y levantarlo del piso.
Oh, guau. Era fuerte. Su ruidoso amigo no era pequeño, pero Quinn ni
siquiera sudó mientras llevaba al chico maldiciendo bajo el brazo hacia una
salida en la parte posterior de la sala. Tan pronto como desaparecieron por la
puerta, todo el mundo empezó a contar chismes. El propietario del teléfono
escupió y empezó a alardear sobre cómo hubiera ganado la pelea, mientras yo
me quedé allí, petrificada.
Quería salir de este lugar con todas mis fuerzas. Y la única persona quien
sabía que podría ayudarme a encontrar a Cora acababa de salir por la puerta.
Decidiendo que permanecer aquí un minuto más era más intimidante
que Quinn Hamilton, corrí tras él. Cuando me encontré en un tranquilo y
oscuro patio, me detuve, pero escuché murmullos familiares, así que no me
retiré hacia la casa.
—¿Por qué diablos me detuviste, Ham? Ese pequeño idiota merecía la
paliza.
Podría haberlo oído solo decir algunas palabras dentro de la casa de
fraternidad, pero reconocí de inmediato la voz de Quinn mientras respondía—:
El entrenador dijo que te echaría del equipo si te metías en otra pelea.
—A la mierda el entrenador. No, sabes qué. A la mierda tú. Debiste
haber pateado su culo por mí. Sí. El entrenador habría comido esa mierda. Le
encantaría verte un poco más agresivo. Probablemente se habría cabreado si te
hubiera visto empujando a Belcher contra la pared. —Con una risa, golpeó a
Quinn en el hombro—. Eso fue muy rudo. Me impresionó. No sabía que tenías
esa mierda en ti.
Negué con la cabeza, asombrada por el tipo que dejó de maldecir a
Quinn para felicitarlo en una larga e incompleta oración. Quinn parecía igual de
divertido. Estaba de espaldas a mí, así que no podía ver su rostro, pero soltó
una pequeña risa y sacudió la cabeza. —Mmmm… ¿gracias? —dijo como si no
supiera con certeza si era alabado o insultado.
Tenía una risa agradable. Sonrisa agradable. Muy bonito trasero. No es
que yo estuviera mirando… mucho.
Bajo su cara bonita e intimidante y descomunal físico, sin embargo, me
preguntaba exactamente con qué tipo de persona salía mi mejor amiga. Fue tan
rápido en empujar a ese otro chico contra el muro. Oré porque Cora no hubiera
encontrado un hombre violento. Eso era algo que yo no sería capaz de manejar.
Por otra parte, él se calmó bastante rápido, e incluso detuvo a su amigo
de llevar la pelea al siguiente nivel. En realidad, me pareció más protector que
hostil. Hizo que me preguntara qué tipo de imagen había en ese teléfono.
—¿Podemos ayudarte en algo, cariño?
Salté a la pregunta, notando que el amigo de Quinn me vio espiándolos.
Mi boca se secó. Ahora o nunca era el momento.
Aclarándome la garganta, asentí. —Yo… lo siento. Solo… buscaba a
Cora.
Al oír su nombre, Quinn se volvió.
Y miró directamente hacia mí.
Su mirada de ojos azules me congeló. Me sentí como el chico que empujó
contra la pared: cautiva en su agarre y sin poder liberarme. Entonces parpadeó
con un par de excesivamente largas pestañas oscuras. Cada órgano dentro de
mí parecía encenderse en llamas. Mi piel se erizó y mi instinto de huida pataleó,
haciéndome pensar que mi reacción hacia él era el miedo. Pero nunca había
sentido un endurecimiento profundo en mi estómago cuando me asustaba. Esto
era… ni siquiera sabía.
Mi cuerpo tampoco parecía saber qué diablos me pasaba, por lo que se
rebeló contra la extraña sensación abrumadora, volviendo mi respiración más
acelerada y mis dedos de las manos y pies hormiguearon.
—Yo… —Poniendo un poco de pelo detrás de mi oreja, parpadeé hacia
Quinn Hamilton—. Lo siento por interrumpir. Sé que no me conoces. Pero he
visto fotos tuyas, así que sabía quién eras, y pensé que me podrías ayudar. Pero,
yo… —intenté disculparme de nuevo mientras retrocedía hacia la puerta, las
palabras clavadas en la garganta—. Yo soy…
—Zoey —dijo Quinn en voz baja, como terminando la frase por mí. Y, oh
Dios. Oír mi nombre salir de su boca desató todo tipo de hormigueos y mi
estómago se apretó dentro de mí.
Sí. Estaba en un gran problema.
—He visto fotos de ti. —Una suave sonrisa iluminó su rostro cuando se
dirigió hacia mí—. Cora está adentro.
Tropecé mientras se acercaba y mis ojos se ampliaron.
Mi comportamiento lo hizo detenerse. Su boca se abrió y una disculpa
entró en su mirada, pero no dijo nada. Se aclaró la garganta y señaló hacia la
puerta trasera de la casa de la fraternidad. —Puedo… Te mostraré dónde está.
Asintiendo, me quedé muda cuando la vergüenza inundó mis miembros.
El chico solo trataba de ser agradable y ayudarme, y yo intenté rehuir de él
como si fuera un asesino.
Qué manera de hacer una primera impresión frente al novio de Cora, idiota.
Se movió a mi alrededor, dando un gran rodeo a propósito, y abrió la
puerta de atrás, solo para hacerse a un lado para dejarme entrar primero. Tomé
una respiración y retrocedí mis pasos, acercándome lo suficiente como para
notar de inmediato lo increíble que olía. Limpio y masculino con un sutil toque
de especias.
—Gracias —empecé a decir, pero su amigo interrumpió, llamándonos.
—¡Oye! —Me volví a tiempo para verlo agitando las manos—. ¿Qué
demonios, hombre?
—Oh. —Por la sorpresa en la voz de Quinn, creo que se había olvidado
de la otra persona—. Esta es la nueva compañera de cuarto de Cora. Voy a
ayudarla a encontrarla. —Entonces me miró—. Este es Ten. Es mi compañero de
cuarto. —Dejó escapar un pequeño suspiro y puso los ojos en blanco antes de
añadir—: Por desgracia.
—He oído eso —dijo Ten, poniendo sus manos en las caderas—. Si te vas
ahora, ¿quién me va a disuadir de patear el culo de Belcher?
Quinn frunció el ceño y me miró antes de volver su atención a Ten. —
¿No puedes persuadirte a ti mismo?
—Probablemente no.
Suspirando, Quinn me hizo un gesto con la cabeza para seguir adelante y
entrar en la casa. —No te preocupes. Podrá hacerlo solo —aseguró.
2 Traducido por NicoleM & Sandry
Corregido por Helena Blake

Quinn
Después de que le aseguré a Zoey Blakeland que Ten no comenzaría
ninguna pelea sin mí, sus labios se suavizaron con una sonrisa de alivio. Mi
estómago siguió su ejemplo, soltándose con su propio alivio.
Quería desesperadamente gustarle a la amiga de Cora. Me habló sobre el
pasado de Zoey, su abusivo y estricto padre, su protegida educación en casa, su
comportamiento tímido. Me sentí como su alma gemela en el momento en el
que supe de ella porque pude identificarme muy fácilmente con un montón de
palabras que Cora utilizó para describirla. De hecho, había estado esperando
que tal vez podría, posiblemente, no lo sé... por fin hablar con alguien más que
entendiera algunas cosas que he sufrido.
Pero entonces el idiota y estúpido Belcher me mostró esa foto de la novia
de mi amigo, Noel, sin sostén, y sí... la primera impresión de mí de Zoey
Blakeland fue empujarlo contra una pared.
Impresionante.
Tal vez pensó que yo era exactamente como su padre. Desde luego huyó
de mí lo suficientemente rápido cuando caminé hacia ella. Ahora iba a tener
que trabajar el doble para convencerla de que esa fue la primera vez que
empujé a alguien. Era la persona menos violenta que conocía. Quiero decir, lo
había sido... hasta esta noche.
Mis manos seguían temblando, sorprendido por la rapidez con la que
había maltratado al jugador de béisbol. Pero Noel era uno de los pocos amigos
que tenía. No podía soportar que le faltaran el respeto a su novia mostrando
fotos de ella sin sostén.
Darme cuenta de que en realidad era capaz de tal violencia me molestó.
Hizo que me preocupara de lo que podría ser capaz de hacer.
—Así que, eh... —No sabía qué decirle a la nueva compañera de cuarto
de Cora. Lo primero que se me vino a la cabeza fue que llegó antes. No
planeábamos que llegara a la ciudad hasta el domingo por la tarde. Pero pensé
que mencionar eso la haría sentir como si no la quisiera aquí, cuando la idea de
Cora con su mejor amiga de la mano era agradable.
Sin estar preparado para esto, me rasqué la parte posterior de mi cabeza.
—Cora está por acá —dije y comencé por un pasillo de atrás que usaba mucho
para evitar encontrarme con demasiada gente, pero entonces me pregunté si la
asustaría llevándola por un largo y oscuro pasillo a solas. Así que cambié
direcciones, excepto que ella ya me seguía para ir por el otro lado, y chocamos
con el otro.
—Lo siento. —Agarré sus hombros para evitar que se cayese.
Podría ser alta para una chica, pero seguía siendo delicada. Yo era como
un gran e inepto bufón al lado de su elegante y esbelta complexión. Sintiéndola
toda suave y flexible bajos mis manos la hizo parecer más femenina y dulce, lo
cual a su vez me hizo más consciente de cuan masculino era yo, lo que era...
incómodo.
Muy incómodo.
También olía bien. Me sorprendí a mí mismo inclinándome para atrapar
otro olorcillo así podía descifrar qué demonios era ese aroma. Me detuve en
seco cuando levantó la mirada hacia mí con grandes ojos verde agua.
Y oh... guau.
No quise congelarme, pero quedé atónito, e hice una pausa un segundo.
Genial, ahora iba a pensar que me le insinuaba o algo. Ella convencería a
Cora de dejarme dentro de una hora.
Aparté las manos como si me hubiera quemado. Mis oídos ardían por la
humillación mientras me aclaraba la garganta. —¿Estás bien? —Cuando asintió,
también lo hice, señalando a nuestras espaldas hacia la parte concurrida de la
casa de fraternidad—. Nosotros, eh, deberíamos ir por allí.
Me esforzaba demasiado. Siempre que quería impresionar a alguien,
arruinaba las cosas. Aumentaban mis niveles de estrés, prestaba demasiada
atención a cada cosita que hice y dije, y me volví tan auto-consciente que mi
tartamudez regresaba.
Negándome a decir una palabra para poder al menos mantener ese poco
de vergüenza bajo control, dirigí a Zoey hasta la habitación de al lado donde
nos asaltó el ruido y la bulliciosa actividad de una fiesta universitaria. Se acercó
un poco más a mí, lo que fue agradable, pues significaba que no la asusté tanto,
pero me dije a mí mismo que lo hizo porque el lugar se encontraba repleto; la
verdad es que no había ningún otro lugar para que ella fuera.
Cuando un borracho tropezó con ella, jadeó y agarró mi muñeca,
aplastando su lado contra el mío. Puse un brazo protector a su alrededor y usé
mi mano libre para empujar al borracho. Ella no se apartó, así que la mantuve al
ras contra mí y la llevé hasta mi novia.
Cora se encontraba donde la había visto por última vez, bailando alguna
canción de hip-hop con dos chicos que estaban riendo y hablando con ella por
encima de la música entre todos los chupitos de gelatina que bebían. Con los
ojos cerrados, alzó las manos sobre su cabeza, moviendo su cabello y girando
sus caderas de una manera que me recordó la noche que nos conocimos. La
noche en que perdí mi virginidad.
—Ahí —dije, señalándola. Liberé a Zoey para que pudiera ir hacia Cora.
Pero no se movió de mi lado.
La miraba boquiabierta, moviendo su cabeza como si no pudiera creer lo
que veía. —Está... —Su boca se movió un par de veces más antes de levantar la
mirada hacia mí—. ¿Está borracha?
Me congelé, sin estar seguro de cómo responder. Pero, oh, chico.
Al parecer, las dos tenían mucho en qué ponerse al día.
En lugar de decir algo, la dejé y me moví con cuidado a través de los
bailarines para atrapar el codo de Cora. Cuando se volvió y me vio, su rostro se
iluminó, lo cual siempre me entusiasmaba. No podía explicar lo agradable que
era estar con alguien que siempre se alegraba de verme.
—¡Quinn! —Aplaudió, saltando y envolviendo los brazos alrededor de
mi cuello—. ¿Por fin vas a bailar conmigo? —Cuando se puso en puntillas para
besarme, le correspondí el beso.
Me gustaba más cuando tomaba chupitos en lugar de cerveza. Sabía
mejor. Además, el olor de la cerveza me atormentaba con demasiados malos
recuerdos. Mientras que su lengua se movía contra la mía, decidí que la elección
de chupitos de gelatina de esta noche debe de haber sido cereza.
Cora definitivamente sabía cómo hacer de la cereza mi sabor favorito.
—Tu amiga está aquí —le dije, alejándome para hablarle al oído por
encima de la música y lamiendo el último toque de cereza de mi labio inferior.
Me frunció el ceño, confundida. Por lo que señalé a Zoey, quien seguía
en el mismo lugar en el que la dejé, de brazos cruzados sobre su pecho, como si
estuviese fría... o muy asustada.
—Oh, Dios mío. ¡Zoey! —Abandonándome, Cora levantó los brazos
sobre la cabeza y los sacudió con entusiasmo a medida que pasaba entre las
personas para llegar a su amiga. Abalanzándose, le dio un gran abrazo, a lo que
Zoey no pudo regresarle el abrazo porque Cora había fijado sus brazos a los
lados—. No puedo creer que de verdad estés aquí. Es tan emocionante. Vamos
a tener el mejor año de todos. —Cuando se apartó, agarró la mano de Zoey—.
Venga. Vamos a bailar.
Los ojos de Zoey se volvieron enormes y su cabeza comenzó a sacudirse
de un lado a otro. Sabía que lo último que quería era bailar. De hecho, sabía que
quería salir de este lugar. Mucho. La manera en que seguía mirando alrededor
con tal aprensión me recordó cómo me sentí hace un año cuando Noel me
invitó a mi primera fiesta.
Él había sido la gran estrella, el mariscal de campo titular del equipo de
fútbol, y yo había sido un humilde novato don nadie. Una invitación de él no
fue algo que podía rechazar. Quería encajar y sentirme normal, por lo que
absorbí todas mis ansiedades y fui.
Odié cada minuto de esa ruidosa y arrogante casa de fraternidad.
Y todavía odiaba las fiestas, pero mi chica las amaba, así que seguía
llevándola, lo cual la hacía feliz y, a su vez, me hacía feliz a mí. Pero eso no
significaba que no simpatizaba completamente con Zoey. Quería irse, así que
iba a ayudarla a escapar.
Agarré el hombro de Cora antes de que ella pudiera tirar de Zoey
demasiado lejos. —Debe estar demasiado cansada para bailar. Debió conducir
todo el día para llegar hasta aquí.
Cora se detuvo y se volteó para ver a Zoey, quien rápidamente movió su
cabeza hacia arriba y abajo. —¿Te importaría si solo agarro mi llave y encuentro
el apartamento?
—Por supuesto que no. —Cora era fácil de convencer de cualquier cosa
cuando se encontraba borracha. Le sonrió a Zoey y enlazó sus brazos—. Iré
contigo y te ayudaré a instalarte.
Aunque Zoey pareció aliviada por la sugerencia, me rasqué la oreja con
inquietud.
—Eh... —Hablé antes de lo que pretendía. Pero ya podía ver donde se
dirigía esa oferta. Cora nunca podía mantenerse despierta durante un viaje en
coche después de haber estado bebiendo. Además, llegamos juntos aquí en su
coche, porque ella odiaba tener que subirse a mi camioneta cuando usaba una
falda corta y apretada como la de ahora.
Ambas mujeres me miraron, así que pensé algo rápido para decir. —
Puedo seguirlas en el auto de Cora. —Y después de eso, ayudaré a Zoey a llevar
a una borracha Cora hasta su apartamento.
Cora me dio una sonrisa grande y brillante. —Suena bien. Vámonos.
Me quedé en silencio mientras Cora se iba, fácilmente deslizándose a
través de la multitud mientras llevaba a Zoey a rastras. Desde atrás, podrían
haber sido hermanas. Demonios, gemelas. Sus cabellos eran del mismo rubio
pálido y más o menos del mismo largo. Bueno, el de Zoey estaba en realidad en
una cola de caballo, pero parecía como si fuera probablemente casi tan largo
como el de Cora. Tenían el mismo cuerpo e incluso la misma estatura, aunque
Cora se encontraba en tacones, lo que significaba que Zoey era seguramente un
poco más alta, dejándola en un metro setenta y siete más o menos.
Parloteando todo el tiempo, Cora nos dirigió a través del laberinto de
personas antes de llegar a la salida. Respiré profundo, contento de estar libre de
ese atiborrado lugar. Sacando mi teléfono del bolsillo, le envié un mensaje a
Ten.
Me largo. Debo asegurarme de que las chicas lleguen bien a casa.
Compórtate.
Debí saber que tendría algo odioso para responder. Y lo hizo: ¿Chicas?
¿Plural? Eres el hombre. Dame todos los detalles mañana.
Con un suspiro, me negué a responder. Seguro me diría algo grosero. Así
que metí el teléfono en el bolsillo cuando llegamos a un nuevo y plateado
Lexus. Zoey lo desbloqueó con su llavero e hizo que las luces parpadearan,
dando la bienvenida. Disminuí la velocidad hasta detenerme sorprendido.
Por alguna razón, cuando Cora habló sobre su mejor amiga, me imaginé
a Zoey Blakeland como un poco más indigente... como yo lo fui. Todo lo demás
acerca de su infancia pareció tan familiar a la mía; tuvo sentido para mí pensar
que era tan pobre como yo. Pero Cora venía de una casa adinerada, por lo que
igual tenía sentido que su amiga viniera de una. Simplemente me sorprendió
descubrir que conducía algo tan genial.
A pesar de que Cora se subió al asiento del pasajero, como si se hubiera
olvidado de mí, Zoey se detuvo y me lanzó una mirada indecisa.
Me moví un paso atrás. —Yo, eh... el auto de Cora está a la vuelta de la
esquina. Supongo que las veré allá.
Zoey asintió pero esperó hasta que retrocedí un par de pasos más antes
de deslizarse en el asiento del conductor. Observé, suspirando. Me quedé hasta
que encendió el motor y se alejó por la curva antes de irme. Mis tripas se
agitaron con inquietud, seguro de que arruiné mi primer y única oportunidad
de ser amigo de la nueva compañera de cuarto de Cora.
Mientras las luces traseras desaparecían en la esquina, por fin encontré el
Maserati de Cora, un pequeño convertible rojo en el que me sentía como un
simio conduciendo porque apenas podía estar detrás del volante. Le encantaba
conducir rápido, y bien podía pasar volando alrededor de la ciudad, pero yo no
iba a poder darme el lujo de arreglarlo si alguna vez lo dañaba, así que nunca lo
conduzco tan imprudentemente como ella.
Después de guardarlo sin problemas en el estacionamiento privado junto
a su edificio de apartamentos, metí las llaves en mi bolsillo y busqué el Lexus
plateado.
Zoey se veía un poco agitada cuando me llamó. —Eh...
—¿Se desmayó en el camino a casa? —adiviné. Cuando me asintió como
respuesta, sonreí—. No hay problema. Puedo llevarla.
—¿Lo hace seguido? —Se mordió la comisura del labio mientras me
seguía preocupada hasta la puerta del lado del pasajero—. ¿Está bien?
—Está bien. Lo hace cada vez que salimos. —Le di a Zoey una sonrisa
para tranquilizarla antes de que soltara el cinturón de seguridad de Cora y la
tomara en mis brazos. A estas alturas, me acostumbré al proceso. Cuando su
cabeza cayó sin fuerzas sobre mi hombro, Zoey miró con los ojos abiertos.
Luego sacudió la cabeza. —Oh, déjame... —Se apresuró a cerrar la puerta
y corrió a mi alrededor como queriendo adelantarse y abrir la puerta del
edificio, pero Henry, el portero, se le adelantó.
—Buenas noches, señor Hamilton. Tuvieron otra dura noche de fiesta,
veo.
Mientras que negó con la cabeza en una especie de decepción paternal, le
ofrecí una sonrisa triste. —Hola, Henry. —Me giré de costado para entrar a la
desplomada forma de Cora por la puerta.
Cuando Zoey nos siguió dentro, Henry hizo una pausa, entrecerrando
los ojos ligeramente.
Me detuve. —Esta es Zoey Blakeland. Es la nueva compañera de cuarto
de Cora.
—Oh. —Relajándose inmediatamente, el rostro de Henry se suavizó en
una sonrisa. Hizo una producción de tomar la mano de Zoey e inclinarse—. Es
un placer, señorita Blakeland. Si alguna vez necesita algo, solo pídalo, ¿me oye?
Zoey se sonrojó y asintió antes de dejar caer su mano. —Gracias.
Me siguió hasta el ascensor, donde empujé el botón con mi hombro. Una
vez que los tres estuvimos en el interior con Cora suavemente roncando en mi
hombro, Zoey se aclaró la garganta. —Em... ¿qué piso?
Sacudí mi aturdida cabeza. Cierto. Olvidé que ella no sabía a dónde
íbamos. —Lo siento. Octavo.
Mientras se elevaba el piso bajo nosotros, un incómodo silencio llenó el
ambiente. Acomodé a Cora en mis brazos porque parecía como si se estuviera
cayendo un poco, pero eso aún me dejó con más tiempo de lo que me gustaba
antes de llegar a nuestro destino.
Ofreciéndole una sonrisa demasiado brillante, dije—: Puedo ayudarte a
llevar algunas cajas dentro esta noche si lo necesitas.
Sus ojos se agrandaron como si hubiera sugerido algo escandaloso antes
de negar con la cabeza rotundamente. —Oh, no. No pasa nada. Voy a... voy a
esperar hasta mañana.
Mierda. Lo olvidé de nuevo. Debe estar agotada por todo el viaje. Una
vez más, estuve a punto de preguntarle por qué llegó antes de tiempo. ¿Su
padre hizo algo para provocar una anticipada ida? ¿Se encontraba bien?
El ascensor se detuvo y la puerta se abrió. Me aclaré la garganta,
haciendo un gesto con la cabeza para que fuera primero. —Aquí es.
Entró en el pasillo y luego hizo una pausa, dejándome tomar la delantera
y recordándome de nuevo que no tenía idea de a dónde iba. Deseé que Cora no
hubiera bebido tanto. Ella debería ser quien le mostrara y enseñara el lugar. No
el inepto yo.
—Aquí estamos. —Reduje la velocidad frente a la puerta que decía 8E en
una placa de bronce.
Cuando le di una mirada expectante, se movió de un pie al otro y se
estremeció. —Eh, en realidad aún no he recibido una llave.
—Oh, bien. Lo siento. —Me sonrojé, sabiendo que debería haberme dado
cuenta de eso. Pero ni siquiera lo pensé.
¿Por qué mi cerebro se convirtió en papilla esta noche?
Por lo general, metía las llaves de Cora entre mis dientes cuando tenía
que cargarla hasta su casa. Entonces solo las dejaba caer en mi mano para
desbloquear la puerta cuando llegábamos. Esta noche, tuve metido en mi
cabeza que Zoey podía hacernos entrar, así yo podía…
Oh, no.
Mi estómago se desplomó con pesimismo mientras encontraba la mirada
de Zoey. —Sus llaves están en mi bolsillo.
Sus ojos se abrieron y bajaron hasta mi cadera mientras los dos nos
dábamos cuenta del enigma de nuestro problema.
—Voy a... —Intenté reajustar a Cora en mi hombro para poder sostenerla
con una mano y liberar la otra el tiempo suficiente para sacar las llaves. Pero tan
pronto como dejé ir una mano, su cuerpo inerte comenzó a caer en picada, por
lo que rápidamente la agarré de nuevo con ambos brazos para atraparla.
Después, intenté medio apoyarme, medio aplastarla contra la pared para
liberar una mano, pero eso tampoco funcionó. No podía pasársela a Zoey; era
imposible que fuera capaz de sostener el peso de Cora. Iba a sentarla en el suelo
contra la pared cuando Zoey dejó escapar un fuerte suspiro.
—Esto es una locura. Simplemente... ¿qué bolsillo?
Mi mirada se movió hacia ella y me congelé. No quería que su mano
bajara a mi bolsillo... porque la sola idea me afectó. Me afectó de maneras que
no debería.
Y genial, ya estaba reaccionando. Pero quizá me lleve más tiempo de lo
que quisiera, atascados aquí en el pasillo con ella a solas, con nada más que mi
borracha novia entre nosotros, cuando simplemente sería mano dentro, mano
fuera, puerta abierta y terminábamos, si solo la dejaba agarrar la llave. Así que
expuse mi lado izquierdo hacia ella.
—Yo... lado izquierdo. —Mi voz sonaba ronca.
Tuvo que esquivar una de las flácidas manos colgadas de Cora. No sé
por qué me sentí tan obligado a observar su rostro, pero lo hice mientras se
mordía el labio y, cautelosamente, metía sus dedos en mi bolsillo.
Abajo, abajo, abajo...
No era del tipo de usar los ajustados pantalones vaqueros, ni mezclilla
ceñida, por lo que las llaves habían caído hasta la parte inferior del bolsillo.
Tuvo que acercarse más antes de deslizar su mano más... abajo. El calor de sus
dedos de inmediato empapó la tela y calentó mi muslo. Otro determinado
miembro de mi anatomía se dio cuenta de la cercanía y despertó, sacudiéndose
con interés, lo que me hizo apretar los dientes.
En el momento en que Zoey por fin envolvió su mano alrededor de la
llave, encontró mi mirada y se congeló. Sus ojos eran tan grandes, verdes e
inocentes, que no pude apartar la mirada.
Fue solo por un segundo que nos quedamos mirando el uno al otro, pero
pareció una eternidad. Sin duda fue lo suficientemente largo para que mi pene
pasara de un interés vago a una completa atención y listo para cumplir con su
deber.
Me alegraba estar sosteniendo a Cora y ocultando todo lo que sucedía
allá abajo, porque esta tenía que ser la peor primera impresión que haya tenido
con nadie. Y para empeorar las cosas, su olor flotaba entre nosotros, dejándome
completamente interesado otra vez en cuál era su aroma.
Cerré los ojos, tratando de bloquear todos los sentidos en mi cuerpo que
se volvían locos involuntariamente, y entonces aguanté la respiración.
Zoey jadeó. No sé si se dio cuenta de lo mucho que me afectaba, o todo el
tiempo desperdiciado, pero tiró las llaves de mi bolsillo, casi llevando un trozo
de tela en su prisa, y luego giró, intentando con llave tras llave hasta encontrar
la correcta.
—El, eh, el interruptor de la luz está a la derecha —dije cuando la puerta
se abrió.
Zoey asintió y desapareció dentro. Un momento de silencio siguió antes
de que el salón de Cora se inundara de luz.
—¡Oh! —Se apartó del interruptor que acababa de encender—. Eso se
siente... extraño.
—Sí —le ofrecí una sonrisa rígida—. Eso es lo que siempre pensé. —Ya
que la puerta se abría hacia la izquierda, hubiera sido mucho más práctico tener
el interruptor en el lado izquierdo.
Zoey se quedó de pie junto a la puerta cerrada mientras me dirigí hacia
el pasillo. Miré hacia atrás para verla mirando alrededor con inquietud como
una extraña en un lugar raro. Sintiendo simpatía por ella porque parecía tan
insegura, me aclaré la garganta.
—Por lo tanto, este es el salón. La cocina está por este pasillo. —Cuando
me volví y empecé a caminar, la oí apresurarse detrás de mí—. Hay un baño
aquí, y luego otro en el otro extremo del pasillo. Y Cora tiene un baño personal.
—Continué caminando, inclinando la cabeza hacia varias puertas—. Esa es tu
habitación. La siguiente es la oficina y depósito, y al otro lado está la de Cora.
En la habitación de Cora, me di vuelta, usando mi hombro para abrir la
puerta. Luego me agaché para encender la luz con el codo. Cora ni siquiera se
movió cuando la puse en la cama. Generalmente la ponía sobre la ropa de cama
primero, luego la ponía cómoda antes de sacar las sábanas de debajo de ella y
cubrirla. Sin pensarlo, le quité sus tacones altos, desabrochando las delicadas
correas. Entonces comencé a desabrocharle el broche superior de la cremallera
de su falda cuando un grito vino desde la puerta.
Levanté la mirada para encontrar a una Zoey de ojos amplios en la
puerta, con la boca abierta como si yo estuviera tratando de aprovecharme de la
borracha desmayada sobre la cama.
Mi cara se calentó mientras apartaba sobresaltado mis manos de la falda
de Cora. —Yo solo... —Me aclaré la garganta y metí los dedos en los bolsillos—.
Dejaré que la veas cómoda ahí. —Miré por última vez a Cora, restringiéndome
de la necesidad de desnudarla hasta sus bragas. Ella odiaba dormir con ropa, y
yo odiaba el saber que se iba a despertar sintiéndose asfixiada.
Pero un par de horrorizados grandes ojos verdes me obligaron a alejarme
de ella. Zoey se escabulló por la puerta mientras me acercaba. En el pasillo, me
detuve y arranqué la mano de mi bolsillo para frotarla con inquietud por la
parte trasera de mi cabeza. —Tú, uhm ¿tienes todo lo necesario para pasar la
noche?
No tenía ni idea de lo que le preguntaba, pero se sentía mal dejarla aquí
en un lugar que era extraño para ella sin asegurarme de que estaba bien.
Ella asintió y miró a la habitación de Cora. —¿Va a estar bien?
—Oh. Sí. —Sonreí tímidamente mientras me daba la vuelta para estudiar
a Cora—. Claro. Dormirá durante el resto de la noche, y, quizá, hasta altas horas
de la mañana. Por lo general, agua, ibuprofeno, y un poco de desayuno harán
que se sienta mejor después de despiertarse…
En lugar de parecer segura, Zoey negó con la cabeza y frunció el ceño. —
Pero ella no debe beber tanto. No es...
Cuando se interrumpió y me miró directamente como si estuviera
desacreditando mi cerebro y viendo lo que pensaba, incliné la cabeza hacia un
lado, preguntándome qué habría dicho si hubiera terminado la frase.
—¿No es qué?
Zoey enderezó la espalda y respiró. —Nada. —Sin embargo, sus ojos se
llenaron de preocupación mientras miraba a Cora.
Sentí como si estuviera fuera de un secreto, pero generalmente me ponía
paranoico de que la gente pensara lo peor de mí y me ocultara cosas, así que
puse mis reparos a un lado.
Ninguno de los dos habló durante unos treinta segundos, por lo que dejé
escapar un suspiro. —Voy a... sí. —Coloqué mi pulgar por encima del hombro y
señalé el pasillo hacia la salida—. Voy a irme.
—Está bien —dijo, y asintió una vez más. Era buena asintiendo. No tanto
hablando. Pero entonces, yo era exactamente igual.
Me alejé de ella unos pasos hacia atrás mientras le enviaba una pequeña
sonrisa. Con un gesto de despedida, le dije—: Bienvenida a Ellamore. Fue un
placer conocerte.
—Gracias. Igualmente. —Desvió la mirada mientras el color inundaba
sus mejillas.
Al principio, me identifiqué. Lo que más odiaba era sonrojarme, lo que
hacía más de lo que quisiera. Era una de esas reacciones embarazosas que
venían cuando te atrapaban pensando o haciendo algo que sabías que no debías
y empeorabas las cosas dejando que los otros se dieran cuenta.
Pero entonces se me ocurrió que ella pensaba algo que sabía que no
debería. Todo lo que le había dicho era que fue un placer conocerla. No creía
que ni Ten pudiera haber encontrado una manera de convertir eso en un
pensamiento sucio, lo que significaba que... su cuerpo respondía de una manera
que no había querido.
¡Menos mal! Mi simpatía cambió al alivio, contento de que ella también
sintiera la atracción no deseada entre nosotros. Había sido una idea horrible el
que solo yo estuviera experimentándolo todo. Pero saber que era compartido
fue un alivio. Excepto... un minuto.
Sentí inquietud. Oh, no. Esto no era bueno. ¿La pobre e inocente Cora se
hallaba tumbada a pocos metros, mientras que su novio y su mejor amiga
experimentaban este tipo de sensaciones? ¿Qué tan malo era? Necesitaba salir de
aquí... como hace cinco minutos.
—Buenas noches —murmuré, arrastrándome hasta el pomo de la puerta.
Casi nunca sentía atracción inmediata por las mujeres. Me gustaban años
después de que me familiarizara con ellas o la veía por un tiempo, pero Cora
había sido la primera en darme un golpe inmediato en el intestino en el primer
momento en que la había visto. No parecía posible que su mejor amiga fuera
capaz de provocar la misma reacción de mi parte.
Mientras conducía a casa mi camión de quince años, tratando de no
ponerme nervioso, me di cuenta de un hecho horrible. Por mucho que hubiera
estado esperando conectar con alguien que compartía un pasado semejante, no
iba a ser capaz de hacerme amigo de Zoey Blakeland. En vez de eso, iba a tener
que mantenerme lejos.
3 Traducido por Andreeapaz
Corregido por Laurita PI

Zoey
A pesar que anoche era tarde cuando llegué a la cuidad, me levanté con
el sol, incapaz de seguir durmiendo, incapaz de calmar mis nervios.
Pero lo hice. Escapé de la casa de Ernest K. Blakeland, presidente del
banco nacional de North Heritage y co-fundador de club de campo Ridgeway
Gold.
Si tenía suerte, nunca me encontraría. Si era extremadamente afortunada,
no descubriría mi ubicación hasta que hubiera concluido lo que vine a hacer. Y
si Dios me odiaba, ahora, estaría abajo exigiendo saber el número de habitación
de Cora.
Pero no quería pensar en esa posibilidad. Sin importar lo que él hiciera,
tenía planes e iba a ejecutarlos de cualquier manera.
Cora me necesitaba.
Lo primero que hice fue ir a verla. Dormía tan profundamente que tuve
que poner los dedos en sus labios entreabiertos para asegurarme que aún
respiraba. Todavía no podía creer que anoche se pusiera en tanto riesgo por
beber.
Tan pronto como despertara, tendríamos una conversación seria.
Sin embargo, por ahora, la dejé descansar. Necesitaba todo el descanso
que pudiera conseguir.
Mi siguiente ítem en la lista del día era transportar mis cajas del auto
hacia mi departamento. Henry, anoche, no se hallaba de servicio. El nuevo tipo
que lo reemplazaba me recordó mucho al portero de Curious George; y casi
esperaba encontrar un perro salchicha a su lado.
Vacilé y me moví, nerviosa e insegura sobre cómo presentarme.
—Hola —murmuré al final. Bueno, fue estúpido. Con la cara enrojecida,
traté de nuevo—. Soy Zoey, me acabó de mudar anoche.
Su sonrisa se amplió. —¿En el 8E con la señorita Wilder? —Cuando mis
ojos se abrieron en estado de shock, sonrió—. Henry ya me lo informó. Soy
Terrance. —Hizo una reverencia—. Bienvenida al Chateau Rivera, señorita
Blakeland. ¿Hay algo que pueda hacer por usted en este hermoso día?
—No —mentí y negué con la cabeza, no acostumbrada a ese trato
respetuoso—. No, gracias. Iba a traer mis cosas del auto… si esto está bien.
—Bien, seguro. Déjeme ayudarla.
No sabía cómo Cora encontró este magnífico edificio de departamentos,
pero agradecía la ayuda de Terrance, especialmente después de los cinco viajes
a mi auto cuando mi espalda dolía y los músculos debilitados de mis piernas
temblaban por llevar tantas cajas. El portero me ayudó a reducir el trabajo a la
mitad, pero aun así me sentía sudorosa y sucia.
Sin embargo, no dejé de trabajar. Me encontraba tan fuera de mi lugar
aquí, que necesitaba un pequeño toque para hacerlo parecer como en casa.
Localizando una caja, quité la tapa y dejé escapar un suspiro de alivio cuando
hallé dentro todas mis carpetas de tres anillos perfectamente ordenadas. Mis
dedos vagaban por el frío metal de los anillos que las unía, y abrí uno para
liberar las páginas.
Las historias que escribí eran tan tontas. Por lo general, eran acerca de
unas niñas perdidas que se alejaban de sus casas y aparecían en coloridos reinos
mágicos, llenos de nuevas y aterradoras pero maravillosas cosas para explorar.
Y siempre existía una historia de amor con un felices para siempre. Pero todos
ellos eran para mí. Escribir era mi paz, mi cordura, mi corazón y mi alma.
Pasé la siguiente media hora alineando cuidadosamente los cuadernos en
los estantes encima de mi nueva cama. Era fácil decir cuáles eran más antiguos
por su color, por su condición deshilachada; los acomodé en orden, del más
antiguo al más reciente. En aquel momento suspiré de alivio, sintiéndome mejor
por encontrarme aquí.
Decidida por mi nuevo futuro, le hice el desayuno a Cora. Era pasado el
mediodía; ella necesitaba comer y yo comenzaba a necesitar un almuerzo.
Para el momento en que terminé de cocinar, Cora aún no se despertaba,
así que llevé la comida en una bandeja a su habitación y la puse en la mesita de
noche, entonces me senté en el colchón a su lado y le saqué cuidadosamente el
pelo rubio de su cara.
—Cora —canturreé en voz baja—. Es hora de despertar.
Gimió, rodó sobre su estómago y hundió la cabeza bajo la almohada. —
¿Por qué estoy usando esta ropa? —Fue su irritada pregunta amortiguada.
Parpadeé, sin saber qué decir. —Eh… porque te desmayaste antes de que
llegaras a casa y pudieras desvestirte.
Hizo un sonido muy irritado antes de preguntar—: ¿Dónde está Quinn?
—Se fue a casa. —Saqué su almohada—. Te hice el desayuno.
Levantó su rostro, con los ojos, inyectados en sangre, esperanzados. —
¿Waffles?
Negué con la cabeza. —Huevos revueltos, claras revueltas. Oí que eran
buenos para las personas en diálisis.
—Argh. —Puso su rostro sobre el colchón con un suspiro dramático—.
No menciones esa palabra hoy. Solo quiero olvidarme de todas las cosas
médicas por las próximas veinticuatro horas.
Sin embargo, era todo lo que podía pensar… entonces… no. Olvidarme
no era una opción para mí. En las últimas seis semanas, desde la noche en que
recibí su terrible llamada, me había obsesionado con su salud.
—¿Qué tal un poco de agua y un ibuprofeno? —pregunté, recordando las
instrucciones de Quinn.
Se sentó, mirando los alrededores, todavía cansada. Me mordí el labio,
preocupada por ella, mientras en silencio tomaba el analgésico.
Su voz era ronca cuando dijo—: Mmmm. El agua está templada, bien. El
agua fría que me trae Quinn en la mañana siempre hace que me duelan los
dientes.
Su voz mañanera me recordaba vagamente como habían sonado sus
sollozos histéricos en el teléfono. —He entrado en la quinta etapa de la insuficiencia
renal. Han comenzado a hacerme diálisis tres veces a la semana. Esta es la última etapa,
Zoey. Si no consigo un trasplante, podría morir.
Esas cuatro oraciones me obsesionaron todas las noches desde que las
escuché. No quería que mi mejor amiga —mi única amiga— muriera. Así que
había tomado una decisión que cambiaría mi vida antes de que esa horrorosa
conversación hubiera terminado.
Me ofrecí para ser un donante vivo. El problema era que no podía decirle
a mi padre porque nunca estaría de acuerdo. Hallaría un modo para impedirme
ayudarle.
Pero no dejaría que eso me detuviera. En lugar de prepararme para
entrar a la universidad más cercana a mi ciudad natal donde él me inscribió,
solicité en secreto la admisión en la universidad que Cora asistía; alrededor de
mil kilómetros de distancia de Ernest K. Blakeland.
El día que recibí la carta de aceptación, mi planificación comenzó. Era
bastante buena ahorrando. Mi padre nunca me había permitido que hiciera o
consiguiera algo, así que la asignación mensual del fondo fiduciario de mi
madre simplemente se quedó en el banco, generando intereses. Transferir
dinero de a poco a una cuenta sin que mi padre se enterara fue un desafío, dado
que era el presidente del banco. Pero había logrado hacerlo. Para estar segura,
lo transferí de nuevo, y por las dudas, luego una vez más, así no descubriría en
qué institución financiera terminó el dinero.
Era mi dinero, y por fin era mayor de edad. No debería haber tenido que
ocultárselo, pero “no debería tener que” no era un término que a mi padre se le
ocurriría escuchar de mí.
Después de retirar una parte considerable de mi dinero, había tomado un
bus hasta un pueblo vecino, donde compré un auto. Luego conduje de regreso a
mi vecindario, aparcando en la calle detrás de una cochera abandonada de una
de las casas de verano de nuestros vecinos que estaba siendo embargada. Cada
noche, llevaba una o dos cajas y las había guardado en el auto, preparándome
para el gran escape.
Tres días antes de mi escape planificado, mi padre asistió a una cena de
caridad. Pensando que podría ser el mejor momento para salir, dejé una nota
rápida, diciéndole que me iba y no volvería jamás, y que si le importaba, no
debería buscarme. Y entonces, fui libre.
No tenía idea que ser libre sería tan aterrador hasta que, de repente, me
encontré por mi cuenta sin reglas que me ataran.
—Así que… ¿cuáles son tus planes hoy? —pregunté a Cora, empujando
su cadera con mi rodilla mientras recogía un bocado de huevos revueltos,
esperando que le diera un poco de orientación a mis ansias de libertad—.
¿Vamos a visitar al médico y decirle que quiero ser tu donante?
Cuando le tendí un bocado, comió obedientemente, solo que se atragantó
y con los ojos llorosos, ondeó la mano delante de su cara. —Sal —jadeó sin
aliento.
Negué con la cabeza. —El exceso de sal no es saludable para ti.
Empujó mi mano cuando le tendí otro bocado. —Me estoy muriendo.
¿De verdad piensas que me importa comer sano en este momento?
La manera casual que lo dijo me disparó una flecha fría; pánico y miedo
se expandió por el centro de mi pecho. —No estás muriendo. Es por eso que me
encuentro aquí, recuerdas. Y sí, tienes que comer sano si quieres mejorarte. Y,
beber menos. —Levanté mis cejas para que supiera lo mucho que desaprobaba
todo el alcohol que la vi beber anoche.
Rodó los ojos. —Si hay algo que he aprendido los últimos meses es que la
vida es corta, y voy a gastarla en lo que me dé la gana, joder. Así que, déjame
tranquila sobre qué carajo como o bebo. ¿De acuerdo?
Parpadeé, sobresaltándome al oír su lenguaje. Me ignoró mientras se
sacaba la ropa y se quedaba en sujetador y bragas a juego. Me quedé sentada y
aturdida. No estuvo tan enojada y desafiante la última vez que la vi. Hizo que
me doliera el corazón.
Cuando se arrastró fuera de la cama y se puso una blusa suelta y un
pantalón corto, sacudí la cabeza.
—Has cambiado —murmuré. Ya no conocía a la mujer delante de mí. Lo
que era peor, tampoco sabía cómo ayudarla.
Siendo nueve meses mayor, se fue de casa para ir a la universidad el año
pasado, mientras que yo había estado atrapada allí para sufrir mi último año de
secundaria sin ella. Fue difícil, pero nosotras siempre hablábamos por internet.
Y a través de todos nuestros mensajes, no fue capaz de contarme cuan alterada
se encontraba.
Sentía curiosidad si la universidad, su salud deteriorada, una mezcla de
ambos, o alguna otra cosa era la causa.
Resopló. —Cambié por algo mejor. —Se dio vuelta, y se dirigió hacia la
puerta—. Continúa comiendo esa mierda. Voy a servirme cereales.
No sabía por qué, tal vez era el estrés, pero seguí sus órdenes y empujé
las claras de huevo sin sabor en mi boca, masticando robóticamente, mientras la
seguía a la cocina.
—Maldita sea, me gustaría que fuera sábado por la mañana —se quejó,
sin explicar por qué.
Me quedé en silencio en la puerta, tragando sus huevos mientras se
preparaba un plato de cereal y luego se sentó a la mesa apoyando los pies hasta
que pudo equilibrar el plato sobre sus rodillas. Al verme en la puerta, rodó los
ojos. —Siéntate.
Me senté, alterada ya que parecía ser una molestia para ella. Después de
tomar un aliento, pregunté—: Entonces, ¿vamos a ver a tu médico hoy para el
trasplante de riñón?
Hizo un sonido de disgusto, haciéndome saber que todavía no quería
discutir al respecto. Pero luego tragó su bocado y sacudió la cabeza. —Concerté
una cita el miércoles para nosotras. Hoy es el día de lavados de autos.
Pausé mi mordida. —¿Día de qué autos?
Un brillo perverso apareció en sus ojos mientras se reía. —El lavado de
autos anual del equipo de fútbol —explicó—. Lo hacen todos los años, los
viernes por la tarde antes del primer día de clases. Pero este año, invitaron a un
grupo de chicas para que ayudaran, así que vamos a tener una especie de
competencia. Chicas versus chicos para ver quién puede ser mejor en el
negocio. Y ya que apareciste temprano, tienes que venir. Lo que significa… que
vamos a vestirnos sexys.
Me atraganté con el último trozo de clara. Mis ojos se humedecieron
cuando golpeé mi garganta para aclarar mi vía aérea. —Espera… ¿qué?

Media hora más tarde, me encontraba recién salida de la ducha,


poniéndome mi traje de baño con gran reserva. La vida de mi mejor amiga se
hallaba en grave peligro; sin embargo, nos preparábamos para un lavado de
autos como si nada estuviera mal. Esto no se sentía… correcto.
Pensando cómo podría liberarme de vestir esto —a diferencia del modo
en que fui incapaz de zafarme de asistir al lavado de coches con Cora— caminé
de mi habitación hacia la suya.
—Cor…
No llevaba nada más que una toalla alrededor de su cabeza y una
envuelta alrededor del cuerpo, pero pude verla acariciando algo en el interior
de su antebrazo. Se dio la vuelta, y ambas nos miramos con horror en el
momento que nos vimos.
—¿Qué demonios estás vistiendo? —chilló al tiempo que mi mirada se
ampliaba ante todos los moretones que ocultaba con maquillaje.
—¿Qué…? ¿Dónde…? ¿Quién te hizo eso? ¿Quinn? —Corrí hacia ella y la
agarré del brazo para examinar todas las feas marcas púrpuras, azules y verdes
que se hallaban en su brazo.
Aunque Cora trató de apartarse, echó la cabeza hacia atrás y se rió. —
¿Quinn? ¿Crees que Quinn podría hacerme daño? Oh, Dios mío. Te equivocas
tanto. Quinn no le haría daño ni a una maldita hormiga. En lugar de matar las
arañas en la bañera, las atrapa y las deja afuera. Es el tipo más inofensivo que
conozco.
Me mordí el labio y corrí suavemente mis dedos sobre los moretones,
esperando que me contara la verdad. —Lo vi empujar a alguien contra la pared
anoche.
Cora se limitó a mover la cabeza. —Eh, no, cariño. No hay forma que
vieras a Quinn empujar a alguien. No es ni un poco violento; no es capaz de
hacerlo.
Decidí no discutir ese punto con ella, a pesar de que estaba cien por
ciento segura que eso fue exactamente lo vi. En su lugar, me centré en el brazo.
—Entonces… ¿de dónde salieron? Cora, si alguien…
—Oh, Dios mío —se quejó, interrumpiéndome—, cállate. Son de la
diálisis, ¿de acuerdo?
Mis ojos se abrieron. —¿La…? Vaya, te destroza, ¿no es así?
La mandíbula de Cora se tensó mientras continuaba aplicando corrector
sobre cada moretón. —Si vieras cuantas veces me pinchan, pensarías que esto
no es nada.
Hice una mueca mientras seguía mirando. —No tienes que ocultarlo —
dije en voz baja—. La gente lo entendería. —Debería sentirse orgullosa de lo
fuerte y resistente que era. Por el amor de Dios, sobrevivía a una insuficiencia
renal.
Pero me interrumpió con un gruñido. —No, no lo entenderían. Porque
nadie sabe.
Abrí la boca, pero no estaba segura de qué decir. Así que me decidí por
sacudir la cabeza. —¿Qué?
Resopló e hizo un gesto hacia mí. —Mírate a ti. Has estado aquí menos
de un día y ya te encuentras en el modo madre, tratando de alimentarme con
cuchara y decirme que es lo mejor para mí. No quiero que todos estén encima
mío ni me digan que es lo mejor para mí. ¿De acuerdo? Y ciertamente no quiero
la compasión de nadie.
Encorvando los hombros con culpa, aparté la mirada. —Lo siento —
murmuré. Me preocupaba tanto por ella que solo pensé en mí, esperando
sentirme mejor por mimarla, por ayudarla. Pero debería haber pensando en lo
que quería Cora, en lugar de lo que creía que debería darle.
Aclarándome la garganta, levanté mi cara con una sonrisa de disculpa. —
Así que… ¿nadie más lo sabe? ¿Ni siquiera…?
—Ni siquiera Quinn —dijo, leyendo mi mente—, y no vas a decirle. No
vas a decirle a nadie. No quiero ser tratada de manera diferente como si no
estuviera bien de salud.
Pero no se encontraba perfectamente sana, y necesitaba ser tratada de
manera diferente.
Sin embargo, me mordí la lengua. —No le voy a decir —prometí, aunque
me sentía muy incómoda con todo el asunto.
—Bien. —Terminó de cubrir el último moretón, sonrió con descaro, y
juntó sus manos—. Ahora vamos a hablar de lo que vas a vestir hoy, porque no
puedes salir de este departamento con eso. Tengo que mantener una reputación,
y si vas a ser mi compañera, no me puedes avergonzar. —Se estremeció con
repugnancia cuando su mirada viajó por mi figura.
Al instante me cohibió mostrar tanta piel, y coloqué mis brazos sobre mi
pecho. —Es el único traje que tengo.
—Bueno, es horrible. Vamos, creo que tengo algo para ti. —Me agarró
por el codo y me condujo a su cómoda, donde sacó una parte de arriba—.
Demonios, no sé porque siguen haciendo de una pieza. —Buscó, haciendo una
pausa cada pocos segundos, poniendo trozos de colores de lycra, poliéster y
nylon sobre su hombro y en la cama.
Todo lo que tenía Cora eran bikinis bastante chicos. Agité mis manos
cuando eligió uno y trató de ponerlo en mi cuerpo. Retrocediendo, me negué
incluso a considerar la idea.
Finalmente, se hartó y frunció el ceño. —Vamos, Zo. Te fuiste de casa y
viniste aquí para que, por fin, pudieras vivir un poco.
No, vine aquí para salvar su vida. Pero me estremecí con culpa de todas
formas, por que odiaba decepcionarla. —Lo siento… no puedo usar eso.
Cora levantó una mano. —Está bien. Todavía es demasiado pronto para
ti. Lo entiendo.
Si pensaba que me pondría algo revelador, estaba loca.
Creció mi preocupación por cuánto cambió durante el último año.
Maldecía, bebía y vestía poca ropa. Esas cosas no eran de la Cora de hace un
año, y ella ahora sabía que no iban conmigo. Entonces, ¿qué había causado esa
transformación? Y, ¿por qué trataba de cambiarme?
Más importante aún, ¿en qué exactamente me metí al venir aquí?
4 Traducido por Mary Warner
Corregido por GypsyPochi

Zoey
Cora me envolvió en una de sus apretadas camisetas. Era de cuello en V
pero abrazaba mis pechos como una segunda piel y era lo suficientemente corta
como para exponer mi ombligo con cada movimiento que hacía. Los pantalones
cortos eran increíblemente pequeños e igual de apretados. Entonces, ella me
puso calcetines y zapatillas blancas. En comparación con el traje de baño que se
había puesto —un artilugio de hilo dental rosa fuerte unido a tres trozos de
trapo en miniatura—, yo parecía una monja cubierta desde el cuello a los pies,
pero todavía me sentía mayormente expuesta.
Después de colocar mi pelo en una alta cola de caballo, Cora dio un paso
atrás y aplaudió felizmente. —Ooh, esto puede ser incluso mejor. Luces como
una adorable virgen, lista para desflorar.
Quedé boquiabierta y mi cara ardía. —No puedo creer que acabas de
decir eso.
Suspiró. —Oh, Zoey, he olvidado cuán completamente ingenua eres.
Odiaba esa palabra, casi tanto como odiaba ser esa palabra. Y ella lo
sabía. Tragando mi irritación, la cual ella deliberadamente y con tanta frialdad
usaría contra mí, rehuí y me aclaré la garganta.
—Sabes, hace un año atrás eras igual de inocente —dije, esperando
hacerla recordar, para sacar la amiga que una vez tuve. Pero en serio, ¿qué clase
de experiencias salvajes le había dado Quinn Hamilton a mi mejor amiga?
Se echó a reír en mi cara. —¿No es detestable cuan estúpida era? Pero eso
parece hace una vida, gracias a Dios. No te preocupes por ello, querida. Unos
meses aquí ayudará a sacar tu coraje.
Coraje para qué, me pregunté.
—Diálisis maldita —murmuró Cora mientras se estudiaba en el espejo de
cuerpo completo, girando de lado a lado—. Me he puesto demasiado pálida.
Creí que se veía extra bronceada, pero tenía la sensación de que diciendo
eso la molestaría, así que solo me senté en su cama y esperé para que dejara de
degradarse a sí misma.
Después de otro minuto de fruncir el ceño y murmurar, encontró mi
mirada en el espejo. —¿Crees que esto lucirá así de bien una vez que se moje?
Hice una mueca, pensando que se desintegraría y caería al segundo que
ella se rociara con una manguera de agua.
Leyó mi expresión y gimió. —Tienes razón. Debería usar el azul.
Mientras ella se quitaba la parte superior de color rosa, miré mi reloj de
pulsera. Debíamos ponernos en marcha; la recaudación de fondos comenzaba
en cinco minutos.
—Esperaré en la habitación delantera —dije justo cuando un golpe vino
de nuestra puerta.
Miré a Cora, no del todo segura si este ya era suficientemente mi hogar
como para responder la puerta. Pero ella se encontraba demasiado ocupada
removiendo la parte inferior del bikini color rosa.
Ese era un espectáculo que jamás sería capaz de ver, así que me dirigí
hacia la puerta. —Solo… atenderé la puerta.
Ni siquiera pretendió oírme, así que me apresuré hacia el pasillo y
comprobé la mirilla.
Mi estomago se anudó con tensión. ¿Qué demonios hacía aquí el muy
hermoso para ser real novio de Cora? Me había rehusado a pensar en él todo el
día, porque solo recordar aquellos momentos incómodos que tuvimos solos,
cuando Cora había estado desmayada entre nosotros me ponía caliente y toda
nerviosa. Lo juro, mi mano aún hormigueaba donde había tenido que enterrarla
en su bolsillo para buscar la llave del apartamento.
Dios, él tenía un muslo caliente y duro.
Miré por el pasillo hacia la habitación de Cora, pero no estaba en ningún
lugar a la vista. Dudando, finalmente abrí la puerta y me asomé. Se sobresaltó
un poco cuando nuestras miradas se encontraron, haciéndome saber que la
había estado esperando a ella. Una vez que se recuperó, sus ojos azules se
calentaron con bienvenida y sonrió, destellando un profundo hoyuelo en el lado
derecho de su mejilla.
Sí, tenía que tener un hoyuelo, ¿no?
—Hola —dijo brillantemente—. ¿Están listas?
Parpadeé. —¿Listas?
Preocupación e indecisión nubló su cara. Alzó las manos para frotar su
nuca. —Van al lavado de autos, ¿no?
—Sí —respondí lentamente.
Eso pareció aturdirlo incluso más. Metió las manos en sus bolsillos, lo
cual hizo a sus hombros más definidos y musculosos que un segundo antes.
Luego pateó nerviosamente sobre la punta de su otro zapato. —¿Y sabías que
yo las llevaría? ¿Cierto?
Sacudí la cabeza tontamente, sonrojada y nerviosa por descubrir esa
parte. Ya me sentía muy autoconsciente de salir, vistiendo así. Pero saber que él
estaría para presenciarlo lo hizo mucho más desconcertante. Estaba consciente
de cada molécula de mi cuerpo, desde el irracional latir de mi pulso en la
garganta hasta el fresco del aire acondicionado soplando una ligera brisa contra
el dorso de las piernas. Esto hizo cosquillear mis pechos, y ponerse piel de
gallina en mis brazos.
—Oh —dije estúpidamente—. Yo… no, no sabía eso. Lo siento.
Él mordió su labio inferior. Observar sus dientes perfectos hundirse en la
perfecta piel rosada envió fuegos artificiales a mis pechos. Oré que mi sujetador
estuviera haciendo su trabajo y escondiera las irregularidades embarazosas.
—No, yo lo siento —empezó—. Pensé que Cora te lo diría.
No estaba segura por qué se disculpaba. No había hecho nada malo, pero
era entrañable que estuviera tan dispuesto a asumir la culpa por algo. Mi padre
nunca se hizo cargo de alguno de sus errores. Solo culpaba a otras personas,
usualmente a mí, y luego yo era castigada por sus vergüenzas.
Dándome cuenta que Quinn seguía de pie en el pasillo, esperando por mi
respuesta, por fin abrí la puerta del todo. —Está bien. Puedes entrar y esperar,
supongo. Creí que Cora estaba lista, pero… —me detuve, preguntándome si se
enojaría si se enteraba que ella se cambiaba a último segundo, haciéndonos
retrasar.
A penas me sonrió mientras entró al apartamento. —Tuvo que cambiarse
—supuso correctamente como si estuviera acostumbrado a tal comportamiento.
Se giro hacia mí, mostrándome el hoyuelo de nuevo, y provocando volteretas
en mi estomago cuando nuestras miradas se encontraron—. Sí, he comenzado a
decirle que las cosas son media hora antes para darle tiempo a sus cambios de
última hora.
Asentí, pero mi mente se desplazó a otro lugar, porque en serio, no
parecía humanamente posible para una persona ser tan hermoso.
El calor subió por mis dedos, pasando con velocidad a lo largo de la
parte interna de mis muslos, vergonzosamente de todos los lugares ese fue más
caliente. Lo que era peor, el aire frío de las rejillas de ventilación seguían
poniéndome la piel de gallina en mis brazos y endureciendo mis pezones.
Cuan absolutamente mortificante.
Tratando de actuar como si nada sucediera en mi interior, forcé una
sonrisa a su explicación, aunque me sentí aliviada al saber que todavía teníamos
tiempo y no estábamos atrasadas. No podía soportar llegar tarde a cualquier
cosa.
—Así que, ¿esto pasa mucho?
Su sonrisa en serio era contagiosa. —Todo el tiempo. —Empezó a decir
algo más pero finalmente notó lo que usaba. Y lo notó realmente. Su sonrisa se
congeló mientras su mirada cayó por mi cuerpo, deteniéndose en mis pechos,
diafragma, y finalmente mis piernas.
Cuando bajé la mirada para asegurarme de que mis pezones no se
asomaban a través de la camiseta, tiré del dobladillo con la esperanza de que no
estuviera mostrando nada de mi estomago. El sujetador hacía su trabajo, gracias
dioses, y el tirón pareció alertar a Quinn.
Su mirada se disparó de inmediato a mi rostro y sus ojos se expandieron
con culpa y disculpa. —T… tú… quiero decir, ¿desempacaste bien?
Envolví los brazos sobre mi pecho porque no podía resistir el impulso un
segundo más. Después de meter un largo mechón de flequillo que no se metió
en la cola de caballo detrás de la oreja, me aclaré la garganta. —Sí, ya estoy
totalmente mudada.
Quinn asintió y se balanceó sobre los talones de sus zapatos como si
estuviera nervioso. —Bien. Iba a ofrecerme a ayudarte a cargar las cosas, pero el
entrenador nos mantuvo practicando hasta tarde esta mañana. Luego ya me
había ofrecido voluntario para ayudar a establecer las mangueras y baldes y
cosas para el lavado de coches. Y ahora, bueno... Supongo que es demasiado
tarde. Lo siento, yo…
—No tienes que disculparte —me precipité, sorprendida incluso que él
sintiera que tenía que hacerlo… de nuevo—. No esperaba que tú… es decir, está
bien. En serio.
Extraño. Quinn Hamilton no era como pensé. Por todas las fotos que vi
de él envuelto alrededor de Cora en todas esas fiestas, había asumido que sería
un arrogante y narcisista atleta. Hasta el momento, atleta era lo único que había
acertado, pero en realidad todavía no se pavoneaba con camisetas sin mangas y
pantalones cortos ajustados, para revelar todos sus beneficios atléticos. Hoy,
lucía unos vaqueros azules y una camiseta gris holgada, con las letras ESU.
Un incomodo silencio floreció entre nosotros. Quinn cambió su peso de
un pie al otro. Luego señalo hacia el sofá y el televisor. —¿Te importa si…?
—¡Oh! Sí, seguro. Adelante.
Sí, la mejor idea de todas. Me apegaría a cualquier cosa para borrar la
incómoda tensión entre nosotros. Y la televisión era una salida perfecta. Ojalá se
me hubiese ocurrido y ofrecido primero.
—Genial, gracias. He estado por ponerme al día con Psych
Lo seguí a la sala de estar, curiosa. —¿Psych?
Me lanzó una atractiva sonrisa sobre su hombro. —Es esta hilarante serie
de detective que encontré en Netflix. No tenemos Netflix en mi apartamento,
por lo que solo lo puedo ver aquí. Y Cora no puede soportarlo, por lo que
aprovecho cuando estoy esperándola para que… —Hizo comillas en el aire
mientras me sonreía—, se cambie.
No lo pude evitar. Sonreí.
Se dejó caer en el sofá y se acomodó como en casa, moviendo el cojín del
medio para revelar una consola central, escondiendo un puñado de controles
remotos. Tomando uno, encendió la televisión y apretó otras series de botones
para poner el programa y el episodio que él quería. Cuando hizo clic en una
opción que decía “reanudar la programación” me di cuenta cuanto más que yo
se hallaba familiarizado con mi nuevo apartamento.
Debe haber sido increíblemente extraño para él esperar en el pasillo hasta
que le diera permiso de entrar. Y luego había tenido que preguntarme para
sentarse. Mi cara ardió; me sentía como una idiota. Él era el novio de Cora; por
supuesto que conocía los alrededores. Me lo había demostrado anoche cuando
me dijo donde estaba todo.
Una vez más, me sentí completamente fuera de mi elemento.
El programa empezó y los dos chicos en la pantalla capturaron mi
atención de inmediato mientras discutían de algo totalmente intrascendente
sobre el cuerpo de un chico muerto.
Cautivada, me adentré más en la sala y me deslicé tentativamente en una
silla lateral. En segundos, me encontraba riendo. Llevé mi mano a la boca justo
mientras Quinn me sonreía como si era feliz de verme disfrutar del programa.
Dos personas más llegaron a la escena. Parecían detectives. —Esos son
Jules y Lassiter —explicó Quinn—, Shawn, el chico principal de allí, ha tenido
un flechazo con Jules desde el principio. Creo que van a terminar juntos. —Me
envió una compungida sonrisa—. Por los menos eso espero.
Le sonreí, completamente encantada. Pero, ahh, él era un romántico. Me
encantaba eso.
Seguimos viendo, totalmente absortos en el programa. Hice pregunta
tras pregunta. Quinn miraba actualmente la temporada cuatro, pero parecía
feliz de explicarme todo lo que sabía y me atrapó a toda velocidad.
Ambos nos reíamos de algo que Gus le decía al padre de Shawn cuando
Cora se paseó en la sala, usando unos pantalones cortos que eran más cortos
que los míos, y un escaso bikini arriba. Parecía bronceada y sin defectos —no
como si sufriera de insuficiencia renal—, mientras artísticamente arrojaba una
toalla de playa por encima del hombro.
—¿Todo el mundo listo? —preguntó antes de enfocarse en la televisión y
hacer una mueca—. Oh, Dios. Por favor no me digas qué estás metiendo a Zoey
con ese estúpido programa.
Quinn solo le sonrió. —Está riendo —argumentó él, aún sonriendo hacia
Cora mientras ella se paseaba a través de la sala de estar para arrastrase en su
regazo.
Mi cara ardió a su valiente movimiento, y me moví, incómoda de ver tal
intimidad. Enfrentándolo y montando su regazo, Cora agarró el espaldar del
sofá a cada lado de él, enjaulándolo. Quinn puso sus manos en las caderas y la
miró a los ojos mientras ella chasqueó la lengua y sacudió la cabeza.
—Si no fueras tan lindo, tendría que reevaluar nuestra relación. Porque
salir con alguien que le gusta este programa… —suspiró como si él estuviera
desesperanzado.
Aún sonriendo, Quinn enmarcó su cara en sus manos. —Luces muy
bonita hoy.
Cora arrojó su cabeza hacia atrás y se echo a reír, su hermoso cabello
rubio derramándose por su columna. —Por supuesto, ser una dulzura total
ayuda en tu caso de forma considerable. —Luego se inclinó para besarlo.
Mi piel zumbaba con la conciencia mientras rápidamente miré lejos para
darles algo de privacidad. Pero había visto suficiente para que mi temperatura
central se disparara. La forma en que Quinn cerró los ojos, sus muy largas
pestañas descansando contra la cima de sus mejillas, era como arte. Sus manos
continuaron acunando la cara de Cora como si la atesorara. Y su boca. La forma
en que se movía contra la de ella me obligó a dar otro vistazo.
Miré justo cuando él se apartaba. Pero la adoración en sus ojos mientras
simplemente miraba a Cora parecía tan, si no más, íntimo que el beso que
habían compartido. En serio le gustaba. Era una conmoción ver tal afecto entre
dos personas. Mi padre nunca había mirado a ninguna de las mujeres con las
que salió de esa forma.
Estaba cautivada cuando Quinn respondió en broma. —¿Por fin estás
lista para irnos?
Me encantaba la alegría cómoda entre ellos. Parecían encajar juntos. Y sin
embargo, un lamento doloroso apretó el fondo de mi estómago. Mentiría si
dijera que no había soñado venir a Ellamore este año y encontrar a alguien que
se enamorara de mí de la misma forma que Cora había babeado sobre Quinn en
todos sus correos. Pero compartir este tipo de conexión con otro ser humano
parecía fuera de mi alcance. Alguien tan tímida, reservada y cerrada como yo
nunca podría manejar abrirse a ese tipo de intimidad.
Como si pudiera sentir mis celos rezumar a través de mis poros, Quinn
miró por encima. Inmediatamente se movió debajo de Cora y colocó las manos
en sus caderas para alzarla de su regazo. —Debemos irnos antes que lleguemos
tarde.
Cora rió mientras se bajó del sofá. —Odio destrozarte, nene, pero ya
vamos tarde.
Quinn me miró, sus ojos arrugados de diversión como si compartiéramos
una broma interna. Eso hizo que todo mi interior se calentara con alegría. Luego
tomó la mano de Cora y entrelazó sus dedos. —Entonces supongo que no
queremos llegar un poco más tarde.
5 Traducido por Beatrix
Corregido por Mae

Quinn
—Espera un jodido momento. —Ten se detuvo a mi lado y colocó una
mano sobre mi hombro, apretando para llamar mi atención mientras miraba a
través del estacionamiento hacia el lado de las chicas dónde atraían casi tanto
negocio como nosotros.
El lavado de autos iba bien, los autos se hallaban alineados en la calle, y
hasta ahora, la competencia entre géneros iba parejo.
—¿Quién es ella?
—¿Quién? —pregunté mientras Ten seguía babeando.
Señaló, y seguí la dirección de su dedo con mi mirada cuando dijo—: La
única que no usa un bikini.
Al instante fruncí el ceño, sin gustarme su atención a la chica que comía
con sus ojos. Ella restregaba una esponja jabonosa sobre un elegante camión
negro de espaldas a nosotros.
Cuando se agachó para mojar la esponja en el cubo junto a sus pies y la
enjabonó de nuevo, Ten gimió y puso una mano sobre su pecho.
—Maldita sea, y el culo es tan bonito como esas piernas largas y esbeltas.
Hice caso omiso de su mano en mi hombro y lo miré. —Es Zoey —dije,
exigiéndole que retrocediera con mi mirada intencionada.
Parpadeó, el nombre le hizo girar. —¿Quién?
Suspiré y rodé los ojos hacia el cielo. ¿En serio? Le dije una docena de
veces que una amiga de Cora de su ciudad natal se mudaría este fin de semana.
—Los presenté. La conociste anoche.
Negó con la cabeza. —No. Recordaría esas piernas.
—Llevaba unos vaqueros —dije secamente.
—Hmm. —Ten rascó su barba incipiente en su mandíbula—. Todavía no
me acuerdo de ella.
Lo empujé en el hombro, incapaz de controlar mi irritación. —Deja de
mirar.
—¿Eh? —Ten parpadeó y finalmente apartó la mirada para arquear una
ceja—. ¿Por qué?
—Porque sí. —Apreté los dientes—. Ella... es amiga de Cora.
Mi despistado compañero de piso se encogió de hombros. —¿Y? He
follado a todas las amigas de Cora. Lo que significa... —Su mirada se calentó
con aún más interés cuando volvió para mirarla—. Es casi necesario para mí
entrar también en sus bragas.
—No —ordené, agarrando su brazo y apartándolo físicamente para que
pudiera enfrentar al auto que íbamos a lavar—. Esta no. Es una buena chica.
Demasiado buena para ir a cualquier lugar cerca de sus métodos de
mujeriego.
Como siendo rociado con agua helada, la lujuria desapareció de sus ojos.
—¿Buena chica? —repitió en horror—. Puajj. Qué manera de desperdiciar un
cuerpo perfectamente ardiente. Pero... —Envió una última mirada de nostalgia
hacia Zoey—, en el momento en que se convierta en zorra, te lo advierto, voy a
olvidar eso, sin importar lo que digas. Porque, maldita sea, esas piernas... —
Contuvo el aliento—. Incluso me gusta la ropa. Cubierta así, hace que un chico
se pregunte lo que está escondido debajo de todas esas capas. Hace que lo que
desees sea arrancar la envoltura y desvelar la sorpresa. ¿Sabes lo que quiero
decir?
Cuando sonrió y me codeó, fruncí el ceño rudamente.
No quería estar de acuerdo con Ten, pero tenía razón. Zoey se veía bien
en ese traje. Pero comerse con los ojos a la compañera de piso de Cora se sentía
muy mal. Con un suspiro, negué con la cabeza y me alejé. —Solo volvamos al
trabajo.
Lo hizo, pero no se calló. Recogiendo la manguera de agua para enjuagar
lo que acababa de limpiar, Ten seguía hablando, irritándome aún más. —Y
también es rubia. Últimamente he anhelado a las rubias a rabiar. —Aunque
conforme hablaba, su mirada se quedó atrapada en algo, en una dirección
totalmente diferente de donde las chicas trabajaban—. Mierda —dijo entre
dientes.
Miré y vi otra rubia caminando a nuestra dirección. Al igual que Zoey,
también llevaba una camisa y unos pantalones cortos, sin bikini a la vista. Era el
chico caminando junto a ella quien hizo que mi estómago se apretara en nudos.
Respetaba al mariscal de campo de nuestro equipo más que a cualquier
chico que he conocido. Pero hoy, me habría gustado que estuviera en cualquier
lugar excepto aquí.
Girando hacia Ten, bajé mi voz. —No vas a decirle acerca de la foto de
Aspen en el teléfono de Belcher, ¿verdad?
Ten me miró con incredulidad. —Joder, ¿crees que estoy loco? Gamble
enloquecería si supiera que la gente difundía instantáneas en topless de su
mujer.
Noel nos vio, y él, junto con la chica a su lado, se desvió en nuestra
dirección.
—Entonces, ¿quién está ganando hasta ahora? —preguntó, obviamente
sin tener idea sobre la foto que borramos del teléfono del jugador de béisbol
anoche—. ¿Las mujeres o los hombres?
Esperaba que Ten contestara porque siempre estaba tan dispuesto a
hablar, pero se encontraba demasiado ocupado mirando a la rubia junto a Noel,
tratando de disimularlo. Así que me aclaré la garganta. —Yo, uh, creo que es un
empate hasta el momento. Hola, Caroline. —Traté de ofrecer un agradable
saludo a la hermana de Noel ya que Ten no era de ayuda. Había pasado de
parlanchín a silencioso—. ¿Estás aquí para ayudar a la competencia?
Devolvió la sonrisa brevemente. —Supongo que sí. —Luego disparó a
Noel una breve mueca como si la obligara a ir con él.
—Lo que significa, que debería dejar de hablar con el enemigo e ir con el
equipo de chicas. —Codeándole a su hermano, añadió—: Espero que no seas
un mal perdedor.
Noel esbozó una sonrisa. —Oh, vas a caer, niñita.
—Cora está allí —le dije amablemente mientras se alejaba—. Ella puede
ayudarte a ponerte en marcha.
—Gracias, Quinn. —Me sonrió, miró brevemente a Ten, y luego siguió su
camino.
Los tres la miramos fijamente antes de que Noel agarrara el brazo de Ten
y le llevara lejos, hacia el auto que limpiábamos. —En serio, tenemos que
trabajar sobre tu problema de mirar fijamente.
—No puedo creer que trajeras a tu hermana —dio Ten, dando otro vistazo
a hurtadillas.
Noel resopló. —Bueno, se suponía que íbamos a invitar a una chica para
ayudar a competir en el lado femenino, y Aspen no estaría ni muerta en un
evento del campus. Además, no iba a dejar que viniera. Ustedes nunca serían
capaces de quitar la vista de sus piernas, y entonces, perderíamos ante las
chicas.
Como si lo ordenara, la mirada de Ten fue directo a las piernas de
Caroline mientras resoplaba. —No invité a una chica.
Noel murmuró una maldición y empujó a Ten. —Ojos en tu cabeza, hijo
de puta.
—¿Qué? —gritó Ten, dando tumbos detrás Noel—. ¿Por qué la has traído
si no quieres que la miren?
Me sonrojé porque estuve mirando también, pero Noel no me regañó.
Debió saber que no tenía pensamientos sucios sobre su hermana.
—La traje porque tenía que salir de la casa. Se encerró durante todo el
verano y con las clases a partir del lunes, esperaba que hiciera un amigo o dos
en el campamento de chicas.
Buscando otra vez a Caroline con la mirada, esperé que Cora la acogiera
y se hiciese amiga de ella. No estaba seguro de lo que ocurrió con la hermana de
Noel para causarle que trajera a Ellamore a ella y sus dos hermanos más jóvenes
de su ciudad natal al final del último año escolar, pero Ten sabía al respecto. Le
atrapé a él y a Noel hablando de ella, preocupado acerca de cómo se curaba. Las
pocas veces que me encontré con ella, parecía bastante tranquila y reservada,
pero no creía que fuera su comportamiento habitual. Creía que algo la lastimó,
y todavía atravesaba cual fuera su tortura.
Cuando la vi acercarse a Cora, sonreí. Mi chica era brillante. Ella se
encargaría de la hermana de Noel, sin problema.
Regresé al trabajo, y Noel se nos unió en nuestro puesto. Otros miembros
del equipo se pasaban a saludarlo, y, a veces a Ten. De vez en cuando yo
conseguiría un gesto de cabeza o un breve “hola”, pero nadie me dijo mucho
más excepto tal vez lo bien que Cora se veía en su bikini, lo cual me dejaba
perplejo. ¿Por qué me decían, como si fuera su dueño o algo así? Deberían
decirle a ella si creían que se veía bien. Y si querían ponerme celoso, perdían su
tiempo. No era del tipo celoso.
Pero asentí ante sus elogios y seguí en silencio. Seguro mi tranquilidad
asqueaba a la gente. Noel y Ten parecían ser los únicos dos miembros del
equipo que no le importaba que rara vez hablara.
En realidad, funcionábamos bien juntos en el campo y fuera, ya que los
tres trabajábamos en la misma discoteca como camareros. Noel fue el que me
consiguió el trabajo allí, por lo cual estaría eternamente agradecido. Estuve
viviendo en la residencia de estudiantes mi primer año, pero odiaba la vida allí.
No era del tipo de residente comunitario. Tanta gente, acumulados en un solo
edificio, fiestas toda la noche, no había privacidad; fue difícil para mí.
Pero con el dinero que gané en mi nuevo trabajo, fui capaz de alquilar un
apartamento en cuanto terminó el semestre. Este verano fue bueno, al tener mi
propio espacio para mí mismo. Ni siquiera importaba que Ten se invitara solo y
viniera a vivir conmigo hace unos meses cuando dejó su apartamento con Noel,
después de que éste y sus hermanos se mudaran a casa de Aspen. Ten era
ruidoso, desagradable y molesto, pero no era un mal compañero. Respetaba mi
privacidad, no ensuciaba el lugar más de lo que lo hacía yo, y no me trataba
como a un bicho raro. Era en realidad un muy buen amigo, y tenía una manera
de hacerme sentir como una persona normal.
Feliz de ser capaz de formar una buena relación tanto con Noel como con
Ten, eché un vistazo hacia ambos trabajando sobre el lado de enfrente de un
pequeño auto rojo, igual que yo. Tenía que agradecerles algo más que amistad y
un lugar para vivir. Si no hubiera sido porque Noel me consiguió mi trabajo, tal
vez nunca hubiera conocido a Cora. Y yo, sin duda, todavía sería un tímido
virgen sin esperanzas hasta este día.
—Mierda —murmuró Ten, mirando al otro lado del auto—. Las chicas
están ganando cada vez más que nosotros.
Miré hacia arriba y sí, la fila de su lado seguía creciendo. —Tenemos que
dar un paso adelante, muchachos —dijo Ten en voz alta mientras hacía una
demostración, quitándose lentamente su camisa por la cabeza y arrojándola a
un lado antes de sacudir su cabello húmedo.
Un auto lleno de mujeres, que esperaban en fila con sus ventanillas
bajadas, tocó el claxon con aprobación. Noel siguió el juego y perdió su camisa,
pero Ten lo llevó al extremo poniendo no tan accidentalmente espuma de jabón
sobre su pecho y mirando descaradamente a las mujeres mientras se pasaba un
trapo. —Ups. Soy un desastre. Oh, maldición. Ahí vamos de nuevo.
Luego se aseguró de allanar todo su torso contra su ventana mientras se
inclinaba sobre el techo de su auto para eliminar las huellas. Tan pronto como
terminamos con ellas, enseguida se pusieron de nuevo en la cola para volver a
limpiar su auto.
—Vamos, Ham —me gritó Ten—. Pierde un poco de ropa. Ayúdanos en
esto, hombre.
Sonreí y negué con la cabeza. Entonces Ten se sintió obligado a darme
una “apariencia más húmeda”, como él la llamaba, justo antes de que me
rociara con agua.
El agua fría en realidad se sentía bien con este calor, pero le fruncí el ceño
y le dije que estaba muerto. Vítores de aprobación sonaron cuando fui detrás de
él, para desviar la manguera y rociarle la espalda. Las chicas que esperaban en
sus autos nos animaron. En un momento, la fila de nuestro lado del lote se
había duplicado.
Empapados, finalmente regresamos al negocio. Cuando estábamos más
ocupados, sonó el teléfono de Noel. Comprobó la pantalla y se alejó, diciendo
que era de casa.
Mientras se hacía a un lado para responder, Ten pidió más ayuda para
nuestro auto. Así que otro jugador del equipo, K.C. Jennings, se acercó.
—¿Alguno de ustedes sabe quién es la chica nueva? —Tomó una esponja
y empezó a fregar—. ¿Esa rubia? ¿La bonita deliciosa?
Ten silbó. —Será mejor que no hables de la hermanita de Gamble o él te
dejará calvo, hombre. Y no estoy hablando del cabello en tu cabeza.
K.C. se estremeció y señaló. —No jodas. ¿Esa es la hermanita de Noel?
Maldita sea, es ardiente.
Ten miró por encima a la vez que sus cejas se alzaron. Me envió una
sonrisa pícara antes de palmear a K.C. en el hombro. —En realidad, esa no es,
pero al parecer necesitas la aprobación de Ham antes de siquiera mirarla.
Mi estómago se tensó cuando me di cuenta de que se referían a Zoey. Me
negué a responder, mirar, e incluso reconocer que los escuché, pero K.C. se giró
hacia mí, levantando las cejas hasta el nacimiento de su cabello. —No me digas.
¿Ya cambiaste a Cora por un nuevo modelo? Adorable, hombre.
Mientras Ten se echó a reír, le fruncí el ceño y me enderecé. —¡Qué! No,
no lo hice. Esa es la nueva compañera de piso de Cora.
—Y me advirtió que me alejara de la nueva compañera de piso de Cora
—agregó Ten, demasiado alegre.
Le envié una mueca asesina. —Solo porque ella no es de esas.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de K.C. —Diablos. Puedo hacerla “de
esas” si necesitas amansarla.
Lo miré fijamente con la urgencia de romper su cara. ¿Cómo se atrevía a
hablar de Zoey de esa manera? ¿Cómo se atrevía siquiera a mirarla? Ella no
hacía nada para conseguir ese tipo de comentarios. Ni siquiera se vestía de
forma provocativa. Todo lo que hacía era limpiar inocentemente autos, y los
chicos jadeaban tras ella calientes como perros en celo. ¿No podían mirar a
todas las demás chicas, con las tetas colgando y los culos en exhibición? Esas
mujeres querían que los chicos se las comieran con los ojos. No Zoey.
—Mira esas tetas prominentes —continuó K.C., mirando un poco más—.
Apuesto que llenaría una palma a la perfección.
Chasqueé mis nudillos sin querer, imaginando cómo se sentirían contra
su mandíbula.
Ten se dio cuenta y codeó a K.C. —Amigo, si valoras tu vida, es posible
que desees callarte ya mismo.
—¿Qué? ¿Por qué? Oh, sí, joder. Parece que se dirige a la habitación de
almacenamiento de agua fresca. Creo que voy a ir a toparme accidentalmente
con ella y... presentarme. —Cuando fue a acercarse a Ten y mi cubo de agua
con jabón, fui hacia él.
Sobre mi cadáver se presentaría ante Zoey.
Pero Ten intervino. —Oye, lo siento, Jennings, pero Ham ya se ofreció
como voluntario para hacer ese trabajo. —Ten enganchó el cubo de K.C. y lo
empujó en mi pecho. Mi boca se abrió para discutir con él. No quería que K.C.
la atrapara a solas por ninguna razón, pero tampoco quería hacerlo yo. Los
sentimientos que me hizo experimentar anoche seguían muy frescos en mi
cabeza.
—No me importa hacerlo por ti —ofreció K.C., acercándose para
quitarme el cubo. Pero lo alejé.
Ni loco, amigo.
Prefería sufrir otro encuentro a solas con ella que dejar que K.C. se le
acercara. Me hallaba medio tentado de enviar a Ten. Pero, por Dios, tampoco
me fiaba de él. Apreté los dientes.
Supongo que no tenía más opción que ir al cobertizo donde sabía que se
encontraba Zoey. Sola.
6 Traducido por Daniela Agrafojo
Corregido por Paltonika

Zoey
Tan pronto como llegamos al lavado de autos, Cora estuvo rodeada de
inmediato por una horda de chicas. Me quedé atrás, sin estar segura de qué
hacer. En la escuela secundaria, fuimos solitarias juntas, marginadas que
hicieron un club para dos y se volvieron inseparables porque sus padres habían
sido casi tan estrictos con ella como lo fue mi padre conmigo.
Observándola ahora, suponía que no fue tan solitaria estos últimos dos
años como yo lo había sido sin ella. Cora siguió adelante. Darme cuenta de eso
hizo que me doliera el corazón, me hizo sentir abandonada y patética por
aferrarme a la única amistad que había tenido. Pero luego me recordé que ella
no le contó a nadie más acerca de sus riñones. Solo confiaba en mí con esa
información.
Sabía que era egoísta, pero me hizo sentir mejor.
El chismorreo comenzó, cada chica más ansiosa de compartir los eventos
más recientes con mi mejor amiga. La trataban como la abeja reina del grupo. Le
tomó un minuto de jadeos sobre tal fulano siendo descubierto engañando a
como se llame antes de recordarme.
Cuando nuestras miradas chocaron, sus ojos se agrandaron. —Oh,
chicas, tienen que conocer a Zoey. —Separándose de sus amigas, me sonrió y
enganchó su brazo a través del mío. Empujándome hacia adelante, sonrió con
orgullo—. Es mi nueva compañera de cuarto. ¿No es la cosita más dulce del
mundo?
—Oh Dios mío, amo tu color de cabello. ¿Quién lo tinturó?
—Mira ese bronceado. ¿Qué salón usas?
Cora rió. —Ahórrenselo, chicas. Esto —desplegó una mano sobre mí—,
es todo natural.
Más jadeos siguieron, haciéndome ruborizar.
—De ninguna manera.
—Oh, cariño. Estás bendecida.
—Perra, te odio —bromeó otra, y todas se rieron.
Sonreí incómodamente preguntándome si era tan fácil hacer amigas.
Pero un microsegundo después, una de las chicas recordó otro chisme caliente
que quería decirle a Cora… en privado. Mientras arrastraba lejos a mi mejor
amiga, las otras chicas también se fueron, dejándome ahí como una idiota.
Supongo que podría haberlas seguido, pero sabía que, si trataba de encajar, solo
me habría sentido más incómoda y excluida.
Así que, cuando miré todos los suministros amontonados para el lavado
de autos con una lista de instrucciones, comencé a trabajar, conectando las
mangueras y llenando todos los baldes con agua jabonosa. Había un pequeño
almacén cerca que nos dio permiso de usar su agua caliente. Me tomó cinco
viajes, pero para el momento en que tuve todo establecido, los autos que
pasaban por ahí notaron que el negocio estaba abierto.
Las chicas que tenían camisas, de repente las perdieron y descubrí que
era la única chica en el estacionamiento sin bikini. La mitad del grupo de Cora
eligió la promoción de la venta, agitando carteles por la carretera.
Al otro lado del enorme estacionamiento, los chicos también instalaron
su propio lugar. Pero más de ellos se encontraban limpiando autos que tratando
de atraer clientes.
Vi a Quinn al otro lado junto al compañero de cuarto que me presentó
anoche. Ambos hicieron equipo para limpiar hasta que un tercer chico llegó
para trabajar con ellos. Y ahí fue cuando una chica nueva se unió a nuestras
filas.
Fue hacia Cora por instrucciones, pero ella no tenía ni idea de qué es lo
que sucedía. Se encontraba ocupada siendo una de las que sostenían anuncios.
Cuando nadie fue muy directo sobre darle sus tareas, grité dudosa—:
Puedes ayudarme.
Se dio la vuelta, y me quedé boquiabierta por su belleza. Su cabello era
un poco más oscuro que el mío, pero se veía, no lo sé, mejor. Más brillante. Tenía
esa onda natural que se curvaba perfectamente alrededor de su cara en forma
de corazón. Y los ojos eran brillantes como joyas azules mientras que los míos
eran más verde claros. Pero me sonrió como si pudiera ser su nueva mejor
amiga.
—Parece que los chicos por allá están haciendo grupos y teniendo dos o
tres personas para lavar cada auto —dije.
—Suena como un buen plan. —Se adelantó y tomó la manguera—.
Puedo enjuagar.
—Sería genial. Gracias.
Establecimos fácilmente un ritmo de trabajo, y en poco tiempo, éramos
capaces de hablar y limpiar al mismo tiempo. Ella se movió más cerca para
restregar el mismo lado de un brillante todoterreno color naranja cuando no
pude seguir, y habló en voz baja mientras se inclinaba a preguntar—: Entonces,
¿somos las únicas que no recibieron el memo de que se suponía que íbamos a
usar bikinis para esto?
Me sonrojé. —En realidad, como que recibí ese memo. Pero me negué,
así que mi compañera decidió ponerme esto.
Desearía estar usando algo más parecido a su atuendo. Su camisa era de
gran tamaño con un agujero en una manga, y sus pantalones cortos eran largos
y tenían pintura salpicada. Se veía tan cómoda que me sentía celosa.
—Gracias a Dios que no la escuchaste, o me estaría sintiendo totalmente
fuera de lugar. Aunque, lo juro, lo que están usando no son trajes de baño. En
serio, ¿quién nadaría en una de esas cosas sin preocuparse de que la primera ola
no te lo arrancara?
Me reí, totalmente de acuerdo.
—¿Y esa cosa azul que está usando esa rubia? —continuó, sacudiendo la
cabeza con horror—. No. Simplemente… no.
Sonreí, pero me sentí obligada a decir—: Ella es mi compañera de cuarto.
La rubia se sonrojó, sus ojos se ampliaron. —Oh, por Dios. Lo siento
mucho.
Con una risa, deseché su disculpa con un gesto de la mano. —No, está
bien. La amo hasta la muerte, pero estoy totalmente de acuerdo contigo en lo
del atuendo. Ni sobre mi cadáver.
Colocó una mano sobre su corazón y dejó salir un suspiro. —Cielos.
Gracias, pero aún me siento como una mierda por hablar de ellas a sus
espaldas. —Luego se aclaró la garganta mientras recogía la manguera para
enjuagar—. Así que, ¿eres la compañera de Cora? Debes conocer a Quinn.
Mi corazón se aceleró ante la mención de su nombre. Manteniendo los
ojos sobre una macha de ave que trataba de frotar, murmuré—: Sí, lo… lo
conocí anoche.
—Él es un amor —me aseguró la chica—. Cora tiene lo mejor ahí. Es
amigo de mi hermano, Noel. Están juntos en el equipo de fútbol y también
trabajan en Forbidden.
No sabía con seguridad lo que era Forbidden, pero asentí educadamente.
—Solo he conocido a otro miembro del equipo. Ten, creo que era su nombre.
Mi nueva amiga asintió con una extraña mirada. —Sí. También lo
conozco.
Cuando no continuó, me aclaré la garganta. —En realidad, no he estado
aquí mucho tiempo. Llegué anoche, de hecho. Voy a ser estudiante de primer
año, así que Cora está tomándome bajo su ala.
—¿En serio? —Su cara se iluminó—. Voy a ser estudiante de primer año,
también. —De repente, golpeó su frente con una mano y se rió—. Mierda, lo
olvidé. Soy Caroline, por cierto. Caroline Gamble.
Me reí porque tampoco me di cuenta de que no nos habíamos presentado
todavía. —Zoey Blakeland.
—Es un placer conocerte.
Sonreímos ante su saludo dramáticamente formal mientras extendía una
de sus manos y se inclinaba hacia mí. En segundos, la sonrisa se convirtió en
carcajadas. No me encontraba segura de por qué nos reíamos, pero se sentía
bien.
El negocio aumentó. Con Caroline y yo trabajando juntas, pasamos con
rapidez por cada auto y comenzamos a estar más ocupadas que los chicos, lo
que hizo que Cora y su banda de animadoras les gritaran insultos a ellos.
Pero pronto, un puñado de chicos se arrancó las camisas y se rociaron
unos a otros. Cuando Ten y Quinn comenzaron a forcejear por una manguera
de agua, ambas nos detuvimos y miramos boquiabiertas. Quinn mantuvo su
camisa puesta, pero aun así era absoluta perfección. Juntos, hicieron ver el
forcejeo como un juego erótico de camisetas mojadas.
Cuando un tercer chico irrumpió, empapándolos y separándolos a los
dos, Caroline resopló con disgusto. —Noel, idiota —dijo para sí misma—. Qué
manera de arruinar una vista perfectamente deliciosa.
Sonreí ante el tono que usó. —Supongo que ese es tu hermano.
—Sí —murmuró, rodando los ojos—, ese agitando espuma hacia Oren.
Sacudí la cabeza. —¿Oren?
Sus mejillas se volvieron rojas. —Lo siento. Ten. Su nombre en realidad
es Oren Tenning, pero todo el mundo lo llama Ten. —Inclinó su cabeza de
forma pensativa—. Puede que sea la única persona que conozco que en verdad
usa su nombre de pila.
Asentí. —Oh. —Su hermano era uno de los chicos más apuestos. No tan
alto ni ancho como Quinn, o tan lindo, pero sin duda llamaba la atención.
—Ugh. —Caroline arrugó la nariz y dejó caer su trapo dentro del cubo—.
Nuestro balde con agua jabonosa se está poniendo asqueroso.
—Puedo conseguir un nuevo lote. Sé donde conseguir más agua caliente.
—Buena idea. El agua caliente limpiaría mucho mejor. Gracias.
Después de tirar el agua usada, llevé el cubo vacío al almacén.
Dentro, permanecía inquietantemente silencioso, enviando una nueva
serie de ecos con cada paso que daba. Me apresuré al lavabo en la esquina
lejana, lista para salir de ahí lo más rápido posible.
Justo cuando cerraba la llave, se abrió la puerta trasera, enviando sonidos
a la habitación llena de estantes metálicos. En verdad no quería encontrarme
con nadie aquí, sobre todo sola. Así que me agaché fuera de la vista, esperando
que el recién llegado no me viera ni permaneciera mucho tiempo para poder
escapar tan pronto como se fuera. En cuclillas, me escondí al final de un alto
estante donde las cajas apiladas me mantenían oculta.
Cuando Quinn dobló la esquina, llevando un cubo, mi aliento se estancó
en mi pecho.
Deteniéndose cuando vio el lavabo, se giró y miró hacia la puerta,
pareciendo confundido. Después de un momento, sacudió la cabeza y abrió el
agua. Mantuvo su mano bajo el chorro hasta que debió haber estado lo bastante
caliente para llenar su balde. Y de repente, me sentí estúpida por esconderme.
Estoy segura de que nadie atravesaría la puerta con planes infames. Pero solo
me sentí muy asustada.
Sí, definitivamente viví con mi padre demasiado tiempo.
No podía aparecerme ahora, sin embargo, o Quinn se preguntaría qué
diablos hacía, y era demasiado mortificante de explicar la tonta y asustadiza
idiota que era.
Justo mientras terminaba de llenar su cubo y lo levantaba del lavabo, los
impresionantes músculos flexionándose bajo su camisa, hicieron que mi boca se
secara ante la vista, y la puerta del almacén se abrió de nuevo.
Gimiendo silenciosamente, rodé los ojos y recé para que mi desgracia
terminara pronto. Solo quería dejar de esconderme y volver al lavado de autos,
donde podía una vez más tratar de actuar como una chica normal.
Cora saltó dentro, lo que causó que Quinn se detuviera. —¿Qué estás
haciendo tú aquí?
Zigzagueó hacia él, enrollando el cabello alrededor de su mano y
sosteniéndolo lejos de su nuca. —Vi que mi increíblemente sexy hombre se
dirigía hacia acá, así que tenía que seguirlo para un rápido… arrumaco.
Cuando lo alcanzó, se elevó en las puntas de los pies y envolvió los
brazos alrededor de su cuello, presionando su boca completamente contra la de
él. Quinn inclinó la cabeza para encontrar sus labios, pero pareció un poco
inseguro sobre qué hacer con el cubo de agua que sostenía mientras salpicaba
un poco por los lados y mojaba la pernera de su pantalón.
Manteniendo sus labios unidos a los de ella, se inclinó lo suficiente para
dejar el cubo en el suelo antes de usar su mano recientemente libre para
rodearla por la cintura y tirar de ella sobre sus pies.
Mientras los juntaba más y me preguntaba qué se sentiría que un chico
me arrastrara hacia él de esa manera, Cora chilló—: Oh, Dios mío. Estás tan
mojado. —Empujó contra su pecho, desesperada por escapar.
Se rió y la bajó de nuevo. —Lo que no puedo entender es cómo estás tan
seca. Estamos en un lavado de autos. Todos deberían estar mojados.
—Es un talento —dijo mientras se acercaba y tomaba un puñado de su
camiseta—. Pero lo que yo no puedo entender es por qué sigues usando esta
tonta camisa. La mayoría de los otros chicos se las quitaron hace horas. Y sé, de
hecho, que tienes un mejor pecho que todos ellos. ¿Qué ocurre, mi hombretón?
Cuando trató de pasar la camisa sobre su cabeza, él rió nervioso y la sacó
de sus manos para mantenerla puesta. —Sabes que mi pecho no es el problema.
Me preguntaba qué quería decir, cuando Cora gimió. —Oh, en serio no
vas a dejar que un par de cicatrices en tu espalda eviten que mis amigas vean lo
delicioso que es tu torso, ¿verdad?
¿Cicatrices? Sentí algo cálido y comprensivo. ¿Qué le había pasado a su
espalda para tener cicatrices?
Agachando la cabeza, Quinn murmuró—: Es más fácil tenerlas cubiertas.
Nunca sé qué decir cuando la gente hace preguntas.
—No tienes que decir nada, bebé. Es obvio que alguien te golpeaba con
un cinturón.
Tragué con fuerza. Oh, Dios… yo… ni siquiera sabía cómo procesar eso.
Sentí el latigazo del cinturón de mi padre más de una vez. Pero nunca me
golpeó tan fuerte como para que tuviera una cicatriz después de ninguna de
esas experiencias, excepto por una en la parte de atrás de mi pierna donde se
olvidó y usó el otro extremo. El broche de metal alcanzó mi piel y rasgó la
carne. Eso se sintió lo suficientemente mal. No podía imaginarme cuánto debió
haber lastimado para tener cicatrices por toda la espalda.
Agarrando su camisa de nuevo, Cora la usó para acercar un poco más a
Quinn. —Ahora, dame otro beso antes de que yo comience a golpearte con un
cinturón.
Fruncí el ceño ante tal insensible línea, pero volví de nuevo al espionaje
cuando unió su boca con la de él. Luego, me incliné un poco más hacia adelante
para observar.
Sabía que era un error. Pero mirar la forma en que la besaba era… ni
siquiera sabía cómo describirlo. Parecía ser honestamente cuidadoso y cariñoso
con ella. Había estado preocupada después de leer tantos correos de Cora sobre
él. Hablaba de cuán perfecto, hermoso y dulce era, y en ese entonces esperaba
que no estuviera cegada por la lujuria ni siendo usada o manipulada por algún
idiota.
Pero Quinn parecía ser recíproco con su adoración. Me sentía aliviada y
agradecida de que Cora hubiera encontrado una relación como esta, incluso
aunque honestamente no supiera que existían. Eso hizo que mi envidia
chispeara hasta que una diminuta parte de mí se resintiera con ella… solo un
poco por encontrar algo tan increíble.
Siempre había tenido una buena familia, una madre que la molestaba por
lo mucho que quería estar involucrada en su vida y un padre que era uno de los
hombres más gentiles que había conocido. Mientras yo tuve un padre viudo
que me golpeaba por cosas como cocinar excesivamente sus huevos fritos.
No parecía justo que Cora también hubiera conseguido este perfecto y
dedicado novio. Lo que solo me hacía ahogarme con mi culpa porque aquí
estaba yo sintiéndome celosa de la única persona que había sido mi amiga
mientras me encontraba perfectamente sana y ella… no.
Oh, hombre. Era la peor amiga del mundo.
Quinn fue el primero en romper el beso. Su respiración se encontraba
acelerada, lo que hacía que su voz sonara más ronca, lo que me hizo sentir
cosquillas.
—Debería volver —dijo—, los chicos están esperando el agua jabonosa.
—Pueden seguir esperando —discutió Cora mientras seguía besando su
cuello—, tienes que satisfacer a tu mujer.
Él gimió, dejándome saber lo tentado que se sentía, incluso mientras
colocaba una mano en su cadera para apartarla. —Voy a satisfacerte esta noche.
¿Qué te parece?
Cora se alejó e hizo un falso puchero malhumorado. —¿Lo prometes?
Besó su frente. —Mejor nos vamos antes de que nos atrapen aquí juntos.
—No seas tan mojigato, bebé. No estamos haciendo nada malo. Todavía
tenemos toda nuestra ropa puesta.
Quinn simplemente sacudió la cabeza mientras se inclinaba para recoger
su cubo.
—Bien, de acuerdo. —Todavía haciendo puchero, Cora puso sus manos
en las caderas y se giró para caminar enfadada hacia la puerta—. Sé anticuado
entonces. Será mejor que me lo hagas dos veces esta noche.
Quinn comenzó a seguirla, pero miró por encima por alguna razón. No
esperaba que viera en mi dirección, pero cuando su mirada se enganchó con la
mía, estuve atrapada.
Me agaché más en mi escondite, pero se quedó paralizado y su boca se
abrió, haciéndome saber bien que me vio.
Esperé una tormenta de preguntas y me encogí aun más ante su mirada,
tratando de pensar en una excusa para mi presencia aquí… y por qué no me
hice notar.
Pero me sorprendió cuando sus ojos se llenaron de simpatía. Mirando
detrás de Cora como si chequeara si prestaba atención o no, se dio la vuelta.
Luego apuntó hacia mí y articuló la pregunta—: ¿Estás bien?
Parpadeé.
¿No iba a exponerme o a pedir respuestas? ¿Por qué no iba a exponerme?
Con mi corazón latiendo fuerte, asentí.
Entonces, apuntó hacia su desaparecida novia y articuló—: ¿Necesitas a
Cora?
Sonreí un poco, encantada de que estuviera tan preocupado y agradecida
de que mantuviera mi presencia en privado.
Cuando negué con la cabeza, sonrió. Después de mandarme una señal de
pulgares arriba, siguió a Cora fuera del almacén.
Me quedé ahí otro minuto, tratando de refrenar mis dispersas emociones.
Todavía me sentía mortificada por ser descubierta, a pesar de que Quinn fue
tan bueno al respecto. Me hacía sentir como una idiota por esconderme. Pero
más que nada, me sentía avergonzada.
Cora era mi única amiga. Fue la única persona en hablarme y presentarse
en mi primer día en la escuela pública después de que mi padre finalmente
estuviera de acuerdo en que podía dejar de usar a los tutores a quienes les
pagaba para educarme en casa. Había sido mi roca y mi apoyo cada día
después de que él me golpeaba. Adoraba el suelo que ella pisaba. Y ahora se
encontraba lastimada, sufriendo por una debilitante enfermedad. Se merecía
toda la felicidad que pudiera conseguir. ¿Por qué diablos me sentía celosa?
Todavía me sentía bastante molesta conmigo misma para el momento en
que volví con Caroline. Pero parecía tremendamente preocupada hasta que me
vio. Apresurándose hacia mí, preguntó—: ¿Estás bien? Estuve a punto de
enviar una búsqueda y rescate por ti.
—Oh… yo… lo… lo siento. —Miré a través del estacionamiento, solo
para encontrar a Quinn observándonos.
Cuando me vio mirándolo, se dio la vuelta. Me preguntaba qué pasaba
por su cabeza, qué clase de loca pensaba que era. Me giré hacia Caroline, un
poco enferma del estómago.
—Como que me quedé atorada ahí cuando Quinn y Cora se metieron
para besarse. Supongo que debería haberme aclarado la garganta o algo para
hacerles saber que me encontraba ahí, pero…
Caroline extendió una mano y rodó los ojos. —No digas más. Lo
entiendo. Yo me escondería por un rato también. Mi hermano atrapa a su novia
Aspen por la casa, todo el tiempo, pensando que están “solos”, y nunca sé si
debería decirles que estoy justo ahí o qué.
Dejé salir una silenciosa exhalación de alivio, agradecida de no ser la
única persona que pasaba por esa clase de dilema. —¿Qué haces normalmente?
Sonrió maliciosamente. —En general espero a que se pongan en verdad
calientes antes de hacer un ruido y asustarlos.
Con una risa, sacudí la cabeza. —Eres astuta, ¿no es cierto?
Su sonrisa se desvaneció. Girándose para enfocarse en fregar el último
auto del día, que esperaba que limpiáramos, murmuró—: Solía serlo, supongo.
Dándome cuenta de que golpeé una especie de gatillo, me puse seria y
trabajé silenciosamente enjuagando lo que ella acababa de limpiar.
Genial. Ahora tenía otra razón para sentirme como la mierda. De alguna
manera ofendí a la única persona con la que conecté desde que me mudé aquí.
7 Traducido por Mary Haynes
Corregido por Kora

Quinn
Los chicos terminaron ganándoles a las chicas, lavando ocho coches más
que ellas.
Ten incitó un extraño baile de la victoria, pero me encontraba demasiado
ocupado mirando al otro lado del estacionamiento y comprobando a Zoey para
participar en eso. No lo hubiera hecho, de todos modos. Bailar no era lo mío.
Todavía me molestaba que se hubiera estado escondiendo en el almacén.
¿Algo la asustaba? ¿Alguien la había molestado? No me gustaba recordar cuán
perdida y sola había parecido.
Había estado alejada de su padre abusivo por apenas un día completo.
Tal vez había sido demasiado pronto para que Cora la empezara a arrastrar por
todos lados a eventos sociales.
Excepto que ella ahora se veía bien.
De hecho, sonrió a algo que le dijo la hermana de Noel y apartó un
mechón de pelo de su cara cuando el viento lo sopló delante de sus ojos. Sus
manos hacían señas cuando contestaba y Caroline echó la cabeza hacia atrás
antes de soltar una carcajada.
Noel se irguió ante el sonido y las miró. —Mierda —murmuró,
deteniéndose a mi lado—. Esa es Caroline. Ella está... Dios, se está riendo. —El
concepto parecía completamente desconocido para él. Volteándose hacia mí,
parecía sorprendido mientras murmuraba—: No me puedo creer que se esté
riendo. No la he visto reír en todo el verano. —Sus labios se torcieron en una
especie de sonrisa de alivio—. Quienquiera que sea la mujer rubia que habla
con ella, la adoro.
Aspiré una bocanada de aire, sorprendido por lo mucho que quería
hacerle daño a Noel Gamble, mi mayor ídolo en el planeta.
Ten se rió y palmeó el hombro de Noel.
—¡Cuidado con lo que dices, Gam, o es probable que Hamilton te rompa
los dientes! Rubia está aquí con él.
Noel frunció el ceño antes de dar un respingo, mirando de mí a Zoey y
de nuevo a mí otra vez.
—Espera, ¿qué?
Con un suspiro, di una mirada en dirección a Ten antes de contestar.
—Su nombre es Zoey. Es la nueva compañera de habitación de Cora.
—¿En serio? —Noel se iluminó—. Así que, ¿hoy vino aquí contigo?
Asentí con cautela, preguntándome adónde iba con esto. Sabía que no
había sido literal cuando dijo que la adoraba, pero el escuchar esas palabras de
su boca mientras la miraba no me había dado la impresión correcta.
—Grandioso. —Juntó las manos, sonriendo locamente—. Deberían venir
con nosotros a comer un poco de pizza para la cena.
Vacilé, sin querer que Zoey estuviera cerca de él por alguna razón que no
podía explicar.
Como si hubiera leído la indecisión en mi cara, se acercó más. —Es lo
más viva que he visto a mi hermana en meses. Lleva escondida en su habitación
desde que se mudó aquí. No voy a dejar que se pierda su primer intento de
hacer una amiga. Por favor, hombre. Solo ve a ver si tu Zoey puede pasar un
poco más de tiempo con Caroline.
—Está bien. —Suspiré, preguntándome por enésima vez lo que le había
sucedido a Caroline Gamble. Debió haberla dejado en un muy mal estado. Y
debería haberle dicho a Noel que no la llamara mi Zoey, pero no lo hice—. Les
preguntaré a Cora y a Zoey si están de acuerdo.
—Eh. —Ten se abrió paso entre nosotros, con el ceño fruncido—. ¿Dónde
está mi invitación dorada para comer pizza con ustedes?
Noel aspiró y le envió un breve gesto, tirando del brazo de Ten sobre su
hombro. —No te vi traer a nadie por aquí para hacerse amiga de mi hermana.
—Bueno... yo podría hacerme amigo de ella —comenzó Ten, poniendo
una cara ofendida mientras apretaba su mano en el pecho.
Noel echó atrás la cabeza y se rió.
—¿Qué? —murmuró, cruzando los brazos sobre el pecho y lanzándole
una mirada penetrante—. Soy un amigo impresionante.
La risa de Noel comenzó antes de que pareciera darse cuenta de que Ten
lo decía en serio. Su sonrisa se desvaneció. Señalándole a la nariz, gruñó.
—Aléjate de mi hermana, maldición.
Ten le envió una mirada suave. —¿Por qué sientes la necesidad de
decírmelo en ese tono cada vez que me ves?
—Porque eres un idiota cachondo que no puede dejar sus pantalones
puestos y se engancha con cualquier cosa que tenga tetas y una vagina.
—¿Alguna vez me has visto coquetearle? —Cuando Noel no respondió
rápidamente, Ten aspiró y negó con la cabeza—. Eso es lo que pensaba, hijo de
puta. Tengo algo de sentido del honor, sabes. —Dándose la vuelta, se marchó.
Mientras seguía con la mirada la huida de mi compañero de habitación,
Noel se rascó la cabeza. —¿Cuál demonios es su problema?
Le eché un vistazo a Noel. Si en serio no se daba cuenta de cómo Ten
actuaba de forma diferente siempre que Caroline se encontraba cerca, entonces
yo no iba a ser la persona que se lo dijera. Solo rezaba a Dios que Ten no
hubiera estado mintiendo cuando dijo que tenía cabeza para no coquetear con
Caroline, porque si alguna vez lo hacía el resultado en la amistad ente Noel y él
no sería bonito.
—Voy a ir a preguntarles a Zoey y a Cora si les parece bien la pizza —le
dije en su lugar, alejándome antes de que un Noel con el ceño fruncido pudiera
hacerme más preguntas.

Comer con los Gamble resultó parecerle más que bien a Cora... y también
a Caroline. No creo que Zoey tuviera mucha elección en el asunto.
Tan pronto como les mencioné la invitación, los ojos de Cora se pusieron
enormes.
—¿O sea que Noel Gamble, el mariscal de campo, quiere que comamos con
él?
Parpadeé, preguntándome por qué le entusiasmaba tanto. Sabía que
Noel y yo éramos amigos, pero... hmmm. Tal vez no se había dado cuenta de lo
unidos que éramos.
Tal vez necesitaba hablarle un poco más sobre mí mismo.
Caroline seguía hablando con Zoey cuando se lo había mencionado.
Antes de que Zoey pudiera responder, ella la agarró del brazo y empezó a saltar
arriba y abajo.
—Oh, tienes que aceptar. Va a ser muy divertido. Por favor, por favor,
por favor.
Con una risa, Zoey asintió.
—Está bien, supongo. Me encantaría.
Así que terminamos siguiendo a Noel a la pizzería más cercana. En el
camino, Cora alardeó con Zoey sobre lo afortunados que éramos por pasar la
tarde en compañía de Noel Gamble.
—Es como el icono del fútbol por aquí. Diablos, toda la universidad
podría tomar su rostro como su nuevo logotipo, porque es un mariscal de
campo legendario. No hemos visto un talento como el suyo en... bueno, en
mucho tiempo.
Mis cejas se fruncieron mientras seguía alardeando. Sí, Noel era bueno,
pero él no era el equipo entero. Si Ten no fuera un gran receptor, Noel nunca
hubiera hecho tantos pases impresionantes como los que había hecho. Si toda la
línea defensiva no hubiera contenido tanto a nuestros oponentes, Noel ni
siquiera hubiera tenido tiempo en el campo para hacer jugadas impresionantes.
Y…
—¿En qué posición juegas tú? —preguntó Zoey desde el asiento trasero.
Me tomó un segundo darme cuenta de que me hablaba. Levanté la cara
al espejo retrovisor y un choque de consciencia me recorrió cuando nuestras
miradas se encontraron.
En serio, ¿por qué tenía que tener unos ojos tan bonitos?
Cora se rió y agitó una mano.
—Oh, Quinn es solo el tercer mariscal de campo.
La miré bruscamente. Todavía se reía por su respuesta desdeñosa.
—También soy receptor titular de ala cerrada —sentí la necesidad de
añadir. Un estudiante de segundo año receptor titular de ala cerrada. Había
alumnos de último año que todavía no lograron ser titulares. Yo había estado
algo orgulloso de lo bien que había subido de rango.
Mi novia puso los ojos en blanco. —Sí, pero la única posición que
importa es la del mariscal de campo.
Ni siquiera supe cómo responder a eso. Pero saber que mi propia novia
pensaba que la posición principal que jugaba no tenía sentido no me hizo sentir
cálido y difuso interiormente.
¿Por qué nunca la había oído decir algo como esto?
—Si los otros jugadores fueran inútiles, ¿entonces no sería solo un juego
de uno contra uno en el campo? —preguntó Zoey, pensativa.
Le lancé una mirada de agradecimiento por el espejo retrovisor, pero sí,
mirarla todavía era un poco abrumador, así que rápidamente volví mi atención
a la carretera y entramos en el estacionamiento de la pizzería.
—Bueno, gracias a Dios hay más —continuó Cora—. Ver a un grupo de
hombres sexys en pantalones apretados es mucho más divertido que ver solo a
dos. —Empujando su codo contra el mío, sonrió y movió las cejas.
Le envié una sonrisa tensa, tratando de no dejarle ver cuánto me dolían
sus palabras... y cuánto me enfurecían. Pero ¿no se daba cuenta de lo mucho
que me menospreciaba? ¿De verdad me veía tan insignificante? Cuando hallé
un lugar en el estacionamiento, solté un suspiro largo y firme, diciéndome que
no debía obsesionarme con sus palabras irreflexivas. Mi abuela siempre me
decía que solo me hacía daño a mí, a nadie más, el guardarle rencor a alguien
por un daño no intencional que había causado.
—Guardar rencor es como tragar veneno y esperar que alguien más muera por
ello —me había dicho siempre.
Pero aun así... mi orgullo herido continuaba escociendo cuando apagué
el motor. Lo peor no era darme cuenta de que mi novia me tenía tan poca
consideración, sino que Zoey estuviera allí para presenciarlo.
Le eché un vistazo rápido mientras salíamos del coche. Me dio una
sonrisa de disculpa antes de apartar la mirada, y me pregunté de qué estaba tan
arrepentida. Me había defendido. O tal vez trataba de pedir disculpas en
nombre de Cora, ya que obviamente ella no tenía ni idea de por lo que me hacía
pasar.
Negué con la cabeza. No importaba. No iba a dejar que un ligero
descuido me deprimiera.
Enderecé mi columna y seguí a las chicas a la entrada principal, donde
nos recibieron Noel y su hermana en la puerta. Él se detuvo para mantenerla
abierta y dejarnos pasar primero y no pude dejar de fruncir el ceño ante la
forma en que Cora se rió entre dientes y le dio las gracias por su cortesía. No me
gustó saber que ella había puesto a uno de mis amigos en un pedestal más alto
del que me había colocado a mí.
—Aspen y mis hermanos están en camino —me dijo Noel mientras
entraba el último—. Espero que no te importe.
Negué con la cabeza. —De ningún modo. Eso está bien.
Cuando Caroline arrastró a Zoey en cuanto la vio, Cora tomó mi brazo y
murmuró en mi oído—: ¿Quién es Aspen?
Me quedé inmóvil, sin saber qué responder. Por respeto a Noel, no le
había dicho a Cora acerca de su relación con Aspen. No estaba seguro de si
quería que se esparciera. Pero si a él no le importaba comer aquí con ella en
público, con Cora presente, supongo que estaba bien decírselo ahora.
Pero en lugar de entrar en detalles, simplemente dije—: Es la novia de
Noel.
Cora frunció el ceño ligeramente. —No sabía que salía con alguien.
Asentí y cogí su mano para acompañarla a nuestros asientos, solo para
detenerme cuando vi a Ten ya sentado en dos mesas que habían sido colocadas
juntas.
—Eh —nos gritó con una gran sonrisa, saludándonos—, qué sorpresa
verlos, chicos. ¿Se quieren sentar conmigo? Hay un montón de sitio.
Noel desaceleró hasta detenerse, con el ceño fruncido, pero Caroline
simplemente arrastró a Zoey hacia él. Así que Cora y yo nos dirigimos por esa
misma dirección.
Los ojos de Cora se estrecharon mientras miraban a mi compañero de
cuarto. —No me dijiste que él iba a estar aquí.
Me molestaba que Ten y Cora no se llevaran bien tan abiertamente.
Incluso desde el principio, cuando empecé a salir con ella, él se negó a ser
amable, y ella había estado muy ansiosa de bufarle y escupirle a la mínima
oportunidad. Él nunca, ni una sola vez, le dejó pasar la noche en nuestra casa.
Sabía que las mujeres por lo general empezaban con el pie izquierdo con
él, pero había sido al menos decente con todas las novias de nuestros amigos.
¿Por qué no podía haber intentado ser civilizado con Cora?
Noel se nos unió a regañadientes, pero creo que odió la disposición de
los asientos. Caroline terminó al lado de Ten. Él le sonrió mientras se sentaba y,
luego, educadamente asintió hacia Zoey, diciéndole que era agradable volver a
verla. Entonces, en lugar de insultar a Cora, lo cual era lo que acostumbraba a
hacer, simplemente no le hizo caso.
Sí, era extraño cuando se portaba bien. Como que me ponía los pelos de
punta. Así que solo me pude imaginar lo que le hacía a Noel.
Estaba nervioso por haber terminado sentado al lado de Zoey. Mi codo
accidentalmente rozó el de ella mientras me sentaba, cosa que de alguna
manera hizo que su misterioso olor invadiera mis fosas nasales. Se abrieron,
tratando de descifrarlo hasta que Cora se sentó a mi lado y su perfume de
vainilla lo ahogó.
La camarera se acercó y tomó nuestro pedido de bebidas, pero Noel le
dijo que esperábamos que se nos unieran tres más antes de que ordenáramos
nuestra comida.
Noel y Ten comenzaron a discutir sobre el inminente primer partido de
la temporada, tratando de decidir si iba a ser un desafío muy grande ganar
cuando Cora jadeó y se aferró a mi brazo. —Dios mío. ¿No es la maestra que fue
despedida el semestre pasado por tener relaciones sexuales con un estudiante?
Cuando apreté su mano a modo de advertencia debajo de la mesa, Noel
giró la cabeza en su dirección y entrecerró los ojos. —¿Qué acabas de decir?
Mierda. Debería haber advertido a Cora, pero ella no había tomado
ninguna de sus clases el año pasado; no pensé que supiera quién era Aspen.
Pero lo hizo. La señaló. —Mira. Ella está ahí.
Todos nos giramos en nuestros asientos para mirarla, aunque estaba
seguro de que la mayoría de nosotros sabía exactamente a quién íbamos a ver.
Y, efectivamente, Aspen acababa de entrar en la pizzería con los dos hermanos
pequeños de Noel, Colton y Brandt.
—Cor… —empecé con la esperanza de calmarla, pero ella seguía
hablando.
—¿No viste la imagen en el teléfono de ella desnuda que el jugador de
béisbol le mostraba anoche a todo el mundo?
Me estremecí y levanté mi mano para detenerla, pero Noel ya se daba la
vuelta lentamente para perforar a Cora con una mirada dura. —¿Qué imagen?
Ella comenzó a responder, pero rápidamente puse mi mano sobre su
boca, callándola.
Noel cambió su atención hacia mí.
—¿Hamilton? —Su voz era grave y mortal.
Miré hacia Ten, sin estar seguro de qué decir.
—No te preocupes por eso. —Ten palmeó el hombro de Noel de una
forma demasiado despreocupada—. Nos ocupamos del control de daños.
—¿Control de daños? —Noel se quitó la mano de Ten de encima y se
puso de pie, formando un puño con sus manos colgando a los costados—. ¿Qué
mierda, hombre? ¿Alguien está esparciendo por todos lados fotos de mi mujer y
no sintieron la necesidad de decírmelo? ¿De quién era el teléfono? ¿Era la
misma imagen que el entrenador colgó en la pared del vestuario o era una
nueva? —Cuando nadie respondió, pateó la pata de la mesa—. Maldita sea.
Que alguien me conteste.
Caroline deslizó una mano para coger la cesta de servilletas que empezó
a caerse mientras que una Zoey con los ojos abiertos se movía hacia atrás en su
silla, luciendo petrificada.
Aunque todavía usaba una mano para cubrir la boca de Cora, puse la
otra en el brazo de Zoey, tratando de calmarla.
—Está bien —le murmuré, pero sus ojos estaban muy abiertos por el
pánico y el miedo.
—¿Noel? —Una preocupada Aspen le tocó el brazo al llegar a la mesa—.
¿Qué pasa?
Se giró hacia ella y la tomó en sus brazos, aplastándola contra su pecho.
—Lo siento. Lo siento mucho.
Cora arrancó mi mano de su boca. —Oh, rayos. —Miraba boquiabierta el
abrazo de Noel y Aspen—. ¿La despidieron por Noel Gamble?
—¿Qué dijiste? —gritó Caroline cuando Noel y Aspen se separaron.
Ten se puso de pie y miró a Cora como si fuera a estrangularla.
Me levanté rápidamente, interviniendo, y agarré la mano de mi novia
para arrastrarla detrás de mí.
—Ven conmigo.
Creo que ya era hora de poner al día a mi novia.
8 Traducido por Mae & Mary Warner
Corregido por Itxi

Zoey
No sabía exactamente lo que pasaba a mi alrededor, pero no me tomó
mucho tiempo entenderlo. El hermano de Caroline, el mariscal de campo
estrella, empezó a salir con una de sus profesoras y la despidieron por tener una
relación con él. Y, obviamente, seguían juntos.
Entendido.
Y ahora también sabía lo que vio Quinn en ese celular, que lo hizo enojar.
Mientras arrastraba a Cora lejos de la mesa, me quedé boquiabierta
detrás de ellos, insegura de lo que tenía que hacer. ¿Seguirlos, o simplemente
quedarme aquí? No quería quedarme porque parecía como si el hermano de
Caroline estuviera a punto de estallar de furia. Pero levantarme y salir tampoco
se sentía bien. Además, Caroline se acercó y me agarró la mano con fuerza,
haciéndome saber que necesitaba un poco de apoyo moral.
Mirando a Cora y Quinn desaparecer por un pasillo, la novia de Noel se
retiró del abrazo y sonrió con tristeza hacia su novia. —Supongo que alguien
simplemente se soltó de la lengua, ¿eh?
—Oh, Dios mío. —Una Caroline pálida me soltó y se tambaleó sobre sus
pies, lanzando miradas entre Noel y Aspen. Se tapó la boca—. Dios mío. Así
que… lo que acaba de decir... ¿es verdad?
Noel hizo una mueca mientras besaba a Aspen en la frente. —Cuidado.
Cuando su voz se quebró con la disculpa, sus ojos se abrieron con horror.
—Mierda. —Ella retrocedió—. Oh, mierda. —Girando para alejarse de ellos,
tropezó conmigo y mi silla en su prisa por escapar.
Bien, ahora me sentía muy incómoda por sentarme y ver todo esto.
Aspen, quien en realidad parecía más joven que su ex-estudiante, dirigió
sus ojos preocupados hacia Noel. —Debimos decirle.
—Decirle, ¿qué? —preguntó el chico más joven que se encontraba con
Aspen.
—Nada —gruñó Noel mientras agarraba el codo de Aspen para dirigirla
hacia la salida—. Vengan. Nos vamos.
—Pero quiero quedarme —dijo el chico mayor. Tenía el cabello oscuro y
se parecía a un Noel de joven—. Me estoy volviendo loco de hambre.
—Yo también —se quejó el hermano menor. Se parecía más a Caroline,
con su cabello rubio y cara en forma similar—. Quiero pizza.
—Pediremos una. —El tono de Noel no admitía lugar a discusión.
Cuando su ardiente mirada cayó sobre mí, me moví en mi asiento y contuve la
respiración, lista para que empezara a hacer amenazas para asegurar mi
silencio. Pero en cambio, preguntó—: ¿Puedes hacer que mi hermana consiga
un aventón a casa?
Me sentía sorprendida de escuchar esa pregunta, y titubeé en un primer
momento. —Uh... sí, claro. —Balanceé la cabeza, contenta de ayudar de alguna
manera—. Por supuesto.
Sus hombros se relajaron apenas. Entonces me envió una respetuosa
inclinación de cabeza. —Gracias.
Mientras escoltaba a Aspen y los dos chicos a la pizzería, me quedé
detrás de ellos, aturdida por lo que acababa de suceder.
Me giré hacia Ten, que se dejó caer en su asiento y apoyaba la frente en
su mano.
¿Y ahora qué? Le hice una pregunta silenciosa.
Se encontró con mi mirada, levantó una ceja, y luego dejó escapar un
suspiro. —Bueno... joder.
Sin decirme una palabra más, se puso de pie y se alejó.
Me quedé sentada, analizando todo. No me quedé mucho tiempo, solo el
tiempo suficiente para que la camarera volviera con una bandeja llena de
bebidas. Cuando solo me encontró a mí en las dos mesas, se detuvo y miró a su
alrededor.
—Um... —Le envié una débil sonrisa—. Todo el mundo tenía que irse...
Parecía no saber qué hacer con las bebidas. —¿Qué hago con todo esto?
—¡Oh! —Me puse de pie y agarré mi bolso—. Lo pagaré. Lamento las
molestias.
Aún confundida, continuó dudando. —Entonces... ¿quieres que me las
lleve?
Me mordí el labio. En vista de que todos se habían ido, sí, más o menos
quería que se las llevara. Pero no sabía cómo decirlo sin sonar condescendiente.
—Bueno... —Miré a mi alrededor. Nadie de mi grupo se encontraba a la vista en
ningún lugar—. No creo que regresen.
Definitivamente no iban a volver.
—Eso es una maravilla. —Soltando un suspiro de mal humor, se apartó y
se alejó, devolviendo la bandeja llena de copas a la cocina. Cuando regresó, me
hallaba de pie en el mostrador, esperando para pagar.
No podía dejar de mirarme y suspirar con disgusto, así que me disculpé
de nuevo, pero me ignoró.
Una vez que pagué la cuenta, agarré mi bolso contra mi pecho y miré
alrededor, preguntándome cómo iba a encontrar a alguien. Miré por un pasillo
que conducía a los baños y no vi a nadie allí, así que me abrí paso por la puerta
de atrás. Cuando vi la espalda de Ten, al doblar una esquina, me apresuré a ir
tras él, sin tener idea de por qué lo seguía. Pero era la única persona aquí que
sabía algo, y me encontraba atascada hasta que hallara un aventón a casa,
además de que necesitaba encontrar a Caroline. Así que me lancé tras él, solo
para darme cuenta que la había encontrado.
Iba a acercarme, pero después de la forma tierna en que tocó su espalda
para conseguir su atención... No sé... me contuve.
—Oye. —Su voz era suave—. ¿Estás bien?
Caroline se dio la vuelta y lo miró unos diez segundos antes de asentir.
Sin embargo, las lágrimas llenando sus ojos, probablemente, le dijeron que en
realidad no estaba bien.
—Solamente... —Limpió sus mejillas y resopló—. Sabía que era una
maestra, y sabía que buscaba trabajo, pero... no tenía idea de que era su
maestra, o que fue despedida porque... Oh por Dios. Nunca me dijo que eso
sucedió. Tampoco lo hizo él. Ellos simplemente... han sido un gran apoyo y
fuerza, ayudándonos a Colton, Brandt y a mí a instalarnos y adaptarnos. Yo ni
siquiera... No tenía ni idea. No se ve lo bastante vieja para ser una profesora
universitaria. —Sus ojos húmedos se veían más azules y suplicantes mientras lo
miraba fijamente—. ¿Por qué no me lo dijeron?
Ten negó con la cabeza lentamente. —Estoy seguro de que no querían
preocuparte con ello. Tú…
Cuando tocó su mejilla, ella se echó hacia atrás y apretó los dientes. —
Pero voy a ir a la escuela el lunes. Asistiré a la misma universidad donde... —
Tragó saliva—. ¿Qué si oía algunos rumores, o...? No sé. ¿Por qué no querrían
que estuviera preparada para eso? Qué…
—Oye. Shh. —Ten la agarró del brazo y tiró de ella en un fuerte abrazo—
. Tu hermano no esperaba que escucharas los rumores. Puedes oír hablar de
una profesora de inglés perdiendo su trabajo, tal vez incluso especular el por
qué, pero muy, muy pocos de nosotros sabemos que en realidad es debido a
Noel.
Resopló y se enterró profundamente en su pecho. —Cualquiera puede
darse cuenta que no tiene que protegerme más así. Tengo dieciocho años.
Ten sonrió. —No importa la edad que tengas. Siempre serás su hermana
pequeña. Siempre querrá protegerte.
—Y estoy segura de que, también, siempre voy a querer golpearle la
cabeza por ello.
Con una suave risa, Ten comenzó a acariciarle el cabello. —Lo apuesto.
—Cuando cerró los ojos y enterró su nariz como si estuviera oliéndola, algo se
apretó en mi pecho. Le gustaba. Quiero decir, realmente le gustaba. Retrocedí
un centímetro, sintiéndome una mirona. Pero no sabía dónde ir. Así que, solo...
me quedé y miré.
—¿De verdad hay una imagen de Aspen desnuda dando vueltas? —
preguntó Caroline, levantando su cara.
Ten dejó de mover los dedos en su cabello mientras su mirada atrapaba
la de ella. —Sí —dijo—. Es lo que hizo que la despidieran.
Caroline negó con la cabeza. —Eso no tiene sentido. ¿Cómo podría una
imagen de ella desnuda hacer que la despidieran?
—Se veía el brazo de Noel en ella.
Esta vez, sacudí la cabeza, confundida, aunque nadie me vio hacerlo
desde mi escondite. Dios, hoy sí que me escondía y espiaba parejas.
—Aún no lo entiendo. —Ella expresó mis pensamientos en voz alta—. Si
todo lo que vieron fue su brazo, ¿cómo sabían con quién estaba? Podría no
haber sido un estudiante…
Ten levantó su antebrazo para señalar algo que no podía ver desde
donde me hallaba de pie. —Alrededor de una docena de jugadores de fútbol
nos hicimos este mismo tatuaje del año pasado. Salía en la foto, por lo que la
universidad sabía que tenía que ser un actual jugador de fútbol de la ESU.
Caroline estudió el tatuaje y lentamente pasó el dedo sobre este. No creía
que se diera cuenta de cómo hacer eso hizo que Ten cerrara los ojos un instante
y luego poco a poco volviera a abrirlos.
Ella finalmente levantó la vista. —Así que, por todo lo que saben, podrías
haber sido tú quien estuvo con Aspen.
Sus labios se extendieron con diversión. —No fui yo.
Sus dedos se quedaron en su tatuaje mientras su mirada permanecía fija
a la suya. —No puedo creer que hayan pasado por todo esto, y yo no tenía ni
idea.
Ten negó con la cabeza. —Tenías más de lo que preocuparte.
Caroline abrió la boca, pero luego la cerró antes de hablar. Le tomó otro
momento para que sus ojos se agrandaran con horror. —Oh Dios. Sabes. Acerca
de mí.
Ella trató de apartarse, pero la cogió del hombro y la acercó de nuevo. —
Espera. ¿Adónde vas?
—No sé. —Manteniendo su espalda contra su pecho, levantó una mano
en un gesto de impotencia—. A meterme debajo de una roca y morir de
humillación.
—No tienes nada de que sentirte humillada. —Tomando su codo, le dio
la vuelta para que lo mirara.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó—. ¿Noel te dijo?
—No. Me encontraba allí cuando le dijiste, ¿recuerdas? Fue imposible no
escuchar cada palabra a través de esas paredes delgadas.
Su rostro palideció. Sacudiendo la cabeza, una vez más se dio la vuelta,
pero él sostuvo su cintura y apretó su espalda contra su pecho de nuevo
mientras ella se inclinaba ligeramente por la cintura.
—No. Caroline... no hagas eso. No te alejes. —Cerró los ojos y apoyó la
frente en el lado de su cuello.
Más lágrimas corrían por sus mejillas. —Debes pensar que soy una…
—No —la interrumpió atentamente, girándola y obligándola a mirarlo,
ahuecándole las mejillas en sus palmas—. No creo absolutamente nada malo de
ti.
Ella parpadeó y una última gota húmeda se deslizó de sus pestañas. Ten
la atrapó con su pulgar y la limpió. El pecho de Caroline se levantó cuando
respiró. Durante todo el tiempo que siguieron mirándose a los ojos, contuve la
respiración mientras esperaba a lo que vendría después.
Caroline fue la primera en moverse. Levantó la barbilla y se puso de
puntillas para besarlo.
Pero él dio un paso atrás, girando la cara hacia un lado. —No lo hagas. —
Su voz era baja y tensa.
Tapándome la boca con ambas manos, pude sentir el rechazo de Caroline
perforando mi propio pecho. Y, ay, eso tenía que haber dolido. Poco a poco se
apartó, y a continuación, movió su hombro antes de alejarse.
Cuando salió corriendo, Ten la siguió con la mirada, agarrando su
cabello. Tormento apareció en su rostro mientras cerraba los ojos y murmuraba
algo que no entendí.
Cuando los abrió, dio un paso adelante como si quisiera seguirla, pero
me vio y se detuvo en seco.
Sus ojos se estrecharon. Me encogí un paso atrás y agarré mi bolso. —
Uh... —Traté de explicar mi presencia, pero sí, no salió nada.
Caminó hacia mí, emitiendo una especie de aspecto letal. —Bueno, mira
quién es nada más que los ojos y los oídos esta noche. Aprendiste mucho la
última hora, ¿Rubia?
Di un paso atrás y sacudí la cabeza con atención mientras tragaba saliva.
—Yo no…
—¿Viste algo? —preguntó con una ceja arqueada—. ¿Escuchaste algo?
—No, yo... no vi ni oí nada —estuve de acuerdo.
—No —murmuró suavemente mientras me estudiaba un momento
más—. No lo hiciste, ¿verdad? Porque no eres una vaca gritona como tu perra
compañera de cuarto, ¿verdad?
Mi boca se abrió. No podía creer que dijera eso de Cora. Era brillante.
¿Por qué alguien la llamaría…?
Inclinó la barbilla hacia la derecha. —¿Por qué no vas a encontrar a
Caroline y te aseguras de que llegue a casa sana y salva?
Sonaba tan preocupado por ella; que me dio el coraje de preguntar—:
¿Vas a pedirle disculpas?
Ten resopló. —Joder, no. —Apretando los dientes, me frunció el ceño—.
De hecho, voy a tener que cambiar para que nunca me perdone.
Girándose, se marchó sin explicarse.
Me quedé allí un momento más. Este sin duda resultaba ser uno de los
días más extraños de mi vida. Pero por alguna razón, me sentía eufórica. Era
más de lo que mi padre aprobaría. En secreto, disfrutaba haber sido una parte
pequeña de ello.
Me volví en la dirección en que Caroline corrió, pero tan pronto como
estuve a pocos pasos de Cora, mano a mano con Quinn, giré en la esquina.
—¿Zoey? —preguntó Cora sorprendida—. ¿Qué haces aquí?
Preocupación surcaba la frente de Quinn. —¿Todo bien?
Asentí, aunque no tenía ni idea. Hice un gesto vago hacia la entrada de la
pizzería. —Todo el mundo se fue. Excepto Caroline. Corrió en esta dirección,
molesta, y Noel pidió si podíamos asegurarnos de que llegara a casa.
Aunque Cora frunció el ceño ante la idea, Quinn asintió inmediatamente.
—Claro. No hay problema.
—¿Qué? —Cora lo fulminó con la mirada—. No quiero cuidar de la
hermana pequeña de Noel Gamble. —Cuando resopló con disgusto, tanto Quinn
como yo la miramos boquiabierta.
—Cora —la regañó, y me quedé sin aliento—, no podemos dejarla aquí
sola.
Frunció el ceño. Cuando se dio cuenta de que se hallaba en inferioridad
numérica, inhaló. —Lo que sea. —Cruzando los brazos sobre el pecho, se apartó
y se puso en marcha—. Voy a esperar en el coche.
Me quedé detrás, preguntándome de donde venía toda esa actitud y por
qué fue tan maleducada. La Cora que conocía nunca actuaba de esa manera.
—Está enojada conmigo porque no le dije acerca de Noel y Aspen —dijo
Quinn, respondiendo a mi pregunta silenciosa.
Lo miré y al instante me sentí horrible. Se veía culpable y aplastado. Así
que negué con la cabeza. —No era tu secreto.
Así como no era mi secreto decirle lo que le pasaba a su novia... aunque
creyera que debería saber.
Sacudió la cabeza, como haciendo a un lado sus problemas con su novia
y levantó la mirada, sus ojos azules llenos de dolor. —¿Sabes dónde está
Caroline?
Hice una mueca. —Algo así. Corrió en esta dirección después de que
intentó besar a Ten.
Cuando los ojos de Quinn se abrieron, golpeé mi mano contra mi boca.
—¡Oh, no! No puedo creer que lo dije. Le prometí a Ten que no le diría a nadie
lo que vi.
Parpadeó, pero hizo un gesto con la mano. —Está bien. No voy a decirle
que me dijiste. —Entonces hizo una mueca—. ¿Él le devolvió el beso?
—No. Dio un paso atrás, rechazándola, así que ella se escapó, llorando.
Dejó escapar un suspiro y pasó los dedos por el cabello. —Guau. No
puedo creer que se contuviera. Eso es tan... impropio de él. Pero es bueno que
tuviera autocontrol. Noel le advirtió que se alejara de Caroline más veces de las
que puedo contar. —Liberó su cabello y miró a su alrededor—. Qué lío.
Cuando asentí, me envió una pequeña sonrisa. —¿Qué dices si la busco
en esa dirección, y tú vas por esa?
Estuve de acuerdo y nos pusimos en marcha en nuestras diferentes
direcciones. Encontré a Caroline unos minutos más tarde, sentada en un banco
en la calle de la pizzería bajo una farola. No dijo nada ni me reconoció cuando
me acerqué, pero sabía que notó mi presencia. En silencio, me senté a su lado y
esperé.
Se detuvo de abrazarse las rodillas y puso sus pies lentamente en el
suelo. —Intenté besar a Oren, pero me apartó.
Tragué saliva, casi deseando no ser su confidente, porque no sabía
cuántos secretos podía contener por otras personas. —Lo vi —le dije.
Me miró. —¿Lo viste? ¿Él lo sabe?
Asentí. —Sí. No quería que le dijera a nadie.
—Bueno... supongo que fue agradable de su parte ayudar a mantener mi
mortificación en privado. —Metiendo las manos debajo de sus muslos hasta
que estuvo sentada en ellos, esperó unos segundos antes de mirarme de
nuevo—. Es probable que pienses que soy bastante patética, ¿eh?
Con un movimiento de la cabeza, dije—: No. De ningún modo. Yo… en
realidad, pensé que eras muy valiente. —Al otro lado de la calle, vi a Quinn
cuando nos encontró. En lugar de cruzar la calle hacia nosotras, desaceleró
hasta detenerse y respetuosamente me dejó tener un momento a solas con
Caroline—. Tener el coraje de ir tras algo que quieres... nunca he tenido ese tipo
de fuerza. Sin embargo, creo que sería increíble.
Resopló mientras las lágrimas llenaban sus ojos. —Soy un desastre en
este momento, es lo que soy.
Sonreí. —Entonces creo que soy bastante patética, porque deseaba poder
ser más como tú.
Su risa era auto-burlona. —Confía en mí, no quieres ser como yo.
Encogiéndome de hombros, metí un mechón de mi cabello detrás de mi
oreja. —Creo que vamos a tener que estar de acuerdo en no estar de acuerdo en
eso.
No respondió durante un tiempo. Entonces dejó escapar un suspiro y
dijo—: O tal vez solo somos un desastre juntas.
Una sonrisa levantó mis labios. —Tal vez. —Me puse de pie—. Ven. Creo
que nuestro aventón está esperando.
Con la frente fruncida, me miró. —¿Aventón?
Incliné mi barbilla hacia Quinn y le expliqué cómo su hermano se llevó al
resto de su familia a casa. Asintió con resignación y me siguió al otro lado de la
calle. Pero antes de llegar a él, me hizo dar un paso atrás para decirme al oído—
: Oye. Gracias.
No hice nada que alterara su vida, pero asentí y agarré su mano,
apretándola con gusto antes de soltarla.
Quinn no parecía molesto por tener que esperarnos. Permaneció discreto,
con las manos en los bolsillos, pero con preocupación en sus ojos. —¿Listas? —
Fue todo lo que dijo.
Su reacción fue tan diferente a lo que mi padre hubiera hecho; era un
poco sorprendente lo agradable que era con toda la situación.
Asentí, respondiendo por ambas mientras ignoré el extraño impulso de ir
hacia él y abrazarlo. Su cuerpo era enorme y voluminoso y se veía muy rudo,
pero tenía la sensación de que un abrazo suyo sería cómodo y seguro. Tal vez
era porque sabía que olía tan bien, o porque su camiseta se veía tan suave y
desgastada, o tal vez era porque emanaba un aura protectora en la que quería
acurrucarme. En cualquier caso, me asustaba lo cerca que quería llegar a él. Así
que me aseguré de mantener a Caroline entre él y yo mientras caminábamos en
silencio al auto de Cora.
El viaje a casa fue silencioso y tenso, sobre todo porque un silencio
enojado irradiaba de Cora en todo el auto. En el asiento trasero, Caroline y yo
tampoco hablamos. Todo lo que me dijo al oído fue—: Buena suerte —después
de que Quinn se detuviera en su apartamento para dejarla salir. No había nada
para lo que necesitara suerte, pero apreciaba su preocupación.
Tan pronto como estacionamos en la cochera en la torre de apartamentos,
Cora empujó la puerta y se marchó, cerrándola tras de sí. Quinn exhaló un
suspiro largo y fuerte mientras la veía marcharse.
—Estará bien —me sentí obligada a decir—. Cora nunca está enojada
mucho tiempo.
Se retorció en su asiento lo suficiente para mirarme. Una pequeña sonrisa
levantó sus labios. —Sí —acordó, pero aún se veía miserable cuando su mirada
se deslizó de nuevo a su novia, quien era recibida por Henry.
De repente, Quinn miró de nuevo hacia mí. —Oye, gracias por todo lo
que hiciste por Caroline.
Me sonrojé, aturdida por su gratitud. —Yo no… —Sacudí mi cabeza.
—Noel dijo que no la había visto reír en todo el verano. Cuando te vio
hablando con ella en el lavado de coches, haciéndola reír… fue por eso que
quiso que comieras pizza con ellos. Estaba agradecido por lo que hiciste.
Una risa sorprendida salió de mí. —Pero no hice nada.
Quinn me dio una ligera sacudida de cabeza. —La incluiste —dijo,
recordándome lo que Cora hizo por mí ese primer día. La conocí. Me pidió que
me sentara en el banco junto a ella, y luego solo… me habló como si yo fuera
increíble. Me incluyó en su vida. Y ahora aquí estaba yo, lista para dar un riñón
por ella.
—Algunas veces son las pequeñas cosas que hacemos las que significan
demasiado para otros —murmuró Quinn, haciendo eco de mis pensamientos.
No sé qué cambió en ese momento, pero la última parte restante de la
tensión incomoda que sentí la noche que nos conocimos solo… desapareció.
Sonreí mientras mi pecho se alivió.
Llevando sus nudillos a la boca, Quinn no notó nada de mi situación.
Regresó su atención a la entrada de nuestro edificio. Cora llevaba rato dentro,
pero siguió mirando a la puerta antes de preguntar—: ¿Importa si te sigo?
¿Tratar una última vez de limar asperezas con ella?
—Seguro —dije.
La subida en el ascensor fue silenciosa, pero no se sintió tan rara como la
noche anterior. Quinn se hallaba perdido en sus propios pensamientos, y yo
aún dirigía todas las cosas que pasaron durante y después del lavado de coches.
Después de desbloquear la puerta y dejarlo entrar, asintió en agradecimiento y
se dirigió de vuelta a la puerta cerrada de la habitación de Cora. Tocó una vez,
luego entró y, silenciosamente, cerró la puerta detrás de él.
Me dirigí de vuelta a mi propio cuarto. Mi estómago gruñó por la cena
que nunca llegamos a comer, pero se sentía raro desplazarme por el
apartamento mientras Cora y su novio hablaban en su cuarto. Así que, me
acurruqué en mi cama y escribí una corta historia sobre una chica que trató de
besar a un chico pero se arruinó. Al final, ellos regresan y viven felices por
siempre.
Nunca escuché ningún grito viniendo del pasillo. No oí nada, en
realidad. Ni siquiera escuché a Quinn irse para el momento que estuve lista
para la cama y me dormí. Me pregunté si convenció a Cora de perdonarlo, pero
tenía un presentimiento que lo había hecho. Si yo hubiera sido su novia, no me
imaginaba que fuera capaz de permanecer enojada con él mucho tiempo.
Honestamente, si fuera su novia, dudaba que, en primer lugar, fuera capaz de
molestarme con él.
Pero tener pensamientos como esos, me hacían calentarme de forma
incómoda. Quinn Hamilton debía dejar de ser tan lindo y complaciente
conmigo. Daba a mi pobre y patético corazón, pensamientos que no debería
tener.
De ahora en adelante, decidí que iba a mantenerme lo más lejos posible
de él, porque chicos así eran demasiado intensos para chicas como yo.
9 Traducido por Gabriela♡
Corregido por Daniela Agrafojo

Quinn
Cora dormía profundamente en el otro lado del colchón cuando me
desperté. Le gustaba dormir mucho. Lo juro, dormiría hasta el mediodía todos
los días si pudiera.
Giré mi cabeza y observé su respiración, aliviado de que me hubiera
perdonado anoche.
Sabía que lo había arruinado. Era horrible cuando se trataba de hablar de
mí o de mis amigos. Era horrible en conversar, y punto. Pero había estado tan
enojada conmigo. Sus palabras acusadoras aún atormentaban mis oídos.
—Me hiciste ver como una idiota despistada, Quinn.
—No —había tratado de decirle—. No te viste como un idiota. Tú…
—Me vi como un idiota —espetó.
Así que traté de explicar por qué todo tenía que ser mantenido en
secreto. Solo porque hubiera algunos rumores flotando en el campus sobre la
razón del despido de Aspen, no significaba que la gente conociera la verdad.
Pero si la verdad salía, todo su futuro podría estar en peligro. Podría no hallar
nunca otro trabajo de enseñanza. Y Noel estaría devastado.
Pero Cora no se preocupó por nada de eso. Solamente le importaba que
no hubiera sentido la necesidad de decirle tal chisme jugoso. Habría estado mal
de mi parte señalar lo mucho que le gustaba a ella y a sus amigas difundir
rumores, así fueran verdad o no. Decirle a Cora algo confidencial normalmente
era demasiado arriesgado. Así que seguí pidiendo disculpas y prometiendo que
nunca volvería a ocultarle nada. Y finalmente, aflojó y se rindió.
Después de un rápido beso en su mejilla mientras seguía durmiendo, me
arrastré fuera de la cama y me puse la ropa de anoche.
Renunciando a mis calcetines y zapatos, caminé a través del tranquilo
apartamento. Después de refrescarme rápidamente en el baño, me dirigí a la
cocina. Encontré la plancha debajo del lavaplatos donde la había limpiado y
dejado el sábado pasado. Después de ponerla en el fuego, busqué unos huevos,
aceite vegetal y leche. La mezcla de panqueques también se hallaba justo donde
lo había dejado la última vez.
Tenía la masa batida y me encontraba a punto de verter mis caras felices
especiales cuando oí que alguien entraba a la cocina detrás de mí. El jadeo de
sorpresa me hizo saber que no era Cora.
Cada pelo en mi nuca se levantó con atención inmediata.
Di la vuelta. —Hola. Buenos días —saludé apresuradamente—. ¿Tienes
hambre?
Zoey se detuvo, boquiabierta. Tenía el pelo suelto. Era la primera vez que
lo veía suelto. Todavía estaba revuelto y despeinado, recién salido de la cama.
Me hizo sentir incómodo, al igual que el resto de su atuendo. Seguro, su camisa
era mucho más suelta que la que había llevado anoche en el lavado de autos,
pero era tan grande que la manga de un lado se había resbalado y caído de un
hombro suave. Sus pantalones cortos eran una vez más lo suficientemente
cortos como para exponer bastante de sus esbeltas y tonificadas piernas.
Nada bueno. Tenía que dejar de mirar sus piernas.
Así que, lo hice, forzando mi atención a su cara. Excepto que sus ojos
verdes eran tan brillantes e inocentes. Causaron un nudo en mi garganta.
Metió un mechón de cabello detrás de su oreja mientras alejaba su
atención de mí para estudiar el desastre que había hecho en los mostradores.
—No te preocupes —dije, señalando todo—, lo limpiaré.
Aún pareció tomarle un minuto empaparse en lo que hacía en realidad.
Su mirada finalmente se deslizó de nuevo a mí.
—Estás cocinando.
—Yo... sí. —Cambié mi peso de un pie a otro, sintiéndome mayormente
incómodo—. Es como lo mío, los sábados por la mañana. Yo... ¿está bien?
Puedo parar si quieres.
Sus ojos se abrieron como platos. Ella, obviamente, no se encontraba
acostumbrada a que le pidieran permiso.
—No, está bien —dijo. Su mirada vagó sobre la plancha de nuevo antes
de volver a mí—. ¿Ti… tienes una llave del apartamento?
—¿Una llave? No. —¿De dónde diablos venía esa pregunta? Luego me di
cuenta.
Oh, no.
Cora no le había preguntado si le importaba que me quedara algunas
noches, ¿verdad?
Ya que Ten dejó explícitamente claro que Cora no tenía permitido
quedarse en nuestro apartamento, me preocupé al principio cuando ella me dijo
que iba a conseguir una compañera de piso. ¿Qué pasaba si su compañera no
me quería durmiendo en su apartamento? Nunca llegaríamos a pasar la noche
juntos otra vez.
Pero Cora me había asegurado que a Zoey le parecía bien. Mientras la
miraba, sin embargo, sabía que Cora nunca se había molestado siquiera en
preguntarle.
—Yo... eh... ya estaba aquí —admití, sonrojándome.
Cuando Zoey se puso roja como un tomate brillante, levanté mis manos.
—¿Está bien? Si no me quieres aquí después de cierto tiempo, lo entiendo
totalmente. Lo siento mucho. Pensé que Cora lo había aclarado contigo. Me dijo
que te parecía bien que me quedara durante algunas noches.
—No. —Comenzó a negar con la cabeza antes de sonrojarse de nuevo—.
Quiero decir, no, Cora todavía no ha hablado conmigo sobre esto. —Frunció el
ceño mientras miraba a lo lejos—. Debió haberlo olvidado.
—Oh —dije tontamente, sin estar seguro de lo que pensaba de mi
presencia aquí.
La plancha sonó detrás de mí, haciéndome saltar y recordándome que ya
se encontraba caliente y lista para cocinar panqueques.
Zoey miró la plancha y luego de nuevo a mí antes de subir tímidamente
su manga para cubrir su hombro descubierto.
—Sabes, es el apartamento de Cora. Lo que ella quiera es…
—No, también es tu apartamento —discutí, sin querer que pensara que
no tenía nada que decir sobre lo que pasaba aquí. Deseé que Cora le hubiera
hablado sobre esto—. Pagas la mitad del alquiler. Tienes tanto que decir sobre
lo que ocurre aquí como ella.
Zoey hizo una mueca de desacuerdo. —Pero ella estuvo aquí primero y
se encargó de prepararlo todo.
—Eso no importa. Todavía tienes tanto…
—Puedes pasar la noche, está bien —exclamó, haciéndome saber que no
quería discutir sobre eso. Luego su rostro se puso rojo cuando se dio cuenta de
lo que había espetado.
Quería disculparme por ser un idiota y discutir sobre un tema tan tonto.
—De acuerdo. —Bajando la cabeza, me aclaré la garganta y me giré hacia mi
masa. Le di la espalda mientras preguntaba—: ¿Quieres panqueques?
Sabía que no me quería aquí, pero tenía la sensación de que si me iba en
este momento, habría hecho que se sintiera aún más incómoda.
Cuando murmuró—: No, gracias —un músculo saltó en mi mandíbula.
No me había dado cuenta de lo mucho que había querido impresionarla con mi
especial de sábado por la mañana hasta que la decepción de su rechazo corrió
espesa por mis venas.
Pero dije—: Está bien. No hay problema —como si no me importara.
Detrás de mí, se aclaró la garganta discretamente. —Entonces, supongo
que Cora te perdonó anoche.
La miré por encima de mi hombro. Retorcía sus manos en su cintura y se
mordía los labios como si quisiera huir pero no supiera si se le permitía.
Con un lento asentimiento, observé sus pies descalzos. Eran lindos y
menudos para alguien de su altura. Las uñas pintadas de un color rosa pálido.
—Bien, eso es bueno —dijo.
Levanté mi atención de vuelta a su cara, y el efecto que sus enormes ojos
verdes tenían sobre mí fue como un puñetazo en el estómago. Volví mi atención
a los panqueques y forcé una gran respiración de mis pulmones. Nunca fui tan
feliz de oír pasos acercándose por el pasillo.
—Buenos días —saludó una nueva voz cuando Cora entró en la cocina.
Aliviado de tenerla aquí y haciendo interferencia sin saberlo entre su
compañera de cuarto y yo, me giré a saludarla con una sonrisa después de
voltear un panqueque.
—Hola, tú.
Sus ojos se calentaron con placer. —Hola, tú. —Lanzándose hacia mí,
envolvió los brazos alrededor de mi cintura, se paró de puntillas, y me dio un
beso largo y lento—. ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que amo los sábados
por la mañana? —Miró a su alrededor y frunció el ceño—. ¿Qué? ¿No hay fresas
hoy?
Me reí y le pellizqué la nariz. —Te levantaste demasiado temprano. Aún
no las he sacado de la nevera.
Tuve que pasar junto a Zoey para buscar las fresas. Su olor era
particularmente fuerte esta mañana. Contuve la respiración hasta que pasé de
nuevo, esperando que no revolviera mis hormonas hoy como lo había hecho la
otra noche.
—¿Segura que no deseas ningún panqueque? —le pregunté de nuevo—.
También tenemos fresas.
Sacudió la cabeza mientras Cora decía—: Por supuesto que quiere
panqueques. En serio, Zo. No puedes rechazar los panqueques de Quinn. Son
legendarios.
Agaché la cabeza. —No lo son realmente. Uso una mezcla.
—Pero los cocina a la perfección. —Cora abrió la puerta del armario y
sacó tres platos—. Vas a comer.
Así que los tres desayunamos juntos.
Cora habló todo el tiempo, lo que significaba que nunca hubo silencios
incómodos.
—Quinn solía hacer tocino para comer con sus panqueques. Pero no
puedo soportar el olor del tocino, así que se detuvo, solo por mí, y lo cambió
por fresas. —Me sonrió y deslizó su mano por mi antebrazo antes de volver su
mirada a Zoey—. ¿No es el mejor novio del mundo?
Zoey se sonrojó pero sonrió amablemente. No sabía qué hacer con ella.
Antes de que nos conociéramos, quería que fuéramos amigos. Quería gustarle.
Después de aprender cuán intensamente reaccionaban a ella algunas partes de
mí, sin embargo, quise distanciarme más.
Nunca haría nada para traicionar a mi chica, pero no había necesidad de
crear ninguna situación en donde tuviera que evitarlo. Sin embargo, ¿qué se
suponía que haría cuando Cora nos quisiera a ambos juntos a su lado?
Todo el asunto me deprimió un poco. Había estado tan esperanzado de
poder ser amigo de Zoey. Si tan solo no hubiera siempre esta creciente tensión
dentro de mí cuando la miraba. Seguían surgiendo impulsos inapropiados.
Quería acercarme, inhalar ese encantador aroma misterioso, tocar su piel de
aspecto suave, enterrar mis dedos en su pelo, después empujarla contra una
pared y levantarla hasta que la base de su garganta estuviera al nivel de mi
boca, donde podría morder...
Genial. Ahí iba de nuevo. Con los músculos apretados, levanté la vista
cautelosamente del panqueque que devoraba, esperando que nadie pudiera
adivinar a dónde se había ido mi mente. Cora seguía hablando acerca de quién
era quién en su grupo de amigos, y Zoey se rodeó el pecho con un brazo y
asintió como si estuviera tratando de prestar atención mientras su mente se
perdía en una dirección completamente diferente.
Aparté la mirada, sonriendo porque su reacción me recordaba mucho lo
que yo hacía cuando Cora comenzaba a chismear sobre todas sus amigas. Que
mal que tuviera que permanecer lejos de Zoey. Creo que me habría gustado.
Un fuerte golpe en la puerta interrumpió a Cora a mitad de su discurso
medio segundo antes de se abriera de golpe.
—Hola, hijos de puta —gritó una voz familiar—. No me digan que ya se
comieron todos los panqueques, ¿o sí, pequeños cerdos?
Zoey se enderezó, sus ojos muy abiertos. —¿Quién es ese? —preguntó
mientras Cora se volvía hacia mí con el ceño fruncido.
—¿Qué diablos está haciendo él aquí?
—No… No lo sé. —Empecé a levantarme, pero Ten apareció en la
entrada de la cocina antes de que pudiera detenerlo. Agarrando el marco de la
puerta por encima de su cabeza, se inclinó en la habitación y nos dio una
mirada maliciosa.
—Bueno, ¿no se ve esto como un pequeño y acogedor trío?
Zoey jadeó y puso la mano sobre su corazón.
Ten le guiñó un ojo y me miró deliberadamente.
Fruncí el ceño. —¿Qué haces aquí?
—¿Y nunca has oído hablar de tocar? —espetó Cora.
Los ojos de Ten se estrecharon cuando la miró. —Sí toqué, perra. ¿No
escuchaste? Y si hubiera esperado el permiso para entrar, no me hubieras
dejado.
—En eso tienes razón, imbécil —gruñó Cora.
Yo repetí—: En serio. ¿Qué haces aquí?
—¿Qué? —Se encogió de hombros como si pensara que la pregunta fuera
ridícula—. ¿No puedo recoger a mi compañero de piso para la práctica de
fútbol? Recuerdas que tenemos la práctica esta mañana, ¿verdad? —Miró entre
Zoey y Cora de nuevo—. No estás... ocupado, ¿cierto?
Apreté mi mandíbula, molesto de que se acercara tanto a algunas de las
cosas en las que no había podido dejar de pensar.
—Sí, me acordé de la práctica. —Crucé los brazos sobre mi pecho y lo
miré fijamente, desafiándolo en silencio a hacer otra broma sobre estar aquí con
dos chicas—. Y mi camioneta está justo fuera. Puedo conducir por mi cuenta.
Ten dejó caer los brazos del marco de la puerta. —Bien. Entonces estoy
aquí por los panqueques, supongo. —Se paseó por la cocina y le guiñó un ojo a
Zoey—. Buenos días, Rubia. Estos dos no te mantuvieron despierta toda la
noche, ¿verdad? Sabes, si se ponen demasiado ruidosos y alborotados, siempre
serás bienvenida a venir a mi casa para alejarte de ellos.
—Ten —gruñí. Tuve la tentación de romperle la cara.
Algo debía estar mal conmigo. El viernes por la noche, empujé a Cane
Belcher contra una pared. Anoche, podría haber golpeado fácilmente a K.C. por
la forma en la que había hablado de Zoey. Y esta mañana, quería romper la cara
de Ten. Era suficiente agresión en tres días para asustarme. Nunca, nunca quise
iniciar una de las cualidades abusivas de mi madre. Pero ahí me encontraba,
sintiéndome violento de nuevo.
—¿Qué? —Ten me miró con las cejas levantadas—. Fue una invitación
perfectamente educada. —Le sonrió a Zoey de nuevo—. Sinceramente, no sé
cómo están juntos, ya ves. Yo no la dejo quedarse en nuestra casa. —Regresó su
atención a mí—. Siéntate y relájate ya, niño bonito. La práctica no comienza
hasta dentro de cuarenta y cinco minutos.
Mi mandíbula se apretó. Iba a pedirle que saliera del apartamento
cuando Zoey se puso de pie.
—Deja que te traiga un plato. Los panqueques están increíbles.
¿Un minuto? ¿Qué? ¿Zoey lo quería aquí? Ni siquiera podía sentirme
presumido por su alabanza hacia mis panqueques. Parecía demasiado feliz de
que él estuviera aquí. Sus hombros ya no estaban tan tensos como lo habían
estado desde que entró en la cocina esta mañana. Cuando le envió una cálida
sonrisa, me quedé helado.
Oh, no. ¿Y si le gustaba? ¿Qué si...? Náuseas se arremolinaron en mi
garganta. No tenía idea de por qué, pero no me agradaba la idea de le gustara
Ten. En absoluto.
Ten pareció sorprendido por su generosa oferta. Levantó las cejas y lanzó
una mirada hacia mí. Quería borrar esa sonrisa presumida de su cara con mi
puño. Y Cora no ayudaba. Solo gruñó y se metió más comida en la boca.
—Bueno, maldición. Me gustas, Rubia —anunció Ten finalmente. Le
sonrió encantadoramente mientras se sentaba.
Yo continuaba de pie, mirándolo cuando me di cuenta de que Zoey tenía
problemas para encontrar el gabinete con los platos.
—Están aquí —le dije, pasando a su lado para abrir una puerta a su
izquierda. Cuando Zoey dejó escapar una silenciosa respiración, me di la vuelta
preguntándome qué le pasaba.
No me había dado cuenta de lo cerca que me había movido hasta que
nuestras miradas se encontraron y sus ojos verdes, tan pálidos que casi parecían
azules, estuvieron justo ahí. La aceleración en mi respiración me hizo apretar
los dientes. ¿Por qué sigo notando cosas de ella, como cuán suaves parecían sus
mejillas, o lo bonitos que eran sus ojos? Nunca noté cosas sobre otras chicas.
Cora era todo lo que quería y más. No me gustaba la forma en que mi sangre se
calentaba cada vez que miraba a su compañera de cuarto.
—Lo siento —murmuré, agarrando un plato a toda prisa y empujándolo
hacia ella antes de retroceder y volver a la seguridad del lado de Cora, donde
mi temperatura corporal por suerte volvió a la normalidad.
Accidentalmente, encontré la mirada de Ten cuando me deslicé en mi
asiento. Levantó las cejas con una sonrisa de complicidad. Le fruncí el ceño pero
lo quité rápidamente de mi cara cuando Zoey le ofreció el plato que le había
entregado.
Ten le guiñó un ojo mientras lo tomaba. —Gracias, Rubia.
Ella se sonrojó y jugó con un mechón de su cabello. —Oh, es Zoey, en
realidad.
—Sí. —Ten no parecía preocupado mientras llenaba rápidamente su
plato, amontonando media docena de panqueques—. Pero probablemente no
voy a recordarlo.
10 Traducido por Mae
Corregido por *Andreina F*

Zoey
Tan pronto como Cora besó a Quinn para despedirse, diciéndole que se
divirtiera en la práctica de fútbol, se volvió hacia mí, repentinamente seria. —
Por lo tanto, mi próximo tratamiento de diálisis comienza en cuarenta y cinco
minutos. Toma una media hora llegar allí. ¿Quieres venir conmigo o no?
Al principio me asombró la forma directa y sin emociones en que me
preguntó. Cuando por fin pude recuperarme, asentí vigorosamente. —S-sí, por
supuesto.
—Entonces date prisa. Salimos en diez. —Pasó junto a mí hacia el pasillo
de su habitación—. No te preocupes por arreglarte. No es glamuroso allí.
Estuve lista en cinco, colocándome la primera camisa y pantalones cortos
que encontré. Después de recoger mi cabello en una coleta, me apresuré hacia la
habitación del frente, preocupada de que Cora pudiera irse sin mí. Parecía tan
estoica y sin respuesta acerca de todo.
Mi corazón latía con fuerza porque no tenía ni idea de cómo era el
procedimiento, o lo que tenía que hacer mientras ella hacía... lo que hiciera; me
senté en el suelo junto a la puerta y coloqué mis zapatos.
Cora salió de su habitación justo cuando me levantaba. Tenía el cabello
recogido, con los acortados mechones delanteros alisados con una diadema. Y
no llevaba maquillaje, lo que hacía que las líneas de sueño bajo sus ojos
destacaran. —¿Lista?
Asentí.
Insegura de lo que podría preguntar sin molestarla, pero curiosa por
todo, la seguí en silencio a su auto.
La mujer conducía como loca. Lo que le llevó media hora para llegar al
centro de tratamiento, probablemente le hubiera tomado a una persona normal
cuarenta y cinco minutos. Habló por su teléfono de amigo en amigo durante
todo el camino, diciéndole a cada uno de ellos que me llevaba de compras.
Me mordí el labio, preguntándome por qué sentía la necesidad de
mentir. Cuando tuvo que colgar para encontrar un lugar donde estacionar en el
centro, no pude evitar decir—: Debe ser agotador tener siempre cosas que
decirle a la gente. ¿Alguna vez te quedas sin razones por las que te vas?
Me miró, y no podía decir cómo se veían sus ojos a través de las grandes
gafas de sol oscuras que llevaba. Pero entonces una sonrisa arrugó sus labios. —
La gente pensará que asisto a clases el martes y el jueves, y los sábados... —Se
encogió de hombros—. Me mantengo lo suficientemente activa, para que nadie
lo ponga en duda.
Asentí, pero seguía confundida.

Los técnicos se sorprendieron de verme entrar con Cora.


—Por fin conseguiste un sistema de apoyo, ¿eh? —preguntó una mujer
con un gesto de aprobación.
Cora la ignoró mientras se quitaba sus gafas y las guardaba en su bolso
antes de sacar un poco de brillo de labios y refrescar su boca. —¿Podemos
comenzar ya?
Pronto aprendí que, cuando mi mejor amiga era tímida en los detalles,
todos los demás en el centro se encontraban llenos de ellos. Hice algunas
investigaciones en línea sobre todo esto, pero lo que aprendí en esos primeros
diez minutos me dejó tambaleándome.
Me enteré de que Cora evitó la opción de hemodiálisis en casa, donde
podría haber llevado una máquina a su apartamento y aprendido a tratarse
varias veces al día. En lugar de ello, optó por la hemodiálisis en el hospital
donde un profesional capacitado administraba el tratamiento y ella solo tenía
que ir tres veces a la semana los martes, jueves y sábados al mediodía.
Cada tratamiento duraba de tres a cinco horas. No tenía ni idea de cómo
se las arreglaba para esconderse cuatro horas al día tres veces por semana de
todos sus amigos, Quinn en especial, pero parecía decidida a asegurarse de que
nadie más se enteraba.
—Vamos a enviar a tu dietista a hablar contigo mientras limpian tu
acceso —anunció Petey, el primer chico en reunirse con ella, antes de irse a
comprobar otro paciente que ya estaba conectado y a la mitad de su
tratamiento.
Mientras lo observaba comprobar los monitores en la máquina, me
incliné hacia Cora donde se hallaba sentada en una camilla. —¿Acceso a qué?
Cora me miró, su expresión suave. Se veía tan tranquila y serena,
mientras que mi corazón no se calmaba. Me preocupaba todo lo que iban a
hacer con ella.
—El acceso a mi fístula —dijo finalmente.
—Oh. —Asentí. Pasaron cinco segundos. Y luego no pude contener mi
curiosidad un segundo más. Me incliné de nuevo—. ¿Qué es una fístula?
Suspiró y levantó su brazo para exponer la parte interior plana que tenía
tan cuidadosamente cubierta con corrector ayer antes del lavado de autos. —Es
este tubo que implantaron aquí para acceder a mi sangre y lo colocan en la
máquina de diálisis para limpiarlo.
Con un trago, me quedé mirando su brazo, sin darme cuenta de que
tenía algo implantado quirúrgicamente bajo su piel. Tuvo que pasar por un
montón más de lo que sabía por sus tratamientos de diálisis. Pero tan pronto
como tuviera el trasplante, nunca tendría que preocuparse por ellas de nuevo.
Cuanto antes entregara mi riñón, mejor. No me gustaba saber que tenía
que pasar tanto tiempo en este lugar. Olía a antiséptico y enfermedad.
—Policía de la comida. —Una voz alegre me sacó de mis pensamientos.
Cuando una mujer pequeña y vivaz saltó hacia nosotras, miró a Cora antes de
volver su atención a mí.
—Melissa —saludó, tendiéndome una mano—. ¿Y tú eres?
—Uh... Zoey. —Le di la mano—. La amiga de Cora.
—Genial. —Melissa sacó un asiento rodante y se apoyó junto a Cora en el
otro lado de la cama del que yo me encontraba—. Soy la dietista, y es mi trabajo
asegurarme de que Cora siga una dieta sana y se cuide. Y ahora puedes
ayudarme a vigilarla cuando está lejos de aquí.
Una sonrisa asqueada levantó las comisuras de mis labios mientras
miraba a Cora. Ya sabía que no existía manera de que fuera capaz de ayudarla a
comer bien. Me envió una sonrisa pasiva que se sentía más amenazante que
tranquilizante, luego se volvió de nuevo a Melissa y mintió a través de sus
dientes. Lo único con lo que había sido honesta fue con las fresas que comió con
sus panqueques esta mañana. Incluso se atribuyó las claras que la obligué a
comer el día anterior.
Probablemente debería haberle llamado la atención y decirle a Melissa lo
que había estado digiriendo, pero no quería meter a Cora en problemas, sobre
todo cuando Melissa le advirtió que el abuso del alcohol podría hacerla
inelegible para un trasplante.
No creí que fuera capaz de respirar de nuevo hasta que Melissa se fue y
otra técnica regresó, ésta de nombre Claire.
Claire era mucho más relajada, y mucho menos intimidante, así que fui
capaz de relajarme.
Cuando roció algo en el brazo de Cora, justo donde me mostró que tenía
su fístula, me incliné para ver. —¿Qué es eso?
—Es un anestésico para adormecer la piel —respondió Claire fácilmente,
sonriéndome—. A nuestra Cora no le gustan las punciones con agujas.
Sonreí débilmente, sintiéndome peor por mi mejor amiga. Cora odiaba
las agujas, y sin embargo, tenía que soportarlas tres veces a la semana. —¿A
quién le gusta? —dije, estudiando el rostro de Cora mientras se alejaba como si
se aburriera. Pero la vi estremecerse cuando se insertó la primera aguja.
Me estremecí con ella.
Claire se rió entre dientes. —Oh, tendrás tu turno de ser pinchada si vas
a ser su donante.
Genial. La inquietud se arremolinaba a través de mi estómago, pero
después de cuatro horas de estar sentada allí viendo los riñones de Cora ser
purgados a través de su brazo, me sentía más segura que nunca de que quería
ser su donante. Nadie debería tener que pasar por esto.
También me sentía más convencida de que debía decirle a la gente acerca
de su condición. Especialmente a su novio.
Quinn parecía ser comprensivo. Se aseguró de que me encontraba bien
en el almacén en el lavado de autos, entonces me dio privacidad. Incluso dejó a
Caroline decirme algunos de sus problemas en el salón de pizza sin interferir. Y
eso ni siquiera era nada comparado con las cosas que hacía por Cora, como
cocinarle el desayuno todos los sábados y cambiar el menú en deferencia a sus
deseos, o llevarla en brazos a su apartamento después de que bebía demasiado,
asegurándose de que se hallaba cómoda en la cama antes de dejarla, o saber
cómo manejar sus resacas. Definitivamente sería el tipo que estaría a su lado y
la mimaría durante un momento difícil. Y sabía que a Cora le encantaba ser
mimada.
Es por eso que no la entendía. Pero cada vez que tocaba el tema, solo me
siseaba. Así que me callé y me centré en las razones por las que me encontraba
aquí: renunciando a un riñón y a empezar mi propia vida. Nada más importaba
realmente.
Dos días después de que viera la diálisis de Cora, llegué a la universidad.
La ESU era más grande de lo que pensé. Me hubiera gustado ser capaz
de asistir a unas de las clases de orientación, pero esperaba que la Experiencia
de Estudiante de Primer Año me ayudara a ajustarme.
Utilizando el confiable mapa que imprimí, busqué mi primera clase de
apreciación del arte, el requisito general que era fácil de pasar.
La habitación era enorme y alta, con escalones en la zona de estar que se
levantaban con cada fila de sillas para que todos pudieran mirar hacia abajo al
profesor, mientras que él enseñaba. Me sentía como un completo desastre. Mi
bolsa se hallaba llena de todos los suministros que esperaba necesitar cuando
entré en la sala de conferencias, pero me sentía tan nerviosa que me preocupaba
que pudiera darme indigestión.
Llegaba temprano, porque odiaba llegar tarde, pero, sorprendentemente,
no era la primera persona en la habitación; un par más de individuos se
dispersaban por todo el lugar. Agaché mi cabeza y empecé a dirigirme a un
lugar al final de una fila, en algún lugar estratégico en la sección media, cuando
una voz gritó—: ¿Zoey? Por aquí.
Sorprendida de escuchar mi nombre, automáticamente miré, aunque me
sentía segura de que tenía que haber otra Zoey cerca. Pero me sorprendí aún
más al encontrar a una rubia familiar saludándome. Sonrió y palmeó la silla a
su lado.
Aliviada al ver una cara amiga, cambié de dirección y me apresuré a ir
hacia Caroline, que había tomado un asiento de primera fila, situado en el
centro de la habitación. Me sentía demasiado expuesta allí, pero valdría la pena
sentarme a su lado.
—Hola. Qué casualidad. No tenía idea de que compartíamos una clase.
Sonrió. —Lo sé. Estoy tan contenta. Miré el horario de Noel anoche. Pero
al ser una persona mayor, ha tomado ya todas sus clases básicas. Nosotros no
compartimos nada juntos. Estaba tan segura de que no conocería a nadie en
ninguna de mis clases.
—Yo también —admití.
Tan pronto como me instalé a su lado, extendió la mano y agarró mi
antebrazo. —Oye, gracias de nuevo por la noche del viernes.
—Yo... —Cuando mis palabras tropezaron con mi lengua, miré hacia
arriba desde el bloc de notas que tomaba de mi mochila para encontrar la
expresión más sincera en su rostro—. Oh, pero no hice nad…
—Estuviste allí para mí cuando necesité a alguien que... estuviera allí.
Créeme, tu presencia ayudó. Sin embargo, me preocupaba tanto haberte
asustado, debido a la forma en que actué en…
—¡No! En absoluto. —Con un giro de mis ojos, admití—: Me asusté un
poco yo sola al saber lo que aprendí acerca de tu hermano.
—Lo sé, bien. —Se inclinó para susurrar—: Todavía no lo puedo creer.
Me he estado escondiendo en un agujero durante todo el verano, preocupada
de que pensara que era la persona más malvada por… —Se detuvo
bruscamente, como si se hubiera dado cuenta en ese momento de que no tenía
ni idea de lo que le había sucedido.
Con un pequeño carraspeo, se apartó un poco de cabello de los ojos. —
De todos modos, vine a enterarme que, Noel tampoco ha sido un perfecto
ángel. —Sonrió y dio unas palmaditas en mi brazo—. Fue en realidad un alivio
saberlo. Quiero decir, es raro. No me malinterpretes. Pero... No sé. No puedo
condenarlos por nada, porque los he visto como pareja y simplemente encajan,
ya sabes. Cómo se conocieron no me molesta. —Mordiendo su labio, me envió
una mirada vacilante—. ¿Crees que eso está mal?
Me encogí de hombros. —No lo sé. Siempre me han gustado los felices
para siempre en los romances. Me encanta ver a las parejas enamoradas vencer
las probabilidades. Y los dos parecían ser…
—Lo son. —Caroline me envió un gesto de aprobación—. Realmente,
realmente lo son.
Abrió la boca para decir algo más, pero un grito a través de la habitación
la detuvo. —¿Caroline? ¿Eres tú?
Caroline miró, y su rostro se iluminó al instante. —¿Reese? ¡Qué linda
sorpresa! Estaba tan segura de que no conocería a nadie en todo el día. Pero
mira, tengo dos en mi primera clase. Esta es Zoey. La conocí este fin de semana
en el lavado de autos para recaudar fondos del fútbol. Vive con Cora, la novia
de Quinn.
La morena con un anillo en la nariz saltó hacia nosotros manteniendo su
atención en mí. —Oh, adoro a Quinn. —Dio una palmada feliz antes de lanzar
descuidadamente su bolso sobre la mesa al lado del mío—. Es un buen tipo, y
un amor.
Caroline se volvió hacia mí. —Reese está comprometida con Mason,
quien también trabaja en Forbidden, con Quinn, Noel... y Oren. —Su sonrisa
vaciló cuando dijo el último nombre.
Asentí. —Oh. —Entonces no pude esconder más la curiosidad—. ¿Qué es
Forbidden, exactamente?
—Es un club nocturno —explicó Reese, dejándose caer en su silla con
una sonrisa de alivio antes de que se quitara los zapatos y comenzara a mover
sus dedos de los pies pintados de púrpura. Luego tomó un sorbo de la taza
humeante que trajo con ella—. Todos nuestros chicos son camareros allí.
—¿Qué ... demonios hacen en esta clase, gallinas?
Me volví para ver a un horrorizado Ten de pie ante nosotras, con un solo
libro de texto bajo su brazo. Se giró y frunció el ceño a Caroline; su mirada era
acusadora. —¿Dónde está tu hermano?
Ella parpadeó y se movió a su asiento, lejos de él. —Um... no sé. En su
primera clase, asumo. —Sus ojos se estrecharon y los labios se apretaron—. Él
no toma mi mano y me lleva a clase.
—Pero él debería estar aquí. —Señaló hacia el lugar exacto donde se
hallaba parado—. Vi su horario de clases en la mesa de la cocina. Tenía esta
clase, así que me inscribí.
Caroline se sonrojó. —Bueno, debió ser mi horario el que viste, porque es
un hecho que Noel no toma esta clase.
Cuando Ten cerró los ojos y golpeó ligeramente un puño contra su
frente, lancé mi mirada entre ellos. Cuando Ten me dijo que tendría que
cambiar su plan de juego con Caroline, supongo que no bromeaba. Sin duda no
se portaba tan dulce o amable con ella como lo había sido antes de que tratara
de darle un beso.
—Mierda —se quejó—. Gamble no está, y estoy atrapado en una clase
con no una, ni dos, sino tres intocables. Esto será terrible.
—Lo siento, ¿qué? —Reese levantó una ceja curiosa—. ¿Quiero preguntar
qué es una intocable?
—Sabes... —Hizo girar su dedo para abarcar a Reese, Caroline y yo—.
Eres la mujer de Lowe. No puedo flirtear contigo. Eres la hermana pequeña de
Noel. —Frunció el ceño a Caroline—. No puedo ni pensarlo. Y tú... —Movió su
atención hacia mí—… perteneces a Hamilton. —Luego hizo un gesto amplio
sobre las tres—. Ergo, no puedo tocar a ninguna de ustedes. Intocables. Y para
empeorar las cosas, todas ustedes me estarán viendo con sus pequeños ojos
juzgadores así que voy a tener que comportarme y tampoco podré acercarme a
cualquier otra mujer en esta clase.
Cuando Reese resopló, me quedé boquiabierta. No podía creer que
estuviera siendo tan sincero acerca de sus actividades con otras mujeres... justo
en frente de Caroline, cuando sabía que le gustaba. Y qué en nombre de Dios
quería decir sobre mí siendo…
—No me importa si le tiras los tejos a alguien —dijo Reese.
—Coquetea. —Caroline hizo un gesto con ligereza, como si tampoco le
importara.
—¿Pertenezco a... Hamilton? —repetí con incredulidad.
—Sin dudas. —Ten me envió una breve inclinación de cabeza, haciendo
caso omiso de las otras dos chicas, por el momento—. Al parecer, si estás cerca a
la mujer con la que sale, asume automáticamente la responsabilidad por ti. He
sido... advertido.
—Tú... —Negué con la cabeza. Un segundo—. ¿Qué?
—Lo sé. —Levantó las manos como si estuviera totalmente de acuerdo
con mi confusión—. Hice una observación sobre tu trasero y me ordenó dar
marcha atrás y dejarte en paz.
—¿Hiciste qué? —Si no hubiera estado sentada, habría tratado de cubrir
mi trasero con las manos. Me decidí por cruzar los brazos sobre mi pecho para
ocultar mis chicas, a pesar de que la blusa abotonada a cuadros rosas y blancos
que llevaba puesta no mostraba un indicio de escote.
—Bien. —Rodó los ojos y dejó escapar un suspiro de disgusto—. Vi tus
piernas también. Pero, Dios, soy un chico, ¿de acuerdo? Miro a las mujeres. ¿Por
qué es tan malo?
—Probablemente porque eres lascivo —ofreció Reese amablemente—.
Quiero decir, ¿te hago sentir como un pedazo de tocino a la venta cuando te veo?
No. Existe el buen gusto para mirar.
Volviendo toda su atención en ella, Ten subió el pie en la silla junto a la
mesa donde me hallaba sentada y apoyó los codos en su muslo mientras movía
sus cejas. —Así que me has echado un vistazo, ¿eh, Buttercup?
—Sí —respondió secamente y le acarició la mejilla—. Y he encontrado
que eres por completo deficiente en comparación con mi Mason. Lo siento.
En el otro lado, Caroline rompió a reír. Ten hizo un gesto con el pie de la
silla, frunciendo el ceño mientras se enderezaba. Luego resopló ante Reese. —
Pfft. Como si quisiera ser tan bonito como Lowe.
—Bien. —Reese colocó una mano sobre su corazón, viéndose aliviada—.
Debido a que ni siquiera clasificas en su liga.
Ten la miró boquiabierto. —Jesús, gracias a Dios no soy un marica auto-
consciente, de lo contrario eso habría dolido.
—Oh, no te preocupes —le aseguró Reese—. No habría dicho nada si no
supiera el enorme ego inflado que tienes.
Ten abrió su boca, pero no parecía saber qué decir, no es que Reese le
prestara atención. Su rostro se iluminó, y saltó de su silla.
—Ahí hay un tipo en la liga de mi Mason. ¡Quinn!
Oír ese nombre me hizo dejar de respirar. Dirigí mi atención a donde
Reese saltaba junto a nosotros, y contuve el aliento cuando lo vi en la entrada de
la sala de conferencias.
Oh, buen Señor. ¿Iba a compartir mi primera clase con Quinn Hamilton?
11 Traducido por Val_17
Corregido por Clara Markov

Zoey
Él se veía bien en vaqueros oscuros y una camiseta de color verde pálido
que se aferraba a su pecho celestial. No podía apartar la mirada porque algo
acerca de mirarlo parecía animarme. De repente podía oler mejor, el grafito
crujiente de un lápiz recién afilado atravesó mi nariz; oír mejor, cada arruga del
papel y el movimiento de las mochilas sacudió mis tímpanos; ver mejor, las
luces fluorescentes que caían sobre su cabello oscuro bien peinado; incluso
saborear mejor, el toque de pasta de dientes de menta que cubría mis dientes.
Al principio, Quinn no vio a Reese; se encontraba demasiado ocupado
escaneando el fondo de la sala. Cuando la divisó, ella ya estaba allí —descalza y
todo— saltando hacia él. Se alejó sobresaltado, pero Reese lo derribó en un
abrazo de todos modos.
—Me alegra tanto que compartas una clase con nosotros. —Le sonrió con
adoración en lo que enganchaba su brazo con el suyo y lo arrastraba por la
habitación hacia nuestro grupo—. Esto hará que tener que aguantar a Ten sea
mucho más soportable.
Mientras la veía traerlo, traté de no sentir nada por la forma en que lo
abrazó y se aferró a su brazo. Me dije que era una injusticia en nombre de Cora,
pero por desgracia, sentí el mismo calor latente y las mejillas sonrojadas que
cuando vi a Cora tocarlo.
Claramente, no sabía cómo tomar la atención de Reese. Me di cuenta de
que no se sentía cómodo con la forma familiar en que lo trataba, pero tampoco
quería ser grosero y apartarse. Todo permaneció en sus ojos cuando le envió
una sonrisa tensa.
Ten levantó su mano, frunciéndole el ceño a Reese. —¿Qué demonios?
¿Por qué no recibí ese tipo de saludo?
En respuesta, Reese se aferró al brazo de Quinn con más fuerza e incluso
apoyó la mejilla en su hombro en un gesto posesivo. —Porque tú nunca te has
puesto delante de una bala en movimiento y sido disparado para salvar la vida de
mi prima, esa es la razón.
—¡Oh, Dios mío! —gritó Ten, levantando las manos con incredulidad—.
Fue una herida superficial.
—La herida superficial más hermosa, sorprendente y galante. —Reese
encontró una línea fruncida de piel en el brazo de Quinn antes de besarla—.
Esta es la razón por la que mi Eva sigue viva.
Mi boca se abrió cuando me di cuenta de lo que quería decir. —Espera.
¿En serio te dispararon?
Ante mi voz, giró su atención bruscamente hacia mí. Sus labios se
abrieron cuando la sorpresa se apoderó de sus rasgos. Se ruborizó, apartó su
mirada hasta ver a Caroline a mi lado, lo cual pareció sorprenderlo aún más. —
Oh —soltó, mirando entre nosotras—, hola. —Cuando su mirada se posó en mí,
el calor que siempre me consumía en su presencia se calentó aún más.
Dado que no parecía muy dispuesto a hablar sobre su experiencia, Reese
se hallaba más que feliz de informarme de lo que ocurrió. —Sí, le dispararon. Él
fue tan valiente y heroico al respecto.
Ten se rió. —¿Valiente y heroico no es la misma cosa?
—Cállate —dijo Reese gratamente, sin apartar la mirada de mí—. Eva, mi
prima, me lo contó todo. Esta malvada bruja enferma y sádica sacó un arma de
su…
—La misma mujer que… —trató de interrumpir Ten, pero Reese le dio
un puñetazo en el brazo para hacerlo callar.
Manteniendo el contacto visual conmigo todo el tiempo, continuó su
relato—: …y apretó el gatillo. Probablemente habría disparado a Eva en el
corazón y la hubiese matado.
—Pfft —murmuró Ten, rodando los ojos—. Como si ella tuviera tan
buena puntería. —Esta vez, todo el mundo lo ignoró.
—Pero Quinn estaba allí, y en vez de agacharse para cubrirse, derribó a
Eva y la tiró al piso cuando la bruja apretó el gatillo.
Volvió a palmear amorosamente la cicatriz de Quinn antes de que Ten
murmurara—: Jesús, ¿por qué no dejas tranquilo al pobre chico? ¿No ves la
expresión en su cara? Te juro que tendré urticaria por él.
Reese miró la cara de Quinn y de pronto pareció darse cuenta de su
incomodidad. Se echó hacia atrás. —Dios mío. Lo siento mucho, Quinn.
Siempre olvido lo tímido que eres.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, por esa palabra… tímido.
Resonó a través de mí, haciendo que mis oídos zumbaran.
¿Pero Quinn Hamilton era tímido?
No tenía idea de por qué no me di cuenta antes. Todas las señales se
encontraban ahí, delante de mi cara. Estuve tan enfocada en cómo pensé que
sería por todas las cartas que me envió Cora. Ni una vez imaginé que él sería
tímido. Sin embargo, ahora lo vi tan claro como el día, al observar la forma en
que su rostro enrojeció y su mirada se lanzó en mi dirección antes de que bajara
la barbilla y murmurara—: Está bien.
Fue entonces cuando me di cuenta de otro hecho esclarecedor. Tenía un
enorme flechazo con el novio de mi mejor amiga. Por alguna razón —tal vez
completa negación— no entendía antes por qué mi cuerpo reaccionaba cada vez
que me le acercaba… o incluso cada vez que se mencionaba su nombre. Pero
descubrir que era tan introvertido como yo… de repente noté por qué sentí tal
conexión con él.
Qué mortificante. Sintiendo mi propia cara calentarse, bajé mi atención a
los libros en mi escritorio justo cuando un brazo los tomó.
—¿Qué…? —Levanté la vista para darme cuenta que Ten agarró todo lo
que tenía en mi escritorio, también en el de Caroline y Reese, y ahora los
sostenía como rehenes bajo su brazo.
—Ahora que hemos establecido que Hamilton es perfecto, precioso,
heroico, y toda esa mierda impresionante, ¿podemos encontrar nuestros
asientos reales?
—Este es mi asiento real —discutió Caroline, frunciéndole el ceño—.
Ahora devuélveme mis libros.
Ten resopló. —No lo creo, cariño. No vamos a sentarnos en la fila de los
perdedores. —Cuando el tipo que se encontraba junto a Caroline levantó la cara
del libro que leía, Ten le hizo un gesto con la barbilla—. Sin ofender.
—Sí, creo que aun así se ofendió —informó Caroline secamente.
—Entonces tal vez no debería ser un perdedor que se sienta en la fila
perdedora. —Ten se echó hacia atrás antes de subir las escaleras de dos en dos
solo para espantar a un par de chicos y conseguir cinco escritorios en una fila de
la parte trasera de la sala.
Cuando todos nos giramos para verlo poner nuestros libros en los
escritorios de allí pero no nos movimos para unirnos a él, nos envió un rápido
ceño y nos hizo un movimiento con la mano para que subiéramos. —Bueno,
vengan.
—Creo que quiere que nos sentemos con él —susurró Reese de manera
conspiratoria.
—No quiero sentarme con él. —Caroline resopló, frunciendo el ceño al
ponerse de pie. Apuntando el pulgar por encima de su hombro, hizo un gesto
hacia el chico que seguía mirándonos boquiabierto luego de que Ten arrancó su
atención del libro—. Él le dijo a este pobre perdedor que era un perdedor. Eso
está tan mal.
No pareció darse cuenta de que acababa de hacer lo mismo en lo que se
giraba con furia y era la primera en marchar por el pasillo para poder sentarse
en el escritorio junto a Ten, donde él ya se había acomodado en su silla con los
pies levantados en la parte posterior del asiento vacío de enfrente.
Los tres nos quedamos en la planta baja, compartiendo una mirada
divertida.
Entonces Quinn levantó un brazo galante. —Las damas primero.
Reese le sonrió y palmeó su brazo. —Tan caballero. —Entonces encontró
sus zapatos debajo de la mesa, se los puso, y empezó a subir las escaleras hacia
Ten y Caroline.
Lo cual nos dejó solo a Quinn y a mí.
Dándome cuenta que nos encontrábamos solos, y que no iba a moverse
hasta que yo lo hiciera, me levanté. —¡Oh! Uh, gracias.
Empezó a caminar detrás de mí. —No me di cuenta que hablabas de esta
clase. —Cuando se inclinó para que pudiera escucharlo, inmediatamente olí su
aroma picante—. Tendremos que compartir nuestro horario para ver si tenemos
algo más en común. Sé que Cora tiene historia americana conmigo la próxima
hora.
Eché un vistazo hacia atrás cuando llegué a la última fila. —Tengo
biología la próxima hora.
Él se iluminó. —Me encanta biología. Es una de mis materias favoritas.
Odiaba la biología. Y creo que leyó esa respuesta claramente por la
expresión de mi cara porque solo sonrió más amplio. —La tomé el año pasado
con el profesor Gilcrest. Todavía tengo todas mis notas si las quieres para
estudiar.
Me detuve en seco y me di la vuelta. —Oh, Dios mío, ¿en serio? Eso es
increíble. Tengo biología con Gilcrest. —Comencé a rebotar en la punta de mis
pies, lo cual lo hizo reír y al mismo tiempo me hizo darme cuenta de lo
emocionada que me comportaba—. Quiero decir… gracias. —Me aclaré la
garganta y tiré de mi cabello hacia atrás—. Te lo agradecería. —Más allá de
mortificada, me giré y apresuré los últimos metros hasta el asiento junto a
Reese.
Quinn se sentó a mi otro lado. —No hay problema. Puedo llevártelas
cuando recoja a Cora esta noche para nuestra cita.
La mención de mi compañera de cuarto enfrió mi temperamento aún
más. Mi cara se calentó con la vergüenza. No pensé en Cora ni una vez durante
los últimos segundos cuando subí las escaleras con su novio.
Era una amiga horrible, tan horrible.
—Gracias —repetí; ni siquiera me atreví a mirar en su dirección, aunque
era imposible no hacerlo con él a mi lado. Su mera presencia ocupaba tanto, su
aura invadía mi espacio personal.
—Hora de foto —anunció Reese, inclinándose hacia mí para que pudiera
apuntar la cámara de su teléfono hacia ambas—. Quinn, ven aquí para que
pueda enviarle esto a Mason y hacerle saber con quién comparto clase.
Quinn se acercó obedientemente hasta que su cara estuvo cerca de rozar
la mía. Reese se aplastó cerca de mí en el otro lado, pero ella no se sentía tan
cerca como él. Solo le tomó medio segundo sacar la foto. Aunque se sintió como
horas que el calor de su rostro irradiaba al lado de mi oreja.
Entonces el teléfono de Reese brilló y se apartó con un burbujeante—:
Gracias.
Quinn se alejó a medida que Reese le ordenaba a Caroline y Ten hacer la
misma pose que hizo con nosotros. Caroline palideció pero aceptó, a medida
que Ten se cruzaba de brazos e inclinaba la cabeza cerrando los ojos.
—¿Dónde está Noel? —le preguntó Quinn a su compañero de cuarto.
—Gamble incorrecto. —Ten entreabrió un ojo para lanzarle a Caroline
una mirada acusativa—. Supongo que no teníamos que tomar esta clase
después de todo.
—Ahh. ¿Los tres grandes y rudos jugadores de fútbol querían compartir
una malvada e intimidante clase de arte? —arrulló Reese—. Eso es tan dulce.
Ten le lanzó una mirada. —Cierra la boca, enana.
—¿Enana? —jadeó Reese y puso la mano sobre su corazón—. Tienes que
saber que soy cinco centímetros más alta que Eva.
—Guau, me siento tan impresionado. Creo que acabo de mearme por la
emoción.
—Qué imbécil —respondió Reese cuando su teléfono sonó. Le echó un
vistazo a la pantalla antes de arrugar la nariz—. Mmm. Mason dijo que lamenta
que tenga que compartir una clase contigo.
Sentándose, Ten se inclinó sobre el escritorio de Caroline para señalar a
Reese. —Bueno, puedes decirle a Lowe que bese mi…
—Disculpa. —Caroline le puso la mano en la frente y lo empujó antes de
marcar su escritorio con los brazos—. Este es mi escritorio. Mi espacio.
Retrocede.
Él le lanzó una mueca irritada antes de volver a caer en su asiento y
frotarse la cara con una mano. —Este va a ser un maldito semestre largo.
No era mi intención, pero miré a Quinn. Compartimos una mirada en la
que ambos levantamos las cejas como diciendo que en realidad este sería un
semestre entretenido.
—Están bastante callados por aquí, chicos —dijo Reese, haciéndonos
saltar y apartar nuestras miradas el uno del otro.
Quinn se aclaró la garganta. —Lo siento —dijo justo cuando el profesor
llegó y comenzó la clase.
Ten volvió a cerrar los ojos y a cruzarse de brazos en lo que apoyaba su
cabeza hacia atrás, al tiempo que Quinn, Caroline y yo sacábamos los cuadernos
para tomar apuntes. Reese, por otra parte, sacó una pila de revistas de bodas de
su bolso y comenzó a hojearlas, el destello de su anillo de compromiso reflejaba
la luz en mi cara cada vez que volteaba una página.
Y así comenzó mi primera clase en la universidad.
12 Traducido por Alessandra Wilde
Corregido por AmpaЯo

Quinn
La sangre bombeada frenéticamente por mis venas cuando esquivé a un
defensa y salté por un compañero de equipo que había aniquilado en frente de
mí. Metiendo el balón más cómodamente contra mis costillas, corrí hasta el
campo, libre de toda la línea defensiva. Varios pies golpeando detrás de mí me
dijeron que había más personas en mis talones. Con quince metros restantes
antes de hacer una anotación, incliné la cabeza y me abrí paso hacia adelante.
Los gritos de mi equipo de práctica de línea de ataque me dijeron cuando
crucé la zona de anotación. Un silbido penetrante cortó el aire.
—Buen trabajo, Hamilton —resonó la voz del entrenador, solo para
empezar a gritarle a la defensa por dejarme deslizarme a través de ellos.
El sudor nubló mi visión cuando una mano me golpeó en la espalda. —
Maldito Dios, Ham. Estás en una forma rara. ¿Qué has comido en el desayuno?
¿O debería decir... a quién? Estoy pensando que no puede ser la misma Cora
desagradable que comes todos los días.
Abrí mi correa de un tirón y saqué mi casco para mirar a Ten. —No es
gracioso. Esa a la que le estás faltando el respeto es mi novia.
Levantó las dos manos como si fuera a rendirse, pero su sonrisa seguía
siendo tan arrogante como siempre.
—Solo digo, hombre... tienes mucha más energía de lo habitual.
—Lo que sea. —Apartándome, corrí de nuevo hacia Noel donde hacía
que el equipo se preparara para otro juego.
El caliente sol de agosto caía sobre nosotros, haciendo que mis
almohadillas se sintieran pesadas y húmedas por mi propio sudor y pegajosas
con cada movimiento. Hizo que me sintiera con más energía de lo habitual,
aunque no tenía nada que ver con lo que sugería mi compañero de cuarto
irritante.
Sin embargo, la idea todavía me hacía sentir incómodo. Odiaba la forma
en que acababa de poner la imagen de Zoey en mi cabeza. Hace unos meses, ni
siquiera sabía lo que significaba comer a una chica, y ahora... sí que lo sabía. No
quería empezar a preguntarme por otro sabor. Me gustaba el sabor que
tenía. Le era fiel a mis papilas gustativas. Dr. Pepper era mi bebida. Fresa era mi
helado. Pepperoni era mi pizza. Y Cora era mi chica. ¿Qué era lo que Ten
trataba de lograr al tentarme hacia algo más?
No lo apreciaba.
—Cambio de planes —dijo en voz alta el entrenador—. Los del primer
equipo corran cuatro vueltas y vayan a las duchas. El resto alinéense para un
par de jugadas.
Listo para una buena carrera para ayudar a quitarme la repentina tensión
que sentía, me dirigí hacia la pista que circundaba el campo. Una vuelta más
tarde, me encontré corriendo junto a Ten y Noel. Necesitando agotar más
energía de lo habitual, me pregunté si Noel sería capaz de quedarse un par de
minutos más conmigo después de correr. El entrenador me había dicho que si
Noel seguía trabajando conmigo uno-a-uno para ser mariscal de campo, podría
incluso tomar el lugar del mariscal de campo de segunda línea. Esa era la
posición que quería realmente, por lo que habría una doble bonificación si le
pedía a Noel algunos consejos antes de que terminara el día.
En mi opinión, él era un mejor entrenador que el entrenador. Era más
paciente y podía distinguir las fortalezas y debilidades de una persona. Sabía
exactamente qué tipo de cosas tenía que trabajar para así mejorar. El tipo era mi
mentor; lo admiraba más que a casi cualquier persona que conocía.
Un ejemplo: cuando se dio cuenta que sus hermanos eran descuidados
por su madre, había conducido por cientos de kilómetros hasta donde vivían y
los reunió a los tres, luego los trajo de vuelta a Ellamore a vivir con él. Ese era el
tipo de devoción familiar que hacía falta para ganar mi respeto. Me hacía desear
haber tenido un hermano mayor de pequeño.
Pero a medida que los tres corríamos al lado del otro, me di cuenta de
que Noel se hallaba muy callado hoy. Por lo general, él y Ten continuaban la
conversación mientras terminábamos nuestras vueltas al final de la práctica. Sin
embargo, Ten era el único que hablaba, describiendo a esta chica que estaba
persiguiendo en su clase de historia, y Noel no respondía. Por lo general yo solo
escuchaba, así que Ten no se preocupaba demasiado por mi falta de respuesta,
pero finalmente le frunció el ceño a Noel.
—¿Qué carajo te pasa? —Le dio un codazo en el antebrazo de Noel.
—¿Hmm? —Noel apartó su mirada de las bases de béisbol no lejos de
nuestro campo de entrenamiento—. Saben, si no me van a decir qué jugador de
béisbol tenía esa imagen de Aspen en su teléfono, puedo descubrirlo de otras
maneras.
Ten gimió. —Jesús, hombre. ¿No puedes olvidarlo? Te dije que nos
encargamos de ello.
Noel le lanzó una mirada. —¿Serías capaz de olvidar algo así? Divulgó
imágenes indecentes de mi mujer. Maldita sea. —Dejó de correr y se pasó las
manos por el pelo mientras seguía lanzando dagas con los ojos a través del
campo de fútbol donde los jugadores de béisbol también tenían una práctica de
la tarde—. Fue uno de esos hijos de puta... justo... allí.
Con los ojos endureciéndose, comenzó a trotar en esa dirección cuando
Ten le cogió del brazo. —Guau, hombre. Todavía no hemos terminado nuestras
vueltas.
—A la mierda las vueltas. Tengo que matar a ese hijo de puta. Necesito
verlo muerto. Ya mismo.
—No, necesitas poner tu jodida cabeza en su lugar. No le hará ningún
bien a tu mujer si te expones, lo que en efecto, la expondría a ella. Ahora sigue
corriendo.
Noel apretó los dientes, sacudió la cabeza como para luchar contra la
rabia y luego comenzó a correr de nuevo. Ten y yo nos pusimos a trotar a cada
uno de sus lados.
—Me pregunto si el hijo de puta consiguió la imagen de Marci Bennett.
—Sabía que Marci era la chica que tomó la foto de Noel y Aspen juntos. Había
hecho que despidieran a Aspen... porque quería a Noel para ella sola—. ¿Y si la
está divulgando por todo el mundo? Y si…
—No lo está haciendo —le aseguró Ten.
Noel y yo lo miramos juntos. —¿Cómo lo sabes?
Se rió. —Debido a que la imagen en ese teléfono era una foto difusa como
la que el entrenador colgó en el tablón en el vestuario. Y, además, borré todas
las fotos de teléfono de Marci... cuando volvía a vestirse.
Quedé boquiabierto, porque era la primera vez que había oído hablar de
esto.
—¿Te la follaste? —explotó Noel—. ¿A la perra que arruinó la carrera de
Aspen? ¿Qué demonios, hombre?
—Oye, necesitaba una razón para tener acceso a su teléfono. Y he
aprendido que están más que dispuestas a dejarte que les tomes fotos desnudas
después de follarlas hasta poner una sonrisa aturdida en sus caras. —Se encogió
de hombros—. En realidad, la cosa tómame-una-foto-desnuda fue idea de ella,
pero bueno... me entregó su teléfono, así que, ¿quién era yo para negarme?
Cuando ambos lo seguimos mirando fijamente como si estuviera loco,
levantó las manos. —¿Qué? Lo hice por ti, hombre.
—¿Todavía tienes alguna de esas fotos de ella desnuda? —preguntó Noel
finalmente.
Ten ahogó un sonido de incredulidad. —¿En serio? ¿Quieres ver sus tetas
después de lo que le hizo a tu mujer?
—No, idiota. Quiero utilizarlas como ventaja en caso de que tenga más
de Aspen que no borraste de su teléfono.
—Oh. Bueno, estoy bastante seguro que las borré todas. Estaba cabreada
cuando se dio cuenta de lo que hice. —Ten se encogió de hombros—. Y de
todos modos, ya me encuentro un paso por delante de ti. Envié las fotos menos
favorecedoras a mi teléfono y ya las estoy usando para mantenerla callada.
—Maldita sea, hombre —murmuró Noel mientras terminábamos nuestra
carrera—. Gracias.
Me impresionó un poco que Ten se hubiera tomado tantas molestias por
Noel. Tenía un montón de momentos molestos, pero siempre se podía contar
con él para ser un buen amigo. Lo que me hizo sentir un poco como una
mierda.
No había hecho nada en ese nivel para ayudar a Noel. De hecho, ahora
que lo pensaba, no estaba seguro de si había hecho cualquier cosa por él.
Cuando fui a recoger Cora más tarde esa noche, la idea todavía me tenía
fastidiado. Fue la noche de esta semana que tenía libre del trabajo para estar con
ella, y por supuesto había una fiesta de fraternidad que quería asistir. Así que
planeé tener una noche aburrida, viéndola beber y bailar con sus amigos al
tiempo que escuchaba a todos los deportistas a mi alrededor jactarse de lo
increíble que eran. Ni siquiera tendría a Ten allí para hacerme compañía, ya que
debía trabajar, y Noel había dejado de asistir a las fiestas cuando empezó su
relación con Aspen y acogió a sus hermanos más pequeños. Ninguno de los
otros chicos con los que trabajaba asistió nunca a una fiesta de fraternidad, así
que sí. Planeaba estar aburrido y abandonado la mayor parte de la noche.
Cuando llegué al apartamento de Cora, ya estaba inquieto e incómodo
acerca de pasar una noche rodeado de... personas. Pero entonces Zoey me abrió
la puerta, y mi nivel de ansiedad se fue por las nubes.
Tenía el pelo recogido en otra linda cola de caballo, y llevaba gafas. Lucía
condenadamente adorable con gafas.
Tragué saliva, incapaz de decir una sola cosa.
Luego sonrió, y de repente, tampoco pude parpadear.
—Hola. —Sonaba tan feliz de verme, que mi pecho se expandió con la
presión. Se sentía como si alguien estuviera inflando un globo dentro de mi caja
torácica—. Pasa. Cora está en su habitación... —Hizo una pausa y ladeó la oreja
como si quisiera que yo terminara la frase.
Una sonrisa se dibujó en mis labios. —¿Cambiándose? —supuse.
—Exacto. —Dejando la puerta abierta para que entrara en la casa, Zoey
se alejó. Al hacerlo, su cola de caballo se agitó por delante de mí, revolviendo
ese misterioso olor suyo. Empecé a pasar el umbral cuando me di cuenta de que
el olor provenía de su cabello.
—¿Qué tipo de champú usas? —Solté la pregunta antes de que mi
cerebro me lo impidiera.
Zoey se detuvo y se dio la vuelta lentamente. —¿Disculpa?
Oh, mierda. Sus ojos se estrecharon sospechosamente, haciéndome saber
bien que se dio cuenta que había estado oliéndola.
Tragué saliva, y señalé frenéticamente con la mano a su cola de caballo.
Todo el tiempo, mi cara se ponía cada vez más caliente. —Yo... tú... cuando tu
cabello me rozó al darte la vuelta... No quise decir… lo siento.
Debió de darse cuenta de que no trataba de coquetearle ni nada porque
sus hombros se relajaron y sus labios se aflojaron en una sonrisa. —Oh, bueno,
es, eh.... cerezo silvestre y orquídeas, o algo por el estilo. No lo recuerdo bien. Se
supone que es para el pelo rizado... —Tiró de su cola de caballo para mostrarme
los pocos rizos en su pelo, se encogió de hombros con una sonrisa triste—. Pero
es mi aroma favorito, así que lo uso de todas formas.
—No te culpo. Me encanta ese olor. —Me di cuenta de lo que acababa de
decir el momento en que las palabras salieron de mis labios—. Quiero decir... —
Mortificado, me quedé boquiabierto sin tener ni idea de cómo iba a hablar para
salirme de este aprieto, cuando una conmoción en la televisión me llamó la
atención—. ¿Estás viendo Psych? —Cerré la puerta detrás de mí y dando vueltas
por la sala de estar, recordando el episodio que actualmente se transmitía.
—Sí. Me tienes oficialmente adicta a esto. Empecé a verlo anoche cuando
Cora estaba fuera y por poco casi termino la primera temporada completa de
una sola vez.
Empecé a sonreír hasta que se me ocurrió qué otra cosa había dicho.
¿Cora había salido anoche? No me había dicho que iba a ninguna parte.
Sabía que ella no se sentaba sola en casa en las noches que trabajaba, pero...
Negué. Mi novia no tenía que decirme cada pequeño movimiento que
hacía. Además, no había tenido mucha oportunidad de hablar con ella desde
entonces. Tal vez me diría sobre todo lo que había hecho cuando fuéramos a la
fiesta de esta noche.
—Me está ayudando a sobrellevar mi tarea —decía Zoey mientras se
acomodaba en un lugar vacío del sofá que se hallaba cubierto de libros de texto
abiertos. Enviándome una breve mirada acusadora, añadió—: Se te olvidó
avisarme lo difícil que era Gilcrest. Es decir... —Levantó una pila de papeles
grapados y la agitó hacia mí—. Este programa es una locura.
—¿Estás estudiando biología?
Oh, hombre. ¿Estudiando bilogía y viendo Psych? Me preguntaba si
podría convencerla de cambiar lugares por esta noche.
—Sí. Así que estoy esperando que el ofrecimiento de esas notas siga en
pie.
Con una sonrisa, llevé una mano hacia atrás y saqué las hojas que había
rodado en un tubo y metido en mi bolsillo de atrás. Agitándolas hacia ella, di
un paso adelante y se las entregué. —Sí.
—Oh, gracias a Dios. Eres increíble. —Me las arrebató de mi mano
extendida—. Gracias, gracias, gracias. —Abrazó el rollo contra su mejilla y
luego lo besó.
Mi piel se calentó mientras la veía presionar sus labios al papel que
acababa de tener en mi bolsillo trasero. Pareció darse cuenta de la intimidad del
momento, un segundo después, porque se quedó inmóvil, luego me miró con
un encogimiento de hombros culpable antes de que se sonrojara y alejara
lentamente mis notas de su boca.
—Lo siento. Eso fue... muy raro, ¿no?
En realidad, me hizo sentir mejor por todas las cosas mortificantes que
había hecho y dicho desde que me abrió la puerta. Le resté importancia y agité
una mano, indiferente. —De ningún modo. Beso mi tarea todo el tiempo.
Cuando se rió, sentí... no sé, pero fue uno de esos sentimientos muy
buenos, como si estuvieras flotando fuera de la tierra porque eres tan feliz.
Incapaz de quedarme atrás, me acerqué un poco. —¿Qué es lo que te está
enseñando Gilcrest?
—¡Oh! Mira. —Zoey hizo a un lado algunos libros en el sofá para hacer
espacio para mí—. No estoy segura. Lo dice en su plan de estudios, pero... —
Sacudió la cabeza y suspiró—. Es todo griego para mí.
Le tendí la mano para que me diera la hoja, y me la entregó con
rapidez. Cuando exploré su primera asignación, señalé. —En realidad, esto es
latín... no griego.
La mirada de muerte que me envió me dijo lo mucho que no se había
sorprendido con mi conocimiento nerd.
—Lo siento. —Me aclaré la garganta—. Mal chiste.
Puso los ojos en blanco y ondeó una mano. —No. Sigue y restriégamelo
en la cara. Soy muy mala en la biología y tú eres genial. Lo capto.
Solté una carcajada cuando señalé al programa de nuevo. —Parece que
vas a comenzar con anatomía humana.
—¿En serio? —Se inclinó para leer sobre mi brazo, lo que aumentó esa
esencia de cerezo silvestre y orquídeas—. ¿Entonces por qué no solo dice:
anatomía humana?
—Debido a que Gilcrest solo conoce jerga científica. Pero creo que escribí
términos bastante comunes en mis notas, así que espero que te ayuden.
Zoey puso las notas en su regazo. Encontré su libro de biología al lado de
mi cadera, y pasamos unos minutos revisando el texto, plan de estudios y notas.
Sé que me involucré un poco demasiado en algunas de las cosas que le
expliqué. Pero era tan bueno saber lo que hablaba, que me dejé llevar poco... y,
posiblemente, me salí del tema. Sin embargo, Zoey no se vio afectada por ello.
Siguió asintiendo y transfiriendo su atención de mis notas, a su libro, a mi cara
cuando hablaba. A veces, incluso escribía algo que decía.
—¿Y sabías que los antiguos médicos griegos pensaban que había una
vena de este dedo —levanté el cuarto dedo de la mano izquierda—, que
conducía directamente al corazón? No es cierto, por supuesto. Pero la llamaron
vena amoris, que significa…
—Vena del amor —dijo.
Mi mirada se disparó a la de ella. —Oh, ya sabes la historia.
Se encogió de hombros y sonrió disculpándose. —Sabía que por eso el
anillo de bodas se ponía en ese dedo, pero no sabía que no era cierto. —La
decepción llenó sus ojos—. ¿Así que ese dedo no tiene una vena que lleva
directamente al corazón? Eso es un poco deprimente.
—Lo sé. Lo lamento. —Meneé la cabeza, sintiéndome malísimo por
destruir una teoría perfectamente dulce—. Siempre me gustó esa historia de por
qué las parejas llevaban sus anillos de boda en ese dedo en particular. Pero, no,
la estructura de la vena en todos los dedos es bastante similar.
—Sí. Eso es muy malo.
Abrí la boca para decirle que odiaba más ser engañado con mentiras
como esa, pero entonces también quería restaurar su fe en el romance, excepto
que sí, mi mente permanecía en blanco con algo eternamente romántico.
Cora me salvó de tener que inventar una respuesta cuando gritó desde
su habitación—: Oye, ¿Quinn ya llegó?
—Sí —respondí por Zoey—. He estado contaminando a Zoey con más
episodios de Psych.
Cora masculló algo que sonó vagamente como—: Salgo en un minuto —
y cerró la puerta de su dormitorio de golpe.
Zoey y yo compartimos una sonrisa. Pero los dos parecimos darnos
cuenta de que nuestro tiempo juntos se había terminado. Poniendo mis notas a
un lado, se pasó las manos por sus piernas y dejó escapar un suspiro.
—Bueno, gracias por tomarte el tiempo para explicarme todo esto. Tiene
mucho más sentido.
Me enderecé con sorpresa. —¿En serio?
Zoey se sonrojó y agachó la cara. —Sí, bueno... sí.
Estaba seguro de que la había estado confundiendo más, pero si dijo que
ayudó, entonces... genial. Choqué mi hombro con el suyo. —En realidad me
vino bien la distracción después de la práctica de hoy.
Levantó la mirada, sus ojos verdes muy abiertos con preocupación. —¿Te
metiste en problemas con tu entrenador por la pelea?
Fruncí el ceño con confusión. —¿Pelea?
—Ya sabes... —Agitó una mano—. Con ese tipo que empujaste contra la
pared en la fiesta donde…
—¡Oh! Cierto —Me había olvidado de eso—. No —suspiré y me pasé los
dedos por el pelo—. Nada de eso. Estoy preocupado por Noel. Está teniendo un
mal rato, preguntándose quién tenía esa imagen de su novia. Está indignado de
que Ten y yo nos neguemos a decirle de quién era el teléfono. Pero si le
decimos…
—Le daría una paliza a Belcher —conjeturó Zoey con un guiño de
complicidad.
La miré bruscamente, aturdido. —¿Sabes de quién era el teléfono?
—¡Oh! Yo... —Se sonrojó y balbuceó un momento—. Oigo cosas.
Por supuesto. Era como yo, una vigilante y una oyente. Asentí. —Bien.
—Así que... ¿Noel iría tras Belcher si se enterase?
—Por supuesto. —Solté un suspiro—. Quería darle una paliza al equipo
entero de béisbol hoy y empezar a sacar nombres. No sé qué hacer por él. No lo
culpo por estar molesto, pero si hace cualquier cosa que cause que lo expulsen
del equipo, todo por lo que ha luchado para proteger habría terminado.
Zoey ladeó la cabeza hacia un lado. —¿Qué quieres decir? ¿Qué es por lo
que tiene que luchar?
—Creo que te diste cuenta en la pizzería que Aspen fue su…
—Profesora —dijo con una inclinación de cabeza—. Sí. Capté esa parte.
Sonreí. —Bueno, cuando una chica que tenía un interés por Noel se
enteró de su relación en secreto, tomó algunas fotos de ellos... y se las entregó al
jefe de Aspen.
Los ojos de Zoey se agrandaron. —Guau. Oí más de eso en restaurante,
pero no la parte sobre la chica que los delató. ¿En serio fue solo por venganza,
porque quería a Noel y no lo pudo conseguir?
Asentí, y la simpatía llenó su mirada.
—Pobre Noel. Pobre Aspen.
—Lo sé. Pero lo peor es que, cuando Noel buscó al jefe de Aspen y trató
de hablar con él para que volvieran a emplearla, terminó empeorando las cosas
y cabreando al profesor hasta que este amenazó a Noel. Ahora, si él hace algo
para poner su posición de fútbol en riesgo y perdemos el campeonato este año,
hará que el despido de Aspen se vuelva público y los convertiría a ellos en un
escándalo nacional.
Zoey meneó la cabeza. —Eso es tan horrible. ¿Por qué le harían eso?
—No lo sé. Hace años he dejado de tratar de averiguar por qué algunas
personas hacen cosas crueles.
Abrazándose a sí misma, empezó a pasar sus manos arriba y abajo de sus
brazos. —Solo puedo imaginar lo que Noel está pasando, necesitando proteger
a su novia al permanecer tranquilo y sensato, pero también con el deseo de
defender su honor. Debe estar tan desgarrado.
—Sí. —La estudié un momento, encantado por el nivel de compasión en
sus ojos mientras se preocupaba por la situación de mi amigo. Sentí esta
necesidad de extender la mano y apretar la suya porque entendía exactamente
lo que sentía.
—¿Listo, bebé? —preguntó Cora, haciéndome saltar y girarme hacia
ella. Usando una falda corta de costumbre, una diminuta blusa y tacones altos,
entró en la sala de estar con una sonrisa deslumbrante, toda despampanante y
lista para irnos.
La sonrisa en su rostro siempre significaba que se encontraba lista para
divertirse y, por lo general, terminaba esas noches como un hombre muy
afortunado.
Está bien, tal vez no iba a pasar un rato completamente horrible en la
fiesta de fraternidad después de todo. Recordando algunas de las cosas que
había hecho conmigo en otras partes, di un paso hacia ella y le tomé la mano,
solo queriendo avanzar rápidamente a esos momentos.
—Sí —le respondí.
—Grandioso. —Se echó el pelo sobre el hombro y miró detrás de mí,
mientras nos dirigíamos hacia la puerta—. Buenas noches, Zo. A menos que...
¿quieres venir?
Me quedé inmóvil a medio paso, y me tomó un momento mirar a su
alrededor para captar la respuesta de Zoey. No me di cuenta de que contenía la
respiración por su respuesta hasta que sacudió la cabeza
—No. Pero gracias por la oferta.
Un silbido de oxígeno salió corriendo de mis pulmones. Lo malo era que
no estaba seguro de si había tenido la esperanza de que dijera que sí o no.
13 Traducido por Liillyana
Corregido por Dannygonzal

Zoey
—¿De tres a seis meses? —gritó Cora con incredulidad—. Pero acaba de
decirnos que es compatible. Su tipo de tejido y sangre concuerda perfectamente
con el mío. Pensé que había dicho que eso es todo lo que necesitábamos para un
trasplante.
Sentada junto a Cora en el consultorio del médico, tomé su mano para
darle un apretón de apoyo, pero ella alejó sus dedos y siguió mirando a su
médico.
Él le envía una mirada severa sobre sus lentes antes de dejar escapar un
suspiro. —No, dije que la sangre y los tejidos tenían que coincidir antes de que
incluso pudiéramos empezar. La señorita Blakeland todavía tendrá que pasar
por una serie de pruebas para garantizar su salud física y mental.
Cora resopló como si esa idea fuera absurda. —¿Cómo qué?
Todo el tiempo estuve tragando aire. ¿Pero mental? ¿Qué diablos querían
decir por pruebas mentales? ¿Iban a utilizar un psicólogo? ¿Y si terminaba
confesando mi infancia? ¡Oh, no! ¿Y si creían que mi mente no era lo bastante
sólida para ayudar a Cora?
Empecé a sudar. Mi corazón latía con fuerza mientras el médico comenzó
a explicar. —Vamos a necesitar su historia médica completa y realizar un
amplio reconocimiento médico. Probablemente tendrá algunas sesiones con un
psicólogo.
Oh Dios.
—¿Qué diablos? —intervino Cora.
—Hay muchos impactos psicológicos que afectan a los donantes. Tendrá
que establecer su motivación y…
—¿Motivación? —Cora sacudió la cabeza—. Ella es mi mejor amiga. Me
ama. ¿Qué más necesitan saber?
El médico asintió como si estuviera de acuerdo en que era tonto, pero
dijo—: Es la política. —Echando un vistazo hacia mí, en voz baja, añadió—:
Deberían ser solo pocas de esas sesiones.
Asentí, pero por dentro me hallaba congelada del susto. ¿Y si descubrían
cómo a veces envidiaba a Cora? ¿Y si decidían que era una chiflada y no apta
para darle algo? Ella necesitaba este riñón; No quería hacer nada malo que me
impidiera dárselo.
Los dedos se acalambraron mientras se envolvían alrededor del brazo de
mi silla, y seguí escuchando del doctor la lista de todas las cosas que tendrían
que examinarme. —Habrá una serie de análisis de sangre para asegurarnos de
que no tienes ninguna enfermedad: hepatitis, VIH, cualquier infección que
pudiera ser transmitida. Veremos qué tan bien coagula tu sangre. Vamos a tener
que controlar tu presión arterial de manera rutinaria. Debemos comprobar lo
bien que están funcionando los dos riñones, así como el hígado y otros
órganos. Habrá numerosas pruebas de orina, y exploraciones como ecografías y
resonancias magnéticas. Luego tendrás que hacerte un electrocardiograma,
rayos X, examen de Papanicolaou...
Guau, me iban a revisar de arriba abajo, por dentro y por fuera. No es de
extrañar que nos tomara tanto tiempo llegar a la parte real del trasplante.
—Después de pasar todas las pruebas, podemos concertar una consulta
con el cirujano, quien analizará contigo la operación, te dará una fecha para la
operación y tendrás que firmar el formulario de consentimiento.
Sonrió amablemente, pero Cora no lo hizo. —¿Y se necesitan de tres a
seis meses para que todo esté hecho?
Con sus labios apretados en una línea fina, el médico respondió—: A
veces más tiempo si hay cualquier anormalidad en su prueba que retrase las
cosas.
—Oh, madre —murmuró Cora, mirándome mordazmente—. Estamos
jodidas.
Me quedé mirándola, incapaz de creer que básicamente me llamó
anormal.

Para el viernes, me sentí más anormal. Me sentí estúpida y engañada.


Hace seis meses, había estado esperando vivir toda mi vida bajo el fuerte
pulgar de mi padre. Me pre-inscribí en la universidad que quería que asistiera e
incluso organicé mi título de enseñanza, cuando el pensamiento de pararme
delante de una clase me asustaba mucho. Pero honestamente Ernest Blakeland
me asustaba más. Siempre, siempre hice lo que él quiso. Nunca quebranté una
de sus reglas, ni me escapé de la casa cuando no me vigilaba, o lo engañé sobre
la cantidad de jabón que quería que utilizara cuando lavaba los platos. Seguí
todas y cada una de sus reglas como la chica buena y obediente que había
esperado ser.
No fue sino hasta que Cora me llamó con su dilema que ni siquiera
consideré tratar de liberarme de él. Debido a que ser libre significaba la ruptura
de todos los lazos por completo. Él nunca me habría permitido cualquier tipo
de libertad. Le gustaba el control total. Así que si me iba para ayudar a mi
amiga, tenía que hacerlo sin su conocimiento y sin su permiso.
La decisión más aterradora de mi vida, y la tomé con muy poco esfuerzo
y sin una pizca de remordimiento. Sin embargo, ahora que me encontraba aquí,
arriesgando la ira de un hombre que sabía que iba a tomarse la molestia de
hacerme daño como castigo, comenzaba a reevaluar la fuente de mis razones
para venir.
Cora no era como yo la recordaba. No estaba segura de si la construí tan
increíble en mi cabeza porque ella estuvo allí en mi vida cuando más la necesité
o qué. Fue la única persona agradable conmigo cuando me sentía sola. Tal vez
yo misma había escondido sus defectos.
O tal vez solo cambió totalmente.
Ella estaba sentada en un banco afuera de la oficina el primer día que
asistí a la escuela pública como esperando a que yo saliera con mi horario de
clases y la asignación de casillero.
—Hola, eres la chica nueva. Zoey, ¿verdad?
Sorprendida de escuchar mi nombre, me detuve y asentí. —Sí.
Con una sonrisa, se movió y le dio unas palmaditas al espacio abierto del
banco a su lado. —Soy Cora.
Cuando me senté con cautela, me estudió durante más tiempo. Nadie me
prestó este tipo de atención antes, excepto mi padre cuando se molestaba por
algo que había hecho. Eso me hizo sonrojar y bajé mi cara.
Entonces me hizo un par de preguntas, las que creo que murmuré
respuestas de una sola palabra. Después de eso, me habló de sí misma. Le
gustaba hablar de ella, y me gustó tener a alguien con quien hablar, entonces
pareció que funcionaba para nosotras dos. Nunca compartimos clases, así que
no tuvimos la oportunidad de vernos tanto en la escuela, solo aquellos pocos
minutos todos los días, antes de que sonara la primera campana, en ese mismo
banco en donde nos conocimos.
Después de un par de meses, me invitó a su casa para la cena. Mi padre
aceptó cuando se dio cuenta quiénes eran sus padres. Al parecer el señor Wilder
fundó el club de campo con él cuando ambos eran miembros. De hecho, antes
de que yo hubiera nacido, cuando mi madre seguía viva, el señor Wilder y su
esposa fueron buenos amigos de mis padres... que recordaran a mi padre, era
otra de las razones por las que me odiaba. Después de que maté a mi madre en
el parto, mi padre quedó sin contacto con uno de sus amigos más cercanos.
Pero él, de mala gana, permitió que ocasionalmente visitara a Cora.
Su madre era tan encantadora y agradable. No me gustaba cuando Cora
se irritaba con ella por hacer demasiadas preguntas sobre su día. Me hubiera
encantado tener una madre que quisiera saber lo que pasaba en mi vida.
El señor Wilder pareció sorprendido la primera vez que me conoció.
Supongo que Cora nunca llevó amigos a casa con ella, o algo así. No lo sé. Pero
lo superó rápidamente y cuando le dije quiénes eran mis padres, los recordó,
diciéndome que me parecía a mi madre. Me encantó escuchar eso porque mi
padre logró deshacerse de la mayoría de sus retratos.
Envidiaba a Cora por sus padres, deseando que pudieran haber sido los
míos, a pesar de que fueron tan estrictos con ella como el mío conmigo. Muchas
veces llamé para hablar con ella, y su mamá me decía que Cora no estaba en
casa. Cuando Cora me dijo al día siguiente que en realidad sí había, pero que no
se le permitieron los privilegios del teléfono, y me pregunté brevemente si su
padre era tan abusivo como el mío.
Agarré su mano y la apreté con fuerza. —¿Tus padres también te
golpean?
Alejó su mano, sorprendida y parpadeó como si yo estuviera loca. —No.
¿Por qué? ¿Tu padre te golpea? —Sonaba tan intrigada por la idea, que bajé la
cara por la vergüenza y hundí mis manos en mi regazo.
—No.
Pero ella sabía que era mentira. Me hizo mirarla a los ojos antes de
preguntar en voz baja—: Zoey. ¿Tu padre te golpea?
—A veces —le susurré—. Pero solo cuando me porto mal.
Después de eso, cuestionó cada pequeño moretón, y sí, la mayoría de
ellos provenían de su brutal toque. Sin embargo, se hizo más fácil soportar el
abuso después de que Cora se enteró de ello. No sé por qué; tal vez compartirlo
con alguien quitó algo de la tensión.
Ella era leal y nunca le dijo a nadie porque le rogué que no lo hiciera. Y
nunca me hizo sentir mal por lo que me pasaba.
Sé que, para otra persona, esos momentos en los que me sentaba con ella
antes de la escuela, y las pocas veces que hablábamos por teléfono o visitaba su
casa, podrían no parecer una verdadera amistad. Pero era todo lo que siempre
tuve, así que era todo para mí. Lo suficiente para tenerme aquí.
Pero aquí estaba yo, y ahora... ahora la amiga que una vez conocí se
había ido.
Tal vez el trasplante la traería de vuelta. No lo sé. O tal vez continuaba
engañándome a mí misma.
Tal vez era egoísta por querer su tiempo y su atención, pero ella no había
estado en el apartamento ni una sola noche desde que me mudé. Estaba afuera,
visitando amigos o con Quinn. Sabía que no tenía que quedarme sola en casa,
ya era libre, pero no sabía qué más hacer. La tarea y la televisión me hicieron
compañía la mayoría de las noches. O a veces vagaría por el lugar y trataría de
aclimatarme a mi nuevo espacio de vida.
La escuela me mantuvo ocupada durante los días, pero por las noches
todavía me quedaba sola.
Para el viernes de la segunda semana de escuela, me debatía si tenía el
coraje de ir sola al cine esa noche cuando entré en la clase de arte. Tal vez, Cora
me dejaría acompañarla si le preguntaba, pero había visto el tipo de fiestas que
prefería, y no eran lo mío.
—Buen día, Zoey —saludó Reese cuando encontré un asiento junto a
ella. Bebía de una taza de Starbucks y hojeaba otra revista de bodas.
Sonreí mientras buscaba en mi bolsa el cuaderno y un bolígrafo. Todos
los lunes, miércoles y viernes a esta hora eran las partes más memorables de mi
semana. Me encantaba estar con Reese, Caroline, Quinn y Ten. Nunca dejaban
de entretenerme. Y me hacían sentir incluida.
Y para nada solitaria.
—Pensé que habías encontrado un vestido la semana pasada —dije,
notando la publicidad que examinaba mientras pasaba lentamente a través de
las páginas.
—Oh, lo tengo —dijo, dándome un guiño—. Pero ayer mi prima acaba de
comprometerse, así que estoy en busca de uno para ella.
—¡Qué emocionante! —Me habló un poco sobre Eva, así que sentía como
si ya conociera a su prima—. Dale mis felicitaciones.
—Claro. Está ansiosa de conocerte, ya sabes.
Eso me tomó por sorpresa. —¿Qué?
Reese hizo una pausa en su página y levantó la mirada. —Eva. Sí. Le he
contado todo acerca de ti, y no puede esperar para conocerte.
Esto no lo esperaba. Con un parpadeo, poco a poco, sacudí la cabeza
confundida. —¿En serio?
—Sip. Alguna noche vas a tener que venir con nosotros cuando nos
juntemos en el club.
Por el club, sabía que quería decir en Forbidden. Solo pensar en el lugar
donde trabajaba Quinn hacía que mi sangre bombeara más rápido. Él no se
había pasado por el apartamento para recoger a Cora desde la noche en la que
me ayudó con biología. Pero todavía lo veía en la clase de arte. Aún me sentaba
junto a él en esa clase. Todavía tenía por él una atracción implacable dentro y
fuera de la clase de arte.
No nos habían asignado asientos, pero desde el primer día, nuestro
grupo siguió sentándose en los mismos lugares, todos los días con Reese en el
medio, Caroline a su izquierda, yo a su derecha y Ten y Quinn tomando los
extremos.
—Como Eva está comprometida con el propietario, podemos entrar
gratis —Reese me dio un codazo y me guiñó un ojo—, y los menores de edad
sin ningún tipo de dificultad.
—Hola, chicas —saludó Caroline mientras subía por las escaleras hacia
nuestros escritorios. Sonriéndome cálidamente, chilló con alegría cuando vio a
Reese—. ¡Noel me dijo lo de Eva y Pick! Eso es tan emocionante. ¿Van a tener
una boda doble?
—Dios, no. —Reese rodó los ojos—. Mason y yo estamos yendo despacio
y esperando hasta que nos graduemos. Pick y Eva necesitan apresurar su boda
para facilitar el proceso de adopción de Julian.
Eva y su novio se hacían cargo de dos niños: la hija de Eva, Skylar y el
hijastro de Pick, Julian. Durante algunos meses habían estado trabajando en pro
del permiso para adoptar a Julian.
—Oh, ¿por fin pueden adoptarlo? Eso es genial. —Jadeó felizmente
Caroline mientras comenzaba a sentarse. Pero cuando bajó la mirada hacia su
silla antes de sentarse, frunció el ceño—. ¿Qué es esto?
Cogió una hoja de papel que se encontraba en su silla y le dio la vuelta. A
medida que su boca se abría, levantó la mirada hacia nosotras. Su rostro estaba
envuelto en asombro.
—Oh, guau, chicas. Miren esto.
Cuando le dio la vuelta a la hoja para mostrarnos el dibujo que había
estado puesto allí, mi boca se abrió. —Guau —fue todo lo que pude pensar en
decir. Era un dibujo a lápiz; una réplica exacta de Caroline. Y no solo la cara,
sino todo su cuerpo.
—Oh, Dios mío, eres tú. —Reese se inclinó para examinar cada perfecto
detalle. Ella levantó la mirada hacia el rostro de Caroline y luego de nuevo a la
imagen—. Quiero decir, eres realmente tú.
—Lo sé. ¿No es increíble? —Caroline se veía sorprendida, sin habla. Su
mirada parecía aturdida cuando se encontró con la mía.
—Tú... ¿Tú crees que tengo un admirador secreto o algo así? —Dio un
paso más cerca de nosotras y miró con desconfianza alrededor de la habitación,
bajando la voz—. No sé si eso es espeluznante o halagador.
—Bueno, él te puso ropa, así que... me decido por halagador. —Reese
agarró la hoja e hizo un sonido de confusión mientras estudiaba un poco más la
imagen—. ¡Tienes un admirador secreto! Esto es tan impresionante. Quiero que
alguien me dibuje así.
—Espera, ¿cómo sabemos que el artista es un chico? —le pregunté,
frunciendo el ceño ligeramente.
Reese y Caroline me miraron como si acabara de hablar en una lengua
extranjera. —¿Qué? —pregunté, despistada y me sentí muy estúpida.
Pasándome la hoja para mostrarme de nuevo la imagen, Reese levantó
una ceja. —Alguien la dibujó descalza en un vestido y acurrucada en el césped,
durmiendo bajo un árbol.
—Sí —dije lentamente, sin comprenderlo del todo.
—En serio —gritó Reese golpeando la hoja con su dedo—, no sientes lo
sensual que es a partir de la forma en que el viento sopla mechones sueltos de
cabello en su cara, la forma en que la falda de su vestido está subida solo en la
más mínima altura sobre el muslo. Digo, joder, veo esto e incluso la quiero un
poco en este momento.
Caroline resopló una carcajada y se tapó la cara. —No puedo creer que
hayas dicho eso.
—Bueno, es la verdad. —Reese se encogió de hombros—. ¿No puedes
notar que a quién lo dibujó le gusta? Le gusta mucho. —Ella canturreó las dos
primeras palabras para enfatizar.
—Oh —dije, comprendiéndolo. Teniendo todo el sentido cuando Reese
lo explicó de esa manera. Entonces incliné mi rostro hacia un lado—. A menos
que haya sido dibujado por una lesbiana.
Reese y Caroline se echaron a reír. Empecé a sonreír, sintiendo un
cosquilleo pues me las había arreglado para entretenerlas, pero Caroline se
puso seria de inmediato y arrancó la hoja de la mano de Reese.
—Maldita sea, espero que sea un hombre y no una lesbiana al que le
gusto. Me gusta un cuello con barba, unos abdominales con six-pack, pectorales
de acero, y ese bulto en los pantalones es demasiado como para en este
momento ser gay.
—Amén —murmuró Reese con un suspiro de ensueño.
De repente, Caroline se aclaró la garganta y se alejó, metiendo la hoja en
su libro de arte. Miré por encima del hombro para ver lo que causó que ocultara
el dibujo tan rápidamente. Quinn y Ten se hallaban absortos en lo que discutían
cuando entraron a clase. No nos prestaron atención, pero no podíamos dejar de
mirarlos.
Reese y Caroline llevaban razón. Un cuello con poca barba, abdominales
con six-pack, pectorales de acero y ese bulto, eran potentes mejoras a la carrera
masculina. ¡Ellos sin duda me ayudaban a mantenerme heterosexual!
Me pregunté cuándo Quinn se pasaría por la casa a recoger a Cora para
llevarla a una cita de nuevo. Yo como que ansiaba otra lección de biología con
él... lo que me hacía desear que nunca fuera de nuevo, y que Cora siguiera
yendo a su encuentro como afirmaba que había estado haciendo en las últimas
noches, porque necesitaba mucho cortar este enamoramiento que iba creciendo.
Cuanto menos contacto con él, mejor. ¿Verdad?
Ten y él nos miraron a tiempo para atraparnos a las tres comiéndonoslos
con los ojos.
—¿Qué? —exigió Ten, frunciendo el ceño con desconfianza.
—Nada —contestamos Reese, Caroline y yo al unísono. Cuando de
repente nos interesamos en nuestras propias cosas, Ten resopló.
—Eso fue algo —le dijo a Quinn. Al caer en su asiento junto a Caroline,
suspiró y se estiró—. Apuesto a que se trataba de sexo.
Me sonrojé porque esa palabra... sí, no era algo que había discutido con
alguien. Nunca. Especialmente a la intemperie en un aula donde cualquiera
podía oír.
Sin embargo, Reese no parecía tan escandalizada. Ella resopló. —Sé que
es impactante, pero a diferencia de los hombres, las mujeres podemos pensar y
hablar de otros temas.
—Oye, los chicos también podemos. Ham y yo discutíamos sobre fútbol,
muchas gracias. En cómo usé mi imagen en el fútbol para acostarme con una
chica anoche.
Al fin me atreví a mirar a Quinn por primera vez desde que se sentó a mi
lado. Parecía un poco herido porque no le conté lo que habíamos estado
hablando. Ya me sentía lo bastante mal por tener que guardarle el secreto de
Cora, así que mientras Reese y Ten discutían al otro lado, agarré mi bolígrafo,
abrí mi cuaderno y escribí: Caroline acaba de encontrar un dibujo en su silla. Alguien
la esbozó y la dejó allí para que la encontrara.
Di un golpecito para llamar su atención. Cuando por fin se dio cuenta, se
detuvo, mirándome a la cara, y luego volvió para leerla. Sus cejas se levantaron
mientras abría su propio cuaderno.
¿Y ella no quiere que Ten sepa? Escribió.
Sonreí. Exactamente.
No la culpo. ¿Crees que es un admirador secreto?
Ese es el consenso general.
Quinn sacudió la cabeza. Guau.
Lo sé. Me pregunto quién… Mi celular sonó en mi mochila, haciéndome
saltar.
No me di cuenta de que la clase ya había empezado hasta que todos,
incluido el profesor, se detuvieron para mirarme.
—Los teléfonos celulares apagados, por favor. —El profesor me fulminó
con la mirada antes de seguir con la conferencia.
Hundiéndome en mi silla, me encogí. —Lo siento.
Hurgué para recuperar mi teléfono y ponerlo en silencio, pero primero
comprobaría el mensaje. Tenía que ser de Cora. Ella era la única persona que
sabía que yo tenía un teléfono, ni hablar de cuál era mi número.
Nos vemos al frente de la biblioteca después de esta hora, fue todo lo que
escribió.
Escribí una respuesta rápida, solo para encontrar a Reese moviendo sus
dedos hacia mí. —Ooh. Quiero tu número —susurró, tomando el teléfono de mi
mano.
No recuperé mi teléfono por el resto de la clase de arte. Cuando Reese se
dio cuenta de que solo tenía un número en mi agenda de direcciones, Caroline y
ella crearon la misión de colocar los números que pensaban que debía tener.
Incluso confiscaron los teléfonos de Ten y de Quinn para asegurarse de que
todos teníamos los números de todos.
Cuando llegó el final de la hora, tenía el número de Reese, su novio,
Mason, el de su prima y su nuevo prometido, por no hablar de Caroline, su
hermano Noel, su novia Aspen, y Ten y Quinn. También pensaron que era
apropiado que tuviera el número del bar donde trabajaba cada chico de su
grupo.
En el lapso de una hora, pasé de tener un contacto a tener once. Me sentí
bien, aceptada e incluso me gustaba, mientras después de clase me dirigía hacia
la biblioteca, con la esperanza de que Cora no me hiciera llegar tarde a biología
con lo que sea que quisiera discutir.
14 Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Jasiel Odair

Zoey
Cora ya me esperaba, dando impacientemente golpecitos con su pie, con
sus brazos cruzados sobre el pecho. —¿Qué te tomó tanto tiempo?
Reduje mi ritmo y mi sonrisa desapareció. —Lo siento. Acabo de salir de
clase.
Dejó escapar un suspiro de disgusto y se frotó el centro de su frente antes
de empujar una carpeta hacia mí. —Lo que sea. Toma esto.
Lo hice, preguntando—: ¿Qué es?
—Es un horario a medias y lista de todo lo que tendrás que hacer antes
de la... —Hizo una pausa y miró a su alrededor antes de inclinarse más y
murmurar—: La operación.
Asentí y empecé a abrirla, pero dio una palmada para que la cerrara. —
Por el amor de Dios, no la abras aquí.
Conteniendo un suspiro, la deslicé en mi mochila. —¿Entonces por qué
no simplemente esperaste a dármela en casa?
—Porque no voy a estar en casa esta noche. O el resto del fin de semana.
Quinn y yo vamos a ir a un lugar especial. —Sonrió con descaro y movió sus
cejas—. Me dieron la carpeta ayer en mi... tratamiento y se me olvidó dártela
anoche antes de irme, pero tu primera prueba comienza el lunes, así que... la
necesitas ahora.
Asentí, ignorando la punzada en mi pecho al pensar en ella y Quinn
yendo a un lugar solos y romántico... todo el fin de semana…
—Espera. —Negué, confundida—. ¿Qué pasa con tu tratamiento de
diálisis del sábado?
Cora apretó los dientes, probablemente molesta de que había dicho esa
palabra en voz alta en público, pero no me importaba. No quería que faltara a
una cita porque iba a estar con alguien que no sabía lo que le sucedía.
—¿Quieres relajarte? Puedo hacer una escapada por un par de horas para
ir de compras y a un spa o algo así.
Cuatro o cinco horas era mucho más largo que un par. No veía cómo ella
podría ocultarle algo así todo el fin de semana. Me pregunté si incluso planeaba
asistir al tratamiento.
Faltar a uno de ellos tenía que ser peligroso. Limpiaban sus riñones. Si
sus riñones dejaban de funcionar, se moriría.
Me acordé de la llamada que la había oído tener con su padre anoche
antes de que se fuera. Cuando ella le había asegurado que la enfermera que él
contrató para ayudarla seguía haciendo un buen trabajo, me había detenido de
preparar la cena en la cocina y la vi decirle al señor Wilder que lo amaba antes
de colgar.
—¿Qué enfermera? —le pregunté, sacando el salmón a la parrilla del
sartén y deslizándolo en un plato.
—La enfermera a la que le pagué para que le diga a mi padre que me
estaba cuidando. —Cogió el plato que acababa de llenar y se trasladó a la mesa
para empezar a comer—. En serio, no pensaste que mis padres me dejarían vivir
aquí sola con una falla en mis riñones sin asegurarse de que alguien me estuviera
cuidando, ¿verdad?
—Pero... —Llené mi propio plato—. ¿Por qué no dejas que la enfermera
haga su trabajo?
—Porque me fastidia demasiado. —Cora tarareó de placer desde lo más
profundo de su garganta cuando probó su primer bocado—. Fantástico —me
dijo con la boca llena.
Le sonreí vagamente y me senté frente a ella. Había dejado de decirle qué
alimentos eran más saludables para comer en su estado. En su lugar, solo los
preparaba, sin decir nada, y la dejaba engullirlos. Mientras que algo tuviera un
exquisito sabor, a ella no le importaba si era bueno para su salud.
Mirándola ahora, me pregunté si tendría cuidado con su dieta todo el fin
de semana. Tal vez había una manera de decirle a Quinn lo que ella debía
comer sin decirle el por qué. Más desdicha me llenó cuando me di cuenta de
que él no había mencionado sus planes con ella este fin de semana durante la
clase.
—Hola, chicas. —Una voz masculina desde detrás de nosotras me hizo
saltar y darme la vuelta.
Noel Gamble nos dio una sonrisa amistosa mientras subía por las
escaleras de la biblioteca con sus pulgares metidos en las correas de su mochila,
que llevaba colgando de sus hombros.
—¿Cómo están?
—Oh, eres tú. —Cora levantó su nariz y se giró lejos—. Hola de nuevo.
—Desde que ella se había enterado de que él salía con su ex profesora, había
estado muy anti-Noel Gamble.
Él le asintió y se giró hacia mí. —Zoey. Deberías venir a la casa algún día
y pasar el rato con Caroline. Habla de ti todo el tiempo.
Halagada por la invitación, abrí la boca para darle las gracias, pero Cora
resopló, interrumpiéndome. Noel y yo la miramos, luego volvió su atención
hacia mí.
—Así que, de todos modos. Me preguntaba... —Miró a Cora de nuevo,
antes de enviarme una gran sonrisa—. ¿Por casualidad conoces el nombre de
ese jugador de béisbol que tenía la foto de mi novia en su teléfono?
Mis ojos se abrieron, y mi corazón hizo eco a través de mis oídos. Oh,
hombre. Nunca pensé que iba a tratar de sacarme el nombre a mí. Sabía que mis
ojos estaban ensanchados con miedo y mi rostro congelado por la sorpresa
mientras negaba lentamente, pero no pude evitarlo. Odiaba mentirle de forma
descarada a la gente.
Entrecerró sus ojos ligeramente, y yo supe que él notó que yo sabía.
—¿Te refieres a Cain Belcher? —preguntó Cora, girándose hacia nosotros
con interés.
Noel se volvió hacia ella. —¿Cain Belcher? —repitió.
Cerré los ojos, deseando poder amordazar a mi compañera de cuarto en
ese mismo momento. ¿No sabía que Quinn no quería que Noel consiguiera ese
nombre?
Cuando abrí mis pestañas, lo encontré estudiándome antes de volverse a
Cora. —Bajo, fornido, loco con una cicatriz en la barbilla, ¿no? ¿Ese Caín
Belcher?
—Sí —convino Cora—. Ese chico.
—Claro —murmuró Noel, su sonrisa transformándose en una mueca
feroz. Luego retrocedió y asintió hacia nosotras—. Gracias, señoritas. —Y ya se
encontraba fuera, marchando por el campus.
Mierda. Esto era malo. Esto era muy malo. Iba a golpear a Belcher.
—¡Cora! —le susurré, agarrándola del brazo—. ¿Cómo pudiste decirle
eso?
—¿Qué? —Frunció el ceño y sacudió su brazo de mi agarre.
—Quinn no quería que él supiera el nombre de ese chico.
Sacudió su cabeza y arrugó la cara. —Oh, lo que sea. Quinn nunca me
dijo eso. ¿Por qué le importaría?
—Porque… —empecé, solo para detenerme. Tomaría demasiado tiempo
explicarle en este momento, de todos modos—. No importa. —Corrí junto a
ella—. Me tengo que ir.
—No olvides tu primera sesión del lunes —me gritó.
Ondeé la mano sobre mi hombro, haciéndole saber que la había oído, y
me fui tras Noel prosiguiéndolo. Saqué mi celular de mi bolsillo y trate de
escribir una explicación en un mensaje SOS para Caroline, todo el tiempo
tratando de seguirle el paso a su hermano para saber en qué dirección se
dirigía.
Caroline no respondió. Probablemente había apagado su teléfono por su
próxima clase. Genial.
Con dedos temblorosos, traté de enviarle un mensaje a Quinn después.
Noel acaba de enterarse de Belcher.
Después de presionar enviar, levanté la mirada para no perder de vista
mi objetivo, pero él ya había desaparecido. —Oh, no. —Mi corazón se hundió
en mi estómago y grité en sorpresa cuando mi teléfono sonó en mis manos. Era
Quinn.
Girando en un círculo con la esperanza de detectar a Noel, le contesté—:
¿Hola?
—¿Cómo lo sabes? —preguntó sin un saludo—. ¿Qué pasó? ¿Dónde está
ahora?
Tragué saliva. Oh, genial. No podía decirle que Cora era la culpable. Pero
entonces vi a Noel. —Ooh. Ahí está. Lo estoy siguiendo por el patio principal en
este momento. Está caminando entre los edificios de historia y matemáticas.
Creo que está dirigiéndose hacia el campo de béisbol. —Lo cual quedaba como
a un buen kilómetro y medio desde aquí, pero por la forma en que acechaba
Noel, no creí que le importara.
—Gracias. Estoy en el edificio de historia en este momento. Quédate ahí.
Quinn colgó. No estaba segura de lo que quería que hiciera, así que seguí
a Noel. Tuve que correr por un tiempo para acercarme lo suficiente, y entonces
todavía tuve que trotar para mantenerme al día con sus decididas zancadas.
Asustada de que en realidad llegara a Belcher antes de que Quinn pudiera
interceptarlo, grité—: ¿Noel? —Tan pronto como llegamos al estacionamiento.
Pasó su atención hacia mí y medio resopló una carcajada. —Mi hermana
te dijo, ¿no? Te dijo que no tenía permitido saber. Como si no tuviera el derecho
de defender a mi propia novia.
Me estremecí y encogí de nuevo. Estaba molesto, tan molesto como mi
padre antes de que dirigiera su ira hacia mí. Respirando pesadamente, levanté
mi mirada aunque mantuve mi barbilla baja.
En lugar de decirle que había sido Quinn, no Caroline, quien me había
informado, le dije—: Yo... yo solo trataba de ayudar a protegerte.
—¿Protegerme? ¿A mí? —Con un bufido, dio un paso amenazador en mi
dirección—. Creo que es Belcher a quien tratas de proteger, maldición.
Me encogí aún más, pero me negué a dejar que mis pies retrocedieran en
lo más mínimo. Había sido herida por un hombre antes; podría manejarlo de
nuevo, sobre todo si era por una causa lo bastante digna como para salvarlo a
él, a su novia, y tal vez incluso el futuro de Caroline.
—¿Qué pasaría si vas tras de él? —le pregunté en voz baja.
—Defendería a mi mujer, eso es lo que sucedería.
Se acercó aún más, y contuve la respiración, tratando de no hiperventilar.
Si volcaba su ira hacia mí, tal vez podría escabullirme detrás de un coche y
escapar. Tal vez estaría tan preocupado por tratar de atraparme y lastimarme
que olvidaría todo sobre Cain Belcher.
—Pero pensé que le haría más daño a ella si ibas tras él.
Su rostro se contrajo con rabia y enojo. Cerré mis ojos y giré mi cabeza,
preparándome para un golpe cuando alguien gritó—: ¡Oye!
Apenas escuché el golpeteo de pies acercándose antes de que alguien me
agarrara del brazo y me jalara contra una masa cálida y sólida. Cuando me di
cuenta de que era Quinn y que me había tirado detrás de él para colocar su
cuerpo entre el mío y el de Noel, agarré agradecidamente la parte posterior de
su camiseta y enterré mi cara en su tibia ropa, justo entre sus omóplatos.
—Nunca vuelvas a intimidarla así. —El tono grave de la voz de Quinn
era casi tan letal como el de Noel, pero en lugar de tener miedo, me sentí
reconfortada. Sabía con absoluta certeza que no dejaría que nadie me hiciera
daño.
Me estremecí por la abrumadora comprensión, y él debe haberla sentido
porque llevó un brazo detrás suyo y agarró mi cadera, como si tratara de
tranquilizarme.
—Hombre, ¿qué carajos crees que estás haciendo? —Ten volteó a Noel
para que lo enfrentara. Supongo que Quinn lo llamó—. ¿Cómo matar al imbécil
de Belcher va a resolver algo?
—Porque me haría sentir mejor —rugió Noel.
—Sí, y luego serías expulsado del equipo, y de la escuela por completo,
donde tu mujer va a estar expuesta al mundo, y luego arruinarías el futuro de
tus hermanos.
—Maldita sea. —Noel cerró los ojos e inclinó la cabeza. Relajando mi
agarre en la camisa de Quinn, vi al hermano de Caroline perder la calma—.
¿Cómo puedo dejar que ese hijo de puta se salga con la suya después de hacerle
eso a ella? —Cuando se quebró su voz, tragué, sintiéndome terrible por él. Su
rostro se retorció con desesperación justo antes de que apretara los puños,
rugiera por sus frustraciones y estampara su puño contra el maletero del coche
más cercano.
Salté y Quinn apretó su agarre en mí, moviéndose hasta que estuve más
segura detrás de él.
—Quiero matarlo. Quiero jodidamente matarlo.
—Lo sé. Lo sé, amigo. Y estoy seguro de que lo harás. Algún día. Solo
que no hoy.
Noel apretó sus dientes con fuerza. —Pero quiero matarlo hoy.
Cuando Ten envolvió su brazo alrededor del hombro de Noel y siguió
hablando con él mientras se alejaban, Quinn relajó su agarre sobre mí.
—¿Estás bien? —Se giró para coger mi barbilla y obligarme a mirarlo.
—Eso creo. —Mirar sus profundos ojos de color azul me hizo estremecer
de un tipo diferente de miedo, un miedo que nunca sentí antes cuando miré a
cualquier otra persona a los ojos.
Él asintió. —Nunca te habría lastimado. Noel puede fanfarronear, y ser
hiriente cuando está muy enojado, pero nunca lastimaría físicamente a una
chica.
—Está bien —le dije, pero todavía me sentía un poco agitada como un
juguete en la mano de un bebé.
—Estás temblando. —Empezó a frotar sus manos arriba y abajo por mis
brazos como si estuviera congelada. Ni siquiera se me ocurrió detenerlo.
—¡Zoey! —Oí un grito. Cuando Quinn y yo miramos, encontramos a
Caroline corriendo en nuestra dirección—. Ahí están. Acabo de recibir tu
mensaje. ¿Qué pasó? ¿Dónde está Noel?
Quinn dejó caer sus manos de mis brazos. —Ten se lo llevó. Creo que se
tranquilizó por ahora. Pero, quién sabe lo que podría hacer mañana o el día
siguiente ahora que tiene el nombre de Belcher.
—Bueno, ¿quién demonios le dijo?
Palidecí y abrí mi boca, pero no podía delatar a Cora. Iba a e confesar que
yo le había dicho a Noel el nombre cuando Quinn murmuró—: Cora. Cora le
dijo.
Me miró y levanté mis ojos hacia él. —Vi el mensaje que te envió para
que se encontraran después de clases. Y me olvidé de decirle que no le diera el
nombre de Noel Belcher. —Agarró la parte delantera de su cabello y cerró los
ojos—. Es mi culpa. Debería haberle dicho que se mantuviera callada.
Caroline le palmeó el brazo. —Está bien. En realidad no importa. Con su
determinación, Noel iba a descubrirlo de una forma u otra.
Sacudiendo la cabeza como si no quisiera ser perdonado, volvió su
atención hacia mí. —Gracias. Muchas gracias por llamar, y por detenerlo.
Acabas... acabas de impedir un completo desastre.
—Oh, no hice…
Agarró mi mano y la apretó con afecto. —Sí. Lo hiciste. —Miró a
Caroline—. Me aseguraré de que Ten sigue manteniendo calmado a Noel.
—¿Qué? —Caroline negó, sorprendida—. No sabía que Oren era capaz
de cualquier cosa excepto molestar a la gente.

Pasó otra semana. Cuando Cora regresó de su misterioso fin de semana


con Quinn, no me dio ningún detalle, y él nunca lo mencionó en la clase de arte.
El próximo sábado su equipo de fútbol jugó su primer partido en casa.
No fui; en su lugar fui con Cora para su cita de diálisis.
Mientras tanto, Noel Gamble no mató a nadie, su novia no fue expuesta,
y Quinn no tuvo otra razón para tocarme de nuevo, no de la forma tan
protectora como me puso detrás de él en el estacionamiento cuando tuvo el
enfrentamiento con Noel. Se presentó el miércoles por la noche para recoger a
Cora para una cita, pero me aseguré de estar en el sitio seguro de mi habitación
hasta que se fueron.
Me sorprendió la mañana siguiente, cuando salí de mi dormitorio para
refrescarme en el baño al mismo tiempo que él dejaba la habitación de Cora
para regresar a casa. Ambos frenamos en seco y nos miramos el uno al otro,
hasta que dijo—: Buenos días —en un tipo de voz nervioso y sin aliento.
—Buenos días. —Agachando mi cara, crucé los brazos sobre mi pecho,
porque no llevaba un sostén debajo de mi camiseta de dormir.
—Yo, uh... —Cerró la boca e hizo un gesto con su dedo para que entre
primero.
Con un gesto de agradecimiento, corrí al baño y presioné mi espalda
contra la pared después de cerrar la puerta. Apreté mis ojos hasta que lo
escuché pasar y dejar el apartamento.
También comencé mis pruebas para el trasplante de riñón esa semana.
Tuve que faltar a al menos una clase todos los días, pero mi objetivo principal
aquí no era asistir a la universidad; era salvar la vida de mi amiga. Podría
compensar las clases el otro semestre si tuviera que hacerlo.
El chequeo con la ginecóloga fue el más vergonzoso por muy lejos.
Nunca había tenido uno de esos exámenes, e incluso nadie había estado tan
cerca a esa área como la doctora, así que fue una experiencia humillante. Luego
de que terminó la prueba de Papanicolaou, ella me recetó anticonceptivos,
haciéndome saber que no podía estar embarazada para ser parte del trasplante
de riñón. Sonrojándome, traté de decirle que no tenía que preocuparse por eso...
nunca. Pero me aseguró que las píldoras servirían al menos para regular mis
períodos.
Como yo no era alguien que discutía, llené la receta.
Para el viernes, estaba dispuesta a terminar con los médicos y pruebas
para siempre, pero me decía a mí misma que Cora tenía que pasar por esta
tortura un centenar de veces más. Solo sería por unos cuantos meses, y entonces
todo estaría bien.
Solo unos meses más.
Todavía me arrastraba mientras entraba a la clase de arte. El médico que
me había dado un examen físico el día anterior me había hecho correr durante
veinte minutos seguidos sobre una cinta de correr, comprobando mi frecuencia
cardíaca antes y después.
No estaba acostumbrada a correr... o a cualquier tipo de ejercicio, en
realidad, mis piernas doloridas me gritaban con cada paso que daba hasta mi
asiento.
—Tengo otro —vitoreó Caroline, agitando una hoja de papel. Cuando
por fin dejó de moverlo lo suficiente como para dejarme ver el dibujo, sonreí.
Era básicamente la misma imagen que el primero, pero un lindo gatito borroso
ahora jugaba con los pies descalzos de Caroline y sus ojos se hallaban abiertos
como si acabara de despertar.
—¿No es increíble?
Asentí. —Los detalles son sorprendentes.
Caroline tocó los trazos de lápiz. —Y ahora quiero un gatito.
Me reí mientras Reese entró rebotando al salón, llena de sonrisas. —¿Van
a ir al club el próximo viernes? Asher va a tocar su primer concierto.
—¿Asher? —preguntó Caroline lentamente, frunciendo el ceño—. ¿De
qué estás hablando? ¿Quién es Asher?
—Dios mío. ¿Tu hermano no te dijo nada sobre su trabajo? Asher... Asher
Hart. Es el más nuevo camarero en Forbidden, y Pick le dejó instalar todo este
sistema de sonido en el bar para que su banda pudiese cantar allí. Y su primera
presentación es el próximo viernes. Estoy tan emocionada. Los he oído practicar
y, oh... mi... Dios. La voz de Asher... les derretirá sus bragas de inmediato,
señoritas. No es broma.
Ten resopló, apareciendo de la nada. —Lo que sea. Él no es tan bueno.
—Oh... Sí. Lo es —argumentó Reese—. Tengo que saltar sobre Mason
cada vez que lo oigo cantar. En serio. —Miró entre Caroline y yo—. Tiene la
mejor voz. Oh, Dios mío, ¿conseguiste otro dibujo? —Lo arrancó de la mano de
Caroline para inspeccionarlo—. Ahh. Me encanta el gatito. Ahora quiero un
gatito.
—Espera. ¿Qué es eso? —Cuando Ten trató de mirar sobre el hombro de
Reese para verlo, ella le dio una palmada a su pecho para que no pudiera.
—No es asunto tuyo.
—Entonces lo hare asunto mío. —Él se lo arrebató, haciéndola jadear de
indignación.
—Oye —espetó Caroline mientras él miraba el dibujo—. Deja de
maltratar a mi dibujo. Vas a romperlo. —Frunciéndole el ceño, se lo arrancó de
la mano tan brusco como él lo había tomado de Reese.
—¿Qué carajos es eso? —exigió—. ¿Quién está dibujándote?
Ella le dio la espalda y se ocupó metiéndolo con cuidado en su mochila.
—No lo sé —dijo finalmente.
—Caroline tiene un admirador secreto —anunció Reese en voz
cantarina—. ¿No es dulce?
—O espeluznante —dijo Ten, estudiando el rostro de Caroline antes de
añadir—: El hijo de puta plasmo mal tu barbilla.
—Claro que no —murmuró Caroline, cruzando los brazos sobre su
pecho y mirando al frente—. Es absolutamente perfecto.
Sonriendo para mí misma mientras los escuchaba pelear, abrí mi libro de
biología.
—Tu primera prueba de biología es hoy, ¿verdad? —preguntó Quinn,
casi en mi oído.
Me erguí de golpe, no dándome cuenta de que ya había entrado a la
clase. Su pelo oscuro estaba arrastrado por el viento, y su voz sonaba un poco
sin aliento, como si hubiera tenido que correr para llegar aquí. Mi piel zumbaba
mientras se deslizaba en su silla y su olor flotaba más allá de mí.
—Uh... sí —dije, mirándolo sentarse—. Supongo que hay unas preguntas
de experimentos de laboratorio, por lo que es esta tarde en vez de la siguiente
hora, cuando en realidad tengo clase. No sé si las pocas horas extra me van a
dar más tiempo para estudiar o más tiempo para enloquecer.
Preocupación llenó su mirada cuando se detuvo de prepararse para la
clase y me miró. —Tengo un período libre a las once si necesitas una sesión de
estudio de último minuto.
Oh, Dios mío. Yo tampoco tenía clase luego. Pero incluso aunque mi
cerebro me dijo que dijera que sí tenía, mi boca soltó—: Yo también tengo un
período libre luego.
Se enderezó como sorprendido por eso, pero luego sonrió. —Genial.
¿Quieres que nos reunamos en la biblioteca o en algún lugar? Podría hacerte
preguntas.
No. No, no quería reunirme en la biblioteca, porque en realidad, en
secreto, sí quería hacerlo —en cualquier lugar—, con él. Pero sabía que no debía
hacerlo.
Sin embargo, mi boca se movía más rápido que mi cerebro. —Está bien
—le dije—. Eso sería genial.
15 Traducido por Vani
Corregido por Jules

Quinn
No tengo idea de por qué le pedí a Zoey que nos reuniéramos en la
biblioteca. Solos. Yo era un idiota, probablemente ese es el motivo. Tuve la
tentación de mandarle un mensaje a Cora y ver si quería reunirse con nosotros
allí, reducir el factor “solos”, pero no lo hice. No sé por qué no lo hice. O tal vez
sí sabía por qué.
Cora no era el tipo de chica bibliotecaria, y si le pedía que se uniera con
nosotros y ella se negaba —lo cual haría—, entonces tendría que explicar por
qué la necesitaba allí, y luego sabría que mis hormonas eran pequeñas roedoras
infieles que habían respondido a otra mujer aparte de ella.
No debí haberle pedido nada a Zoey, pero la otra semana me gustó
mucho ayudarla a estudiar. Había sido fácil y relajante y... Ella realmente me
gustaba. Eso me hizo preguntarme si podíamos ser amigos después de todo.
Conocí a un montón de chicas que eran lindas y nunca me preocupé por mi
atracción hacia ellas. Así que ¿por qué me preocupaba tanto por mi fascinación
con ella? Podría hacer esto completamente.
Sip, me encontraba tan seguro de mí mismo... hasta que entré a la
biblioteca y la vi sentada en una mesa, con un libro de texto abierto delante de
ella. Una pared llena de ventanas dejaba que entrara el sol, y la forma en que la
luz la iluminaba, casi la hacía resplandecer. Como si sintiera mi presencia, alzó
la mirada, y sí, sabía exactamente por qué no debería ser su amigo.
Esta no era una simple atracción. Lo que yo sufría era una conciencia
total y debilitante. Cada centímetro de mí se hallaba en sintonía con ella. Sus
ojos verdes provocaban que se me revolviera el estómago. Su sonrisa hacía que
se me seque la boca. La forma en que sus dedos perfectos se levantaban para
apartar un largo mechón de pelo de su cara causaba que, repentinamente, mis
pantalones vaqueros se sintieran más apretados.
Hasta hace cuatro meses, nunca había visto a una mujer desnuda. Pero
ahora sí. Había tocado, lamido y experimentado cosas que me dejó alucinado.
Mi cuerpo no podía dejar de querer tocar, lamer y experimentar esas cosas otra
vez... con Zoey.
Mi paso vaciló. No debería hacer esto. No debería pasar más tiempo con
ella. Pero su sonrisa titubeó, y vi una pizca de dolor en sus ojos. De ninguna
manera podría decepcionarla.
Además, no importaba cuán poderosos fueran los impulsos, nunca
traicionaría a Cora.
Podría manejar esto.
—Oye —dije, poniendo mi mochila sobre la mesa junto a la suya—.
¿Cuánto tiempo tenemos?
Y genial, mi mente se dirigió directamente a lo sucio con esa pregunta.
En cuánto tiempo podría dejarla desnuda e impulsarme dentro de ella...
Pero, gracias a Dios, Zoey no pareció afectada. Se miró la muñeca. —
Cuarenta minutos.
Asentí y me senté a la mesa frente a ella, tenso pero también un poco
encantado de que en realidad llevara un reloj. Creo que no conocía a ninguna
chica que usara uno. Mi abuela siempre usó un reloj de plata fina. Todavía tenía
esa joya sentimental almacenada en una cajita en mi armario.
Zoey sacó unos papeles de su bolso y comenzó a explicarme lo que ella
necesitaba saber. Su prueba era sobre biología celular, así que miré a la guía de
estudio sobre la que garabateó y comencé a preguntarle cosas sobre las
proteínas, ribosomas y aminoácidos. Lo hizo muy bien, pero tropezó con un par
de siglas como ARN, RER y RE1 , así que las repasamos.
Media hora más tarde, bajé la guía de estudio y levanté las cejas. —Creo
que lo tienes controlado.
—¿En serio? —Una sonrisa esperanzada iluminó su rostro. Me encantó
ser el causante de ella.
Con un asentimiento, dije—: Tendrás un sobresaliente, no hay problema.
—Dios, eso espero. —Metió un mechón de pelo detrás de su oreja antes
de deslizar su hoja de estudio sobre su libro de biología—. Sé lo mucho que te
gusta, pero la biología es una clase que no quiero tener que volver a tomar.
Sonreí, sin ofenderme. Mientras ella acercaba su bolsa para meter el libro,
noté una carpeta de tres anillos abierta que había sido escondida debajo de su
libro de biología. —Oh, toma. No te olvides esto. —Extendí la mano y la levanté

1
Siglas de ácido ribonucleico, retículo endoplasmático rugoso y retículo endoplásmico.
solo para notar que su letra ocupaba cada línea. Un par de palabras me
llamaron la atención.
Un fino rayo de luz cortó su brazo como si la regañara por desobedecer a su
padre y alejarse...
—Lo siento —dijo Zoey, sin aliento, y me arrebató las páginas de la mano
antes de que pudiera leer más.
Se sonrojó y agachó la cabeza mientras dejaba fuera de vista el libro al
meterlo en el interior de su bolso.
Sabía que no quería que yo dijera nada, pero mi curiosidad pudo más. —
¿Qué era eso?
—Nada —empezó. Pero cuando me miró, algo en mi cara debió haber
cambiado su opinión, porque sus hombros se hundieron—. Es estúpido —
añadió, luciendo expuesta y sola—. Es que... estoy tomando una clase de
escritura creativa.
—¿En serio? —Cuando se apresuró a ponerse de pie para salir, me puse
de pie también—. No sabía que fueras escritora.
—Oh, no lo soy. —Me miró rápidamente, y luego con la misma rapidez,
apartó la mirada—. Quiero decir... Solo lo intento aquí y allá. Es una tontería, en
realidad.
En tanto se dirigía a la salida, caminé junto a ella. —¿Por qué es tonto?
Creo que es increíble. No tengo nada de creatividad cuando se trata de contar
historias. Así que estoy asombrado por tu habilidad.
—Pero no soy... y tú... tú eres...
No pude evitarlo. Sonreí. Por lo general, yo era el que balbuceaba en
busca de palabras. —¿Soy un nerd de biología? —supuse al tiempo que abrí la
puerta para que ella salga.
Resopló, pero rápidamente se tapó la boca y se sonrojó por su respuesta.
Después de aclararse delicadamente su garganta, bajó la mano. —Uh, no. Nerd
es la última palabra que usaría para describirte.
Había sido un nerd en la escuela secundaria, sin embargo, así que era
lindo enterarme de que mi imagen mejoró un poco. —Esa cosa del deportista lo
arruinó un poco, ¿no?
Con una risa, mantuvo el ritmo conmigo a través del campus. —Tal vez
es eso. Eres un híbrido único.
Híbrido. Híbrido era mucho mejor que bicho raro. Me gustaba la palabra
híbrido. Casi tanto como me gustaba hacerla reír.
—¿Tu especialidad es biología? —Se acercó a mí para permitir que pase
un grupo más grande, y su olor se coló hasta mi nariz. Mi cuerpo se tensó al
instante. Me las arreglé para no acercarme lo suficiente como para olerla en
toda nuestra sesión de estudio, y ahora... Ahora solo quería enterrar mi cara en
el hueco de su cuello e inhalar tan profundamente como me dejaran mis
pulmones.
Negué con la cabeza y dejé escapar un suspiro cuando el grupo pasó
porque ella se alejó de mi espacio.
—Uh... —Mierda, ¿de qué hablábamos? Ella me miró, sus ojos verdes tan
grandes, inocentes e interesados.
¡Especialidad! De alguna manera, mi cerebro recobró la memoria.
—Pre-medicina —espeté, luego rodé los hombros para relajarme—.
Estoy en pre-medicina.
—Imposible. ¿En serio? —Parecía agradablemente sorprendida—. ¿Vas a
ser médico?
Asentí. —Me gustaría ser un cardiocirujano.
Frunció el ceño. —Está bien, eso suena muy específico. ¿Qué te hizo
decidirte por cardiocirujano?
—Mi abuela. —Fueron esos ojos, lo juro. Tan curiosos e interesados y
verdes. Comencé a confesarle todo—. Ella, eh, m-murió cuando yo tenía
diecinueve años. En un accidente de coche.
Los labios de Zoey se separaron y su cara se llenó de simpatía. Ni
siquiera era consciente de lo mucho que mi abuela había significado para mí,
pero ella sabía... de alguna manera, sintió lo duro que fue para mí su muerte.
—Lo siento mucho. —Apoyó la mano en mi brazo antes de apartarla. Al
instante en que desapareció su contacto, lo extrañé, deseando que sus dedos
vuelvan, que me consuele un poco más—. Por lo general, no ves... Es decir, se
supone que los abuelos se van por causas naturales, no...
—Lo sé —dije, sacudiendo la cabeza—. Mi abuela estaba tan llena de
vida. Le quedaban un montón de años. Un corazón fuerte. Sí... Es por eso que se
lo llevaron. Ella era un donante de órganos, y utilizaron su corazón para
ponerlo en alguien más que lo necesitaba.
Los ojos verdes de Zoey se agrandaron. —Vaya.
Asentí y miré a través del campus a las personas que se paseaban por
allí, a las flores y hojas que brotaban de los árboles... a la vida en abundancia. —
Me encanta saber que su corazón sigue por ahí, latiendo. Dándole a alguien una
segunda oportunidad.
Zoey también balanceó su cabeza, y rápidamente corrió una lágrima por
su mejilla. —Es bastante asombroso.
—Fue entonces cuando supe que quería ser parte de ese proceso. Quería
poner el corazón en las personas que lo necesitaban.
Me tomó un segundo darme cuenta de que ella ya no se encontraba a mi
lado. Pero cuando eché un vistazo para ver su reacción, se había ido. —¿Zo...?
—Me volteé para darme cuenta de que se había detenido y me miraba como si
hubiera perdido la cabeza—. ¿Qué sucede? —Inmediatamente, retrocedí hasta
ella y la tomé del brazo—. ¿Estás bien?
Movió la cabeza de arriba abajo en un modo medio robótico, pero siguió
mirándome con los labios entreabiertos y los ojos muy abiertos. Por último,
dijo—: Quieres trasplantar órganos.
—Sí. —Fruncí el ceño, preguntándome qué estaba mal con eso.
Entonces su rostro se transformó con una sonrisa repentina, diciéndome
que no había absolutamente nada malo. —Creo que es increíble. —Comenzó a
caminar antes de chocar su codo con el mío—. Dices que estás asombrado por
mi sueño de ser escritora. Quieres salvar vidas, Quinn. Eso es impresionante.
No me había dicho que era su sueño convertirse en escritora, sino que era
un pasatiempo para entretenerse, pero me alegraba que se le haya escapado. Me
gustó aprender más sobre ella.
Dejé que sus palabras se asienten en mi cabeza antes de decir—: Es
posible que quiera salvar vidas, pero el arte, como las historias que quieres
escribir... Ese es el tipo de cosas que hace que la vida valga la pena.
Cuando Zoey me miró esta vez, algo poderoso se anudó en la base de mi
estómago. —¿Qué? —pregunté en voz baja, necesitando saber lo que pensaba
más de lo que necesitaba mi próximo aliento.
Sacudió la cabeza como si no fuera a decírmelo, y luego murmuró—:
Siempre tenía miedo de contarle a la gente que escribía. Todo el mundo diría
que es tonto y estúpido y que consiga un sueño real, pero... Cuando dices cosas
así, hace que se sienta... —Se encogió de hombros y desvió la atención con una
mirada lejana—. Casi importante.
—Pero lo eres. —Quería tocarla, alejar el pelo de su cara, deslizar mis
dedos por su mejilla y presionar mi frente con la suya. Mis tripas dolían porque
me contuve. Pero me asustaba demasiado hasta tomarle la mano, así que metí
los puños en los bolsillos—. Todos tenemos momentos paranoicos donde
creemos que lo que hacemos es tonto y estúpido, o totalmente intrascendente.
Pero las historias son una forma de conectarnos con otros y darnos cuenta de
que no estamos solos en nuestros pensamientos caóticos y locos. Creo que lo
que haces es importante. Evita que las personas introvertidas como yo nos
volvamos locos.
Cuando me sonrió, las lágrimas brillaron en sus ojos. Pero no la abracé.
No, no lo hice. Y no la besé. No la agarré de la mano, ni la llevé al rincón más
cercano del edificio, ni la tomé contra la primera pared que nos encontramos.
Sin importar lo insistentes que fueran algunos de mis impulsos, logré
contenerme.
—Gracias —susurró.
A pesar de que no hice nada de lo que anhelaba, aun así me sentía
completamente satisfecho. Porque había hecho sonreír a Zoey.
16 Traducido por Sandry
Corregido por Alessandra Wilde

Zoey
El apartamento se encontraba tranquilo cuando entré después de clase.
Pensaba que estaba sola en casa hasta que oí un ruido extraño en el pasillo. De
inmediato inquieta, me quedé helada.
Le tomó un par de segundos a mis cuerdas vocales reunir el valor y
poder funcionar antes de que fuera capaz de decir en voz vacilante—: ¿Hola?
¿Cora?
—Ven aquí. —Me pareció oír su respuesta.
La inquietud se erizó en mi nuca, así que arrojé mi mochila al suelo y
corrí por el pasillo hasta su habitación. Oí el vómito en el cuarto de baño tan
pronto como entré.
—Oh, no. —Pasando rápidamente su cama, volé hacia la puerta abierta y
me detuve en la entrada del baño.
Cora se encontraba sentada de rodillas en frente del inodoro, su espalda
encorvada por la fuerza de sus arcadas mientras vaciaba su estómago.
—Cora. —Mis rodillas se debilitaron y casi aterricé a su lado en la fría
baldosa. Pero me las arreglé para sentarme en el borde de la bañera y así poder
recogerle el cabello de la cara—. ¿Qué está pasando? ¿Estás bien?
Durante un par de minutos, ella estaba demasiado ocupada como para
responder. Tuve que mirar hacia otro lado para así no vomitar yo misma, pero
el sonido y el olor todavía me revolvieron el estómago, y me atraganté más de
una vez.
Las lágrimas enmarañaban la cara de Cora mientras tomaba aire. —Estoy
bien —dijo finalmente, secándose las mejillas—. Son solo náuseas.
Solo náuseas, mi trasero. Pero asentí y la dejé un momento para buscar
un vaso de agua. Cuando volví, la vi beberse todo el vaso lleno.
—¿Podrías…? —Ella tuvo que hacer una pausa para recuperar su voz
antes de preguntar—: ¿Podrías traerme mis Nauzene que están en el último
cajón al lado de mi cama?
Muy pocas veces me dejaba ayudarla. Con ganas de hacer algo, me puse
de pie tan rápido que se me subió la sangre a la cabeza. El mareo emborronó mi
visión un momento antes de que pudiera ponerme de rodillas al lado de su
cajón inferior y abrirlo.
Lo juro, la cosa entera se hallaba llena de medicinas, algunas recetas y
vitaminas. —Dios mío —murmuré, preguntándome cuánto de esto tenía que
soportar todos los días.
Dos minutos más tarde, todavía no había encontrado lo que necesitaba.
Ella finalmente tuvo que decir en voz alta—: La botella en una caja blanca con
las palabras azules.
La vi segundos más tarde y la saqué. Después de cerrar el cajón, regresé
al cuarto de baño. Quería preguntarle y sermonearla tanto.
Rara vez seguía cualquiera de las sugerencias de su dietista. Y tan a
menudo como he tratado de darle de comer los alimentos adecuados, no la veía
casi en todo el día, por lo que podía estar comiendo algo cuando yo no estaba.
Y no tenía ni idea de la cantidad de alcohol que bebía.
—Adelante —murmuró después de que masticara y tragara su píldora.
Solté un suspiro. —No te vas a morir, Cora —dije, y luego sacudí mi
cabeza porque era tal vez una de las peores cosas que podría haber dicho. Pero,
de verdad…—. Estoy aquí para ayudar. Esto va a pasar. Y la diálisis va a
terminar pronto. Solo un par de meses más y tendrás un nuevo riñón, y no
tendrás que preocuparte por nada de esto. Sé que dijiste que querías vivir tu
vida como quisieras, porque nadie sabe cuánto va a durar, pero no preocuparte
en seguir tu dieta solo va a lastimarte y tal vez incluso retrasar las cosas para
que puedas salir de esto.
Cora cerró los ojos e inclinó su cabeza antes de presionar una palma en
su sien. —Lo sé —admitió a regañadientes—. Tienes razón. Es que… Es más
fácil fingir que todo está bien cuando como… lo que sea. Y bebo… lo que sea.
—Lo sé. —Me encogí, deseando poder cambiar de lugar con ella, aunque
solo sea por un día para que pueda tener un poco de escape. Solo un pequeño
respiro—. Pero…
Al final del pasillo, alguien tocó en la puerta principal. Un segundo
después, una voz familiar gritó—: ¿Hola? ¿Cora?
Cora y yo intercambiamos una mirada, la mía rogándole que, de una vez,
le confesara todo, la suya rogándome que guardara silencio.
Solté un suspiro resignado mientras los pasos se acercaban. Otro golpe
sonó fuera de su dormitorio. —¿Cora?
—Aquí —dije. Cora me cortó con una mirada letal medio segundo antes
de que Quinn apareciera por la puerta abierta del baño.
Él echó un vistazo a su novia todavía plantada en el suelo delante de la
taza del baño y entró rápidamente.
—Dios mío. ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?
Cora negó y levantó una mano. —Estoy bien. No es nada. Solo… la gripe,
creo.
Quinn cayó de rodillas junto a ella y al instante llevó la palma de su
mano a la frente de Cora. —No tienes fiebre. ¿Te duele el estómago?
—Me siento mucho mejor ahora. —Apoyando la mejilla en su hombro, le
preguntó—: ¿Me podrías llevar de nuevo a la cama?
—Por supuesto. —Quinn la levantó sin una pizca de protesta. Cuando él
la volvió hacia mí, me apresuré a salir de la puerta para dejarlos pasar.
Quinn encontró mi mirada al pasar. Sabía que había algo en mi expresión
que le hizo parpadear en confusión. Tal vez fue la simpatía que no vio porque
me hallaba demasiado ocupada, gritándole en silencio que le diga todo ya. Tal
vez fue por mi solemnidad, y él se dio cuenta de que algo andaba muy mal. O
tal vez solo quería que me fuera.
Eso podía hacerlo.
Porque no podía estar allí y ver cómo le mentía. Era evidente que le
gustaba que él cuidara de ella; se acurrucó en él como un gatito contenido y
cerró sus ojos con un pequeño suspiro mientras tiernamente la metía entre las
sábanas. Así que, ¿por qué no se lo decía?
—Voy poner las pastillas para las náuseas aquí en la mesa de noche —
dije.
—Gracias —murmuró débilmente Cora, y Quinn me miró una vez más,
su mirada penetrando algo tan profundo dentro de mí que me sentía despojada
y desnuda.
Quinn
Un extraño miedo me entró cuando una pálida y con cara de piedra Zoey
se marchó con rigidez de la habitación de Cora. Parecía… No sé. Ella parecía en
shock. Y Cora parecía la muerte en vida con bolsas debajo de los ojos y su rostro
enrojecido como si tuviera fiebre.
Algo no andaba bien. Y no era la gripe.
Me senté junto a Cora en su colchón y la dejé acurrucarse con su cabeza
en mi regazo. Acariciándole el cabello, la observé cerrando los ojos y respirando
profundamente, tratando de conciliar el sueño.
—¿Estás embarazada? —pregunté finalmente.
Sus ojos se abrieron y ella frunció el ceño. —¿Por qué los chicos siempre
asumen automáticamente que una chica está embarazada tan pronto como
vomitan?
Muy bien, así que no era eso. —¿Bulimia? —pregunté luego.
Suspiró como si ya se encontrara agotada por mi interrogatorio. Luego
cerró sus ojos sin contestarme.
Continué tamizando mis dedos por su cabello. —Sé que esto no es solo
gripe, Cora. Has perdido peso continuamente durante el tiempo que te conozco.
Todos los días, parece que te cansas más. Esto es algo mucho más que un
resfriado común.
Manteniendo sus ojos cerrados, se negó a responder.
—Eres hermosa para mí —lo intenté de nuevo—, exactamente tal como
eres. Por favor, no creo que tengas que bajar de peso… por cualquier razón. —
Pasé mis dedos por el centro de su espalda, sintiendo cada inmersión y caída en
sus vértebras.
Sus pestañas se abrieron antes de que me mirara. —No soy bulímica —
fue todo lo que dijo.
Apreté los dientes. —Entonces, ¿qué eres?
Una vez más, se negó a contestar, solo me miró como si fuera un idiota
por siquiera molestarme en preguntar. No entendía lo que ocurría, y odiaba
esto. ¿No podía ver que solo quería ayudarla?
—Zoey lo sabe —dije finalmente. ¿Por qué iba a decírselo a Zoey, y a mí
no?
Aspiró y desvió su mirada, alejando mi mano de su cabeza. —¿Así que
vas a ir tras Zoey hasta que te dé todos mis secretos?
—No. No debería enterarme de cosas con respecto a mi novia por medio
de su compañera de cuarto. Quiero que tú me lo digas. —Cuando se quedó
muda, me rechinaron los dientes—. ¿Por qué no confías en mí? —le susurré con
dolor en el fondo de mi ser.
—¿Confiar? —Puso los ojos en blanco—. Cariño, esto no es una cuestión
de confianza. Se trata de privacidad. ¿Por qué sientes que tienes que saber todo
acerca de mí?
Como un golpe en el estómago, me eché hacia atrás y sacudí la cabeza. —
No creo eso… —Parecía que se retorcía la lengua en mi boca. Iba a empezar a
tartamudear en cualquier segundo, así que desvié la mirada y me concentré en
respirar por la nariz.
—¿No puedes estar aquí para mí y dejarme tener mi privacidad?
En silencio, asentí.
Por lo tanto, me senté allí, solo estando con ella, y le di privacidad, a
pesar de que destripaba una parte de mí. Le acaricié el cabello, y me quedé en
silencio para no irritarla con preguntas.
Tan pronto como se quedó dormida, removí su cabeza de mi muslo y la
acomodé con suavidad sobre una almohada. Parecía agotada, aunque sabía que
había estado durmiendo lo suficiente. Frustración, ira y dolor hicieron estragos
en mí, en duelo por la supremacía.
Extrañamente, ganó el dolor.
Después caminé por el pasillo y vi a Zoey sentada en el sofá, viendo un
episodio de Psych, y caí en el cojín a su lado. No dije nada; solo me quedé
preocupado mientras miraba a través de la pantalla de la televisión, viendo
nada más que a Cora sentada en el suelo de su cuarto de baño en frente del
inodoro.
Visiones de momentos con mi madre se arremolinaron en mi cabeza. Las
palizas, los novios riéndose de mí por ser un bicho raro mientras me lanzaban
botellas de cerveza siempre que corría por la sala de estar para llegar a la
cocina. Luego la escuela secundaria. Sin nunca encajar, estando siempre en el
exterior.
Cuando empecé a ver a Cora, pensé que finalmente había encontrado un
lugar al que pertenecía, alguien con quien compartir todos mis pensamientos y
secretos. Pero había mucho de lo que ella se negaba a abrirse. A veces, todavía
me sentía como si estuviera en el exterior, un fenómeno que no cabía en su
propia vida.
Incapaz de controlar mis emociones burbujeantes un segundo más, me
giré para enfrentar a Zoey. Negándose a mirarme a la cara, ella siguió mirando
a la televisión mientras el espectáculo sonaba con el volumen bajo.
—¿Por qué no habla conmigo? —espeté; la ira en mi voz con suerte
tapaba el dolor.
Aspiró y llevó las rodillas hasta su pecho para abrazarlas. —No lo sé. —
Se quedó mirando la televisión, y odiaba que tampoco me mirara—. Pero me
gustaría que lo hiciera.
Igual que yo. Cora no solo ponía tensión en mi relación con ella, sino que
creo que también, en su relación con Zoey, que parecía lo bastante nerviosa
como para romperse con el más mínimo empujón.
—No te preocupes —le dije—. No voy a preguntarte.
Una lágrima se deslizó en silencio por su mejilla. —Gracias. —Ella siguió
viendo el programa, aunque estaba bastante seguro de que tampoco tenía idea
de lo que pasaba en él.
Una urgencia se elevó dentro de mí. No entendía por qué era de repente
tan importante, pero solo tenía que conectar con alguien… de cualquier manera
posible. Necesitaba… Ni siquiera lo sabía. Necesitaba saber que alguien me
entendía. Diablos, me conformaría con solo comprender a otra persona. Tenía
que sentirme de alguna manera atado al planeta y no como un ser extraño que
invadía el espacio de los demás.
Así que le pregunté—: ¿Puedo leer una de tus historias?
Zoey se volvió hacia mí, sus ojos verdes muy abiertos. Esperaba que me
dijera que no, pero se sonrojó. —¿De verdad quieres?
¿Quería? No lo sé. Ni siquiera había pensado en ello hasta ahora. Pero
cuanto más lo pensaba, más quería. — Sí —le dije.
—Yo… —Se sonrojó y bajó la cabeza—. No lo sé. No son muy…
—Por favor.
Sus ojos se ampliaron aún más, hasta que casi parecía asustada. Pero creo
que la sinceridad en mi mirada al final le ganó porque ella tragó. —Bien.
Se puso de pie y miró hacia donde yo continuaba sentado. —Están, uh…
están en mi habitación. —Cuando, con nervios, se metió el cabello detrás de la
oreja, sabía que quería que la siguiera. A su cuarto.
Me puse de pie. —Está bien.
No había estado en su habitación desde que se mudó. Tenía las mismas
paredes de color azul pálido y ropa de cama blanca que habían estado aquí
antes de que ella hubiera venido, pero había logrado hacerse un espacio propio.
Tenía libros y ropa y dos osos de peluche rellenos en la silla de mimbre en la
esquina. Una hilera de zapatos forraba los pies de su cama, y la bufanda
amarilla que había llevado en la escuela la semana pasada se encontraba
envuelta por la pata de la cama.
Y olía a ella.
Tomé una respiración profunda al cerezo silvestre y orquídeas pero me
quedé cerca de la entrada mientras se movía hacia adelante para sacar un
cuaderno blanco de espiral de la estantería sobre su cama.
Pero mi curiosidad ganó, y me acerqué más. —¿Están todos llenos de
historias?
Asintió. —No sé por qué, pero tengo que escribir a mano.
—¿Así que solo tienes una copia? ¿No te preocupa que algo… les pase?
Se encogió de hombros. —Tengo la intención de pasarlos al ordenador
algún día. Pero por ahora, me gustan así.
Todavía no me había entregado el cuaderno terminado y lo sostenía
protectoramente contra su pecho. Así que extendí la mano. Sus ojos se alzaron
hacia los míos. Después de un momento de vacilación, por fin me lo dio.
—Gracias —dije, dándome cuenta de la gran confianza que acababa de
poner en mí. Me sentí honrado. Ahora bien, si tan solo Cora…
Mi novia apareció en la puerta, con su cabello todo despeinado y una
manta envuelta alrededor de sus hombros como una capa.
Casi me morí del susto.
—¡Cora!
17 Traducido por Dunadae
Corregido por Daniela Agrafojo

Quinn
Cora miró pasivamente entre Zoey y yo, con los ojos amoratados llenos
de censura.
—Bueno, esta es una imagen que a ninguna chica le gusta ver. Su novio
en la habitación de su compañera de piso a solas.
—Le mostraba mis historias —espetó Zoey.
Al mismo tiempo yo decía—: Me enseñaba sus historias.
Nos miramos el uno al otro y sonreímos juntos.
Cora gruñó. —En serio, bebé. ¿Qué haces aquí?
Nunca la había visto celosa o tan posesiva por mí. Hizo que mi estómago
se retorciera con culpa mientras me preguntaba si sabía cuán atraído me sentía
por Zoey.
—En serio —respondí—. Tomé prestada una de sus historias para leer.
—Incliné la cabeza hacia un lado—. ¿Qué estás haciendo levantada otra vez?
¿No puedes dormir? ¿Necesitas algo?
—No, no puedo dormir, ¿de acuerdo? Pero, Quinn, no lo hagas. —Entró a
la habitación de Zoey y arrastró los pies hacia mí—. Sé que solo estás tratando
de ser agradable, caballeroso y hacerte el interesado, pero créeme, sus lindas
historias infantiles no son para ti. —Tomó el cuaderno que sostenía y lo lanzó
descuidadamente sobre la cama pulcramente hecha de Zoey. Luego acarició de
forma íntima mi pecho, el calor de su palma atravesando mi camiseta—. Creo
que las pastillas me están haciendo efecto. Las náuseas se fueron, así que
alquilemos una película y acurruquémonos en el sofá. ¿Eh?
Mientras se giraba y se iba del cuarto, fruncí el ceño tras ella, molesto de
que acabara de hacerle eso a Zoey. Cuando me giré, la cara de Zoey era roja por
la humillación. Con un bufido, recuperé la libreta que Cora había tirado. Zoey
abrió la boca y levantó la mano para detenerme, pero hablé antes que ella.
—Gracias —dije, y agité la libreta para mostrarle que sí quería leer su
historia. Una enfermiza preocupación apareció en su cara, así que añadí—: Las
historias para niños son, de hecho, mis favoritas. Creo que he leído Hoyos al
menos una docena de veces. —La dejé allí para encontrar a Cora en la sala de
estar.
—Haznos palomitas, ¿quieres, bebé? —Cora no me miró mientras se
movía a través de las opciones en la pantalla.
—¿No crees que te sentarán mal en el estómago? —pregunté.
Con una maldición ahogada, lanzó el control remoto al suelo y se cubrió
la cabeza con ambas manos.
—Maldita sea —chilló—. ¿Por qué la gente no puede dejarme en paz y
dejar que coma lo que jodidamente quiera comer?
Sorprendido cuando las lágrimas llenaron sus ojos, me apresuré hacia
ella.
—Lo… Lo siento. ¿Cora? ¿Estás bien?
—Solo quiero palomitas —sollozó contra mi pecho cuando la atraje a mis
brazos—. ¿Por qué no podías hacerlas? ¿Por qué tenías que ser quisquilloso y
cuestionarlo todo? Si no creyera que pudiera comerlas, no las hubiera pedido.
—Está bien, está bien —la calmé, acariciándole el pelo, y preguntándome
qué demonios sucedía. Me hallaba bastante seguro que no había explotado por
las palomitas, pero no tenía ni idea de lo que pasaba realmente.
Quizás si lo supiera, podría ayudar. Pero… ella quería privacidad.
Me dejaría hacerle palomitas, sin embargo, así que después de que se
tranquilizara de nuevo, las hice.
Seguía en la cocina esperando a que acabaran cuando saqué el cuaderno
enrollado de mi bolsillo trasero, pero antes de que pudiera empezar, Cora gritó
mi nombre.
—¿Quinn?
—Estoy en la cocina. ¿Todo bien?
—¿Qué estás haciendo ahí? —sonó acusadora.
Fruncí las cejas. —Uh… Estoy haciendo las palomitas… como querías. —
Preocupado de que algo estuviera afectando su memoria, dejé las palomitas
preparándose y pasé por el pasillo mientras ella gritaba—: ¿Dónde está Zoey?
Entré a la sala de estar. —Todavía en su habitación, supongo. No lo sé.
¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Quieres que la llame para ti?
Se sentó en el sofá con la manta apretada alrededor de sus hombros y las
rodillas pegadas al pecho. Definitivamente no se comportaba como siempre esta
noche.
Cuando me miró, casi entré en pánico. ¿Qué demonios sucedía con mi
novia? ¿Consumía drogas? ¿Un chico le había hecho algo? Mi mente se volvió
loca. Pero todo lo que ella dijo fue—: Quiero que te sientes conmigo.
Así que me senté con ella.
Zoey debió darse cuenta de que no podía dejar a Cora, porque trajo un
recipiente lleno de palomitas justo cuando Cora escogió una película y la puso.
—Tomen. Las dejaron en el microondas.
—Gracias. —Me estiré para cogerlas, y Cora se acurrucó más cerca de
mí—. ¿Quieres verla con nosotros? —le pregunté a Zoey, apretando el brazo
alrededor de mi novia para hacerle saber que no me iría de su lado—. Acaba de
empezar.
Zoey miró la pantalla y pareció indecisa.
—Sí, hazlo —persuadió Cora—. Ve una película con nosotros. No hemos
pasado ni de cerca suficiente tiempo juntas desde que te mudaste.
Ese pareció ser el factor decisivo para Zoey. Se unió a nosotros en el sofá,
sentándose al lado de Cora.
Me llevó como cinco segundos darme cuenta de que Cora había escogido
una película de terror. Sabía que yo las odiaba. Pero no dije nada sobre su
elección. Tal vez solo quería una razón para acurrucarse conmigo y apretar mis
brazos, porque se pasó las dos horas siguientes aplastada contra mí haciendo
justamente eso.
Cuando aparecieron los créditos finales, gimió y dejó caer su mejilla
sobre mi hombro.
—No quiero caminar todo el camino a mi cama.
Me ofrecí a llevarla, lo que aceptó felizmente. Mientras miraba a una
pálida y temblorosa Zoey y le daba las buenas noches, Cora envolvió los brazos
alrededor de mi cuello y pegó su nariz a mi garganta.
—¿Te quedarás esta noche? —susurró en mi oído.
—Por supuesto. —Sabía que ella no quería hacer nada y no lo habría
intentado después de verla tan enferma, pero su repentino y extraño apego me
asustaba. No estaba demasiado seguro de qué pensar sobre lo que pasaba con
ella.
Pero siguió aferrándose a mí cuando me metí bajo las sábanas a su lado e
hice cucharita detrás de ella.
—Me gusta más cuando estás aquí. —Su mano se posó posesivamente en
mi antebrazo mientras suspiraba en su almohada y se quedaba dormida.
Me quedé despierto bastante después de que se durmiera, intentando
descubrir lo que había significado esta tarde. Cora había querido que la llevara
a una fiesta esta noche, pero ni siquiera mencionó cuánto había echado de
menos ir después de que la encontrara enferma. Normalmente odiaba perderse
una fiesta por cualquier razón, le gustaba lamentarse de habérsela perdido
hasta que encontraba otro evento.
Esta noche, no había actuado como ella misma para nada. Besé su pelo y
esperé que estuviera bien.
Cuando me quedé dormido, me atacaron las pesadillas. Razón número
uno de porqué nunca veía películas de terror. Nunca fallaban a la hora de
hacerme soñar con mi madre.
Me desperté sudando frío en algún momento de la madrugada. Cora
dormía pacíficamente. Toqué su frente para ver la temperatura, pero estaba fría,
así que aparté las sábanas y salí descalzo de su cuarto, pasé el pasillo y entré a
la cocina. Una luz nocturna sobre el fregadero guió mi camino mientras iba a la
nevera y encontraba una botella de agua fría. Cuando reconocí la libreta que
había empezado a abrir mientras hacía las palomitas apoyada en la esquina de
la mesa de la cocina, abrí el agua y me dirigí allí.
Una inocente historia infantil sonaba como la cura perfecta para hacerme
superar una pesadilla inducida por una película de terror.
Zoey
Jadeé cuando desperté, con mis inquietantes sueños persiguiéndome a la
conciencia. La película que Cora escogió trataba de una chica que intentaba
dejar a su abusivo marido, y terminaba siendo perseguida por él.
Así que, por supuesto tenía que soñar que mi padre me había perseguido
y atrapado aquí. Con los brazos cosquilleando con piel de gallina, me senté en
la cama, respirando con dificultad. Era mitad de la noche y sentí la necesidad de
comprobar la puerta para asegurarme de que estuviera cerrada. Después de
encontrar mis lentes en mi mesita de noche, salí de la cama y fui de puntillas
hasta el pasillo.
Pero aún me sentía nerviosa después de encontrar todo colocado en su
lugar, así que paré en la cocina y tomé agua de la nevera. Desenroscaba la tapa
cuando una voz desde la mesa dijo—: Hola.
Grité y me di la vuelta, dejando caer la botella y derramando agua por
todo el suelo.
—Lo siento. —Quinn saltó de la mesa y se lanzó por las toallas de papel
en la encimera—. Pensé que te asustaría más si no decía nada antes de que me
vieras.
Recuperé la botella, agradecida de no haber derramado mucho. Mientras
Quinn limpiaba el suelo, abracé el agua contra mi pecho porque noté que de
nuevo no llevaba sujetador bajo mi camiseta de dormir… en presencia de él.
—¿Tampoco puedes dormir? —pregunté, sin estar segura de qué decir, o
si debería decir algo. Quizá podría deslizarme a mi cuarto y dejarlo aquí solo.
Negó con la cabeza y me lanzó una mirada después de lanzar las toallas
usadas en la basura. —Odio estas estúpidas películas de miedo.
Una sonrisa apareció en mi rostro. —Yo también. No tengo ni idea de
porqué Cora las adora tanto.
—Y que no le gusten las series de calidad como Psych —añadió Quinn,
sonriéndome.
—Claramente, tiene problemas. —Incapaz de permanecer alejada, fui
hacia la mesa para ver lo que había estado leyendo. Cuando me di cuenta de
que era la libreta que le di, me senté, preguntándome cual era. Había estado
demasiado nerviosa, simplemente escogí la primera que toqué con los dedos y
la lancé en su dirección sin ver el título que prestaba.
Colocando los pies sobre el asiento, apoyé la barbilla sobre mis rodillas y
leí unas pocas palabras. Ah. Este era sobre un cazador de dragones que
terminaba haciéndose amigo del dragón. Muy parecido a Cómo Entrenar a Tu
Dragón. Lo sé, era tan original. Solo que no eran vikingos en mi historia, el
personaje principal era una chica, y el dragón protagonista no se llamaba
Toothless.
Mirando a Quinn, suspiré. —Tenía pesadillas en la que alguien entraba
al apartamento, así que tuve que asegurarme de que estuviera cerrado. Pero
ahora que estoy levantada, sé que no seré capaz de volver a dormir pronto.
Él volvió a sentarse en la silla en la que había estado cuando entré en la
cocina, y levantó su botella en un silencioso brindis.
—Lo mismo por aquí.
Suavemente choqué mi botella contra la suya. Sonrió y bebimos juntos en
silencio.
—¿Cómo te fue en tu examen de biología? —preguntó finalmente—.
Olvidé totalmente preguntártelo antes, con ese tipo entrando por la ventana de
su ex esposa y tratando de despedazarla con la sierra y eso.
Sonreí y puse los ojos en blanco. —Creo que lo hice bien. Tengo un buen
presentimiento, de todos modos.
—Eso es genial. —Inclinó la botella de agua hacia mí de nuevo. Después
de otro choque, bebimos un poco más.
—Caroline me consiguió boletos para que fuera con ella al partido de
mañana —dije, pensando que debería hacer una pequeña charla, y de hecho,
queriendo hablar un poco con él—. Incluso compré una camiseta de la ESU para
ponerme. Estoy algo emocionada.
—¿En serio? —Sus ojos se iluminaron—. ¿Vas a ir? Genial. Ni siquiera
sabía que te gustara el fútbol.
Me encogí de hombros. —Mi padre es un fan, así que… aprendí sobre el
juego de ver a mi padre verlo.
Quinn me miró curiosamente antes de encogerse de hombros. —Yo
tampoco sabía mucho sobre él hasta que me uní al equipo. Estudié en casa hasta
la secundaria.
—¿En serio? —Casi se me cayó la mandíbula al suelo—. No puede ser.
Yo también. —Eso era tan raro.
Asintió y apartó la mirada. —Sí, lo sé. Cora lo mencionó.
Tragué. Oh. —¿Sí? —¿Qué más le había dicho Cora sobre mí?
Sin mirarme, asintió de nuevo. —Nunca planeé hacer la prueba para el
equipo, pero el entrenador me vio caminando por el pasillo un día y dijo que
con mi tamaño era una pena que no la hiciera. Así que me decidí, y acabé
siendo el mariscal de campo de inicio al final de la secundaria. Por supuesto,
tenía veinte años para entonces, así que había madurado más que los otros
chicos.
Incliné la cabeza, curiosa. —¿Por qué tenías veinte cuando terminaste la
escuela? —Obviamente, no tenía ningún problema de aprendizaje. Su ayuda
con biología me lo dejaba claro.
Cuando abrió la boca, pero no emitió ningún sonido y puso una
expresión extraña, alcé la mano.
—Lo siento. Ignórame. —Esa información no era asunto mío—. Aun
así… es genial que el entrenador te eligiera. Debes ser un jugador natural. —
Sonreí, contenta de oír que había acabado siendo un éxito después de que su
comienzo fuera tan similar al mío.
Quinn se encogió de hombros tímidamente. —Era lo suficientemente
grande para soportar un golpe aquí y allá, pero aun así tenía una puntería
decente con mi brazo lanzador. —Me miró solo para tomar aire de repente—.
Auch. Eso debió doler.
Antes de que supiera lo que hacía, se estiró y deslizó los dedos sobre mi
hombro donde la camiseta se había deslizado, revelando la piel desnuda. El
roce de su piel contra la mía me hizo temblar. Cuando, al instante, mis pezones
se endurecieron, salté hacia atrás con un jadeo.
Sus ojos se agrandaron como si acabara de darse cuenta de lo que había
hecho. Apartando la mano, se disculpó inmediatamente.
—Lo siento, yo… me sorprendieron. Lo siento mucho.
Cuando me di cuenta de que hablaba de las cicatrices y de que eso era lo
que había tocado, cubrí el área con la mano.
—La forma en la que están así en línea recta… —Sacudió la cabeza y sus
ojos se llenaron de compasión—. Es una locura. Alguien tiene que tener un
insano temperamento muy controlado para hacer algo así.
Sacudí la cabeza, negándolo de inmediato, pero Quinn simplemente
susurró—: Zoey. —Alzó una mano para impedir que protestara—. Sé cómo son
las quemaduras de cigarrillo. —Después tomó el borde de su propia camiseta y
la levantó. Logré echar un vistazo a sus abdominales perfectamente formados
antes de que se girara para enseñarme su espalda.
Me quedé boquiabierta. No solo estaba desfigurado por todas partes con
cicatrices causadas por un cinturón, sino que tenía pequeños puntos rojos y
blancos esparcidos, mostrándome cuántas veces alguien había usado la colilla
de un cigarrillo para quemarlo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas.
Dejó caer la camiseta. —Mi agresor simplemente no era tan ordenado
como el tuyo.
Abrí la boca y encontré su mirada, pero las palabras no salieron.
—Cora me contó acerca de ti antes de que te mudaras —admitió. Luego
apartó la mirada—. He querido decirte algo desde hace tiempo, hacerte saber
que lo entiendo y que he pasado por eso.
Me sequé las mejillas húmedas y por fin me las arreglé para preguntar—:
¿Quién…?
—Mi madre —respondió con un asentimiento vacío—. Pero solo hasta
que tuve doce. Ahí fue cuando tuvo una sobredosis y murió. Me fui a vivir con
mi abuela después de eso. No había tenido ningún tipo de educación para ese
entonces. La abuela sabía que habría estado terriblemente fuera de lugar si
empezaba en la escuela pública en ese momento, así que me enseñó en casa
hasta que estuve preparado para el noveno grado. No creo que mucha gente
supiera que tenía diecisiete años mi primer año de secundaria.
—Vaya —susurré. Mi mano temblaba mientras me estiraba hacia él, pero
seguí estirándome hasta que mis dedos cubrieron los suyos.
Él deslizó la suya hasta que nuestras palmas se presionaron. Después me
lanzó una sonrisa triste.
—Me sentía preocupado por ti la primera vez que apareciste. Yo tuve
años para superar lo que pasé antes de mudarme por mi cuenta. Pero tú estabas
escapándote. No sabía cuán fácilmente te adaptarías. Quería que supieras que
me encontraba aquí para hablar… ya sabes, si alguna vez lo necesitabas, pero
no sabía… Lo siento. No sabía cómo sacar el tema.
Sonreí y asentí, sorbiendo, un nuevo lote de lágrimas que me humedecía
los ojos.
—Estás haciendo un buen trabajo.
Medio sonrió, medio rió. —Sí. Más vale tarde que nunca, ¿eh? Supongo
que deberíamos haber visto juntos una película de terror hace semanas.
Cuando solté una carcajada acompañada de más lágrimas, se levantó y
apretó su agarre en mi mano para levantarme de mi silla.
—Ven aquí. —Mi estómago se agitó con inquietud y emoción mientras
seguía sus instrucciones sin preguntar. Me levanté, y él me atrajo a un abrazo.
No sabía si ya había sido realmente abrazada. Era… asombroso. Apoyé
mi mejilla en su hombro, inhalé su celestial esencia y lo abracé tan fuerte como
pude.
Labios cálidos se presionaron contra mi frente. —Mejorará. Lo prometo.
Cayeron más lágrimas y apreté los ojos, deseando que este momento no
terminara nunca. Pero se aproximaron pasos por el pasillo y la voz de Cora
exclamó suavemente—: ¿Quinn?
—Justo aquí. —Sus brazos se aflojaron a mi alrededor, pero no se apartó
con algún tipo de culpa.
Todavía bajaba su brazo cuando mi mejor amiga apareció en la puerta,
frotándose los ojos y bostezando. Se detuvo abruptamente cuando nos vio.
Dejando caer la mano, miró entre nosotros con confusión.
—¿Qué demonios?
—Nos pillaste —dijo Quinn con una sonrisa mientras estiraba su brazo
para atraerla a su lado—. Somos dos completas gallinas que no podían dormir
después de que nos hicieras ver esa horrible película.
Cora fue hacia él de buena gana pero frunció el ceño, mirándome con
preocupación al ver las lágrimas en mis ojos.
Estas cayeron con más fuerza porque había sido muy fácil para él irse
con ella después de compartir un momento tan íntimo conmigo. Me sentí
completamente alterada después de haber estado sujeta en sus brazos, pero era
evidente que él no sintió lo mismo, lo que solo hacía que la culpa en mi interior
se ulcerara y creciera. Desarrollaba sentimientos por el novio de mi mejor
amiga. Eso era peor que horrible. Era devastador.
—No, en serio —dijo Cora, mirando a Quinn—. ¿Qué está pasando aquí?
La besó en la sien y la atrajo más contra él. —Terminamos compartiendo
un par de historias de miedo de nuestra cosecha.
Los hombros de Cora cayeron. —Oh, así que se lo dijiste, ¿eh?
Él asintió. Y me di cuenta de que Cora ya sabía todo sobre su pasado, tal
vez diez veces más de lo que me había contado. Ellos eran los que tenían
intimidad. No nosotros.
Sintiéndome como una estúpida y tonta joven, murmuré—: Creo que al
fin puedo volver a dormir. Discúlpenme. —Mi mirada encontró la de Quinn.
Quería agradecerle por abrirse a mí, por hacerme sentir mejor, pero no sabía
cómo, así que no dije nada.
Los pasé de largo y me apresuré hacia mi habitación, encerrándome y
arrastrándome bajo las sábanas hasta que las tuve por encima de mi cabeza, así
no podría escuchar nada de lo que pudiera estar pasando fuera de mi cuarto.
18 Traducido por Pachi Reed15
Corregido por Fany Keaton

Quinn
La culpa me atormentó cuando una Zoey con la cara pálida huyó de la
cocina, y no fue porque mi novia me encontró abrazando a otra mujer. Me
sentía culpable porque ella interrumpió mi momento con Zoey, como si acabara
de engañar a Zoey; no a Cora.
Eso estaba tan jodido, que me dejó tambaleándome. Pero acababa de
compartir algo con Zoey que nunca había compartido con Cora. Conectamos en
un nivel completamente diferente. Me había abierto a ella y por alguna razón,
sabía que ella fue capaz de verme. El verdadero yo, no alguien que intentaba
ser. Solo yo.
—Vamos a volver a dormir, mi hombretón. —Cuando estiró su brazo
para tocarme, no pude seguirla. Mi cabeza se encontraba en todas partes; sentía
que, lo que sea que hiciera en ese momento sería un error. Pero quedarme el
resto de la noche con ella mientras yo me encontraba de esta manera tenía que
ser peor.
Saqué mi brazo antes de que pudiera tocarme. Me lanzó una mirada de
sorpresa. Hice una mueca y me froté mi nuca. —¿Cómo está tu dolor de
estómago?
Asintió. —Mejor. De hecho... —Una sonrisa se extendió por su rostro—.
Estoy dispuesta a mostrarte cuánto.
Sus dedos llegaron a mi pecho en ese momento. Mi cuerpo reaccionó
ante las ideas que puso en mi cabeza, pero todavía me hallaba demasiado
afectado por lo que acababa de experimentar con Zoey. Así que tomé la muñeca
de Cora, llevé su mano a mis labios y le besé los nudillos antes de sonreírle
suavemente.
—De hecho, si te sientes bien, me encontraba a punto de volver a casa.
Tenemos que levantarnos temprano en la mañana para prepararnos para el
partido. —Hice una pausa para enviarle una mirada esperanzada—. ¿Vas a ser
capaz de venir a este?
Suspiró y dejó que sus hombros se desplomaran, diciéndome cuanto
acababa de descontentarla. —No puedo. Zoey quiere que pase el día con ella.
Por la actitud en la manera en que me respondió, no le creí. De hecho,
creo que solo se negó como una forma de castigarme por no conseguir lo que
quería. El impulso de disculparme se levantó en mi garganta, aunque no lo
lamentaba, y luego me lo tragué; simplemente odiaba molestar a las personas.
Entonces otro pensamiento se me ocurrió. —¿Zoey quería que pasaras el
día con ella? —le pregunté, inclinando la cabeza hacia un lado—. Pero ella me
dijo que iba al partido con Caroline.
La frente de Cora se arrugó con confusión, y luego poco a poco negó. —
No. Yo no he dicho Zoey. Dije Rachel.
—Uh... no. Dijiste…
—Dije Rachel —respondió agresivamente y dio un paso más cerca de mí,
su boca apretada en desagrado—. Tal vez tú tienes tanto de Zoey en tu cerebro
que es lo que creíste oír.
Me sonrojé y miré hacia otro lado. Había estado seguro de que ella había
dicho Zoey, pero mierda, ¿dijo Rachel? ¿Pensaba demasiado en Zoey?
Balbuceando, asentí. —De acuerdo. Lo siento. —Genial, de todos modos,
terminé disculpándome—. Llámame luego del partido en cualquier momento
que llegues a casa. No tengo que trabajar. Podemos hacer algo si quieres.
El ceño fruncido de Cora cambió inmediatamente a una sonrisa. —Claro
que sí, cariño. —Pasó su mano sobre mi pecho y se puso de puntillas para
darme un beso. No sabía por qué volteé mi cara en el último momento para que
se limitara a tocar el lado de mi labio en vez de darme pleno contacto boca-a-
boca. Besarla ahora simplemente no se sentía bien.
Sin embargo, pasé mis dedos por su cabello y le di una sonrisa antes de
alejarme de ella. Entonces me escapé de la cocina. Controlé el siguiente impulso
que tuve; no eché un vistazo a la puerta cerrada de la habitación de Zoey
mientras caminaba por el pasillo.

Al día siguiente, ganamos nuestro segundo partido de fútbol local de la


temporada. Cora nunca me llamó. He intentado ponerme en contacto con ella,
pero fui enviado directamente al correo de voz, así que solo me relajé en casa
antes de ir a la cama.
Más tarde esa noche, una vez más me desperté en la madrugada, todo
por un sueño inquietante. Pero este no era una pesadilla. Ni de cerca. Sin
embargo, me hizo temblar de todas formas. La testosterona fluyó tan
densamente a través de mis venas que mi erección latía literalmente por su
liberación. Tuve la tentación de estirar mi mano y masturbarme, solo para
aliviar un poco la presión en mi ingle, excepto que me sentí muy culpable.
Empezó como un sueño húmedo bastante normal. Rodaba desnudo en
una cama con Cora hasta que me inmovilizó sobre mi espalda y se arrastró
encima de mí, montando mi regazo. Justo cuando juro que casi podía sentirla
acomodándose en mí y llevándome en su interior, Zoey apareció de la nada. El
embriagador aroma de su champú llenó mis fosas nasales. Llevaba el mismo
camisón de dormir que tuvo anoche, su hombro desnudo con la quemadura de
cigarrillos expuesta. Pero en esta ocasión, sus pezones se hallaban duros y se
asomaban a través de la tela delgada.
Sus ojos verdes lucían llenos de calor y añoranza cuando se encontró con
mi mirada hambrienta. —Cómeme —rogó mientras recogía el dobladillo de su
camisón, dejando al descubierto sus piernas y subió por encima de mí para
acomodar sus muslos en mi cabeza. Quería tanto mi boca sobre ella y mi lengua
junto a la suya; mi mandíbula empezó a doler y mi boca se hizo agua.
Cerré los ojos, ansioso de que se sentara en mi cara, justo cuando Cora se
acomodó en mi polla, llevándome muy profundo.
Mis ojos se abrieron de golpe cuando me di cuenta que me hallaba
despierto y solo en mi propia cama, sujetándome a mí mismo y bombeando mi
puño de arriba abajo por mi polla. No tenía intención de masturbarme. Pero
dolía tanto. Y mi mano seguía moviéndose, sin importar qué tan fuerte mi
cerebro estuviera chillando que me detuviera; no me detuve hasta que me
corría por todo mi estómago. Y seguía corriéndome. Fue uno de los orgasmos
más fuertes que había tenido en mi vida. Apreté los talones de mis pies en el
colchón y apreté los dientes mientras movía mis caderas contra mi puño.
Habría sido mucho mejor si hubiera estado dentro de una mujer. Traté de
imaginar la cara de Cora en última instancia cuando una fuerte explosión me
dejó, pero terminó siendo ojos verdes los que vi mirándome, no azules.
Sintiéndome horrible porque no fui capaz de evitarlo, me cubrí la cabeza
con las manos y traté de sacar físicamente de mi cabeza los restos perdidos de
las imágenes de Zoey y Cora juntas.
No pude volver a dormir, así que termine tomando una ducha —una
helada—, mientras el amanecer se alzaba.
Tener una vida sexual activa debe haberme arruinado. Ahora que sabía
cómo se sentían ciertas cosas, las quería. Un montón. Había pasado más de una
semana desde que Cora y yo estuvimos juntos, lo que era en realidad el mayor
período de sequía para nosotros.
Yo era un desastre; no existía otra manera de explicarlo. Parecía que sin
importar lo que hiciera, siempre sería una decisión equivocada. Dormir con
Cora anoche hubiera sido malo porque sabía que habría tenido pensamientos
sobre Zoey. Pero no hacerlo también se sintió mal, porque ya pensaba en Zoey.
Solo tenía que dejar de tener pensamientos acerca de Zoey. Excepto que
cuanto más trataba, llegaban más pensamientos de ella.
El ejercicio físico parecía ser lo único que podía despejar mi cabeza
cuando algo me molestaba, por lo que me hallé en el centro de las actividades
de veinticuatro horas de la universidad. La sala de pesas estaba muerta a esta
hora del día, lo que me dejó dominio libre del lugar.
Pasé un par de horas allí.
El ardor en mis músculos cuando terminé se sentía bien. Como que no
quería detenerme, por lo que corrí unos kilómetros alrededor de la pista que se
encontraba en el interior, y finalmente, me dirigí a las duchas antes de volver a
casa. Ten seguía durmiendo cuando llegué, así que le hice algo para desayunar.
El olor a tocino frito y huevos finalmente lo despertó. Cuando se apareció
con cara de sueño en la cocina, murmuró algo que tomé como un saludo y fui
directamente a la nevera para coger su habitual dosis matutina de jugo de
naranja Sunny Delight.
Los dos nos quedamos en silencio mientras nos sentamos a comer. Él tal
vez sufría una resaca por la fiesta después del partido a la que asistió sin
ninguna duda. Y yo me encontraba entreverado con mis nervios como para
incluso mirarlo a los ojos. Pero cada vez que le echaba un vistazo, comiendo
tranquilamente y estudiándome, me hacía sentir como si pudiera ver dentro de
mi cabeza y saber cada sueño sucio que había tenido.
—No te vi en la fiesta de anoche —dijo finalmente, después de beber lo
último de su jugo.
Me encogí de hombros y desvié la mirada. Cora ni siquiera fue a mi
partido de fútbol, así que no sé dónde estuvo durante la fiesta posterior, y ella
era la única razón por la que asistía a cualquiera de ellas, así que no vi la
necesidad de ir.
—¿Tu mujer no estaba de humor para ir de fiesta? —insistió Ten.
Apreté la parte posterior de mis dientes. —No fue al partido. —Traté de
no permitir que se mostrara lo mucho que me molestaba. La mayoría de las
veces, nuestros juegos se realizaban los sábados en la tarde; ella no tenía que
asistir a clases o al trabajo; ya que ni siquiera tenía un trabajo. Pero siempre
tenía una razón para no asistir.
Después de escucharla menospreciar mi posición en el equipo, sabía que
el fútbol no significaba mucho para Cora, así que no quería tener resentimientos
contra ella. Pero como que esperé que quisiera asistir al menos a un partido,
aunque sea por la razón de verme jugar.
—¿Cómo diablos no pudo ir al partido? —Ten me frunció el ceño—. Sale
con un jugador del equipo titular. Un jugador de segundo año en el equipo
titular. ¿No la hace eso parecer una novia de mierda por…?
—Para —advertí, enviándole una mirada de muerte—. No pudo ir.
Déjala en paz.
—Su compañera de cuarto sí fue. —Ten levantó una ceja desafiante—. Vi a
Rubia sentada con la familia Gamble antes de que empezara el juego.
Entrecerré los ojos, deseando desesperadamente que no la hubiera traído
a colación. —Bueno, obviamente ella no tenía ningún otro lugar donde estar.
—Incluso la mujer de Gamble se hallaba allí, y ella tiene más razón para
no pisar el campus que…
Me puse abruptamente de pie, cortando su diatriba. Ya sabía que no era
fan de Cora; no quería escucharlo menospreciarla ni un segundo más. —Te
encargas de los platos esta mañana, ¿no? —le pregunté—. Bien. —Salí de la
cocina, dejando a mi compañero de cuarto aturdido detrás de mí.
Ya era un manojo de nervios confundidos; no necesitaba que irritara más
la situación. No parecía posible que alguien pudiera estar molesto con su novia,
así como preocupado por el secreto que le ocultaba, mientras que se sentía
culpable por tener sueños acerca de otra chica. Pero ahí me encontraba yo,
experimentando algo que sabía que nadie había experimentado antes.
Cuando Cora llamó más tarde ese día, ni siquiera podía hablar con ella
porque no quería que escuchara toda la culpa, malestar y preocupación en mi
voz. Pero luego me sentí aún más culpable por evitarla, así que la llamé dos
minutos después.
Parecía cansada, lo que hizo que explotara mi culpa. Le pregunté si
quería que me acercara y cuidara de ella hasta que tuviera que ir a trabajar esa
noche, pero dijo que iba a pasar la noche con Zoey. Cosas de chicas, afirmó. Así
que me quedé fuera.
El lunes avanzaba penosamente. Pasé más tiempo en el gimnasio por la
mañana, tuve que darme prisa en la ducha. Tenía el cabello aún mojado cuando
me precipité en la clase de arte. Esa fue una hora miserable... y no por mi pelo.
Cuando el olor del champú de Zoey llegó a mí en cuanto me senté, endurecí mi
mandíbula y traté de respirar a través de mis dientes apretados y no por mi
nariz. Y entonces llegó y me sonrió, saludó y felicitó por la victoria del equipo.
Todo el tiempo, seguí imaginándome ese sueño. La forma en que sus labios se
fruncieron antes de que me dijera que la lamiera entre las piernas, la forma en
que sus ojos se suavizaron con necesidad. No pude sacar ese maldito sueño de
mi cabeza.
Lo que era peor, lo tuve de nuevo la noche del lunes. Dos veces. Tanto
ella como Cora arrastrándose por todo mi cuerpo, besando y lamiendo cosas
que no deberían, llevándome a nuevos niveles de placer. Ni siquiera iba a entrar
en lo pecaminosos, perversos y deliciosamente terribles que eran los del martes
y miércoles por la noche.
Para el jueves, incluso mis compañeros de trabajo notaron que algo me
molestaba. Ten en realidad me estuvo dando espacio. Pero solo le hizo falta una
mirada a Pick cuando salió de su oficina antes de abrirse camino en el bar y
lentamente detenerse frente a mí.
—Hamilton, ¿te encuentras bien?
Asentí y murmuré algo sobre estar bien mientras mantenía mi atención
en bajar las sillas de las mesas. Pick miró hacia Ten, quien negó, y apreté los
dientes, deseando que mi compañero de cuarto se quedara en sus propios
asuntos. Debido a su sacudida de cabeza, Pick no dejaría pasar el tema.
Acercándose, habló en un tono más bajo y confidencial—: ¿Qué sucede?
Tienes bolsas bajo los ojos. ¿Has dormido lo suficiente?
Me encogí de hombros, todavía sin mirarlo. —He tenido un par de
sueños perturbadores —admití a regañadientes, absteniéndome de mencionar
que me despertaba y masturbaba, cada vez sintiéndome peor después de cada
episodio.
Pick pregunto—: ¿Pesadillas? —Su ceño se frunció en preocupación.
Solo ha sido mi jefe por unos meses. Antes de eso, fuimos compañeros de
trabajo. Pero durante el tiempo que habíamos trabajado juntos en Forbidden,
había sido el protector del grupo, la figura paterna, aunque no podía ser ni
cinco años mayor que el resto de nosotros.
—No del todo pesadillas —admití—. Solo... cosas que no debería estar
soñando.
Pick entendió de inmediato. Sus ojos se agudizaron mientras levantaba
una ceja. —¿O personas sobre las que no deberías estar soñando?
Mi cara se calentó, y quería estampar mi puño contra algo: una pared, la
mesa, yo mismo. Odiaba no poder mantener una cara seria. Sonrojarme tenía
que ser una pesadilla de mi existencia.
Con una sonrisa, Pick me abofeteó amigablemente en la espalda. Luego
gritó a través de la barra donde Asher barría algo debajo de una mesa en la
esquina. —Oye, Hart. ¿Alguna vez has soñado con una mujer que no deberías?
Asher miró hacia arriba, luciendo sorprendido por ser mencionado. Pero
luego sonrió y se encogió de hombros. —Soñé con tu mujer la semana pasada.
Se puso de rodillas mientras yo cantaba en el escenario, y hombre... tenía una
boca dulce.
Mi mandíbula cayó. No podía creer que admitió fácilmente tal cosa... y
en la cara de Pick. Pero él solo rió y sonrió con aprobación. —Infiernos, sí la
tiene.
Miré entre él y Asher, preguntándome por qué no se molestó.
—Puedo hacer algo mejor que ese —soltó Ten—. Tuve un sueño una vez
en donde la mujer de Pick le dio sexo oral a la mujer de Lowe.
Mason apareció desde detrás de la barra para fruncirle el ceño, pero Ten
solo alzó las cejas en desafío. —¿Qué? Pueden ser primas, pero como son tan
cercanas, tienes que saber si al menos se han besado antes.
Mason y Pick intercambiaron una mirada de complicidad, de la cual Ten
se volvió loco. —Mierda, lo hicieron, ¿no? Jodidamente increíble. ¿Ustedes lo
vieron?
—No decimos nada —dijo Pick, solo para dejar salir una enorme sonrisa.
—Bueno, diablos —habló Noel desde detrás de la barra—. Ahora voy a
soñar con esas dos tonteando en grupo con Aspen.
A medida que los chicos se reían y comenzaban a mezclar e inventar
historias sobre una de sus mujeres protagonizando su próximo sueño húmedo,
negué. —¿Así que todos ustedes han soñado... con tríos?
Todo el mundo dejó de hablar para mirarme como si estuviera loco. —
Somos chicos —respondió Mason finalmente—. Así que... sí. Bastante. ¿Por qué
no lo haríamos?
Me sonrojé, no sabiendo cómo responder a eso. Nunca había tenido uno
de esos sueños hasta esta semana. No tenía idea de que se suponía que fuera…
¿normal?
—Maldita sea, debe apestar haber crecido siendo educado en casa por tu
abuela viuda —murmuró Noel, y la simpatía gobernaba su mirada mientras me
estudiaba.
Negué, porque no, no lo fue. Amaba mucho a mi abuela. Poder vivir con
ella después de que mi madre murió fue una gracia salvadora. Ni siquiera
importaba que me dejara desorientado socialmente. La abuela hizo lo mejor que
pudo por mí, y estaría eternamente agradecido por ello.
—Me sorprende que no hayas escuchado más mierda de todos los
chismes lascivos en el vestuario —reflexionó Pick.
—No paso mucho tiempo en el vestuario. —Odiaba cambiarme delante
de la gente, porque siempre alguien preguntaría sobre mis cicatrices, por lo que
normalmente me apresuraba en entrar y salir.
—Bueno —continuó Pick—, si fuera tú no me preocuparía por cualquier
sueño que pudieras tener. He tenido algunos sueños locos que no significan
nada. ¿Está bien, amigo?
Asentí, y por extraño que parezca, me sentí mejor. Escuchar a los chicos
admitiendo abiertamente que tuvieron pensamientos sobre otras mujeres,
mientras que más de la mitad de ellos, estaban comprometidos en relaciones
fieles y monógamas, me hacía saber que no era tan horrible o solitario como
pensaba. Yo era solo un típico humano imperfecto.
19 Traducido por Jules
Corregido por Mel Wentworth

Zoey
Una vez más, no pude dormir. Despierta a las dos de la mañana, me
senté en la cama, encendí una lamparita y comencé a escribir. Me di cuenta que
las historias que escribía en el medio de la noche eran algunas de las más locas
pero, sin embargo, las ideas más vívidas y memorables que se me ocurrían.
Entonces, me preparé un poco de chocolate caliente y me concentré
totalmente en la historia. Pero como era costumbre con el chocolate caliente,
tuvo efecto inmediatamente, así que tuve que hacer pis antes de que pudiera
terminar la última página de mi cuento.
Me sonrojé, ya que mi mente estaba en otra parte, planificando los
párrafos finales. Ni siquiera me di cuenta de que el agua se desbordaba hasta
que me lavaba las manos y el agua fría del inodoro se deslizó por los dedos de
mis pies.
Soltando un grito sobresaltado, salté hacia atrás y quedé boquiabierta
con horror mientras seguía fluyendo sobre el asiento del inodoro.
—Dios mío. ¡No! —Salté hacia adelante, sin saber qué hacer, pero el agua
no dejaba de fluir. Pensando que tenía que haber una válvula de cierre en algún
lugar cercano, espié detrás del tanque y traté de ignorar el factor desagradable
de más agua cubriendo mis pies.
Yo no era un plomero. No tenía ni idea de cuál era la función de cada
cosa, pero sabía que tenía que hacer algo, así que giré la primer cosa parecida a
una palanca que encontré.
Y el estúpido objeto quedó en mi mano.
El agua brotó del agujero que acabé de crear y me salpicó en la cara.
Jadeé y levanté las manos para protegerme.
No era posible que fuera a tocar nada más después de eso. Toda mojada,
salí corriendo del baño y golpeé a la puerta de Cora antes de abrirla de un
empujón. —¡Cora! ¿Cora?
La luz del pasillo se extendió sobre una cama bien hecha y vacía.
Oh, Dios. Ella no podía haberse ido ahora.
Solté un suspiro, en un intento de calmarme, pero podía oír que el agua
seguía empapando el cuarto de baño. El agua chorreaba de mi cara y cubría mi
ropa al tiempo que corría descalza desde el apartamento y por el pasillo hasta el
ascensor. Habría bajado corriendo los ocho pisos, porque me encontraba de
humor para correr, pero el ascensor era más rápido... a pesar de que se sintió
como una eternidad desde que tuve que quedarme ahí parada y esperar a que
me llevara a la planta baja.
Henry, el portero fiel, no se hallaba en su lugar habitual. Miré con los
ojos abiertos y me agarré la cabeza, insegura de qué debía hacer ahora. Era
obvio que debía haber un conserje en algún lugar de este edificio que podría
ayudarme, pero Cora nunca me dijo a quién o dónde ir en caso de emergencias
como estas.
Así que tomé el ascensor para regresar a nuestro apartamento y busqué
mi celular en la habitación para llamarla. Pero su teléfono fue de inmediato al
buzón de voz.
Antes de irse, ella me dijo que iba a pasar la noche con Quinn, así que ni
siquiera lo pensé. Lo llamé.
Sorprendentemente, parecía haber estado despierto cuando respondió al
segundo timbrazo. —¿Hola?
Su voz envió un temblor a través de mí, pero lo ignoré. —Hola —dije
apresurada—, siento mucho despertarte. Habla Zoey. Estoy buscando a Cora,
pero apagó su teléfono. Por favor, dime que sigue ahí.
—Qué sigue... ¿aquí? —Sonaba vagamente confundido—. Ella no está
conmigo, si eso es lo que estás preguntando. Creía que me dijo que iba a hacer
algo contigo esta noche. ¿Todo bien?
Mi compañera de cuarto había mentido. Una vez más. Qué sorpresa.
Pero ahora no tenía tiempo para pensar en eso.
—Um... seguro. —Sentí vergüenza—. No, la verdad es que no. Rompí...
algo en el cuarto de baño. El agua se está desparramando por todas partes, y no
sé cómo arreglarlo ni donde está el número del conserje de nuestro edificio.
Entonces Henry no se encontraba en la puerta principal. Y Cora está... —Quién
sabía dónde estaba Cora.
—Voy enseguida.
A pesar de que mis entrañas saltaron con alivio y alegría, también se
estremecieron con la preocupación. Él, yo, solos. No era una buena idea. —No,
Quinn. No tienes que…
Pero ya había colgado.
Bueno...
Fruncí el ceño al teléfono muerto, pero el sonido del torrente de agua en
el baño, llevó mi atención de vuelta a las cosas a mano. Así que me dirigí
rápidamente por el pasillo y observé el desastre. Todo lo que había dentro,
estaba salpicado y empapado.
Con la esperanza de atrapar tanto del agua como fuera posible, corrí a la
cocina y comencé a abrir los armarios, buscando la mayor cantidad de tazones,
ollas y sartenes que pude encontrar.
Diez minutos más tarde, ideé un sistema en el que sostuve un tazón
encima del rociador directo y, de ese modo, apuntaba a una olla en el suelo.
Cuando ese se llenó, lo apunté a la siguiente olla en la fila y, con una mano,
traté de poner el recipiente lleno en la bañera para drenarlo. Mis brazos se
quejaban en agonía; no estaba segura de cuánto tiempo podría seguir con esto.
Así que fue un alivio cuando oí que alguien tocaba a la puerta.
Liberando mi agarre en el tazón principal, lo cual permitió que el agua se
esparciera de nuevo, me apresuré a abrir la puerta, esperando que el conserje
del edificio hubiera percibido milagrosamente un problema y estuviera aquí
para rescatarme.
Pero era Quinn.
—¿El agua sigue saliendo? —preguntó; su mirada pasó por mi ropa
empapada y el pelo.
—Sí. —Triste y casi llorando, me agarré la cabeza mojada—. No tengo ni
idea de cómo solucionarlo.
Entró en el apartamento. —Vamos a echarle un vistazo. —Lo seguí, casi
teniendo que correr para mantenerme al día con sus zancadas largas. Llevaba
una gorra de béisbol, una camiseta ajustada negra y los pantalones vaqueros
que se veían... muy bien en él, sobre todo cuando se inclinó para alcanzar algo
detrás del inodoro.
Medio segundo después, el agua dejó de salpicarlo en el pecho. Dejó
escapar un suspiro antes de que se sentara en cuclillas para mirarme.
Fruncí el ceño y crucé los brazos sobre el pecho mojado. —Oh, ni siquiera
es justo lo rápido que lo arreglaste.
Sonrió. —Lo siento. —Entonces su mirada se paseó por el cuarto de baño
antes de que murmurara—: Guau.
—Tienes que decirme —me quejé mientras me adentraba, en dirección a
él—. Muéstrame lo que hiciste, así la próxima vez que esto suceda, voy a saber
qué hacer.
—Simplemente gira esa palanca de allí para cerrar el agua —explicó,
haciéndose a un lado y apuntando para que yo pudiera ver de cerca.
—Oh. Bueno, genial. En realidad esa es la que iba a elegir luego. Pero
como que perdí mi osadía experimental después de que la primera cosita
terminó en mi mano.
Quinn se rió entre dientes y miró a mi fila de ollas y sartenes. —Sí, tal vez
también perdería mi impulso experimental.
Me incorporé y le sonreí al tiempo que me limpiaba el agua de mis
brazos. —Muchas gracias por haber venido. No sé qué hubiera hecho sin ti. Y
llegaste aquí tan rápido.
—No estaba muy lejos. Me dirigía a casa desde el trabajo.
—Oh —dije débilmente mientras mi mirada se deslizaba por su atuendo.
Debe conseguir buenas propinas si llevaba eso al trabajo.
Todo mojado así, él se veía muy…
—Oh, Dios mío —grité, dándome cuenta de lo mojado que estaba—.
Lamento mucho que te hayas empapado.
—Parece que no fui el único. —Cuando su mirada se encontró con la
mía, me sonrió, y antes de darme cuenta, le devolví la sonrisa. En cuestión de
segundos, nos reíamos del lío que nos rodeaba.
—¿Por qué no te pones algo seco —sugirió al final—, y voy a empezar a
limpiar aquí?
La simple idea me hizo retroceder con horror. Ya me sentía muy mal por
hacerle venir a rescatarme. De ninguna manera iba a dejarlo aquí para que
limpiara lo que ensucié. —Pero tú también estás empapado —discutí.
Él miró brevemente a mi pecho. —No tanto como tú.
En ese momento recordé que no llevaba sujetador, y con mi camisón
blanco empapado, podía ver... todo. Ruborizándome mucho, crucé los brazos
sobre mi pecho y me retiré a mi habitación para cambiarme.
Cuando volví, Quinn ya había limpiado una gran parte del baño con un
montón de toallas. También sacó todas las ollas y sartenes, y las puso de nuevo
en la cocina.
—En serio, no tenías que hacer todo esto —le dije, sacudiendo la cabeza
cuando lo vi tirar la última toalla mojada en el cesto.
Se encogió de hombros al tiempo que miraba el atuendo que me puse:
pantalones de franela holgados con un estampado de ranas y una camiseta
grande y oscura.
—No hay problema. Ya tuviste una noche dura. Me alegro de ayudarte.
No sabía qué decir a eso. Así que me aclaré la garganta y desvié la
mirada. —Bueno... gracias... otra vez. No tengo ni idea de cómo te lo pagaré.
—No, no… —comenzó, agitando la mano, solo para hacer una pausa y
mirar por el pasillo hacia la habitación de Cora—. En realidad, ¿te importa si me
quedo hasta que Cora llegue a casa? ¿Solo para asegurarme de que está bien?
Mis ojos se agrandaron. Ups. Como que me había olvidado de Cora. —
No, en absoluto. Voy a tratar con su celular de nuevo. Tal vez solo estuvo fuera
de servicio por un rato.
Pero Quinn negó con la cabeza. —Ya lo intenté. Todavía lo tiene
apagado.
—Oh. Bueno... —Di una patada en un punto en la alfombra—.
¿Momento de Psych?
—Claro. —Asintió, luciendo triste, pero comenzó a seguirme cuando el
chapoteo húmedo bajo sus zapatos me hizo detenerme.
—Debes estar pasándola mal en esas cosas mojadas. ¿Tienes ropa extra
en la habitación de Cora? Podría poner en la secadora lo que llevas puesto.
Se rascó la oreja, sin parecer muy esperanzador, pero comprobó la
habitación de Cora de todos modos. Salió un minuto más tarde, vestido solo
con los pantalones de dormir que usaba los sábados por la mañana, cuando
hacía panqueques. Mi mirada cayó brevemente a la camiseta mojada y vaqueros
que agarraba en la mano, pero se desvió de nuevo a su pecho desnudo.
Pero santo... cielo.
Sí, él se veía bien sin camisa.
—Esto fue lo único que pude encontrar —dijo en voz baja, tironeando
tímidamente sus pantalones.
Balanceé la cabeza de forma estúpida. —Está bien. —Y, guau, estaba
bien. Él estaba bien—. Por lo menos has encontrado algo.
En realidad, era una lástima que hubiera encontrado algo, porque Quinn
Hamilton en nada más que sus boxers tenía que verse… guau. Probablemente
no debería dejar que mi mente fuera allí.
Me tambaleé hacia adelante bruscamente y tendí las manos hacia su ropa
mojada. Él me la entregó, viéndose un poco reacio pero dejándome tomarla de
todas formas.
Rompí mi atención de su pecho y me apresuré a llevar su ropa al
lavadero donde la metí en la secadora y la encendí.
Cuando lo encontré en la sala de estar, todavía gloriosamente sin camisa,
ya se había acomodado en el sofá y empezado nuestro programa.
—Parece que ya te encuentras en la quinta temporada —dijo, pareciendo
sorprendido por mi progreso.
—Sí, yo... —Metí un mechón de pelo detrás de la oreja—. Sin duda, soy
una fan.
Me sonrió. —Eso es genial.
Sabía que debía haber ocupado la silla de al lado, pero podía ver la
televisión desde un mejor ángulo en el sofá, con él, así que me senté a su lado,
dejando todo un espacio de seguridad entre nosotros.
Me envió otra mirada y luego comenzó el programa.
Cuando ninguno de los dos nos reímos del primer chiste, sabía que algo
andaba mal. Quinn tomó su teléfono y miró la pantalla, y recordé su
preocupación.
Aprendí a no preocuparme tanto por Cora. Parecía una de las personas
más independientes que yo conocía. Cuando necesitaba ayuda, sabía cómo
conseguirla. Casi me alegré de que él no supiera nada de sus riñones; sino
seguramente estaría como loco en este momento.
Me acerqué más a él y le palmeé la rodilla. —Ella está bien. —Yo iba a
asegurarme de que permaneciera bien. Solo unos meses más de pruebas, y
estaría como nueva otra vez.
Me miró; en sus ojos revoloteaba la pena. Luego dejó escapar un suspiro
y me acercó más para deslizar su brazo alrededor de mi hombro.
Inclinando su rostro a un lado hasta que se tocaban nuestras cabezas,
murmuró—: Sí. —Pero no parecía tan seguro de su afirmación—. Apuesto a que
está bien.
Nos quedamos dormidos así, viendo Psych y presionados contra el otro;
su brazo alrededor de mi hombro y mi mejilla apoyada en su hombro.
Cora nos despertó cuando desbloqueó la puerta principal. Luego de
bostezar y estirarnos, nos movimos para encontrar que la serie había acabado
hace rato. Nos preparábamos para ponernos de pie cuando ella entró
tambaleante.
Vaciló hasta detenerse, mirando entre nosotros. —¿Qué pasa? —Se
centró en Quinn—. ¿Dónde está tu camisa?
—Está en la secadora. ¿Dónde has estado?
Ella se echó hacia atrás, parpadeando como si no pudiera creer que él se
atreviera a responder a su pregunta con otra pregunta. —Fui a trabajar en un
proyecto de grupo para mi clase de geografía mundial. Te lo dije. ¿Qué haces
aquí, solo, con mi compañera de cuarto?
Me miró y respondió—: Me llamó, buscándote. Creyó que te encontrabas
conmigo. Y yo, que estabas con ella.
Me pareció detectar un poco de acusación en su voz, por lo que le dije
rápidamente—: La línea de flotación del inodoro se rompió y yo no sabía cómo
arreglarlo ni cómo contactar a un conserje. No me atendías el teléfono.
Bajó la mirada y sacó su teléfono del bolso. —Oh, debo haberlo apagado.
Hmm. Me pregunto cuándo lo hice. —Lo encendió y comprobó la media
docena de mensajes, tanto de Quinn como míos. Luego levantó la vista y nos
sonrió brillantemente—. Así que... ¿todo está solucionado?
—No —dijo Quinn—. La línea sigue rota. Tendrás que buscar al conserje.
—Luego se inclinó y la olió—. Hueles a alcohol.
Ella frunció el ceño. —Bueno, sí. Terminamos el proyecto hace un par de
horas y luego salimos a tomar unas copas. ¿Eso te parece bien, papá?
Asintió al tiempo que respondió—: Es que... Podría jurar que me dijiste
que esta noche te quedabas a hacer algo con Zoey.
—¿Estás seguro? —Cuando él siguió moviendo la cabeza de arriba abajo,
ella suspiró y se llevó la mano a la sien—. No lo sé, tal vez lo dije. Pero quise
decir que iba a trabajar en el proyecto del grupo con Sydney, Kallie y todos los
de mi clase de geografía mundial. —Cuando Quinn no respondió, lo miró—.
Me crees, ¿verdad?
Una vez más se quedó en silencio, pero movió la cabeza de arriba abajo,
haciéndole saber que le creía.
—Bien. —Dejó escapar un suspiro agotado—. Bueno, estoy agotada, así
que me voy a la cama.
Cuando se alejó por el pasillo, Quinn la siguió. Se fue a su habitación con
ella, y luego cerró la puerta.
Me dejé caer contra la pared y me abracé a mí misma. Me sentía mal
porque sabía lo que él iba a hacer con ella. Y me sentía aún peor porque podría
haber jurado que Cora me dijo que iba a estar con Quinn esta noche. Pero ¿por
qué iba a mentirnos a los dos?
20 Traducido por CrisCras
Corregido por Sandry

Zoey
—¿Quieres que vayamos a clase juntas?
La pregunta de Cora me hizo tropezar hasta detenerme justo cuando
alcanzaba la puerta principal de nuestro apartamento el viernes por la mañana.
Después de la noche que había tenido lidiando con la fontanería, mis miembros
estaban doloridos y me dolía la cabeza de lo exhausta que me sentía, pero
aunque fuera suficientemente extraño, sentía una especie de euforia.
La pregunta de mi compañera me calentó desde el interior. Esta podría
haber sido la primera vez desde el lavado de autos que me había pedido hacer
algo con ella que no involucrara su salud. Pero ella simplemente tenía que
escoger el peor día posible para preguntar, ¿verdad? Por una vez, yo en
realidad, tenía planes.
—Lo siento. —Hice una mueca en una disculpa genuina—. Pero voy a ir
a casa de Caroline directamente después de clase.
Caroline quería que fuera al espectáculo con ella esta noche y viera
cantar al camarero más nuevo en Forbidden con su banda por primera vez.
También sería una primera vez para mí. Sería la primera vez que entraría en un
bar. Iríamos a su casa esta tarde después de clase y nos prepararíamos juntas.
—¿Dónde está Quinn? —pregunté, pensando que Cora podría ir a clase
con él ya que se había quedado a pasar la noche.
Pero esa pregunta la hizo estrechar los ojos. —Tuvo que marcharse
temprano para su sesión mañanera de entrenamiento de pesas.
Hice una mueca. Él había salido de trabajar a las dos y media anoche, y
luego se quedó levantado hasta tarde para ayudarme. ¿Y luego tuvo que entrar
temprano para levantar pesas? De repente no tenía razón alguna para quejarme
por estar cansada. Pobre chico.
Colocándose entre la puerta y yo, Cora cruzó los brazos sobre su pecho.
—Bueno, iba a tener esta conversación en el coche, pero puesto que obviamente
ya tienes planes... —Se burló de la palabra como si no pudiera creer que hubiera
hecho mis propios planes. Me hizo sentir culpable porque yo me encontraba
aquí en esta ciudad por ella, para asegurarme que se mantenía saludable.
¿Qué hacía yo, saliendo con Caroline a partidos de fútbol y conciertos?
—¿Te encuentras bien? —pregunté, preocupada de inmediato—. ¿Una
de tus pruebas…?
—Estoy bien. —Ella rodó los ojos y suspiró—. Esto es acerca de Quinn.
Parpadeé, totalmente confundida. —¿Quinn?
—¡Sí! Tu flechazo por mi novio se está volviendo un poco ridículo.
Sin esperar en absoluto que dijera eso, me tambaleé hacia atrás un paso y
presioné mi mano contra mi corazón. —¿Qué…? No… ¿Perdona?
Ni siquiera podía creer…
Sí, estaba demasiado estupefacta para pensar.
—Quiero decir, era lindo al principio —continuó Cora en un tono más
conversacional mientras mi mandíbula caía más y más—. Debe ser la primera
vez que te ha gustado de verdad alguien del sexo opuesto. ¿Verdad? Quiero
decir, por un tiempo en la escuela, pensé que eras una lesbiana a la que le
gustaba yo, pero… no… por la forma en que miras a mi novio, como todo el
tiempo, es obvio que te gustan los chicos. Solo espero que sepas que nunca
podrías tenerle.
—Yo… yo… —El calor inundó mi cara… y mi pecho… y mi estómago.
Ni siquiera sabía qué decir ante eso, así que balbuceé unas pocas palabras
ininteligibles antes de farfullar—: Oh, Dios mío, Cora. Nunca he… ni siquiera
una vez pensé que tu novio…
—Bien —dijo Cora con descaro, juntando las manos—. Porque incluso si
lo intentaras, él nunca iría a por alguien como tú. A él le gustan las mujeres
mucho más experimentadas y sofisticadas. Las pequeñas e inocentes crédulas
simplemente no son de su gusto.
Mi corazón se dejó caer pesadamente en mi estómago, no solo porque
doliera oír cómo nunca podría conseguir a un chico como Quinn porque yo era
demasiado… yo, sino porque saber que ella necesitaba advertirme que me
mantuviera alejada de él, como si pensara que alguna vez intentaría robárselo,
era simplemente… sí. Loco.
—No sé por qué sientes siquiera la necesidad de decirme esto. —Sacudí
la cabeza—. ¡Me conoces! Yo nunca… jamás…
—Tienes razón. —Cora sonrió como si estuviera complacida. Palmeó mi
brazo y se echó a un lado para dejarme ir—. Lo sé. Supongo que solo me puse
un poco posesiva con el hombre al que amo.
Oírla decir la palabra con A me sacudió más de lo que quería admitir, y
tuve que mirar cualquier cosa excepto a ella mientras asentía, coincidiendo con
su afirmación.
—Gracias a Dios está todo aclarado, entonces. Diviértete en la escuela.
Sacudí la cabeza, sintiéndome más inquieta que nunca antes. La miré
fijamente durante un momento, luego tuve que decir—: Sin embargo creo que
deberías contárselo. Él se merece saberlo. Quinn es un tipo muy bue…
Cora levantó los dedos para detenerme a media palabra. Luego estrechó
su mirada. —Sí, es un tipo muy bueno. Pero es mi chico. No tuyo. Es decisión
mía qué hago con él y qué le cuento. —Se acercó de modo amenazador—. Y si
alguna vez piensas siquiera en interferir con eso, o decirle lo que no deseo que
sepa, te arrepentirás durante el resto de tu vida. ¿Entiendes?
No podía ni siquiera responder a eso. Simplemente pasé por su lado y
corrí del apartamento.
Pero sentí frío en lo profundo de mi interior durante todo el camino a la
escuela.
Lo que era peor, Quinn ya se encontraba en clase de arte, sentado en la
silla junto a la mía cuando llegué. Y luego tuvo que ir y sonreírme como si se
alegrara de verme.
—Oye, ¿conseguiste llamar al encargado esta mañana?
—Sí. —Asentí vagamente, incapaz de mirarle a los ojos al tiempo que me
hundía en la silla junto a él—. Cora me mostró donde está guardado el número.
—Y luego me amenazó para que me mantuviera alejada de ti y para que te ocultara
secretos.
Cuando me atreví a encontrar su mirada, él me observaba con extrañeza,
como si supiera que algo iba mal. Le ofrecí una sonrisa forzada, pero mi pecho
se sentía constreñido por el miedo y la preocupación. —Él dijo que podía ir
mañana.
Quinn asintió y luego abrió la boca para decir algo, pero gracias a Dios,
Caroline y Reese lo interrumpieron, llamándome y preguntándome mi opinión
sobre tonos de lacas de uñas. Ambas estaban emocionadas por el concierto de
esa noche, así que por el resto de la hora, cotilleé en susurros con ella y me
esforcé por ignorar a Quinn completamente, incluso aunque doliera volverle la
espalda.
Él intentó hablar conmigo tan pronto como terminó la clase, pero le envié
al grupo una gran y falsa sonrisa, y me despedí con un gesto antes de salir con
rapidez de allí.
Mis nervios estaban agitados y tensos; ya me encontraba en el borde
cuando entré en mi clase de escritura más tarde. Y fue entonces cuando me
enteré de que íbamos a tener crítica abierta.
Quinn
Pasaba algo con Zoey.
A pesar de la falta de sueño, en realidad me sentí rejuvenecido cuando
me desperté esta mañana.
Anoche había ido muy bien. Si un tipo iba a caer preso de la tentación
alguna vez, habría sido cuando estaba atrapado a solas en lugares cerrados y a
medio vestir con la chica que hacía vagabundear sus pensamientos. Pero no
había hecho ni una cosa inapropiada con Zoey. Se sentía como si hubiera
pasado algún tipo de prueba.
Sabiendo que podía comportarme al cien por ciento en torno a la
compañera de Cora, me sentí bien y descansado, y listo para ser amigo suyo sin
ninguna reserva.
La había buscado un par de veces en la biblioteca antes, pero cada vez
que en verdad la vi sentada en una mesa estudiando, había sido demasiado
cobarde para aproximarme, preocupado por que sucediera cualquier cosa. Pero
ahora que sabía que no sucedería nada, quería verla. Definitivamente algo había
estado preocupándola en clase de arte, y tenía que asegurarme de que estaba
bien.
La suerte quiso que la viera entrar en la biblioteca cuando me encontraba
todavía a unos edificios de distancia. Estaba de espaldas a mí mientras subía los
escalones. Parecía que tenía prisa, así que aceleré el paso para alcanzarla. Pero
cuando entré, no se encontraba en ninguna parte a la vista.
Revisé un par de mesas en las que la había visto sentada en el pasado,
pero se hallaban ocupadas por otros. Tenía que estar en alguna parte dentro del
edificio, pero la biblioteca era un lugar grande con muchos rincones y recovecos
privados para estudiar aislado.
Tenía toda una hora libre, así que simplemente seguí buscando. Cuando
llegué a una zona que se encontraba raramente habitada, pasé una fila de
estanterías y la vi sentada en el suelo al final, contra la pared con las rodillas
contra su pecho y su cabeza inclinada, el cabello cubriendo su rostro.
Había algo tipo “animal herido” en la forma en que se encontraba
sentada. Cargar hacia delante con preocupación parecía una mala idea. Así
que… mientras me acercaba más, susurré—: ¿Zoey?
Su cabeza se levantó de golpe, y me miró fijamente con sus grandes ojos
llorosos.
Mi corazón se quebró. Nunca la había visto llorar, y parecía muy sola y
perdida. Quería atraerla a mis brazos y acunarla tanto como quería darle caza a
quien quiera que la hubiera hecho daño y pulverizarlos.
—¿Qué ocurre? —Me agaché de rodillas a su lado.
—Nada. —Me miró cautelosamente pero no se escabulló.
Arqueé una ceja, dejándole saber que no era nada.
Soltó una respiración y miró fijamente al frente, limpiándose las mejillas
frenéticamente. —De verdad… no es nada —repitió—. Es estúpido.
Situándome de forma que me sentara a su lado en el suelo con las
rodillas dobladas hacia arriba y las sombras cubriéndonos en nuestro pequeño
rincón, esperé hasta que dejó de intentar palmearse la cara para ponerla en
orden, antes de decir—: No es estúpido para ti.
Me miró. —Pero probablemente sea estúpido para ti.
—Todavía quiero oírlo.
Después de negar con la cabeza, abrazó sus rodillas con más fuerza y
volvió a mirar fijamente al frente como si yo no me hallara a su lado.
Sabiendo que ella no iba a instigar nuestra conversación, me aclaré la
garganta. —De pequeño, odiaba cuando mi madre bebía. Era más agradable
cuando estaba sobria, me golpeaba menos, me trataba como a un ser humano
de verdad. Era cuando tenía alcohol en su interior que todo iba mal. Así que fui
a la biblioteca e hice todo tipo de búsqueda sobre cómo dejar de beber. Di con
un, no sé, tipo de programa de ayuda de paso a paso para ayudarla a dejarlo.
Elaboré un montón de carteles y gráficos y pasé casi un mes creando esta
pequeña presentación para ayudarla, porque todo lo que leí decía que el
alcoholismo era una enfermedad. Pensé que me daría las gracias si veía la
cantidad de trabajo que había hecho para ayudar a salvarla.
—¿Qué hizo? —susurró Zoey, sus ojos muy abiertos con preocupación
mientras me miraba.
—Se enojó. —Observé una nueva lágrima brillando en la mejilla de Zoey,
y quise limpiarla—. Me lanzó una botella de cerveza y me gritó por ser tan raro.
Luego me persiguió hasta que me atrapó en mi habitación. Me golpeó hasta que
me desmayé, y… no recuerdo nada más después de eso.
Zoey se encogió y se abrazó a sí misma. —Yo como que prefiero
desmayarme durante una paliza. No me gusta recordar… no sentirla.
Extendí la mano lentamente y separé sus dedos de su antebrazo de
dónde se abrazaba a sí misma, luego le di un apretón delicado a su mano. —
¿Me contarás, por favor, por qué estás tan molesta? Sé lo que se siente pensar
que algo es importante, solo para descubrir que otra persona piensa que es
estúpido. Prometo que no pensaré menos de ti. Solo quiero ayudar.
Bajó el rostro y sorbió por la nariz. —Tuvimos crítica abierta en clase de
escritura hoy.
Tiré de su mano contra mi pecho y la apreté un poquito más fuerte. No
tenía que decirme que había recibido malos comentarios por su historia. No se
encontraría aquí sentada, sollozando, si hubiera ido bien.
No dije nada, solo acaricié sus nudillos y esperé a que hablara ella. Un
minuto más tarde, sorbió otra vez, soltó una respiración temblorosa, y se limpió
la mejilla con el dorso de su mano libre. —A ni a una persona le gustó. Era
estúpida, tonta, inmadura. El profesor se lanzó a una gran diatriba sobre las
diferencias entre literatura real y… y… la tontería que sea que había escrito yo.
Los animales parlantes son malos. Las historias sin ninguna conexión con la
condición humana no merecen la pena…
—Espera un segundo —interrumpí, frunciendo el ceño—. El Cinturón de
Plata tenía todo tipo de conexiones con cosas profundas. Y la rana era el
personaje más divertido de toda la historia.
Zoey levantó la cara de golpe, sus ojos se abrieron mucho mientras
parpadeaba. —¿De…de verdad has leído ya El Cinturón de Plata? ¿Entera?
—Bueno… sí. Y conectó conmigo, realmente bien. Seguí pensando en ello
mucho después de terminar. La forma en que Truman siempre se sintió como si
estuviera en el exterior de todo, dejado fuera como si le faltara el paso más
grande de cómo ser un pescador. Yo siento eso prácticamente cada día. No
sobre pescar, sino sobre otras cosas. Y hablo en serio sobre esa rana. No tienes
permitido sacarla de esa historia.
Me dedicó una sonrisa aguada, y lo juro, ver su sonrisa compensó todo
mi día. —¿De verdad te gusta? —preguntó, con voz insegura.
—Lo he leído tres veces —dije—. Así que no creo que el problema sea tu
escritura. Era solo… tu audiencia. No creo que quisieran enseñarte a ser mejor
escritora, sino a escribir de cierta forma. Solo espero que sepas que no todo el
mundo quiere leer su tipo de historias. Algunos preferimos a los animales
parlantes. Y no hay nada malo en eso.
Ella asintió y se limpió las últimas lágrimas de su rostro. —Está bien.
Gracias. —Sus ojos se alzaron hacia los míos. La confianza y la gratitud que vi,
hizo que mi pecho se llenara de una impresionante presión—. Solo desearía
haber sabido eso antes de presentar mi primera historia.
La atraje más cerca y le di un abrazo con un solo brazo. —Yo también. —
Porque en serio odiaba verla llorar.
—Gracias de nuevo, Quinn. No sé qué habría hecho si no hubieras
llegado y…
—Oye, no hay problema. —Choqué mi hombro contra ella para
conseguir que me mirara.
Luego sonreí, mostrándole mi hoyuelo en súplica. —Solo promete que
me dejarás leer más de tus animales parlantes, y estaremos en paz.
Rodó los ojos, pero me devolvió la sonrisa. —En verdad no quieres leer
más.
—Infiernos, sí quiero. —Me levanté, me sacudí los pantalones y luego le
tendí la mano—. Hasta entonces, ¿qué dices? ¿Quieres trabajar en algo de
biología?
Gimiendo mientras se levantaba, me regaló una mirada seca. —No.
Pero… probablemente debería. Tú eres mejor profesor que el profesor.
Cuando apreté mi agarre sobre su mano, ella me devolvió el apretón. Me
sentí bien esa hora, ayudándola con sus tareas y haciendo bromas tontas sobre
la gente contra animales parlantes. Ella finalmente se relajó lo suficiente para
bromear conmigo. Nunca fui tan feliz de haber sido capaz de superar mi
reacción física ante ella de forma que pudiéramos ser amigos.
Porque de verdad me gustaba ser el amigo de Zoey.
21 Traducido por Lauu LR
Corregido por Mary Warner

Zoey
Mi primer viaje al club nocturno Forbidden para ver a la banda Non-
Castrato tocar su primer concierto comenzó conmigo llena de nervios.
No es de extrañar ¿eh?
Desde que Caroline fue firme en que iría con ella, manejé a su casa tan
pronto como las clases terminaron. Ella dijo que tenía “el vestido” que quería
que yo usara.
No era una persona de vestidos, pero ella como que me absorbió en su
entusiasmo, así que accedí e incluso comencé a emocionarme por eso.
Conocí a sus dos hermanos menores, el mayor, Brandt de catorce, incluso
coqueteó conmigo, haciendo que me sonrojara, que a su vez hizo que Caroline
lo corriera. Entonces conocí a la novia de su hermano, Aspen… oficialmente.
Caroline la había invitado a ir. Pero pude notar tan pronto como llegué que la
pobre ex profesora era una temblorosa bola de nervios.
Caroline nos forzó a usar vestidos, unos cortos que caían por encima de
nuestras rodillas, y sin mangas que moldeaban nuestras figuras sexys. Entonces
ella fue y se puso pantalones. Cuando le pregunté de qué se trataba esto, batió la
mano, diciendo—: Puf. No tengo a nadie a quién impresionar —lo que me
confundió porque yo tampoco tenía a nadie a quien impresionar. Pero cuando
dije eso, me envió una ilegible sonrisa tipo mona lisa y dijo—: Te vez increíble.
Vas a usarlo.
No estaba segura de si me veía así de bien, pero era suave y me hacía
sentir bonita, así que fui con ello. Y creo que Aspen sentía lo mismo. Pero
incluso mientras se miraba largamente en el espejo, lo hacía parecer como si no
quisiera dejar a los chicos solos en casa.
—¿Seguro que estás bien con calentar las sobras para cenar? —le
preguntó a Brandt.
Él resopló. —Así era como comíamos cada noche antes de mudarnos
aquí.
Aspen palideció y abrió la boca, probablemente para decir que no iba a
dejarlos solos, pero Brandt la detuvo con un gesto. —Vamos a estar bien. Solo
ve. Diviértete. Haz a Noel sudar al presentarte, luciendo así.
Mordiéndose el labio, Aspen asintió y fue impotentemente arrastrada,
mientras Caroline enlazaba sus brazos con Aspen y conmigo.
—No sé ustedes dos, pero estoy totalmente emocionada por esta noche.
Tengo un buen presentimiento.
Yo estaba mayormente con presentimientos nerviosos, pero esperaba que
ella tuviera presentimientos más fiables que los míos.
Llegamos antes de que el club abriera. Caroline golpeó la puerta de
cristal del frente hasta que su hermano apareció del otro lado. Sonrió cuando
nos vio, y nos dejó entrar. Sus ojos eran solo para Aspen.
—No podía creer cuando Caroline me envió un mensaje y me dijo que te
había convencido de venir, juro que no has estado aquí desde… —Sus cejas se
levantaron y Aspen se ruborizó mientras compartían un secreto interno.
Después de apuntar a Caroline y decir—: Compórtate —tomó la mano
de Aspen y la llevó hacia la barra, dejándonos atrás. Nos miramos una a la otra
mientras nos juntábamos justo en la entrada. Un barman estaba en la parte de
atrás de la barra, acomodando una hilera de vasos mientras un puñado de
meseras bajaban las sillas de las mesas y cuatro chicos se movían alrededor del
área del almacén. Nadie parecía ponernos atención.
—¿Has estado aquí antes? —pregunté.
Ella negó con la cabeza pero enganchó su brazo con el mío. —Creo que
vamos a conocer juntas los alrededores.
Sin embargo, no tuvimos que preocuparnos mucho acerca de adónde ir;
alguien comenzó a golpear en las puertas de cristal detrás de nosotras. Caroline
miró alrededor solo para sonreír. Apresurándose a la entrada, abrió la puerta
para una agitada Reese.
—Gracias a Dios que estás aquí. Zoey y yo no teníamos idea a donde ir.
—Hola, pollito. —Reese le dio un medio abrazo—. Déjenme mostrarles
los alrededores. —Extendió un brazo—. Este… es Forbidden. Aquí está la barra,
el escenario, y ese pasillo ahí lleva a la cocina, oficina, baños, almacén y la
nueva recepción privada. Y eso es todo lo que hay. Excepto por esto… —Nos
llevó hacia el bar donde descansó sus codos en el mostrador y se inclinó sobre él
así podía comerse con los ojos al chico detrás de la barra, con la espalda hacia
nosotras, mientras terminaba de ordenar una fila de vasos de vidrio.
—Oh, camarero sexy —cantó ella—. Creo que tiraste algo ahí. Realmente
deberías… agacharte y recogerlo.
En lugar de agacharse, el camarero se dio vuelta y le dirigió una sonrisa
devastadora. —¿Qué estás haciendo aquí tan temprano?
Batiendo sus pestañas, Reese le envió su propia sonrisa humeante. —No
podía estar lejos de ti.
Caminando hasta ella, él la agarró por el frente de su camisa y la inclinó
aun más sobre el bar para que más de la mitad de su cuerpo estuviera de su
lado. Entonces la besó, duro y largo.
Sintiendo calor en el cuello después de presenciar tal demostración, miré
en dirección a Caroline para encontrarla mirándome con las cejas levantadas.
—Guao —articuló mientras se abanicaba. Comenzamos a reír al mismo
tiempo. Reese desbloqueó sus labios de los del barman y nos sonrió—. ¡Oh, lo
siento! Caroline, tú ya lo conoces, así que… Zoey, este es mi novio, Mason. —
Entonces rodó los ojos y se golpeó la frente—. Digo, mi prometido, Mason.
Caroline se rió y me golpeó con su codo. —Sí, creo que ella ya se lo había
imaginado.
Mason se rió entre dientes. —Hola de nuevo, Caroline. —Entonces me
miró—. Y Zoey. Reese te describió perfectamente.
Reese dejó escapar un suspiro soñador. —¿No es impresionante? Él
escucha cuando divago. —Cuando se inclinó por otro beso, Mason parecía
ansioso por darle uno.
Aún bloqueaban sus labios cuando otro chico salió de la sala de atrás.
Con cara llena de perforaciones y brazos cargados de tatuajes, frunció el ceño
cuando captó un vistazo de la pareja enrollándose. —¡Oigan! Sin hacer bebés en
mi mostrador, por favor. —Golpeó a Reese ligeramente en el trasero, haciéndola
saltar y alejarse de Mason. Entonces él le guiñó—. No a menos que tengan un
poco de amor para mí.
—Hola, primo —Reese obedientemente le dio un beso en la mejilla y
envolvió un brazo alrededor de su cuello mientras él enredaba uno en su
cintura para bajarla de la barra al piso.
Cruzando los brazos sobre su pecho, Mason solo los observó. Reese se
encontraba muy ocupada interrogando al recién llegado para notarlo.
—¿Dónde está mi chica? —preguntó ella.
—Está en mi oficina, aún buscando su ropa interior.
—¡Pick! —Jadeando, Reese golpeó su brazo—. Demasiada información.
Él solo se rió entre dientes y llevó la atención a su bolsillo mientras
escondía aun más la tela. —Así que no debo decirte que ella no va a encontrarla
¿verdad?
Reese rodó los ojos y pareció notarnos a Caroline y a mí al acecho. —Oh,
debes conocer a Zoey. Zoey, Pick. Pick, Zoey.
Curiosos ojos marrones voltearon hacia nosotros. —Así que, ¿esta es la
belleza de la que he oído tanto últimamente? Es un placer.
Caroline y yo compartimos confusas miradas antes de que Pick se
acercara y tomara cada una de nuestras manos en un cálido saludo. —Cuanto
tiempo sin verte, adorable Caroline. —Después de sonreírle, se volvió hacia
mí—. Y Zoey. Bienvenida a Forbidden.
—Oye, quiero estar en las presentaciones.
Uno de los chicos de la banda se acercó. Cuando me di vuelta, tenía la
mirada fija en Caroline. —Era cuestión de tiempo que llegara a conocerlas. Por
la forma en que hablan los chicos, me siento como si fuéramos viejos amigos.
Dándome cuenta de que era Asher, el nuevo camarero del que Reese
había hablado, lo estudié un poco más intensamente. Era más delgado que los
otros camareros pero tenía una cara muy llamativa con labios que eran tal vez
demasiado lindos para un chico pero lucían bien en él. Sus ojos eran de un
verde brillante y su cabello oscuro largo y peinado de lado.
Caroline y yo compartimos una mirada, y sabía que pensaba lo mismo
que yo. Guao.
Simultáneamente, nos volteamos hacia él.
—No me había dado cuenta de que éramos famosas —dijo ella—. ¿Qué
exactamente dicen todos de nosotras?
Su sonrisa se hizo traviesa. —Oh, ya sabes. Caroline y Zoey hicieron esto.
Caroline y Zoey hicieron aquello. Por lo que he escuchado, ustedes son todo un
par.
Caroline negó con la cabeza, luciendo tan aturdida como yo me sentía
cuando compartimos otra mirada, esta confusa. —No hacemos tantas cosas, de
hecho. Pero, guao, no me había dado cuenta de que mi hermano se interesaba
tanto en todo lo que hacíamos.
Los ojos de Asher destellaron mientras se inclinaba hacia ella, bajando la
voz. —Yo no dije que fuera tu hermano quien siempre hablaba de ustedes.
Sus labios se abrieron mientras una mirada de asombro asomaba su
rostro. Las dos sabíamos que si no era Noel quien alimentaba a todos con
chismes, eso solo dejaba a dos personas que podrían saber tanto acerca de
nosotras… otros dos camareros de Forbidden con los que compartíamos una
clase de arte.
—Entonces, quien… —Negó con la cabeza, pero sus ojos se iluminaron
con esperanza.
Asher le guiñó. —Nunca vas a conseguir que te lo diga. —Palmeando su
hombro y el mío, miró entre nosotras antes de decir—: Gracias por venir a
verme cantar esta noche. Espero que disfruten el espectáculo.
Y entonces él se alejaba, haciéndonos seguirlo con la mirada. Caroline se
inclino más cerca de mí. —Oh, sí. Me gusta.
Asentí distraídamente. Definitivamente, tenía un cierto atractivo.
—¡Patrick Jason Ryan! —chilló una rubia, marchando desde el pasillo de
atrás, donde se detuvo y puso sus puños con fuerza en la cadera.
Pick levantó la cara de la caja de dinero que ingresaba a la registradora.
—¿Sí, mi amor?
—Oh, no me des esa pequeña sonrisa inocente. Tú sabes lo que me
quitaste. —Extendió su mano, con la palma hacia arriba—. Devuélvelo.
Él sonrió. —Ya lo sabes. Esa no es la forma de obtener algo de mí,
Campanita.
Los ojos de Campanita se iluminaron con placer y murmuró—: Tienes
razón. Conozco una mejor forma de obtener lo que quiero de ti.
Pero cuando comenzó a dirigirse hacia él, Reese levantó las manos y
apretó los ojos fuertemente. —Por el amor de dios, devuélvele su ropa interior.
Lo juro, ustedes dos hacen que mis bebés no nacidos se sonrojen.
—Ree Ree. —Campanita aplaudió, cuando vio a Reese—. No sabía que
ya estabas aquí.
Se acercaron y abrazaron. Mientras que Campanita tenía cabello rubio y
el de Reese era oscuro, aún se podía notar que se hallaban emparentadas por la
forma y el color de sus ojos.
—Mira. —Reese le dio la vuelta a Campanita para que nos enfrentara—.
Caroline y Zoey también están aquí.
—¿Zoey? —Eva se echó hacia atrás y miró alrededor hasta que su mirada
se posó en mí—. ¿Quieres decir, la Zoey?
Sonaba como si no pudiera creerlo, pero cuando Reese asintió, ella me
estudió de arriba abajo, antes de que una conocedora sonrisa iluminara su
rostro. —Tenías razón acerca de ella, Ree Ree.
Reese solo se rió. —Claro que sí.
Miré entre ellas, pero ninguna parecía dispuesta a dejarme entrar a la
broma, así que no tenía idea sobre de que hablaban. No debería ser nada malo,
sin embargo, porque Eva se acercó e inmediatamente me encerró en un enorme
abrazo. Después de saludar a Caroline, volvió a mí y pasó un brazo alrededor
de mis hombros para hacerme un montón de preguntas, como mi año en la
escuela y cuál era mi especialidad. Después de responder todo educadamente,
negó con la cabeza y miró a Reese de nuevo. —No puedo creerlo —murmuró,
sonando casi asustada—. Ella es locamente perfecta para él.
—Espera, ¿qué? —Me sonrojé ante el inesperado comentario—. ¿De
quién estamos hablando?
Pero Eva simplemente chasqueó la lengua y me dio unas palmaditas en
la mejilla. —Oh, dulzura, lo descubrirás pronto. Solo tienes que saber que Reese
y yo te apoyaremos todo el tiempo.
—Uhm… —Negué con la cabeza, totalmente confundida—. Está bien.
Eva miró a Caroline. —Y también estaremos animándote a ti y… —miró
alrededor antes de volver a nosotras—, tu otra mitad.
Caroline me miró y levantó las cejas. Me encogí de hombros, así que ella
hizo lo mismo. —¿Gracias? —le dijo a Eva más como una pregunta.
Me sentí extrañamente eufórica después de eso. Aún no tenía idea de lo
que pasaba con la conversación de la otra-mitad, pero Eva parecía aceptarme,
así que una alegre sonrisita invadió mi cara.
Me gustaba el club nocturno Forbidden.
Caroline debe haber sentido lo mismo porque se inclinó para susurrar—:
Creo que hemos sido aceptadas en el círculo interno. —Sonaba extasiada por
esa idea.
La miré, esperando que tuviera razón, cuando Pick dio un aplauso.
—Hora de abrir. ¿Están listos para esto, chicos? —le preguntó a la banda.
Asher le dio un par de pulgares arriba. Pick miró hacia las meseras y después al
bar, donde frunció el ceño—. Esperen. Solo tenemos un camarero, ¿dónde
demonios esta Gamble?
—Justo aquí —gritó Noel mientras salía del salón trasero, una mano
atada posesivamente a una ruborizada Aspen.
Pick resopló. —Oh, como han cambiado las cosas. ¿No eras tú el que
siempre me molestaba acerca de llegar tarde al trabajo?
Noel le frunció el ceño mientras llevaba a Aspen hacia adelante. —No
llegué tarde. He estado aquí todo el tiempo.
—Y buscando la extrema comodidad de nuestros clientes, también, por
lo que veo. —Posando su mirada en Aspen, le envió una sonrisa y extendió la
mano hacia ella—. Hola de nuevo, hermosa. Qué bueno verte esta noche.
Aspen tomó su mano y, él la robó de Noel, dirigiéndola hacia el bar. —
Deberías ver el espectáculo desde aquí. El mejor asiento de la casa. —La ayudó
a subir hasta que se encontraba sentada en el mostrador en vez de en un
taburete. Entonces miró alrededor—. ¿Campanita?
—Justo aquí, amor. —Eva corrió su mano por su espalda antes de que él
volteara y le sonriera.
La besó en la boca, persistiendo antes de preguntar—: ¿Puedo ayudarte a
subir?
Ella rozó la nariz contra la suya. —Por favor.
Reese apareció junto a Eva y palmeó el espacio vacío a su lado. —
Caroline, Zoey, siéntense con nosotras.
Caroline se apresuró y me arrastró detrás de ella. Me sentía como si nos
dieran tratamiento VIP por sentarnos sobre el mostrador. Después de que
Caroline se sentó junto a Reese, dudé. No sentía como si perteneciera con estas
personas. Eran tan agradables y llenos de vida. Me sentía como un gran intrusa.
Pick me miró y me extendió la mano. —¿Necesitas ayuda para subir?
—¡Oh! —Tragué, conmovida por su invitación. No importaba como me
sentía, sin embargo, parecían aceptarme con una cálida bienvenida. Incapaz de
rechazarlo, tomé su mano y subí el último peldaño antes de acomodarme junto
a Caroline—. Gracias.
—Este es un regalo para la vista —dijo Pick, mirando apreciativamente
por el mostrador a nosotras cinco—. Seguramente saben cómo decorar mi club
nocturno, señoritas. —Se detuvo frente a Eva y le dio otro beso antes de ir hacia
Asher, quien se hallaba dando vueltas por la base del escenario y jugando con
algunos cables.
Una de las meseras había abierto las puertas. Un portero apareció en
alguna parte y dejó entrar a una fila de gente. Y este comenzó a llenarse.
—¿Tienen sed, chicas? —preguntó Noel—. Sé que la única aquí que no es
menor de edad es Aspen, así que… ¿puedo conseguirles algún refresco?
Caroline gimió y rodó los ojos, mientras Reese decía—: Mason puede
conseguir mi bebida.
—La mía también —agregó Eva rápidamente.
Cuando Caroline abrió la boca, su hermano la apuntó en advertencia. —
De ningún modo. Solo vas a tomar refresco.
Mientras fruncía el ceño y rodaba los ojos, yo hablé—: Voy a tomar una
Sprite.
Noel me sonrió con aprobación antes de mirar fijamente a su hermana.
Su hombro se desplomó mientras murmuraba—: Una para mí, también, creo.
Acabábamos de recibir nuestras bebidas y las tomábamos por la pajilla
cuando Caroline se tensó a mi lado. —Oh, Dios. Oren está aquí —dijo bajo su
aliento mientras se inclinaba más cerca.
Me di la vuelta para ver al gorila dejarlo entrar. Un par de chicos, de
inmediato, saltaron hacia él y lo saludaron con tacleadas y risas.
—No puedo creer que vino esta noche ya que no tiene que trabajar. —
Pobre Caroline. Parecía tan tensa y nerviosa, mientras jugaba con su pajilla y
veía cada movimiento que hacía.
—Tal vez también quería ver a la banda.
Ella no respondió, probablemente ni siquiera me había escuchado.
Así que lo miré también mientras caminaba entre la multitud. Me sentía
un poco celosa por su simpatía. Parecía conocer a todos, chicas y chicos por
igual. Cuando una chica que saludó, se puso de puntillas para susurrar algo en
su oído y lo hizo sonreír, apreté la mano de Caroline. Se aferró a mis dedos
como si de ella dependiera su vida.
Nos notó cuando vio hacia la barra, o tal vez era la fila de cinco mujeres
sentadas en el mostrador lo que atrajo su atención. Pero su mirada se mantuvo
en Caroline antes de ordenarle a Noel una botella de cerveza.
Finalmente, se acercó a nosotras, fanfarroneando. Pensé que Caroline iba
a apretar mis dedos hasta arrancarlos.
—Bueno, si no es toda una fila de intocables —reflexionó, mirándonos a
las cinco mientras tomaba un sorbo. Parecía casi triste mientras su mirada se
deslizó sobre Caroline y siguió su camino.
Pero Eva le exclamó alegremente—: Ten-ten, ¿qué quieres decir con
intocables? Puedes venir y tocarme en el momento que quieras. Si te pones
demasiado inapropiado, mi hombre solo te arrancará la cabeza.
—Invitación aceptada. —Se movió hacia ella—. Oye, Tetas de Leche.
¿Sigues amamantando a esos niños tuyos?
Ella rodó los ojos pero levantó el pecho. —¿Tú qué crees?
—Oh, sí. —Él se rió y apoyó el brazo en su pierna mientras bebía su
cerveza y miraba a la multitud. No parecía tener ninguna prisa por irse, lo que
no ayudó a aliviar el agarre de Caroline en mi mano.
Diablos. Me pregunté cuanto tiempo le tomaría hacer un daño
permanente ya que obviamente no había circulación sanguínea hacia las puntas
de mis dedos.
—¿Zoey? ¿Eres tú?
Miré alrededor ante el grito y parpadeé cuando vi a Cora.
—¡Oye! —Trepó al bar junto a mí y me envolvió en un gran abrazo, que
devolví rígidamente. La última vez que la había visto, me amenazó para que
permaneciera lejos de su novio. Y ahora… ahora al parecer éramos amigas de
nuevo.
¿Muy bipolar?
—No sabía que vendrías esta noche —gritó sobre el creciente ruido del
club.
—Sí, yo… Caroline me invitó —dije, entonces no pude evitar mirar sobre
su hombro, buscándolo a él.
Y ahí lo encontré.
22
Traducido por Miry GPE & Beatrix
Corregido por Valentine Rose

Zoey
Cuando vi a Quinn pedirle tragos a Mason, más abajo en la barra, mi
corazón dio un vuelco. Luego recordé el cómo Cora me reprendió esta misma
mañana por siempre mirarlo. Me obligué a situar mi atención en ella.
Mi compañera de cuarto me envió una pequeña sonrisa a sabiendas, pero
siguió hablando como si todavía estuviéramos en buenos términos. —¿No es
una locura? Hemos estado tan ocupadas este semestre, que apenas tuvimos
tiempo de hablar. Y aun así terminamos aquí, en el mismo club. —Cuando vio
quien se encontraba sentada a mi lado, su mirada se enfrió—. Ah, hola,
Caroline.
Antes de que Caroline pudiera responder, Ten gritó—: Vaya, al parecer
dejan entrar a cualquiera esta noche, ¿no es así?
Cora frunció el ceño de inmediato. —No hablaba contigo, aliento de
polla.
—Oye, oye, oye —interfirió Eva, acariciando a Ten con dulzura en la
cima de su cabeza—. Nadie llama a nuestro Ten-Ten aliento de polla más que
yo.
—Ja —se burló Ten de ella—. Toma eso, puta.
Cora abrió la boca para escupir algo en respuesta, pero Quinn apareció
con dos vasos, aligerando la tensión en el aire. Llevaba algo de color rosa con
fruta y otro que era exactamente igual a lo que yo bebía.
—Hola, Quinn —saludó Caroline, haciéndome sonrojar porque debí
haber saludado en lugar de solo comérmelo con los ojos como una idiota.
La miró con sorpresa. —¡Oh! Hola. —Luego su mirada se trasladó a
Reese y Eva antes de desviarse de nuevo al otro lado de Caroline, donde me
hallaba. Cuando me encontró, su exploración se detuvo—. Hola —saludó de
nuevo—. No sabía que vendrías.
Me encogí de hombros. —Caroline —fue todo lo que tenía que decir
como explicación mientras la señalaba con mi cabeza.
Sonrió como si entendiera. —También tuve que convencer a Cora de
venir, así podría ver la primera actuación de Asher.
Mientras le entregaba a Cora el trago rosa, Eva le abrió los brazos. —
¡Quinn! Mi héroe. Ven a darme un poco de cariño, ternura.
Quinn agachó un poco el rostro pero obedeció, subiéndose al primer
escalón del taburete frente a ella para poder alcanzarla. Esta envolvió su gran
cuerpo y luego besó su mejilla.
Burlona, Cora se inclinó hacia mí. —Simplemente es amable con esa
perra porque ella folla con su jefe.
No me encontraba muy segura de ello. Parecía que Quinn genuinamente
sentía cariño por Eva. Recordé la herida de bala que tenía en el brazo por salvar
su vida. A Quinn tenía que agradarle, aunque fuera solo un poco. Cuando se
apartó, sonrió una última vez y asintió antes de dirigirse de regreso al lado de
Cora.
—¿Quién es este tipo Asher? —preguntó Cora, curvando posesivamente
los brazos alrededor de sus hombros desde atrás.
—Es el cantante principal —señaló Quinn cuando la banda subió al
escenario.
A continuación, envolviendo las piernas alrededor de su pecho, Cora
apoyó su barbilla en la cima su cabeza y examinó a Asher. —Es lindo —decidió
al fin, justo antes de que sus dedos recorrieran la parte delantera del pecho de
Quinn—, pero no tan lindo como tú.
Pensé que vomitaría, por lo que bebí con rapidez un trago de mi Sprite,
solo para darme cuenta que los dedos de Caroline movían los míos.
Ups. Supongo que fui quien apretaba demasiado fuerte esta vez.
Iniciando el evento de la noche, Asher se acercó al micrófono y presentó
a Non-Castrato. Caroline golpeteó mi pierna, mostrándome su emoción. Pick
apareció frente a nosotros para hacer a Ten a un lado, y así poder situar su
brazo en la pierna de Eva. Por lo que Ten se movió por la hilera y terminó más
cerca de Caroline, Cora, Quinn y yo.
—Nuestra primera canción será algo diferente. Ya tuvimos nuestra
primera solicitud de un tipo muy persistente. Así que tocaremos esta canción
para su mujer.
—Ahh, eso es tan tierno —exclamó Caroline con una sonrisa.
—Pick, por favor, dime que no hiciste que tocaran nuestra canción —
exigió Eva mientras el baterista hacía el conteo.
—No —murmuró Pick—, pero ahora estoy enfadado con el que lo hizo,
porque fue una idea muy buena.
Cuando comenzó la música, me di cuenta que tocaban “Rolling in the
Deep” de Adele, pero con el acorde un poco más pesado de un ritmo de rock.
—Oh, esa es la canción favorita de Aspen —dijo Caroline, justo antes de
que escucháramos un jadeo desde el final de la hilera, mientras Noel tomaba a
su novia por la cintura antes de bajarla del taburete hasta que se encontraba de
pie con él.
Se abrazaron y besaron, y Asher comenzó a cantar. Su voz era perfecta,
no como Adele pero igual de increíble y áspera, que se ajustaba al ritmo más
pesado.
Aspen y Noel comenzaron a bailar, y los ojos de Caroline se
humedecieron mientras cubría su boca. —Eso es tan locamente dulce. No tenía
idea de que mi hermano fuera tan romántico.
—Asqueroso, ¿no? —preguntó Ten.
Caroline resopló y lo miró con frialdad, golpeando su hombro con la
rodilla.
Sin poder evitarlo, mi mirada se dirigió a Quinn. Sus labios formaban
una sonrisa mientras observaba a Noel y Aspen. Entonces, como si sintiera mi
mirada, levantó la suya. En vez de fruncirme el ceño por mirarlo fijamente, su
sonrisa se amplió. Luego regresó su atención a la pareja principal.
Pero mi pecho aún latía por esa mitad de segundo que compartimos.
Sacudí la cabeza. Era tan patética. No podía creer que tenía un gran
flechazo por el novio de mi compañera de cuarto. Ya era bastante malo que
Cora incluso lo supiera, ahora esperaba miraditas robadas que, probablemente,
no significaban nada para él.
No es de extrañar que Cora fuera tan desagradable y antipática conmigo
estos días. Tal vez pensaba que en realidad trataría de robárselo.
Me obligué a fijar mi atención en Noel y Aspen mientras la canción
llegaba a su fin. Noel soltó a Aspen para arrodillarse frente a ella y sacó un
anillo de su bolsillo.
Caroline jadeó. —Oh, Dios mío. ¡Oh, Dios mío!
Aspen retrocedió un paso, y su boca se abrió a medida que las lágrimas
inundaban sus ojos.
No pude escuchar la propuesta en sí desde donde me hallaba sentada,
pero podía afirmar cuál fue su respuesta cuando saltó sobre él, abrazándolo y
besándolo.
—Amigo —dijo Ten—, no puedo creer que te propusieras con una
maldita canción de ruptura.
—Cállate —siseó Caroline entre dientes, dándole una palmada en el
hombro—, antes que te dé un puñetazo en las bolas.
—¿Qué? —La miró asombrado antes de señalar a Noel y Aspen, quienes
aún se besaban—. Simplemente digo... que no puede ser de buena suerte.
—Es su canción favorita. ¿A quién le importa lo que dice la letra?
Ten resopló. —Es claro que a nadie. —Se giró, tomando un gran trago de
su cerveza, y centró su atención en Asher cantando.
Vi la tensión situarse en sus hombros, y la expresión atormentada en el
rostro de Caroline antes de alejar la mirada para centrarme de nuevo en Noel y
Aspen. Pero, sí, seguían conectados por la boca.
—Vaya —me volteé en el taburete por completo para observar al bar—,
de verdad están entusiasmados.
A mi lado, Cora rió. —Oh, Zoey. Pobre e inocente virgencita. Mira tú
sonrojo.
Para mi fastidio, lo dijo lo bastante alto para que, sin duda, todas las
personas en Forbidden pudieran oírla. Deseando hundirme en un agujero y
morir, seguí sonrojándome mientras ella continuaba—: Debemos conseguirte
algo de experiencia urgente. Quinn, bebé, emparejemos a Zoey con uno de tus
amigos solteros. Podríamos tener una cita doble.
Quinn se congeló y la miró de tal manera que indicaba que tener una cita
doble conmigo era lo último que quería hacer. También era lo último que yo
quería hacer. No deseaba verlos a Cora y a él pegados al otro más de lo
necesario, y mucho menos quedarme estancada a propósito en un asiento de
primera fila para presenciarlo toda la noche. Pero saber que tampoco Quinn
quería pasar una noche conmigo, dolió.
¿Por qué no deseaba salir conmigo?
Abrí la boca para decirle a Cora que de ninguna modo iría a una cita
doble con ella y Quinn —cita a ciegas equivalía al infierno a mi parecer—,
cuando de repente Ten se giró a nosotros.
—Yo lo haré.
Todos dejaron de beber lo bebían y lo miraron boquiabiertos. Caroline
incluso se atragantó con la suya.
Se encogió de hombros, observando todas las miradas centradas en él. —
¿Qué?
—¿Desde cuándo tú vas a citas dobles? —preguntó Quinn.
—Supongo que desde ahora. —Mirándome, sonrió y movió las cejas—.
¿Qué dices, Rubia? Podría ser divertido.
Le eché un vistazo a Caroline. A mi sorpresa, su expresión se hallaba en
blanco. Observaba a la banda como si no escuchase ni una palabra de lo que
decíamos.
—Uh…
No podía aceptar. No quería. Pero, ¿y si Cora seguía presionándome
hasta que encontrara a alguien más, alguien a quien no conocía? Ten era la
antítesis de cualquier tipo con el que consideraría salir, pero por alguna razón
confiaba en él, y de alguna manera sabía que no quería salir conmigo porque
estuviera interesado en mí. Él tenía una especie de agenda. Y sea lo que sea,
prefería tener una oportunidad con él y su motivo oculto que con otra persona.
—No sé —murmuré—, supongo.
Quinn
Supongo.
Había dicho supongo.
¿Por qué demonios dijo supongo?
¿Le gustaba Ten? Podía afirmar que a Caroline le gustaba él, pero nunca
tuve esa sensación con Zoey. Así que, ¿por qué siquiera aceptó salir? Y lo que es
más, ¿por qué él se lo pidió? Ten no tenía citas. Era más el tipo de persona de
una sola noche.
Zoey también era parte de nuestro grupo. ¿Por qué se arriesgaría a crear
conflictos dentro del grupo al salir con ella? ¿Crear conflictos conmigo?
Me sentía irritado mientras me vestía para el bar esa noche; no para
trabajar, sino para salir... a una maldita cita doble.
—¿Aún no estás lista, princesa? —Ten apareció en mi puerta abierta y
atrapó mi mirada en el espejo antes de entrar y arrojarse a la cama, arrugando la
colcha.
—Casi. —Tirando de los puños de la camisa, encontré mis zapatos en la
puerta de mi armario y, quizá, me los puse con demasiada fuerza.
Me giré hacia mi compañero de cuarto, quien lucía como si pudiera
cerrar los ojos y dormir en mi cama por el resto de la noche. Queriendo que se
largara, murmuré—: Terminemos con esto.
Ten dejó de mover su pie, y me miró con confusión. —Maldición,
Hammy. Suenas tan entusiasmado por esta noche como me siento yo.
Incapaz de mantener mis sentimientos controlados un segundo más, le
dije—: Si no quieres ir, entonces, ¿por qué te ofreciste voluntario?
—¡Por fin! —vitoreó Ten, abriendo los brazos mientras salía de la cama—
. El sermón. He esperado este pequeño sermón desde el instante que tu mujer
planeó toda esta jodida noche.
—Mi mujer no… —Apreté los dientes y le fruncí el ceño, siguiéndolo
desde la habitación cuando salió—. ¿Qué pequeño sermón? —gruñí.
—Ese en el que me adviertes que me aleje de Rubia, y me dices que
mantenga mis manos para mí mismo o las arrancarás de mis muñecas.
Maldición. ¿Cómo supo que moría por darle ese mismo sermón? Aun así,
negué con la cabeza, rehusándome a admitirlo. —¿Por qué te diría algo así?
Ten hizo una pausa, me observó y luego se acercó. —Debido a que no
soportas la idea de que cualquiera ponga sus manos en ella, por eso.
Rodé los ojos, pero por dentro, mi estómago ardía. El escuchar sus
palabras, me provocó querer empuñar mis manos y golpear algo. Golpearlo a
él. Porque lo que dijo era cierto.
Esto era malo. Muy malo.
Mi compañero de cuarto me dio una sonrisa repentina antes de palmear
mi hombro para tranquilizarme. —No te preocupes, amigo. Me siento de la
misma manera.
Dicho eso, dio la vuelta y salió. No reaccioné. ¿Se sentía de la misma
manera? ¿Quería matar a cualquiera que, incluso, pensara en tocar a Zoey? Él...
un segundo. ¿Esto significaba que le gustaba?
¿Qué hay de Caroline? Pensé que sentía algo por Caroline. ¿Por qué no
podía simplemente mantener su atención en Caroline?
—¿Qué? —pregunté, corriendo tras él.
Se rió y abrió la puerta principal del departamento, haciéndose a un lado
para dejarme salir primero. No salí. Me quedé mirándolo fijamente.
Así que echó su cabeza hacia atrás y soltó un suspiro agotado. —Lo creas
o no, me gusta Rubia tal cual es. Toda dulce, inocente y sin tocar. Pero Cora no
se hubiera detenido hasta encontrar a alguien que saliera con tu chica. Y tú y yo
sabemos que, lo más probable, alguien más intentaría tener sexo con ella. Así
que... yo me ofrecí voluntario.
Negué con la cabeza. Esto no era algo que haría Ten. No podía procesarlo
o darle algún sentido. —¿Qué? —dije por fin—. ¿Significa que no intentarás, ya
sabes...?
Cuando agité mi mano, enarcó una ceja. —¿Tener sexo con ella?
Hice una mueca mientras gruñía—: Sí.
—Nop. No lo haré. —Cuando seguí mirándolo, haciéndole saber que no
confiaba en él, su rostro se puso serio. Palmeó mi pecho—. Estoy haciendo esto
por ti, Ham.
Sacudí la cabeza. —No entiendo.
Dando otro largo suspiro interminable, cerró los ojos. —Uno de estos
días, y espero que pronto, te darás cuenta que no tienes que quedarte con una
chica solo porque fue la primera persona con quien follaste. Meter tu polla en
Cora no te hace comprometerte con ella de por vida, hombre. Y cuando lo
percibas y te des cuenta que está permitido seguir adelante y estar con una
chica que realmente te gusta, quiero que sea agradable y resguardada para ti.
Parpadeé, atónito más allá del sentido por lo que acababa de decir. Había
tanto de lo que quería discutir, que ni siquiera tenía la certeza de por dónde
empezar.
Levanté un dedo. —En primer lugar, Cora y yo no terminaremos. Y no
estoy con ella porque sea mi... Sino porque la amo y quiero estar con ella. ¿Bien?
No pienso en descarriarme... en especial con su compañera de cuarto. ¿Nos
estamos entendiendo?
—No. —Ten puso mala cara—. No nos estamos entendiendo. ¿Cómo
puedes decir que amas a Cora? Justo la semana pasada, me admitiste que te
oculta algo. No va a tus partidos de fútbol. Además, sueñas con…
—Detente. —Levanté una mano, enojado—. Nadie es perfecto. Claro está
que no sería tu compañero de cuarto, si no pudiera manejar algunos defectos. A
Cora no tiene que gustarle el fútbol, y tiene permitido tener su privacidad. Me
acepta como soy, y eso es algo que pensé que nunca encontraría.
Ten enarcó una ceja. —¿Te acepta? —repitió lentamente—. ¿Qué diablos?
No eres un fenómeno de circo paseando por ahí, esperando que alguna alma
caritativa por fin te recoja.
—Sabes lo que quiero decir. —Aparté la mirada, sintiéndome estúpido—.
No soy normal. No soy como… tú.
Incapaz de ocultar su sorpresa, Ten se echó hacia atrás y sacudió la
cabeza. —¿Por qué demonios querrías ser como yo? Maldita sea, ni siquiera yo
quiero serlo la mitad del tiempo. Y definitivamente no soy normal.
—Pero tú... tú... —al sentir aparecer mi tartamudeo, apreté los dientes,
odiando todas mis ineptitudes—, puedes hablar con la gente —dejé salir al fin.
Mi compañero de cuarto resopló y rodó los ojos. —Sí, que talento. Puedo
enojar a casi todo el mundo con quien hablo.
Pero lo miré fijamente, porque para mí... ser capaz de socializar era un
talento.
Con un suspiro, desplomó sus hombros. —Está bien, de acuerdo. Eres
silencioso. Introvertido. Demasiado bueno para ser grosero con cualquiera. Te
abres y estás dispuesto a confiar más que casi cualquier persona que conozco.
Al ser tan sensible como eres significa que tienes un corazón más grande. Y si
alguna vez te veo intentar cambiar y endurecer ese corazón tuyo, te cortaré la
garganta. No te avergüences de ser un gran y suave osito de peluche, Ham. El
mundo necesita más personas como tú, de lo contrario se iría a la mierda.
Ahora... —Retrocedió un paso y extendió las manos—, ¿podemos ir a recoger a
nuestras citas, o quieres que sostengamos nuestras manos y cantemos algunas
rondas de “Kumbaya”, e indaguemos en nuestros sentimientos un poco más?
Fruncí el ceño y sacudí mi cabeza. —Tú fuiste quién empezó la
conversación.
—Sí, bueno... debo estar drogado. Ya vámonos.
Se dirigió a la puerta y lo seguí de mala gana.
No hablamos durante el viaje. Temía decir mucho de cualquier otra cosa.
Creo que Ten tenía ganas de enojarme por alguna razón, ya que empezó de
nuevo tan pronto como aparcamos en la cochera del Chateau Rivera.
—Entonces... si Rubia se ve muy bien, no me matarás si voy por un beso
de buenas noches, ¿verdad? Ni siquiera usaré la lengua. De acuerdo, tal vez un
poco de lengua.
Lo miré con seriedad y estacioné la camioneta. Se rió y salió, dejándome
atrás, siguiéndolo. —No lo creo.
Quería responder algo inteligente como—: Creí que querías que se
mantuviera resguardada para mí. —Pero parecería como si en realidad lo deseara
cuando... está bien, la idea que Zoey saliera con alguien —quién sea—, no me
sentaba bien. Solo pensar en otra persona presionando su boca contra la suya…
Mierda, olvidé hacia dónde iba con esta línea de pensamiento. Ten atontó
mi cerebro con esa confusa charla honesta que me arrojó antes de venir aquí.
Provocó que pensara en Zoey de nuevo.
Como que lo odiaba en este momento.
—¿Crees que usará vestido o pantalones? —preguntó Ten cuando
entramos en el ascensor.
Le eché un vistazo. —¿Cora?
Bufó y me fulminó con la mirada. —Mi cita, imbécil. ¿Por qué me
importaría lo que viste la tuya? —Luego sonrió para sí mismo y levantó la
mirada a los números mientras subíamos al octavo piso—. Apuesto que Cora la
obligó a ponerse una falda. Ojalá una falda corta. Rubia tiene unas lindas
piernas.
Rodé mi mandíbula e hice tronar mis nudillos, obligándome a no
responder.
Tan pronto como el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, salí al
pasillo... más que nada para impedirme mutilar a mi compañero de cuarto. Lo
que era peor, oí al idiota reírse en voz baja detrás de mí.
Más que listo para terminar con esta noche, me dirigí con rapidez al 8E y
toqué una vez antes de entrar. Necesitaba una gran dosis de la sonrisa
burbujeante de Cora en este instante. Me dirigí por el pasillo hacia su
habitación, dejando que Ten entrara.
Cora se hallaba en su habitación, pero no estaba sola.
Ten había tenido razón. Cora había obligado a Zoey a ponerse uno de sus
vestidos. Y era corto. No era tan ajustado como el de Cora, pero caía alrededor
de sus muslos en una falda suelta que si Zoey diera vueltas, el dobladillo
tendría forma de campana. Parado afuera de la puerta, observé a las dos chicas
quienes me daban la espalda, mientras Cora adjuntaba un collar alrededor del
cuello de Zoey. Era largo y desaparecía bajo su escote.
Se veía bien. Ambas se veían bien. Empecé a hablar para dar a conocer
mi presencia, pero luego Cora dijo algo que indujo a que las palabras se
evaporen en mi garganta.
—Eres tan afortunada de tener a Ten esta noche.
Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer. Qué pensar.
Zoey dio un respingo ante el comentario y se volteó para mirar el rostro
de Cora. —¿Qué quieres decir?
—No sé. —Cora se encogió de hombros—. Es solo que es tan... social, ya
sabes. Quinn puede ser lindo con sus actitudes pueblerinas, pero Ten es un
poco más experimentado, y puede... digo, apuesto a que puede hablar sucio en
la cama como no te imaginas.
Me volteé sin pensar, incapaz de creer que me comparaba con Ten... y me
encontraba insuficiente. Siempre pensé que le gustaba la forma en la que yo era,
que aceptaba mis... mis actitudes pueblerinas. No necesitaba que amara todo
sobre mí, pero... no sé.
Aún me encontraba muy dolido y devanado para pensar correctamente.
Empecé a avanzar con grandes zancadas por el pasillo, pero me di cuenta
de que Ten se hallaba de pie al final, mirándome. Tenía la mandíbula tensa, y
sus ojos entrecerrados. Escuchó todo lo que acababa de oír... porque de verdad
necesitaba que mi humillación se completara.
—¡Oigan! —anunció en voz alta, con voz arrogante. Por un segundo,
pensé que me hablaba a mí hasta que añadió—: Ya llegamos. ¿Estás listas para
irnos o qué?
Zoey fue la primera en salir corriendo por la puerta, meneándose un
poquito rápido. Se detuvo en seco cuando me vio, con sus ojos muy abiertos y
culpables.
No sé por qué ella se sentía culpable. No fue la que habló mal de su
propio novio, encontrándolo insuficiente, y diciéndole a su compañera de piso
que tenía suerte porque no tenía que ser mi cita esta noche.
Despreocupadamente, Cora la secundó. Cuando me vio, su cara se
iluminó... como siempre. La miré fijamente, preguntándome cómo podía
sonreírme como si yo importara, como si no deseara que fuera más extrovertido
y experimentado. Me hizo preguntarme si cada sonrisa que alguna vez me dio
también fue falsa.
—Ooh, te ves tan guapo —exclamó, acercándose a mí y entrelazando su
brazo con el mío antes de besar mi mejilla.
Me quedé rígido, incapaz de relajarme o fingir mi propia sonrisa. Pero le
permití presionar su boca en mi mejilla, y no la aparté. Pregunté voz baja—:
¿Están listas?
Mi mirada se dirigió a Zoey, quien de inmediato asintió, con los ojos
muy abiertos y preocupados. Y por primera vez en su vida, Cora no tenía que
“cambiarse” de ropa. No hice ningún comentario al respecto, cuando en
cualquier otro momento hubiera fingido un ataque al corazón de que se
encontrara lista a tiempo. Tan solo tomé su mano y la guié, saliendo de su
departamento.
23 Traducido por noenatale
Corregido por florbarbero

Zoey
Mientras Quinn arrastraba a Cora, dejé escapar un suspiro y miré a Ten.
Se quedó detrás de ellos a medida que pasaban y luego se volvió hacia a mí. —
Gracias a Dios tengo a la dulce y bonita por la noche, ¿eh?
Sus palabras me dejaron saber que había oído todo lo que Cora acababa
de decir, comparándolo con Quinn.
Colocando la mano contra mi estómago revuelto, miré más allá de él,
hacia Quinn y Cora. Cuando estuvieron lo bastante lejos para no escucharme,
pregunté—: Él escuchó, ¿no?
La mirada de Ten se volvió dura mientras sus dientes centellaban. —Oh
sí.
Aspiré una bocanada de aire. Oh Dios. —¿Está bien?
—¿Qué te parece? —Levantó una ceja, su mirada dura y aún fastidiado.
—Creo que voy a vomitar —admití.
—Los dos, Rubia. —Tomó mi codo y me sacó del apartamento—. Solo
vamos a hacer esto.
Odiaba saber que Quinn se encontraba herido tanto como odiaba no ser
capaz de hacer nada al respecto, a menos que quisiera gritarle públicamente a
Cora, lo cual no era mi estilo. Además, tan vengativa como fue últimamente,
probablemente le anunciaría al mundo, o más específicamente a Quinn, mi
vergonzoso enamoramiento por él. Como no quería que eso se supiera, me
sentía atrapada y obligada a verlo sufrir.
Esta noche iba a ser horrible. Lo sabía. Ya comenzaba todo mal. Quinn se
encontraba molesto, Cora claramente en negación, y Ten no era el idiota alegre
habitual. Solo deseaba que dijera algo crudo e inapropiado para ponerme a mí,
y especialmente a Quinn, a gusto.
Terminamos viajando en el auto de Cora. Quinn condujo, Cora tomó el
asiento del acompañante, y Ten ni siquiera hizo una broma acerca de sentarse
en la parte trasera a solas conmigo.
De hecho, se dejó caer en su lado del auto, cerró los ojos y fingió dormir.
Cora charlaba como si nada estuviera mal. Observé a Quinn, pero aparte
de no decir nada, lo cual no raro en su carácter en lo más mínimo, no actuaba
como si algo lo estuviera molestando.
—Creo que esta noche va a ser muy divertida. —Cora giró en su asiento
para sonreírme—. ¿No sería genial si dos compañeros de cuarto comenzaran a
salir con otros dos compañeros de cuarto? Podríamos ser un cuarteto increíble.
Sin molestarse en abrir los ojos, Ten murmuró un muy seco—: Sí. Eso
sería tan asombroso. —Luego se inclinó hacia mí y murmuró en voz baja—: No
te ofendas, pero eso nunca va a suceder. No me acuesto con vírgenes, porque,
técnicamente, nadie se acuesta con vírgenes, por eso son vírgenes.
Me incliné hacia él, susurrándole—: No te ofendas, pero realmente no
salgo con mujeriegos.
Él abrió los ojos y sonrió. —Entonces supongo que estamos bien. —Me
ofreció un golpe de puño. Cuando choqué mis nudillos contra los suyos,
susurró—: Esto sería el comienzo de una hermosa amistad, pero no soy amigo
de chicas, así que… tal vez nunca volveré a hablarte después de esta noche.
—Está bien, de todas maneras, no me gustan tus bromas crudas.
Empezó a reír, lo que causó que Cora girara con curiosidad y Quinn
levantara la mirada hacia el espejo retrovisor.
Ten golpeó el respaldo del asiento de Quinn. —Parece que tengo la cita
más entretenida, gracias a Dios.
Tuve la tentación de extender la mano y pellizcarlo por revolver la olla.
Pero eso causó que Cora estrechara los ojos, lo cual no me rompió el corazón.
No podía creer que fuera tan delirante como para pensar que Quinn no había
oído su comparación.
—¿Como si alguien quisiera entretenerte? Haría falta un monstruo para
que coincida con tu terrible sentido del humor.
Quinn la miró bruscamente. —¿Acabas de llamar monstruo a Zoey?
Él había estado tan pétreo y silencioso después que ella lo insultó, pero
ahora que mi cabeza se hallaba en la mira, se encontraba listo para saltar en mi
defensa. Mi corazón dolió, creció, y luego dolió un poco más.
Cora se perdió en sus palabras. —Que. ¡No! Por supuesto que no. —Me
miró—. Sabes que no lo dije de esa manera, ¿no?
Deseé poder decir algo ingenioso y mordaz para ayudar a Quinn, y
hacerle saber que aún me encontraba molesta con ella por lo que dijo acerca de
él, pero no tenía nada. Odiaba los enfrentamientos, y nunca sería capaz de tener
uno alrededor de más de dos personas. —No te preocupes por ello —murmuré
y bajé la mirada.
—No creo que seas monstruosa —dijo Ten—. De hecho, creo que estás
increíble esta noche, como el sueño húmedo de alguien hecho realidad.
Quinn clavó los frenos cuando casi pasó una luz roja. Luego giró la
mirada para observar a su compañero de cuarto. Cuando Ten simplemente
sonrió, me aclaré la garganta.
—Um… ¿gracias? —No me encontraba segura si me sentía agradecida
por semejante cumplido.
La luz cambió a verde.
Quinn presionó el acelerador.
Y nadie más habló hasta que llegamos al bar.

La noche parecía estar empeorando cada segundo. Quinn y Cora no se


molestaron en agarrarse de la mano mientras los cuatro íbamos a la puerta
principal, donde el portero reconoció a Quinn y a Ten y nos dejó entrar sin
pedir nuestras identificaciones o cobrarnos,
Desde que Asher fue contratado en Forbidden, había creado todo tipo de
entretenimiento musical. Esta noche era supuestamente su primera noche de
karaoke. Así que tan pronto como cruzamos la puerta, un tipo en el escenario
comenzó una interpretación horrenda de “Fallen” de Alicia Keys.
—Oh por Dios. Mátame ahora —gruñó Ten y dio un codazo a Quinn—.
Recuérdame nunca trabajar en noche de karaoke.
—Oh, ahí está Rachel —anunció Cora, saltando—. Vamos a sentarnos
con ellos.
Pero Ten se frenó. —Sobre mi maldito cadáver. Esa chica me molesta
demasiado.
Cora le frunció el ceño. Luego miró a Quinn como si silenciosamente le
pidiera que intervenga por ella.
—¿Por qué no vas y la saludas? —sugirió—. Nosotros encontraremos
una mesa.
Su boca se abrió. Creo que esta debía haber sido la primera vez que él no
le daba lo que quería.
Estuve tentada a alentarlo y darle un golpe para felicitarlo, incluso a
pesar de que sabía que no debía. Yo debería ser Suiza.
No era para nada Suiza.
—Hay una mesa vacía —anunció Ten, señalando hacia una pequeña
mesa redonda alta en la que en realidad había dos chicos.
—Pero… —empecé, solo para detenerme cuando se acercó a los hombres
y les dijo que necesitábamos sus asientos.
Quedé boquiabierta cuando obedecieron y se fueron. Hasta me pidieron
disculpas por sentarse allí primero. Miré detrás de ellos antes de mirar a Ten.
—Son jugadores de futbol de primer año —explicó.
Negué con la cabeza, pero me senté en la silla frente a Quinn así estaría
con Cora. Pero Ten agarró mi brazo y negó. —Diablos no, cariño. No me siento
con otros tipos si no tengo que hacerlo.
Me tiró de la silla, la robó, y me obligó a sentarme entre él y Quinn.
Mientras Ten levantaba la mano para llamar a una camarera, le eché un vistazo
a Quinn. Saludaba a Noel y a Asher en el bar, quienes le devolvieron el saludo,
y luego se giró, atrapándome mientras lo observaba.
Sus ojos lucían tristes, pero forzó una sonrisa. Luego miró hacia Cora que
se encontraba sentada con sus amigas, charlando. Su triste sonrisa forzada
murió por completo.
Miré mis manos en mi regazo y rasgué el esmalte azul que Cora me
había puesto, deseando que Caroline estuviera aquí. O Reese y su prima Eva.
Cualquier persona que pudiera arreglar el pésimo inicio de esta doble cita
agonizante.
—Traseros arriba —anunció Ten, sobresaltándome mientras tomaba un
puñado de bebidas que la camarera había traído.
Quinn frunció el ceño al vaso que su compañero deslizó frente a él y
levantó su cara para transmitirle su ceño a Ten. —Esto es alcohol.
—Lo sé. —Ten rodó los ojos—. Vas a beber esta noche. Incluso decidí ser
el conductor designado, así que ambos —me incluyó en su mirada mientras
empujaba un vaso hacía mí— pueden relajarse y… disfrutar de la noche.
Quinn resopló y apartó la mirada, haciéndole saber que eso no iba a
suceder, sin importar lo mucho que bebiera.
Metí mi cabello por detrás de la oreja y miré mi propia bebida antes de
admitir—: Nunca antes he bebido.
—Ni yo —agregó Quinn—. Y no voy a empezar esta noche.
—Sí, lo harás —dijo Ten entre dientes—. Lo juro, tu trasero debe estar tan
apretado ahora mismo que te constiparás tú mismo. Eso no puede ser bueno.
Bebe. Relájate. Diviértete.
Me incliné hacia Ten y murmuré en voz baja—: Pero su madre era una
alcohólica abusiva.
Él pestañeó, y noté por la sorpresa en su rostro, que esto era nuevo para
él. Pero luego se recuperó y anunció—: Bueno, mi papá es un gran tipo, y mi
mamá no ha maldecido un día en su vida. —Luego se encogió de hombros—.
Nosotros no siempre seguimos a nuestros padres.
Quinn lo miró como si considerara sus palabras.
—¿Seguro que te mantendrás lo suficientemente sobrio para conducir? —
pregunté, sintiendo el impulso de ser un poco imprudente, porque quería que
Quinn sea capaz de relajarse, y quizás olvidar lo que Cora le hizo aunque fuera
solo por algunas horas.
—Huele. —Ten me ofreció su copa, así sabría que eso era refresco. Pero
llevé mi investigación un paso más allá y tomé un trago de su copa para probar
un sorbo, Puro Dr. Pepper. Devolviéndoselo, sonreí en aprobación.
—Por lo tanto, ¿qué me diste? —pregunté—. ¿Algún tipo de bebida
frutal de chicas? —Caroline insistía en que sabían genial.
—Joder no —resopló—. Es un té helado Long Island. Es lo que ambos
tienen.
Asentí, luego me lamí los labios y respiré, dándome fuerzas. Luego lo
acerqué y bebí un pequeño sorbo.
Quinn observaba. Lucía como si estuviera preparado para aplicar RCP si
yo comenzaba a asfixiarme, pero simplemente asentí mientras los nuevos
sabores se deslizaban por mi garganta. Tenía un poco de sabor picante que me
hizo querer estremecerme, pero sobre todo, sabía… bien. Mayormente como
cola.
—No es tan malo.
Ten rodó lo ojos. —Soy un camarero, sabes. Puedo decir que tragos le
agradarán a que personas.
—Bueno, gracias. —Le sonreí y tomé otro sorbo, luego me volví hacia
Quinn—. Me acabo de dar cuenta que tú eres un camarero que nunca bebió, eso
es genial. En mi clase de escritura, te considerarían un personaje redondeado en
lugar de plano y un cliché por esa clase de contradicción.
Podía decir por el cambio en sus ojos azules que mi elogio le agradó.
Orgullosa de mí misma, tomé otro trago. Quizás esta noche no apestaría tanto
después de todo.
—¿Qué tipo de personaje sería yo? —preguntó Ten, inclinándose hacia
adelanta con interés.
Levanté la barbilla y anuncié—: Creo que ellos te llamarían todo un
personaje.
Ten resopló una pequeña risa y murmuró—: Continúa bebiendo, Rubia.
Durante un par de minutos, ambos chicos solo me observaron tomar mi
Te helado Long Island. Quinn aún no tocaba el suyo, pero al menos Ten dejó de
intentar molestarlo.
—Así que, ¿cuál es tu especialidad? —Me volví hacia Ten, expectante, ya
que se suponía que debía ser mi cita para la noche y todo. Se suponía que una
chica debía hablar con su cita, ¿no?
—Arquitectura —respondió e hizo girar su vaso de soda.
Mientras fruncía el ceño, Quinn levantó su rostro. —Me dijiste que tu
especialidad era construcción.
Ten simplemente se encogió de hombros. —Más o menos es la misma
cosa; ambos crean edificios, ¿verdad?
—En realidad, no. —Negué con la cabeza—. No son lo mismo.
—Entonces, ¿cuál es en realmente tu especialidad? —presionó Quinn.
—Arquitectura —repitió Ten.
Quinn y yo nos miramos el uno al otro y fruncimos el ceño. Él se volvió
de inmediato hacia su compañero de cuarto. —¿Entonces por qué me mentiste?
Después de otro encogimiento de hombros, Ten tomó un largo trago. —
No lo sé. Arquitectura parece una especialidad gay pretenciosa. Construcción es
más… tú sabes, masculino. No quería que pensaras que era un marica cuando
nos conocimos.
Quinn se echó hacia atrás, con sus ojos abiertos por la sorpresa. —¿Te
preocupaba lo que yo pensara de ti?
—Joder, sí. Tú eras un gran tipo quién estuvo genial en su primer día de
práctica del primer año. —Entonces hizo un gesto con las manos como pidiendo
disculpas—. Discúlpame por querer impresionarte.
—Raro —murmuró Quinn, luciendo como si acabara de conocer a Ten.
Luego sacudió la cabeza y me miró—. Él quería impresionarme a mí.
—Eso escuché. —Queriendo abrazar a Ten por hacer sentir mejor a
Quinn, me volví hacia él—. ¿No eres un estudiante de cuarto año?
—Sí. ¿Por qué? —Me miró y entrecerró lo ojos como si me obligara a no
seguir mi propio camino de lógica. Pero lo hice de todos modos.
—¿Entonces no deberías haber tomado una gran cantidad de clases de
arte a estas alturas?
Quinn finalmente se dio cuenta. —Espera. ¿Por qué estás en la clase de
arte para principiantes con nosotros?
Ten respiró profundamente. Noté que se ponía incómodo cuando apartó
la mirada. —Porque sabía que aún necesitabas tomar una, así que convencí a mi
consejero para que me deje tomarla de nuevo, para cuidarte a ti y a Gamble. —
Su encogimiento de hombros negligente era demasiado descuidado. Fingía—.
No fue mi culpa que viera el horario incorrecto de clases en la mesa de Gam y
pensara que era suyo en lugar del de su hermana. Los tres nos hubiéramos
adueñado de esa clase.
Quinn negó con la cabeza. —No —murmuró en voz baja, estudiando a
Ten intensamente—. No creo que confundieras ese horario. Creo que sabías que
era suyo. Creo que solo querías una razón para estar cerca de ella y poder
conocerla más.
Ten le frunció el ceño y resopló. —Lo que sea, hombre. Estás drogado.
—Y tú me querías allí, no a Noel, para actuar como amortiguador,
porque sabías que no podrías cruzar la línea si yo me encontraba cerca, pero
aun así, querías acercarte tanto como pudieras porque tenías curiosidad por
conocerla.
—Eso es todo —murmuró Ten, alcanzando el vaso de Quinn—. Si no vas
a beber, entonces yo sí. Este jodido karaoke me está matando.
Pero Quinn le arrebató la copa y rápidamente lo inclinó hacia arriba,
comenzado beber.
Mi boca se abrió mientas lo observaba.
La de Ten también. Luego sacudió la cabeza. —Bastardo —murmuró.
Quinn sonrió mientras dejaba la copa sobre la mesa. —Lo siento, pero
supongo que vas a tener que ser el conductor designado después de todo. —
Luego arqueó una ceja y levantó un dedo amenazador—. Y nunca me vuelvas a
mentir.
Los dos hombres tuvieron una mini lucha de miradas que pareció
terminar en algún tipo de empate porque ambos aflojaron sus posturas en el
mismo momento y se giraron hacia mí al unísono. Me acurruqué en mi silla,
insegura de que esperar de ellos.
Ten rió. —¿No le vas a preguntar a Hamilton cuál es su especialidad?
Sacudí la cabeza. Quinn no era mi cita. No debería estar hablando con él.
Pero lo que dije fue—: Ya sé su especialidad.
—¿En serio? —Ten levantó las cejas y miró a Quinn antes de volverse
hacia mí—. ¿Y cómo es eso?
—Uh… él me dijo. —Sacudí la cabeza, preguntándome porque eso era un
gran asunto.
Pero Ten solo parecía más intrigado. —Eso es divertido. Ustedes parecen
hablar mucho para ser personas que por lo general, no hablan.
—Détente —lo amenazó Quinn fríamente, haciéndome saber que había
alguna cosa interna entre ellos de la que no sabía nada.
En lugar de dar marcha atrás, Ten parecía más desafiante. Se volvió hacia
mí abruptamente.
Yo me alejé.
Abrió la boca, pero debió haber pensado nuevamente lo que iba a decir
porque inmediatamente se volvió hacia a Quinn para preguntar—: ¿Dónde está
tu cita?
Quinn miró alrededor del bar antes de ubicar a Cora en una nueva mesa,
bebiendo una bebida rosa, y hablando con un nuevo grupo. —Estará aquí
pronto, estoy seguro.
Ten suspiró y nos ordenó una nueva ronda de té helado Long Island.
Sintiéndome miserable por Quinn, abrí la boca y solté lo primero que me
vino a la cabeza—: Si pudieras ser poderoso u honesto, ¿qué elegirías?
—¿Por qué no puedo ser ambos? —preguntó Ten.
Quinn, sin embargo, reflexionó sobre la pregunta antes de admitir—:
Honesto, uno parece ser más malo cuando es poderoso. No quiero ser malo.
Asentí. —Así que… ¿si tuvieras que elegir entre agradable u honesto…?
—Elegiría agradable.
Una sonrisa cruzó por mi rostro. —Tú crees en mentir para evitar herir a
alguien, ¿no?
Se encogió de hombros, pero no pareció cuestionar las razones de mis
preguntas. Diablos, ni siquiera yo estaba segura de porque lo hacía. Solo quería
hablar. Con él.
—No lo sé —admitió—. Simplemente no puedo soportar el herir a
alguien.
—Sí —murmuré pensativamente—. Yo tampoco.
24 Traducido por Jasiel Odair
Corregido por Miry GPE

Ten
Y ese es el punto en el que estoy totalmente perdido en la conversación.
Los dos borrachos con té helado Long Island en la mesa conmigo empezaron a
hablar de todo tipo de mierda que no comprendía, y sin embargo, ellos sabían
exactamente de lo que hablaban.
—¿Sabías que las córneas son las únicas células en el cuerpo humano que
no reciben la sangre desde el corazón? —dijo Hamilton a Rubia.
Ella frunció los labios, pensativa. —¿Eso significa que el corazón no
puede ver?
Me quejé y me di cuenta que su coctel feliz definitivamente se había
acabado, sobre todo cuando Rubia se rió y luego se tambaleó mientras se
agarraba la frente. —Vaya. Estoy mareada.
Hamilton la agarró del brazo para sostenerla. —Lo sé —dijo arrastrando
las palabras y me miró—. Esta mierda es potente. Me siento... —Asintió
lentamente—. Sí.
Levanté mis cejas, preguntándome si él estaba borracho o drogado.
Rubia se rió de nuevo y lo señaló. —Nunca te escuché maldecir.
—No maldigo —dijo Hamilton inexpresivamente.
Rubia respondió—: Pero acabas de decir mierda.
Él se rió y señaló a su vez. —Igual que tú.
Mientras se reían juntos, rodé mis ojos hacia el techo. Oh, Dios mío. Que
alguien me dispare ahora.
—No sé por qué siempre tengo tanto miedo de beber —anunció Quinn—
. Mi madre solía enojarse cuando bebía. Era entonces cuando me golpeaba más
fuerte. Entonces siempre pensé que iba a perder los estribos si bebía. Pero no
me siento enojado. Estoy… feliz.
Mi intestino se retorció mientras lo escuchaba decir algo así de forma tan
despreocupada. Vi su espalda antes, así que sabía que tenía que haber sido
golpeado al menos una vez. Sin embargo, imaginé matones de la escuela, o
alguna otra persona con la que no estaba relacionado. Pero saber que fue su
propia madre, la única mujer que se suponía lo protegería de todo tipo de cosas
malas, me dio ganas de buscar y golpear a esa perra. También me dieron ganas
de llamar a mi propia madre y decirle lo jodidamente increíble que era.
Pero pasó demasiado tiempo desde que la llamé voluntariamente, así
que... sí, no quería darle a la vieja un ataque al corazón o algo así.
Empezaba a sentirme una mierda por cómo traté a mis padres, ya que
posiblemente son los mejores padres del mundo, cuando Rubia tuvo que ir y
decir—: Mi padre no necesitaba alcohol para pegarme. Así que, no sé por qué
siempre estuve muy asustada para beber. Supongo que solo soy una cobarde en
general.
Mis ojos se abrieron con esa pequeña pieza de información.
Mierda. ¿Ambos fueron abusados? No es de extrañar que resultaran tan
parecidos.
Joder, era un idiota ingrato con mi mamá y mi papá.
—No eres cobarde —insistió Quinn, tomando la mano de Rubia—. Eres...
eres... resistente.
Entrecerré los ojos, preguntándome cómo diablos “resistente” era una
palabra de cortesía para utilizar con una chica, pero bueno... a cada uno lo suyo,
supongo, porque la maldita palabra pareció funcionar en Rubia.
Ella murmuró—: Gracias. —Y se le quedó mirando con un par de ojos
verdes anhelantes, lo que me hizo querer inclinarme hacia el otro lado de la
mesa y golpear a Hamilton en la parte posterior de la cabeza. Duro.
Primera oportunidad de darle un beso, quería decirle.
Bésala ya.
¿Por qué no la besaba?
Dios, que marica.
En vez de besarse, siguieron mirándose hasta que Ham parpadeó y luego
sonrió. —¿Concurso de miradas? —preguntó.
Querida mierda. ¿En serio?
Gemí y me cubrí la cara. Iba a tener que trabajar con mi chico, mucho.
¿Quién demonios ofrecía un concurso de miradas en vez de besar a una chica?
En realidad podría tener que retirarle mi amistad después de esta noche.
Rubia rió y apartó la mirada, parpadeando rápidamente. —Dios, no. —
Se frotó los ojos—. Nunca he sido capaz de jugar mucho tiempo a mirar
fijamente.
—¿Se te resecan muy rápido? —adivinó Hamilton.
Ella negó con la cabeza. —No. Es solo... demasiado íntimo, supongo.
Levanté una ceja. Guau. Si las miradas eran demasiado intimas para ella,
me hubiera gustado ver lo que haría si la hacía ver algo de porno.
Gracias a Dios, Hamilton parecía igualmente desconcertado. Él soltó una
carcajada sorprendida. —¿Miradas fijas? ¿Íntimo?
—Oye, no te burles de mí. —Ella empujó suavemente su brazo—. Mirar
fijamente es como el paso dos en las Doce Etapas de Intimidad.
—Espera. —Levanté una mano y me apoyé en la otra, sintiendo la
necesidad de interrumpir—. ¿Las doce etapas de qué?
Rubia me miró, antes de volverse hacia Quinn. —La intimidad —repitió
antes de mirar entre nosotros dos—. ¿No escucharon hablar alguna vez de los
doce pasos de la intimidad de Desmond Morris?
Ham y yo negamos con la cabeza. —¿Quién? ¿Qué? No, nunca oí hablar
de él.
Ella se echó a reír. —Desmond Morris. Es este famoso científico de la
conducta, o algo así. No lo sé. Escribió un montón de libros sobre el estudio de
los patrones de apareamiento de las parejas humanas.
Las cejas de Ham se arquearon con interés. —¿Y en serio has leído uno de
sus libros?
—No. —Se sonrojó—. Pero leí un pequeño artículo de cien palabras sobre
sus famosos doce pasos.
Solté una sorpresiva carcajada. —Qué nerd. —Ella estaba destinada para
mi compañero de piso amante de la biología.
—Oye —murmuró, ofendida. Pero Quinn la interrumpió.
—No, quiero saber acerca de esto. ¿Existen los pasos para la intimidad?
—Bueno, obviamente. —Ella rodó los ojos y suspiró—. No ven a la gente
saltando en la cama con otros sin ninguna acumulación de razones, ¿verdad?
—En realidad… —comencé, pero Rubia levantó un dedo en mi dirección,
haciéndome callar.
—Confía en mí. Cuando te importa, no lo haces así. Vas escalando.
Familiarizándote... un paso a la vez.
—Así que, ¿cuáles son los pasos? —preguntó Hamilton, interesado.
Rodé los ojos, aburrido a muerte, pero Rubia decidió seguirle la
corriente.
—Estás de suerte. Creo que me encuentro lo suficiente borracha para
recordar. El paso uno, hacer contacto ojo a cuerpo. —Para demostrarlo, bajó la
mirada hacia el pecho de él. Meneando las cejas, murmuró—: Oh, sí. Guapo.
Sí, estaba borracha.
Ham soltó una risa, y está bien, yo también. Pero entonces Rubia deslizó
la mirada de su cuerpo hasta los ojos, y de pronto ya no era tan divertido. La
risa de Hamilton murió mientras le devolvía la mirada. La tensión entre ellos
hizo que me acomodara en mi asiento, sintiéndome como un maldito voyeur de
repente.
—Si encuentras a la persona gratificante —dijo Rubia a los ojos de
Hamilton—, llama su atención hasta hacer contacto ojo a ojo.
—¿Alguien, de verdad, escribió un libro acerca de esto? —le pregunté,
resoplando.
Rubia se encogió de hombros, pero mantuvo su mirada en mi chico,
quien parecía atrapado en ella. —Alguien ha escrito un libro acerca de todo.
—Pero…
Ignorándome, siguió hablando con Ham. —Entonces Morris dice que un
hombre y una mujer al hacer contacto visual, lanzan un par de chispas y si las
cosas se sienten bien a partir de ahí, el “hola, ¿cómo estás?” Entra en juego. —Le
tendió la mano para estrecharla con la de Ham—. Lo que nos lleva al paso
cuatro.
—Espera. ¿Cuál fue el tercer paso? —le pregunté mientras mi compañero
de piso, en trance, extendió la mano y tomó la de ella.
Mierda. Bien. Empezaba a interesarme por todo esto de los doce pasos de
mierda, porque maldita sea, Hammy parecía caer ante ello, con fuerza.
—Voz a voz. —Me echó un vistazo rápido, frunciendo el ceño, irritada—.
Y se sigue así.
Tragué saliva mientras los veía entrelazar los dedos. Entonces miré a mi
alrededor para asegurarme de que nadie más miraba.
Sí, sí, ya sé que quería empujar a estos dos a que se besaran, como hace
dos segundos. Pero, sinceramente, Hamilton necesitaba terminar con su chica
actual antes de pasar hacia la que estaba destinado en realidad, de lo contrario
nunca se perdonaría a sí mismo. Y... bueno, mierda. No me importaba si solo se
tomaban de la mano; ese maldito artículo que leyó Rubia debió saber de qué
diablos hablaba. No podía recordar haber visto tal intimidad con cualquier
chica como la de estos dos.
—¿Qué sigue? —murmuró Hamilton, incapaz de apartar los ojos de mi
cita.
—El siguiente pa… uh, el cuarto paso, es mano con mano, las cosas se
alejan de lo visual y auditivo, y van hacia lo... lo físico.
—¿Cómo qué? —preguntó en voz baja, repitiendo el paso dos y
follándola intensamente con su mirada.
Me acomodé en mi asiento. Si cualquier otra persona que viera esto no se
ponía como yo, entonces tenía que estar jodidamente muerto del cuello para
abajo.
—Uh... el, eh... —Pobre Rubia. Le salía humo, chisporroteando mucho
por él—. El quinto paso sería, eh... el brazo o mano en el hombro.
—Ya hemos hecho eso —dijo Hamilton, haciéndome levantar las cejas y
preguntarme cuando puso su brazo alrededor de ella. Pero luego lo explicó—:
La noche en que las tuberías se rompieron en tu cuarto de baño. En el sofá.
¿Recuerdas?
Rubia asintió. —Sí.
Tocarse en un sofá, ¿eh? Quedé impresionado.
La mirada de Ham cayó a la boca de Rubia. —¿Cuál es el paso seis?
Todos sabíamos lo que él quería que fuera el paso seis. Hijo de puta
caliente. No podía creer que fuera tan lejos después de solo dos Tés Helados
Long Island. Pero me encantaba. Lo emborracharía cada vez que me fuera
posible de aquí en adelante.
—Pa-paso seis. Manos en la cintura —dijo Rubia, con la cara enrojecida
y el pecho agitado.
Mi compañero de piso era el maldito hombre. La ponía toda caliente y
mojada con solo hacerle preguntas. Joder, ambos estaban poniéndome caliente
de solo escuchar sus preguntas.
—¿Y después? —Hamilton se inclinó como si fuera a deslizar su brazo
alrededor de su cintura.
Rubia cerró los ojos. —Boca a boca —dijo.
Mierda. Tenía que detenerlos. Ahora.
—Oye, ¿es Cora la que viene hacia aquí?
Hamilton levantó los ojos vidriosos y miró a su alrededor, pero no vio a
su novia. —No la veo. Oh, espera. Allí está; bailando con ese tipo.
—Hmm —le dije—. Podría jurar que venía hacia aquí y saludó, tratando
de llamar tu atención. Lo siento.
Rubia abrió los ojos y se encontró con mi mirada. Con un rubor, se
enderezó en su asiento e hizo un intento de alisar su blusa y tratar de no parecer
culpable.
Tamborileé con mis dedos la parte superior de la mesa y lamenté
interrumpir su momento, aunque sabía que los dos me darían las gracias por
eso... si alguno era consciente de lo que los acababa de salvar.
—En serio —murmuré cuando el próximo cantante comenzó “My Girl”.
Hice un gesto hacia mi compañero de piso—. Ham, suenas mejor que eso en la
ducha cada mañana. Ve allí y canta, para todos esos perdedores que no pueden
entonar una melodía no consigan su turno.
Rubia se volvió con curiosidad hacia él, sus labios retorciéndose con una
sonrisa. —¿De verdad cantas en la ducha?
—¡No! —Su cara se puso roja antes de que rodara los ojos y murmuró—:
Un poco.
—Un poco de cada jodida mañana —me burlé.
—Oooh —arrulló Rubia, tocándole el brazo—. Eso es tan lindo.
Ham la miró, luego arrancó rápidamente la mirada. —Solía tartamudear
cuando era más joven. Mi abuela me llevó a clases de canto para ayudar con
eso.
¿Qué? —No tenía idea de que tartamudeabas —dije.
Al mismo tiempo, una igualmente sorprendida Rubia decía—: Nunca te
he escuchado tartamudear.
—Sí, bueno. —Él rodó los ojos—. El canto me ayudó. Mucho.
Rubia le apretó el bíceps. —Así que, podrías cantar ahora. Por favor.
Se echó a reír, y un rubor tiñó sus mejillas. —Diablos, no.
—Voy a cantar contigo —ofreció ella, batiendo sus pestañas y haciendo
que Ham cayera en otro de esos trances, donde se quedaba mirándola.
Levanté mis cejas. —¿Vas a cantar? —le pregunté—. ¿También cantas en
la ducha, Rubia?
Se encogió de hombros. —No, pero me encuentro lo bastante borracha
como para intentar cualquier cosa en este momento.
Oh, eso era. —Hazlo, Ham —insistí.
No tenía ni idea de lo que le incentivó, pero él la agarró de la mano y se
puso de pie. —Está bien, lo haremos. Siempre y cuando cantes conmigo.
Ella asintió. —Dije que lo haría.
Cuando lo siguió hacia el escenario, crucé los brazos sobre mi pecho y
me senté en mi silla, listo para disfrutar de este espectáculo. Incluso saqué mi
teléfono para grabar un video para algún futuro chantaje contra Hamilton.
Una vez que el hombre delante de ellos concluyó su canción —jodidas
gracias, Dios— Ham y Rubia subieron al escenario. Silbé, haciendo que Rubia
me mirara y se ruborizara. Luego agarró la mano de Hamilton y se pusieron
juntos delante del micrófono.
Cuando empezaron los acordes iniciales, ella se inclinó y dijo—: ¡Cora!
Esta es para ti.
Fruncí el ceño. Esa perra no debería tener ni una parte de su canción.
Pero al otro lado de la habitación, Cora se volvió y se quedó boquiabierta,
mirando hacia el escenario, donde su novio y compañera de piso se hallaban de
pie juntos y balanceaban apenas con los acordes iniciales. Entonces Hamilton se
inclinó y comenzó a cantar. Y mierda, era bueno. Muy bueno.
Cora se puso de pie y se tapó la boca con las manos mientras lo
escuchaba. Incluso Hart salió de detrás de la barra donde trabajaba para
escuchar. Se detuvo junto a mi mesa y me preguntó—: ¿Qué demonios? No
sabía que Quinn podía cantar.
—Bienvenido al club.
Luego Rubia se unió en el coro. Silbé otra vez porque no estaba nada
mal. Ella y Ham se giraron para verse entre sí mientras cantaban, y no pude
contener mi sonrisa.
Se querían uno al otro completamente.
Miré a Cora, esperando su reacción a su chisporroteante química, pero
no creo que la perra siquiera se diera cuenta. Era más que obvio para mí que se
cantaban el uno al otro... no a ella.
Tan pronto como la canción terminó, sus rostros se iluminaron con el
logro. Creo que Ham le hubiera dado un abrazo, pero su novia saltó al
escenario y lo derribó, besándolo completamente en la cara antes de empujar la
lengua hasta su garganta.
La expresión de Rubia cayó inmediatamente.
Ah, infiernos.
Esperé hasta que ella bajó del escenario antes de alcanzarla, envolviendo
un brazo alrededor de su hombro. —Y eso, mi nueva amiga —le dije al oído—:
Es lo que llamamos mayormente estar jodido. Su boca no debería estar en la de
él en este momento.
Me miró, con el corazón en sus ojos. La lástima rebotó a través de mis
entrañas.
—Pensé que no eras amigos de las chicas —pronunció como si estuviera
en un sueño.
—Bueno, hago una excepción contigo. —La llevé directamente a la barra,
donde estaríamos más cerca del alcohol, y la emborraché hasta hipar.
Trató de encontrar a Quinn en la multitud con su mirada, pero su novia
zorra seguía follándolo en seco, así que desvié la atención de Rubia de nuevo a
mí antes de que pudiera verlo.
Media hora más tarde, me encontraba de espaldas en el baño de los
empleados, inclinado sobre el inodoro mientras sostenía su cabello en su
espalda y ella vaciaba su estómago.
—Está bien, eso fue asqueroso —admití.
—Lo-lo siento —sollozó, justo antes de que su estómago se rebelara de
nuevo.
—No te disculpes. Solo saca todo.
Así que lo hizo. Pasó los siguientes cinco minutos vomitando todo fuera
de su sistema.
Y en realidad esta era una de las mejores citas que tuve.
La razón número uno por la que no me molestaba en citas: Apestaban.
A la mierda con ellas y sigue adelante, siempre lo he dicho... y tal vez iba
a seguir diciéndolo, sobre todo porque la chica con la que podría haber hecho
una excepción estaba totalmente prohibida para mí.
—Gracias —dijo Rubia, mirándome desde sus mojados ojos inyectados
de sangre—. Tú... no eres un chico tan malo después de todo.
Gemí y moví mis ojos hacia el techo. —Sí, solo... prométeme que nunca le
dirás eso a nadie. Tengo una reputación como imbécil que defender.
—Lo prometo —me dijo en serio.
Sonreí y negué con la cabeza. —¿Estás lista para regresar?
Asintió, pero no se movió.
—Arriba y vámonos, Rubia. —Me levanté y agaché para coger su brazo.
Y fue entonces cuando Gamble apareció en la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó con suspicacia.
Eché un vistazo a Rubia y luego al inodoro. —¿Qué parece que sucede?
Gam seguía viendo como ayudaba a Rubia a levantarse y luego la
sostenía del brazo mientras nos dirigíamos hacia el salón y al sofá, donde se
dejó caer sin gracia.
—Los vi a ambos dirigirse hacia allí hace casi media hora. —Gam me
envió una mirada severa.
Rodé los ojos. —Bueno, lo siento, pero no vas a atraparnos haciendo
nada indecente. Tiendo a esperar hasta después de que la chica borracha vomite,
antes de empezar a tomar ventaja de ella. Jesús, hombre. ¿En serio?
—Solo digo... ella es amiga de Caroline. No quiero que nada malo le
suceda.
Sabía malditamente de quién era amiga. —Bueno, como puedes ver, está
bien. Toda su ropa puesta, lápiz labial sin correrse, la virginidad intacta. ¿Está
bien, papá?
Gam solo me frunció el ceño. —No tienes que ser un idiota al respecto.
Suspirando, me froté la cara. —¿Dónde está Ham? Llegamos aquí con él
esta noche. ¿Está listo para irse o qué?
Con un bufido, negó con la cabeza. —Creo que se encuentra demasiado
ocupado follando prácticamente a su novia en la pista de baile para darse
cuenta de la hora que es.
Al escuchar eso, Rubia se hizo un ovillo en el sofá y empezó a sollozar.
Fulminé a mi amigo con la mirada. —Así se hace, idiota.
—¿Qué? —Miró boquiabierto a Rubia como si fuera una especie de
alienígena—. ¿Qué dije?
—Solo... —Lo despedí—. Ve y dile a Ham que estamos listos para irnos
ahora, ¿quieres?
25 Traducido por Gise
Corregido por Eli Mirced

Quinn
Desperté con el dolor de cabeza del infierno partiendo a través del centro
de mi cráneo. Después de quejarme, cerré con fuerza mis ojos y agarré mis
sienes, deseando que me sacaran de mi sufrimiento.
—Buenos días, amante —susurró una voz en mi oído y una mano se
deslizó por mi muslo desnudo. Cora se frotó contra mí, sus pechos desnudos
aplastando mi bíceps—. He estado esperando que despiertes.
Traté de despegar mi lengua seca del techo de mi boca. —¿Qué… qué
hora es?
—Demasiado tarde para que hagas panqueques, pero está bien. —Cinco
ansiosos dedos se cerraron alrededor de mi erección mañanera—. Prefiero
salchicha de todos modos.
Mis ojos casi se cruzaron mientras el dolor en mi cabeza se mezclaba con
el placer que se extendía desde mi ingle.
—Estuviste tan increíble anoche —murmuró en mi oído justo antes de
mordisquear el lóbulo con sus dientes—. ¿Recuerdas lo impresionante que fue?
No.
Parpadeé hacia el techo, tratando de recordar la noche anterior. Pero no
se me ocurrió nada. ¿Por qué no podía recordar lo que había pasado?
—La mejor noche de toda mi vida —gimió mi novia mientras me
bombeaba un poco más rápido.
Extendí la mano y la tomé de la cintura, descubriendo que se hallaba tan
desnuda como yo. Maulló cuando deslicé mi mano sobre su trasero. Luego la
animé a que se colocara encima de mí, y ella estaba más que dispuesta a subir a
mi regazo.
Cora encontró un condón y lo deslizaba en su lugar antes de que pudiera
buscar uno yo mismo. Y luego, bajaba sobre mí.
Veinte minutos más tarde, seguíamos jadeando; ella estaba tumbada
sobre mi pecho, demasiado cansada para moverse, y yo todavía no podía
recordar ni un solo detalle de la última noche.
—Está bien —admití finalmente—. No recuerdo lo que pasó anoche.
Empecé a frotar su espalda, esperando que no se molestara porque lo que
sea que haya sucedido anoche hizo que explotara esta mañana hasta que había
estado cantando lo mucho que me amaba solo hace cinco minutos cuando se
vino… por segunda vez.
Pero en lugar de molestarse, se rió y frotó su nariz contra mi garganta. —
Sí, tú sí que bebiste mucho.
Mis ojos se abrieron. —¿Bebí? —Una visión repentina me golpeó, de estar
tragando un gran sorbo y luego riendo de algo que le dije a una chica… excepto
que la chica con la que había estado riendo no era Cora. Al menos, no creo que
lo haya sido. Juro que había sido Zoey. Pero me había estado inclinando hacia
ella hasta que casi nos tocábamos mientras me reía, lo que no podía estar bien.
—¿Por qué estaba bebiendo?
—Ten te convenció de que lo hicieras, o algo así. No lo sé.
—¿Ten? —Oh. Claro. La cita doble. Me estremecí, esperando que a Zoey
le haya ido bien con Ten, desde que yo obviamente no había estado con la
mentalidad adecuada para mantenerlo a raya.
—Tú y Zoey se emborracharon.
Mis cejas se arrugaron. —¿Sí? —Ahora eso sí que sonó extraño.
Cora empezó a besar mi pecho. —Sip. Y luego cantaste para mí en el
karaoke.
Mis ojos se abrieron. —¿Qué?
—Luego bailaste conmigo hasta que llegamos a casa e hicimos el amor
por el resto de la noche. Nunca antes te había visto tan insaciable. Era como si
no pudieras tener suficiente de mí.
Me sonrojé, deseando poder recodar eso.
Pero luego, otro recuerdo intermitente me vino a la cabeza. Había estado
cerrando con fuerza mis ojos mientras respiraba con dificultad y golpeaba duro
y sin delicadeza dentro de una mujer. Sin embargo, había estado pensando en
Zoey.
Mi mirada saltó con culpa hacia Cora. Había estado pensando en su
compañera de habitación mientras me encontraba dentro de ella. Eso tendría
que ser la peor cosa que había hecho jamás. Quería disculparme y rogar por su
perdón, pero de ninguna manera quería confesarle lo que había hecho… o por
qué yo no podía “tener suficiente de ella” anoche.
Oh, Dios. Creo que necesitaba vomitar.
—Fuiste, como, el hombre que siempre supe que podías ser.
Cora rodó fuera de mí para acurrucarse a mi lado. Mirándome con amor,
siguió moviendo su mano arriba y abajo por mi pecho.
Sabía que estaba mal, pero no podía decirle. No había razón. Solo la
lastimaría, y no podía retractarme ahora. Deseando poder hacer algo —
cualquier cosa— para compensar a Cora, rodé hacia ella y acaricié su cuello con
mi nariz, respirando su aroma y disculpándome en silencio por imaginarme a
alguien más cuando debería haber estado concentrándome en nada más que
ella. Ronroneó a mis caricias de disculpas y agarró un puñado de mi cabello.
—Así que he estado pensando —murmuró ella.
Le di la vuelta sobre su espalda y me moví sobre ella para arrastrar la
punta de mi nariz sobre la pendiente de su pecho. Esta mañana, juré, no tendré
nada más que Cora en mi mente, nada más que Cora en mi corazón. Lo que sea
que ella quisiera, me aseguraría de que lo tuviera. —¿Qué estuviste pensando?
—¿Sabes la manera en la que Noel se le propuso a Aspen… era algo
público, y sin embargo fue detrás de ese bar y escondido detrás de todas esas
chicas sentadas ahí para que nadie excepto nuestro grupo pudiera ver lo que
pasaba?
—¿Sí? —dije bateando mi lengua contra su pezón.
Se arqueó debajo de mí y empezó a respirar con fuerza mientras
acariciaba mi cabello, animándome a continuar.
—Está bien, bueno, pensé, quiero algo más público que eso. Quiero que
todos vean y sepan lo mucho que me amas y me adoras.
Abandoné su pezón y levanté mi cara para mirarla a los ojos.
¿Pero ella acaba de decir…?
Me sonrió y tomó mi cara. —Por mucho que te quiera de nuevo, bebé, no
tengo tiempo para otra ronda esta mañana. Debo estar fuera de aquí en una
hora.
Fruncí el ceño. Después de lo que acaba de decirme, como que esperaba
que ella quisiera pasar el día entero juntos. Yo no tenía clases, práctica, juego, ni
trabajo… lo que era raro para mí. Me encontraba listo para darle todo, sobre todo
después de que acabara de sugerir que se quería casar conmigo.
—¿A dónde tienes que ir? —pregunté, desconcertado.
—Rachel me exigió ir de compras. —Salió de la cama, pero yo me quedé
sentado ahí, perplejo, mientras la miraba deslizándose en su ropa interior.
Luego me incorporé, pasando la mano por mi cabello, preguntándome
cómo ir de compras con Rachel podría ser más importante que yo… después de
que ella acababa de tener la mejor noche de su vida conmigo, y mencionaba
propuestas.
Pero ella me había dado mucho en qué pensar mientras se escabulló por
la puerta diez minutos más tarde. Matrimonio y propuestas saltaban a través de
mi cerebro.
Incluso mientras pensaba en todo eso, miré alrededor del apartamento
antes de marcharme, esperando ver a Zoey. Quería preguntarle cómo había ido
su noche y si su cabeza la mataba tanto como la mía a mí. Pero no la vi por
ningún lado. Así que me fui sin poder hablar con ella.
Zoey
Me escondí en mi habitación por el resto del fin de semana. Después de
escuchar a Cora gimiendo el nombre de Quinn el sábado por la mañana cuando
desperté, me hice un ovillo y lloré.
La cabeza me latía con fuerza, mi boca se sentía más allá de seca y
necesitaba hacer pis. Pero me negué a salir de mi habitación hasta que escuché a
Quinn y a Cora irse.
Una sola vez, traté de ver un poco de Psych en Netflix, pero me recordaba
demasiado a Quinn. Cuando, por fin, Shawn y Jules tuvieron su primer beso en
el programa, empecé a llorar de nuevo.
Así que, hice algo de tarea para distraerme, pero era en biología donde
necesitaba trabajar más. Al recordar cuando él me ayudó a estudiar, yo, sip…
lloré aún más.
No podía creer que casi lo besé. No podía creer que él se diera la vuelta y
pasara el resto de la noche y la mañana siguiente con Cora. No podía creer…
bueno, había muchas cosas que no podía creer, y me daba dolor de cabeza.
Cuando llegó el lunes, consideré saltarme la clase de arte. ¿Qué pasaba si
rompía a llorar al momento en que llegara él?
Si bien sabía que no podía esconderme de esto para siempre, así que
asistí. Incluso llegué temprano para poder estar ya en mi asiento y preparada
antes de verlo. Excepto que Caroline se mordisqueaba el labio inferior y me
esperaba ansiosamente fuera del edificio.
Saltó hacia adelante y me agarró del brazo, haciéndome saltar. —Así que,
¿cómo estuvo la noche del sábado?
Gemí y cerré los ojos, cubriendo mi cara con ambas manos. —Casi lo
besé —admití, necesitando confesárselo a alguien.
—¿Qué? —jadeó Caroline—. Tú… oh, Dios mío. No puedo… —Parecía a
punto de llorar, así que bajé mis manos y abrí los ojos. Parpadeando rápido,
preguntó—: ¿Él también se apartó de ti?
Negué con la cabeza, confundida. —¿Eh?
—Oren —insistió ella.
—¿Oren?
—Oh, Dios mío, Zoey. —Chasqueó los dedos frente a mi cara—.
Mantente al día. Acabas de decir que casi lo besaste.
¿Qué? —No, no lo hice. ¿Por qué lo besaría a él?
—Porque acabas de decirlo… el sábado por la noche… en la cita que
fuiste con él.
Gruñí y enterré mi cara en las manos. —Oh, Dios mío, me olvidé
totalmente de la parte de la cita. Soy la peor persona. No solo casi traiciono a mi
amiga más antigua, sino que casi besé a un chico mientras estaba en una cita
con otro.
—Espera. ¿Qué? —Caroline me agarró del brazo. Fuerte—. Si no besaste
a Oren, entonces a quien… —Sus ojos se abrieron de golpe—. No lo hiciste —
susurró y miró alrededor antes de sisear—: ¡¿Casi besaste a Quinn?! —Luego
hizo un chillido feliz y literalmente saltó—. OhDiosmío, ¡genial!
—Shh. —Tiré de su brazo para hacerla callar—. Fue… estábamos…
borrachos. Y hablando… y nos inclinamos hacia el otro, pero no… ¿sabes qué?
No creo que casi nos hayamos besado. Nos acercamos para escucharnos mejor
sobre todo ese ruido. Sí. Nunca besaría al novio de otra mujer. Simplemente…
no…
Caroline arqueó una ceja. —Sé que él te gusta, Zoey —dijo ella en voz
baja—. No tienes que mentirme.
Lágrimas llenaron mis ojos, pero rápidamente me las tragué. No tenía la
intención de mentirle. Solo había estado en negación.
—Maldita sea, sí que hacemos un par —dijo ella, tomando mi mano y
apretando mis dedos—. Gustándonos chicos que no podemos tener. O que no
nos tendrán a nosotras. —Me empezó a llevar a la sala de arte, pero se detuvo
cuando vio a alguien merodeando en la parte de atrás, donde se encontraban
nuestras sillas.
Sacudiéndome, me detuvo a su lado, apuntó y susurró—: Mira.
Alguien que llevaba una sudadera con la capucha puesta, ponía algo en
la silla de Caroline.
Le di un codazo. —Oh, Dios mío. ¡Es tu admirador secreto! ¿Puedes ver
su cara? —Nadie había encendido las luces en la habitación y él se hallaba
enfundado en la sombra.
Cuando él miró hacia nosotras, rápidamente salimos de la puerta, luego
con la misma rapidez miramos adentro mientras él empezaba a correr escaleras
abajo. Empezaba a pensar que la forma en la que él se movía se veía familiar,
cuando pasó por un bolsillo de luz de sol que entraba por las ventanas.
Mi boca se abrió y Caroline apretó su mano alrededor de la mía cuando
Ten pisó el último escalón y se volvió en la dirección opuesta a nosotras,
escapando por el otro lado de la sala de conferencias.
Como una bala, Caroline corrió a la habitación y por las escaleras.
—Es… Zoey… Mira.
Con los ojos abiertos y sin aliento para explicar, dio vuelta a la página
para mostrarme lo que Ten había dejado para ella.
Puse la mano sobre mi pecho, con la boca abierta. Era el mismo dibujo
que su admirador estuvo dejándole todo el semestre, pero esta vez la Caroline
de la imagen y el gatito rodaban en el césped, riendo.
—¿Ten es tu admirador secreto? —Levanté mi mirada aturdida hacia ella,
y ella me miró, viéndose tan sorprendida como yo me sentía, antes de que la
sonrisa más grande floreciera en su rostro.
—Lo es. —Se cubrió la boca mientras lágrimas brillaban en sus ojos. Y
luego se echó a reír—. Oh, Dios mío. De verdad lo es.
Se sentó a ciegas en su silla y siguió mirando la imagen en la que él puso
tanto tiempo y detalle en dibujar. —No puedo creer que sea tan buen artista.
Ninguna de las basuras que él hace para los trabajos de clase nunca se ven así
de bien.
Me senté a su lado, tomando el lugar de Reese. —El sábado me enteré de
que él se especializó en arquitectura.
Ella parpadeó. Luego sacudió la cabeza. —¿Pero por qué tomaría un
curso de arte para principiantes si está en el último año con una especialización
en arquitectura?
No debería decírselo, pero tomé aire y lo hice de todas formas. Estaba
cansada de mentirles a tantas personas sobre tantas cosas. —Creo que él sabía
que no era el horario de clases de tu hermano el que vio sobre la mesa en tu
casa. Creo que él solo… quería una razón para estar cerca de ti.
Caroline resopló. Miró salvajemente alrededor de la habitación por un
minuto antes de enfocarse de nuevo en mí. —Pero… él me alejó. Traté de
besarlo, y…
—Eres la hermanita de su mejor amigo. Él sabe que debe mantenerse
alejado.
Se quedó boquiabierta. —Bueno, a la mierda con eso. Si Oren… si a él de
verdad y honestamente le gusto, Noel no va a meterse en mi camino.
Con una carcajada, exclamé—: Desearía poder ser más como tú.
Resopló. Pero creo que estaba demasiado emocionada sobre la idea de
que Ten gustara de ella para molestarse en discutir conmigo. En lugar de eso,
empezó a esponjar su cabello y a pellizcar sus mejillas. —Mierda. Sabía que
debí haberme arreglado hoy. ¿Cómo me veo? Sé honesta.
Sonreí. —Te ves adorable.
Reese llegó entonces, trayendo un vaso de polietileno.
—Starbucks está malditamente decidido a que yo no obtenga mi moka
de chocolate blanco. Se quedaron sin tapas y ya casi derramo esto dos veces. —
Casi se tropezó con sus pies y lo derramó de nuevo cuando me vio sentada en
su silla—. ¡Oh! Hola.
—Lo siento. —Empecé a ponerme de pie, dándole su silla de vuelta—.
Solo hablábamos.
Pero ella me movió de vuelta abajo. —No, está bien. Quédate. Me puedo
sentar junto a Quinn. Él siempre huele bien, de todos modos. Puedo beber mi
café con leche y olerlo a él por toda una hora.
Sí, eso es también lo que yo solía hacer toda una hora, sin el café con
leche.
Él entró en la habitación entonces, hablando con Ten, quien entró con él,
ahora usando una camiseta.
Todo dentro de mí se puso en atención.
A mi lado, Caroline tomó un respiro.
Quinn se veía increíble; su cabello estaba arreglado como si su mano lo
hubiera peinado y su camisa era una de esas cosas a cuadros con botones que se
ajustaba a su gran cuerpo, perfectamente suficiente para hacerme agua la boca.
—… y luego ella rasguñó mi espalda hasta la mierda cuando se vino —
decía Ten. Levantó la parte de atrás de su camisa en la que ahora podía leer:
“¡Oye! La chica que suele chuparme la polla tiene una camisa como la tuya.” Luego él
torció su torso para mostrarle a Quinn largas marcas de arañazos de color rojo
en su espalda… excepto que todos nosotros las vimos.
Mi boca cayó abierta mientras miré a Caroline.
Su cara se puso blanca como una hoja mientras se puso de pie. —Oh.
Dios. Mío. —Apretando los dientes, miró a Ten como si fuera a asesinarlo con
gusto en ese segundo. Ella literalmente temblaba mientras apretó los puños en
sus costados.
Él se detuvo cuando notó la fuerza de su atención. Dejando caer de forma
casual su camisa, frunció el ceño. —¿Cuál es tu problema?
—Sabes qué —gruñó ella—, tú lo eres. Me pones enferma. La forma en la
que te acuestas con todo el mundo es atroz. Tendrías que sumergir tu polla en
ácido para limpiarla de todas las chicas que has tenido.
Retrocediendo sorprendido por el veneno de su declaración, empezó a
sacudir la cabeza, solo para resoplar y preguntar—: ¿Por qué querría limpiar
esa mierda? Me llevó años juntar tanto coño.
—Oh… tú… —Su rabia era tan tóxica que creo burbujeaba por encima de
mí, porque de repente sentí la necesidad de…
Arrebatando la taza de Reese de su escritorio, Caroline volcó toda la
bebida en la cabeza de Ten.
—¡Mi moka!
—¡Mierda, mujer! Eso está caliente.
Mi boca se abrió mientras el caos estalló: Caroline echando humo, Ten
tratando de sacudir el vapor húmedo que emanaba de su cara y de su espantosa
camiseta, y Reese lamentándose por su bebida perdida. Luego Caroline lo
golpeó con fuerza en el hombro antes de marcharse por las escaleras y salir de
la habitación.
Quinn me miró inquisitivamente, luego dio un respingo cuando pareció
darse cuenta de que Reese iba a sentarse junto a él. Juro que una pizca de dolor
entró en sus ojos, pero Ten robó nuestra atención cuando empezó a maldecir.
—¿Qué carajos fue eso?
No tenía ganas de decirle que Caroline había descubierto que él era su
admirador secreto, pero Reese no tenía problema aclarándose la garganta y
diciendo—: Tal vez la próxima vez no hables de tu vida sexual frente a ella,
¿está bien, idiota? Entonces tal vez pueda beber mi dosis matutina de azúcar y
cafeína en lugar de verla desperdiciada sobre tu estúpida e idiota cabeza.
Ten extendió los brazos y la miró boquiabierto. —Estoy cubierto aquí con
quemaduras de segundo grado ¿y tú estás preocupada por tu jodida bebida?
—Bueno… sí. —Reese rodó los ojos—. Y tú estás bien. Ni siquiera deben
ser quemaduras de primer grado, bebote.
Ten aspiró y se volvió para marcharse. —Increíble.
Reese también aspiró. —No voy a servir de nada sin mi dosis. —Se puso
de pie y nos deseó a Quinn y a mí un buen día antes de marcharse.
Dejándome sola con Quinn Hamilton.
Mi respiración se aceleró en mi pecho mientras lo miraba con inquietud.
Pero él solo sonrió con su habitual y cálida sonrisa como si no hubiera
estado a centímetros de besarme hace dos noches, como si no hubiera roto mi
corazón cuando se volvió hacia Cora después de cantar para mí, como si yo
fuera solo una amiga que no significa nada más que compañera de estudio de
biología y una ocasional conversación. Luego tomó la silla abandonada de
Reese y se sentó junto a mí.
—No te he visto desde el sábado para preguntarte si te divertiste en la
cita —dijo él, sacando su cuaderno y abriéndolo.
Mis labios se abrieron mientras lo miraba fijamente.
Cuando no le respondí lo suficientemente rápido, él alzó la mirada. —
Cora dice que ambos nos emborrachamos. —Se acercó y bajo la voz—. ¿Estás
como yo? No puedo recordar… nada.
Mi boca se movió, pero como no llegaron palabras, la cerré. ¿Él no
recordaba? ¿Nada?
No estaba segura si debería sentirme aliviada o destrozada.
Empecé a sacudir la cabeza, lentamente al comienzo y luego un poco más
rápido. —No —dije con voz ronca—. No, no recuerdo nada.
Dejó escapar un suspiro de alivio. —Cora dice que canté una canción
para ella en el karaoke. —Rodando los ojos, dio una risa melancólica—. Eso
debió haber sido horrible.
No, de verdad no lo fue. Tiene una buena voz, una que podría escuchar
para siempre.
Luego un pensamiento me asaltó. ¿Cora no le dijo que yo había cantado
esa canción con él?
Mi labio inferior tembló, pero mordí el interior de mi mejilla y me negué
a llorar.
El profesor comenzó la clase, pero aparentemente Quinn se hallaba de un
humor hablador. Empezó a escribir en su libreta antes de golpear mi pierna con
la suya para llamar mi atención.
Necesito pedirte un favor.
Levanté la mirada hacia él, y me dio una gran sonrisa, derritiendo mi
resistencia con su hoyuelo. No había forma en la que le pudiera negar algo.
¿Qué sería eso? Escribí en respuesta.
¿Estarías dispuesta a saltarte las clases mañana e ir conmigo para ayudarme a
escoger un anillo… para Cora?
Me quedé mirando sus palabras. Luego las volví a leer.
Un zumbido llenó mis oídos y plomo pesaba en mi estómago. Pero no
importaba cuantas veces leyera sus palabras, siempre decían exactamente la
misma cosa.
Debí haberme quedado mirando demasiado tiempo, porque Quinn
empujó mi rodilla de nuevo.
Viré mi mirada a su rostro. La pregunta en sus ojos me llevó de vuelta al
presente. Parpadeé, luego parpadeé un poco más antes de murmurar la palabra.
—Guau.
No era necesariamente un Guau en un buen sentido, pero él sonrió de
todas formas como si estuviera complacido por mi reacción. Sus ojos se
iluminaron, su boca se precipitó en esa curva que me encantaba, y toda su cara
simplemente… brilló.
Él estaba feliz, tan malditamente feliz mientras yo tenía miedo de
vomitar. Cerré la boca y forcé a sacar cada respiración por la nariz. Luego asentí
porque era totalmente incapaz de escribir la palabra sí.
26 Traducido por Vani
Corregido por Lizzy Avett’

Zoey
—Así que... eso fue inesperado. —Por fin encontré el coraje de admitir al
día siguiente.
Me senté en el asiento del copiloto de la camioneta de Quinn mientras él
nos llevaba hacia la tienda de joyería. Así podría comprarle a Cora un anillo de
compromiso.
Me miró. —¿Hmm?
—Tú, ya sabes... —Agité una mano—. El anillo. Tu compromiso. Yo no...
Quiero decir, no me di cuenta que fueras tan serio con ella... que su relación era
tan seria.
Sus mejillas enrojecieron mientras sonreía a través del parabrisas. —
Bueno... sí. Fue bastante inesperado. Es decir, no lo había planeado ni nada.
—Pero ayer solamente, qué... ¿te despertaste con unas ganas repentinas
de proponerle matrimonio a alguien?
Bueno, pude haber sonado un poco amarga allí, porque él me miró con
sorpresa.
—Quiero decir... —me apresuré a añadir, salvo que él ya sacudía la
cabeza.
—Cora no es alguien cualquiera. Es mi novia. Hemos estado saliendo
durante meses. Estamos enamorados. —Me miró, escrutadoramente—. ¿No
crees que debería pedírselo? ¿Crees que es demasiado pronto?
Inundando mi cara con calor, ondeé la mano. —No dije que no deberías
pedírselo.
Asintió. —¿Entonces piensas que sí debería hacerlo?
Grr. ¿Por qué me hacía responder a eso? Solo quería inclinarme hacia
adelante y golpear mi cabeza contra el salpicadero. Yo era la última persona en
la tierra que debía responder esa pregunta.
Todas las razones por las que no debía hacerlo flotaban en mi cabeza.
Porque te quiero para mí.
Debido a que ella miente.
Eres demasiado joven. No has salido con ella lo suficiente. Ni siquiera le gusta el
fútbol. Miente. Y yo te quiero para mí.
Ugh. No podía decirle nada de eso.
Así que pensé en las razones positivas.
Está enferma y necesita ayuda, de la que alguien de buen corazón le podría dar.
Cualquier mujer tendría suerte y el honor de recibir una propuesta como esa de tu parte.
Tú la amas.
Y con eso en mi cabeza, perdí mi gusto por todas mis razones positivas.
Miré por la ventanilla de su camioneta. Él la amaba, y no había manera de
discutir eso.
—Creo que deberías hacer lo que tu corazón siente que es correcto.
Quinn estuvo en silencio por un minuto. —Ella se despertó tan feliz en la
mañana del domingo. Quiero decir, incluso dijo que la noche del sábado fue la
mejor de su vida.
No, esa había sido la mejor noche de mi vida. Y luego Cora lo había
alejado de mí, saltando al escenario y besándolo después que él había cantado
esa canción para mí.
—Y no puedo recordar qué pasó, pero algo hice. Algo grande. Creo que
fue increíble.
Tragué saliva, hundiéndome en mi asiento, preguntándome si había sido
algo increíble conmigo... o algo increíble con Cora. Estuve tentada a decirle...
sobre nosotros, cómo habíamos hablado, coqueteado, casi besado, cómo me
había mirado a los ojos cuando cantamos esa canción juntos. ¿Pero si me había
equivocado? ¿Y si eso increíble que creía recordar había sido algo que pasó con
Cora más tarde?
¿Y si trataba de robarle el novio a mi compañera de piso mientras él
quería comprarle un anillo de compromiso? Eso me haría la más despreciable
de los despreciables, especialmente cuando ella estaba tan enferma y...
Tomé una respiración temblorosa. Desde que me mudé aquí, Cora no
había estado actuando como la recordaba de casa. Pero tal vez, las mentiras y
los secretos se detendrían después del trasplante. Ella tenía que tener miedo;
sabía que lo tenía. Tal vez el miedo la hacía arremeter. Y tal vez había estado
siendo tan desagradable conmigo porque no le gustaba la forma en que yo
siempre miraba a su novio. No la culparía por eso. ¿Y qué sí ella y Quinn se
encontraban destinados, y yo obstaculizaba eso, haciéndole preguntas sobre sus
razones?
—Ella también dejó caer una indirecta. —Quinn me miró rápidamente
antes de regresar su atención a la carretera—. Una muy grande. El domingo por
la mañana, más o menos me dijo cómo quería que le propusiera matrimonio.
Asentí y tragué. —Bueno, entonces. Parece que sabes lo que dirá cuando
le preguntes.
Se removió en su asiento, viéndose incómodo. —Todavía no crees que
debería preguntarle, ¿no?
Aspiré y le sonreí. —En realidad, estoy feliz de que Cora encontrara a
alguien que está tan seguro sobre ella, y que la trata como tú lo haces. —Puse
mi mano en su hombro e ignoré la emoción que tocarlo envió a través de mí—.
Creo que vas a hacer un marido increíble.
Asintió humildemente; su sonrisa agradecida mató una pequeña parte de
mí. —Gracias. Eso significa mucho, Zoey.

—No tenías que comprarme el almuerzo.


Al otro lado de la mesa al aire libre, Quinn levantó la vista de su
sándwich. —Quería. Además, me muero de hambre. —Hundió sus dientes en
el pan y gimió.
—¿No hay nada como encontrar el mejor anillo para despertar tu
apetito? —supuse.
Sonrió, con cierto orgullo. —Fue un anillo bastante increíble, ¿no?
Asentí. —Definitivamente fue mi favorito.
Con una carcajada, sumergió un puñado de papas fritas en su salsa de
tomate. —Me di cuenta. Una vez que lo viste, no miraste ningún otro.
—¿Qué puedo decir? Tengo un gusto impresionante.
—Sí, lo tienes. —Hizo una pausa para llegar al otro lado de la mesa y
cubrir mi mano con la suya. Sus dedos eran grandes y cálidos. Quería voltear la
palma hacia arriba y presionarlas juntas. Pero me contuve cuando me envió una
mirada seria—. Fuiste increíble hoy, Zoey. Gracias por entrar ahí conmigo. No
sé cómo podría haber hecho esto sin ti. Eres la mejor.
Me encogí de hombros, a pesar de que la grieta en mi corazón se
ensanchó un par de centímetros. —No fue gran cosa. Me siento honrada de que
pensaras en preguntarme. —Honrada y, sin embargo, con el corazón roto.
Quinn se ensombreció. —No, en serio. Eres la mejor, ya sabes. Es... —
Apartó la mirada antes de volver a sonreírme, matándome con su hoyuelo—.
No es fácil para mí hacer amigos. Cora y los chicos de Forbidden son lo más
cerca que he estado de nadie. Pero tú... tú eres uno de las mejores amigas que he
tenido. Me alegro que Cora te convenciera para venir aquí este semestre. Creo
que la ayudaste a establecerse. Había estado preocupado de que ella estuviera
de fiesta demasiado y... comenzaba a ponerse salvaje. Pero tú la hiciste dar
marcha atrás. —Apretó mis dedos con gusto y luego me soltó—. Gracias.
Apartando mi flequillo de los ojos, cambié de tema antes de que pudiera
empezar a llorar sobre él. —Así que ¿cómo vas a proponerte?
—Bueno. —Se echó hacia atrás y respiró—. Su lugar favorito para comer
es Kenny Crab Shack, así que iba a llevarla allí y ver si el camarero puede traer
el anillo con la comida, colgando de un pinche o algo por el estilo. No me
apetece hacerlo en un lugar público. —Me envió una especie de sonrisa rara—.
Pero eso es lo que ella quiere.
Asentí. —Sí. Puedo imaginar a Cora dando la indirecta para ese tipo de
propuesta.
Quinn asintió. —Pero todavía no sé lo que voy a decir.
—¿Qué? —Puse la mano sobre mi pecho—. ¿El futuro cirujano del
corazón no sabe cómo expresar una propuesta de boda?
Cuando él se sonrojó, rodé los ojos. —Solo mantenlo simple. Ponte en
una rodilla, toma su mano y mírala amorosamente a los ojos. Luego di algo así
como: “Con cada latido de mi corazón, te pertenezco. Te amo, Cora Lorraine
Wilder. ¿Quieres casarte conmigo?”
Quinn me miró. Cuando él no respondió, me sonrojé y agaché la cabeza.
—Bueno, eso fue demasiado cursi, pero me pareció que la referencia del
corazón sería linda, desde que, ya sabes...
—No. No. —Negó con la cabeza—. Eso no fue cursi. Fue... fue perfecto
en realidad. Gracias, Zoey.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho cuando me di cuenta en ese
momento, que no solo estaba enamorada de Quinn Hamilton. Lo amaba.
Oh, Dios. Lo amaba.
—Oye —murmuró en voz baja, golpeando la mesa delante de mí para
conseguir mi atención. Cuando levanté mi cara, señaló a la pareja pasándonos
en la acera—. Puede decirse que a él le gusta.
Ellos no tomaron de la mano ni se tocaban, y tenían su atención puesta
hacia abajo en vez de adelante, pero concordaba totalmente con la evaluación
de Quinn.
Aun así, tuve que preguntar. —¿Cómo lo sabes?
Sonrió suavemente. —Mira. Él agarra una hoja de cada árbol que pasan.
Es como que tiene que mantener sus manos ocupadas para evitar tocarla. —Y
en el momento justo, el chico se acercó y tiró de una nueva hoja de árbol.
Le sonreí a Quinn. Él sonrió y volvió su atención a la pareja como si
estuviera esperando a que el chico eluda la siguiente hoja y toque a la chica.
—Shawn y Jules se besaron —solté.
Se volvió hacia mí lentamente. Entonces sus ojos se abrieron. —¿En
Psych?
Asentí. —Lo vi esta semana.
—¿Qué tan avanzada estás? Voy a tener que ponerme al día.
Empecé a jugar con mi comida, dándome cuenta que no había tocado un
bocado. —¿Crees que terminarán juntos?
—No lo sé —respondió—. Espero que sí. Ellos son lo mejor.
—Sí. Yo también lo espero. —Porque si no era así, quizá perdería por
completo mi esperanza en el amor.
27 Traducido por Hariel D’Art
Corregido por Sandry

Quinn
Tenía un partido local el jueves y estaba libre en el trabajo el viernes, así
que planeé llevar a Cora al restaurante de Jenny.
Ganamos el partido, por supuesto. Siempre ganábamos. Con Noel a
cargo, éramos prácticamente invencibles. En realidad habíamos ganado con
tanta diferencia que solamente tuve que jugar de mariscal de campo los últimos
cinco minutos.
Alegre por ello y nervioso por mi proposición a Cora, no podía parar de
tamborilear los dedos en mi muslo mientras me encontraba sentado en la mesa
esperando a que llegara nuestro plato principal.
En cualquier minuto, vendrían con nuestra comida... con su anillo. Seguí
intentando recordar las palabras que había dicho Zoey, las palabras que había
pensado que serían la propuesta perfecta, pero mi mente estaba confusa y no
podía concentrarme lo suficiente para recordar algo.
Cogí el vaso de agua y di como el centésimo sorbo de la noche. Me
preocupaba que mi boca se secara llegado el momento, pero luego estaba
igualmente preocupado por beber demasiado y tener que ir al baño en el
preciso momento en que ellos trajeran el anillo.
El personal había estado encantado de participar en mis planes cuando
había traído antes el anillo. Creo que todos también eran unos románticos de
corazón. Seguía mirando a las camareras y camareros robando secretas sonrisas
en mi dirección cada vez que pasaban, lo cual me provocaba nudos en el
estómago con incluso más nervios.
No creo que hubiera hecho una cosa tan grande y pública antes en mi
vida. Pero por Cora, lo haría. Salvo… ¿y si decía no? ¿Y si la malinterpreté
completamente el pasado domingo por la mañana?
Demonios, ¿y si decía que sí? ¿Me encontraba listo para casarme?
Frente a mí, el teléfono de Cora sonó con un mensaje de texto entrante.
Era aproximadamente el veinteavo texto que había recibido desde que llegó
aquí. La observé mientras cogía su teléfono y leía la pantalla. Quienquiera que
sea con el que estuviera hablando tenía muy poco que decir, porque ella estudió
la pantalla un rato antes de sonreír y escribir una respuesta.
Cuando mi teléfono sonó, yo resplandecía, pensando que acababa de
escribirme.
Pero cuando revisé mi pantalla, era de Zoey. Relájate ya. Te ves como si
fueras a vomitar en cualquier segundo.
Levanté el rostro y miré alrededor hasta que la ubiqué sentada al otro
lado del restaurante en un taburete en el bar.
Cuando se dio cuenta de que la había encontrado, sonrió e hizo señas con
la mano, dándome un pulgar arriba mientras balanceaba las piernas con alegría.
No sé por qué, pero saber que ella se hallaba aquí, de inmediato, alivió
mis nervios. Suspiré y todos mis músculos dejaron de tensarse.
Luego negué con la cabeza y le envié un mensaje en respuesta, puesto
que Cora aún seguía al teléfono. ¿Qué estás haciendo aquí, chica loca?
No podía mantenerme alejada. Me estoy muriendo por ver la expresión
de Cora cuando diga que sí. ¿Está bien, no?
Puse los ojos en blanco. Solamente asegúrate de que no te vea antes de
eso. O podría levantar sospechas.
Comprendido, jefe.
Cuando lo leí y la miré, me mandó un saludo. Luego se contoneó en su
taburete como si estuviera haciendo alguna clase de baile en su asiento. Tuve
que cubrirme la boca con la mano para evitar reír a carcajadas.
Frente a mí, Cora se reía.
Mi mirada se dirigió a ella.
Seguía sonriendo de lo que sea que estuviera leyendo cuando empezó a
responder el texto. Curioso por lo que estuviera alejando su atención de nuestra
cita, pregunté—: ¿Qué es gracioso?
Levantó la cabeza rápidamente con los ojos muy abiertos. —¿Qué?
—¿A quién le estás mandando mensajes?
—Oh. Uh... a Zoey.
Lancé una mirada hacia Zoey. Ella no era quien enviaba mensajes a Cora.
Volví a mirar a mi novia. Y me di cuenta.
Oh… demonios.
—Estás mintiendo. —Las palabras parecían hacer eco de mi boca y
resonar en el interior de mi cabeza. ¿Por qué habría de mentir sobre a quién
mandaba mensajes?
Cora volvió a levantar la mirada, y vi un destello de pánico en su mirada.
—¿Disculpa?
—¿A quién… le estás enviando mensajes? —dije con un poco más de
fuerza.
Cora frunció el ceño. —Ya te lo dije. A Zoey.
—No. —Negué con la cabeza lentamente—. No le estás mandando
mensajes a Zoey.
Eché un vistazo a Zoey nuevamente, justo cuando un nuevo mensaje
anunciaba su entrada en el teléfono de Cora. El teléfono de Zoey seguía sobre la
barra detrás de ella. Me frunció el ceño, mirándome desconcertada, y me hizo
señas con las manos como preguntándome qué era lo que andaba mal.
Me volví hacia Cora. Ocupada tratando de abrir el nuevo mensaje, no me
notó ponerme de pie e inclinarme sobre la mesa hasta que había cogido el
teléfono de su mano.
—Oye —gritó, fulminándome con la mirada y tratando de recuperarlo.
Pero ya había leído suficiente.
Ella no estaba solamente mandando mensajes a otro chico, sino que
mandaba lujuriosos y sexuales mensajes a otro chico, diciéndole que había
tratado de escabullirse con él anoche porque su boca se babeaba por su polla.
Mi coño está tan húmedo para ti ahora mismo. Tan pronto como termine
esta estúpida cena, tu polla deberá estar dura, porque estaré sobre ella tan
pronto como abra tu puerta y te montaré hasta el amanecer.
Seguí leyendo, y todo en mi pecho simplemente siguió hundiéndose más
y más. Cora corrió alrededor de la mesa y una vez más intentó tomar el
teléfono. Mantuve mi mano fuera de su alcance. Me golpeó en el hombro y
empezó a maldecirme. Pero no sentí sus puños ni oí sus palabras. Seguía
leyendo, incapaz de apartar la vista.
—Maldita sea, Quinn. —Empezó a llorar—. No es lo que piensas. Dame
mi teléfono… ahora.
—¿No es lo que pienso? —murmuré, mirándola—. ¿Así que… no estás
teniendo sexo con este chico quien… —Eché una ojeada y empecé a leer su texto
en voz alta—, me hiciste correrme tan fuerte la última vez que estuviste en mi interior
que casi llego al orgasmo simplemente pensando en ello?
—Yo… —No tenía palabras para convencerme de lo contrario.
Una incontrolable y fuerte risa salió de mis pulmones. —Oh por Dios. Oh
por Dios, Cora. —Mis oídos comenzaron a zumbar—. No puedo creerte.
Esto era imposible de procesar. Mi novia me había engañado.
—Quinn —empezó Cora, pero levanté la mano.
—No. Ni siquiera… simplemente, no.
—No. Por favor… solamente escúchame…
Negué con la cabeza y tiré su repugnante teléfono en la mesa. —Creo que
he leído suficiente de lo que tienes que decir, no quiero escuchar nada de ello.
—Maldita sea. —Pisoteó fuertemente, haciendo puchero—. ¿Cómo
diablos sabías que no era Zoey?
Mi boca se abrió en shock. ¿Se enfadó porque había sido descubierta y no
porque estuviera rompiendo mi corazón en el restaurante de Jenny? Joder, no
podía creerlo.
—¡Porque está sentada allí! —Amablemente señalé en dirección de Zoey.
Cora se giró y la miró boquiabierta. Zoey saltó de su taburete, claramente
sobresaltada. Se daba prisa para llegar a nosotros, pero tampoco podía lidiar
con ella. Lo sabía, tenía que saberlo. ¿Cómo podía vivir con Cora y no saberlo?
¿Cómo pudo ir conmigo a escoger un anillo y no decírmelo?
Oh Dios, ¿por qué me dejó hacer eso y permitirme quedar como un
completo idiota?
Me sentí doblemente traicionado.
Justo entonces, el camarero, llevando una gran sonrisa, se acercó a
nuestra mesa. —Espero que tengan un gran apetito esta noche.
La sangre se drenó se mi cara. La vida no podía posiblemente ser más
humillante de lo que era en este segundo. En realidad podía, porque estaba a
medio segundo de vomitar toda mi miseria por el suelo.
Pero Zoey se chocó con el camarero, enviando todo el cubo de cangrejos
volando por todos lados. Observé aturdido cuando se disculpaba con el mesero
como si ella no hubiera querido derribarlo.
—Debería haber mirado por donde iba —dijo mientras gateaba a través
de la salsa de mantequilla, cangrejos y camarones hasta que sus dedos se
curvaron alrededor de algo que recogió y lo meció contra su pecho. Cuando
levantó la vista, sus ojos se encontraron con los míos.
Era lamentable, y no podía lidiar con ello. Me giré y me alejé en silencio
del restaurante.
—Quinn, espera. —Cora corrió detrás de mí. Cogió mi brazo y me giró—.
¿Qué fue eso? ¿Era un anillo lo que ha cogido? ¿Vas a proponerme matrimonio?
Sus ojos se iluminaron con una sonrisa, pero resoplé—: No. —¡Infiernos,
no!—. Porque no quiero verte nunca más. Hemos terminado, Cora.
Esta vez, ella no me siguió cuando me fui como un huracán, y no la
habría dejado detenerme si lo hubiera intentado.
Zoey
Cora era un desastre sollozante. Era difícil entender algo de lo que decía.
Todavía no estaba segura de lo que había pasado entre Quinn y ella, pero él se
había enfadado mucho, más enfadado de lo que lo había visto nunca.
A través de las lágrimas de Cora, finalmente entendí que él había visto
algo en su teléfono que nunca debió ver. Así que cogí su teléfono, y entonces vi
algo que nunca quise ver.
—Oh por Dios, Cora. ¿Estás… estás engañando a Quinn? ¿A Quinn? —La
miré fijamente, preguntándome cuando había perdido la cabeza—. ¿Cómo…
cómo... cómo pudiste?
—Lo amo, Zoey. Juro que lo amo. Quinn es el mejor amigo que tuve. No
quiero perderlo. ¿Qué he hecho?
—¿Qué hay de no tener sexo con otro hombre? —Ese sería un buen
comienzo.
Resopló, irritada. —Aquellos fueron simplemente aventuras. Con Quinn
es algo serio. Nunca nadie ha sido tan bueno conmigo. De verdad quiero
casarme con él. Pero me gusta el sexo. ¿Qué hay de malo en eso?
—Oh por Dios, Cora. No se puede tener todo. El matrimonio significa
monogamia. Y tú… tú acabas de perder lo mejor te ha pasado.
Me di la vuelta y también la dejé en el restaurante de Jenny, con el anillo
de compromiso de Quinn, un poco grasoso, pero a buen recaudo en mi bolsillo.
Lloré un poco, deambulé alrededor de la ciudad un montón, negándome
a regresar al apartamento con Cora. Cerca de una hora después de que todo se
desbaratara, Caroline me llamó, frenética.
—Oren acaba de aparecerse aquí con un ojo morado y muy enojado,
hablando entre dientes de algo con Noel sobre cómo Quinn nunca le perdonará
por lo que hizo. ¿Qué diablos ha pasado?
—No lo sé… no lo sé. No estoy segura. Cora engañó a Quinn, y han roto.
—¿Qué? Cora engañó… Espera. ¿Oren no sería tan estúpido como
para… no con Cora? ¿Verdad?
—No lo creo. —Negué con la cabeza—. No, los mensajes que leí no eran
de él. Ella lo engañó con alguien más. —O quizás un par de personas más por lo
que parecía.
—Esa maldita puta mentirosa. Quiero decir… lo siento. Sé que es tu…
—No es mi amiga —le espeté—. Ya no. También me mintió. No tenía
idea. —Había ayudado a Quinn a comprar su anillo. Yo había… Quinn seguro
pensaba que sabía esto. Seguro pensaba que le hice perder el tiempo absurda e
inútilmente—. Lo siento, me tengo que ir.
Colgué a Caroline y corrí hacia el apartamento de Quinn.
Quinn
Cuando irrumpí por la puerta principal de mi apartamento, Ten estaba
acomodado en el sofá, comiendo una bolsa de papas fritas y bebiendo una
cerveza mientras miraba la televisión.
Azoté la puerta detrás de mí y empecé a pasearme por la sala.
—Siento tu agitación —dijo suavemente.
Cogí uno de sus libros de texto de la mesa de centro y lo tiré tan fuerte
como pude contra la pared.
—Y siento que tiene algo que ver con… ¿la tarea?
Lo fulminé con la mirada. —Cora me engañó.
Ten bajó su cerveza. —Mierda, hombre. —Se puso de pie rápidamente—.
Así que, ¿es verdad?
Paré de caminar. —¿Qué? Espera, ¿sabías esto?
—¿Qué? ¡No! Joder, no. Simplemente lo había escuchado; quiero decir,
venga, hombre. Era una completa zorra antes de que salieras con ella, pero…
—¿Ella era qué? —Me paré frente a él y retrocedió un paso.
—Amigo, la llamábamos a Cora “la Zorra”. ¿Cómo es que nunca lo
supiste? Antes de que salieran, ella había estado con casi todos los chicos del
equipo.
Debió haberse dado cuenta de que eso fue lo peor que pudo haberme
dicho porque sus ojos se ampliaron una fracción de segundo antes de coger su
polo y tirar de él acercándolo hasta que quedamos casi nariz con nariz. —¿De
verdad? ¿Ella estuvo contigo?
Ten no respondió, pero su rostro palideció.
Me alejé de él y retrocedí. —Oh Dios. Lo hizo.
—Hombre. —Se acercó a mí, estiró el brazo, pero le di un manotazo en la
mano—. Fue una vez, antes de que la conocieras, antes de que incluso supieras
que existía. —Cuando lo miré fijamente, él cerró los ojos e hizo una mueca de
dolor—. Está bien. Y luego una vez más después.
—Después… —repetí lentamente—. ¿Después de qué? ¿Después de que
la conociera, quieres decir? —Había dormido con ella la noche que la había
conocido.
Ten levantó las manos en señal de rendición con ojos suplicantes. —No
sabía que empezaste a salir con ella. Lo juro por Dios. Acababas de perder tu
virginidad con la chica. Pensé que dirías que estaba bien y pasarías a otros
pastos. Ella es la clase de zorra de una sola vez, no alguien con quien salir. Y ella
vino a buscarme un par de noches después de la primera vez que tuvieron sexo,
así que pensé, ¿por qué diablos no? Ambos estábamos solteros —o eso pensé—
y estaba cachondo. Cuando escuché al día siguiente que le habías preguntado
de salir nuevamente, la abordé y le demandé saber por qué mierda me había
hecho eso. Pero ella dijo que no sabía que la ibas a llamar otra vez.
Refunfuñé. —No la llamé de nuevo. Le pregunté de salir oficialmente la
mañana después de la noche que nos conocimos. Y dijo que sí.
Ten hizo un gesto de dolor. —Entonces me mintió. Te lo juro, Quinn.
Nunca te traicionaría de esa forma. No tenía ni idea de que seguías interesado
en ella después de tu primera vez.
No podía escuchar nada más. Así que le di un puñetazo.
En la cara.
Él no lo esperaba y gritó sorprendido antes de agarrar su mandíbula con
las manos y soltar una serie de maldiciones.
Mientras se movía por la habitación para aliviar el dolor, señalé hacia la
puerta. —Fuera de mi apartamento.
Respirando con dificultad, Ten se irguió. Abrió la boca, pero negué con la
cabeza, terminando de escucharle. —Vete.
Respiró hondo, asintió, y me dejó solo. Después de que se hubiera ido,
tomé la cerveza que dejó en la mesa de centro y bebí. Seguía bebiendo cuando
llamaron a la puerta.
No me sentía bien para hablar con alguien o ser civilizado, pero de todos
modos, me detuve y miré a ver quién era.
Era Zoey.
28 Traducido por Mire & Eli Hart
Corregido por Jules

Zoey
Sabía que se hallaba borracho en cuanto abrió la puerta. Me tapé la boca
mientras lo miraba. —Oh, Quinn.
Mientras mis ojos querían llenarse de lágrimas, sus ojos permanecían
secos. Y duros y acusadores. —¿Lo sabías?
—¿Qué? —El dolor corrió a raudales a través de mí. Sacudí la cabeza con
fiereza—. ¡No! ¿Cómo puedes preguntarlo siquiera? Ya sabes... sabes que no
tenía ni idea. Sabes que yo... nunca te habría ayudado con el anillo, o... o... oh
Dios. Ella también me traicionó. Se supone que soy su amiga, su confidente más
íntima, y ella me ocultó algo así. Yo... no tenía ni idea.
Con un suave asentimiento, retrocedió y dejó que la puerta se abriera. —
Bueno, esto parece ser la fiesta de los traicionados. Entra.
Pasé por el umbral, oliendo el alcohol de inmediato. Cuando vi la botella
medio vacía descansando en la mesa de café, comencé por ello. —Tenemos que
hacer que termines con esto.
Pero Quinn cogió mi brazo y me giré para mirarlo. Me quedé sin aliento
cuando mi pecho chocó con el suyo. —¿Qué tal si no lo hacemos? —dijo en voz
baja.
Tragué saliva y levanté la mirada. Dio un paso hacia en mí, y retrocedí
otro. Como si mi retiro lo irritara, me dio la vuelta y presionó mi espalda contra
la pared.
—¿Quinn? —le dije, con voz pequeña. Mi piel zumbaba con aprensión.
Su expresión lucía tan severa. No tenía idea qué pensaba él, y eso me asustó. No
tenía miedo de él exactamente, pero sin duda le temía al momento. Cualquier
cosa podía suceder, pero lo que más temía era lo que yo dejaría que sucediera.
Un suspiro de alivio se me escapó cuando soltó mi brazo. Pero no duró el
pequeño momento de libertad. Deslizó la parte trasera de su dedo desde mi
bíceps hacia mi hombro, haciéndome aspirar en una inhalación inestable.
—Es curioso lo que recuerdas cuando estás borracho. —Su mirada
parecía obsesionada con el lugar en el que me había tocado—. Como que yo me
encontraba sentado aquí, recordando la última vez que bebí. ¿Recuerdas esa
noche, Zoey? ¿Te acuerdas de lo que casi hicimos?
Acunó mi mejilla con una palma mientras presionó la otra mano contra
la pared al lado de mi cara, tan cerca que su muñeca rozó mi pelo. Tragué y
traté de sumergirme más profundamente en la plancha de yeso. Pero él seguía
allí, invadiendo todos mis sentidos.
—¿Lo recuerdas? —presionó.
Cerré los ojos. —Sí —susurré, porque en ese momento no sabía cómo
mentirle.
Dejó escapar un suspiro áspero. —¿Por qué no lo recordaba hasta ahora?
Casi tuve mi boca en ti, pero me detuve porque quería serle fiel a mi novia. Qué
broma. ¿Fiel? Ella ni siquiera sabe el significado de la palabra.
—Quinn —comencé, pero apartó su otra mano de mi mejilla para fijarla
también en la pared, atrapándome.
—¿Crees que soy una broma, Zoey?
—¿Qué? —Estupefacta por su pregunta, negué con la cabeza—. No.
Nunca.
Su mirada encontró con la mía. —¿Lo cree ella? ¿Cora? Probablemente
está riéndose de mí. ¿Verdad?
Una vez más, agité la cabeza hacia atrás y hacia adelante. —N-no. La
última vez que la vi, estaba llorando.
Su boca se curvó en una sonrisa dura, me soltó y dio un paso atrás. —
Bien. —Pero tan pronto como la palabra salió de sus labios, se estremeció y sus
ojos se llenaron de dolor y remordimiento—. ¿Qué hay de malo en mí? —
Acunando su cabeza, se alejó un poco más hasta que la parte posterior de sus
piernas golpearon el sofá, y luego se dejó caer, sentado en los cojines y todavía
sosteniendo su cabeza entre las manos—. ¿Me alegra que esté llorando? ¿Qué
tan malo es eso? Hace horas, solo hace horas, pensaba que ella era el amor de
mi vida, y bam. —Chasqueó los dedos—. ¿Así como así, la odio? Eso ni siquiera
parece posible. Pero lo es. Quiero decir, en serio, no quiero tener nada que ver
con ella. No quiero verla, no quiero hablarle, no quiero ni pensar en ella. Está
muerta para mí. ¿Cómo puedo ser tan insensible después de que estuve tan
cerca de pedirle que...?
Se estremeció de nuevo e inclinó su rostro, luciendo más atormentado de
lo que podía soportar. Incapaz de mantenerme alejada, me aparté de la pared
donde todavía había permanecido quieta y me fui con él.
—No eres insensible. —Puse mi mano sobre su hombro—. Solo tienes...
el corazón roto.
Cuando se inclinó hacia mí, moví los dedos de su hombro hasta su pelo,
y él envolvió los brazos alrededor de mi cintura. Así que envolví los míos
alrededor de su cabeza. Su enorme cuerpo se estremeció de nuevo.
—Oh, Quinn. —Quería ayudarle, cualquier cosa para poner fin a su
dolor. Así que cuando me jaló sobre su regazo, fui voluntariamente; incluso
besé su cabello.
Sus brazos se apretaron más fuerte a mi alrededor, al tiempo que dijo—:
Gracias. —Con una voz tan rota que tuve que morderme los labios para evitar
que se derramaran más lágrimas—. Gracias por venir.
Presionó sus labios a un lado de mi cabeza, justo encima de mi oreja, y
descansé mi mejilla en su hombro. Nos sentamos allí por no sé cuánto tiempo,
pero fue el tiempo suficiente para ponerme caliente y darme cuenta de lo muy
completamente a gusto que aún se sentía debajo de mí.
Y hablando de debajo de mí; algo creció notablemente más rígido contra
mi trasero. Al darme cuenta de la forma inapropiada en que me senté en su
regazo, empecé a apartarme, pero su mano serpenteó y me cogió en lo alto
sobre el muslo.
—No te vayas.
Caí. Incapaz de evitarlo, besé su sien. —¿Cómo puedo ayudarte? Dime
qué hacer.
Él inhaló, oliendo mi cuello y rozando su nariz ligeramente a lo largo de
mi pulso. Entonces su mano se movió lentamente hasta mi muslo hasta que me
agarró la cadera. Me puse húmeda y me tensé, esperando que no diera cuenta.
—Haz que se vaya —susurró contra mi garganta—. Hazme olvidar.
Con un escalofrío, negué con la cabeza, sin entender, o tal vez era muy
optimista para pensar realmente que entendí. —¿Cómo?
Estoy bastante segura de que no fue su nariz lo que me tocó al lado, justo
debajo de mi oreja. Se sintió demasiado húmedo y suave, como una lengua,
seguido por el pellizco crujiente de dientes. Jadeé, y mi cabeza cayó hacia atrás
mientras mis dedos se hundían en sus hombros, incapaz de controlar la oleada
crepitante de calor entre mis piernas.
Mientras su pulgar acariciaba mi cadera, quemando a través de mi ropa,
quemando mi piel, y moviéndose peligrosamente demasiado cerca de donde
me hallaba palpitante y húmeda, se echó hacia atrás para mirarme a los ojos. —
Casi tuve mi boca en ti esa noche —dijo arrastrando las palabras. Su mirada se
posó en mis labios—. Excepto que no era libre. Y ahora que lo estoy... todavía
quiero besarte. He querido besarte tantas veces. Tantas noches. Soñaba contigo
y me despertaba dolorido. Entonces me tocaba a mí mismo, deseando que fuera
tu mano, no la mía. Me paseo por la biblioteca casi todos los días, solo para ver
si te encontrabas allí.
Inhalé bruscamente, incapaz de creer lo que escuchaba. Después de
semanas de estar enamorada de él, deseando ser suya, y sabiendo que nunca
podría serlo, semanas de saber que amaba a alguien más, después de ayudarlo
a escoger un anillo para ella, no parecía real escuchar eso.
Se inclinó como si fuera a besarme, pero se detuvo a pocos centímetros
de distancia. —Te quiero, Zoey. Traté de detenerlo. Hasta le compré un jodido
anillo a Cora en un intento de convencerme de que no te quiero. Pero al final,
ella resultó ser una perra tramposa... y yo todavía te quiero a ti.
Gemí. —Oh Dios. —¿La excitación era siempre tan intensa? Era la
primera vez que me encontraba tan excitada, y estaba casi paralizada por la
lujuria. Mi piel chisporroteaba con calidez. Mis pechos se pusieron apretados y
doloridos, y la pesada tensión en mi vientre me hizo apretar mis muslos. La
erección de Quinn bajo mi trasero se puso más caliente.
Yo estaba más consciente de él de lo que había estado por otro humano
en la tierra. La presencia de Quinn era tan grande, que solo tomaba el control.
El calor de su cuerpo me quemaba y su aliento me hacía cosquillas en la mejilla
cuando se inclinó otro centímetro. Tragué, incapaz de controlar mi jadeo
errático, y traté de concentrarme en su cuello.
Por qué elegí su cuello, no tenía ni idea. Pero en ese momento, incluso la
peca en su pulso parecía tan malditamente sexy para calmarme. Quería hundir
mis dientes en ella y probarlo. Creo que incluso me balanceé hacia ella.
—¿Sabías —murmuró, haciendo que mis nervios se dispararan por el
contacto ansioso y delicioso junto con el sonido de su voz y el roce de su aliento
cálido y húmedo en mí—, que cuando estás excitada sexualmente, tu corazón
comienza a bombear rápido para hacer circular la sangre a todos los órganos
que están preparados para follar? Así que empiezas a respirar más fuerte para
soportar el oxígeno que corre a través de tus pulmones.
Apreté mis ojos y agaché la cabeza, tratando desesperadamente de frenar
mi respiración, pero acabé soltando un fuerte y estremecedor jadeo, que hizo
demasiado evidente cuán fuera de control estaban mis pulmones.
Él tomó el lado de mi cuello, justo debajo de mi oreja, deslizando los
dedos alrededor de la parte sensible de mi nuca mientras su pulgar apenas
rozaba mi mandíbula. La punta de su nariz rozó el borde de mi oreja.
—¿Me estás escuchando, Zoey? ¿Me oyes respirar tan fuerte como tú?
Un sollozo aliviado salió de mi garganta y mis ojos se abrieron cuando
me di cuenta de que él respiraba tan fuerte como yo. Levanté la cara y me
encontré con su mirada. Sus ojos se encontraban vidriosos y enrojecidos, pero la
expresión era tan incierta y llena de esperanza como sabía que lucía la mía.
Tomó mis manos y entrelazó nuestros dedos. Más presión se apretó
alrededor de mi pecho. No podía creer que sucediera. Quinn me estaba
tocando, y yo le dejaba. Los dos queríamos lo que venía después, y ambos lo
sabíamos. Era tan loco, pero increíble; un completo sueño hecho realidad. Ni
siquiera me importaba lo equivocado que era esto.
Me miró mientras presionaba nuestras frentes. Mis pechos se hincharon
y vibraron con placer.
Gemí, necesitando algo, no tenía idea de qué, pero sabía que Quinn
podría proveerlo. Y así lo hizo. Bajó su rostro hasta que sus labios se hallaban
en la esquina de mi boca. Volví mi cara a su dirección, buscando más, pero se
movió de nuevo, burlándose de mi mente.
Su mirada revoloteó de mis labios a mis ojos. Siempre tan vigilante, leyó
mi expresión, poniendo a prueba mi respuesta. —¿Es esto correcto?
Y entonces no pude soportarlo ni un segundo más: Me sumergí en él y le
di un beso de verdad, encajando mi boca completamente en contra de la suya.
No tenía ni idea de qué esperar, pero me sorprendió el torrente de endorfinas
en mi cabeza, la ingravidez en el estómago y el encogimiento de mis dedos.
Quinn gruñó y abandonó mi cadera para coger mi cara en sus palmas
grandes y cálidas. Su boca se movió sobre la mía, y la punta de sus dedos se
sintió abrasiva, dura y deliciosa mientras rozaban mi pelo.
Me arqueé, necesitando estar más cerca. Mi corazón latía trabajosamente
en mi pecho cuando él me jaló hasta que quedé a horcajadas suyo y presionaba
mi núcleo palpitante en su tensa erección. Sentí todo, el duro plano de su pecho,
la fuerza de los músculos de sus poderosos muslos, el bulto de acero de su
excitación presionando en mí. Su boca atacó la mía mientras me besaba duro y
sin piedad.
Y no me encontraba asustada. Esa podría haber sido la parte más loca de
todo. Confiaba implícitamente en Quinn. Él podía hacer absolutamente
cualquier cosa, porque sabía que lo querría y me gustaría. Ya me encontraba tan
lejos. Así que cuando empezó a frotar pequeños círculos sobre el eje de mi
mandíbula con sus pulgares, seguí su guía y dejé que mis labios se abrieran
para él.
Su lengua se abalanzó dentro y me reclamó de una forma totalmente
nueva. La mía se deslizó contra la suya, deseosa pero vacilante. Él hizo un
sonido de aprobación que zumbó de su garganta. Luego cubrió mi lengua
alrededor de la suya y me mostró cómo hacerlas bailar. Incluso con la pizca de
alcohol, amaba la forma en que sabía; dulce, fresco y completamente Quinn.
Con ganas de más, apreté mis muslos alrededor de sus caderas y me froté
contra él.
Él gimió y apretó en mi contra.
¡Sí! Eso era. Justo ahí.
Me liberé del beso brutalmente caliente y jadeé por aliento. Quinn metió
su cara en mi garganta y jadeó mientras seguía montando sus caderas con
fuerza contra mí. Envolver mis piernas alrededor de él e imaginarlo muy dentro
de mí parecía la cosa más natural del mundo.
—¿Cuál es el siguiente paso después de besar? —dijo con voz áspera sin
aliento.
—¿Qué... qué? —Sacudí la cabeza, mis cejas frunciéndose en confusión.
—Pasos de intimidad —repitió—. Ya sabes... brazo con hombro, boca a
boca. ¿Qué sigue?
Cómo podía recordar algo así en un momento como este, nunca lo sabré.
Ni siquiera podía recordar mi propio nombre.
Negué con la cabeza, solo quería su boca de nuevo en la mía. —No tengo
idea.
—Eso está bien. —Se puso de pie, levantándome por el culo, mis piernas
todavía ancladas en torno a su cintura, y comenzó a llevarme al final del
pasillo—. Lo resolveremos a medida que avanzamos.
No podía creer lo que pasaba, ni siquiera cuando se detuvo en una
entrada donde la puerta se hallaba tres cuartos cerrada y me metió en el interior
de una habitación oscura. Enterré mi cara en su cuello y abracé la extensión
sólida de sus hombros, buscando la comodidad de su olor familiar. Mis
sentidos excitados, demasiado impacientes zumbaban con anticipación, incluso
a medida que se sacudían por preocupación.
¿Qué diablos hacía? Este era el novio de mi mejor amiga. O al menos lo
había sido hasta hace dos horas. Eso lo marcaba como estrictamente prohibido.
No debería estar tocándolo del modo en que lo tocaba, deseándolo de la forma
en que ansiaba cada centímetro de él, o lamiendo su cuello en la forma en que
mi lengua se encontraba lamiendo sin mi permiso.
Pero él apretó sus brazos a mi alrededor y gimió otra de sus aprobadores
gemidos, diciéndome que quería esto tanto como yo.
Sin embargo se encontraba borracho, lo que probablemente significaba
que estaba aprovechándome. Parar esto dependía mí.
Oh Dios. ¿Cómo iba a encontrar la voluntad para pararlo?
Quinn me puso sobre el colchón una vez que encontró la cama. Hubo un
momento en la oscuridad que nos separamos, cuando supe que tenía que
actuar, tenía que decir que no. Pero luego encendió la lámpara de la mesa, y me
miró. Abrí la boca para decir… algo, pero la necesidad de hambre en sus ojos
frío mi resistencia. De ninguna manera podría decirle que no, no después de
que finalmente me miraba de la forma en que había estado soñando que lo
hiciera durante semanas.
Cuando puso una rodilla sobre la cama y empezó a arrastrarse hacia mí,
sus ojos azules cristalinos brillaban con una conciencia depredadora. No tenía
ni idea de por qué me retiré, tal vez porque se veía como si quisiera devorarme
toda. No era elegante con mi arrastre de cangrejo hacia atrás mientras él era
más que flexible en su acecho furtivo hacia adelante. En el momento en que se
subió encima de mí, caí de espaldas, apoyando la parte posterior de mi cabeza
en una de sus almohadas.
El triunfo inundó su sonrisa mientras me miraba. Mis labios temblaron
cuando traté de devolvérsela. No sabía qué iba a suceder, ni cómo se sentiría, o
cómo nos afectaría después, solo sabía que lo quería de todos modos.
Desesperadamente.
Quinn debió haber percibido mis nervios. Me estudió con su mirada
vidriosa y embriagada antes de coger un mechón de mi cabello y susurrar—:
¿Tienes miedo?
Negué con la cabeza, aunque seguro que parecía una mentirosa por cuán
abiertos estaban mis ojos y lo mucho que me temblaban los labios.
¿Pero asustada? ¿De él? Nunca.
¿Nerviosa? Sí. Definitivamente.
Pasó suavemente sus dedos ásperos sobre mi cara antes de meter mi pelo
detrás de mis orejas. —¿Alguna vez has hecho esto?
Casi solté una carcajada. ¿Pero hacer esto? Nunca había besado a nadie
antes de que él rozara su boca contra la mía en la habitación delantera. Así que
no, nunca había yacido en una cama debajo de un chico, y ciertamente nunca he
hecho lo que preguntaba realmente.
Me decidí por sacudir la cabeza por segunda vez.
La ternura entró en su cara. Creo que le gustó mi respuesta. Besó la
punta de mi nariz. —¿Te puedo mostrar cómo?
Asentí, y él me mostró sus hoyuelos.
—Tenemos que comunicarnos mucho —susurró—, hacerle saber al otro
lo que nos gusta y lo que no.
Sonreí, porque—: Me gusta todo hasta ahora —susurré.
Cuando rodeé su rostro con la punta de mis dedos, esperando que a él le
gustara eso, su mirada se encontró con la mía. —A mí también.
Entonces una expresión entró en su rostro; como admiración, como si no
pudiera creer que me hallaba debajo de él y no otra persona. Me recordó a la
forma exacta en que me sentía. Estaba aquí con Quinn, así. No podía creer lo
que sucedía.
—¿Qué más debo saber? —le pregunté, con ganas de aprender.
—Besar —dijo antes de bajar su boca a la mía—. Besar es importante.
Nuestros labios se absorbieron entre sí, explorando y moviéndose hasta
que se unieron nuestras lenguas, y fue tan poderoso como nuestro primer beso.
Tal vez más.
—Me gusta besar —jadeé, acunando su cara y enterrando mis dedos en
su delicioso cabello grueso mientras mordía mi cuello.
—Se pone mejor.
Oh, Dios. Tragué y luego inhalé profundamente cuando sus dientes
mordieron el punto sensible de mi pulso.
Con el cuerpo en llamas y palpitando en más lugares de los que podía
contar, me arqueé hacia él. —¿Cómo? Muéstrame.
—Tocando —dijo—. Tocando y besando, las dos.
Así empezó el placentero asalto de sus dedos. Por mi cuello, en mi
cabello, apretando mi cráneo mientras me besaba más rápido, luego lento otra
vez, en mis hombros, por mis brazos, atrapando mi cadera, rodeando mi trasero
y enterrando sus uñas mientras inclinaba mis caderas hacia su creciente
erección.
No podría soportar demasiado de esto. Tenía… tenía que…
—¿Puedo tocarte también? —Mi voz era fuerte y desesperada.
—Sí. —Tomó mis muñecas y presionó la carne de mis palmas en el
centro de su pecho, justo sobre su corazón—. Toca donde quieras, memorízame,
Zoey.
Aturdida de estar haciendo esto realmente, miré mi mano, embelesada
mientras la movía por su camisa. Hipnotizada por el poder y la fuerza que
sentía al rozar debajo del algodón, regresé hacia arriba, aún incapaz de creer
que lo tocaba como fuera que me placiera.
Se alejó y se puso en cuclillas lo suficiente para agarrar la parte trasera de
su camisa y quitársela sobre la cabeza. Y oh, Dios… mis codiciosas manos
regresaron a él, un poco más segura y mucho más curiosa.
—Eres caliente y duro y, aun así, suave.
—No tan suave como tú. —Se inclinó y me besó de nuevo, pasando su
mano por mi costado, hasta que alcanzó la bastilla de mi camisa. Me encontraba
tan ocupada deleitándome con su cuerpo voluminoso, cálidos brazos y gruesos
hombros, y luego deteniéndome en el rastrojo de su barba, antes de quedarme
en su cabello, para preocuparme por lo que hacía con mi camisa. Ni siquiera me
alarmé cuando sus dedos vagaron debajo de mi ropa y rozaron la piel de mi
cintura. Diablos, me arqueé para darle más acceso. Lo tomó, moviendo su
palma hacia arriba y su boca hacia abajo hasta que se encontraron en mis
pechos. Cuando acunó la parte inferior y besaba la superior sobre la ropa,
reaccioné salvajemente sin esperar cuán fuerte dispararía la corriente eléctrica a
las puntas de mis pezones, y definitivamente no estaba lista para sentirlo tan
profundo en mi centro.
Lo agarré, envolviendo instintivamente mis manos sobre su espalda para
sostenerlo contra mí, pero titubeé cuando mis dedos encontraron la cicatriz.
Joder, olvidé sus heridas. Quinn se sobresaltó e hizo un sonido desde la base de
su garganta como si no estuviera seguro de mi descubrimiento.
Quería inspeccionar cada lesión y amarlas, besar cada una. Pero ahora no
parecía el momento, así que me aventuré al sur hasta que llegué a la cintura de
sus pantalones. Necesitando hacerle saber que no sentía repulsión alguna,
continué, dentro de sus vaqueros, debajo de la banda de sus calzoncillos y hacia
abajo, hasta que acuné sus suaves y lindas nalgas. Entonces apreté.
Gruñó y mordió un poco más entusiasta mis pechos antes de quitarme la
camisa sobre la cabeza.
Por un momento, me entró pánico. ¿Qué si veía cuan delgada y débil era
y le daba asco? Qué si…
—Está bien —murmuró, haciendo a un lado mi cabello mientras
enterraba su nariz del otro lado—. Eres tan hermosa. Solo quiero verte. —Se
alejó—. Quiero adorar cada centímetro tuyo.
Exhalé estremecida y asentí. Su sonrisa se puso cálida. Luego su mirada
bajó. Me mantuve perfectamente quieta. Cuando alcanzó la tira de mi sostén y
la deslizó por mi hombro, cerré los ojos y me concentré en respirar. Pero él se
detuvo.
—¡Zoey?
Mis pestañas se abrieron.
Agitó la cabeza, casi confundido. —No tengas miedo. Nunca te
lastimaría.
Las lágrimas llenaron mis ojos. Asentí y le sonreí amplio. Luego me quité
yo misma el sostén. Miró, pareciendo embrujado. Luego de desabrocharme los
pantalones, los bajé por mis piernas, y los pateé, metí los dedos en mis bragas,
pero me atrapó la mano. —Todavía no. Solo… no, no creo poder confiar en mi
control si te veo completa ahora porque… vaya.
Exhaló.
Sintiéndome bien, audaz y sin pena, me estiré hacia el botón superior de
sus vaqueros. —¿Puedo verte completo?
Se le escapó otra respiración forzada, pero asintió y se quitó vaqueros y
boxers.
Pensé que estaba lista para mi primer vistazo de su polla, pero para
nada. Mi cabeza se nubló mientras la larga columna se meneaba orgullosa y
libre en su cuerpo. Conocía la mecánica, lo que se suponía que pasaría, lo que
seguía, y comencé a preguntarme cómo demonios esa enorme cosa larga podía
entrar en cualquier parte de mí. Me rasgaría a la mitad.
Ay, mierda. ¿Cuánto iba a doler?
—Créeme —dijo, leyendo mi mente mientras frotaba con sus dedos mi
cabello—. Funcionará. Mientras estés mojada, funcionará perfectamente.
Bueno, entonces no teníamos que preocuparnos. Ya me encontraba
mojada. Vergonzosamente. Mis bragas estaban tan húmedas que se traspasaba.
Me sonrojé, pero él sonrió. —Después de tocar y besar, viene el lamer —
instruyó. Bajó su cabeza y lamió uno de mis pezones en su boca.
Mi espalda se separó de la cama mientras gritaba, sorprendida por la
intensidad de la sensación que surgió en mí. Pero Quinn no solo lamió, sino que
también comenzó a succionar, poniendo la máxima atención a un pecho y luego
al otro hasta que era un desastre de jadeos y excitación.
—Quinn —rogué, necesitando que me ayudara a aliviar la pulsante
presión que creó.
Cuando levantó su cara para sonreírme, sus labios se veían rojos e
hinchados, y sus ojos azules aún vidriosos del alcohol, pero también, creo, de
excitación.
—¿Lista para otra clase de biología?
—¿Qué? —jadeé incrédula; mi pecho pesado. ¿Cómo podía pensar en…
Mis ojos se pusieron blancos cuando deslizó una mano hacia abajo y me
tocó sobre mis bragas empapadas.
—Quiero enseñarte sobre flores. La anatomía de las flores.
¿Qué dijo? Nada procesaba. Solo incliné la cabeza y arrastré la palabra—:
Bien.
—Como los humanos, las flores pueden tener órganos reproductivos
femeninos, masculinos, o ambos. —Sus dedos se envolvieron alrededor de la
banda de mis bragas, y comenzó a bajarlas por mi abdomen, luego mi vello
púbico.
Tensé el estómago, incapaz de mantener mi respiración constante.
Luego de que me quitara la ropa por las piernas y la lanzara sobre su
hombro, su mirada se enfocó en mí, justo donde me encontraba dolorida y
mojada. No pretendía hacerlo, pero me retorcí hasta que arqueé las caderas a
unos centímetros de la cama en una plegaría silenciosa por atención.
Sus labios se expandieron con orgullo masculino. —Primero, ves los
pétalos que cubren los órganos reproductores. —Su mirada se levantó a la mía
mientras uno de sus dedos frotaba mis pétalos—. Creo que esa es la parte más
bonita. Tan rosa y delicado, escondiendo las mejores cosas dentro.
Me mordí el labio superior mientras mis muslos temblaban de necesidad.
Su atención cayó donde sus dedos pasaban arriba y abajo sobre mis
labios. —Algunas flores reaccionan a la luz del sol y abren sus pétalos durante
el día, exponiendo todos sus carpelos al mundo. —Deslizó los dedos entre mis
labios, haciéndome gritar y separarme de la sábana—. ¿Soy tu sol, Zoey? ¿Por
eso abres tus pétalos para mí?
No respondí más allá de la necesidad, pero no creía haberlo necesitado.
Él ya conocía la respuesta. No solo era mi sol; era mi todo.
—Esta punta receptiva de aquí, es el estigma. Atrapa el polen para la
geminación. —Deslizó su dedo sobre mi clítoris y lo giró delicadamente bajo su
huella digital—. Definitivamente me atrapa.
Masajeó la protuberancia incansablemente, enfocándose en nada más
que el movimiento circular de su toque. Mi cuerpo parecía reducirse a ese
punto, bobinando toda sensación ahí mientras esperaba el momento correcto
para liberarlo y cambiar la sensación de regreso a mis brazos y piernas.
—El néctar es lo que atrae a las abejas que cargan el polen a otras flores
donde obtiene más, pero yo… si fuera una abeja, no creo ser un buen
polinizador. Creo que probaría una flor y me gustaría tanto que me haría
adicto. Sin querer nunca ir a por otra.
Luego de bajar su cabeza, me lamió, justo sobre el centro de mis pétalos,
trayendo una boca llena de néctar. Grité y agarré las sábanas de debajo de mí,
mis muslos temblaron y el peso pesado mientras las duras puntas de mis
pezones quemaban por la misma atención.
Levantando su cara para mirarme, gruñó—: Dios, sí. Ese es el sabor.
Justo ahí. Es lo que me tendría regresando por más, siempre.
Y eso hizo exactamente. Su lengua regresó por más, trabajando más
rápido, haciendo sus toques más largos y aplicando mayor presión hasta que
me retorcía debajo de él, agarrando puñados de su cabello y gimiendo palabras
totalmente incoherentes. Era mucho más de lo que pensé, y sin embargo, algo
parecía faltar, como si yo necesitara…
Cuando su lengua siguió prodigando sin cesar, su dedo se fue más abajo,
rodeando el borde húmedo de mi sexo y luego lo impulsó dentro.
Grité. Los músculos de mi interior se contrajeron con avidez alrededor de
sus dedos antes de que la rigidez en mi vientre se volviera loca. No sabía cómo
controlarlo; no había manera de controlar lo que pasó después. Se me escapó el
sonido más embarazoso, pero no me importaba. Estaba volando. Mi cuerpo se
volvió loco de la mejor manera posible y Quinn, la fuente del mismo, siguió
alimentando la explosión con la boca y los dedos.
El momento en que me calmé, me sentía débil y agotada, pero eufórica y
en paz, satisfecha de una manera que plasmaba a mi mente.
Quinn apartó la boca de mí y sacó su dedo. Gemí por la pérdida, pero
todavía me sentía demasiado bien como para preocuparme de verdad. Cuando
se sentó y nuestras miradas se encontraron, se veía un poco febril, sus ojos
desesperados y la piel mojada por el sudor.
Sintiéndome como si hubiera tomado todo su alcohol, le ofrecí una
sonrisa de borracha. —Guau —fue todo lo que pude decir.
Se rió, y su cara sonrosada se torció con placer genuino. —Desearía
poder tomar una foto de tu sonrisa. —Se estiró para despegar de mi mejilla una
hebra de cabello sudada—. Quiero memorizarla y llevarla conmigo siempre.
Demasiado en blanco para pensar una respuesta apropiada a palabras
tan dulces, asentí. Quería agradecerle, poner mi granito de arena a la dulzura en
respuesta para él, y premiarlo por ser… él. Pero estoy muy segura de que solo
se mezclarían pensamientos irracionales en mi cabeza.
Así que con lo que terminé fue—: Hay más, ¿verdad?
Sus ojos azules brillaron al tiempo que asintió. Mi mirada cayó a su polla
adonde él seguía de rodillas entre mis piernas abiertas. Dura, larga, y muy
intimidante, goteaba de anticipación, construyendo una nueva excitación en mí
que pensé que él ya había lamido.
Antes, me preocupaba por que encajara, pero luego de que sus dedos
estuvieran dentro de mí, amé la forma en que me llenó —e incluso quería que
me llenara más— de hecho, me encontraba ansiosa por probar el asunto real.
Abriendo más las piernas, levanté las caderas hacia él, poniendo todo lo que
tenía para hacerle saber que lo quería. No tenía idea de a dónde fueron mis
inhibiciones, pero con Quinn Hamilton duro y goteando ante mí, esas cosas se
fueron de mi cuerpo y tomaron vacaciones.
—Muéstrame —dije.
Otra vez, asintió sin hablar. Luego de divisar sus vaqueros colgando al
lado de la cama, rebuscó en el bolsillo trasero, sacó su cartera y la abrió. Cuando
sacó un condón, me golpeó la realidad. Fuerte. Experimenté otra pizca de culpa.
Seguramente compró ese condón, pensando en usarlo con mi compañera
de piso.
Ay, Dios. ¿Qué hacía? No debería estar haciendo esto. Él era de Cora.
Ella lo tuvo primero, y probablemente se abrió tantas veces en esta misma
postura para él. Nunca debí permitir…
Pero luego abrió el paquete y comenzó a enfundarse. Era hermoso de
ver. Rodó el látex con tal cuidado, sosteniendo la punta mientras seguía. Luego,
envolvió su puño en la base como para asegurar que todo estuviera en el lugar
indicado.
Cuando comenzó a soltar, dejé escapar un sonido de resistencia. —No.
No.
Levantó la mirada sobresaltado. —¿Qué pasa?
Me sonrojé, avergonzada por lo que quería y alejé la mirada. —Nada.
—No, dime, Zoey, por favor.
Tocó mi cadera y parecía tan preocupado, como si pensara que detendría
todo; tenía que decirle. Bajando la cara, admití—: Me… me gustó verte…
tocarla.
Abrió la boca. Se miró y luego otra vez a mí. Luego se curvaron sus
labios. —¿Qué? ¿Así?
Se tocó de nuevo, envolviendo su palma en su gruesa circunferencia de
nuevo. Luego la envolvió y bombeó su puño lentamente por toda su longitud.
—Oh, Dios —dejé escapar con una respiración atemorizada—. Sí. Así.
Es… ¿es así como te masturbas?
Asintió y cerró los ojos, su garganta trabajando mientras él mantenía los
movimientos de su mano. —Es lo que hacía cuando pensaba en ti.
—Es asombroso. —No pretendía admitirlo en voz alta.
Sus pupilas parecían dilatadas y sus respiraciones superficiales eran más
erráticas. —Tú también puedes hacerlo. —Cuando su mirada se deslizó entre
mis piernas, un destello de excitación pasó por mi vagina, sobresaltándome—.
Podrías tocarte donde te acabo de tocar.
Mi boca trabajó antes de que pudiera formar las palabras. —¿E-eso…
digo, te gustaría?
Con la cara de roja a púrpura, asintió, con ojos atentos. —Solo tanto
como parece gustarte a ti mirarme hacerlo.
Ah. Vaya. Tanto, ¿eh?
Lentamente y dudosa, bajé la mano. Pero mis dedos apenas comenzaban
a acariciar, provocando temblores en mi vientre, cuando Quinn perdió el
control.
—Joder —jadeó; sus dientes parecían tan apretados mientras miraba
estupefacto a mi mano entre mis piernas—. No puedo… lo siento, no puedo
esperar. Tengo… —Se soltó para agarrar mis muslos. Mientras me bajaba hacia
él en su regazo, empujó sus caderas. Como dos piezas de un rompecabezas,
encajábamos.
Quinn entró en mí sin pausa ni duda. Grité por la sorpresa y un poco por
el dolor mientras me llenaba completamente. Sus pestañas extremadamente
largas revolotearon mientras dejaba caer su cabeza hacia atrás, tensando los
músculos de su garganta.
Dijo algo, luego otra vez. No me encontraba segura si era Jesús, Dios, o
una rara versión de ambos, pero la palabra parecía haber sido arrancada de él.
Cuando por fin me miró, parecía aturdido y drogado. Pero solo tuvo que mirar
a mis ojos antes de que los suyos se abrieran con comprensión.
—Ay, mierda, Zoey. Estoy dentro de ti.
—Lo sé. —Si hay una cosa que sabía en ese momento, era que él era
grande, duro y se encontraba dentro de mí, profundamente.
—¿Estás bien? ¿Duele? —No esperó mi respuesta, antes de demandar—:
¿Qué tanto duele? Me saldré.
Comenzó a retraer sus caderas, pero lo detuve, apretando mis muslos a
su alrededor. —No. No. No es tan malo. Solo pica un poco. Ya… no es tan…
solo dame un segundo.
Quinn asintió, mirando mi rostro. El pánico entró en su expresión, y su
mirada cayó a mis mejillas blancas y ojos grandes. —No es justo. ¿Por qué tiene
que dolerte y sentirse tan bien para mí?
Sonreí y enterré los dedos en sus antebrazos. —¿Se siente bien para ti?
Su risa era sorpresiva, como si no pudiera creer que lo preguntara. —Sí
—admitió. Sus caderas comenzaron a moverse, pero apretó los dientes y las
mantuvo quietas.
Comenzando a acostumbrarme a la expansión que mis músculos
internos hicieron para acomodarse a su circunferencia, me moví y comencé a
pensar que moverse tal vez no sería tan mala idea después de todo. Pero sabía
que él no lo haría hasta que yo lo aprobara. Me gustaba saber eso. Me gustaba
tener algún poder y control aquí, incluso cuando él era el experimentado que
me enseñaba todo.
Quitando gotas de sudor de su frente, dije—: Tal vez si me besas, podrías
compartirme algo de eso.
—De acuerdo —dijo, como dispuesto a probar lo que fuera.
Habían pasado tantos minutos desde que su boca estuvo en la mía. Se
sentía fresca y nueva, como si nunca antes lo hubiera besado. Un ligero toque
de su lengua me hizo darme cuenta de lo que saboreaba realmente. Sabía que
debía estar avergonzada, pero justo entonces, no me importó.
Quinn gimió y giró las caderas. No creo que se diera cuenta que lo hacía.
Pero yo sí. Oh, cómo me di cuenta de la forma en que sentía el salir y penetrar
de nuevo, frotando su pesada longitud contra el manojo de nervios. Los dedos
de mis pies se curvaron y las uñas de mis dedos se enterraron en su cráneo.
Cuando arqueé las caderas para encontrar su siguiente embestida, enterró más
su lengua en mi boca y golpeó un poco más fuerte, más rápido.
—Sí —sollocé—. Sí.
Deslizó sus manos por mi trasero y lo levantó de la sábana para poder
controlar el ángulo de sus profundas entradas. Mi cuerpo se despertó y la
sensación que experimenté solo minutos antes se construyó una vez más.
—¡Quinn!
—Zoey —gruñó, agarrando mis caderas y llenándome.
Nos vinimos juntos, y esa fue la mejor clase de biología de mi vida.
29 Traducido por Paltonika & NnancyC
Corregido por Daniela Agrafojo

Quinn
Me desperté lentamente, murmurando su nombre y extendiendo la mano
para alcanzarla. Una inexplicable energía fluyó a través de mí. Sinceramente, no
recordaba la última vez que me hubiera sentido tan feliz. Anoche… guau.
Anoche fue, de verdad, la mejor noche de mi vida, y todo era gracias a la mujer
que yacía a mi lado. Sonreí, mareado más allá de las palabras y ya tratando de
pensar en una manera de mantenerla aquí en la cama durante el resto del día.
De mantenerla siempre conmigo.
Giré sobre mi lado y sobre la almohada que ella usó, buscando el olor a
cerezas y orquídeas de su champú. Pero mis dedos se encontraron con sábanas
frías.
Mis ojos se abrieron de golpe. Me senté en la cama, únicamente para
encontrarme solo.
—¿Zoey? —grazné, con voz ronca y rasposa.
Nadie contestó, a excepción de mi propio eco solitario.
Pánico apretó mi garganta cuando la realidad me golpeó en la cabeza con
un garrote, recordándome cuánto alcohol bebí anoche.
La primera noche que me emborraché, al otro día no había recordado
nada… nada hasta anoche. Esta mañana, lo recordaba todo. Cada detalle, cada
vez que me desperté por la noche para tomar a Zoey de nuevo, cada vez que
ella me aceptó y me dejó entrar en su cuerpo. Perdí la cuenta de cuántas veces
nos corrimos juntos; después de un rato, las rondas se volvieron un borrón,
hasta que dejé de retirarme y simplemente me quedé en su interior hasta que
estuve duro de nuevo.
La había tomado por detrás, por debajo, contra la cabecera, en su boca.
Había querido de todas las formas posibles y ella había estado dispuesta —tan
malditamente dispuesta y deseosa— de dejarme hacer lo que quisiera.
—Oh, Dios mío. —Sostuve mi cabeza, la resaca viniendo fuerte mientras
recuerdo tras recuerdo me inundaba. No solo tomé la virginidad de Zoey, sino
que la demolí por completo.
Solo unas horas después de terminar con su compañera de cuarto.
Arrancándome las sábanas de encima, salí de la cama y encontré mi ropa
de la noche anterior esparcida por el suelo. No fue hasta que levanté los
pantalones que vi una pieza de color rosa de aspecto femenino asomándose
desde debajo de la cama. Me agaché para recogerla y desenvolverla, para
encontrar bragas en mi mano. Las bragas de Zoey. Había tenido tanto apuro
por escapar, que olvidó su ropa interior.
Eso no podía ser bueno. Pero lo que realmente hizo que el temor se
elevara en mis entrañas, fue ver mi anillo de compromiso para Cora colocado
en mi mesita de noche.
—No, no, no —grité mientras metía mis pies en los primeros dos zapatos
que encontraba. No eran iguales, pero los tenía puestos correctamente, y con
eso bastaba. Metí sus bragas en mi bolsillo y corrí hacia la puerta.
Bueno, está bien, primero las olí antes de sacarlas de mi vista. Y olían
exactamente como la recordaba. Mi boca se hizo agua al percibir el sabor de su
néctar divino. Cuando mi pene se endureció, murmuré—: Estúpida polla.
Si mis ebrias hormonas me habían costado mi amistad con Zoey, nunca
me lo perdonaría.
Manejé a su apartamento. Ni siquiera pensé. Solo tenía que verla. Tenía
que asegurarme de que estuviera bien.
Noel me envió un mensaje de texto durante el trayecto. Dos veces. Ignoré
sus mensajes hasta que estuve estacionado en el edificio de Zoey. Cuando abrí
sus mensajes, recordé que iba tarde para la práctica.
Vienes a la práctica, ¿verdad?
No le contesté. No quería pensar en fútbol ahora. Y particularmente no
quería ver a Ten, quien estaría ahí.
Hombre, TIENES que venir a la práctica, escribió Noel en su siguiente
mensaje. El entrenador no te dejará comenzar el próximo partido si no lo haces.
Un minuto después, lo intentó nuevamente. Ten acaba de cubrirte. Le
dijo al entrenador una gran mentira sobre cuán enfermo te sentías.
Bien. Mejor que Ten me haya cubierto. Me debía eso al menos. Pensé que
Noel me dejaría en paz entonces, pero no lo hizo.
Vas a perdonarlo, ¿cierto? ¡Es TEN! TIENES que perdonarlo. El tipo me
está volviendo loco con lo preocupado que está.
—Sí, y tú me estas volviendo loco —murmuré en voz alta, finalmente
enviando mi respuesta. Se sentía extraño escribir una palabrota, pero no me
arrepentí en lo más mínimo.
¿Tú también follaste a Cora?
La respuesta de Noel fue inmediata. ¿Qué? ¡NO! DIOS, no.
Eso era todo lo que necesitaba ver. Apagué mi celular y lo deslicé en mi
bolsillo, junto a las bragas de Zoey. El suave algodón rozó mis nudillos y me
estremecí, recordando cuando las deslicé por sus piernas y tuve el primer
vistazo de su cuerpo completamente desnudo.
Levanté la mirada justo a tiempo para ver a Terrance abriendo la puerta
del edificio. Cuando Zoey salió, tomé una bocanada de aire y me bajé de mi
camioneta. Era tan hermosa. Todavía me costaba creer que hubiera estado
dentro de ella hace apenas unas horas. La había visto desnuda y también la
había tocado. La lamí. Amé cada maldito centímetro de ella. Mis hormonas
zumbaban con consciencia, incluso mientras negaba con la cabeza, incapaz de
creer todo lo que hicimos.
Llevaba el pelo suelto esta mañana, lo que me preocupó ya que por lo
general lo tenía atado en una coleta. Además, llevaba puestos sus lentes, cosa
que nunca usaba cuando salía del cuarto. El viento llevó su cabello a su rostro y
ella lo apartó de sus ojos en su forma habitual. Mi pecho se llenó de presión, con
posesividad. Ella era mía. Solo yo he hecho las cosas que hicimos anoche. Tan
malo como sabía que era haberme acostado con ella solo horas después de
romper con su mejor amiga, no podía dejar de sentir cierto grado de satisfacción
burbujeando en mi garganta. Pasara lo que pasara, una parte de ella siempre
sería mía. Fui su primero.
Como si sintiera mis ojos en ella —me encantaba cómo parecía saber que
yo la observaba— levantó la mirada y me vio. Se detuvo, así que me alejé de mi
camioneta para ir hacia ella. Sus labios se separaron y sus ojos se ampliaron. No
podría asegurar si se sentía feliz o asustada de verme. Pero estaba a punto de
averiguarlo. Tenía que hablar con ella.
Me era imposible apartar la mirada, y probablemente fue por eso que me
perdí completamente quién salió por la puerta detrás de ella.
—¿Quinn? —La voz de Cora me detuvo en seco.
Encontré la mirada de mi ex novia y entré en pánico. Mierda, ¿por qué
no pensé en ella cuando vine hacia acá?
Esperanza brilló en su rostro. Apreté los dientes y sacudí la cabeza.
Retrocediendo un paso, le fruncí el ceño a Cora.
Comenzó a correr en mi dirección, pero no podía hablar con ella. Todavía
no. Tal vez nunca. Me giré y aceleré el paso hacia la camioneta, golpeando la
puerta en mi prisa por escapar.
Cora alcanzó la camioneta mientras encendía el motor. Trató de abrir la
puerta, pero ya estaba bloqueada. Frunciéndome el ceño, golpeó la ventana.
—Quinn. Maldición, habla conmigo.
Mi cabeza seguía nadando con todas las palabras sucias que leí en su
teléfono, cada íntimo detalle que le escribió a otros hombres, así que hice algo
que jamás había hecho. Le mostré el dedo medio y aceleré, saliendo en reversa
del lugar.
Enojado porque intentara hablar conmigo, porque me impidiera
comprobar cómo se sentía Zoey, porque ella aún seguía respirando, conduje a
ciegas durante unos minutos, hasta que me di cuenta de que necesitaba un
destino. Necesitaba un plan. Pero no sabía a dónde ir ni qué hacer.
Asistir a la práctica comenzaba a sonar bien. ¿Qué mejor lugar para dar
rienda suelta a algo de la ira y la ansiedad que fluían a través de mí? Podía
taclear y lastimar, y también conseguir lastimarme. Lo anhelaba.
Pero no me sentía listo para enfrentar a Ten de nuevo. Todavía no.
Así que me encontré dirigiéndome a Forbidden.
Asher estaba en el escenario, reordenando y preparando los micrófonos
para la segunda noche de karaoke. Parecía extraño que mi cita doble con Zoey y
Ten hubiera sido hace apenas una semana. Había tomado mi primer trago de
alcohol, casi besado a Zoey, pasado el resto de la noche con Cora y después le
había comprado un anillo de compromiso y traté de proponerle matrimonio.
Todo eso en siete días, y aun así conseguí suficiente tiempo para destrozar
completamente la inocencia de Zoey Blakeland.
Sintiéndome enfermo del estómago y aún lidiando con una fuerte resaca,
miré alrededor del silencioso club.
—¿Está Pick?
Asher se enderezó y se giró hacia mí, sin haberse dado cuenta antes de
que había entrado. Inclinó su cabeza hacia el pasillo.
—Está en la parte de atrás. Oye, ayúdame a mover este altavoz, ¿quieres?
Es un bastardo pesado.
Asentí y me acerqué para ayudarlo. Gruñimos y trabajamos unos
minutos más para reordenar el escenario hasta que todo estuvo donde él quería.
No hizo preguntas ni intentó entablar una conversación, cosa que aprecié.
Aprendí que cuando se encontraba en cierto modo de trabajo, se volvía
demasiado enfocado para las sutilezas sociales. Lo que funcionó a la perfección
para mí. Un poco de trabajo sin tener que conversar era exactamente lo que
necesitaba.
Pero tan pronto como tuvimos todo donde quería, me sonrió mientras se
limpiaba las manos en sus pantalones.
—Gracias, hombre. —Podía ver una conversación aproximándose, por lo
que murmuré algo y me apresuré hacia el pasillo para buscar la oficina de Pick.
La última vez que estuve en la oficina del dueño de este lugar, era otra
habitación y otro hombre se encontraba detrás del escritorio. Ese día me
dispararon y vi a dos personas morir. Curiosamente, me sentía más nervioso
hoy que en ese entonces.
—Entra —gritó Pick desde adentro.
Después de tomar una gran bocanada de aire, entré. No sabía qué iba a
decir, solo sabía que necesitaba ayuda. Asesoramiento. Algo.
Lo que fuera.
Y confiaba en Pick más que nadie para ser reservado y útil.
Cuando levantó la mirada y me vio, dejó escapar un suspiro de alivio.
—Gracias a Dios, eres tú. Estoy trabajando en este maldito horario.
¿Crees que puedas trabajar mañana, el lunes, y martes por la noche? Lowe tiene
varicela. ¡Varicela! ¿Puedes creerle a ese hijo de puta? ¿Quién se contagia de
varicela con veintidós años?
—No lo sé —murmuré mientras comenzaba a avanzar—. Pero sí, seguro.
Puedo trabajar esos días. No hay problema.
—Gracias, hombre. —Pick comenzó a escribir mi nombre, luego debió
haber notado lo alterado que me sentía. Su lápiz se detuvo un minuto completo
antes de levantar la vista—. ¿Todo bien? —preguntó finalmente.
—No. —Tomé mi cabeza con ambas manos y me paseé un poco más
rápido por el lugar, necesitando eliminar un poco de la adrenalina que fluía a
través de mí.
Pick dejó su lápiz sobre la mesa y se enderezó, levantando finalmente la
vista y dándome toda su atención.
—¿Qué está pasando?
Sabía que él era discreto, pero aun así, no tenía la intención de contarle
absolutamente todo lo que salió de mi boca.
—Anoche… terminé con Cora. Me estaba engañando. Y luego me
emborraché y tuve sexo con Zoey, como, toda la noche.
Gimiendo, apreté mi cabeza con más fuerza y cerré los ojos para
bloquear el zumbido entre mis oídos.
Cuando me arriesgué a mirarlo para ver su reacción, él solo me miraba
con la más vacía de las expresiones. Finalmente dijo—: Y luego despertaste,
¿cierto? Porque este fue uno de tus sueños locos. ¿Verdad?
Colapsando en su sofá, enterré mi cara en mis manos y gemí. —Me
gustaría, pero no. Eso no fue un sueño.
—Santa mierda —explotó Pick—. Es decir, mierda. Santa mierda, hombre.
Tú… —Sacudió la cabeza—. Quiero decir, realmente estamos hablando de ti,
¿cierto? No de Ten. ¿Tú?
Lo fulminé con la mirada y se disculpó inmediatamente. —Lo siento,
solo… —Levantó una mano y dejó escapar un largo suspiro—. Es una sorpresa,
eso es todo. Lo lamento. —Pasó sus dedos sobre su pecho, como si tratara de
enderezar una corbata que no llevaba puesta—. Ahora estoy más tranquilo.
—Sí, bueno, yo no. Hace veinticuatro horas, me encontraba con una
chica, asentándome, completamente comprometido en nuestra relación y
pensando que pasaría el resto de mi vida con nadie más que ella y luego, ¡bam!
Unas horas más tarde, estoy dentro de su compañera de cuarto, y… Dios, ni
siquiera puedo… yo no… no lo sé. No tengo idea de qué hacer con todo esto.
—Sí —dijo Pick, mirándome un poco sorprendido, lo que no aliviaba mis
nervios. Luego se aclaró la garganta y sacudió la cabeza—. Entonces… ¿estás
seguro que todo terminó entre Cora y tú?
Lo di una mirada severa, un poco incrédulo de que siquiera tuviera que
preguntar.
—Sí. —No existía duda en mi voz—. La odio. Mató todo lo que alguna
vez sentí por ella al momento que leí los mensajes que le envió a otro hombre…
a varios otros.
—¿Estás seguro? —Pick arqueó una ceja suspicaz—. Es decir, ¿de tus
sentimientos? Todo esto acaba de pasar. Puedes pensar que ahora la odias, y
entonces darte cuenta… mierda. Quiero decir, no te sentías molesto, herido y
rencoroso hacia ella como para dormir con su amiga… ¿verdad?
—¿Qué? —Me levanté, mi cara acalorándose con rabia—. ¡No! Dios, no.
Yo nunca… a Zoey no. A ninguna chica, pero menos a ella.
Pick asintió, viéndose aliviado. —Oye, hombre. Solo me aseguraba.
Pasé una mano a través de mi pelo y comencé a caminar en círculos.
—Aun así… es decir, ella era virgen. Estaba borracho. No debí haber… sé
que tengo que hablar con ella, pero no tengo ni idea de qué decir. Se había ido
cuando me desperté, y me dirigí a su casa sin pensar, excepto que Cora se
encontraba allí, así que me marché del lugar sin poder conversar con ella, y…
solo… fue su primera vez —repetí estúpidamente—. Sé que tengo que
disculparme, pero…
—No, no, no. —Pick se levantó y agitó las manos, descartando al instante
esa idea. Se acercó a mí—. Hagas lo que hagas, no te disculpes nunca con una
mujer por haber tenido sexo con ella, a menos que malditamente la hayas
forzado. Mierda, no la forzaste, ¿cierto?
Fruncí el ceño. —No.
—Bueno, está bien. Eso es bueno. Es un comienzo. Podemos trabajar con
eso. —Se detuvo a mi lado, mirándome con preocupación.
Sacudiendo la cabeza, sin comprender, pregunté—: ¿Por qué no puedo
disculparme con ella?
—Porque completaste uno de los actos más personales y vinculantes para
una mujer. Nunca querrás decirle que fue un error y que te arrepientes de haber
tenido ese tipo de conexión con ella.
—Pero me arrepiento de la manera en que pasó —discutí—. La primera
vez de una chica no debería provenir de un tipo borracho vapuleándola
después de descubrir que era engañado. Ella no… no es sexo por despecho.
—Perfecto. —Pick chasqueó sus dedos y me señaló—. Dile eso.
Parpadeé hacia él y esperé a que dijera algo más, pero solo se encogió de
hombros. —¿Qué?
—Bien, ¿qué digo después de eso?
Se encogió de hombros y luego palmeó mi hombro con simpatía. —Ni
idea, hombre. Lo siento. Cada situación es diferente. Vas a tener que esperar y
ver cómo reacciona a la primera parte antes de continuar con el resto de la
conversación.
Tragué saliva, sintiéndome enfermo nuevamente. —Genial.
Iría a ciegas, y tenía el mal presentimiento de que cuando terminara
nuestra charla, Zoey ya no estaría en mi vida
El miedo apretó mi garganta.
Empecé a recordar cada momento en el que habíamos hablado antes de
anoche, cómo fuimos capaces de abrirnos al otro y compartir algunas cosas
personales con completa confianza. Zoey sabía más de mí que cualquier otra
persona viva en el planeta. Era una confidente y una amiga. El hecho de que
aún quisiera tener sexo con ella en cada velocidad y posición jamás creada era
completamente inconsecuente. No quería perder su amistad.
Pick me dejó estar en su oficina por unos minutos más. Me habló sobre
algunos posibles escenarios, hasta que me sentí un poco mejor, pero todavía
estaba profundamente asustado. Todavía quería ver a Zoey lo más pronto
posible. Y todavía necesitaba saber cómo podíamos reparar lo que yo había
obliterado entre nosotros. Pero Pick pensaba que debía darle un día para
ajustarse y lidiar con lo que había sucedido.
Me recordó que ella probablemente sentía como si hubiera traicionado a
Cora y por eso no quiera verme aún, porque mi presencia solo acrecentaría su
culpa. Saber que pasaba por eso me hizo sentir peor, pero decidí seguir su
consejo. Es decir, tengo que esperar por lo menos veinticuatro horas antes de ir
a buscarla.
Dejé su oficina dándole las gracias. Cuando salí del pasillo y entré a la
parte principal del club, reduje mis pasos al ver a Ten entrando por la puerta
principal.
Al ver la hora, me percaté que la práctica ya debía haber terminado.
Maldición. No me sentía preparado para lidiar con él. Quedándome en las
sombras del pasillo, entrecerré los ojos y lo observé acercarse al bar.
—Necesito alcohol. Mucho.
—Bueno, has venido al lugar indicado. —Asher volteó un vaso y le sirvió
un trago de tequila.
Ten ni siquiera dijo gracias, solo tomó el vaso y se lo bebió de golpe,
luego apretó los dientes y se centró en Asher.
—¿Qué mierda le hiciste a tu cabello?
Asher se rió mientras inclinaba su cabeza a un lado, dejándome ver las
puntas rubias que se había teñido en su oscuro cabello, cosa que no noté cuando
llegué.
—Caroline pensó que me vería bien con reflejos. Así que… fui y los
conseguí. ¿Quién te dejó el ojo morado?
—¿Caroline? —repitió Ten con incredulidad, estrechando los ojos, e
ignorando por completo la pregunta de Asher—. ¿Te refieres a mi Caroline?
Asher arqueó una ceja con diversión. —¿Tu Caroline?
Ten enseñó los dientes con un gruñido silencioso. —La Caroline de Noel.
Caroline Gamble. Sabes a quién me refiero, maldita sea.
—Ah, entonces… —Asher sonrió—. Sí, esa Caroline.
Con su rostro ensombreciéndose, Ten se inclinó sobre el mostrador hacia
Asher.
—¿Desde cuándo Caroline y tú son tan buenos amigos?
Asher se encogió de hombros mientras volvía a llenar el vaso de chupito
de Ten.
—Desde que nos conocimos en mi primer concierto la semana pasada,
supongo. Intercambiamos números y empezamos a escribirnos…
—¿Qué? —Ten tomó el vaso y se lo tragó de golpe antes de lanzarlo con
fuerza sobre la barra—. ¿Noel sabe que ustedes son tan cercanos?
Asher hizo una mueca como si quisiera contradecir la terminología de
Ten, pero luego dijo—: Sí, quiero decir, creo que lo sabe. ¿Por qué? Solo
hablamos. ¿Cuál es tu problema, hombre?
—Mi problema es que no quiero que algún maldito idiota hable con ella ni
crea que logrará entrar en sus bragas, porque eso sucederá sobre mi cadáver.
Nunca. ¿Entendido?
Asher sonrió de repente, como si tuviera a Ten exactamente en donde lo
quería.
—¿Por qué no? —se burló—. Es linda. Divertida. Dulce. Creo que podría
ser algo bueno entre nosotros.
—Y yo creo que mi puño se sentiría bien golpeando tu garganta, hijo de
puta.
Asher explotó con una carcajada. —Hombre, eres tan obvio. Si quieres
que me aleje de ella, solo dime que te gusta, y lo haré.
—Me gusta —casi gruñó Ten—. Mantente jodidamente lejos de ella.
—Bien. —Asher se encogió de hombros como si no fuera ningún
problema dar un paso a un lado y dejar que Ten tuviera una salida. Luego le
preparó un tercer chupito.
—Joder —murmuró Ten—. No puedo creer que me hicieras admitir eso.
—¿Qué puedo decir? —Asher parecía bastante orgulloso de sí mismo—.
Soy así de bueno.
—Imbécil —murmuró Ten, antes de mirar alrededor—. ¿Dónde está
Pick?
—Está atrás, hablando con Hamilton.
Ten se enderezó, con el rostro pálido. —¿Ham está aquí? Mierda. —Su
mirada se desplazó hacia el pasillo y me encontró al instante, observándolos.
Luego, sus hombros se elevaron mientras inhalaba profundamente—. Hola. —
Su voz sonaba cautelosa, respetuosa, arrepentida.
No contesté. Pero sí salí de las sombras antes de detenerme nuevamente,
con los brazos cruzados sobre mi pecho. Él se puso incomodo ante mi mirada
directa. Se aclaró la garganta, desvió la mirada y golpeó el vaso vacío sobre la
barra, indicándole a Asher que le sirviera otro trago.
Asher miró entre nosotros y luego sirvió. Miró a Ten bajar ese chupito
antes de que tomara la botella de su mano para servirse otro. Mientras se
tomaba ese también, Asher apuntó entre nosotros dos.
—Entonces, si están peleados, ¿significa que tengo que escoger lados?
Porque preferiría mantenerme neutral si es igual para ustedes.
—Jódete —dijo Ten, sacudiendo la botella para encontrarla vacía—. Trae
alcohol diferente, ¿puedes?
Cuando Asher lo hizo, Ten se lo quitó de la mano, murmurando—: Deja
de mirarme así, imbécil.
—Guau. —Asher dejó salir un silbido bajo—. Sabes, no estoy sintiendo
ninguna apreciación. Y yo que acordé dar un paso a un lado para que pudieras
tener a Caroline.
—No acordaste dar un paso a un lado para que yo pudiera tenerla,
imbécil. Nunca voy a tenerla. Acordaste dar un paso a un lado, porque sabes que
tu estúpido culo rockero es peor para ella que mi tonto culo de mujeriego. Jesús.
—Se tragó el siguiente chupito y luego sacudió la cabeza e inclinó el rostro
como si el alcohol estuviera comenzando a hacerle efecto.
Pick salió del pasillo y aminoró la velocidad hasta detenerse cuando vio
al recién llegado. Poniendo su antebrazo contra mi hombro para apoyarse en
mí, analizó a Ten pasivamente.
—Bueno, si no es Tenning No-Puede-Mantener- Sus-Pantalones-Puestos.
Ten levantó la mirada con lentitud y le frunció el ceño a Pick. —No es un
buen momento para esa mierda, hombre.
Pick solo le sonrió. —¿No te advertimos que nunca le dijeras sobre Cora
y tú?
—¿Decir qué? —preguntó Asher mientras me tensaba y miraba a Pick.
¿Cómo sabía que Ten y Cora habían…?
Pick sacó su brazo de mi hombro para palmearlo de modo
tranquilizador.
Los ojos de Ten se estrecharon y miró entre nosotros. —Joder —dijo—.
Debería haber sabido que Ham te contaría.
Con una risita, Pick negó con la cabeza. —En realidad, no lo hizo. Pero lo
descubrí por la tensión entre ustedes dos y ese ojo morado que tienes.
—Espera. ¿De qué me estoy perdiendo? —Asher arrebató el vaso de
chupito de Ten y lo limpió antes de que este pudiera exigir más—. No estás
diciendo que Quinn le dio el ojo morado, ¿verdad? Y, Ten, en verdad no follaste
a Cora… ¿cierto?
—Oh, sí lo hizo —anunció Pick tan abiertamente que me encogí de
vergüenza al escucharlo en voz alta y en un tono tan ligero y desinteresado.
—Santa mierda. —Los ojos de Asher se ampliaron antes de que le
lanzara una mirada acusadora a Ten—. Hombre, ¿qué demonios?
—Relájate —gruñó Ten—. Fue antes de que comenzaran a salir… —La
culpa se deslizó sobre su rostro antes de que agregara más calladamente—: …o
eso pensaba.
Asher levantó ambas cejas. —Pero pensé que odiabas a la mujer de
Hamilton.
—No es mi mujer —espeté, solo para que Pick palmeara mi hombro de
nuevo. De mala gana, los músculos tensos se calmaron bajo su toque.
Asher no pareció saber cómo responder a mi arrebato. Deslizó su mirada
sorprendida de mí a Ten.
—¿Por qué crees que la odio? —admitió Ten, mirando a modo de
disculpa en mi dirección—. La perra me mintió y dijo que solo habían tenido un
acuerdo de una sola vez.
Lo estudié por un momento antes de que algo de pronto se volviera claro
para mí.
—¿Es por eso que nunca dejaste que se quedara a pasar la noche en
nuestra casa? —Ten desvió la mirada, la disculpa en su cara transformándose
en culpa. Resoplé—. Tenías miedo de que saliera de mi cama e inmediatamente
se metiera en la tuya.
Guau, eso daba mucho que pensar. Todo este tiempo, mi propio
compañero de cuarto sabía que no se podía confiar en que ella mantuviera las
piernas cerradas cerca de otros hombres, y yo fui un idiota ignorante.
—Bueno, gracias por avisarme de que era así. Lo aprecio.
—Oye. —Ten se dio la vuelta y levantó las manos a modo de defensa—.
Parecía tan enganchada por ti después de que se pusieran calientes e intensos,
que pensé que podría haber cambiado por ti. Esperaba que hubiera cambiado.
—Pero no lo suficiente para confiar en que pasara la noche en nuestra
casa, ¿eh?
Ten suspiró y se pasó una mano por el cabello. —No sé qué quieres que
diga. Te dije que lo sentía. Y es cierto. Si pudiera borrarlo, lo haría. Lo último
que quiero hacer en el mundo es traicionar a uno de mis amigos. Me siento
como la mierda, de acuerdo.
No quería ceder, pero sabía que decía la verdad. Él no traicionaba a sus
amigos, de otro modo, ya habría satisfecho sus deseos por Caroline hace mucho
tiempo. Pero se mantenía lejos, en honor a Noel.
—Entonces, ¿qué dices, Quinn? —Pick me volvió a apretar el hombro—.
¿Vas a perdonar al tonto por dormir accidentalmente con alguien que no
debería haber dormido? —Cuando su mirada encontró la mía, me di cuenta que
no se refería a Ten y Cora; me recordaba a Zoey.
Aparté la mirada, la vergüenza atascándose en mi garganta. Lo que había
hecho con ella era cincuenta veces peor que cualquier cosa que Ten hizo con
una chica que pensó que estaba completamente disponible y dispuesta.
Después de liberar un suspiro, asentí. —Sí —dije, mi voz oxidada como
si no hubiera hablado en una semana—. Supongo. Lo que sea.
—¿Qué? ¿En serio? —Ten se enderezó, viéndose desconcertado—. ¿Así
como así? ¿Me perdonas?
Me miró con incredulidad como si quisiera más de mí. —¿Qué? —dije,
frunciéndole el ceño—. No esperes un abrazo ni nada.
Pick y Asher empezaron a reírse. Pareciendo un poco enfermo del
estómago, Ten giró en su banqueta para enfrentar la barra, y luego se estiró
para arrebatar la botella de la mano de Asher e inclinarla hacia arriba y dejar
que el alcohol bajara por su garganta.
Frunciendo el ceño, Pick lo señaló. —Oye, ahora vas a pagar por esa
botella entera, imbécil.
Las puertas del frente se abrieron. Los cuatro nos volvimos para ver a
Mason entrar al club. Su cara estaba salpicada de manchas rojas, pero silbaba en
voz baja. Sin embargo, se detuvo cuando nos vio mirándolo. Echando un
vistazo alrededor, nos dio un ceño inquieto.
—Bueno, gracias por invitarme a la fiesta.
—Hart y yo estamos evitando que Hamilton asesine a Ten —explicó
Pick—. ¿Qué estás haciendo afuera? Pensaba que tenías varicela.
—La tengo, pero… —Mason señaló hacia el escenario, solo para fruncir
el ceño y rascarse el brazo—. Le prometí a Asher que le ayudaría a acomodar el
escenario para el karaoke de esta noche. Excepto que…
—Ya Quinn me ayudó. —Asher asintió hacia mí con una sonrisa
agradecida.
—Sí —dijo Mason lentamente, deslizando su mirada en su dirección—.
No obstante, ¿qué está haciendo Quinn aquí? —Luego miró a mi compañero de
cuarto—. Y Ten también, para el asunto. Pensé que Gamble me cubriría esta
noche.
—Ham rompió con Cora —anunció Pick.
Otra vez, la manera calmada y nivelada en que lo dijo, me hizo apretar
los dientes. Viniendo de su boca así, sonaba como si hubiera pasado algo
regular y rutinario, mientras que yo apenas mantenía la cordura por todo el
trauma. Quería descargar mi cólera y romper cosas, y curvarme en una bola y
morir, y luego encogerme de mortificación, todo mientras las cosas que había
hecho con Zoey seguían girando en mi mente, manteniéndome perpetuamente
culpable y cachondo al mismo tiempo.
Decir que era un completo desastre probablemente era el eufemismo del
siglo.
—Oh, mierda —expresó Mason, girándose a Pick—. Finalmente le dijiste
cómo intento seducirte, ¿eh?
Me di la vuelta hacia Pick y lo miré boquiabierto. Él retrocedió con
lentitud y levantó las manos, sus ojos amplios con culpabilidad.
Oh Dios mío. Ella había intentado seducirlo.
—¡Qué mierda! —Me agarré el cabello, queriendo arrancar cada mechón
de raíz, solo… cualquier cosa para aliviar la ira y la humillación dentro de mí.
Mason se volvió con los ojos como platos hacia Ten. —¿Hamilton acaba
de decir mierda? ¿O es mi fiebre jodiendo con mis oídos?
Ten le golpeó en el brazo. —Qué manera de salir con eso, imbécil. Hiciste
que maldijera.
—¿Alguien más sabe algo sobre mi vida que yo no sepa? —exigí,
fulminando a cada hombre en el lugar—. Pensé que eran mis amigos.
Siempre me hicieron sentir incluido y bienvenido, como uno de la
pandilla. Darme cuenta de que me ocultaron cosas no me sentaba bien.
¿Pensaron que era muy estúpido para soportarlo, muy inocente, muy…?
—Eres nuestro amigo, Quinn. —La voz calmada de Pick en realidad no
me calmó esta vez. Y cuando puso una mano en mi hombro, me encogí y lo
miré. Levantó las palmas y dio un paso atrás.
—Entonces, ¿qué? ¿Piensan que soy demasiado frágil para manejar la
verdad?
—No. —Pick frunció el ceño y sacudió la cabeza—. En absoluto.
Pensamos que has tenido que lidiar con un montón de nuevas experiencias en
los últimos meses con las que nunca has lidiado. Sabemos cuán resguardado
eras; que no tuviste una vida de adolescente normal. Así que cuando se trata de
mujeres, sexo y amor, no te metiste en eso como el resto de nosotros. Has tenido
que saltar directo a lo más profundo. Es porque eres nuestro amigo y somos
completamente leales a ti que no interferimos o te molestamos con cosas de las
que no teníamos la certeza. Solo queríamos que te divirtieras con tu primera
chica. Y Cora no me sedujo exactamente, como expresó Lowe. Solo emitió esta
vibra como si quisiera hacerlo, así que la corté antes de que pudiera. Así que no
lo hizo. Podría haber sido una interpretación totalmente equivocada, y no
quería causarte alguna paranoia excesiva, por eso nunca dije nada.
—Y lo juro, si hubiera sabido que ella ya había acordado salir contigo
cuando follamos, te lo habría dicho, de inmediato —agregó Ten—. He estado
vigilándola como un halcón, esperando por el primer momento en que pudiera
atraparla con alguien más, pero la perra es escurridiza, le reconoceré eso. Oculta
bien sus secretos. Nunca la atrapé con nadie más durante su relación, así que no
pude delatarla.
—El amor de mi vida está vivo hoy gracias a ti —agregó Pick—.
Sangraría por ti, hombre. Si hubo algo que no te dijimos, es porque nos
preocupamos por ti.
Asentí, pero todavía me sentía como un tonto. Había estado ciego a
tantísimas cosas. No quería que nadie pensara que tenían que ocultarme algo
por mi propio bien, mentirme para ahorrarme el sufrimiento.
A partir de ahora, quería ser duro. Y consciente.
Que se jodiera lo agradable; quería honestidad.
30 Traducido por CamShaaw & Val_17
Corregido por Beatrix

Zoey
Es una locura con cuanta rapidez un día puede salirse de control. Aparte
del hecho de que parecía que mis contactos se secaron y pegado a mis ojos, me
desperté con la sensación más increíble en el mundo: la dura y cálida carne de
Quinn presionándose contra la mía.
Por el momento más largo me quedé allí, apretada encima de él con sus
latidos funcionando como almohada y nuestras piernas entrelazadas mientras
respiraba su increíble olor. Hipnotizada por el ascenso y caída de su pecho
debajo de mi oído, escuchaba su respiración, simplemente asombrada de estar
con él. Mis dedos, que habían estado descansando sobre su hombro, se
deslizaron por su brazo, emocionados por cuán cálida y suave era su carne pese
a estar cubierta por músculos duros como el acero.
Debajo de mí, dejó escapar una respiración, medio gemido medio
suspiro. Sonreí, manteniendo mis pestañas unidas, casi asustada de abrirlas con
miedo de encontrar algo que no sea lo que yo sabía que estaba sintiendo debajo
de mí. Entonces su pierna se movió y pude sentir su eje contra mi cadera,
mientras se endurecía.
El interior de mis muslos ardía con un rayo de placer, y si hubiera estado
usando ropa interior se habrían empapado. Mi cuerpo recordaba todos los
momentos de anoche mientras trataba de contar en mi cabeza exactamente
cuántas veces Quinn estuvo dentro de mí. ¿Cuatro? ¿Cinco?
Fue tan implacable. Apasionado. Hambriento… de mí. Creo que me
ansiaba tanto como yo a él.
La alegría estalló dentro de mí. Sinceramente, no podía recordar haberme
sentido tan feliz. Deslicé mi mano hacia abajo, queriendo envolver mis dedos
alrededor de su creciente excitación mientras besaba el latido por debajo de su
pecho.
Antes de llegar a su excitación matutina, él curvó su mano alrededor de
mi trasero en una cálida caricia y, soñoliento murmuró—: Te amo.
Me quedé inmóvil, mis dedos detenidos justo debajo de su ombligo. Al
abrir los ojos, capturé sabanas verdes y un hombre desnudo debajo de mí. La
euforia corrió por mis venas, sonó en mis oídos, y causó una sacudida eléctrica
de espasmo a través de mi pecho.
Pero, ¿Quinn me amaba?
¿Debía responderle? Quería hacerlo. Me entraron ganas de reír, chillar y
gritar. El momento fue tan impresionante y perfecto, que no podía respirar
correctamente. Sin poder creer que él haya dicho eso, levanté mi mirada lo
suficiente como para capturar un lado de su mandíbula. Debía afeitarse. Alcé la
vista para encontrar sus ojos cerrados. Continuaba dormido.
Oh, Dios mío, ¿incluso me amaba en su subconsciente? Eso simplemente
era… espera.
Sabía que yo era una persona vergonzosa, tímida, ingenua, pero también
era plenamente consciente de que los chicos no se enamoraban de una chica
después de solo una noche, incluso si hubiera sido la mejor noche de mi vida.
Quiero decir, ayer él estuvo planeando pedirle a Cora…
Oh… no.
Cora.
La culpa, el miedo y el dolor se arremolinaron a través de mí mientras
que su declaración de amor continuaba picándome. Hacía veinticuatro horas,
era el novio de Cora, y se despertó en la cama de Cora. Estaba acostumbrado a
estar con ella. ¿Y si hablaba de ella en medio del sueño? Lo escuché decirle que
la amaba antes. Tal vez era costumbre decirle que la amaba a primera hora de la
mañana. Tenía sentido que le hablara a ella, no a mí.
Lo que no tenía sentido era que yo despertara con él esta mañana, o
pensara que esto era uno de los mejores momentos de mi vida. Lo que no tenía
sentido era que yo creyera que me amaba.
Conteniendo el aliento, levanté mi cara, pero sus ojos seguían cerrados y
sus labios entreabiertos mientras respiraba con facilidad. Luego, su palma se
deslizó sin fuerza de mi trasero al irse a la deriva en un profundo sueño.
Y de repente, la mejor sensación del mundo fue sustituida por la peor.
No pertenecía aquí. Simplemente robé algo de Cora y Quinn que nunca podría
devolver. Era una vil, terrible y horrible traidora.
Una lágrima resbaló por mi mejilla. La seguí con mis dedos, secándola
antes de que pudiera caer sobre nosotros. Me estremecí al aspirar suavemente, e
intenté moverme fuera de él.
Habíamos estado despiertos la mayor parte de la noche, solo tomando
siestas aquí y allá hasta que uno de nosotros se despertaba hambriento por más.
Olvidé cuántas veces me desperté sintiendo su boca sobre mis pechos, o su
lengua entre mis piernas, su polla entrando por detrás mientras sus dedos se
deslizaban alrededor de mis caderas para jugar con mi clítoris. Todavía tenía un
punto sensible en la parte posterior de mi hombro de cuando me mordió tan
fuerte al venirse en esa posición.
Sus manos me poseyeron, acariciándome tanto que ahora poseía cada
centímetro. Su caliente toque me marcó como suya.
Y sin embargo, una parte de él todavía le pertenecía a ella. Sus labios no
habrían formado esas palabras si no fuera así. ¿Verdad?
Él dormía cuando cuidadosamente salí de encima. Después de anoche,
tendría que estar agotado. Sabía que yo sí lo estaba. Exhausta y dolorida, sobre
todo entre las piernas y alrededor de mis pechos.
Acuné ambos lugares sensibles para cubrirme mientras buscaba mi ropa
a través de su piso.
Ni siquiera parecía posible que estuviera a punto de hacer la caminata de
la vergüenza. Ayer en este momento, era virgen y me hallaba segura de que me
quedaría así por un tiempo muy largo.
Más lágrimas inundaron mis mejillas. Como quería que él despertara y
me atrapara, me tirara de nuevo en la cama, a sus brazos y me tranquilizara con
que lo de anoche significó tanto para él como para mí. Que me hablaba a mí
cuando dijo esas palabras. Pero temía el momento en que despertara, porque
sabía que mi deseo era todo lo contrario a lo que haría realmente.
No podía soportar el ver en sus ojos la culpa, la disculpa, el disgusto y la
angustia. Subí mis pantalones, sin ni siquiera molestarme en buscar mi ropa
interior que no pude detectar de inmediato. Cuando algo se clavó en mi cadera
a través de la tela de mi bolsillo, casi me desmoroné nuevamente. Con dedos
temblorosos, saqué el anillo de Quinn para Cora. Continuaba grasoso de los
camarones donde había caído.
Tratando de no vomitar por asco de mí misma, puse el anillo suavemente
en la mesa de noche de Quinn. Pasé un momento viéndolos juntos, a él y a su
anillo para otra mujer. Y entonces huí.
Tan pronto como alcancé el pasillo, me detuve en seco, recordando que
Ten también vivía aquí y podría ser que siguiera por aquí. Si Ten me viera así,
mi horror sería completo. Pero ningún hombre se despertó. Ni Quinn. Ni Ten.
Solo una perdida, asustada y culpable Zoey.
No dejé de llorar mientras conducía de regreso a Chateau Rivera. Me
controlé y concentré en conducir. No quería hacer frente a Cora ahora, pero no
sabía a dónde ir. Tenía la esperanza de que estuviera durmiendo como solía
hacer las mañanas de los sábados. Excepto que… mierda, ya no era exactamente
de mañana, ¿verdad? Pero era lo suficientemente tarde ya para que ella haya ido
a su cita de diálisis.
Y, oh hombre, el pensar en su diálisis solo hizo que la bilis subiera por mi
garganta. Era la peor persona del mundo. No solo traicioné a mi mejor amiga,
sino que lo hice cuando ella estaba más débil y vulnerable, enferma y frágil.
Sin embargo, me alivió el saber que podría deslizarme dentro de la
habitación para estar sola. Excepto que cuando llegué a casa y abrí la puerta,
dejé escapar un sorprendido grito cuando vi a alguien de pie en el pasillo de
entrada.
—Oh, Dios mío —jadeé, poniendo la mano sobre mi corazón, que latía
con rapidez a medida que me fui centrando en el rostro de Cora.
Lucía horrible. Con bolsas debajo de sus ojos, el cabello un lío andrajoso,
ropas grandes y colgando de su delgado cuerpo.
—¿Qué haces todavía aquí? —jadeé, sin aliento al recibir la sorpresa de
mi vida.
Pasó el dorso de la mano por su nariz y esnifó. —Estoy esperándote,
idiota. ¿Qué crees que hago todavía aquí? He tratado de llamar a tu teléfono
toda la mañana.
Me abracé a mí misma, incapaz de mirarla a los ojos. —Lo apagué.
—Sí, lo supuse. Mira, sé que sigues enojada conmigo porque no te dije
sobre los otros chicos —dijo. Era tan indiferente al decir los otros chicos, que me
estremecí, dolida en nombre de Quinn. ¿Cuántos otros chicos estuvieron allí?—.
Pero, ¿estás tan molesta que vas a dejarme plantada con el trasplante de riñón?
Parpadeé, sin tener idea. —¿Qué?
—Se supone que debemos ir juntas esta mañana. Tienes más pruebas
mientras yo estoy en mi tratamiento.
—Oh. —Oh, mierda. Me había olvidado. Estuve demasiado ocupada
teniendo sexo con su ex durante toda la noche como para pensar en las citas
médicas. El color desapareció de mi cara, y la culpa cubrió la que ya sentía—.
Supongo que no tengo tiempo para una ducha, ¿no?
Tragué saliva, incapaz de pensar en nada más que en todas las cosas que
yo estaría lavando si tuviera tiempo.
—Joder, no. No tienes tiempo. —Me agarró del brazo, lo que me
sobresaltó. Quinn me había tocado allí anoche. Pero entonces, él me tocó en
todas partes—. Vámonos.
Me aparté. —Necesito cambiarme. —Y mis contactos me mataban los
ojos. Además de que no podía soportar la sensación de su mano sobre mí.
Me dio cinco minutos, y entonces me sacó rápidamente por la puerta.
Aún sorprendida y aturdida por todo lo que pasó, no podía darle orden a
mis pensamientos. Mi mente se hallaba dispersa. Se sentía tan extraño estar
cerca de Cora en el ascensor cuando hacía solo unas horas que había tenido la
polla de su novio en la boca. Ex novio, me recordé a mí misma. La polla de su
ex novio. La hermosa polla de Quinn, la gran polla que tenía…
Jadeé, obteniendo una mirada extraña de Cora. Pero alejé mi atención.
Tan pronto como llegamos a la planta baja, salí disparada de allí,
abriendo lentamente las puertas y corriendo a la salida, apenas agradeciendo a
Terrance cuando me dejó salir del edificio. No sabía cómo hacerlo, cómo fingir
que no pasé toda la noche en la cama de Quinn.
Y entonces, como si pensar en él lo invocara, allí estaba, al otro lado de la
cochera, de pie junto a su camioneta. Me detuve de inmediato, sin estar segura
de qué hacer. El viento azotaba su cabello y aplanaba su camiseta contra su
cuerpo, mostrando todos los músculos marcados que tenía, y me recordó cómo
se sintieron bajo mis dedos.
De repente, pude sentirlo de nuevo dentro de mí, podía saborear su beso
en mi lengua, oler su perfecto aroma. Mi cuerpo reaccionó; lo quería tanto,
quería que me presionara en su colchón y me cubriera con su dura calidez.
Cuando él dio un paso adelante, con una expresión esperanzada pero
aun así incierta, un estremecimiento de anhelo corrió a través de mí. Él me
siguió.
Pero luego Cora dijo su nombre, y me sobresalté. Ella me pasó corriendo,
directo hacia él, y el horror llenó su rostro. Él se dio la vuelta, abriendo con
fuerza la puerta de su camioneta, y cerrándola.
Cuando arrancó el motor, ella golpeó su ventana, pero él se alejó sin
disminuir la velocidad.
No sabía qué pensar, qué hacer. Solo sabía que vino hasta aquí por mí,
no por ella.
Me había buscado.
Tal vez sí me habló a mí en sueños. O quizá yo hacía una montaña de un
grano de arena. Probablemente solo vino aquí a pedir disculpas y a decirme que
lamentaba todo.
—Bueno, vamos ya —me gritó Cora, con las manos en sus caderas.
Así que… nos fuimos. Todavía tenía que salvar su vida.
Me hallaba tan en silencio en el asiento de pasajero que creo que puso
nerviosa a Cora. Finalmente dejó escapar un suspiro y se quejó—: Supongo que
quieres hablar de anoche, ¿eh?
Salté. ¿Anoche? Mi cerebro se llenó de inmediato de una docena de
imágenes en mi cabeza: Quinn encima de mí, debajo de mí, detrás de mí,
sujetándome contra la pared. Palidecí y sacudí la cabeza. —En realidad no.
Cora levantó las cejas. —¿En serio? Y yo tan segura de que conseguiría un
discurso mojigato e indignado acerca de follar y ser infiel. En realidad esperaba
un montón de preguntas como por qué. ¿Por qué, Cora, por qué? —Terminó las
últimas tres palabras en un gemido, como tratando de imitarme.
Me encogí de hombros y me volví para mirar por la ventana, ignorando
el insulto. Tenía mucho más para insultarme de lo que nunca podría suponer.
—Supongo que he dejado de preguntarme por qué haces cosas que no tienen
sentido para mí.
Ella no tuvo una respuesta para eso. Hizo un sonido susceptible, y luego
dijo—: Bueno, no sabía que él iba a proponerme matrimonio.
Le lancé una mirada seca porque seguía mintiéndome. —Oh, ¿así que
habrías sido fiel si supieras que iba tan en serio contigo?
Se encogió de hombros, haciéndome saber que no hubiera sido fiel, sin
importar qué. No se disculpó, me di cuenta. Actuó arrogante y justificada, como
si no hubiera hecho absolutamente nada malo, como si no acabara de romper el
corazón de un hombre que estuvo a segundos —segundos— de pedirle que
fuera su esposa.
Justo en ese momento la odiaba. Y no me sentí mal por acostarme con su
ex novio. Y lo peor, no me sentí mal por tener esos horribles pensamientos,
como solía hacer cuando un pensamiento así entraba en mi cabeza. Sentía
repugnancia por la mujer sentada junto a mí.
Pero entonces pasó ese segundo, y la culpa y vergüenza se derrumbaron.
Me encogí en mi asiento, necesitando una distracción. —¿Qué tipo de chequeo
voy a recibir hoy? —pregunté en voz baja.
Ya pasé por el examen físico. Un médico me miró por encima de arriba
abajo, cuidadosamente, incluso yendo tan lejos como para analizar cada lunar
en mi cuerpo para asegurarse de que no lucieran cancerosos.
—Psicológico, creo.
—¿Psico…? —Un sudor frío empañó mi piel. Me giré para mirarla,
sintiendo como si pudiera vomitar—. ¿Qué? No. Yo… No puedo. Hoy no. ¿No
puedo hacer algo diferente esta vez? —Cualquier cosa diferente.
Ya podía imaginar al psiquiatra sacándome la verdad.
¿Qué tan celosa de Cora es usted? ¿Cuánto le molestan sus perfectos padres, sus
perfectos modales sociales y su perfecto novio? ¿Qué tan dolorida está entre las piernas
al habérselo robado a ella y haber tenido relaciones sexuales con él toda la noche?
Hoy era el peor día para que alguien pueda investigar el interior de mi
cerebro.
Cora simplemente me envió una mirada irónica, sin piedad alguna en su
mirada de odio. —Yo no establecí las citas. Tú vas.

—Entonces, Zoey. ¿Por qué quieres darle a Cora tu riñón?


Era la más fácil y obvia pregunta. Y sin embargo, me dejó completamente
en blanco, porque en ese momento, no podía recordar por qué continuaba tan
decidida a hacer eso. Lo único que se me ocurrió decir fue que era porque le dije
que lo haría. No me tragaría mis palabras.
Pero después de lamer mis labios extremadamente secos, dejé salir mi
voz temblorosa. —Por… Porque es mi mejor amiga.
Mentira. Eso era mentira. Un año atrás, hubiera sido cierto. Demonios,
incluso hace un par de meses, habría sido la verdad. Pero hoy, ni siquiera sabía
si la consideraba una amiga pasajera.
Al otro lado de la habitación demasiado calurosa, el psicólogo asintió e
hizo una nota en su libreta. Por alguna razón, me preguntaba si hacía una
anotación sobre mí o si solo jugaba al tres en raya consigo mismo.
Luego levantó la cabeza y me envió una sonrisa que me intimidaba más
de lo que ya hacían los nervios. —Por las notas de Cora aquí, dice que es un año
mayor que tú y te tuvo bajo su ala. ¿Es esto cierto?
Parpadeé mientras él caminaba lentamente y pasaba algunas páginas,
como si buscara la línea que citaba. Pero… ¿qué? ¿Cora ya habló con él? ¿Cora
había…? ¿Qué es exactamente lo que habló de mí? ¿Qué sabía él de mí?
Mi respiración se comenzó a intensificar. —Yo… —Asentí, porque nada
de lo que él dijera era una mentira—. Sí, supongo
—¿Y ella es la, eh, que encabeza la amistad? ¿Tú eres la seguidora?
No quise fruncir el ceño, pero algo en la forma en que lo dijo me hizo
tener varios tipos de malos pensamientos, aunque, bueno, así es como fue en la
escuela secundaria. Había seguido cualquier idea que Cora hubiera tenido, hice
lo que quería hacer ella, la seguía como una buena ovejita fiel.
Pero, ¿aquí en Ellamore? Sí, esa no era la forma de nuestra amistad.
Sin embargo, no se lo dije. No le dije que se sentía más como una extraña
para mí en estos días. Así que me encogí de hombros y estuve de acuerdo con
su evaluación. —Claro.
Asintió como si se auto-felicitara con su brillante deducción. —Parece
que Cora es una persona muy importante en tu vida. Dijo que no tenías una
gran vida en tu casa, así que actúo como tu familia. Como una hermana mayor.
Supongo que estoy diciendo que me preocupo por los problemas de apego. No
quiero que pienses en ella como tu muleta.
¡Guau! ¿Qué?
Lo último que pensé es en Cora siendo una muleta.
Bueno, quizás hace dos años, cuando me “tomó bajo su ala”, me aferré a
su amistad, porque era lo único que tuve. Pero entonces estuve un año separada
de ella para aprender a lidiar con las cosas por mi cuenta, y la única razón por
la que había venido aquí a Ellamore era para ayudarla, no para que ella se
ocupara de mí otra vez. Últimamente, se me habían estado ocurriendo maneras
de cortar pacíficamente lazos con ella después que terminara el trasplante.
—Darle un riñón no va a hacer que haya una conexión emocional entre
ustedes. Seguirás siendo tú misma, y lo mismo con ella. ¿Te das cuenta de eso,
cierto, Zoey?
¿Qué demonios?
Asentí, porque no sabía cómo responderle sin decirle que estaba loco. No
quería ser uno con Cora. Ni siquiera quería ser como Cora.
Pero, quería saber qué tipo de historia le dio. Recordando cómo me dijo
que pensaba que yo era lesbiana con un enamoramiento por ella, me hundí más
bajo en el sofá, pidiéndole a Dios que no le haya dicho eso. Pero lo hizo sonar
como que estaba obsesivamente enamorada, así que… probablemente lo hizo.
—Yo… Yo lo sé —dije, sin saber qué más decir sin que su idea sonara
completamente loca.
—Y luego está la posibilidad de que su cuerpo pueda rechazar el nuevo
riñón. ¿Qué harías tú si el trasplante no fuera un éxito y ella no sobreviviera?
—No sé —susurré, y honestamente, no lo sabía. No pensé en lo que
sucedería después. Estuve demasiado concentrada en que se haga.
—Yo… Supongo que terminaré la escuela —dije tontamente.
Levantó una ceja interesado. —¿Aquí? ¿En ESU?
Asentí. —Sí. Quiero decir, claro. Estoy inscrita y me encuentro en medio
de un semestre.
Además, Quinn se encontraba aquí. Lo que era un pensamiento horrible
e inapropiado para tener en este momento, pero no podía dejar de pensar en él
estando en mi futuro.
—Entonces, ¿creer que podrías soportar estar aquí sola, sin familia o
amigos?
Como que quise reírme en su cara. Tenía más amigos aquí que los que he
tenido en casa. Caroline, Reese, Quinn. Incluso Ten. La idea de irme me hizo
retroceder con pavor. Este lugar era mi casa ahora. Y los amigos que hice desde
que llegué eran la familia más cercana que tuve.
Aclarándome la garganta, me encontré con la mirada del Doctor como se
llame. —Creo que estaría bien por mi cuenta si tuviera que hacerlo.
Asintió y garabateó otra anotación, o tal vez acababa de vencerse a sí
mismo en el tres en raya. No sabía. No me importaba. Hasta ahora estaba tan
fuera de lugar con todas sus preguntas, que ni siquiera era divertido. Pero,
¡uf!... Supongo que no tenía que haberme preocupado de que él sacara todos
mis más profundos secretos oscuros y hacerme admitir cuán culpable me sentía
con respecto a Quinn y Cora.

Cora y yo nos quedamos en silencio en el viaje a casa. Esperaba que


preguntara cómo estuvo mi sesión con el psicólogo, pero no lo hizo. Y no le
pregunté cómo fue su diálisis.
Se veía mejor que cuando habíamos dejado el apartamento, así que
supongo que la ayudó.
Se mordió el labio y miró fríamente por la ventana, así que volví mi
atención hacia la ventana del lado del pasajero.
Nos encontrábamos a unos cinco minutos del apartamento cuando por
fin habló—: Creo que voy a volver con Quinn.
El temor atravesó mi cuerpo cuando me giré lentamente. —¿Qué?
Asintió sin mirarme. —Sí —dijo, como si acabara de llegar a esa
conclusión—. Es mejor tener un novio que no tener uno. Y me mimaba tanto,
siempre me dejaba hacerlo todo a mi manera, no invadía mi espacio. Y el sexo.
Guau. Una vez que aprendió qué hacer, ese chico sabía cómo manejar una polla.
Se me revolvió el estómago, pero oh Dios, ya sabía lo bien que él sabía
cómo manejarla. Y eso estaba tan, tan mal.
Con una carcajada áspera, Cora sacudió la cabeza. —Extrañamente, en
realidad fue el novio ideal.
Negué con la cabeza, sin entenderlo. —¿Qué quieres decir con
extrañamente? ¿Por qué esa idea es extraña?
Pensaba que su dedicación, lealtad y adoración fueron increíbles. Digno
de asombro. Refrescante. Nunca fue extraño para mí. Ver la manera en que
trataba a Cora cuando se encontraban juntos me dio fe en el amor y me
demostró que existía de una forma increíble y sana. Fue hermoso, no extraño.
Pero Cora se encogió de hombros. —Oh, ya sabes. Al principio, era solo
una especie de trofeo. El lindo jugador de futbol descerebrado que no consiguió
ninguna otra fanática.
¿Fanática? ¿Había sido una fanática?
—Pero luego, se hallaba tan ansioso por complacerme. Tan desesperado
por atención. —Otro imprudente encogimiento de hombros—. ¿Qué puedo
decir? Soy una chica. Me gusta ser adorada. Así que dejé que me adorara por un
tiempo. Pero luego se puso bueno en el dormitorio, y me siguió mimando y
dándome todo lo que quería. Digo, todo. Y bueno… él es ardiente. Además que
su polla es, como, enorme. Así que… solo lo mantuve cerca.
—Estás… —Tragué porque era increíblemente difícil de escuchar—.
¿Estás diciendo que nunca lo amaste?
Cora me envió una mirada. Creo que eso significaba que la respuesta era
un evidente no. Me dolió el corazón por Quinn, porque él la había amado. Se
encontraba dispuesto a casarse con ella. ¿Cómo pudo…?
—Fue el hombre más devoto con el que salí. No creo que haya terminado
con él.
Bufé. Tal vez debería haberlo considerado antes de acostarse con esos
otros chicos.
Me miró, su ceño fruncido. —¿Qué? ¿No crees que pueda lograrlo? —
Una sonrisa secreta cruzó sus labios—. Ah, ya sé cómo hacerlo. Sé exactamente
lo que más le gusta.
Se refería al sexo, y eso me hizo sentir más vil que nunca, porque ¿y si
ella sabía cómo tentarlo para que la perdonara? ¿Y si podía atraerlo de vuelta en
sus garras, en su cama? ¿Y si…? No, ni siquiera podía considerarlo. No podía
volver con ella después de lo que hizo conmigo. Simplemente no podía. Incluso
si nunca me tocaba otra vez y se negaba a hablarme, tampoco podía regresar
con ella.
—Pero lo engañaste —discutí, sin querer. Las palabras simplemente
salieron de mi boca porque ni siquiera quería que intentara recuperarlo—.
Rompió contigo.
—Nah. —No parecía preocupada por ese hecho—. Creo que tal vez es
hora de soltar la gran bomba y contarle sobre mi insuficiencia renal. Sabes que
llevará a Quinn de vuelta a donde lo quiero.
Mi boca se abrió con incredulidad. —Tú… ¿vas a jugar la carta de la
compasión y usarla contra él?
El ácido en su mirada me quemó. —¿Por qué estás tan molesta por eso?
¿No eres tú quien me acosó por meses para que se lo contara? Finalmente te vas
a salir con la tuya.
Quería que se lo contara mucho antes de que pasara la noche con él, de
que le diera mi virginidad y me enamorara irreversiblemente.
Palidecí cuando se me ocurrió un pensamiento. Si Cora se lo decía, sabría
que yo lo sabía desde el principio. Nunca me perdonaría por ocultárselo,
porque si se lo hubiera dicho, nunca habría dejado a Cora, sin importar con
cuantos chicos se hubiera acostado. Ella tenía razón; él era un gran devoto de
corazón que se quedaría al lado de su moribunda —aunque infiel— novia.
Oh Dios. ¿Y si pensaba que no se lo dije porque lo quería todo para mí?
¿Y si…? Espera.
¿Y si —subconscientemente— no se lo había dicho porque sí lo quería
todo para mí?
¿Y si yo era peor persona que Cora?
No podía presionarla para que no se lo dijera ahora. Simplemente no
podía.
—Haz lo que quieras. —Me giré para mirar por la ventana lateral de
nuevo. Pero dentro de mi pecho, mi corazón se derrumbó en pedazos.
Quinn iba a odiarme
31 Traducido por Josmary
Corregido por Valentine Rose

Quinn
Cora apareció en mi puerta la noche del sábado mientras cenaba con Ten.
Había cocinado para mí, ordenado pizza. A pesar de que no tenía hambre,
acababa de darle un mordisco a mi primera rebanada de pizza suprema cuando
escuché que tocaron la puerta. Pensando —esperando y rezando— que pudiera
ser Zoey, empecé a levantarme, pero Ten me hizo sentarme de nuevo.
—Yo me encargo.
Me di cuenta de quién era al instante cuando comenzó a despotricar—:
Oh, tú… maldita perra infiel y sin valor. ¿Cómo te atreves a venir? ¿Por qué no
te das la vuelta y te vas a chupar la polla de quien fuera que estuvieras antes de
venir aquí?
Me puse de pie y me coloqué detrás de él para ver a Cora mirándolo
desde el pasillo. Cuando ella me vio por encima de su hombro, sus ojos se
iluminaron.
Se paró en puntitas y saludó—: ¿Quinn? Hola. Tenemos que hablar.
Negué con la cabeza y bufé, ladeando mi cabeza. —No quiero hablar
contigo.
—¿Escuchaste? No quiere hablar contigo. Ahora adiós. —Ten comenzó a
cerrarle la puerta en la cara, pero ella aplastó su palma en la madera y le frunció
el ceño a mi compañero de cuarto antes de entrar valientemente a nuestro
apartamento.
—Vamos a hablar —dijo.
Ten resopló con irritación, pero se apoyó contra la puerta abierta y
arqueó una ceja en mi dirección, como si estuviera esperando a que le diera
permiso para echarla. Pero sabía lo persistente que podía ser Cora. De todas
formas, lo más probable es que seguiría molestándome hasta que por fin me
rindiera y hablara con ella... pese a que ya le había dicho todo lo que quería
decirle.
Se terminó; ¿de qué forma quería que se lo dijera? Pero parecía más fácil
tan solo terminar con esto ahora y dejar que dijera lo que vino a decir, para no
tener que lidiar con ella nunca más después de eso.
Me crucé de brazos, y solté un gran suspiro. —De acuerdo. Habla.
—Estúpido y amable idiota. —Ten sacudió la cabeza con decepción—.
Hombre, no puedo creerlo.
—Bueno, nadie te preguntó —le espetó Cora.
Alejándose de la puerta, se alzó sobre ella y entrecerró los ojos. —La
única razón por la que estás aquí es para rogarle que te acepte de nuevo. Pero
estás perdiendo el tiempo. No hay una maldita manera de que permitirá que tu
culo de puta, infiel y mentiroso esté cerca de su polla nunca más.
—Ten —murmuré con otro largo suspiro—, solo déjala hablar para que
se vaya luego.
Por primera vez, Cora lucía herida. Me miró un poco insegura, lo que me
hizo pensar que Ten tenía razón. Vino a intentar recuperarme.
Entre mis sienes se formó un dolor de cabeza. Suspiré y las froté, con
ganas de estar en cualquier lugar que no sea aquí.
—Bien —Ten tomó su billetera de la mesita—, me voy de aquí. Llámame
cuando la perra se haya ido. —Cerró la puerta al salir.
—Él tampoco está muy contento de que le hayas mentido —le expliqué
cuando Cora se quedó mirando perpleja la puerta cerrada
Se volvió hacia mí lentamente. Me preparé para una disculpa, para las
lágrimas y tal vez algo de súplica. Nunca esperé para nada que se aclarara la
garganta y mostrara una sonrisa alegre. —Así que… te he dado un día para que
te adaptaras a la conmoción y superaras lo que pasó.
Mi boca se abrió. ¿Que qué?
Cruzándome de brazos, arqueé una ceja. —Oh, lo hiciste, ¿no es así?
—Mmm hmm —asintió y me atacó con otra sonrisa—, sé que no te sentó
bien, así que estoy de acuerdo en ser estrictamente monógama de ahora en
adelante.
Parpadeé.
¿Se volvió completamente loca?
Después de esperar otro segundo para asegurarme que no me tomaba el
pelo, poco a poco negué con la cabeza. —¿Cuándo te pasó por la cabeza que lo
que teníamos era algún tipo de relación abierta donde podías dormir con quién
quisieras?
—Bueno... —No creo que haya esperado una pregunta tan directa como
esa, porque vaciló—. Yo... nunca hablamos de ello. Pensé que sabías…
—No, maldita sea. —Me acerqué a ella. Sus ojos se agrandaron mientras
se tambaleaba un paso atrás—. No lo sabía. ¿Quién iba a saberlo? Y no tuvimos
esa charla, porque nunca necesitamos tenerla. Ninguna pareja normal tiene ese
tipo de charlas. —Yo era el idiota social aquí, e incluso yo lo sabía—. Comenzar
una relación con alguien implica monogamia.
Abrió la boca para hablar, pero levanté un dedo.
—Y tú lo sabías, de lo contrario no te habrías molestado en ocultármelo y
mentir al respecto.
—Lo mantuve en secreto para no herir tus sentimientos.
Me reí en su cara. —No, lo hiciste porque eres una mentirosa, puta e
infiel... tal como lo dijo Ten.
La mandíbula de Cora se abrió. —No puedo creer que me acabes de decir
eso.
Sí, bueno, yo no podía creer que eso sea lo que terminó siendo. Situando
mis manos en mis caderas, alejé la mirada. —Si Ten tenía razón, si la única
razón por la que viniste fue para volver conmigo, deberías irte ahora. No vamos
a volver a estar juntos. Nunca.
—¿Estás seguro de eso? —Se acercó y levantó la mano para pasear su
dedo índice hacia abajo por el centro de mi pecho.
Tuvo suerte de que no rompiera su dedo por haberme tocado, pero me
las arreglé para contenerme. Me decidí por capturar su muñeca con un fuerte
apretón y la miré.
—¿Qué? —Se rió y me envió una sonrisa coqueta, dando un paso más
cerca—. No puedes negar que éramos increíbles juntos, en especial en la cama.
Aparté la mirada con frialdad. —No has sido la mejor que he tenido.
No me di cuenta lo que acababa de revelar hasta que la escuché jadear.
Una fracción de segundo después, su mano libre dio la vuelta para
abofetear mi mejilla con un ruidoso y resonante golpe.
Sin esperar que sucediera, no pude evitar ladear mi rostro por el golpe.
Con mi mandíbula escociendo de su palma, poco a poco me di la vuelta
para mirarla.
—¿Follaste a alguien más? —La furia brotaba de sus poros—. ¿Cuándo
follaste a alguien más?
Cerré los ojos, insultándome a mí mismo. Siempre ha sabido que mi
primera vez fue con ella. Siempre supo que era mi primera. Cuando abrí mis
parpados, la encontré temblando mientras me observaba fijamente.
—No te preocupes —le aseguré con una voz fría y dura—. A diferencia
de ti, no te engañé.
—Pero... —Sacudió la cabeza, sus ojos mostrando con cuánto esfuerzo
calculaba el tiempo en su cabeza—. Solo hemos estado separados un día. ¿Cómo
pudiste encontrar a otra persona en un maldito día?
Me encogí de hombros. Parecía algo que Ten haría en un momento como
este y, desde luego, me vendría bien un poco de su actitud ahora mismo.
—Oh maldito Dios —rugió—, no puedo creerlo. Metiste tu polla en otra
mujer. Maldito hijo de puta.
Cuando curvó los dedos con las garras extendidas, y se dirigió a mi cara,
la cogí por las muñecas de nuevo, deteniéndola. Luego la alejé de mí. Debió
darse cuenta de que no la dejaría lastimarme, porque su siguiente estrategia fue
agarrar su cintura y doblarse sobre sí misma, como si tuviera un dolor extremo
antes de estallar en sollozos.
Su llanto fue tan extremo, que arqueé una ceja porque era obviamente
falso.
En el pasado, sus lágrimas siempre me habían derretido. No podía
soportar ver llorar a una mujer. Pero que Cora se pusiera a llorar me enfureció.
Y la forma vulgar en que describió lo que hicimos Zoey y yo, terminó
haciéndome perder la compostura.
Me incliné hacia delante. —Imagínate cómo me sentí ayer, al descubrir
que dejaste que otros hombres metieran sus pollas en ti.
Cuando me miró como si la hubiera traicionado, sacudí la cabeza. —
¿Olvidas cuál de nosotros fue fiel? —La pinché con un dedo—. Tú me engañaste
a mí, Cora. Tú me traicionaste y te acostaste con no sé cuántos otros hombres
mientras estábamos juntos. Así que seguí adelante. ¿Cómo te atreves a venir
aquí, sin una sola disculpa, y solo esperas que yo... no sé, te agradezca porque
estás dispuesta a darnos otra oportunidad? Bueno, no. Esto... se... terminó. Se
terminó al instante que leí ese mensaje de texto. Y todo lo que haya hecho con
alguien más desde ese momento no es de tu maldita incumbencia.
—Pero... eres mío. —Pisoteó, y la expresión de sus cejas era una vista
patética—. Yo te creé. Yo…
—¿Qué? ¿Tú me creaste? —Mi boca se abrió, preguntándome a qué
diablos se refería.
—Sí —siseó—. No eras nada. Eras un donnadie inocente y crédulo. Tan
maleable y fácil de controlar. Al igual que Zoey.
—¿Zoey? —grazné. No me gustaba escuchar su nombre salir de la boca
de esta mujer, esta mujer que pensé que me amaba y amaba estar conmigo, esta
mujer que me había mentido y roto mi confianza—. ¿Qué tiene Zoey que ver
con esto?
—Nada. —Cora se encogió de hombros—. Solo me recordabas a ella. Por
eso que te elegí.
Negué con la cabeza; más confundido que nunca. —¿Discúlpame?
¿Dijiste que me elegiste? —Lo hizo sonar como si hubiera ido a la tienda de
mascotas para elegir su próximo perro faldero.
En mi interior se revolvió una nausea enfermiza cuando me di cuenta de
que siempre me había tratado así. Igual que un perro faldero, alguien para ir a
buscar sus pantuflas, frotar sus pies, hacerle el desayuno, lamer su coño.
Orgullosa, me envió una sonrisa triunfante. —La noche de la subasta, te
elegí. Igual que a un tímido y pequeño cachorro perdido. Me recordó cómo
siempre había sido Zoey. Así que podía hacer contigo lo que siempre hice con
ella.
Apreté los dientes cuando mi estómago se tensó con horror. —¿Y qué,
con exactitud, siempre hiciste con ella?
Su sonrisa se volvió astuta y traviesa. —Todo lo que yo quisiera. Verás,
las personas tímidas y solitarias como ustedes dos están hambrientos de un poco
de atención. Todo lo que necesité hacer fue alimentarlos a ambos con un par de
elogios y se dedicaron a mí de por vida. Zoey haría cualquier cosa para mí,
porque soy como, no sé, su dios, supongo. Ella besa el suelo que piso.
Incliné la cabeza a un lado, más curioso que otra cosa. Probablemente
debería haber estado furioso por haberme enterado de que ella pensaba eso de
nosotros. Debí haberme sentido herido e incrédulo. Bueno, está bien, me sentía
incrédulo. Y también enojado y herido. No podía creer que ella siempre había
sido así. Supongo que fui demasiado estúpido, ingenuo y crédulo para verlo. Y
bueno, tal vez estaba más enfadado de lo que pensaba, porque saber que le
había hecho lo mismo a Zoey encendió la ira en mi interior.
—Así que, ¿Zoey y yo somos títeres para ti? ¿Y yo era como tu... hombre
trofeo?
—¿Hombre trofeo? —Se iluminó y luego se echó a reír—. Sí, me gusta ese
término.
—Bueno, a mí no. Puedes irte ahora. Creo que ya he escuchado lo
suficiente.
Agarrando su brazo, la arrastré un poco más bruto de lo que debería
hacia la puerta. Cuando la abrí, comenzó a resistirse.
—Oye, no me...
—No me importa. A tu crédula e ingenua creación le acaba de crecer una
mente propia. Así que vete. —Tan pronto como se tropezó en el pasillo, cerré la
puerta. Comenzó a tocar con fuerza, pero luego de un minuto, oí la voz de Ten.
Segundos después, se fue. Y mi compañero de cuarto regresó.
—Bien. —Miró a su alrededor como buscando muebles rotos—. ¿Qué
tenía para decir?
Me dejé caer en el sofá y recogí mi pizza, pero no pude comerla. —
Bastante.
—Mendigó un montón y pidió perdón, ¿eh? —Ten resopló y sacudió la
cabeza—. Era de esperarse.
—De hecho, no. Nunca dijo que lo lamentaba. Nunca me rogó.
Simplemente chasqueó los dedos y luego me dijo que volviera a ser a ser su
crédulo e ingenuo perro faldero.
Ten hizo una pausa, frunciendo el ceño. —¿Volvieras?
Le di el resumen básico de todo lo que había dicho, a lo que dijo entre
dientes—: Esa maldita perra.
Cuando se volvió hacia la puerta como si fuera a salir, agarré su brazo. —
¿Qué estás haciendo?
—Iré a buscarla y la golpearé en sus malditas partes femeninas. Eso es lo
que voy a hacer. ¿Cómo se atreve? ¿Cómo…?
Aspiré y sacudí la cabeza. —No es como si fuera mentira. Yo era su…
—Oh, no te atrevas —advirtió Ten, señalándome con el dedo—. No dejes
que sus mentiras te afecten. Eres una buena persona, Hamilton. Tienes un
corazón amable, y la gente fea y vil como ella siempre intentará tomar ventaja
de eso. Pero lo dije una vez antes, y lo repetiré de nuevo: el mundo necesita más
personas como tú. Así que ni siquiera pienses en cambiar debido a esto, o nunca
te lo perdonaré.
—Entonces, ¿qué esperas que haga? ¿Simplemente seguir siendo un
débil y estúpido…?
—No eres débil. Y seguro que estúpido tampoco. Se necesita más agallas
de las que nunca tendré para abrirse a la gente de la manera en que estás
dispuesto a hacerlo.
Arrojé mi pedazo de pizza de nuevo a la caja y enterré mi rostro en las
manos, las cuales dolían por las ganas de golpear algo a medida que la violencia
crecía en mi interior. —Fui un tonto —admití, mi voz ahogada por las manos.
—Bueno, ahora eres más sabio. Nunca más confíes en perras desalmadas
y crueles. Lección de vida aprendida. Deja que te enseñe, pero no dejes que
derribe lo que eres por dentro.
Empecé a asentir, antes de negar con la cabeza y fruncí el ceño. —Espera.
Eso no parece algo que dirías tú.
—Lo sé —se quejó y rodó los ojos—, en la televisión solo hay unos
malditos programas de entrevistas cuando estoy en casa entre las clases y la
práctica de fútbol. Y de lo único que hablan es de sentimientos. Hermano, en
serio, vamos a tener que contratar cable antes de que mis bolas se conviertan en
ovarios.
Me reí, y se sintió bien sonreír y pensar en algo más que sentimientos.
Pero Ten frunció el ceño. —No estoy bromeando. Estoy aprendiendo mucho
más de lo que quisiera sobre toda esa mierda sentimental. No es genial.
Recogiendo mi pizza de nuevo, probé un bocado y me relajé por primera
vez en todo el día. Seguía enojado conmigo mismo por permitir que Cora me
tratara como lo hizo, pero como Ten dijo: Lección aprendida. Ninguna mujer
llegaría tan lejos bajo mis defensas de nuevo.
Hasta que la siguiente lo logró. Hasta que lo logró Zoey.
32 Traducido por pau_07
Corregido por Vane hearts

Quinn
Reese no fue a la clase de arte el lunes. Le envió un mensaje a Caroline,
diciéndole que la varicela de Mason estaba tomando todo de él. Sin embargo,
dos asientos, no solo uno, permanecieron vacíos entre Caroline y yo esa hora.
Cada vez que se abría la puerta, dejando pasar un estudiante retrasado,
mi pecho se retorcía, pensando que entraría Zoey.
Nunca lo hizo.
Ten durmió toda la hora, dejándonos solo a Caroline y a mí. Siguió
disparándome miradas de preocupación. Me pregunté si sabía. Ella y Zoey eran
muy unidas; ¿pero Zoey le confiaría algo como esto? Tendría que hablar con
Pick al respecto. Tal vez Zoey necesitaba hablar con alguien también, como
Caroline.
Tal vez Caroline sabría lo que debería decirle a Zoey cuando por fin la
viera.
La clase terminó temprano, gracias a Dios, y ambos gravitamos hacia el
otro. Abrí la boca para preguntar cuándo había sido última vez que habló con
Zoey, pero ella dio unas palmaditas en mi brazo y me envió una sonrisa
simpática, deteniendo mi pregunta.
—Me enteré de lo tuyo con Cora.
Me sacudí, sin esperar o querer escuchar simpatía sobre Cora. Ni siquiera
había pensado en ella hoy. Había estado demasiado ocupado dándole vueltas a
mi próxima conversación con Zoey.
Apretando los dientes, asentí y le di a Caroline una sonrisa rígida,
incluso cuando mi mirada se desvió a la silla vacía de Zoey. Dios, odiaba saber
que la había espantado de la clase de arte.
—Y no te preocupes. Si piensas que Zoey sabía algo al respecto, puedo
asegurarte que estaba tan sorprendida y molesta por la infidelidad de Cora
como tú.
La miré y de repente lo supe; Zoey no le había dicho acerca de nosotros.
Un suspiro escapó de mis pulmones, pero asentí. —Sé que no lo sabía.
Caroline abrió la boca de nuevo, pero algo que dijo una chica al otro lado
del salón nos llamó la atención y le impidió hablar.
—...Kavanagh ni siquiera parece el tipo de profesora que un estudiante
querría follar.
—¿Perdón? —Caroline se volvió hacia el grupo de chicas hablando al
tiempo que guardaban sus cosas.
Mientras se dirigía hacia ellas, apareció Ten bostezando y estirándose a
mi lado. —¿Adónde va así de molesta? No hablé dormido, ¿verdad?
Negué con la cabeza. —Acaba de oír a alguien hablar mal de Aspen.
—Mierda. —Giró hacia donde ella caminaba—. ¿Deberíamos detenerla?
Le eché un vistazo, sacudiendo la cabeza con confusión. —¿Detenerla de
hacer qué?
Levantó las manos. —No sé. Es una Gamble. Un Gamble enojada. Ellos
pierden la compostura cuando se molestan.
—Oh, mierda. —Tenía razón.
Pero Caroline ya había alcanzado su objetivo. Se detuvo frente a las
cuatro chicas y colocó sus manos en las caderas mientras se centraba en una
pelirroja bajita. —¿Qué acabas de decir sobre la Dra. Kavanagh?
—Umm... —La chica que había estado hablando parpadeó como si no
pudiera creer que hubiera sido interrumpida—. Eso no es asunto tuyo. Esta es
una conversación privada.
—¿Privada? —Levantó una ceja—. Sí, tan privada que pude escucharla
en esta aula pública desde seis metros de distancia, mientras difamabas a una
respetada profesora de esta universidad.
La chismosa resopló y puso los ojos en blanco. —Ya no es profesora aquí.
Escuché que fue despedida por dormir con un estudiante.
—Oh ¿en serio? ¿Escuchaste? —Caroline nos miró y pude ver que estaba a
punto de estallar.
Poniéndome rígido, me pregunté si perdería los estribos del mismo
modo que su hermano. Me volví hacia Ten. Compartió una mirada preocupada
conmigo.
Caroline se rió de la chica. —Bueno, escuché que follaste a ese chico de
ahí anoche. —Hizo un gesto sin ver hacia Ten—. Y que te gustó más por el culo.
Los ojos de la chica se abrieron con horror mientras miraba a Ten.
A mi lado, él se deslizó en el personaje sin una pausa. Sonriendo, le envió
un beso a la chica. —Oye, nena. —Cambió su voz a una seductoramente baja—.
Espero que tu traserito no esté demasiado adolorido esta mañana. Te gusta más
rudo de lo que estaba acostumbrado a dar, así que me dejé llevar un poco.
—Oh Dios mío —gritó la chica, alejándose de él y tratando de refugiarse
en sus amigas, pero de repente no querían tener nada que ver con ella. Negó
con la cabeza frenéticamente—. No. Yo... ni siquiera conozco a ese chico. —
Quedándose boquiabierta hacia Caroline, negó con la cabeza—. Estás mintiendo.
Caroline abrió mucho los ojos como si se hubiera dado cuenta de que
había cometido un error. Luego se cubrió la boca con la mano. —Oh, pero eso es
lo que escuché. Y dado que lo escuché, tiene que ser verdad, ¿no?
—¿De qué demonios estás hablando?
—Estoy hablando de la Dra. Kavanagh, perra. —Se movió justo al frente
de la chica—. Difundir mentiras sobre una persona se llama difamación, y es
ilegal. Pero lo que es más importante, es que es una mierda cuando otra persona
las esparce sobre ti, ¿no es así? Así que tal vez de aquí en adelante, debes cuidar
tu maldita boca cada vez que empieces a hablar mierda sobre otra persona que
ni siquiera conoces, como de mi hermana, la Dra. Kavanagh. Debido a que esa
mierda puede no ser verdad.
Tensando la barbilla, le dio la espalda a la chica y salió con orgullo de la
habitación.
—Eso... —señaló Ten detrás de Caroline, con la boca abierta—. Mierda,
Ham. Eso fue tan jodidamente increíble. —Se dio la vuelta para mirarme, sus
ojos vidriosos por el shock y admiración—. Ella es total y jodidamente increíble.
—Cuando empezó a arrastrarse detrás de ella como aturdido, agarré su brazo.
—Oye. ¿Dónde crees que vas?
—A besarla hasta dejarla sin sentido. Tengo que hacerlo.
—¿Qué pasa con Noel? —Le recordé con un arco en las cejas.
Inmediatamente parpadeó, aclarando su mirada. Luego, arrancando su
brazo de mi agarre, frunció el ceño. —Vete a la mierda, hombre. ¿No pudiste
dejarme soñar despierto durante medio segundo antes de decir su nombre? —
Con un resoplido, salió como un ventarrón, pero al menos se fue hacia la puerta
opuesta que había utilizado Caroline.
Solté un suspiro y di una mirada al asiento vacío de Zoey. Me hubiera
gustado que hubiera estado aquí para ver a Caroline. Habría estado tan
orgullosa y divertida. Y tal vez habría calmado a Ten mejor que yo.
No pude evitarlo, saqué mi teléfono y encontré su número. Sabía que
tenía que esperar hasta que estuviéramos cara a cara, pero no podía soportar
más tiempo. Necesitaba algún tipo de contacto con ella.
Así que escribí un simple ¿Estás bien?
Casi de inmediato, respondió ¿TÚ lo estás?
Aliviado de que haya respondido, que no me evitaba por completo, mis
hombros se aflojaron. Salí del salón y me dirigí fuera, a la fresca tarde de un día
de septiembre. Me habría gustado que hubiera respondido a mi pregunta en
lugar de plantear otra, pero en este momento, me quedaría con lo que pudiera
conseguir. Al menos hablaba conmigo.
No, escribí. Estoy enloqueciendo. Está sucediendo demasiado a la vez y
no puedo mantener el ritmo. Por encima de todo, quiero hablar contigo. En
persona.
Me mordí el labio después de enviar el mensaje, pero en lugar de
responder, preguntó: ¿Me perdí de algo en la clase de arte?
Apretando los dientes, levanté mi rostro de la pantalla del teléfono para
calmarme, pero cuando lo hice, vi a Zoey adelante, entrando en la biblioteca.
Corriendo tras ella, escribí: Sí. Caroline escuchó a una chica hablar acerca de
Aspen. La puso totalmente en su lugar. Pero ahora Ten está más enamorado
de ella que nunca.
Me lancé a la biblioteca y la vi adelante, haciendo una pausa para leer mi
mensaje. Una sonrisa iluminó su rostro. En realidad preguntaba si teníamos
una nueva tarea, pero GUAU. Ojalá pudiera haber visto eso.
Ojalá hubieses podido. Fue épico. Caroline estuvo tan fría y controlada
con todo el asunto. ¿Estás en la biblioteca? Voy a ir a hablar contigo cara a
cara.
Delante de mí, vaciló cuando leyó eso. Luego, levantó la cabeza de golpe
y miró a su alrededor frenéticamente antes de lanzarse a una esquina para
evadirme.
Mi corazón se rompió, sabiendo que no quería verme. Solté un suspiro,
pero seguí mi camino. Podía tomar cualquier ruta que quisiera; sabía dónde
terminaría. Así que le gané allí, en el mismo lugar donde había llorado sobre su
tarea de escritura mal calificada.
Cruzando los brazos sobre mi pecho, apoyé mi espalda contra la pared y
esperé. Dos minutos más tarde, salió de la esquina, sin ver a dónde iba porque
estaba demasiado ocupada mirando detrás de ella, asegurándose de que yo no
pisaba sus talones.
Cuando finalmente miró hacia delante y me vio, sus ojos se abrieron
mientras patinaba hasta detenerse.
—Supongo que esto significa que estás muy enojada conmigo, ¿no? —
dije, apretando los dientes cuando mi voz se quebró—. Yéndote antes de que
me despertara, faltando a las clases que compartimos, eludiéndome cuando te
sigo en la biblioteca. Metí la pata a lo grande. ¿No es así?
Su rostro se ensombreció. —No —susurró y presionó la mano en su
pecho y sacudió la cabeza con fuerza—. No, no lo hiciste. De ningún modo.
Yo... no sabía qué decirte. No sé cómo disculparme lo suficiente.
—¿Disculparte? —Me alejé de la pared, porque ahora que la vi, tenía que
estar más cerca. No creo que pudiera acercarme lo suficiente para satisfacer los
violentos impulsos dentro de mí—. ¿Por qué tienes que disculparte?
Levantó la mirada. Sus ojos eran tan verdes y asustados; mis dedos se
elevaron para tocar su mejilla pero se estremeció, así que los dejé caer de nuevo
a mi lado, avergonzado de haberla asustado.
—Me aproveché de ti —susurró como si fuera la confesión de un pecado
horrible—. Estabas borracho.
Una risa incrédula dejó mis pulmones. Luego fue mi turno para mover la
cabeza. —En cualquier caso, yo me aproveché de ti. Yo era el agresor. Yo era el
que tenía la experiencia. Sabía hacia dónde se dirigía todo.
—Pero yo... yo quería... yo lo quería.
Cuando bajó la cabeza, avergonzada, me acerqué y deslicé ligeramente
mi mano por su brazo. —Yo también lo quería.
Levantó la vista con ojos esperanzados. Probablemente la habría besado
entonces, ya que mi cuerpo se revolvió con la excitación de estar tan cerca de
ella, pero dio un paso atrás y respiró fuerte. —Cora me mataría si supiera.
La opinión de Cora no era lo más importante en mi lista de prioridades,
pero después de su reacción al saber que había estado con otra persona, sí,
probablemente enloquecería si se enteraba que la otra persona con la que había
estado, era Zoey. No haría las cosas agradables para Zoey. Así que asentí. —Sí.
Ella vino a verme anoche.
Horror se dibujó en sus ojos. Se alejó aún más de mí. —Así que... ¿te dijo?
Solté un bufido y rodé los ojos. —Oh, me dijo un montón.
—¿Vas a volver con ella?
La ansiedad en su rostro, diciéndome que no solo pensaba que era una
posibilidad sino una muy probable, me impactó. ¿Por qué en el mundo creería
que alguna vez tendría algo que ver con Cora de nuevo?
—¡No! —Creo que la fuerza detrás de mi respuesta la sorprendió. Se
echó hacia atrás y parpadeó antes de sacudir la cabeza como si estuviera
confundida.
—Yo no... —Realmente estaba confundida... lo que me confundió a mí.
Finalmente, frunció el ceño—. ¿Qué te dijo exactamente?
Entrecerré los ojos mientras la observaba, preguntándome qué pensaba
que me había dicho. Pero luego, negué con la cabeza. —Oh, solo que tú y yo
éramos para ella más como ovejas que gente. Fáciles de manipular y controlar.
—Me encogí de hombros—. Ese tipo de cosas.
—Espera. ¿Qué? Pero pensé... Ella me dijo que se iba a pasar por allí para
que volvieran.
—Sí. —Asentí—. Lo intentó.
Su boca se abrió. —¿Comparándote con ovejas?
—A ti también. Dijo que por eso me eligió como novio. Porque yo le
recordaba a ti. Dijo que los dos éramos crédulos e ingenuos y haríamos lo que
quisiera.
Los ojos de Zoey se abrieron con incredulidad. —¿Dijo eso? ¿Con el fin
de tratar de recuperarte?
Asentí y levanté las cejas. —Básicamente, sí.
—Oh mi Dios. —Zoey pasó las manos por su cabello y se dio la vuelta
antes de volverse hacia mí—. Pensé que iba a decirte… —Se interrumpió
bruscamente y me miró a los ojos—. No era así cuando la conocí hace un año.
No era así ni siquiera a través de todos nuestros correos electrónicos. Era…
—Oh, confía en mí. Te creo. No era así cuando empecé a salir con ella. La
chica es una maldita sociópata. Mientras le des lo que quiere, es toda agradable
y atenta. Pero en el momento en que te cruzas en su camino… —Negué con la
cabeza y reí en voz baja—. No te trajo aquí porque le agradas, Zoey. No creo
que sea capaz que le agrade alguien. —Me moví aún más cerca de ella—. Te
trajo aquí por una razón, porque quiere algo de ti.
Los ojos de Zoey eran grandes y perdidos mientras susurraba—: Lo sé.
Tomé sus manos, preocupado por ella. —No se lo des. No cedas y dejes
que se salga con la suya.
Abrió la boca como si fuera a estar en desacuerdo conmigo. Pero luego
cerró los ojos y negó con la cabeza. —No es así de simple.
No sabía que la tenía en conflicto pero odiaba verla de esta manera. Solté
una de sus manos para rozar su mejilla con el dorso de mis dedos. Quería
seguir discutiendo con ella, rogándole que se alejara de Cora mientras aún
pudiera, pero había cosas más importantes que discutir. —Nunca respondiste a
mi pregunta.
Apoyó la mejilla en mis dedos y sus pestañas revolotearon antes de que
se apartara. —¿Qué pregunta?
—¿Estás bien?
Su barbilla temblaba, y juro que estaba a un microsegundo de llorar, pero
entonces sacó sus hombros hacia adelante y dejó escapar una risita. —No... —Su
mirada se desvió—. Estoy como tú, supongo. Algo así como enloqueciendo por
todo.
—¿Te sientes culpable? —pregunté.
Cerró los ojos y asintió.
—¿Adolorida?
Con las mejillas sonrojadas, me miró. No pude evitarlo, sonreí.
Gimió. —Quinn. —Luego se cubrió la cara con las manos.
La necesidad de tirar de ella hacia mí, besar su cabello y abrazarla contra
mí se hizo tan fuerte que en realidad doblé mis manos en puños para no llegar a
ella. —No sé qué hacer aquí, Zoey —admití finalmente, agachando mi cara para
hablarle más cerca al oído—. Sé que el momento estuvo completamente mal.
Dos horas después de romper con una chica no es…
Cuando hizo un sonido de desesperación, me callé sobre esa parte.
—Pero nunca... fingir que no sucedió e ir por caminos separados ya que
sí ocurrió también parece mal. No eres el tipo de chica de una sola noche y no
quiero ser el chico que te haga una. No te mereces eso, y yo... yo...
Tenía los ojos enrojecidos cuando quitó sus manos del rostro. —¿Qué
estás diciendo?
—Digo que esto es tu decisión. ¿Quieres que te deje en paz? ¿O quieres
que... no se... —Aparté la mirada, sintiéndome como un idiota—, veamos a
dónde va esto? —Me volví hacia ella—. Depende totalmente de ti. Respetaré lo
que quieras hacer.
Sus labios se abrieron y sus pestañas revolotearon mientras parpadeaba.
Contuve la respiración, no estaba seguro de cuál decisión deseaba hasta que
dijo—: Creo que... creo que nunca debemos volver… a hacer... lo que hicimos.
Cora es mi compañera de cuarto y... y confundir las cosas entre ustedes dos no
es…
La decepción se estrelló a través de mí, pero asentí enfáticamente como si
entendiera completamente y estuviera de acuerdo. —Está bien —le dije—.
Entiendo. Y lo último que quiero hacer es enredar las cosas entre nosotros.
Tiene sentido simplemente... no ir allí. —Pero con sentido o no, todavía quería
ir allí... mucho.
Zoey asintió, pero parecía tan destrozada como me sentía.
Volví mi atención a la estantería y traté de no perder la cabeza. —Si
alguna vez necesitas algo, sin embargo, solo llámame, ¿de acuerdo? Sigo siendo
tu amigo. Nada puede cambiar eso.
Su cabeza se balanceó de nuevo. —Está bien —susurró—. Gracias.
—Gracias a ti —dije y me incliné para besar su sien, inhalando ese último
rastro del olor de su champú que podría respirar—. Gracias por estar ahí para
mí cuando más necesité a alguien. Y lo siento por... —Negué con la cabeza,
inseguro de qué lamentaba. Pero me sentí horrible por la forma en que todo
esto la afectaba —. Lo siento por...
Ella dio media vuelta y salió corriendo.
Maldije en voz baja y luego me incliné hacia la estantería más cercana y
golpeé mi cabeza contra ella unas cuantas veces, con la esperanza de meter algo
de sentido de nuevo. Tenía la esperanza de que acabara de tomar la decisión
correcta al dejarla ir, pero me sentí tan mal, que no podía ver cómo ello había
sido lo correcto.
33 Traducido por Laura Delilah
Corregido por Amélie.

Zoey
En el espacio de unos pocos días, mi vida fue desde el punto más bajo, al
más alto y devuelta al más bajo… y luego simplemente seguía rodando como si
nada hubiera pasado. Tuve que saltar más clases el martes para más pruebas de
mis riñones. Cuando el miércoles llegó, me acerqué a la clase de arte con temor.
Sé que le había dicho a Quinn que sería mejor si poníamos un poco de
espacio entre nosotros, pero lo extrañaba y me arrepentí de cada palabra que
dije para mantenerlo alejado. Él había insistido en que fuéramos amigos, pero
yo sabía que no lo éramos. Nunca seríamos tan cercanos que fuimos antes del
viernes por la noche.
Era lo mejor, aunque... ¿no lo fue?
Honestamente no sabía. Era un desastre para pensar lógicamente.
Cuando entré a la clase, Ten, Caroline y Quinn ya habían llegado, y solo había
un espacio abierto entre Caroline y Quinn, haciéndome preguntarme si ellos me
habían sacado del grupo. Ciertamente no los culpaba.
Reduje la marcha, insegura si debería acercarme, pero luego Caroline me
vio y me saludó con una sonrisa de alivio. Quinn alzó la mirada, y sus ojos
azules se calentaron con todo tipo de emociones que no podía leer. No estaba
segura si él me quería allí, pero de todos modos fui hacia Caroline.
—Reese sigue en casa con Mason enfermo, así es que hoy solo somos los
cuatro.
—¿Has tenido varicela antes, Rubia? —preguntó Ten mientras Quinn
puso su rodilla a un lado lo suficiente para avisarme que hacía espacio para que
me metiera entre él y Caroline.
Lo miré y me encontré con su mirada fija de ojos azules absorta. Él sonrió
como si estuviese feliz de verme, pero sus ojos parecían tristes y lamentables.
Tragando saliva, forcé mi atención a su compañero de cuarto. —¿Varicela? —
repetí distraídamente, preguntándome por qué cuestionaba eso—. No. ¿Por
qué?
—Tampoco la tuvo Ham —dijo señalando a Quinn—. Eso es una locura.
Creo que todo el mundo tiene varicela antes de llegar a la escuela intermedia.
—Oh, bueno... No fui a la escuela.
—Yo tampoco —añadió Quinn.
Nos miramos y pasó tanto entre nosotros en esa mirada: añoranza, culpa,
excitación, terror, alegría, sufrimiento.
—Bueno, Lowe sí fue, así que ¿por qué diablos él no se contagió antes?
Todas estas horas extra de trabajo para él es una mierda, porque quería sacar a
Ham y conseguirle algún coño.
Quinn se retorció en su asiento. —¿Tu qué?
Ten movió la cabeza tristemente e hizo un sonido de desaprobación. —
Maldita sea, ¿está la falta de sexo haciéndote perder tu audición?
Con su boca abierta ligeramente como si quisiera hablar, Quinn lanzó
una rápida mirada en mi dirección antes de que cerrara los labios y se negó a
responder.
—Te dije... —Ten se inclinó a través del escritorio de Caroline para hablar
más fuerte hacia su compañero—. Primera noche que estemos los dos libres...
vas a tener sexo.
—No puede —dijo de repente Caroline—. Quinn va a ayudarme con
mi... tarea esa noche.
Volviendo su atención hacia ella, Ten frunció el ceño. —¿Desde cuándo
tú y Ham hacen la tarea juntos?
Caroline estrechó los ojos y frunció el ceño. —Desde… Desde… —Era
tan obvio que mentía, que Ten rodó sus ojos. Pero ella gruñó y terminó con—:
Desde ahora.
—Puft. —Ten la despidió con la mano—. La tarea puede esperar. Su
pobre y descuidada polla no.
Quinn se aclaró la garganta y se desplazó en su silla. Él agachó la cabeza,
claramente no era un participante dispuesto en la conversación. —La verdad es
que no quiero salir en cualquier momento pronto.
—Eso es porque una puta engañosa… —haciendo una pausa para alzar
una mano en mi dirección, añadió—: toneladas de ofensas a tu amiga. —Y luego
volvió su mirada a Quinn—… Te arrancó tu confianza en ti mismo por las
pelotas. Pero no te preocupes, amigo. Vamos a recuperarla. No me importa si
tenemos que atarla con correa. No puedo soportar mirarte sin tus huevos. Ergo,
vamos a encontrarte a la puta más fácil, más repugnante, más caliente, y vas a
follarla.
—Como, oh Dios mío —chilló Caroline en la perfecta imitación de la
chica de pueblo—. ¿Una fácil y repugnante prostituta? ¿Puedes encontrarme
una también?
Ten miró lascivamente hacia su lado. —Solo si veo mientras lo haces con
ella.
Caroline ondeó sus pestañas antes de bajar la voz. —Oh, no estarías
invitado.
Él frunció el ceño. —Eso ni siquiera está bien.
Compartiendo una sonrisa triunfal conmigo, Caroline brilló como si
hubiera logrado su objetivo principal del día: Afectar a Ten.
—De todos modos —continuó Ten, sacudiendo la cabeza como si tuviese
que aclararla. Él golpeó la parte superior del escritorio de Caroline para llamar
la atención de Quinn—. Empaca tus bolsillos con condones, porque va a pasar.
Un doloroso calor ardiente se propagó a través de mi abdomen solo de
pensar en Quinn con otra persona, dejándola verlo rodar una fina capa de látex
sobre su longitud gloriosa. La destinataria de esa vista todavía no existía, y ya
quería que le sacaran los ojos. Quería tirar del pelo a todas las chicas que alguna
vez lo miraron.
Así que estaba más que aliviada cuando él gruñó—: No. No va a pasar.
—Ya sabes lo que sería impresionante —continuó Ten, ignorando la
negativa de Quinn—. Si encuentras una de las amigas más cercanas de la Zorra
para follar. Esa sería la venganza final. Metérsela a la ex mientras se la estás
metiendo a su mejor amiga. Venga, sí. ¿La pelirroja? ¿Cuál es su nombre...
Tamsen o algo así?
Lancé mi mirada lejos así que no pude ver la expresión de Quinn. No creí
que mi corazón, que caía por mi estómago, pudiera soportar la devastación si
viera ningún tipo de culpabilidad en sus ojos... por metérsela a una de las amigas
de Cora. Me senté tiesa y congelada en mi silla, sin atreverme a mover un solo
músculo. Entonces me pregunté qué diría Ten si supiera que Quinn ya había
seguido su sugerencia.
Oh Dios. Podría vomitar.
Junto a mí, Caroline jadeó. —¿Podrías parar ya? Eres tan repugnante.
—¿Qué? —Ten levantó las manos al aire—. Perdón por tratar de ayudar
a un amigo que solo tenía su orgullo pisoteado.
—Creería que podría estar un poco más preocupado por el golpe a su
corazón ahora mismo.
Ten resopló y agitó la mano. —Qué carajo. Esa mujer no tenía su…
—Sabes qué. —Quinn se irguió en su silla y extendió el brazo para
hacerle señas a Ten de que se callara—. No quiero escuchar más esta
conversación. No voy a ir contigo para encontrar a una mujer. Y no quiero
hablar de lo sucedido. Fin de la discusión.
—Maldita sea. —Los hombros de Ten cayeron—. Esto no es sano. Estoy
intentando salvar tu culo aquí. Los chicos tienen que sembrar avena silvestre y
tantear el terreno o van a acabar teniendo la crisis de mediana edad antes que
tengan treinta años, derramar todo su dinero en un convertible rojo cereza y
convertirse en un idiota infiel. Y sabiendo que tú, has terminado con ella,
intentarás saltar enseguida en una relación monógama significativa. Que es peor
que peor porque si la puta no te hubiera jodido, habrías terminado pidiéndole
que se casara contigo.
Con las mejillas ruborizadas, Quinn lanzó brevemente su mirada hacia
mí. Contuve el aliento, sorprendida de que nunca le dijo a Ten sobre el anillo
que le había comprado a Cora.
—Y ningún hijo de puta estúpido debería casarse con la primera chica
que folla. Eso es todo lo que hay. Ella fue tu primera, no puede ser la última.
¡Oh Dios...! ¿Cora había sido la primera chica con la que Quinn se había
acostado? Eso significaba que ella y yo éramos las únicas dos personas con las
cuales había dormido. Mis mejillas quemaron con ese conocimiento mientras la
mirada de Quinn perforaba duramente a Ten.
Junto a mí, Caroline se sacudió con paso vacilante a sus pies. Alcé la vista
para encontrar su rostro pálido y ojos devastados. —Disculpen —murmuró ella,
corriendo lejos.
Los tres aún sentados observamos atónitos tras ella mientras huyó del
aula, chocando y esquivando a los alumnos que todavía entraban.
—¿Qué diablos? —dijo finalmente Ten, sonando estupefacto.
Él me miró, luego a Quinn, que meneó la cabeza y miró para mi lado.
—Yo... quizás debo ir a verla —ofrecí, llegando a reunir los libros que
Caroline había dejado en su escritorio.
Ten se puso de pie. —No. Fue mi bocota. Iré yo. —Frunciendo el ceño,
pasó la mano por su pelo en un gesto enojado y angustiado. Parecía como si
preferiría que le quitaran los testículos que buscar a Caroline, pero le dio un
manotazo a su libro cerrado, lo escondió debajo del brazo y trotó por las
escaleras hacia la parte delantera de la sala de conferencias.
Quinn y yo intercambiamos una mirada. Su boca se abrió de nuevo.
Sabía que él quería decir algo sobre todo lo que había espetado Ten. Me di
cuenta al mirarlo; lo había dejado humillado y aún preocupado por mí.
Queriendo aplazar esta conversación en particular porque continuaba un
poco aturdida por lo que había aprendido, rápidamente dije—: ¿Deberíamos
seguirlos? Quiero decir... —Agité una mano—. Ten y Caroline.
—Uh... —Miró detrás de Ten, luego rodó los ojos y apretó sus dientes—.
Sí, probablemente.
Juntos, recogimos nuestras cosas y sin decir una palabra, dejamos el
salón de clases.
—¿Por dónde crees fueron? —pregunté al tiempo que oía a Ten diciendo
“Oye”.
Quinn asintió en esa dirección, y nos movimos juntos para dar un vistazo
hacia una sala tranquila, donde Ten agarraba la mano de Caroline y la giraba.
Obviamente no esperando el movimiento, Caroline chilló y casi tropezó
con él antes de que se echara atrás. —¿Qué diablos? —explotó ella—. ¿Por qué
me seguiste?
Ten abrió la boca. Luego se encogió de hombros y se rascó la cabeza. —
Joder, no lo sé. —Él se movió vagamente hacia ella y empujó su libro de texto—.
¿Por qué te fuiste?
Cuando ella no respondió, solo lo contempló, él cambió su peso de un
pie a otro y le preguntó—: Así que, ¿qué mierda estúpida dije esta vez para que
te fueras?
—Esta vez —murmuró y le gruñó—. ¿Sabes qué? No importa. Solo...
olvídalo.
Cuando empezó a alejarse otra vez, él enganchó su muñeca una vez más.
—Oh, diablos no. Hice el esfuerzo de seguirte y averiguar qué pasaba. Vas a
hablar.
—Uh, no. Yo no. No cuando estás siendo un idiota.
Ten resopló. —Siempre soy un idiota, y eso nunca te ha impedido hablar
conmigo. ¿Qué diferencia hay, de todos modos? Puedes hablar con un idiota
tan bien como puedes con un buen tipo. Ahora, dilo.
—Bien. —Caroline cruzó los brazos sobre su pecho y lo miró—. Sabes esa
mierda que le dijiste a Quinn de que ningún chico debe casarse con la primera
chica que tiene sexo.
—Sí. —La confusión reinó en su cara—. ¿Qué hay sobre eso?
Ella soltó un largo suspiro y miró lejos, poniendo los brazos más ceñidos
a su alrededor. —Sander dijo que yo fui su primera.
Cuando ella no dijo nada más, Ten entrecerró los ojos y se inclinó más
cerca. —¿Quién diablos es Sander?
Caroline levantó la cara para enviarle una mirada penetrante. Sus ojos se
ampliaron antes de que dijera—: Oh. —Luego arrugó la cara con una mueca—.
¿Sander? ¿Su nombre es Sander? Es un estúpido y jodido nombre.
Una sonrisa iluminó la cara de Caroline antes de que se torciera en un
ceño fruncido. —Lo dice el tipo que se hace llamar Ten.
Ten se desplazó más cerca de ella. —Tú no me llamas Ten.
Ella levantó la barbilla y dio un paso hacia él también. —Y nunca lo voy
a hacer.
—Se van a besar. —Me apoyé en la punta de mis pies para susurrar al
oído de Quinn—: Parece que se van a besar. ¿No?
Él asintió y me miró, y vaya, de repente sentí que yo iba a besar a...
Quinn. Sus labios se hallaban ahí y sus ojos estaban entrecerrados y soñolientos
como si besarme, y tal vez un poco más, fuera la única cosa en su mente.
Oh Dios mío, quería besarlo tanto.
Bajé la mirada. —¿Crees que deberíamos dejarlos? —pregunté... cuando
en realidad le preguntaba si deberíamos dejarnos. Había todo tipo de mal sobre
besar a Quinn Hamilton otra vez. Pero solo me podía concentrar en lo correcto
que se sentiría solo presionarme contra él otra vez, colocar los brazos alrededor
de su cuello y…
—No sé. —Él miró hacia Ten y Caroline—. Noel se volvería loco si ellos
estuvieran juntos. Pero se pude notar lo mucho que se gustan.
Cuando desvió su mirada hacia mí, estaba seguro que no hablaba solo de
Ten y Caroline.
—Sí. Pero lo que los mantiene separados es importante.
Se estremeció y a seis metros de distancia, Ten parecía recuperar a sus
sentidos.
—Déjame decirte algo sobre Sander y su afirmación sobre ti. El imbécil te
mintió.
—¿Qué? —chilló Caroline. Creo que ella se encontraba a un segundo de
abofetearlo o rasguñarle su cara.
—Simplemente... escúchame. El imbécil rico halló a la chica más pobre,
más hermosa y más solitaria del peor parque de remolques cruzando la ciudad,
te alimentó de un montón de palabras bonitas para entrar en tus bragas, y tan
pronto como te embarazó, salió corriendo y llorando a donde papá y mamá,
para que se ocupen de ello. Sí... Diría que el maldito ha estado allí.
Quedé boquiabierta. Cuando Quinn y yo nos volvimos a mirar, sabía que
estaba tan sorprendido como yo de oír del pasado de Caroline.
—Guau —dijo Caroline, su voz rompiéndose—. Cuando lo dices de esa
forma, me hace parecer una patética e ingenua idiota.
—No. Mierda, no llores. —Sus ojos se llenaron con la expresión más
dolorosa y triste. Pero tan pronto como extendió su mano, la empuñó y la llevó
a su boca—. Maldita sea, no te dije eso para hacerte llorar. —Luego arrojó sus
brazos en el aire como si estuviera derrotado—. Jesús, bien. Voy a decir tres
cosas más, y entonces no vamos a volver a hablar acerca de esto, ¿de acuerdo?
Ella asintió.
—Está bien, bien. —También asintió como si no tuviese ni idea de qué
tres cosas quería decirle. Pero entonces sostuvo un dedo—. Número uno. Soy
un idiota. Cien por ciento de la mierda que sale de mi boca no debe ser tomada
en serio. No tengo ningún filtro y no pienso en nada. Nada de lo que digo debe
tener el poder de hacerte llorar. Dos…
—Espera. —Caroline levantó una mano para detenerlo—. Si el número
uno es que no debería hacerte caso, entonces ¿por qué estás tan siquiera
molestándote en decir la número dos y tres?
Ten gruñó un sonido de impaciencia. —Bien. El noventa por ciento de la
mierda que sale de mi boca debe ser ignorado. Números dos y tres no entran
ahí. De hecho, dos y tres son las cosas más importantes que te he dicho. Por lo
tanto, dos...
Se detuvo un momento como si esperara a que interviniera. Cuando no
lo hizo, continuó—: Sander te mintió. Es un mentiroso y un imbécil, y así es
cómo trabaja para llamar la atención de una chica.
Caroline enderezó la espalda, pareciendo nuevamente fastidiada. —Y lo
sabes por experiencia, supongo.
—No. Hay un millón de malditas maneras de conseguir que una chica se
abra de piernas para ti, y mentir no es la que uso, pero reconozco ese truco
cuando lo veo. Y lo usó contigo. Fuiste usada y no deberías pasar otro día de tu
vida sufriendo por ese patético ser humano, porque tres: eres increíble.
Caroline soltó un suspiro y se dio vuelta lentamente para mirarlo. —
¿Qué?
Él asintió, con los ojos serios. No pude evitarlo; alcancé la mano de
Quinn y mordí mi labio para evitar sonreír mientras me apretaba los dedos a
cambio.
—Eres tan increíble. —Ten siguió hablando—. Y no quiero ver que algo
como lo que él hizo te lastime así. Quiero verte superarlo y seguir viviendo una
vida increíble que te mereces.
—Oren —murmuró Caroline; el asombro en su voz hizo evidente cuánto
sus palabras la habían afectado. Diablos, me afectaron y él ni siquiera me las
dijo a mí. Se acercó lentamente y ahuecó su mejilla. Cerró los ojos y ella levantó
la otra mano a su otra mejilla.
Contuve mi respiración en ese momento cuando se tocarían sus labios,
pero Ten fue hacia atrás y agarró las muñecas de Caroline, tirando sus manos
de su cara. Sacudiendo la cabeza, él dijo—: No. Esto no va a suceder.
—Pero... pero me has dejado todos esos dibujos.
Cuando Ten no lo negó, Quinn me miró para confirmarlo. Asentí, y sus
ojos se volvieron grandes con asombro.
—Noel ha estado preocupado por ti —dijo Ten—. Dijo que te escondiste
en tu habitación durante todo el verano, y que no iba a dejar de preocuparse
hasta que comenzaras a vivir de nuevo. Esas imágenes estúpidas te hicieron
sonreír. Te hicieron…
—Y... ¿qué? Los hiciste para animarme y para que Noel pudiera sentirse
mejor. ¿No tuvo nada que ver conmigo?
—Caroline —gimió él, cerrando los ojos—. Lo siento, pero nada, nada,
nunca va a pasar entre tú y yo.
—Tienes razón —gruñó ella antes de girar y marcharse. Sin embargo, el
fuego y furia en sus ojos me hizo sonreír. Su historia estaba lejos de terminar.
Me incliné hacia Quinn. —Soy yo, o ¿es divertido verlos pelear? —Se
sintieron como… preliminares.
Cuando no respondió de inmediato, levanté la mirada a él. La seriedad
en su expresión me revolvió el estómago. Cuando tomó mi codo y me atrajo a
una tranquila aula vacía, mi corazón empezó a latir fuerte.
—Soy yo, o eso se sintió... ¿correcto?
—¿Correcto? —repetí lentamente, insegura de cómo responder, porque
no estaba muy segura de lo que él hablaba.
—Espiarlos juntos —dijo él—. Tú y yo... somos observadores. Nos
preocupamos por nuestros amigos y los vigilamos en silencio, esperando para
entrar cuando nos necesitan. Eso es solo... somos nosotros. Hacer eso juntos se
sintió bien.
—Yo... —Sacudí la cabeza, totalmente confundida porque él tenía razón.
Se había sentido bien estar allí con él y escuchar la conversación de Caroline y
Ten.
Se movió más cerca de mí, la cercanía de su enorme y duro cuerpo hizo
que mi cabeza diera vuelta con deliciosos recuerdos. —Sabes que no te usé por
venganza, ¿cierto? Cora no tenía nada que ver con lo que pasó entre nosotros.
Sin esperarme que dijera eso, inhalé y sacudí la cabeza. —Por supuesto
que lo sé. Cuando Ten dijo que fueras tras una de sus amigas por venganza, yo
solo lo clasifiqué bajo el noventa por ciento de estupideces que dice él.
—Bien. —Los labios de Quinn propinaron una sonrisa, pero su rostro
seguía siendo serio—. No puedo dejar de pensar en eso. En nosotros. Esa noche.
Fue solo tan... Quiero más. —Su mirada suplicaba a la mía—. ¿Tú no?
Estuve tentada. Tan tentada. Pero los obstáculos en nuestro camino eran
tan descomunales.
Gruñí. —Quinn, sigues despechado por Cora.
Movió la cabeza. —No, no. De verdad. Sé que suena loco ya que hace
una semana elegimos un anillo para ella, pero... hay algo entre tú y yo. No
puedes negarlo. Ha habido algo creciendo entre nosotros desde el momento en
que nos conocimos.
No, no podía negarlo. Pero apreté los dientes y cerré los ojos. —Si tú
habías sentido algo por mí todo este tiempo, entonces ¿por qué...? ¿Por qué te
quedaste con ella? ¿Por qué le compraste un anillo? ¿Por qué me pediste que te
ayudara a elegirlo?
Cuando abrí los ojos, pude ver en su cara que por fin él supo por lo que
me hizo pasar cuando me pidió ayuda para elegir ese anillo. La comprensión
resopló de su aliento mientras dio un paso atrás.
—Yo...Yo... Lo siento tanto, Zoey. Yo... —Movió la cabeza—. Pensé que
era solo yo. Pensé que podía controlarlo.
—¿Controlar qué? —¿Sus sentimientos?
—M-m-mi atracción por ti. Pensé que podría ignorar cuánto te quería, y
que podíamos ser amigos. Me gusta ser tu amigo. Pero después del viernes por
la noche, me di cuenta de que quiero las dos. De salir con Cora, no pensé que
ser amigo de mi novia era necesario. Pero Noel, Mason y Pick... son los mejores
amigos de sus mujeres. Tal vez así es. Amigos y amantes.
—Quinn —sollocé—. Deja de ponerme en esta situación. No podemos
hacer esto. Tú sabes por qué no podemos hacerlo.
Su expresión decayó, pero asintió dócilmente. —Yo sé. Y lo siento por
causarte más angustia, pero tenía que intentarlo. Sabes que tenía que intentarlo,
¿no?
Todo lo que sabía era que dolía tan profundo dentro, que sentí que mi
espíritu estaba siendo despedazado. Incapaz de decir una respuesta, giré lejos
de él y huí. Yo solo... No podía tratar con esto.
34 Traducido por Dannygonzal
Corregido por Valentine Rose

Zoey
La noche del miércoles, Cora entró a mi habitación, en donde me hallaba
escribiendo una nueva historia, vestida por completo con ropa fiestera. Y lanzó
alguna clase de vestuario rosado sobre mi cama.
—Ponte eso. Voy a salir esta noche, y tienes que venir.
Miré el… vestido rosado, creo que era eso, y seguí escribiendo. —No
quiero salir esta noche. —Y no quería salir con ella.
—Pues mala suerte. Tienes que hacerlo. Las chicas me están exigiendo
que salga con ellas para ayudarme a superar la ruptura. No se vería bien si no
vienes.
La urgencia molestosa subió por mi garganta. Quería decir con frialdad
algo como: “Ah, ¿te refieres a que se vería como si no te apoyo a ti, a tus infidelidades y
a tus engaños?”, pero luego recordé lo que le hice, y cómo pasé la noche entera
con el chico que había tenido una relación seria por meses, la misma noche en la
que él terminó con ella.
La culpa me dejó callada. Bajé la cabeza. —No iré. —Si Quinn pudo
decirle a Ten que no saldría con él para olvidar a Cora, yo podía decirle lo
mismo—. Seguro tendrás chicas suficientes contigo para apoyarte.
—Pero eres mi compañera de cuarto. —Recogió el vestido y lo arrojó a mi
rostro—. Es doblemente importante que demuestres tu apoyo.
La miré. —Pero no apoyo lo que hiciste.
—Y a mí no me importa una mierda lo que sientas en tu corazoncito
mojigato y sensible. Las apariencias lo son todo, Zoey. Irás, o le diré a todas mis
amigas que terminamos porque él me engañó… contigo.
Así que salí con Cora y sus amigas, pero escogí mi propia ropa, usando
unos pantalones ajustados, botas altas y una blusa larga.
Decidieron visitar primero Forbidden. Tal vez querían que estuviera
trabajando Quinn, así podían presumir frente a él y hacer que la extrañara o
algo por el estilo. No tengo idea, pero no trabajaba, así que cualquiera que haya
sido el plan, este fue en vano. Ten y Asher eran los dos chicos encargados de la
barra. El grupo de Cora encontró una mesa cerca de la puerta principal y los
meseros tomaron nuestra orden. Miré unas veces hacia la barra, pero ambos
parecían demasiado ocupados como para notarnos.
Cora no se encontraba tan mal como pensé. Estaba mucho, mucho peor,
quejándose con sus amigas de su nueva soltería, y todas la compadecían. ¿Ni
siquiera les importaba que las cosas entre Quinn y ella se terminaron por sus
acciones?
Al parecer, no. Y luego comprendí por qué. No sabían que fue por ella.
No tenía idea de lo que Cora les dijo hasta que Tamsen, creo que era su
nombre, dijo—: No puedo creer que te engañara. Siempre me pareció un chico
dedicado.
Mis ojos se abrieron. ¿Qué dijo?
—Lo sé. —Cora puso una cara triste y fingió limpiarse la mejilla, pero
todo el tiempo, su mirada sostuvo la mía—. Siempre son los callados.
O los mentirosos, quería responderle. Estreché la mirada. No podía creer
que les había dicho que él fue el infiel. Probablemente no tenían ni idea de que
ella se acostó con muchos durante toda su relación.
—Y fue el peor polvo —continuó, haciendo que mi presión sanguínea se
disparara.
Sabía que solo había estado con una persona, pero Quinn Hamilton
estuvo lejos de ser el peor, a juzgar por todo lo que hizo en la habitación. Con
tan solo mirarme podía freír mis hormonas.
—Ni hablar de ser un amante soso. Nunca hizo nada además del
misionero, siempre se saltó los juegos previos, y carecía completamente de
charla sensual.
La voz de Quinn del viernes por la noche pasó por mi cabeza.
Después de tocar y besar, viene el lamer.
Tan rosa y delicado.
Dios, sí. Ese es el sabor, justo ahí. Eso es lo que me tendría regresando por más,
siempre.
¿Lista para otra clase de biología?
Me puse de pie, necesitando escapar antes que estallara de ira.
Cora levantó sus cejas. —Oh, ¿vas a la barra? Necesitamos otra ronda de
daiquiris de fresa. Gracias.
La miré fijamente por un momento, pero luego eché un vistazo a la
barra… o más bien a los camareros.
Quizás ir a la barra no sería tan mala idea, después de todo.
Caminé hacia Asher y Ten. Asher me sonrió mientras le pasaba a un
mesero, lo que parecía ser una bebida de frutas.
—Hola, Zoey. Te ves increíble esta noche. ¿Qué puedo darte?
Asher era demasiado amable para mis necesidades, así que seguí
caminando y me paré frente a Ten, quien se hallaba ocupado metiendo una
aceituna en un palillo y colocándola en un vaso de Martini.
Señalando en dirección a la mesa de mi compañera de cuarto, dije—: Ve
a destruirla.
Ten levantó la mirada. Parpadeó por un momento antes de arquear una
ceja con diversión. —Vaya, Rubia. ¿De verdad me veo como algún tipo de
mascota entrenada, que se sienta y va a buscar algo según tus órdenes?
Apreté los dientes. —Le está hablando mal de Quinn a todas sus amigas.
Les dijo que fue él quien la engañó a ella.
Sus cejas se alzaron. Su mirada volteó bruscamente en la dirección de
Cora antes de estrecharla hacia donde se encontraba rodeada de su pandilla de
zorras. —Oh, la perra va a caer.
Colocando una mano en la barra, la saltó y se echó a andar.
Mi pecho se llenó de un ávido entusiasmo. Sabía que debería sentirme
mal por echarle encima a Ten, pero se lo merecía. La culpa y la diversión
confundían mi cabeza. Curiosa por ver lo que haría, fui detrás de él.
—… y el maldito egoísta se negó a lamerme —decía Cora mientras Ten
se acercaba por detrás.
Él la sorprendió crujiendo sus dedos y diciendo—: Oh, demonios. Eso
fue mi culpa, lo lamento. —Ella se volteó para mirarlo. Colocando una mano
sobre su corazón como si quisiera disculparse con sinceridad, le envió a Cora
una mueca de dolor—. Verás, le dije lo mucho que apestabas allí abajo. Y el
sabor… —Hizo un gesto de padecimiento y se estremeció—. Me tomó una
maldita semana sacar de mi boca ese saborcillo desagradable. Es mi culpa que
él se negara a lamerte.
Mi mandíbula cayó. No daba crédito a lo que dijo. Y lo peor fue que no
podía creer que en verdad había estado con Cora. ¿Qu… cuándo sucedió eso?
Mirando a sus amigas aturdidas, Cora comenzó a sacudir la cabeza. Pero
él comenzaba a alcanzarla. —Eres un idiota.
—Bueno, eres una maldita puta que tuvo que rogarme por semanas antes
de que por fin te dejara entrar en mis pantalones. —Se encogió de hombros y
levantó una mano para hacerle saber que no tenía excusa para sí mismo—. Y
todos saben que, por lo general, no necesito estímulo antes de follar a una mujer
dispuesta.
Las lágrimas llenaron los ojos de Cora. Cuando se levantó de la mesa y
huyó hacia el pasillo con dirección a los baños, todas las demás en la mesa
fueron tras ella, tratando de consolarla.
Guau. Definitivamente Ten sabía cómo limpiar una mesa. Nota mental:
Nunca caerle mal a este chico.
Se giró hacia mí y levantó sus cejas, esperando mi respuesta.
Aclaré mi garganta y le di palmaditas sobre su cabeza. —Buen chico.
Ten echó su cabeza hacia atrás y soltó una carcajada. —Demonios, Rubia.
Algunas veces me haces reír. —Rodeando mi hombro con su brazo, me guió
hacia la barra.
—Dale un Long Island —le indicó a Asher mientras me señalaba un
taburete de la barra.
En realidad, no quería un trago pero tampoco le quería decir no a Ten,
así que levanté el bolso de mi regazo para conseguir algo de dinero. Asher elevó
una mano y rechazó mi dinero.
—Va por cuenta de la casa. Cualquiera que cuide a nuestro Quinn no
debe pagar.
—Tienes mucha razón —concordó Ten. Este saltó para volver detrás del
mesón y tomó la orden de alguien más mientras Asher colocaba el trago frente a
mí.
Le agradecí, pero no bebí. Pasaba un dedo por el agua condensada que
bajaba por un lado, cuando la voz de Cora detrás de mí me hizo alzar la cabeza
y girar.
—Supongo que tengo que agradecerte a ti por el ataque. —Frunció el
ceño y cruzó los brazos sobre su pecho.
No me orgullecía enviarle a Ten, pero tampoco lo lamentaba. —No
debiste haber dicho todo eso sobre Quinn. —Fue todo lo que pude pensar como
respuesta.
Notando que ella me hablaba, Ten comenzó a acercarse pero levanté una
mano para detenerlo, haciéndole saber que podía manejar esto. Se detuvo, pero
siguió mirándonos.
Cora resopló cuando observó nuestra silenciosa conversación, solo para
que un bombillo iluminara su cara como si hubiera descubierto algo. Con
lentitud, se giró hacia mí con los ojos estrechados. —¿Por qué, pequeña perra
sucia?
Mi corazón dio un salto. Estaba segura de que había descubierto lo que
hicimos con Quinn, y casi me desmayé por la conmoción. Pero luego me
pregunté si pensaba que, quizá, Ten y yo estuvimos juntos. Por lo que dije—:
¿Perdón?
Se inclinó más cerca. Quería alejarme, pero me enderecé y la miré a los
ojos. —Nos vamos —gruñó—. Esta pocilga apesta. —Le echó un vistazo a Ten,
dejándome saber que él era la razón de su retirada.
Agarrándome el brazo, intentó sacarme de mi taburete, pero me resistí.
—No lo creo. No iré a ninguna parte contigo, y me niego a escucharte
soltar más mentiras sobre alguien.
—Oh, vas a ir, o le diré a todas las chicas que también has estado con
Ten.
Resoplé y rodé los ojos. —Bueno, tal vez haré una jugada mejor, Cora. —
Tomé aliento—. En realidad, yo diré la verdad sobre ti.
Frunció el ceño y sacudió la cabeza. —¿A qué te refieres?
—Le diré a tus amigas de tu enfermedad. No querías que supieran acerca
de tus problemas renales, ¿verdad? —Cuando sus ojos se abrieron, chasqueé mi
lengua—. O quizá le diré a uno de tus doctores lo mucho que te gusta beber.
Esa es una de las razones para que le nieguen a alguien un trasplante, ¿no? ¿El
abuso de sustancias?
Cuando se puso pálida, supe que gané la batalla. Nunca lo haría, pero
ella no lo sabía.
Poniéndose rígida, levantó su barbilla. —Bueno, mira a quién le crecieron
agallas. —Entonces se alejó dándome la espalda, enfadada.
Me quedé mirando mientras se iba, sintiéndome… no lo sé. Viva.
Poderosa. Quería… solo quería ver a Quinn. Agradándome mis nuevas agallas,
como las llamó Cora, presioné las manos contra mi corazón que latía con
rapidez. Ella no tenía idea de la clase de hombre que dejó ir cuando decidió
tratarlo como basura y luego soltar mentiras sobre él. Pero sabía, que yo había
sido una idiota por dejarlo deslizarse entre mis dedos. Si en realidad era un
soso aburrido, entonces no quería ningún otro estilo.
—¿Te vas? —preguntó Ten, llevándose mi bebida intacta sin hacer
ningún comentario.
Le sonreí. —Tengo que ver a alguien.
La sonrisa de aprobación que apareció en su rostro, me alentó más. —Ve
por él, nena.
Así que lo hice.
Cuando toqué en la puerta de Quinn veinte minutos después, me
encontraba lista para obtener a mi hombre. Abrió la puerta, usando sus
pantalones de dormir y una camiseta arrugada. Su cabello estaba parado a un
lado como si hubiera estado acostado sobre él. Se veía lo bastante bien como
para derribarlo y devorarlo.
Así que lo hice.
—Estoy lista para otra clase de biología —dije, agarrando su camiseta
con mis puños. Luego me paré en puntitas y lo besé. Profundamente.
Para alguien que no lo esperaba, Quinn reaccionó casi de inmediato, solo
tropezando medio paso hacia atrás, antes de equilibrarse y apretarme contra él.
Sus grandes manos acunaron mi cabeza. —Zoey —jadeó antes de que sus labios
capturaran los míos.
Mi boca se abrió bajo la suya, y su lengua estaba ansiosa por llenarla.
Subí su gran cuerpo, porque necesitaba cada parte mía frotándose con cada
parte suya. Bajó su agarre de mi rostro para capturar mi trasero y subirme a
donde más quería estar.
Mis piernas envolvieron su cintura. Me giró para fijarme contra la pared
y luego comenzó a excitarse. Oh Dios, sentir su larga y gruesa erección a través
de sus pantalones causó que esa deliciosa y punzante contracción de músculos
se profundizara en mi útero. Me recordó lo mucho que extrañaba sentirlo allí.
Lo necesitaba en mi interior; moviéndose, bombeando, empujando.
—Hice una pequeña búsqueda antes de… ya sabes, aprender sobre la
anatomía de las flores —jadeé a medida que comenzaba a besar mi garganta.
—¿Qué? —Levantó su rostro, viéndose muy aturdido para recordar la
clase de biología que me dio la última vez que estuvimos juntos.
Tan excitada que mis respiraciones no se calmarían, asentí. —¿Sabías que
una flor imperfecta es una que tiene todas las partes femeninas o las
masculinas, pero no las dos?
Parpadeó, claramente confundido sobre el por qué le decía esto. —Sí —
dijo—. Lo sabía.
Por supuesto que lo sabía. Pero no era el punto.
—Entonces… entonces si tú… —Mordí mi labio mientras movía mis
caderas así podría montar su erección un poco más rápido—. Si tú y yo, las
partes masculinas y femeninas, nos juntáramos, haríamos…
—Una flor perfecta —susurró, terminando la frase por mí al tiempo que
sus ojos se iluminaban por la comprensión.
Sonreí. —¿Quieres hacer la flor más perfecta conmigo?
Deseo y asombro llenaron su mirada. —Sí. —Acunó mi rostro,
mirándome directo a los ojos, y luego me besó con profundidad antes de
repetir—: Sí. —Incluso más fuerte. Luego me alejó de la pared y comenzó a
guiarme por el pasillo—. Los condones están en mi habitación.
Acaricié con mi nariz un lado de su cuello y mordí el lóbulo de su oreja
con mis dientes antes de decir—: Tomo la píldora. Órdenes del doctor.
—En ese caso… la cocina está más cerca. —Giró con brusquedad hacia la
izquierda y luego me sostuvo con un brazo así podía quitar todas las cosas de la
encimera—. No puedo conseguir estar en tu interior lo bastante rápido.
—Sacaré mis pantalones, tú la blusa.
Estuvo de acuerdo al sacarla sobre mi cabeza. Con torpeza, me encargué
de mis pantalones, bajando el cierre y luego jalándolos por mis caderas
mientras Quinn me quitaba el sostén en segundos. Posterior a eso, agarró los
tacones de mis botas y las sacó al mismo tiempo antes de ayudarme a lanzar mi
ropa interior sobre su hombro.
—Dios, eres tan perfecta. —Sus ojos brillaban mientras me recostaba
sobre la espalda con mis piernas colgando a un lado de la mesa.
El frío que sentía contra mi trasero y mi columna se fueron en el
momento que enganchó una de mis piernas bajo su brazo y luego deslizó una
mano en sus pantalones solo para sacar su gruesa polla lista para empalar. —Y
mira esos hermosos y protuberantes pétalos. —Pasó la cabeza de su vara a lo
largo de mis pliegues—. Ya está floreciendo, toda húmeda y lista para mí.
Mis senos estaban tan sensibles y duros que subían y bajaban de mi
pecho. —He estado húmeda por ti desde el viernes.
Prestó atención, y su mirada se enfocó en mi expresión. —¿Es por eso
que cambiaste de idea sobre nosotros? Por esto.
Sacudí la cabeza. —No.
Su rostro se inundó de diversión y se introdujo en mí, haciéndome gritar
y arquear mi espalda.
—Está bien, quizás un poco —corregí, jadeando cuando se detuvo a
medio camino dentro de mí.
Enarcó una ceja. —¿Dices que solo un poco?
—Por favor —rogué—. Por favor, Quinn. De acuerdo, mucho. Mucho.
Todo. Lo necesito todo, todo en mi interior. Más profundo. —Alcé mis caderas
en busca de las suyas, esperando atraparlas y obligarlo a ir hacia adelante, pero
solamente sonrió y sacudió su cabeza.
Luego cerró los ojos, esperó un segundo y susurró—: De acuerdo. Ahora.
Abrió sus pestañas justo cuando empujó hacia adelante, terminando de
penetrarme. Mi coño se apretó a su alrededor, tan hambriento por su presencia
que comenzó a contraerse.
—Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios.
Comenzó a moverse, y eso fue todo. Me vine a su alrededor, gritando,
rogando y murmurando por más.
Me penetró hacia el orgasmo, estirándome desde adentro y, con su
pulgar, masajeándome desde afuera. No fue hasta que me calmé, jadeando y
débil, que me di cuenta que él seguía moviéndose. Abrí los ojos. —Aún estás…
Sonrió, aunque sus ojos se encontraban vidriosos, y su frente húmeda. —
Amo verte venir. ¿Cuántas veces crees que podemos lograr que te corras antes
de dejar esta mesa?
—Eh… —No tenía idea, pero creo que él quería descubrirlo.
Después de pasar sus manos por los lados de mis muslos, juntó mis
piernas y las subió hasta que estuvieron casi tocando mi pecho. Cuando
comenzó a moverse de nuevo, el cambio de sensación en mi interior desde esta
nueva posición hizo que mis ojos se abrieran más.
—Oh, eso es… Oh, cielos.
Quinn soltó una risita y se inclinó un poco contra mí, por lo que mi
cuerpo se encontraba soportando algo del suyo. Luego acunó mis pechos y, al
fin, les dio su atención.
—¡OhDiosmío! —Me sacudió por la sensación intensa y golpeé mi cabeza
contra la mesa al tiempo que jadeaba de placer.
—Amo tus pechos. —Su mirada se encontraba en ellos al mismo tiempo
que sus manos masajeaban y sus dedos apretaban los pezones—. Caben en mis
manos con tanta perfección. Quiero meter uno en mi boca.
Se inclinó y succionó una punta, lo que, en esencia, provocó que su gran
cuerpo se presionara más cerca y obligara a mis piernas a quedarse en donde él
las había puesto, atrapándome mientras me asaltaba con su polla y su lengua.
Jalé su cabello, sin ser capaz de hacer mucho más que sentir y gritar mi
siguiente orgasmo cuando vino de nuevo.
—Uno más —susurró Quinn en mi oído tan pronto cuando comencé a
relajarme por el último que me había dado. Sacudí la cabeza, incapaz de creer
que podría durar una vez más, pero apartó mis piernas así podría afianzar su
gran cuerpo al mismo nivel contra el mío. Entonces presionó su frente con la
mía por lo que podía mirarme a los ojos.
Creo que compartimos todo en ese momento. Respiramos el mismo aire,
entrelazamos nuestros dedos por lo que el sudor de nuestras palmas era el
mismo, y comenzamos a convulsionar juntos. Luego miramos las expresiones
aturdidas del otro mientras nuestros orgasmos florecían entre nosotros.
Cuando se terminó y la calma regresó, acuné su rostro en mis manos. Sus
pestañas se abrieron. Estábamos cara a cara cuando dije—: Por esto regresé. —
Quité el cabello de su frente—. Porque eres tú, y no podía estar lejos de ti.
Me besó, suave y cuidadosamente, nada más que labios sobre labios,
luego nariz contra nariz. —Estoy contento de que lo hicieras, porque no estaba
seguro de cómo iba a ser capaz de estar lejos de ti.
35 Traducido por Adriana Tate
Corregido por Val_17

Zoey
Me desperté a la mañana siguiente con el trasero desnudo de Quinn justo
en mi rostro. Y luego se agachó.
Sonreí, de repente completamente despierta. Acurrucada en mi costado
en su cama, lo observé mientras se colocaba un par de pantalones, y —maldita
sea— cubría su perfecto trasero de mi vista. Con el ceño fruncido, extendí mi
mano, estirándome, ya que se encontraba parado a unos buenos sesenta o
noventa centímetros del colchón, y luego bajé sus pantalones hasta que pude
ver esas firmes y redondas nalgas celestiales de nuevo.
—¡Oye! —gritó y se giró.
Me reí adormilada. —Hola. Me divertía mirando eso. ¿Por qué tuviste
que cubrirlo?
Placer se extendió por su rostro. —Oh, quieres jugar, ¿eh?
Se subió a la cama y me sujetó contra el colchón.
Ya que lo tenía justo donde lo quería, me estiré y golpeé su trasero. —
Definitivamente quiero jugar. ¿Tienes algún problema con eso?
—En absoluto. —Mordisqueó mis labios, luego ladeó la cabeza y los
instó a abrirse con su lengua. El ardiente beso de lengua que siguió me dejó
débil y sin aliento.
—¿Cómo siempre haces que te desee tan fácilmente? —exigí, jadeando
por él.
—Un truco mental —respondió con un jadeo justo antes de que su
respiración abanicara mi cuello.
Oh… Dios santo. Sus labios apenas se presionaron contra el punto
sensible justo detrás de mi oreja y no pude evitarlo, gemí y me arqueé contra él
como un gato siendo acariciado.
—Ponte bocabajo —instruyó, dándome la vuelta—. Llegó la hora de la
revancha, así yo puedo disfrutar de tu parte trasera.
Inmediatamente me di la vuelta.
Ya que todavía me encontraba desnuda por nuestra noche juntos, sus
dedos acariciaron mi frente y encontraron su camino entre mis piernas mientras
sus caderas se arqueaban contra mi trasero, dejándome sentir cuán excitado se
hallaba. Mis senos comenzaron a doler una fracción de segundo antes de que
ahuecara uno.
Un dedo se movió contra mi pezón mientras un dedo de la otra mano
empujaba dentro de mí. Mi boca se abrió en un grito silencioso.
Quinn gimió detrás de mí. —Estás tan mojada.
—Por ti, siempre. Oh… Dios. No te detengas —le ordené cuando mis
caderas rodaron con la embestida de su grueso dedo—. No te detengas. Por
favor.
Quinn presionó otro dedo y pinchó mi pezón al mismo tiempo. El rápido
y vigorizante dolor en mi pezón hizo que mis terminaciones nerviosas
colapsaran hasta que comencé a venirme, duro. Los músculos contrayéndose en
mi abdomen se retorcieron y torcieron salvajemente, lo suficiente que grité por
la presión. Me retorcí contra la mano entre mis piernas, queriendo escapar y
aferrarme del dulce tormento al mismo tiempo.
Su lengua se deslizó por mi nuca. Nuestros cuerpos se presionaron
juntos perfectamente cuando me arqueé hacia él. Se sentía suave pero aun así
duro, todo a la vez, su piel aletargada, cálida y lisa, pero los músculos debajo de
ella duros y anatómicos. Amaba tanto eso y no pude detener a mis dedos de ir
hacia atrás y hundirse en su cabello. Casi deseé que estuviera de frente para que
mis manos pudieran pasar de arriba abajo por su espalda, asombrándome de
cuán maravilloso se sentía. Incluso las protuberancias de sus cicatrices se
sentían absolutamente perfectas bajo mis dedos, haciendo pequeños caminos de
piel arrugada para seguir en un patrón laberíntico.
—Quinn. —Me quebré cuando mordió la parte trasera de mi hombro—.
Te necesito dentro de mí. Por favor. Se siente tan vacío allí sin ti. —Mi útero no
tenía nada que apretar, necesitaba algo justo allí.
Agarrando mis caderas, permaneció en una posición sentada mientras
dirigía mi trasero de regreso hacia su regazo y me deslizaba contra su
excitación. Cuando la punta de su pene se presionó en mi entrada, tiré mi
cabeza hacia atrás y dejé salir un suspiro de alivio. Deslizó su mano entre mis
piernas, por mi ombligo y hacia mis senos. Cuando ahuecó uno, ahogué un
gemido. Luego finalmente me llenó completamente.
Me estiré hacia atrás y agarré sus muslos, mis uñas se enterraron en su
piel. —Más duro.
Obedeció, casi chirriando con mis dientes cuando su próxima embestida
poderosa reverberó a través de mí. Enterré la cara en la almohada y la mordí
para evitar gritar demasiado fuerte.
Quinn continuó, y gemí por el consuelo de su peso y la erótica presión de
su polla deslizándose más profundo.
Era tan perverso y travieso, sin embargo, delicioso e increíble. No quería
que nunca se detuviera.
—¿En qué me estás convirtiendo, Quinn Hamilton? —le exigí.
Jadeó detrás de mí y suavemente deslizó su mano por mi espalda y luego
hacia mi cuero cabelludo para agarrar mi cabello. —No lo sé. Pero me encanta.
—Se inclinó para besar un lado de mi mandíbula—. Soy tan adicto a ti. Podría
hacer esto para siempre. Me encanta besarte, y tocarte, penetrarte. Follarte.
Sus embestidas se volvieron más largas, más lentas, y terriblemente
frustrantes, porque solo quería que me embistiera y nos llevara a ambos al
olvido. Esta lenta muerte me volvía loca. Apreté la almohada. —Oh Dios mío.
Por favor.
Su respiración hizo cosquillas en mi oreja. —¿Por favor qué?
—Hazme venir.
Se rió, el imbécil. Sabía que tenía el control absoluto sobre mí. —Sí,
señora. —Diez segundos después, me tenía gritando en la almohada mientras
me contraía alrededor de su dura longitud.

Demasiado somnolienta como para moverme después de que Quinn me


follara, o debería decir, después de que lo persuadiera para que me follara,
comencé a quedarme dormida tan pronto como se liberó de mi cuerpo. Luego
me besó en la mejilla cariñosamente y se bajó de la cama.
—¿Ahora puedo tomar mi ducha? —preguntó con voz burlona a la vez
que amorosamente colocaba sus sabanas sobre mí y las metía a mi alrededor—.
¿O mi hermosa e insaciable chica necesita algo más esta mañana?
—Desayuno —murmuré con una sonrisa, recordando cómo siempre le
hizo el desayuno a Cora. Con la esperanza de que pudiera obtener el mismo
trato, abrí un ojo y le pregunté—: ¿Con tocino?
Me guiñó un ojo. —No hay problema. —Luego se inclinó, olfateó mi
cabello y me besó una última vez en la mejilla antes de salir de la habitación.
Intenté volver a dormir, pero pensar en él en la ducha, todo desnudo y
limpio, frotándose jabón resbaladizo por su duro y gran cuerpo y entre sus
piernas… de repente me pregunté qué rayos hacía aquí, sola, mientras él se
encontraba allá todo mojado y sexy.
Sonriendo tontamente, salí de la cama y me puse una de sus grandes
camisetas. Dejando de lado el sujetador y bragas, salí de la habitación y hacia el
pasillo donde escuché la ducha. Respiré antes de agarrar la manilla y entrar.
El vapor ya había empañado los espejos y calentado el baño. Consideré
desvestirme antes de deslizarme adentro con él. Pero luego me mordí el labio,
de repente insegura. ¿Y si no le gustaba la compañía durante la ducha? ¿Y si mi
presencia lo molestaba en lugar de deleitarlo?
Probando las aguas, dije—: ¿Quinn? —Y deslicé la cortina de la ducha a
un lado justo lo suficiente para ver dentro.
—¿Qué demonios? —Bajo una corriente desbordante de agua, un Ten
completamente desnudo se giró para mirarme boquiabierto.
Grité y me tambaleé hacia atrás, tropezando con el inodoro y cayendo
sobre mi trasero en el suelo. La cortina de la ducha se abrió completamente. Me
apresuré a sentarme, tirando de la camiseta de Quinn hacia abajo para cubrir
tanto como era posible de mis piernas desnudas.
—¿Rubia? —gritó, solo para cubrir su polla con ambas manos mientras
mi mirada aterrizaba en ella sin mi permiso.
Cerré los ojos de golpe. —Oh Dios mío, Oh Dios mío. Lo siento. Lo siento
tanto.
Girándome a ciegas, huí, corriendo directamente hacia la puerta, antes de
tantear con mis manos, encontrar el picaporte, y abrirla de un tirón para salir
rápidamente hacia el pasillo, solo para chocar con un gran cuerpo fornido.
Grité de nuevo, al no esperar a nadie. Pero luego el olor de Quinn me
alcanzó y en lugar de intentar escapar, me aferré y subí a él, y lo abracé con
gratitud.
—¿Qué…? —comenzó a decir con confusión.
—Pensé que eras tú —balbuceé—. Dijiste que ibas a tomar una ducha.
Dijiste que ibas a tomar una ducha. ¿Por qué no estabas en la ducha?
Me abrazó. —Ten ya se encontraba allí, así que pensé que podía hacer el
desayuno.
Enterré mi cara absolutamente mortificada en su pecho. —Oh Dios mío.
Nunca voy a escabullirme de nuevo en un baño para ducharme contigo.
—¿Tú estabas…? —Antes de que pudiera terminar su pregunta, la puerta
del baño se abrió de golpe detrás de mí.
Abracé a Quinn con más fuerza y por supuesto que no tenía la intención
de espetar—: Algo está mal con su pene.
—¿Qué? —dijo un claramente confundido Quinn a la vez que Ten
ahogaba un gruñido terrorífico.
—Lo siento —dije, aún asustada por todo lo que acababa de suceder—.
No era mi intención decirlo en voz alta, pero… Oh Dios mío. No se ve como el
tuyo. Tiene una gran cosa que se ve como un moretón.
—¡Rubia! —gritó Ten en una voz tensa—. Cállate.
Finalmente lo miré de nuevo. Tenía una toalla envuelta alrededor de su
cintura, pero todavía se encontraba bastante mojado. Sin embargo, mientras lo
miraba, todo lo que podía ver era esa gran descoloración en su genital.
—Lo siento —dije, genuinamente arrepentida por decir impulsivamente
lo que tal vez era algo muy privado acerca de su parte íntima—. Podía
habérmelo reservado. Lo intenté. Pero… oh Dios mío. ¿Qué es? ¿Te duele?
Quinn ahogó una carcajada de sorpresa, mientras un Ten sonrojado
estampaba su palma en la frente. —Es una marca de nacimiento —dijo entre
dientes—. Simplemente una marca de nacimiento. No hay nada de malo con mi
polla. No duele. La he tenido así desde que nací.
—Era grande… quiero decir el moretón, no el pene. —Cuando Ten
enterró el rostro en sus manos y gimió en miseria, me estremecí—. Lo siento. Lo
siento mucho.
Levantó la mano. —Solo… cállate. Por favor, por el amor de Dios… deja
de hablar.
—Lo estoy intentando —grité—. Pero es que era tan…
Gruñó de nuevo y me señaló con su dedo en una manera amenazadora.
—Estás muerta para mí. —Caminó hacia su habitación, solo para detenerse,
mirarme y señalarme de nuevo—. Me debes el desayuno por esto. Huevos,
tostadas y tocino. Mucho tocino, joder. —Girándose, salió hecho una furia hacia
su habitación, gritando por encima del hombro—: Y también jugo de naranja. —
Justo antes de que cerrara la puerta de un portazo, con fuerza.
Miré a Quinn. —No puedo creer que no pude dejar de hablar. Me siento
tan mal. Tengo que ser la peor persona del mundo. ¿Lo viste sonrojarse? No
puedo creer que hice sonrojar a Ten.
En lugar de regañarme por mi estúpido e incontrolable arrebato, Quinn
sonrió. —Eres tan adorable. —Me besó en la punta de la nariz—. Me encanta
que fueras la primera persona que he visto hacer sonrojar a mi compañero de
cuarto.
—No es gracioso. —Gemí—. Fui completamente insensible y…
—No hablabas en serio cuando dijiste que nunca ibas a escabullirte en mi
baño de nuevo para bañarte conmigo, ¿cierto? Porque honestamente, siempre y
cuando sea yo el que esté ahí adentro, y no Ten, puedes escabullirte todas las
mañanas y estaría perfectamente de acuerdo con eso.
—¡Quinn! —Sin embargo, mi regaño fue ignorado porque me cargó, me
tiró por encima de su hombro y me llevó hacia el baño, donde nos bañamos
juntos.
Después de eso, terminamos de hacer el desayuno, asegurándonos de
que Ten obtuviera todo lo que ordenó. Cuando por fin salió de su habitación,
completamente vestido, se aclaró la garganta, nos frunció el ceño y gruñó en
voz baja cuando llenó su plato y se sentó delante de Quinn, deteniéndose para
mirarnos en cada mordisco. Y se olvidó completamente de dar las gracias.
—Está demás decir que lo que ella vio en la ducha se queda entre
nosotros tres… ¿cierto?
Quinn sacudió la cabeza. —¿Por qué iría por ahí hablándole a todo el
mundo sobre tus genitales, hombre?
Los hombros de Ten se relajaron, pero cuando me miró, entrecerró los
ojos. Levanté las manos. —Por supuesto, no voy a decir nada. —¿Por qué lo
haría? Me sentí lo bastante mal por la forma en que reaccioné, lo menos que
podía hacer era mantenerlo en privado—. Pero no puedo creer que la noticia no
se haya difundido antes… ¿qué hay con todas las chicas con las que te acuestas?
—murmuré más para mí misma.
Ten me guiñó un ojo. —Tengo mis métodos para mantenerlo en secreto.
Literalmente, esa fue mi suposición.
Sacudí la cabeza. ¡Qué mañana!
Meses atrás, nunca me habría imaginado que estaría hablando de la
marca de nacimiento de un chico en su pene tan casualmente y sin querer morir
de la vergüenza veinte minutos después de verlo. Oh, los tiempos habían
cambiado… al igual que yo. Pero simplemente no me sentía tan insegura y
tímida al respecto, no cuando Quinn se encontraba cerca. Y no era broma el
decir cerca.
No me dejó sentarme en mi propia silla. En cambio, me colocó en su
regazo y comimos del mismo plato.
Ten nos observó durante un segundo, con el ceño fruncido y masticando
antes de tragar. Luego nos señaló con su tenedor. —Así que… ¿cuánto tiempo
ha estado sucediendo esto? Anoche no fue su primera noche juntos, porque no
estarían así de familiarizados el uno con el otro. Y gracias por hacerme saber
que ya tenías a alguien, amigo. Me hace sentir como un idiota por intentar
encontrarte un coño cuando ya tenías…
—Shh. —Quinn le frunció el ceño y me abrazó más fuerte.
Ten rodó los ojos. —En serio, hombre, no tienes que marcar tu territorio
de esa manera solo porque tu chica accidentalmente vio mi asombroso cuerpo
todo desnudo y mojado. No va a saltar sobre mí para cabalgar el Expreso Ten.
—Luego se inclinó y me guiñó un ojo—. Aunque los penes coloridos como el
mío se sienten mucho mejor en ti.
—Ya basta —gruñó Quinn, colocando los brazos incluso con más fuerza
a mi alrededor.
Rodando los ojos, Ten tomó otro bocado de su tortilla. —Jesús, hombre.
No tienes sentido. Esta es un millón de veces más fiel que la última, y sin
embargo, ya estás cincuenta veces más posesivo con ella.
Como si nada, eso solo hizo que los brazos de Quinn se apretaran más a
mi alrededor. —No hagas comparaciones —le ordenó en voz baja.
—Pero son tan obvias —argumentó Ten—. Esta es muuucho mejor. —
Silbó por lo bajo mientras me daba una mirada apreciativa—. Quiero decir,
ella…
—Ten —le gruñó Quinn en advertencia.
Su compañero de cuarto suspiró. —Simplemente mantenla fuera del
baño cuando me esté duchando, porque demasiado de eso y la invitaré a entrar
conmigo.
—Oh Dios mío —gemí con completa mortificación, porque está bien, no
estaba totalmente curada de sonrojarme.
Mientras escondía mi cara sonrojada en el pecho de Quinn, él rugió—:
Suficiente.
Se puso de pie, llevándome con él.
Ten simplemente nos sonrió con suficiencia. —Son tan jodidamente
lindos juntos. Me encanta. Felicitaciones, por cierto. Será mejor que le pongan
mi nombre a su primer hijo.
Coloqué mis brazos alrededor del cuello de Quinn mientras me llevaba
de la cocina de regreso a su habitación.
—Lo siento —murmuró con pesar en mi oído y luego me besó en la
mejilla—. ¿Quieres que lo eche?
—No. —Presioné mi boca en su cuello porque olía tan bien allí… y solo
tenía que tener mi boca en él. Además, su cargada cavernícola como que me
excitó—. En realidad me encantó escuchar que le gusto a alguien más que ella.
Gimió y atrapó mi cara para poder estampar su boca contra la mía. —
También me gustas más que ella. Te deseo tanto que es en todo lo que puedo
pensar. Todo lo que quiero. Quizá todo lo que necesito.
No tuve la oportunidad de responder porque deslizó su lengua en mi
boca y me puse demasiada obsesionada deseándolo. Nos separamos el tiempo
suficiente para que me acostara en la cama y se arrastrara por el colchón
conmigo.
—¿Está mal que me haya puesto duro en el momento que él dijo coño?
De inmediato visualicé el tuyo, y luego quise estar en tu interior.
Tragué saliva, observándolo quitarse el pantalón. —Solo si está mal que
escucharte decir eso me ponga mojada.
Con una sonrisa, se quitó la camiseta que llevaba puesta. Luego me quitó
las bragas que me puse para hacer el desayuno. —No me importa ser malo
contigo. —Bajando su rostro entre mis piernas, deslizó su lengua dentro de mí y
me mostró cuán malo podía ser.
36 Traducido por Anty
Corregido por AmpaЯo

Zoey
Me metí al apartamento de Quinn en la noche del domingo después de
que envió un mensaje diciendo que Ten trabajaba y él estaba solo en casa. Me di
cuenta que era mi primera llamada para tener sexo y me hacía sentir mareada
mientras subía las escaleras hasta su apartamento.
Lucía igualmente emocionado cuando abrió la puerta y me dejó entrar.
Sus ojos azules brillaban con picardía y se mordió el labio mientras tomaba mi
mano, tiraba de mí y cerraba la puerta detrás de mí.
—¿Tuviste algún problema para llegar aquí? —preguntó, con voz baja.
Negué con la cabeza. Todo lo que hacía era sostener mi mano y quería atacarlo,
pero solo me acerqué un paso.
—Estaba sola en casa, así que nadie se dio cuenta cuando me fui.
Su sonrisa se extendió e inclinó la cabeza como si me fuera a besar, pero
no lo hizo.
—Bien —susurró.
No podía soportarlo. Levanté mis dedos y toqué su cara, rozando mis
uñas sobre su hoyuelo. —¿Por qué estamos susurrando? —Tuve que preguntar,
mi voz tan tranquila y conspiradora como la suya—. Pensé que habías dicho
Ten trabajaba esta noche.
—Sí —Quinn se acercó más hasta que nuestras frentes se rozaban—, pero
se siente más travieso hablar así, como si nos escondiéramos. —Sus ojos
parpadearon como si se fueran a cerrar, pero no lo hizo. Luego rozó su mejilla
con la mía y admitió en voz baja y ronca directamente en mi oído—: Me gusta
sentirme travieso contigo.
Levantando mi segunda mano, tomé su cara en mis manos antes de
deslizarlas hacia arriba por su mandíbula y sumergir mis dedos en su pelo y
luego agarrarlo en puñados. Entonces le susurré al oído—: Puedes ser tan
travieso como quieras conmigo.
Un gruñido retumbó en su pecho mientras aplastaba su boca con la mía.
Su lengua se clavó en mí, y yo gemía mientras me agarraba por la parte inferior
y me giraba para presionar la espalda contra la pared y anclarme allí mientras
sus labios atacaban los míos.
No podíamos conseguir suficiente, luchando y tirando de la ropa de cada
uno, los dientes mordiendo la piel del otro, con manos que no dejaban de
agarrar y desgarrar.
—Quiero joderte justo aquí contra esta pared —dijo con voz áspera a mi
oído mientras tiraba de mis bragas, lo último de mi ropa, por mis piernas.
No me hallaba en condiciones de negarle nada, así que me limité a
asentir, mirándolo con amplios ojos asombrados cuando se arrodilló frente a mí
para ayudarme a salir de mi ropa interior. Se quedó allí, y me retorcí un poco
por dentro, recordando cómo su lengua se sentía en mí. Me encontraba tan
mojada que era vergonzoso. Y de igual modo emocionante.
Un largo suspiro se le escapó al levantar la vista y se encontró con mi
mirada. —Eres tan hermosa —murmuró.
Mi corazón se agitó en mi pecho y no sabía cómo responder. Su mirada
me capturó como si supiera que poseía cada maldita molécula de mi ser.
—Cuando me miras así, me siento como una pequeña mosca indefensa
atrapada en tu red.
Su confesión causó que una risa se escapara de mí. Yo era la capturada y
en trance bajo su hechizo.
—¿Escucho venir otra lección de biología? —pregunté.
Una sonrisa explotó en su cara.
—La araña construye su tela para atrapar su comida.
Gemí y me cubrí la cara como si odiara sus clases de biología, cuando en
realidad las amaba.
Pasó los dedos por el interior de mis muslos. —Tan pronto como su
víctima llega y queda atrapada en su telaraña, golpea.
Grité cuando los brazos de Quinn serpentearon alrededor de mis piernas
y se envolvieron alrededor de mí. Su sonrisa traviesa creció. —Después pone su
seda alrededor de su mosca para que ella no pueda escapar y la muerde con su
veneno.
Quinn hundió los dientes en mí, justo entre mis piernas con una especie
de pellizco juguetón. Gemí y enterré mis dedos en su pelo, tirando fuerte de su
cuero cabelludo cuando su lengua lamió sobre mi clítoris. Me mataba con su
boca, masajeando ese pequeño bulto sensible de nervios hasta que me retorcía
contra él, tan cerca del borde que no me importaba lo duro que tiraba de su
cabello ahora, o que pudiera lastimarle la espalda cuando envolví una pierna
alrededor de su hombro y clavé el talón de mi pie en su columna vertebral.
Cuando hundió dos dedos en mí, enloquecí.
Era ruidosa y no tenía vergüenza por el escándalo, porque cuanto más
ruidosa era, más entusiasmado y hambriento se volvía él. Me encantaba eso.
Quería que fuera voraz.
Cuando por fin solté un suspiro, alejó la boca de mi coño y se pasó el
dorso de la mano por sus rojos e hinchados labios. Sus ojos azules eran más
brillantes cuando se encontraron con los míos. Su mirada me dijo lo increíble
que pensaba que era, lo mucho que amaba estar aquí conmigo así, lo precioso
que este momento era para él. Pero no verbalizó nada de eso. No tenía por qué.
En cambio, lo dijo a su forma… su forma ñoña y amante de biología.
—Entonces después de que la araña inyecta su veneno, se retira a una
distancia segura para dejarla morir.
—Comprobado —murmuré con voz aturdida al tiempo que permanecía
colapsada contra la pared—. Definitivamente me siento medio muerta.
La sonrisa de Quinn era tan mortal como lo fue de adorable la suficiencia
con la que levantó la vista de sacarse sus calzoncillos. Mi mirada se dirigió
directamente a su polla, ya que se balanceaba a distancia de él, dura y larga y
jodidamente gruesa. La gota de líquido pre-seminal colgando de su cabeza me
hacía agua la boca.
—¿Sabías que los franceses llaman al orgasmo la petite mort, la pequeña
muerte? ¿A causa de ese estado cerca de la inconsciencia después de correrte
tan fuerte?
Negué con la cabeza, mirando el destello de sus colmillos blancos y
recordando lo que me acababan de hacer. —No —dije—, pero tiene sentido. —
Podría morir como una niña feliz en este momento.
Poniendo una mano en la pared, utilizó la otra para tomarse a él mismo
en la mano y guiar su polla hacia mí. —Pero de vuelta a tu lección. El veneno de
la araña no solo mata a su víctima, sino que también licua todos sus órganos
porque no puede procesar alimentos sólidos.
Oh, sí. Definitivamente había licuado mis entrañas. Me sentía como nada
más que un montón de papilla. Pero estaba tan lejos de la espeluznante charla
de la araña. Cuando Quinn Hamilton se encontraba tocándose a sí mismo, solo
había una cosa en mi mente.
—¿Es malo que me haya obsesionado con esta parte tuya? —pregunté,
extendiendo la mano para poder envolver su circunferencia. Apretó los dientes
y un sonido ronco salió de su garganta.
—No —dijo mientras se inclinaba para presionar sus labios contra mi
frente y me dejó jugar—. Me gusta tu obsesión.
Pasé los dedos sobre ella, intrigada por la vena más gruesa corriendo por
toda la longitud. Sonreí, sabiendo que si se lo preguntara, probablemente sabría
el nombre científico de esa vena.
Su voz era tensa mientras apretaba los ojos. —Tu toque es tan gentil y
suave.
Alcé la mirada y estudié su rostro mientras lo agarraba de nuevo y poco
a poco lo bombeaba. —¿Eso es malo?
—No. Pero me está volviendo loco. Puedes… puede ser más duro… si
quieres.
—¿Más duro? —repetí, muy interesada por la idea. Me di cuenta por su
expresión que más duro era exactamente lo que quería—. Por qué travieso,
travieso muchacho —me incliné para susurrarle al oído—, muéstrame lo duro
que lo deseas.
Gruñó y al instante me tapó la mano, apretando más fuerte mis dedos
alrededor de su erección. Luego agarró velocidad, ayudándome a masturbarlo.
—Oh Dios. —Apreté mis piernas mientras lo veía—. Creo que me voy a
venir otra vez.
—Por supuesto que lo harás.
Dejando bruscamente mi mano, agarró mis caderas y me levantó más
alto contra la pared. Chillé con sorpresa y solté su polla para agarrar sus
hombros. Tan pronto como me tenía posicionada donde me quería, empujó
hacia adelante, empalándome en un ángulo que me tuvo gritando y al instante
apretando a su alrededor. Fue duro, rápido y totalmente increíble.
Después, llevó suavemente lo que quedaba de mi flojera hasta el sofá,
donde se acurrucó sobre los cojines conmigo y me acunó en sus brazos. Era tan
tierno y amable que hizo que me derritiera contra él y cerrara los ojos con un
suspiro de satisfacción. El tierno oso de peluche había regresado después de
tomarme con una pasión animal. Me encantaban los dos extremos.
En la tranquila secuela, después de que nos recuperáramos de nuestra
experiencia cercana a la muerte, me acarició el pelo mientras corría su espalda
con mis uñas, siguiendo los surcos de las cicatrices como si estuviera haciendo
mi camino a través de un laberinto.
Se estremeció y tarareó en el fondo de su garganta. —Se siente tan bien.
No vas a creer lo mucho que pican a veces.
Abrí los ojos, sorprendida de que estuviera trayendo atención sobre sus
cicatrices. —¿De verdad? —Me aseguré de seguir haciendo exactamente lo que
ya hacía. Me premió al relajarse más profundamente en mí, su enorme cuerpo
hermoso se puso deliciosamente pesado mientras su rostro descansaba en mi
pelo.
—¿Cómo las obtuviste? —No cambié la velocidad ni presión de mi gesto,
pidiéndole a Dios no haber desencadenado nada malo por preguntar.
Pero se mantuvo completamente laxo en mi contra. —Eso en realidad
vino de uno de los hombres de mi mamá. No de ella.
No pude contener un jadeo horrorizado mientras lo abrazaba contra mí.
Me devolvió el abrazo. —Le gustaba escoger a los individuos que podían
ponerse tan borrachos como ella.
—¿Fue un cinturón? —pregunté. Cuando asintió, me estremecí y traté de
no vomitar—. Debe haber sido horrible. Mi padre me dio con un cinturón un
par de veces, pero solo dejó una marca una vez cuando usó el lado equivocado.
La mano de Quinn fue a la parte posterior de mi rodilla como si
recordara haber visto esa marca y sabía de dónde había venido. —Sí, bueno,
este tipo pensó que el extremo equivocado en realidad era el extremo correcto
para usar en un niño de ocho años.
¿Ocho? Lo apreté un poco más cerca. —¿Por qué iba tras de ti?
—Golpeaba a mi mamá. No tengo idea de por qué discutían ellos, pero
traté de detenerlo. Por lo general no intervenía porque mi mamá normalmente
comenzaba y golpeaba tanto como recibía. Pero ella ya no estaba en un lugar en
el que pudiera defenderse. —Su suspiro era pesado y repleto de recuerdos
oscuros—. Sin embargo no le hice mucho daño. Tal vez ni siquiera le dejé un
solo moretón. Mi madre y yo terminamos en el hospital esa noche.
—Dios mío. —Pasé los dedos por su cara, tan aliviada porque había
sobrevivido a todo eso—. Nunca terminé en el hospital por cualquiera de mis
experiencias.
Quinn levantó la cara y me miró, con los ojos curiosos. —¿Ni una sola
vez? —Negué con la cabeza—. Era una de esas niñas extremadamente
obedientes. Aprendí muy temprano que líneas nunca cruzar, me escondía
cuando me querían ver poco, y estaba allí cuando era necesario, haciendo mis
deberes.
Sus ojos oscuros me dijeron que no me creía. Luego sus dedos flotaban
por encima de mi hombro para rozar mis viejas quemaduras de cigarrillos. —
¿Qué pasa con estas?
Esbocé una triste sonrisa. —Encontró un paquete de cigarrillos abierto y
medio vacío en su estudio una vez. Pensó que eran míos. Cuando lo negué,
encendió uno y lo sostuvo contra mí hasta que grité y comencé a sollozar,
pidiéndole que se detuviera. Luego me preguntó de nuevo, seguí negándolo,
insistiendo en que no eran míos. Así que encendió otro y me quemó otra vez.
Tomó cinco veces antes de que admitiera que eran míos. Al día siguiente, uno
de sus amigos le preguntó si había dejado su paquete de cigarrillos y su
encendedor favorito en nuestra casa.
Quinn frunció los labios como si quisiera cazar a mi padre y herirlo. —
¿Se disculpó?
Dejé escapar una risa breve y dura. —¿Mi padre? Ni pensarlo. Me dio
una bofetada por mentirle al admitir que eran míos.
—Bastardo —gruñó.
Amando lo protector y feroz que parecía, besé su mejilla.
Sus pestañas revolotearon y se inclinó, presionando su frente en la mía.
—Debe haber sido un infierno para ti.
Me encogí de hombros. —Era manejable. Conocía mis límites. Físicos, los
golpes de puño eran bastante raros. Tal vez una vez al mes.
—Una vez al mes no es tan raro. —Pasó el dorso de sus nudillos por mi
mejilla—. Pero Cora dio a entender que tenías siempre miedo por tu vida y
aparecías en la escuela, todos los días, recién golpeada.
Rodé los ojos, acariciando su espalda de nuevo. —Cora siempre halla
una manera de dramatizar las cosas. Los ataques en realidad no venían porque
había desobedecido. Por lo general, era algo que le sucedía en el trabajo y que
necesitaba desquitar conmigo, usándome como su poste de azotes para aliviar
el estrés —Me encogí de hombros—. Creo que era bueno que fuera un hombre
poderoso en el banco. Por lo general se salía con la suya en sus negocios. Así
que el abuso era limitado. Fue el tratamiento psicológico y emocional lo que
más odiaba.
Quinn asintió. —Sé lo que quieres decir. Siempre prefería cuando mi
mamá me golpeaba en el costado de la cabeza y se alejaba que cuando me
llamaba inútil y me decía que deseaba que no hubiera nacido.
—Oh Dios. Odio esa frase. Mi padre la utilizaba conmigo todo el tiempo.
O me decía que iba a resultar una puta, igual que mi madre.
Gruñendo profundo, Quinn apretó sus brazos alrededor de mí. —Tú no
eres…
—Lo sé. —Besé su barbilla, apreciando la vehemencia de su voz—. Pero
aún así te derriba. Te hace sentir débil.
—Sin valor —agregó en voz baja.
—Solitario —dije.
Quinn me miró a los ojos. —Sin amor.
—Atrapado —susurré.
Nos miramos el uno al otro durante un tiempo más largo. No creía que
alguna vez hubiera entendido a nadie como entendía Quinn en ese momento.
Me tenía por completo, y yo lo tenía a él. Me sentí desmenuzada y desnuda y,
sin embargo, completamente liberada en mi exposición.
—Gracias a Dios estamos libres de ellos —me las arreglé para decir,
sintiendo cosas por otra persona que nunca había sentido por nadie.
—Sí —murmuró—. Gracias a Dios.
—Estos últimos meses, lejos de él, han sido una experiencia que nunca
olvidaré. Y si me encuentra y me obliga a volver casa…
—¿Encontrarte? —interrumpió, parpadeando con confusión. Luego sus
ojos se llenaron de horror—. Oh Dios. ¿No sabe que estás aquí? —Se quedó sin
aliento, adivinando la verdad.
Negué con la cabeza, dándome cuenta de que solo Cora sabía lo que me
había costado llegar aquí, y tal vez ni siquiera sabía el alcance de mi escape.
Pero le dije a Quinn, detallando cómo había transferido el dinero de mi cuenta,
conseguido mi coche y escapado en la noche. En un momento dado, se cubrió la
boca con las manos y me miró con anchos ojos de color azul.
—Pero debía irme. Tenía que venir aquí —comencé. Mis labios iban a
formar el nombre de Cora cuando estuve a punto de decirle lo mucho que me
necesitaba. Pero entonces me acordé; no le podía decir esa parte. Un dolor se
formó en mi pecho. Odiaba ocultarle algo a él.
Asintió de todos modos, como si entendiera todo. —Por supuesto que sí.
No te trataba como a una hija. Eras su esclava. Nadie debería vivir así.
Lamí mis labios nerviosamente. Si Cora nunca me hubiese hablado de su
enfermedad, nunca me habría liberado. Probablemente me hubiese quedado
como la esclava de mi padre por el resto de mi vida.
—¿Qué piensas que va a hacer si te encuentra?
—Oh, me encontrará —le dije con total tranquilidad—. Realmente no hay
duda en ello. Con el tiempo, vendrá. Es solo cuestión de tiempo.
Quinn dejó escapar una respiración áspera, como si estuviera tratando de
prepararse a sí mismo para lo inevitable. —¿Qué vas a hacer cuando lo haga?
Me estremecí; no pude detenerme. Quinn apretó los brazos alrededor de
mí de manera protectora. Cuando incliné mi rostro contra su hombro, besó mi
pelo.
—No sé. —Y eso era la pura verdad—. Legalmente, no puede obligarme
a volver con él. Soy una adulta, y el dinero es mío; lo heredé de mi madre
después de que ella muriera. No puede tocarlo. Yo solo… —apreté los ojos—,
espero tener la fuerza de voluntad para decirle que no si trata de intimidarme
para que regrese con él.
—La tendrás —me aseguró Quinn. Se inclinó para besarme, y no solo
compartimos los labios, en ese momento, compartimos almas—. Eres fuerte. Y,
además, voy a estar ahí contigo, de pie a tu lado y sosteniendo tu mano cuando
lo hagas. Si trata de tocarte, yo…
—Quinn —carraspeé en reprimenda. No quería oírle decir lo que le haría
a mi padre. No era violento, e instintivamente sabía que odiaba la violencia; le
hacía pensar en su madre, como si tal vez pudiera llegar a ser ella. No quería
que pasara por eso.
Asintió, permaneciendo tranquilo, pero la intención letal permanecía en
su mirada. —Nunca te volverá a hacer daño. Te lo prometo.
Asentí, y era mi turno para darle un beso. Su boca se pegó a la mía con
impaciencia.
Nuestros labios se quedaron conectados mientras nos besábamos bien
entrada la noche, ahuyentando todos los recuerdos inquietantes de nuestros
pasados y llenándolos con algo ligero, bello y precioso. Entonces me di cuenta
de que no importaba lo que pasara, siempre tendría esto, recuerdos de él, para
mantenerme caliente por el resto de mi vida.
37 Traducido por Issel
Corregido por Sandry

Quinn
Todo era diferente con Zoey.
Siempre había estado tan inseguro con Cora, nervioso por tener mi
primera novia y preocupado de hacer algo mal. Había querido impresionarla y
gustarle tanto que no me había preocupado en tratar de descubrir si en verdad
ella me gustaba a mí.
Con Zoey, tan solo... encajábamos. Lo sabía. Me gustaba. Nunca me
preocupaba por la necesidad de impresionarla porque tenía la sensación de que
ya lo hacía sin ni siquiera intentarlo. De cualquier manera, solía preocuparme
demasiado por cuando iba a verla de nuevo como para preocuparme por eso.
Tan solo quería estar constantemente con ella. La urgencia de encontrar siempre
una manera de estar cerca de ella era como un hormigueo debajo de mi piel que
nunca podía ser aliviado hasta que estuviera conmigo de nuevo.
Aunque le había ordenado a Ten que no la comparara con Cora, yo lo
hacía también en mi cabeza. Mucho. Siempre salía vencedora. En apariencia,
temperamento, compatibilidad, simpatía, incluso en la habitación. Cuando se
trataba de sexo... guau, no había competencia de ningún tipo. Zoey se encendía
en mis brazos como un fuego salvaje cada vez que la tocaba. Su ansia de mí era
genuina, y no podía saciarme de eso.
Con Cora, no había tenido idea de nada, y ella era quien tenía toda la
experiencia. Cuando salíamos, no pensaba que tuviera problemas con eso. Me
enseñaba lo que le gustaba, y yo estaba listo y dispuesto a aprender todo lo que
pudiera para complacerla. Pero ella siempre había guiado. Tampoco pensaba
que tuviese problema con eso.
Hasta Zoey.
Ahora, yo era el profesor. Y era yo quien le daba a ella su primera
experiencia con cada nueva cosa que hacíamos. Había algo tan sexy en eso y
creaba lazos, el saber que era el único hombre que alguna vez la había tocado
ahí, y besado aquí. Quería todas sus primeras experiencias, y anhelaba cada una
que tomaba. Me sentía más cercano a ella porque conocía cada detalle de su
pasado sexual. Lo cual estaba probablemente mal conmigo, pero aun así me
gustaba. Y no solo sabía todos sus secretos; yo era su secreto. Esto me hacía
confiar en ella implícitamente. Me dije a mí mismo que debería tener algo de
reserva.
Después de la forma en que Cora me había mentido, traicionado y
burlado, debía haber sido lo suficientemente sabio y endurecerme para la
próxima chica que viniera. Pero Zoey era tan dulce e inocente que no podía
acumular una pizca de duda sobre nada de lo que me decía.
Seis días después de que comenzáramos nuestra relación secreta —
secreta porque no queríamos que Cora lo descubriera y armara un lío por
esto— fui a la escuela, ansioso y agitado. La última vez que había tenido la
oportunidad de ver a Zoey fue ayer por la mañana en apreciación del arte.
Había tenido que trabajar la noche anterior y tenía que trabajar de nuevo
esta noche, lo que significaba que no podría verla de nuevo hasta mañana, el
miércoles por la mañana.
Caminé a mi siguiente clase, incapaz de concentrarme en la escuela o
pensar sobre la práctica a la que asistiría más tarde. El entrenador por fin iba a
nombrarme oficialmente mariscal de campo de segunda línea. Había estado
trabajando para lograr esa posición durante un año. Debería estar emocionado
de que hoy fuese el día. En vez de eso, tenía la tentación de sacar el teléfono y
escribirle a Zoey, aunque había tenido una conversación de diez minutos con
ella antes cuando la llamé para darle los buenos días.
Este constante deseo por ella me volvía loco.
Pero justo cuando mis manos fueron a mi bolsillo trasero en tanto que
caminaba por el pasillo, la divisé delante, caminando con Cora en mi dirección.
Ninguna de ellas se dio cuenta de mi acercamiento. Pero pronto lo harían, era
inevitable; iba a caminar a su lado. Fruncí ligeramente el ceño, preguntándome
porque se veían tan amistosas. No me daba la sensación de parte de Zoey de
que ella y Cora aún fueran siquiera remotamente amigas. Pero luego escuché a
Cora diciendo—: ¿No se te va a olvidar verdad? ¿Este sábado? No puede ser
reprogramado. —Y me imaginé que tenía algo que ver con su apartamento.
—No lo olvidaré. —Zoey sonaba un poco irritada por el recordatorio.
Ella fue la primera en verme. Mi interior recobró la vida, y genial... de
inmediato me puse duro. Recordando cada pequeño detalle de lo que habíamos
hecho juntos, la miré con un poco más de intensidad, y de un modo demasiado
obvio. Ella comenzó a apartar la mirada, pero volvió a mirar antes de que sus
ojos de expandieran.
No pude evitarlo. Sonreí. Cuando se sonrojó, articulé la palabra—:
Biblioteca —sin en verdad pensar lo que me encontraba haciendo. Estaba así de
desesperado por ella.
Le dio una rápida mirada a Cora, quien revisaba su teléfono y no se dio
cuenta de que me encontraba ahí durante otro medio segundo.
—Oh —dijo Cora con una sorpresa genuina cuando finalmente levantó la
mirada. Sacó pecho y luego lanzó su cabello sobre el hombro. Era patético lo
mucho que se esforzaba por arreglarse delante de mí—. Hola, Quinn.
Bufé, haciéndole una mueca, preguntándome por qué pensaba que había
algo amistoso, o incluso civil, entre nosotros dos.
Luego mi mirada regresó hacia Zoey y mis órganos internos comenzaron
a quemarse. Sostuve su mirada hasta que pasaron y ella se había ido. Esperaba
que hubiese entendido mi mensaje porque ya giraba hacia la biblioteca, y mi
boca se hacía agua por saborearla.
Zoey
—Umm... ¿Es eso todo lo que necesitabas de mí? —Con el corazón
acelerado, miré a Cora y me mordí el labio, esperando que no se diera cuenta de
mi ansiedad.
Quinn probablemente no había dicho biblioteca. Tan solo pareció como si
fuese la palabra que habían formado sus labios. Y diablos, incluso si lo hubiera
dicho, eso tal vez no significaba que quería que me encontrara con él allí. Pero
era ahí a donde iba de cualquier manera.
Cora cerró su teléfono y me envió una mirada de aburrimiento. —¿Por
qué necesitaría nada mas de ti? —Me había dicho lo de la cita en el médico, y
eso era básicamente la única cosa que quedaba entre nosotras.
—Te veo luego entonces. —Le hice un gesto de un desganado adiós y me
encaminé en la dirección de la cual acababa de venir.
No podía llegar a la biblioteca lo suficientemente rápido.
Cuando alcancé las puertas de delante, miré hacia atrás preocupada tan
solo para asegurarme de que Cora no me hubiese seguido por alguna razón.
Me morí del susto cuando juré que vi la blusa roja que llevaba y pelo
rubio, pero luego quien sea que fuese, caminó por detrás de un edificio. Solté
una exhalación, diciéndome que era una paranoica.
Cuando entré en el interior por las puertas, comencé a sonreír. Incluso la
posibilidad de poder verlo tenía mi sangre golpeando de emoción. No tuve que
buscar; fui directamente a nuestro lugar. Pero cuando giré en el pasillo de libros
que guiaban hacia allí, reduje el paso hasta detenerme. No estaba.
Mis hombros se encorvaron. Pero un segundo después, dos brazos se
deslizaron alrededor de mi cintura, haciéndome chillar de la sorpresa. Fui
tirada hacia atrás contra un pecho duro que reconocería en cualquier parte.
—Has venido. —Su voz sonaba maravillada antes de girarme.
Su sonrisa me llenó de una alegría que hizo eco a través de todo mi
cuerpo. Le devolví la sonrisa y le toqué el hoyuelo; mis labios dolían mucho de
tanto estirarlos. Su sonrisa también se expandió. Y luego me llevó hacia su nivel
y me besó.
—Dios, Zoey. No puedo resistirme a ti con un par de vaqueros o siquiera
en pantalones cortos. Pero con una falda… —Meneó la cabeza mientras sus
palmas agarraban mis muslos desnudos y se dirigían suavemente por los lados,
justo debajo de mi falda—. Quieres matarme, ¿no?
Lo besé un poco más desesperadamente, con mi cuerpo despertándose
mientras su caliente toque me marcaba la piel. Me subí a él y me presionó
contra una pared de libros. Luego sus dedos vagaron debajo de mis bragas y me
agarraron el trasero.
—Esto está mal —jadeé, aunque enrollé las piernas alrededor de su
cintura y presioné mi frente contra su hombro cuando deslizó su dedo más
largo sobre mí para descubrir lo húmeda que me encontraba ya.
Me mordió el cuello, justo debajo de mi oreja. —Pierdo todo el sentido de
lo correcto o incorrecto cuando llevas falda. —Con un gruñido torturado, su
dedo empujó en mi interior.
Ahogué un jadeo, y levanté la cara para mirar sobre mi hombro. —¿Y si
alguien nos descubre?
—¿Qué? —Sus dientes me mordisquearon la garganta y sus dedos se
movieron dentro de mi más rápido.
—Quinn. —Traté de resistirme, pero me encontraba demasiado ocupada
moviéndome con él. No quería que se detuviera, así que mi advertencia salió
sonando como una súplica.
—Desearía que esto fuera mi polla —me susurró en el oído mientras
agregaba otro dedo. Era vergonzoso lo rápido que podía hacerme correr, pero
un par de caricias después, mordía su hombro y me retorcía contra él mientras
la liberación chocaba contra mí.
—Shh —susurró en mi oído, y luego sonrió a su juego de biblioteca.
—Creo... creo que necesito desmayarme ahora. —Enrollé mis brazos a su
alrededor y escondí la cara en su pecho, avergonzada—. No puedo creer que
acabemos de hacer eso.
—Yo tampoco, pero de verdad fue sexy.
Levanté la cara, y me envió una sonrisa tímida y a la vez picara, haciendo
que sus hoyuelos se profundizarán aún más. Incapaz de evitarlo, le besé en la
mejilla y luego le susurré—: Quiero que tú también acabes.
Su cuerpo se arqueó, dejándome saber cuánto le gustaba esa sugerencia,
pero negó con la cabeza. —No tengo nada. Haría un desastre.
Respiré y luego dije—: No si me lo tragara.
Su cuerpo se congeló, sus ojos se expandieron, y su boca se abrió. —T-
tú... —Luego miró alrededor—. Sería mucho más obvio lo que sucede si alguien
nos atrapara haciendo eso.
La idea me excitaba y asustaba al mismo tiempo. Casi quería que me
rechazara, pero también de alguna manera, quería que aceptara la idea.
Creo que él sufría el mismo dilema. La indecisión batallaba a través de su
cara. Así que dije—: Si no quieres que yo…
—¡No! Sí quiero —me corrigió rápidamente—. De verdad, de verdad
quiero. Solo que…
—Entonces, lo haré —decidí.
Así que, ¡lo hice!
Quinn
Seguía aturdido tres días después, incapaz de olvidar lo que Zoey y yo
hicimos juntos en la biblioteca. Fue la cosa más sucia que había hecho hasta
ahora; sonreía y mi cuerpo completo se calentaba cada vez que lo recordaba.
Incluso mientras estábamos sentados en clase de arte uno al lado del otro
el viernes, ella se sonrojaba cada vez que la miraba. Luego comencé a sonreír,
incapaz de detenerme.
Éramos tan obvios, que Reese se inclinó hacia nosotros y guiñó un ojo. —
Ya era hora de que se dieran cuenta.
Miré a Zoey. Ella me miró. Y comenzamos a sonreír de nuevo. No quería
dejarla después de la primera hora. Pero ella tenía biología y yo, historia.
Tomaba clases de historia con Cora, solo que esta no había aparecido desde que
nos separamos, lo que era un bendición. Aunque su amiga Rachel si apareció.
Se acercó a mí antes de que llegara el profesor.
Era completamente sospechoso.
—Hola, Quinn. —Se sentó a mi lado, en el lugar donde usualmente Cora
se sentaba. Cuando le di una mirada de desconfianza, sonrió y movió sus
pestañas—. Así que, Cora y tú han terminado de verdad, ¿eh?
Di un rígido asentimiento. —Sí.
—Qué mal. Fuiste el mejor novio que tuvo. —Colocó su mano en mi
escritorio, a centímetros de mi codo. Luego su sonrisa se ensanchó—. También
el más guapo.
Entrecerré los ojos hacia ella.
—Apuesto que te encuentras bastante solo sin ella. —Cuando se inclinó,
moviendo su mano para posarla en la parte de atrás de mi silla, me incliné hacia
atrás, alejándome—. Sabes, podría ayudarte con eso —me dijo en el oído—. He
escuchado que soy una muy buena compañía.
La mirada que le di decía lo loca que pensaba que estaba. —No, gracias.
Rachel no se disuadió. Movió su cabello y siguió hablando. —Ella dijo
que eras el más grande que había visto. Me gustaría descubrir eso.
—Bueno, vas a tener que seguir preguntando, porque en el infierno hará
un día frío antes de que yo esté con una copia de ella.
Impresión pasó por su cara antes de que se sentara en su silla de nuevo,
alejada de mí. Mientras un sonrojo tomaba sus mejillas, continúe mirándola
secamente. Finalmente, se aclaró la garganta. —Creo que sigues amargado.
—Supongo —dije—, así que puedes regresar de donde sea que viniste y
dejarme en paz.
Se levantó sorbiendo por la nariz y no parecía poder alejarse de mí lo
bastante rápido. La vi irse y dejé escapar un estremecimiento de alivio. Luego
sonreí. Se había sentido algo bien tomar una postura y alejarla de esa manera.
Me volví para alcanzar mi bolsa y sacar el teléfono, para escribirle a
Zoey. Sentirme así de bien siempre me hacía querer hablar con ella. Además,
quería borrar mi conversación con Rachel de mi cabeza con una pura y dulce
con mi chica. Pero no podía encontrar mi teléfono en ningún lado del bolsillo
delantero de mi bolsa donde usualmente lo tenía en clases.
Aún fruncía el ceño y lo buscaba cuando el profesor comenzó la clase.
Diablos. Esperaba que no lo hubiese dejado en casa. No quería pasar todo el día
sin siquiera ser capaz de escribirle a Zoey.
Después de historia, tenía una hora libre —una hora en la que en general
encontraba a Zoey en la biblioteca— así que fui hacia allí, esperando atraparla.
Miré primero en nuestro lugar. Mi polla se retorció cuando me encontré de pie
en el lugar donde ella me había dado sexo oral entre las torres de libros. Pero
Zoey no se encontraba ahí.
Tenía un par de papeles en los que trabajar y exámenes para los que
estudiar, así que conseguí una mesa y saqué mi libro de cálculo. No había
estudiado ni siquiera cinco minutos cuando una sombra cayó sobre la página en
la que escribía. Mi aliento quedó atrapado en mi pecho, pensando que era Zoey.
Pero cuando levanté la mirada, Cora me sonrió.
—Hola, nene. —Sacó la silla que tenía a mi lado y se sentó—. Escuché
que Rachel coqueteó contigo en la clase de historia. Lo siento. No tiene nada de
control sobre sus ovarios.
Le di una sonrisa torcida. —Debe ser por eso que las dos son tan íntimas.
Sus cejas se levantaron en sorpresa antes de murmurar—: Bueno, mira
quien se ha convertido en un sabelotodo. —Como si estuviera impresionada
con mi carácter.
Suspiré y aparté la mirada de ella. —¿Qué haces aquí, Cora? Tienes que
saber que no vas a conseguir nada de mí.
Deslizó un brazo alrededor del respaldo de mi silla, de la misma manera
que lo había hecho Rachel hacía una hora. La miré de mala manera, pero ella
me dio una sonrisa, negándose a moverse. —Solo quiero arreglar las cosas entre
tú y yo, Quinn. Eres la persona más dulce e indulgente que conozco. Y odio
pensar que podrías tener rencor.
Un sabor asqueroso fluyó por mi boca. Meneé la cabeza. —Vas a tener
que aprender a adaptarte, porque aún tengo rencor en tu contra y no siento que
vaya a superarlo muy pronto. —Miré con desagrado a su proximidad—. ¿Te
importaría dejarme en paz ahora? De verdad, no quiero nada que tenga que ver
contigo.
Inhaló y apartó el brazo de la silla mientras se enderezaba. —Bueno,
lamento que te sientas de esa manera.
Yo no lo sentía. Seguí mirándola duramente hasta que se puso de pie,
levantó la barbilla y se alejó. Exhalé, complacido por haberme deshecho de ella,
aunque estaba bastante seguro de que no había terminado con ella del todo. Las
personas como Cora tan solo no desaparecían entre la carpintería. Y el hecho de
que ella fuera la compañera de apartamento de Zoey iba a hacer esto bastante
feo en el futuro cuando descubriera lo nuestro. Con un suspiro, enterré la cara
en mis manos y traté de no pensar en lo que pasaría cuando todo eso sucediera.
Un sonido desde mi bolso me hizo levantar la cara
¿Qué diab...?
Me giré y desabroché el bolsillo donde antes no había conseguido mi
teléfono. Después de meter la mano en el interior, me sacudí cuando mis dedos
se enredaron casi inmediatamente alrededor de este.
Sacándolo, recibí un nuevo mensaje de Zoey. No pude dejar de pensar en
lo que hicimos en la biblioteca.
Todos los demás pensamiento se fueron de mi cerebro. Mi cuerpo
respondió de inmediato. Maldije el hecho de que tenía que trabajar por la noche
y no podía pasarla con ella. Pero quizá...
Estoy aquí ahora. ¿Quieres una repetición?
Me mordí el labio esperando su respuesta, esperando que estuviera
dispuesta a ser tan salvaje y abandonada como habíamos estado el martes.
Ojalá. Pero estoy atrapada en el laboratorio de impresión esperando en
la fila más larga del mundo para imprimir un papel. ¿Esta noche?
La decepción hizo que mis hombros se hundieran. Tengo que trabajar,
¿recuerdas? A menos que quieras venir después... Terminé mi pedido con un
emoticón para mostrarle cuanto quería que dijera que sí.
Lo siento, mi hombretón. Tengo un gran trabajo que terminar. Prometo
que te recompensaré después de que ganes el partido mañana. ¿Vale?
Se me revolvió el estómago. Su excusa parecía exactamente las millones
de excusas que Cora me daba cuando habíamos estado juntos. Un momento de
miedo nubló mi cerebro. ¿Zoey jugaba también conmigo? Pero luego releí el
mensaje y algo más extraño se disparó a mi cerebro.
Hombretón. Así era como siempre me había llamado Cora. Seguramente,
Zoey no había estado tanto tiempo cerca de su compañera de cuarto para que se
le pegue ese sobrenombre. Pero eso solo podía significar...
Tragué y miré hacia atrás a mi bolsa. Mi teléfono no había estado en ese
bolsillo después de que Rachel hablara conmigo —después de que ella hubiese
extendido la mano hacia el respaldo de mi asiento— y luego, milagrosamente,
reapareció después de que Cora se hubiera escabullido... Y ella colocó su brazo
en el respaldo de mi asiento
Dándome cuenta de que no había estado escribiéndole a Zoey en este
momento, miré estupefacto a las palabras que Cora me había escrito. Hice mi
mano un puño y lo coloqué contra mi boca. Sabía lo que habíamos hecho en la
biblioteca... Lo que significaba que sabía lo nuestro y punto.
Esto no podía ser bueno. Comencé a escribirle a Ten para preguntarle por
el número de Zoey, ya que Cora aparentemente lo eliminó y reemplazó por el
suyo en mi teléfono, cuando me detuve. ¿Y si había jodido más de mis
números? Para probar las aguas, escribí: ¿Qué fue lo primero que me dijiste?
Ten respondió casi de inmediato. En serio, hombre. ¿Qué diablos estás
fumando?
Exhalé de alivio porque sabía sin dudas que hablaba con mi compañero
de habitación. Pero continué y le expliqué todo. Solo responde la pregunta.
Cora se metió en mi teléfono y cambió los números. Necesito una prueba de
que en verdad estoy hablado contigo. Estoy un noventa por ciento seguro de
que sabe lo de Zoey y yo.
En vez de responderme, me llamó. —Mierda —murmuró tan pronto
como respondí—. Nunca confié en esa jodida perra.
—Bueno, ojalá me hubieses iluminado respecto a ella meses atrás. Ahora,
dame el número de Zoey. Cora lo borró de mi teléfono. Necesito advertirla.
Ten aceptó. Pero antes de colgar, dijo—: Oh, sí, y lo primero que te dije
fue que los esteroides hacían que tu pene se encogiera.
Una sonrisa iluminó mi cara mientras colgaba. Eso fue exactamente lo
que me dijo el primer día de entrenamiento cuando me había mirado y se había
rehusado a creer que era así de grande de normal.
Antes de poder escribirle a Zoey, Ten me envió una foto suya sacándome
el dedo en la cámara. ¡Aún soy yo!
Qué idiota. Negué con la cabeza y miré la hora, solo para maldecir en
voz baja. Tenía menos de dos minutos para llegar a mi clase del mediodía.
Escribí una advertencia a Zoey, de cualquier manera, recogiendo mis cosas
mientras le decía que tuviese cuidado con Cora, que tuvo mi teléfono, y había
tratado de hacerse pasar por ella, y que lo sabía todo.
38 Traducido por Jadasa
Corregido por Itxi

Quinn
Antes de que comience cálculo, Zoey no respondió mi mensaje de texto,
y tampoco lo contestó para el momento en que salí. Tenía dos clases más antes
de dirigirme a la práctica, y después de eso, tenía que apresurarme al trabajo.
Cuando no tuve noticias al salir del trabajo, el sábado a las dos de la mañana,
comencé a entrar en pánico. Habría ido a su apartamento cuando me desperté,
pero al mediodía tenía un partido y el entrenador quería que fuéramos
temprano. No tuve otro momento para revisar mi teléfono hasta que nos
dejaron ir a los vestuarios, en donde se suponía que debíamos colocarnos
nuestros uniformes.
Aún nada de Zoey.
Necesitando respuestas, le envié un mensaje a Caroline. ¿Zoey viene
contigo al partido?
Sentado en el banco frente a mi casillero abierto, con mis polainas pero
sin la camiseta, tamborileé con mis dedos sobre mis rodillas esperando una
respuesta.
—¿A quién envías mensajes de texto, Hamilton? —preguntó Noel,
acercándose detrás de mí y quitándome el teléfono de mi mano antes de que
pudiera detenerlo—. Has sido excesivamente cuidadoso, y has estado un poco
demasiado feliz durante toda la semana. ¿Conseguiste una nueva mujer que no
quieres que nadie sepa?
Justo en ese momento, sonó mi teléfono. Con una sonrisa, Noel echó un
vistazo a la pantalla. Su sonrisa murió.
—Hijo de puta. —Dejó caer el teléfono y se lanzó hacia mí, derribándome
desde la banca y hacia el suelo.
—¿Qué...? —Levanté mis manos sobre mi rostro para protegerme
después de que mi cabeza chocó contra el suelo mientras él me sujetaba por el
pecho. Podría haberlo empujado, pero me encontraba demasiado sorprendido
de verlo tan enloquecido. Además, no quería lastimarlo.
—¡Eh, eh, eh! —gritó Ten, apresurándose cuando Noel envolvió sus
manos alrededor de mi cuello—. ¿Qué mierda, hombre? —Intentó sacar a Noel
de encima, pero no se movía.
—¿Estás tonteando con mi hermana a mis espaldas? —gruñó.
—¡Qué! —gritó Ten. Recogió mi teléfono, leyó el mensaje y dejó escapar
un gemido. Empujándolo hacia Noel, murmuró—: Quizá deberías haber leído
el mensaje real, idiota. Tontea con Rubia. Simplemente le preguntó a Caroline si
la vio hoy, por cierto, no lo hizo. —Terminó con una mirada de preocupación
hacia mí.
Cerré los ojos, más preocupado que nunca, mientras Noel aflojaba la
presión sobre mi garganta y rodaba saliendo de encima de mí. —Lo siento,
hombre —dijo antes de sentarse y, arrepentido, pasarse una mano por su
cabello—. Eras tan reservado al respecto; no creía que podría ser cualquier otra
persona, excepto Caroline.
Acepté su disculpa y le dije que estaba bien. Sin embargo, Ten no fue tan
indulgente. Levantando sus manos, continuó mirando boquiabierto a Noel. —
¿En serio? ¿Ni siquiera el santo de Hamilton es lo bastante bueno para ella? ¿Por
qué no la envías ya a un puto convento? —Con un resoplido final y sacudiendo
su cabeza, murmuró—: Imbécil —y se marchó.
Noel tuvo la decencia de parecer arrepentido. —No es que crea que no
eres lo bastante bueno para ella —dijo, manteniendo su tono bajo—. Pero no me
gustaba la idea de que estés con ella a mis espaldas. Ese idiota que la lastimó se
escabullía como si fuera una especie de pequeño y sucio secreto. No sería capaz
de respetar a nadie que no pudiera salir con ella frente a todos y estar orgulloso
de ser visto con ella en público. Al menos, merece eso y más.
Asentí, comprendiéndolo totalmente. Echando un vistazo a Ten, quien
ahora se hallaba al otro lado de la habitación malhumorado sacudiendo su
ropa, deseaba que hubiera estado aquí para que también escuchara lo que dijo
Noel.
El entrenador entró, gritando que nos apresuremos. Teníamos cinco
minutos para cambiarnos.

La próxima vez que tuve un momento para revisar mi teléfono, fue


después del partido, el cual ganamos treinta y cuatro a cero. Zoey aún tenía que
responderme, pero Cora fingiendo ser Zoey, escribió de nuevo.
Lamento, no haber llegado a verte en la cancha en esos pantalones
ajustados, amante. Cora me obligó a ir de compras con ella. Te veré en la fiesta
de después, ¿de acuerdo?
Escribí una rápida respuesta afirmativa, siguiéndole la corriente y
preguntándome cuál era su juego. Descartando un mensaje de texto, intenté
llamar a Zoey. Cuando se fue al buzón de voz, le dejé un mensaje, esperando
que lo escuchara.
No tenía idea de lo que ocurría, pero esto no me gustaba. Cora planeó
algo, pero dio a entender que Zoey iba a estar en la fiesta de después, entonces
iba a ir a esa fiesta para encontrarla.
—Eh, hombre. ¿Sabes algo de ella? —Con el rostro sonriente por nuestro
triunfo, Ten saltó sobre mí por detrás y palmeó mi espalda. Pero no podía
regresarle la sonrisa.
—Aún no. —Levanté la mirada—. ¿Dónde es la fiesta de esta noche?
La pregunta lo tomó por sorpresa, pero respondió con una sonrisa. —¿En
serio vas a ir esta noche? Joder, sí. Podemos ir juntos.
Sacudí la cabeza. —No… Primero quiero parar en el apartamento de
Zoey. Ver si está en casa.
La sonrisa de Ten cayó, pero asintió.

Zoey no se hallaba en casa. Henry me informó que salió cinco minutos


antes de que llegara yo. Sin otro lugar en el que buscarla excepto la fiesta, me
dirigí en esa dirección.
El lugar era ruidoso y se encontraba lleno; recordándome, tan pronto
como entré por la puerta principal, porque las odiaba. La esperanza se hundió
en mi pecho mientras le echaba un vistazo a la sala, buscándola. Podría estar en
cualquier lugar, ya que había mucha gente. Acababa de darme la vuelta para
comenzar en el siguiente cuarto, cuando una mano agarró mi antebrazo.
Me di la vuelta, pero era Cora. Empecé alejarme de nuevo, pero en el
último segundo miré dos veces. Comenzaba a tener un ojo negro, y juro que su
nariz estaba hinchada. —¿Qué te pasó? —Como que quería chocar los cinco con
la persona que le hizo eso.
Pestañeó. —¿No te gustaría saber?
Cuando extendió su mano para trazar mi pecho con su dedo, alejé su
mano. Entonces sacudí la cabeza y puse los ojos en blanco. —No sé qué intentas
hacer, pero no va a funcionar. Sé que cogiste mi teléfono y cambiaste su número
por el tuyo.
Arqueó sus cejas. —Guau. Estoy impresionada. No me di cuenta de que
serías tan inteligente. —Sus ojos se calentaron mientras bajaba su miraba por mi
pecho—. Mi hombre grande e inteligente. —De nuevo extendió su mano hacia
mi camisa. Esta vez, la agarré de su muñeca y la sostuve con fuerza.
—¿Dónde está Zoey?
Aproximándose una rabieta, me fulminó con su mirada y arrancó de
golpe su brazo de mi agarre. —¿Te refieres a la puta de mi compañera de piso
que me engañó con mi novio?
—Me refiero a la chica hermosa e increíble con la que seguí adelante
después de que nos separamos. La única traición fue la tuya, Cora. Puedes estar
en negación, pero eso es lo que ocurrió.
—Bueno, ¿no suenas todo santurrón? Cuéntame, ¿cómo fuiste tan puro,
inocente y honesto cuando conectaste con ella la misma noche en la que me
dejaste tirada? ¿Hmm? Ni siquiera puedes decirme que no pensabas en ella
cuando seguíamos juntos.
La culpa llenó mi garganta. Supongo que no fui tan fiel si ella pensaba de
esa manera. Comencé a desarrollar sentimientos por Zoey mucho antes de que
termináramos Cora y yo. Puede que nunca la engañé físicamente, y jamás lo
habría hecho, pero mi abuela me enseñó que pecar en mi corazón aún era
pecado. Y en mi corazón, le había sido infiel a Cora, porque me enamoré de
Zoey mucho antes de la primera noche que pasamos juntos.
Viéndose petulante, Cora se echó a reír en mi cara. —Debes ser un mejor
profesor en el sexo que en el estudio.
Con el ceño fruncido, le lancé una mirada asesina. —¿De qué hablas?
Se encogió de hombros. —Oh, simplemente mostrándote que todo sobre
complacer a una mujer no era tan divertido. Pero, aparentemente, a Zoey le
gustaban las lecciones que le diste. Esta noche, estuvo intentando conseguir
cada polla dispuesta a tomarla desde que llegó a la fiesta. Así que debes haberle
enseñado a apreciar algo.
Resoplé, ni siquiera creyéndole por un segundo. —Lo que sea. Solo dime
en dónde está.
—Oh, cariño. No necesito decírtelo. Con mucho gusto te mostraré. Entró
en esa habitación, ahí. —Inclinándose más cerca, susurró—: Y nunca adivinarías
con quien.
Por fin. Una respuesta. Necesitando ver a Zoey yo mismo, comencé a ir
en esa dirección, pero la puerta se abrió antes de que pudiera llegar ahí. Zoey
salió. Su cabello era un completo desastre, sus mejillas se encontraban
sonrojadas, y sus labios se hallaban tan hinchados como se ponían cada vez que
la besaba por demasiado tiempo. Y su ropa... su ropa era un completo desorden
con el escote desgarrado, mostrando su cremoso hombro hermoso.
Sus ojos verdes aturdidos se encontraron con los míos cuando un chico
salió de la habitación detrás de ella. Demasiado ocupado colocándose su
camisa, Ten no me vio. Pero yo lo vi. Los vi a él y a Zoey juntos, saliendo de esa
habitación y viéndose como si acabaran de follar.
La sangre se drenó de mi rostro.
Por el momento más largo, simplemente me quedé ahí, asustado de que
iba a desmayarme. ¿Pero Zoey? ¿Zoey y Ten?
Sacudí la cabeza. Zoey no. Simplemente… no. Me tropecé hacia atrás, y
los ojos de ella se abrieron de golpe. Sacudió la cabeza intensamente y extendió
su mano en mi dirección mientras se tambaleaba hacia mí. Sacudí la cabeza con
más fuerza y me alejé, en mi prisa por escapar, tropezándome con una Cora
riéndose.
Zoey
No supe nada de Quinn desde que lo dejé el viernes por la mañana en la
clase de arte. Me envió una mirada de deseo y articuló la palabra: “Adiós”, antes
de dirigirse a su clase de historia y yo a biología. Pero eso fue todo.
Varias veces le envié mensajes de texto, pero nunca recibí una respuesta.
Cuando intenté llamarle, iba directamente al correo de voz. Sabía que tenía que
trabajar esa noche, y tuve la tentación de pasar por Forbbiden, pero me
preocupaba que pareciera demasiado dependiente. No habíamos estado juntos
el tiempo suficiente para estar segura de si estaba bien si quería verlo, así, todo
el tiempo.
Así que me mantuve alejada. Francamente, era demasiado paranoica
para salir del apartamento. Un número desconocido seguía enviándome correos
y mensajes de texto todo el día. Temiendo que mi padre me haya encontrado,
tenía mucho miedo para siquiera leerlos. Por lo tanto, los eliminé y bloqueé el
número. El sábado, Cora me despertó temprano, un poco demasiado feliz para
mi gusto.
—Hoy tienes más pruebas, mientras me hago mi diálisis —anunció.
Gemí y rodé sobre mi espalda. —Lo recuerdo —murmuré, deseando
poder ir a cualquier parte, excepto de nuevo al centro renal con ella.
Quinn, hoy, tenía un partido importante. Si ganaba éste, se clasificaban
para el campeonato de divisiones. Quería estar ahí. Abriendo mi teléfono, le
envié un mensaje, haciéndole saber que no podía ir a su partido, pero quería
verlo lo más pronto posible.
Por fin, me envió un mensaje en respuesta, diciendo: Eso está bien.
Podemos encontrarnos después. Te amo.
Me quedé mirando las últimas dos palabras, con el pecho hinchado por
la conmoción. Nunca me había dicho eso. No podía creerlo…
—¿Estás lista para irnos? Tengo un riñón que limpiar.
—Lo siento. —Sacudí la cabeza, metí mi teléfono en mi bolso y la seguí
desde la habitación.
Sus ojos se agudizaron con un brillo maligno, pero ya me acostumbré a
esas miradas. Lo mejor era simplemente creer que tenía un motivo oculto detrás
de todo lo que hacía.
Durante el camino, se encontraba tranquila, tamborileando sobre el
volante con sus dedos mientras pasaba las estaciones y me molestaba cuando
cambiaba una estación tan pronto como comenzaba a gustarme una canción.
Una vez que llegamos, pasé mis pruebas regulares, acostumbrándome a
alguna de las rutinas como medir mi presión arterial, la muestra de orina y
análisis de sangre. Tuve un respiro mientras tenía que esperar a que Cora
terminara, así que estudié algo de los deberes hasta que terminó. Acababa de
finalizar su tratamiento cuando el médico que me tomó mi examen, se acercó
con una mueca de dolor.
—Tenemos una complicación con una de tus pruebas.
Tanto Cora como yo levantamos nuestras caras. —¿A qué se refiere con
una complicación? —exigió Cora, lanzándole una mirada.
El médico jugueteaba nerviosamente por un segundo antes de devolver
la mirada y acercarse a nosotras. —Parece que estás comenzando a desarrollar
una infección en las vías urinarias. Vamos a tener que darte antibióticos así no
avanza hacia tus riñones. Si los riñones se dañan, tendremos que retrasar,
posiblemente incluso cancelar todo el trasplante.
—Qué mierda —explotó Cora. Cuando me miró, sus ojos entrecerrados
con odio, tanto odio que en realidad me alejé de ella.
Levanté las manos a mi pecho, preguntándome cómo pudo haber
ocurrido. —Yo... no lo comprendo. He estado siguiendo todas las instrucciones,
bebiendo mucha agua, jugos de arándano, manteniendo la dieta recomendada,
limpiándome regularmente.
El médico sacudió la cabeza, perplejo. —Tampoco tus registros muestran
que tengas un historial de tenerlas frecuentemente.
—No —concordé—. Nunca antes tuve una.
—¿Hace poco te has vuelto sexualmente activa? —preguntó, frunciendo
el ceño, obviamente perplejo, mientras se organizaba a través de su papeleo
para volver a revisar mis resultados.
—¿Qué? —dije. Mi cara empalideció y miré velozmente a Cora.
Su cara se puso de un rojo purpura mientras endurecía su mandíbula. —
Sí —le gruñó al médico al tiempo en que me miraba con furia—. Sí, lo ha hecho.
¿Por qué?
Oh Dios.
El pánico se apoderó de mí. Ella lo sabía.
¿Cómo lo sabía?
—Oh. —El doctor levantó su mirada sorprendido—. Bueno, eso lo
explica. Lo juro, en estos días los profesores de educación sexual necesitan
explicar lo importante que es que las jovencitas, se limpien inmediatamente
después de tener relaciones sexuales.
Envolviendo protectoramente los brazos sobre mi pecho y deseando
morir de la mortificación, me quedé ahí de pie y le escuché regañarme sobre
que necesitaba orinar después de cada “relación sexual”, o al menos limpiar el
“área” de las cosas de mi pareja para que no avancen dentro de mi uretra y
aumenten las bacterias.
Junto a mí, una Cora rígida asentía todo el tiempo, de acuerdo con todo
lo que el médico tenía que decir. Pero tan pronto como terminó su regaño y me
despidió con una receta para mi infección urinaria, la mirada asesina que me
lanzó me demostró su furia.
Salimos juntas del centro de tratamiento, lado a lado. No hablé hasta que
estuvimos afuera. —¿Hace cuánto tiempo que lo sabes? —pregunté finalmente.
Se rompió en una risa dura y baja antes de fulminarme con una mirada
de odio. —¿Cuánto tiempo he sabido qué? ¿Que eres la pequeña zorra con la
que mi novio se revolcó la noche en que intentó pedirme que me casara con él?
Su voz era tranquila y controlada, pero llena con la furia suficiente para
alimentar un cohete. —Lo descubrí en el bar cuando la dulce, inocente y
tranquila Zoey Blakeland envió a Oren Tenning detrás de mí para defender a
Quinn.
Conmoción resonó a través de mi sistema. No podía creer que lo sabía
desde hace tanto tiempo, y no hizo nada. Abrí la boca para preguntarle por qué
no dijo nada.
Pero, de repente, cerró su mano en un puño y me gruñó—: Juro por Dios
que si no consigo tu riñón porque te encontrabas demasiado ocupada follando a
mi novio, te mataré.
Durante los últimos cinco minutos, me había estado sintiendo como una
mierda por esa misma posibilidad. Lo último que quería hacer, debido a mi
descuido, era alejar a alguien de estar más saludable. Darme cuenta de que mi
relación con Quinn podría haber perjudicado su vida entera me enfermaba
físicamente.
Antes de venir a Ellamore, en ese mismo momento habría comenzado a
disculparme. Pero en los últimos meses... no. No me disculpaba. Me detuve de
golpe y me di la vuelta para mirarla fijamente.
—No es tu novio. Tú andabas follando con otros, y él siguió adelante, fin
de la historia. Yo nunca, nunca, lo habría tocado si primero no lo hubieras
engañado y perdido.
Me abofeteó. Fuerte. —Eres una zorra despreciable. ¿Podría morir a
causa de esto, y te preocupa quién fue fiel y quién no? ¿Cuán puta egoísta
puedes ser?
La rabia aumentó. Ira, como nunca había sentido en mi vida, por la
manera en que me trató a mí, a Quinn; apreté mi mano en un puño y le regresé
el golpe. Olvida las bofetadas, la golpeé directamente en su nariz.
—No morirás —gruñí—. Las cucarachas siempre encuentran una manera
de sobrevivir.
El dolor invadió mis nudillos y mi mejilla me escocía mucho, pero me
sentía bien. Tan bien. Casi tan bien como cuando Quinn se encontraba en mi
interior.
Hasta que Cora alejó el cabello de su rostro y vi la sangre goteando a
través de sus dedos en donde sostenía su nariz. Me miró con una mezcla de
miedo, conmoción, y... ¿eso era respeto?
—Oh, mierda. —Me tapé la boca con ambas manos e inmediatamente
comencé a temblar, sintiéndome horrible. Acababa de terminar una ronda de
diálisis y aquí me hallaba yo, golpeándole en la cara. Eso estaba tan mal.
Pero se sintió tan bien.
Abrí mi boca para disculparme, pero luego la cerré. No lo lamentaba,
decidí. Por lo que le hizo a Quinn, debería haberle golpeado dos veces.
Así que me di la vuelta, alejándome de ella.
Jadeó con ira. —¿A dónde infiernos crees que vas?
—Voy a encontrar otra manera de volver a casa. Me niego a volver a
viajar en un coche contigo. —Viendo su expresión conmocionada, agregué—:
De aquí en adelante, vendré a todas las pruebas y citas yo sola. Me mudo esta
noche. Mi riñón es la última cosa que conseguirás de mí.
La dejé allí para que reconsiderada eso. Después de revisar en mi
teléfono la hora, y darme cuenta de que el partido de Quinn probablemente
habría terminado, oré para que hubieran ganado, y le escribí un mensaje de
texto rápido para decirle que Cora sabía sobre nosotros.
39 Traducido por Jules
Corregido por Verito

Zoey
Afortunadamente, encontré una parada de autobús, no muy lejos, y solo
tuve que esperar media hora para conseguir un viaje de regreso a Ellamore.
Empecé a empacar tan pronto como llegué al apartamento. No tenía ninguna
duda de que Quinn y Ten me dejarían quedarme con ellos hasta que encontrara
mi propia casa. Tal vez Caroline estaría dispuesta a alquilar algo conmigo. Eso
podría ser divertido.
Como necesitaba cajas, le pedí prestado un par a Henry. Acababa de
poner todos mis cuadernos en una cuando mi teléfono sonó con un mensaje.
De Cora.
Ni siquiera sé por qué lo leí, pero lo hice.
Si quieres mantener a tu novio precioso, será mejor que vengas a esta
fiesta y lo busques. Está borracho y excitado, y no puedo olvidar lo bien que se
siente dentro de mí.
Adjuntó una dirección. Quinn seguía sin responder a mi mensaje. Le
envié otro. Pero lo único que recibí fue: Ups. Lo siento. Quinn está ocupado
ahora... dándome sexo oral. Te quiero. Cora.
—Perra —murmuré. No tenía idea de cuándo me quitó el teléfono, pero
sabía, sin dudas, que Quinn no había estado recibiendo mis mensajes, y que no
hacía nada de eso con Cora.
Sin embargo, no me gustaba saber que él se encontraba en esa misma
fiesta. Ella no era de fiar, y esta noche estaba lo suficiente enojada como para
intentar algo aún más retorcido. Él seguía sin saber que ella sabía de nosotros.
Debía advertirle. Agarrando mi bolso, corrí hacia la puerta.
Cuando me presenté, la fiesta continuaba enérgica. Me abría paso a
través de la gente hasta que divisé a Ten desafiando a un tipo a una
competencia de tragos.
—¡Ten! —grité, abriéndome paso entre los brazos y hombros para llegar
a él.
Al oír su nombre, miró en mi dirección. Cuando sus ojos se encendieron
de inmediato con ira, la inquietud se agitó en mi vientre.
—Bueno, mira quien decidió honrarnos por fin con su presencia.
No tenía ni idea de lo que hablaba, pero me preocuparía por eso más
tarde, cuando encontrara a Quinn. —¿Dónde está Quinn?
—Está buscándote, princesa.
Pensando que se encontraba demasiado borracho para ser de alguna
ayuda, comencé a alejarme, pero Ten no había terminado de hablarme. Me
agarró del brazo. —¿Qué diablos, Rubia? ¿Disfrutas de romperle el corazón?
Hice una pausa para enviarle una mirada incrédula. —¿Disculpa?
—Él ha estado tratando de comunicarse contigo durante más de un día.
Pero nunca contestaste. Y luego te fuiste e incluso hoy lo abandonaste... al igual
que siempre hacía la Zorra. ¿Por qué lo evitas? ¿Por qué no fuiste al juego?
—Yo... —Nerviosa, sacudí la cabeza—. No lo estoy evitando. He estado
tratando de comunicarme con él. Pero me acabo de enterar que Cora ha estado
jugando con mi teléfono. Y no pude ir al juego, porque yo... yo...
Suspiró y rodó los ojos. —¿Porque te fuiste con tu jodida y mentirosa
compañera de habitación a una de sus tratamientos de diálisis? —supuso.
Mis ojos se ensancharon por la sorpresa. —¿Cómo...? —Sacudí la cabeza,
confundida.
Él se acercó más. —Me aseguré de averiguar todo sobre ella cuando
comenzó a tener sexo con Ham de manera regular. Sé lo que le pasa.
Lo miré boquiabierta, incapaz de creer que lo sabía. —¿Por qué nunca
dijiste nada?
Rodó los ojos y me trasladó a un rincón más tranquilo para hablar con
más facilidad. —Ella se esforzaba mucho para mantenerlo en secreto, así que
decidí usarlo como chantaje en su contra.
—Espera. ¿Qué? —No entendía nada.
—La noche que se enteró de la relación de Noel y Aspen, supe que no
sería capaz de mantener cerrada su chismosa bocota. Así que, cuando la vi
sentada sola en su coche, esperándolos a ti, Quinn y Caroline, le dije que le
convenía no difundir rumores sobre ellos, o le diría a todos sobre sus riñones
inútiles.
Lo miré fijamente. —Pero... a mí no me chantajeaste para que guardara
silencio —fue todo lo que se me ocurrió decir.
Una gran sonrisa apareció en su rostro antes de guiñarme. —Porque no
era necesario. Eres un ser humano decente que sabía que no debía arriesgar el
futuro de dos personas que necesitan que los dejen en paz para que puedan
vivir su “felices para siempre”.
—Nunca dañaría así a Noel y Aspen —concordé.
Ten asintió y miró más allá de mí, explorando la habitación. —Bien,
entonces... Ham. Cora también arruinó su teléfono, pero él lo descubrió y ha
estado tratando de llamarte.
Fruncí el ceño hasta que me di cuenta que el número desconocido que vi,
debe de haber sido él... no mi padre. Cerré los ojos y me cubrí la cara con las
manos. —¿Está aquí?
—Sí. Él dijo que en el camino iba a pasar por tu casa, por lo que deben de
haberse desencontrado. Sin embargo, es probable que ahora esté aquí. Ve por
allí, y yo voy por este camino. Uno de nosotros va a encontrarlo.
Asentí, agradecida de contar con la ayuda de Ten para buscar. —Bueno.
Gracias.
Ya me había metido en dos habitaciones, buscando a Quinn antes de
toparme con Cora. Literalmente.
—¡Oh! Lo siento… —empecé antes de levantar la mirada y darme cuenta
que era ella. Ni siquiera trató de ocultar su ojo negro, y yo intenté no sentirse
mal por ser la causante, pero aun así, lo sentía un poco.
Me agarró del brazo. Comencé a retroceder con horror, pero ella solo
sonrió y apretó los dedos con más fuerza. —Por aquí —dijo por encima del
hombro.
Me resistí, pero apretó su agarre. Insegura de adónde trataba de
llevarme, cedí al final. Tanto Quinn como yo sabíamos que ella no tramaba
nada bueno. No podía hacer nada para hacernos daño. Y tal vez, con suerte, ella
me llevaba con él. Sin embargo, la habitación a la que me llevó, se encontraba
vacía.
Suspiré, cansada de sus juegos. —Cora…
—Vaya —reprendió gratamente—, no empieces con ese tono. No cuando
tengo un regalo para ti.
—No me interesa —le dije secamente.
Sus ojos se iluminaron con una predisposición malvada, y preguntó—:
¿Estás segura? Parecías tan ansiosa por recoger mis sobras cuando se trataba de
Quinn. ¿No quieres probar a otra persona que ya he tenido?
—No. —Empecé a darme la vuelta, pero una figura oscura ocupó la
entrada, bloqueando la salida. Retrocedí un paso antes de que entrara el chico.
Tardé un segundo en reconocerlo. Cain Belcher, el chico que Quinn empujó
contra la pared la noche que lo conocí, me miró de reojo, estudiándome desde la
cabeza a los pies, al tiempo que entraba a la habitación.
—Cora me dijo que querías montar mi polla, niña bonita. Bueno, aquí
estoy, dispuesto y listo.
—¿Qué? —Me volví hacia ella, con los ojos llenos de horror. Pero ya se
encontraba en el otro lado de la habitación, abriendo una puerta a una segunda
salida.
Hizo una pausa antes de irse. —No te preocupes, cariño. Ya le dije que te
gusta lo rudo, y lo mucho que te excita comportarte como si te estuvieras
resistiendo. —Entonces, cerró la puerta.
Corrí hacia allí solo para encontrarla bloqueada. La golpeé. —¡Cora! Esto
no es divertido.
Su risa ahogada llegó hasta mí, diciéndome lo mucho que disentía.
Una mano me agarró la cintura por detrás. Grité y me di la vuelta,
retrocediendo hacia la puerta.
—Ella mintió —dije apresurada, mirándolo con los ojos amplios y
boquiabierta—. No te quiero. No quiero esto.
Pero él se veía con la mirada perdida y demasiado bebido como para
importarle.
—Siempre y cuando consiga un polvo, puedes luchar todo lo que
quieras, cariño.
—¿Qué? ¡No! —Empujé contra él, pero no parecía disuadido—. ¡Detente!
Me besó con fuerza, oliendo a ajo y sudor, y con sabor a cerveza. Luché
contra él, sintiendo náuseas y golpeándolo en el pecho, luego al lado de la
cabeza.
Maldijo y me golpeó también hasta que vi las estrellas.
Quedé mareada el tiempo suficiente para que él se desabrochara los
pantalones y tratara de meter su lengua en mi garganta. Lo mordí y él me
golpeó de nuevo. Podía soportar los golpes. Mi padre me había acostumbrado
bien a ese tipo de dolor. Lo que me asustaba era la preocupación añadida de ser
violada.
Luchando tanto como me era posible, mordí, arañé y traté de gritar de
nuevo, hasta que puso una mano sobre mi boca y me dio un rodillazo en el
estómago. Cuando trató de arrancarme los pantalones vaqueros, sacudí la
cabeza frenéticamente, tratando de rogarle con mis ojos. No tenía misericordia.
Metió los dedos dentro de mis pantalones y me tomó con fuerza entre las
piernas, haciendo que las lágrimas se derramaran de mis ojos.
Cerré los ojos, tratando de hacer frente a la realidad. No podía creer lo
que sucedía. No podía creer que Cora hubiera…
—¿Rubia? ¿Estás aquí?
La puerta se abrió, dejando entrar el ruido de la fiesta intensa de afuera,
y sobresaltó a mi atacante por lo que apartó su atención de mí. Liberé mi pierna
lo suficiente como para levantar la rodilla y golpearlo en los huevos tan fuerte
como pude.
Cuando gimió y se dobló, me escapé de entre él y la pared para alejarme
rápidamente al tiempo que un estupefacto Ten se quedaba paralizado en el
umbral.
—Ten —lloré.
—Mierda. —Negó con la cabeza y me atrapó, arrastrándome detrás de él
antes de mirar a Belcher, que quedó acurrucado en el suelo en posición fetal,
acunándose a sí mismo y jadeando.
Agarrándolo por la camiseta, Ten lo arrastró de nuevo sobre sus pies. —
Oh, cariño. Acabas de maltratar a la chica equivocada. —Empuñó la mano y
lanzó el brazo hacia atrás. Pero al instante en que Belcher cerró los ojos y se
preparó para el impacto, Ten se detuvo y sacudió la cabeza, dejando caer su
mano—. No. ¿Sabes qué? Creo que voy a conservar tu cara bonita hasta que el
novio de Rubia puede poner sus manos sobre ti.
—¿Novio? —chilló Belcher, abriendo un ojo para mirarlo—. ¿Quién es su
novio? —Me miró, y yo inmediatamente me abracé a mí misma, alejándome de
él.
—Oh, lo sabrás... pronto —le prometió Ten antes de empujarlo hacia la
puerta—. Hasta entonces, más te vale correr lo más rápido y más lejos que
puedas, porque él irá tras de ti. Me aseguraré de ello.
Belcher salió a trompicones de la habitación, medio cojeando, medio
corriendo. Tan pronto como se hubo ido y la puerta se cerró detrás de él, la
realidad recayó sobre mí. En tanto revivía en mi cabeza lo que acababa de
pasar, y aún peor, lo que podría haber ocurrido, comencé a llorar esos sollozos
jadeantes. Sintiendo el fantasma de su tacto en todas partes, traté de borrarlo,
pero seguía aferrado a mi piel, así que me di por vencida y me balanceé hacia
atrás y adelante por un momento antes de recordar que mis pantalones
continuaban desprendidos. Intenté acomodarlos, pero mis manos no paraban
de temblar, así que empecé a respirar con fuerza porque me molestaba tanto
que mis dedos no funcionaran bien.
Me encontraba a medio segundo de tener un ataque de nervios, cuando
oí que Ten gritó—: ¡ZOEY!
Nunca me había llamado por mi nombre. Irrumpió mi aturdimiento y
me hizo darme cuenta que no era la primera vez que trató de llamar mi
atención. Parpadeé y lo miré, tragando mi pánico.
—No enloquezcas, maldita sea —advirtió, con voz severa—. No puedo
con esa mierda.
Cuando se quitó la camisa, me quedé boquiabierta con horror y comencé
a alejarme hacia la única puerta que sabía que tenía que estar desbloqueada. —
¿Qué haces?
Se detuvo por mi llanto. —Relájate, solo voy a darte algo para que te
cubras. Prácticamente destrozó tu camisa.
Bajé la mirada para ver que exhibía la mitad de mi sujetador. Mis dedos,
al instante, fueron a enderezar mi camisa tanto como era posible. Me dolía la
cara donde me golpeó Belcher y mi piel hormigueaba donde me pateó.
Sorbí las lágrimas cuando Ten trató de entregarme su camisa. —Estoy
bien. —No quería su camisa. Solo quería a Quinn. Debo de haberlo dicho en
voz alta, porque él suspiró.
—Voy a llamarlo. Pero primero voy a llamar a la policía del campus.
Policías, preguntas, tener que decirle a alguien lo que me sucedió no
sonaba para nada atractivo. —No. —Negué con la cabeza—. Solo quiero a
Quinn.
Me aparté de él y corrí hacia la puerta. —Rubia —exclamó con voz
irritada—. Maldita sea. Espera.
Me apresuré a dirigirme hacia la fiesta, haciendo una pausa cuando el
ruido y la gente asaltaron mis sentidos. El pánico casi me venció. Tantas
personas, nada de espacio. Pero a través de la multitud, lo vi. A Quinn. Mi
sustento. Mi corazón y alma. El alivio de ver su rostro casi me hizo colapsar.
Jadeé su nombre, pero se detuvo con una sacudida, mirándome hasta
que su rostro palideció. Junto a él, Cora cruzó los brazos sobre el pecho y sonrió
como si se sintiera orgullosa de sí misma. Quinn miró más allá de mí, a Ten,
que todavía luchaba para ponerse la camisa. Entonces empezó a sacudir la
cabeza.
—No —dije, cuando me di cuenta de lo que pensaba—. ¡Quinn!
Retrocedió antes de salir corriendo y escapar entre medio de las
personas. Lo necesitaba, como a nadie más, así que corrí tras él, deseando que
me abrazara, que entendiera. Que me creyera.
40 Traducido por Ann Ferris
Corregido por Adriana Tate

Quinn
Su voz me rasgó, abriendo mis entrañas y dejándome sangrando. A pesar
de que me rogaba que me detuviera, seguí adelante, acelerando el paso. Las
cosas parecían inclinarse hacia los lados en mi camino y quería alcanzar la
pared para recuperar el equilibrio, pero no quería que viera cuánto acababa de
devastarme. Me alejaría de ella sin ningún tipo de asistencia.
Al salir, me golpeó el aire de la noche y respiré profundamente. Pero
todavía sentía náuseas. Quería arrancar cada horrible sensación que burbujeaba
dentro de mí, y simplemente tirarlas todas. Cuando llegué al final de la
manzana, la oí de nuevo—: ¡Quinn, por favor! Espera.
Un sollozo mitad gruñido salió de mis labios. Sonaba como un animal
herido al que un depredador le acababa de arrancar una extremidad y todavía
intentaba escapar para salvar su vida, advirtiendo a todo el mundo con un
gruñido y al mismo tiempo tratando de lamer sus heridas.
A medida que el parque se acercaba, escuché los tacones de sus sexys
botas altas resonando contra la acera detrás de mí mientras se apresuraba para
alcanzarme. El sonido era tan femenino y dulce, y tan Zoey, que hizo que mi
corazón se afligiera de nuevo.
Zoey. Dios, Zoey no.
—Quinn, tú me conoces. —Estaba llorando.
Me dolía la angustia en su voz. Mis propios ojos instantáneamente se
llenaron de humedad, y quería golpear algo.
—Por favor. —Tomó mi brazo—. Te podrías detener y mirarme.
Me detuve y me giré tan rápido que jadeó y se encogió alejándose de mí.
Rechiné los dientes porque cada instinto en mi interior quería tranquilizarla y
disculparme por asustarla.
—Maldición —murmuré y me giré de nuevo, moviéndome a la izquierda
para poder caminar en el parque—. Maldición. —Me agarré el cabello y caminé
en un círculo antes de inclinarme y tratar de exhalar toda la presión acumulada
en mi pecho.
—¿Quinn? —Su voz era tímida mientras se acercaba lentamente.
Dejé caer mis manos a mis costados y la miré, de repente entumecido y
vacío.
Se detuvo a unos metros de distancia y se limpió las lágrimas de las
mejillas antes de abrazarse a sí misma. —¿Por qué actúas de esta manera? —
preguntó finalmente; la confusión y el dolor llenaban su expresión—. Sabes que
nunca te traicionaría, nunca podría traicionarte.
—T-t-tú… —No sería capaz de decir nada sin tartamudear, así que gruñí
en frustración y di media vuelta. Cuando vi un banco cercano, colapsé sobre él
y dejé caer mis codos sobre mis rodillas antes de enterrar mi cara en las manos.
Un momento después, Zoey se sentó cautelosamente en el extremo
opuesto del banco. Podía sentirla sentada tan cerca y tan lejos. Todo lo que en
mí la amaba quería forzar su camino, rogándome que extendiera la mano y la
tomara en mis brazos. Pero me quedé frío y duro, y me mantuve en el extremo
opuesto del banco, alejado de ella.
Sorbió por la nariz, haciéndome saber que seguía llorando. —No me
crees, ¿verdad? —Su voz temblaba—. Crees que Ten y yo…
Tragué saliva y mi garganta se sentía como si estuviera en llamas. —Te
creo —dije finalmente, con la voz tan ronca, que me habría sorprendido que me
escuchara.
Pero debió haberme escuchado, porque dijo—: Entonces, ¿por qué aún
estás al otro lado del banco?
Pensé en esto por un segundo más, entonces me pasé la palma de las
manos sobre mi rostro y me senté con la espalda recta. Cuando me volví hacia
ella, se veía tan horrible como yo me sentía.
—Me dolió cuando me enteré que Cora me engañó y mintió sobre todo
—dije, sacudiendo la cabeza—. Pero cuando tú saliste de esa habitación así, con
Ten, eso… eso me destruyó.
Más lágrimas llenaron sus ojos. —Pero yo no…
Seguí sacudiendo la cabeza. —No importa. No importa si lo creí durante
cinco segundos o cinco meses, me destrozó, y no quiero volver a sentirme así de
nuevo. —Le pedí disculpas con mis ojos antes de admitir—: No estoy listo para
esto.
Gimió y susurró mi nombre. Más lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
—Pensé que estaba bien después… después de lo que me hizo ella. Pensé
que lo había manejado y superado. Pero… Creo que rompió algo en mí. Creo
que necesito tiempo para sanar. Creo… creo que no debería asustarme de esta
manera darme cuenta cuán profundamente te he dejado entrar.
Y tenía que dejarla entrar… por completo. Ni siquiera cuestioné cuando
dijo que tomaba la píldora. Simplemente le creí, porque era Zoey. Eso me hizo
doblemente idiota porque debería haber aprendido la lección después de Cora.
Pensé que Zoey se desmoronaría, pero enderezó los hombros y asintió
antes de mirarme a los ojos y con voz ronca, decir—: Entiendo. Sabía que
necesitabas tiempo después de ella. Solo… Debería haberte hecho tomar ese
tiempo en vez de convencerme a mí misma de que estabas bien.
Creo que verla tensar la espalda y aguantar esto dolió más que si
hubiera seguido llorando y rogando. Tragué el nudo en mi garganta; no me
derrumbaría.
—Lo siento —le dije—. Lo siento mucho.
Se rió en voz baja y se limpió las últimas lágrimas. Levantándose,
murmuró—: ¿Soy yo a la que atraparon saliendo de una habitación con un
chico y tú eres el que se disculpa? Tú eres algo increíble, Quinn Hamilton.
—Se siente como si robé tu inocencia, y ahora estoy tirándotela a la cara.
—No robaste nada. —Con una sonrisa, se puso de pie—. No puedes
robar algo que se te dio. —Después de un suspiro de pesar, se inclinó y me dio
un suave beso en la frente—. Ve y sana. Solo… cuídate, Quinn.
Serpenteé mis brazos alrededor de ella y abracé sus caderas, atrayéndola
contra mí para poder enterrar mi cara en su cintura. Su olor me envolvió y me
consoló. Cerré los ojos con fuerza, sabiendo mientras la alejaba, que era la única
persona que me podía consolar en un momento como este. Sus dedos en mi
cabello casi me hicieron ronronear.
Me encontraba a una fracción de segundo de cambiar de opinión. ¿Qué
diablos pensaba que hacía? Amaba a esta chica. Congeniamos. Adoraba Psych
tanto como yo, entendía mi amor por la biología, incluso cuando no era una fan,
y era la mejor amante y mejor amiga que había tenido, todo en uno.
Sería miserable sin ella.
Pero ella fue la que al final retrocedió, rozando suavemente mi cabello.
No podía soportar más de esto, así que murmuré algo acerca de que me tenía
que ir. Me puse de pie y me alejé. No tenía ni idea de a dónde me dirigía,
simplemente empecé a caminar, esperando poder aclarar mi mente y decidir
que no quería tiempo o espacio lejos de ella, después de todo.
Zoey
Todavía me encontraba sentada en el banco en el que me derrumbé
después que me dejó Quinn, entumecida y sola en la oscuridad, cuando un
jadeante Ten llegó corriendo.
—Ahí estás. —Sin aliento, se detuvo para apoyar las manos en las
rodillas—. ¿Dónde está Ham? ¿Ya fue tras Belcher?
Negué con la cabeza. —No. No le dije acerca de Belcher.
—¿Qué? —Ten se enderezó y miró a su alrededor—. Entonces, ¿qué
demonios le dijiste? ¿Dónde está?
—No le dije nada, excepto que se equivocó, que tú y yo no… que no
hicimos nada.
Ten negó con la cabeza, confundido. —No lo entiendo. ¿Por qué rayos no
le dijiste acerca de Belcher?
Ni yo misma estaba muy segura de por qué. —No lo sé. Quería que me
creyera sin decirle todo. —Miré a Ten, sintiéndome perdida—. Me dijo que me
creía, pero no creo que lo hiciera. Rompió conmigo, diciendo que necesitaba
tiempo, y luego se fue. —Todo dentro de mí parecía estar desmoronándose—.
¿Por qué no me creyó?
—Joder, Rubia —gimió Ten y se cubrió el rostro—. ¿Por qué crees que no
te pudo creer? Cora lo hizo pasar por tanta mierda, que ni siquiera sabe si debe
creerle a su propia vejiga si tiene que ir a orinar o no.
Me estremecí y me abracé más fuerte. —Entonces tal vez tenía razón. Tal
vez sí necesita tiempo y espacio. Tal vez lo que necesita es recuperarse de ella
antes de que pueda seguir adelante con cualquier otra persona. Tú mismo
dijiste que no debería recuperarse con una relación seria.
—Yo dije… —Sacudió la cabeza como si estuviera atónito. Luego
explotó—: No hablaba de ti cuando dije esa mierda. Hablaba de otra réplica
estúpida de la Zorra. Pensé que aún se mantenía respetuosamente lejos cuando
dije eso. Joder, nunca lo habría hecho… no si hubiera sabido que ustedes
estaban… mierda, ustedes dos están destinados a estar juntos. No me importa si
esto pasó en el peor momento para ustedes. Simplemente… son dos mitades de
un todo. Él vuelve a la vida cuando estás cerca, gana confianza, se pone feliz.
Ustedes solo… maldita sea. No se suponía que rompieran.
Con mis hombros pesados de dolor, empecé a llorar de nuevo. No pude
contener las lágrimas, no importó cuánto lo intenté. Temblaba de la cabeza a los
pies y lloraba con más fuerza cuanto más intentaba detenerme.
Ten suspiró. —Vamos —murmuró. Cuando me agarró del brazo, justo en
un punto sensible que Belcher golpeó antes, jadeé y lo retiré, alejándome de él
sin querer.
—Mierda. Lo siento. —Levantó las manos y dio un paso atrás—. Está
bien. Me quedaré aquí, entonces. ¿Puedes ponerte de pie sola y caminar?
Con un asentimiento, me puse de pie. Mis piernas se sentían inestables,
pero me las arreglé. Ten se mantuvo por lo menos a un metro de distancia en
todo momento. Si no fuera un desastre, pensaría que era divertido que una
persona pudiera cernirse desde tan lejos. Pero mantuvo mi paso y me enviaba
una mirada de preocupación cada vez que me estremecía.
Cuando llegamos a su camioneta, vacilé. Sabía que podía confiar en él,
pero no quería estar encerrada a solas con nadie. No en este momento. —Mi
auto está allí —comencé, pero él negó con la cabeza.
—Conseguiremos tu auto después. No estás en condiciones de conducir.
Ahora entra.
Mis nervios se agitaron con miedo, pero seguí su instrucción. —No
quiero volver a mi apartamento.
—Bueno, bien. No planeaba llevarte allí.
Asentí. No me importaba a dónde íbamos desde allí. Solo quería salir de
aquí.
41 Traducido por NnancyC
Corregido por Verito

Ten
Rubia estaba dormida en el asiento de pasajero cuando estacioné frente al
edificio de Ham y mío. Esperaba que él estuviera en casa así podría hacerse
cargo de los deberes de cuidador, porque esta mierda me volvía loco.
Se veía tan asustada y pequeña, que la impotencia me arrasó. Odiaba no
ser capaz de hacer algo por ella, y quería estar en cualquier otro lugar en el
mundo. La mujer de Ham ya me despertaba demasiados recuerdos de alguien
más, alguien preciosa, quien había sido lastimada, alguien con quien también
me sentí impotente de ayudar.
Tragué saliva y sacudí la cabeza, empujando aquellos recuerdos al fondo.
Habría cargado a Rubia a nuestra casa, pero no quería asustarla en caso de que
se despertara. Así que toqué su rodilla hasta que despertó.
—¿Aún puedes caminar?
Se frotó sus ojos soñolientos y asintió. Sin una palabra, me siguió a mi
puerta. Cuando la desbloqueé y la dejé pasar primero, se detuvo, pareciendo
preocupada antes de entrar.
—¿Hamilton? —grité tan pronto como estuvimos adentro.
Sin repuesta.
Mierda.
Sin embargo, juro que Rubia parecía aliviada. —¿Pue-puedo usar la
ducha? —Su voz era tan pequeña, haciéndome desear que hubiera golpeado a
Belcher un par de veces antes de dejarlo ir esta noche después de todo.
Ya que ella conocía el camino, solo señalé el pasillo. —Te conseguiré algo
de ropa para que te cambies.
Después de apresurarse, agarrando su camisa a su pecho, fui al cuarto de
Ham y le encontré una camiseta y pantalones de yoga. El agua fluía cuando abrí
un poquito la puerta y coloqué las prendas en el borde de la encimera del
lavabo para que ella las encontrara. Entonces me retiré a la sala principal para
calmarme.
Le envié un mensaje de texto a Ham, diciéndole que trajera su culo a
casa, pero no respondió. El hijo de puta probablemente creyó que había follado
a Rubia. Idiota.
No había manera de que yo estuviera preparado para lidiar con ella en
este estado, así que mandé otro texto SOS. Todo lo que puse fue: Te necesito.
Mi casa. Ahora.
Treinta segundos después, una respuesta llegó: Estaré allí en cinco.
No pude evitarlo, sonreí. Pero, mierda, era lindo saber que vendría a mí
a mitad de la noche, solo así, sin hacer preguntas.
Fiel a su palabra, Caroline golpeó la puerta casi cinco minutos después.
Ansiaba verla con tantas ganas que me pregunté si la había llamado
porque ahora mismo sería la mejor persona para Rubia, o para mí. Oh, bueno.
Demasiado tarde. Ya estaba aquí, y ambos, Rubia y yo, íbamos a conseguir una
dosis linda y saludable de ella.
Abrí la puerta y un respiro aliviado de aire se filtró de mis pulmones.
Maldita sea, ¿por qué siempre se sentía como si estuviera sosteniendo el aliento
hasta que podía verla de nuevo?
Vino directo de la cama. No se molestó en arreglar su cabello o siquiera
recogerlo en una coleta. Lucía como si algún hijo de puta hubiera estado
agarrándolo en puños con sus manos durante toda la noche. Su camiseta era
grande y parecía algo que sacó de su hermano, y definitivamente como algo con
lo que ella dormiría. Y sus pantalones eran de franela escocesa a cuadros. Se me
hizo agua la boca. Quería invitarla a meterse en la cama —mi cama— para
acurrucarse conmigo. De acuerdo, más que solo acurrucarnos, pero podía vivir
con el estado de acurrucamiento por un tiempo y trabajar desde ahí.
Jesús, ¿por qué tenía que verse tan malditamente bien?
—¿Qué mierda estás vistiendo? —exigí, asegurándome de que mi voz
sonara llena de acusación. No podía permitirle saber cuánto la amaba luciendo
así.
Me frunció el ceño y se hizo a un lado. —Pijamas. ¿Sabes, esas ropas que
las personas usan a mitad de la noche cuando están durmiendo?
Resoplé. —Nunca usé ninguna.
Resopló en respuesta, estrechando los ojos. —Imagínate.
—En serio. —Hice señas a su ropa—. ¿Dónde está la ropa pervertida,
ajustada y de puta? ¿Qué si esto hubiera sido una llamada para follar? Por
favor, Dios, al menos dime que tienes un sostén y bragas a juego allí abajo.
—Ni siquiera poseo un sostén y bragas a juego. Y sabía que esto no era
una llamada para follar. —Me lanzó una mirada lacónica—. No había ningún
motivo para molestarse con vestirse de gala.
Me rasqué la cabeza, confundido. —Entonces, ¿por qué demonios
pensaste que te llamaba?
—Asumí que accidentalmente estrangulaste a una de tus zorras hasta
matarla, o algo igual de pervertido y asqueroso, y necesitabas ayuda para
eliminar el cuerpo. —Bostezó y echó un vistazo alrededor—. Así que, ¿dónde
está ella?
Me le quedé mirando, conmovido. —¿De verdad me ayudarías a enterrar
un cuerpo? —Eso era tan jodidamente dulce. Si Gamble alguna vez me daba su
bendición para echarle un polvo a su hermana, estaría sobre ella tan rápido—.
No hay cadáver, por cierto.
Frunció el ceño, luciendo desorientada. —Si no hay una puta muerta
para que te ayude a enterrar, entonces ¿por qué me llamaste?
Desde el pasillo, la puerta del baño se abrió. Caroline levantó una ceja
curiosa, así que incliné la cabeza en esa dirección. —Por ella —fue todo lo que
dije.
Caroline se movió a la apertura del pasillo —Dios, incluso me gustaba
ver la forma en que se movía— y vio justo cuando Rubia, engalanada con las
ropas holgadas de Ham, agachó la cabeza dubitativamente ante nosotros. Su
cara palideció de tantísimo color que hacía sobresalir el moretón rojo que
apareció de repente en su mejilla.
Siseé una maldición en voz baja y ceñí mi mano en un puño.
Caroline se cubrió la boca. —Oh Dios mío. ¿Zoey?
Las dos chicas se apresuraron uno a la otra, abrazándose con fuerza. Si
estuviera bajo cualquier otra circunstancia, podría haberme excitado un poquito
al mirarlas reunirse tan ansiosamente, y habría soltado un comentario de un
trío. Pero entonces Rubia arruinó el posible erotismo del momento al explotar
en lágrimas y sollozar sobre Caroline.
Mierda. Pobre niña.
Caroline levantó el rostro para quemarme con una mirada abrasadora. —
¿Quién hizo esto?
—Caine Jodido Belcher —dije—. Tenía su mano metida en los pantalones
de ella cuando los atrapé juntos. La habría… ya sabes, hecho esa palabra con V
si yo no me hubiera topado con ellos.
Rubia se estremeció y comenzó a atragantarse. Hice una mueca por
hacerla revivir el momento al sacarlo a colación. Se acurrucó más profundo en
Caroline, y ésta acarició su cabello y murmuró tranquilizadoramente al oído de
Rubia antes de levantar la mirada nuevamente.
—Belcher —repitió—. ¿El mismo chico que pasaba por todas partes las
fotos de Aspen desnuda?
Había solo una foto desnuda, pero alcé las cejas, impresionado. —Buena
memoria.
—Ese malnacido —pronunció con desprecio, viéndose lista para hallar a
Belcher y asesinarlo con sus propias manos. Entonces frunció el ceño y miró a
todas partes—. ¿Dónde está Quinn?
Cuando Rubia lloró incluso más fuerte ante la mención de su nombre,
miré con cara de enfado a Caroline antes de decir—: Una maldita buena
pregunta.
—No entiendo.
Frunció el ceño, desconcertada, así que la puse al corriente con la parte
de la historia donde Quinn nos atrapó saliendo de una habitación, viéndonos
como si acabáramos de follar.
—… y luego se marchó, la muy idiota de Rubia no fue tras él para decirle
lo que realmente había sucedido; solo quería que él le creyese por sus propios
medios, así que lo persiguió para decirle prácticamente nada, por lo cual la botó
y se marchó… de nuevo.
—Oye, no le digas idiota —regañó Caroline, abrazando a Rubia con más
fuerza—. Casi fue violada. Creo que tenía permitido tener un cerebro idiota en
el momento.
De acuerdo, podría tener razón. Gruñí un poco en voz baja y me pasé los
dedos por el cabello.
Caroline suspiró y levantó su teléfono con una mano mientras que
continuaba sosteniendo a Rubia con la otra.
—Buena idea —dije, chasqueando los dedos—. Tú intenta localizar a
Ham. Tal vez te contestará. Ha estado ignorando todos mis intentos.
—No llamo a Quinn. Estoy llamando a Noel.
Fruncí el ceño. Odiaba estar cerca de ellos dos juntos. Tenía que
comportarme cuando Gamble estaba presente, vigilando cada movimiento que
yo hacía cerca de su hermana.
—Y a Asher —agregó después de un momento, haciéndome poner una
cara de enfado aún peor.
—¿Hart? ¿Por qué mierda estás llamando a Hart? —¿Cuán cercanos se
habían vuelto estos dos? Si él no había respetado mi petición de quedarse lejos
de ella, le rompería la cara. Eso es todo lo que había.
—Vas necesitar a más de dos personas para contener a Quinn cuando se
entere lo que sucedió. Querrá asesinar a Belcher.
Me reí, cuando por dentro en realidad me estremecí de celos. —Oh, ¿y
crees que Hart tiene la clase de músculos para ayudar a reducirlo? Es un
maldito cantante.
—Es un buen hablador. Quizás pueda hacer entrar en sentido a Quinn
antes de que haga demasiado daño.
En mi opinión, Quinn necesitaba hacer algún daño serio. Yo iba a ser
atormentado por un buen tiempo por la imagen de una Rubia llorando en tanto
intentaba luchar para sacarse de encima a Belcher. Esperaba que Ham lo
golpeara en la maldita cara.
Pero lo que le dije a Caroline fue—: Oye, soy un buen hablador. He
convencido a tu hermano para no saltar de la cornisa más veces de las que
puedo contar.
Rodó los ojos y abrió la boca para responder, pero Zoey levantó su
rostro. —¿Puedo quedarme en tu casa esta noche? —preguntó a Caroline.
La sorpresa de Caroline sobre el pedido fue muy evidente.
—No puedo volver a lo de Cora. No después de lo que hizo.
Caroline me miró. —Espera. ¿Qué tuvo que ver Cora?
Fruncí el ceño y sacudí la cabeza; no tenía idea. Acercándome un poquito
y curioso sobre esa respuesta, tuve el mal presentimiento de que había más para
involucrar a Cora que solo en el robo de un par de teléfonos.
—Ella… —Otra lágrima bajó por la mejilla de Rubia. La limpió y sorbió
por la nariz—. Le pidió a él… le dijo que yo quería estar con él. Por eso fue a ese
cuarto, por eso… él…
—Espera un maldito segundo —dije un poco más bruscamente de lo
quería, porque mi voz hizo dar un respingo a Rubia—. ¿Estás diciendo que esa
puta perra le dijo a Belcher que te violara?
Asintió, haciéndome echar humo. —Sí, o al menos… algo así. Lo llamó
allí, y ella… ella sabía lo que él intentaría hacerme.
Curvé las manos en puños. —Voy a matarla. Mierda, voy a…
—No puedes. Ella…
—No me importa una mierda lo enferma que esté. Ningún ser humano
tan cruel merece vivir. Y no vas a darle tu riñón. Me rehúso absolutamente a
permitirlo. No después de esto.
—Espera, ¿qué? —interrumpió Caroline.
—Solo… —Suspiré y le agarré el brazo, instándola hacia la puerta—.
Lleva a Rubia a tu casa, de acuerdo. Nos haremos cargo de Belcher y la maldita
zorra.
—Pero…
Después de empujar a las dos chicas en el pasillo, las saludé con la mano.
Tenía un compañero que encontrar y personas inservibles que destruir.
Pero Rubia se detuvo y me miró con sus grandes ojos verdes y asustados.
—Vas a decirle, ¿verdad? Vas a contarle todo.
—Tiene que saber. —Pero me encogí de hombros a modo de disculpa
después de decirlo.
Asintió, y medio me sentí como la mierda por hacerla lucir tan triste. —
Solo… —Levantó la mirada de nuevo, matándome con sus ojos tristes—. Por
favor, hazle saber que lo siento. Que lamento no haberle dicho antes.
42 Traducido por Fany Keaton
Corregido por SammyD

Quinn
Noel, Asher y Ten me esperaban cuando abrí la puerta y entré a mi
apartamento.
Ten me miró de inmediato. —Hombre, no pensarás que me acosté con
ella, ¿cierto?
Mis hombros cayeron, y colapsé contra la puerta tan pronto la cerré.
Cerrando los ojos, empuño las manos a mis lados. Así que de esto va todo. Una
estúpida intervención de nuestros amigos para hacer que perdonara a Ten… de
nuevo.
—Le dije a Zoey que le creía —dije, aunque ya no sabía qué creer. Solo
sabía que no podía confiar en mis instintos.
Pensé que Cora sería fiel, que me amaba y quería que le pidiera que se
casara conmigo. Pero mira como me equivoqué. Luego pensé que Zoey era
inocente e incapaz de tal traición, salvo que todo lo que vi esta noche apuntaba
en dirección opuesta. Todavía no quería pensar nada malo de ella, pero… Dios.
Honestamente, no sabía qué pensar.
—Sé que ustedes dos no hicieron nada —dije, de todos modos.
Sobre todo, lo dije porque quería que me dejara en paz. Ya me sentía
bastante mal. Ya extrañaba a Zoey. Ya me debatí conmigo mismo un millón de
veces sobre si poner espacio entre nosotros fue el movimiento correcto o no. Tal
vez si la hubiera forzado a me dijera por qué estuvo sola en esa habitación con
un Ten sin camiseta, y por qué salió luciendo como si alguien la hubiera besado,
hubiéramos salido de eso de unas vez por todas. Juntos y terminado. Pero dejé
que la condición de Cora me llevara a no hacer preguntas y respetar la
privacidad.
—Bueno, casi parece que crees que lo hicieron —dijo Noel—. De otro
modo, ¿por qué rompiste con Zoey?
Abrí mis ojos y los miré. ¿Cómo saben sobre eso? —No rompí con ella —
dije de inmediato, aunque… mierda, tal vez lo hice. Solo sabía que necesitaba
espacio. Necesitaba enderezar mi cabeza, y no quería que Zoey quedara
atrapada en cualquiera de mis revolcones de despecho causados por Cora. Pero
tenía que alejarla, ¿cierto? Le pedí tiempo separados… justo después de verla
junto a Ten.
—Es seguro que Rubia piensa que rompiste con ella —dijo Ten.
—Tu chica no se centró mucho en los detalles sobre lo que sucedió esta
noche —añadió en voz baja Asher. Lo miré con el ceño fruncido. ¿Qué sabía él
sobre esta noche?
Noel arqueó una ceja. —¿Listo para escuchar lo que sucedió en serio?
Sí.
Pero negué con la cabeza.
Ten gruñó y avanzó amenazadoramente hacia mí. —Bueno, es una pena.
Escucharás de todos modos. La zorra, tu jodida ex novia, se enteró de que
follabas a Rubia, y le pidió al jodido Belcher que la ayudara en la fiesta de esta
noche.
Parpadeé, sin esperar escuchar eso. Para nada. Ni siquiera lo procesé al
principio. Por lo que sacudí la cabeza para despejarla. —¿Qué?
—Sí —siguió Ten—. Zorra le dijo algo sobre como Rubia tenía tantas
ansias de compartir sus hombres, que también debería probar a Belcher,
excepto que cuando dejó a Rubia sola con él, Belcher no quería de dejar de
“asustarla”, por lo que trató de jodidamente violarla cuando me encontré con
ellos.
—¿Qué? —dije un poco más alto esta vez. Ahora, sus palabras apenas
comenzaban a entenderse, pero aún no resonaban en mi cerebro. Me alejé de la
puerta, listo para golpearlo si bromeaba conmigo.
—Viste su ropa arrugada porque Caine Belcher acababa de tratar de
violarla, y me encontraba medio vestido porque me quité la camiseta y se la
ofrecí ya que la suya se rasgó, pero parecía más concentrada en encontrarte que
en aceptarla.
—Tú… —Ten pudo sacar un cuchillo y apuñalarme en el estómago y no
creo que me hubiera sorprendido o pulverizado tanto a como lo hizo esto. De
hecho, hubiera preferido que me apuñalara. De esa manera Zoey no estaría…
Vi rojo. Cada vena de mi cuerpo se convirtió en un enojado corazón
palpitante. Asesiné a Belcher dentro de mi cabeza cincuenta veces entre un
latido y el siguiente, y luego asesiné a Cora otras cincuenta veces.
—¿Dónde está? —Me oí respirando rápido. Sentí mis manos empuñarse,
pero me encontraba tan desconectado de mi propio cuerpo, que parecía como si
fuera más un observador que un participante.
—¿Cora o Zoey? —preguntó Noel.
Me refería a Zoey, pero dije—: Ambas.
—Caroline se llevó a Zoey a casa. Cora… —Ten se encogió de hombros—
. ¿Quién sabe?
—Iré a su apartamento. —Sabía dónde vivía. Después de eso, buscaría
donde vivía Belcher y también lo cazaría. Después de eso… no sabía. Quería ir a
donde Zoey, pero yo causé esto. Si ella y yo no hubiéramos salido, esto nunca
habría pasado.
Salió lastimada por mi culpa y luego la herí más y me alejé de ella.
La culpa clavó sus garras profundamente, irradiando ira, lo que casi me
hizo respirar fuego mientras miraba el suelo. ¿Cómo se atrevían a lastimar a
Zoey por mi culpa?
—Eh… antes de que te vayas. —Ten hizo una mueca, levantando una
mano hacia mí.
Me detuve y le envié otra mirada glacial. —Ni siquiera trates de
detenerme.
—Hombre, no lo haré.
—Te vamos a ayudar —añadió Asher—. Zoey es demasiado dulce para
ser tratada de esta manera.
Asentí, pero Ten todavía tenía su mano en el aire. —Lo juro, no te voy a
impedir que vayas tras esa puta, pero, eh… hay algo importante que tal vez
necesites saber sobre Cora antes de ir allí.
Por supuesto que lo había. Cora se hallaba llena de capas de secretos tras
secreto. Tal vez tenía tantos que ni siquiera ella sabía quién era la verdadera
Cora Wilder.
—Se encuentra, como, enferma. —Ten hizo una mueca y se encogió de
hombros—. Muy enferma. Como… muriendo.
Seguí mirándolo, esperando el chiste, pero cuando no dijo nada más,
parpadeé. —¿Perdón?
—De acuerdo, así que… —Levantó las manos, dejándome saber que
tenía que explicarme toda una historia—. Nunca confié en ella, ¿no? Cierto. Así
que, después de que follamos esa vez y me enteré que tú seguías saliendo con
ella, me dijo que no querías volverla a ver, pero no me encontraba seguro de si
podía creerle. Y no podía ir contigo y preguntarte, o te resultaría sospechoso y
averiguarías la verdad, por lo que empecé a como, no lo sé, seguirla, esperando
encontrarla con otro tipo. Y entonces te podría decir que te era infiel con él, pero
siempre era muy escurridiza como para atraparla. Aunque no lo era tanto con
su centro de tratamiento al que va tres veces por semana.
—¿Centro de tratamiento? —Sacudí la cabeza, confundido.
—¿Qué? ¿Es como una drogadicta? —preguntó Noel, tan aturdido como
yo.
Ten nos miró. —Tiene una insuficiencia renal.
Di un paso hacia atrás, sin esperar escuchar eso, para nada. De hecho,
probablemente era una de las últimas cosas que me imaginaba. Sabía que algo
pasaba con su salud, pero me inclinaba a pensar más como Noel, que hizo algo
para provocarse una enfermedad.
—Pero… no puede… ¿qué? —Retrocedí unos pasos más.
Con un gesto solemne, Ten siguió hablando—: Se encuentra bastante
mal, tanto que necesita una diálisis tres veces por semana para poder seguir
adelante.
—Etapa terminal —murmuré. Sacudí mi cabeza, y me fui desplomando
hasta hundirme en el sofá—. Eso es solo…Eso ni siquiera puede ser posible. Lo
sabría. ¿Cómo no podría saber algo así? Y p-p-por qué ella…
Pero sabía que algo sucedía con ella, que me ocultaba cosas. Cubriendo
mi boca con una mano, miré a mi compañero de habitación.
—¿Por qué no me diría una cosa como esa? —Pensé en el hecho de que
ocultarme esto era más un insulto que enterarme que me engañó.
Ten suspiró y pasó una mano por su cabello. —Creo que se necesita una
persona muy egoísta para entender por qué querría mantener eso en silencio,
pero lo entiendo.
—Entonces, por favor —grité—, explícamelo. —Porque no lo entendía
para nada. No entendía nada de esto. La Cora Wilder con la que empecé a salir
meses atrás no era como la Cora Wilder que conocía ahora. ¿Cómo fue capaz de
ocultar este lado por tanto tiempo? ¿Y por qué?
Sociópata, me recordé. ¿Pero una sociópata con una falla renal?
Sujeté mi cabeza con las dos manos, porque oh sí, mis sienes palpitaban
como locas.
—La enfermedad es repugnante —dijo Ten—. Las personas estúpidas y
descuidadas como yo, como Zorra, miramos a la gente que tiene enfermedad
terminal con repulsión. Son débiles y repugnantes y deberían ser escondidos de
la sociedad. Enterarse que es una de ella… —Se rió, sacudiendo la cabeza—.
Hombre, se halla en negación. No quiere que la gente vea que no es perfecta.
Quiere seguir siendo la abeja reina. No puede tener un defecto, o nadie la
seguirá. Así que lo esconde.
—¿Hasta a mí? —Tuve que preguntarle. Me sentía mal del estómago. Ten
tal vez se pudo haber clasificado a sí mismo en esa misma categoría con ella,
pero sabía que no pertenecía allí. En verdad no veía a las personas de esa
manera, sin importar lo mucho que quisiera que pensáramos eso.
Simpatía llenó sus ojos, dejándome saber cuánta razón tenía. Cora no me
sería simpática en ese momento. Pero Ten sí. —Especialmente a ti —dijo.
Asentí y dejé escapar un suspiro. —¿Y Zoey? —pregunté; mi voz salió
ronca porque pensar en ella ocultándome esto dolía más que Cora haciéndolo.
Y sabía que tenía que saberlo.
—Le va a donar uno de sus riñones en el trasplante —contestó Ten en
voz baja.
Cerrando los ojos, incliné mi cabeza. —Por supuesto que lo hará. —No
esperaría nada menos de ella. Y guau, ahora que lo pienso, esa es la razón por la
que Cora la trajo aquí. Me encontraba seguro de que Zoey se ofreció de forma
voluntaria para el trasplante; tal vez pensó que fue su idea por completo. Pero
Cora orquestó todo el asunto porque conocía a Zoey, y sabía que se ofrecería.
¿Cómo lo expresó Cora? Zoey haría cualquier cosa para mí, porque soy como,
no sé, su dios, supongo.
Todo tenía mucho sentido ahora. Todas las veces que Zoey se sintió
culpable conmigo, incapaz de divulgar el secreto de Cora, sabiendo que quizás
afectaría mi relación con ella, porque seamos sinceros… si hubiera sabido por lo
que pasaba Cora, nunca habría roto con ella, sea una puta infiel o no. No se
encontraba en mi composición química ser tan cruel. Y Zoey sabía eso, porque
habría hecho lo mismo en mi lugar.
Cora tenía razón; Zoey y yo éramos iguales.
Me puse de pie.
Los tres chicos observándome saltaron con recelo como si esperaran que
me pusiera furioso y destrozara la habitación o algo.
—Así que, ¿qué harás ahora? —preguntó Noel.
—Voy a ir allí y sacaré las cosas de Zoey del apartamento. Tal vez donará
su riñón, pero eso no quiere decir que tiene que vivir con ella otro día. La alejaré
lo más que pueda de la perra loca.
—Hombre, ¿todavía crees que le donará su riñón? —preguntó Ten,
incrédulo—. ¿Después de lo de esta noche?
Asentí. —Sí. Lo hará. —Porque lo haría si fuera ella—. ¿Vienen conmigo
o no? Me tomará un par de viajes mover todas sus cosas.
Zoey
—Ese era Noel.
La voz de Aspen en la otra habitación me hizo sentar. Caroline me llevó a
la cama hace una media hora. Luego se acomodó a mi lado y puso una película
en su laptop. Era aficionada a las comedias románticas de los ochenta. Pero esta
noche, no me importaba si Baby fue dejada en la esquina o no2 . No me podía
concentrar en nada, excepto el timbre del teléfono unos minutos antes, o en
Aspen, cuando apareció en la puerta para llevarse a Caroline al pasillo para
tener una conversación en voz baja.
Moví mis sábanas y me acerqé hasta la puerta para escucharlas.
—¿Quinn llegó a casa finalmente? —preguntó Caroline.
Cerrando los ojos, aguanté la respiración y esperé la respuesta de Aspen.
—Sí. Y ahora van de camino al apartamento de Cora para…
—¡No! —grité, saliendo al pasillo—. ¡No puede! —Quinn no podía
lastimar a Cora, sin importar que.
—¡Zoey! —Aspen colocó una mano sobre su corazón—. Me asustaste. No
pensé que estuvieras….
—Tenemos que detenerlo. —Sujeté el brazo de Caroline y empecé a tirar
de ella—. No puede tocar a Cora. No puede lastimarla.
—Zo… —Trató de resistirse, pero no iba a aceptar eso.
—Tenemos que irnos. —Por lo que fuimos. Aspen se quedó en casa con
los hermanitos de Noel, que dormían. Pero Caroline me llevó al apartamento de
Cora.
—Allí está la camioneta de Oren —murmuró, cuando nos detuvimos en
el estacionamiento.
—Y la de Quinn —pronuncié con pavor. Me retorcí las manos, esperando
que no hubiera hecho nada de lo que pudiera arrepentirse, porque si sabía
sobre Cora, definitivamente lo lamentaría. Y yo que pensé que Ten le contaría
sobre la enfermedad.
Mientras corríamos hacia la puerta principal, Henry la mantuvo abierta
para nosotras. —Buenas noches, señorita Blakeland —dijo con su omnipresente
alegría—. Seguro que hay muchas visitas en su apartamento esta noche.

2
Se refiere a una escena en la película Dirty Dancing, del 1987, donde el protagonista busca
a “Baby” en la mesa de sus padres y les dice “Nadie pone a Baby en la esquina”.
Pensé que se refería a Quinn y Ten, y posiblemente también a Noel y
Asher. No tenía idea de que alguien más se hallaba allí hasta entré por la puerta
principal, con Caroline siguiéndome los pasos.
Cuando la visita que no esperaba se giró hacia mí, me detuve en seco. —
¿Señor Wilder?
¿Qué hacía el padre de Cora aquí?
La sala se quedó en silencio y él se puso serio. Una Cora con la frente
arrugada se desplomó en la entrada del pasillo y malhumorada se cruzó de
brazos —vistiendo, espera, ¿era esa mi camiseta de dormir?— mientras Quinn
se sentaba en el sofá con su rostro entre sus manos. Asher, Noel y Ten parecían
montar guardia a su alrededor. Los tres me miraron con expresiones simpáticas.
—¿Qué sucede? —pregunté, aunque me encontraba bastante segura de
que ya sabía la verdad. Si Ten no le dijo, el padre de Cora sí.
Debía odiarme en este momento.
Pero levantó su rostro y me miró, pero no vi odio. Solo vi desesperación.
—Ella no lo sabe —dijo, sin hablarme a mí, sino a la habitación en
general—. Alguien tiene que.
Un segundo. ¿Qué? Ya sabía sobre Cora. No podría hablar de eso; debía
saber que ya tenía conocimiento sobre su falla de riñón.
¿De qué hablaba?
Di un paso hacia atrás, y me golpeé con Caroline, quien inmediatamente
sujetó mi mano y la apretó.
Volviendo mi atención a Cora y su padre, sacudí la cabeza. —¿Decirme
qué?
Cora sorbió y rodó los ojos. —Estoy aburrida. Me voy a la cama.
Mientras se giraba, Quinn se puso de pie y dio un paso en su dirección.
—No vas a ningún lado.
Su tono duro y mirada penetrante me hizo saltar. Nunca lo había visto
tan furioso.
Al parecer, tampoco Cora, porque le hizo caso a su orden y de mala gana
regresó.
—Di. Le —ordenó Quinn.
Pero el señor Wilder levantó la mano, haciendo una mueca. —Cor…
Ignorándolo, Cora me miró y siseó—: Nueve meses antes de que
nacieras, mi padre folló a tu madre.
43 Traducido por florbarbero
Corregido por Dannygonzal

Quinn
Media hora antes…
Henry nos recibió en la entrada del edificio de Cora. Le di una
respetuosa inclinación de cabeza, dándome cuenta de que probablemente era la
última vez que lo vería, porque una vez que sacara de aquí las cosas de Zoey,
no planeaba acercarme jamás a este edificio.
—Buenas tardes de nuevo, señor Hamilton. ¿Encontró a la señorita
Zoey?
—Sí —murmuré al pasar. Y entonces cometí el error de alejarme y
lastimarla.
Henry miró con curiosidad a Noel, a Asher, y a Ten cuando me siguieron
al interior, pero no dijo nada acerca de su presencia.
Una vez que los cuatro estuvimos en el ascensor, esperando llegar al
octavo piso, Noel me miró. —Así que, ¿qué le vas a decir?
No quería decirle nada a Cora. Ni siquiera quería mirarla, pero sabía que
no sería capaz de entrar a la habitación de Zoey para conseguir sus cosas sin
pasar más allá de ella.
—No sé —admití.
—Bueno, sé lo que yo quiero decirle —comenzó Ten, pero levanté una
mano en señal de advertencia y le lancé una mirada.
—Me encargaré de ella. Ninguno de ustedes dirá una maldita palabra.
Ten abrió la boca para discutir, pero al siguiente instante, el ascensor dejó
escapar un tilín y se detuvo, dejándonos en el octavo piso. Lo ignoré y también
a los otros dos mientras marchábamos al 8E. Luego tuve que hacer una pausa
frente a la puerta de Cora y pasé las manos por mi cara para tranquilizarme
antes de llamar. Debería improvisar en este gran momento, porque todavía no
tenía ni idea de qué decir.
Aún quería lastimarla, envolver mis manos alrededor de su cuello y
nunca dejar de apretar. Pero iba a ser civilizado. Por lo menos, lo iba a intentar.
Cora abrió la puerta, vestida con la camisa de dormir de Zoey, la que cae
de un hombro y expone su piel cremosa y perfecta. Le gruñí. Lo civilizado
escapó por la ventana. Verla usando la ropa de Zoey me hizo perder los estribos
de nuevo. Además, mi piel se estremeció por la espeluznante representación de
la película Single White Female que hacía ella. Cuando sacó su pecho tan pronto
como me vio, mostrando que no llevaba sujetador, reí.
—Eres patética —no pude evitar decir.
Abrió los ojos para responder, pero un Ten sorprendido explotó detrás
de mí. —¿Qué carajo te pasó en la cara?
Cora lo miró más allá de mí. —No es de tu incumbencia. —Entonces
parpadeó hacia mí—. ¿Qué haces aquí?
Le avergonzaba el moretón. De repente me di cuenta de cómo lo había
conseguido. —Zoey te lo hizo. ¿No?
Cuando Cora me volvió a mirar, supe que era verdad.
—Maldita sea —murmuró Ten como si estuviera impresionado. Luego
me golpeó en el centro de la espalda—. Rubia da un ojo negro mejor que tú,
Ham.
No le hice caso. Mi mirada helada hizo que Cora diera un paso atrás. Ni
siquiera podía imaginar lo que le hizo a la dulce y pacífica Zoey para que
arremetiera así. —Me llevaré sus cosas —dije—. Ahora.
Cuando di un paso decidido hacia adelante, salió de mi camino con un
chillido. Un segundo después, Noel, Ten y Asher aparecieron detrás de mí;
Cora resopló como si estuviera poco impresionada, a pesar de que pude ver en
sus ojos que se encontraba asustada. No estaba segura de cuánto podría
presionarme esta noche. En verdad Zoey debió haberla sorprendido luchando
con ella; y no sabía si yo también lo haría.
—Debí haber sabido que te contaría una triste historia sobre lo que
sucedió para que sintieras simpatía por ella —murmuró.
—Quieres decir, que debiste haber sabido que me diría la verdad —dije
inexpresivo antes de pasar junto a ella por el pasillo.
—¡Oye! —Me agarró del brazo—. No dije que podías ir allí.
Le resté importancia. —Detenme.
No lo hizo. Se limitó a resoplar mientras Ten, Noel y Asher me seguían.
Verla con la ropa de Zoey, me advirtió que había estado en su habitación,
pero aun así no esperaba lo que vi. La conmoción hizo que mi mandíbula
cayera cuando me detuve en la puerta abierta.
Toda la ropa de Zoey fue sacada del armario y los cajones. Habían sido
recortadas con tijeras o con cuchillo, algo afilado. También sus sábanas y sus
almohadas. Pero lo que se clavó en lo más profundo de mis entrañas fue ver el
estante sobre su cama desnuda. Todos los cuadernos llenos de las historias que
escribió ahora estaban esparcidos por la habitación, despedazados, por lo que el
lugar parecía como si estuviera cubierto de confeti.
—No. —Puse una mano sobre mi corazón, sintiendo la pérdida de las
preciosas palabras de Zoey como una puñalada en el pecho.
—Mierda —resopló Noel detrás.
Ten caminó a mi alrededor y entró en la habitación. —¿Qué carajo? —
Tomó el anillo de metal de un cuaderno, lo único que quedaba. Cuando me
miró, tragué.
—Sus historias —dije—. Ella escribió historias.
—Maldita sea. ¿Qué clase de jodido monstruo haría esto? —La sorpresa
en la voz de Asher me hizo girar justo a tiempo para ver a Cora enderezar sus
hombros indignada.
—Bueno, ¿qué puedes esperar que haga una chica cuando su novio y su
compañera de piso la traicionan?
—Tú... perra. —Comencé a caminar hacia ella sin pensar. Mis manos se
levantaron para envolverse alrededor de su garganta, y presionarla contra una
pared antes de que me diera cuenta de lo que sucedía. Sin embargo, me detuve
antes de hacer contacto. Mi rabia me asustó tanto que apreté mis manos
temblorosas en puños y las dejé a mis costados. Casi toqué a una mujer... con
ira.
Dios mío, ¿qué me pasaba?
—¡Por qué! —gruñí en su cara—. ¿Cómo pudiste hacerle esto? ¡Vino aquí
para salvar tu miserable vida!
A pesar de que me controlé, debí haber asustado a mis amigos. Sus
manos me agarraron por los hombros y me alejaron.
Dejé que lo hicieran, sintiendo alegría de saber que ellos me hubieran
detenido, y luego vergüenza de que casi tuvieran que hacerlo. Cora gimió y
empezó a llorar mientras se hundía en el suelo y se cubría la boca con manos
temblorosas. Quería resoplar ante su acto de inocencia, pero la culpa y el miedo
me asaltaron por ir tan lejos. Pasé las manos por mi cabello, respirando con
dificultad.
—Se lo merecía —gritó Cora—. Eras mío. ¿Cómo se atreve a tocar lo que
era mío?
Volví a sentir rabia. —No, no lo era. Habíamos terminado, y de todos
modos, nunca fui tuyo, no cuando tenías muchos otros chicos.
—Pero me compraste un anillo. Querías casarte conmigo.
—¿Qué? —escupió Ten con incredulidad.
Lo ignoré. Sacudiendo la cabeza, rodé mis ojos. —¿Primero que nada por
qué sugeriste la propuesta, cuando no eras fiel, cuando nunca planeaste serlo?
Desde el suelo, Cora me miró, sus ojos húmedos más llenos de odio que
de miedo. —¿Por qué crees? Puedo decir que ya sabes la verdad. Que preciosa
amiga es, Zoey te dijo que vino aquí para salvar mi vida, así que ya sabes que
me estoy muriendo. Solo quería experimentar todo lo que podía. Quería la vida
universitaria salvaje e ir de fiesta tanto como quería saber lo que sería planificar
mi propia boda perfecta.
Sacudí la cabeza. Guau. Hablaba completamente en serio. —¿Y pensaste
que podías tener ambas cosas?
Levantó un hombro y se deslizó por la pared, poniéndose de pie. —¿Por
qué no? Tengo derecho a vivir mi vida al máximo mientras pueda.
—No —disentí—. No cuando lastimas a otros en el camino.
—Supongo que eso demuestra lo diferente que somos tú y yo. Cuando
quiero algo, voy tras ello.
—En realidad, solo demuestra lo afortunado que fui al liberarme de ti.
Sacudió la cabeza. —Si piensas que Zoey alguna vez podría satisfacerte
tanto como yo, eres un iluso.
—Sí, eh. Soy el iluso. Lo que sea. —Me encontraba tan listo para terminar
de hablar con ella.
Me di la vuelta para encontrar que mis amigos ya habían empacado en
cajas algunas de las cosas arruinadas de Zoey. Las sacaban de la habitación, lo
que hizo que mi pecho se sintiera un poco aliviado. Me alegraba que estuvieran
aquí para ayudarme a no perder los estribos, para mantenerme orientado en mi
misión.
Tomé la caja que me entregó Asher y me dirigí al final del pasillo,
caminando junto a una Cora con la cara roja y furiosa, que parecía no poder
creer que la ignorara.
Metiendo la caja bajo el brazo, llegué a la puerta principal y la abrí,
deteniéndome cuando estuve a punto de chocar con un tipo parado allí con su
mano levantada lista para golpear. Parecía estar a mediados de sus cuarenta,
con el cabello gris y arenoso, alto y delgado, con ojos verdes… justo como...
—Amigo, ¿ese es el padre de Zoey? —preguntó Asher directamente
detrás de mí.
Parpadeé. Se parecía mucho a Zoey. La forma de la barbilla, el color de
sus ojos, incluso la pendiente de sus pómulos.
¿Qué tipo de providencia era esta? Mi sangre hervía con la necesidad de
hacer daño, de mutilar, ¿y aquí llegaba el hombre que atormentó a Zoey toda su
vida? Era el destino.
Volví a mirar a Cora que tenía los ojos abiertos, y se abrazaba a sí misma
como si tuviera frío... o como si supiera que todas sus mentiras se encontraban a
punto de volver y morderle el culo.
—¿Lo es? —pregunté.
Pero el visitante repitió—: ¿Zoey? —Como si estuviera conmocionado.
Echó un vistazo a mi alrededor hasta que vio a Cora—. Cora, ¿de qué está
hablando? —De inmediato su cara se volvió roja de la rabia—. Oh Dios. Dime
que no lo hiciste.
—¿No hizo qué? —pregunté, completamente confundido. ¿Quién era este
hombre?
Pero Cora se encontraba demasiado ocupada mirándolo como para
responderme. —¡Ella se ofreció como voluntaria! —exclamó.
—¿Cómo pudo siquiera saber lo que te pasaba? —gritó, dando un paso
más allá de mí, como si no estuviera bloqueando su camino, entrando en el
apartamento como si le perteneciera—. ¿No te prohibí terminantemente tener
contacto con ella después de que te graduaste de la escuela secundaria, cuando
te envié aquí para alejarte de ella?
Cora se encogió de hombros, luciendo solo un poco arrepentida. —Upss
—dijo
—Maldita sea, Cora. ¿Cómo pudiste desobedecerme así? Y no me digas
que tenías curiosidad por conocerla. Tuviste tres años para hacerlo. Sé que la
única razón por la que la trajiste aquí fue porque sabías que podría ser una
donante, ni siquiera finjas que no es así. ¿Cómo pudiste? Tu madre y yo te
enviamos aquí, porque alberga el mejor centro de tratamiento renal del
condado. Contraté a una enfermera para que te ayudara. Incluso tiramos de
cuerdas para elevar tu nombre en la lista de trasplantes. ¿Por qué tenías que ir
detrás de Zoey y arrastrarla a esto? Ya ha sufrido bastante por nuestra culpa.
—Oigan. —Di un paso entre ellos para llamar su atención—. ¿De qué
hablan? —No era el tipo de persona que se entrometía en una conversación,
pero esta noche no actuaba de forma habitual—. ¿De qué está hablando, Cora?
¿Y quién es él?
El hombre me miró, parpadeando, como si recordara mi presencia allí.
Luego notó a Asher, a Noel y a Ten con una mueca de irritación. Regresando a
mí, ya que fui quien habló, dijo—: Creo que la mejor pregunta es ¿quién eres tú?
Soy su padre, y si me entero de que eres el que le dejó ese ojo negro, te lo
aseguro, vivirás para lamentarlo.
—Yo no... —Un segundo. ¿Eh? ¿El padre de Cora? No esperaba que dijera
eso, aunque ahora que lo hizo, tenía sentido que hablara con ella de esa manera
autoritaria. Pero se parecía más a Zoey que a Cora—. Soy Quinn Hamilton —
dije. Nunca conocí al padre de Cora, nunca hablé con él por teléfono, pero
después de salir con ella durante tanto tiempo, estaba seguro de que al menos
reconocería mi nombre.
No lo hizo. Cora ni siquiera se molestó en decirle a su propio padre el
nombre del chico con el que salía.
Se volteó hacia Cora por una explicación, así que giré hacia ella por lo
mismo.
Ella resopló, encontrando a mi mirada. —Sorpresa. Follaste a hermanas.
—¿Qué? —dijimos el señor Wilder y yo al mismo tiempo. Nos miramos
el uno al otro, nuestras miradas llenas de acusación. Luego de nuevo a ella por
una aclaración.
—¿Zoey no te lo dijo? —me preguntó.
—¿Decirme qué? —gruñí, porque no había nada que contar. No podía
haberlo. Porque Zoey y Cora no eran... no podían ser... hermanas.
No. Simplemente no.
—Amigo, ¿hermanas? —le susurró Ten a Noel, sonando impresionado—.
Nunca he tenido hermanas.
Girándome hacia él, le grité—: ¡No son hermanas!
—Oh, sí, lo somos. —La sonrisa de Cora retorció mi estómago—. Medio
hermanas. Mi querido papá nunca pudo mantener sus pantalones puestos. Y
cuando la madre de Zoey comenzó a pavonearse a su alrededor, en el calor del
momento... bueno, ya sabes lo que pasa cuando no se utiliza protección.
—Cora —advirtió su padre, con voz baja.
—¿Qué? —Lo miró antes de volver a burlarse de mí—. Me sorprende
que Zoey nunca te lo dijera, Quinn. Parece ser el tipo de persona que no puede
guardar un secreto.
—Dios mío —murmuró el señor Wilder, luciendo enfermo del estómago
mientras retrocedía hacia la pared y apoyaba una mano contra ella—. ¿Entonces
ella lo sabe? ¿Por cuánto tiempo lo ha sabido?
Se lo preguntó a Cora, pero fui yo el que respondió. —Ella no lo sabe. —
No podía saberlo.
Detecté el sofá cercano, me hundí en él y dejé caer al suelo la caja con las
cosas de Zoey, a mis pies. Al menos dos personas me agarraron los hombros en
señal de apoyo cuando enterré mi cara en mis manos.
Pero, ¿cómo diablos ocurrió esto? ¿Zoey y Cora eran hermanas?
Cuando se abrió la puerta, no tuve que levantar la mirada para saber
quién entró. Podía sentir su presencia hormigueando en mi piel. Y luego su voz
vino a mí, llegando a mis oídos ese sonido encantador. Me alivió un suspiro de
agradecimiento, sabiendo que ella se encontraba cerca, mientras que en el
mismo momento, mis músculos se tensaron con pavor. Ella no tenía idea a qué
acababa de entrar, y no tenía forma de advertirle, no había manera de suavizar
el golpe.
—¿Señor Wilder? —dijo, claramente sorprendida por su presencia—.
¿Qué está pasando?
Solo oírla decir su nombre de esa manera y en ese tono me dijo todo lo
que necesitaba saber. Levanté la vista hacia ella, y supe que Cora había mentido
una vez más.
—Ella no lo sabe —dije cuando su mirada atrapó la mía—. Alguien tiene
que decirle.
Sabía que yo no podía. Cerré los ojos, incapaz de mirarla sin querer
lastimar o romper algo... o a alguien.
Pero también quería tirarla a mis brazos y sacarla de este apartamento,
de este lugar que le causaba tanto sufrimiento. Por otra parte, también tenía
miedo de acercármele. La violencia en mí se hallaba muy cerca de la superficie.
¿Y si le recordaba a su padre… eh, el hombre que la crió como su padre, y la
asustaba?
Cora trató de librarse de decirle, así que gruñí—: Dile.
El rostro del señor Wilder palideció con pánico. No estaba preparado
para que sus indiscreciones se dieran a conocer, pero Cora ya suspiraba y
murmuró—: Nueve meses antes de que nacieras, mi padre folló a tu madre.
Sorpresa llenó la cara de Zoey, pero noté que todavía no lo entendía.
Parpadeó varias veces, sacudiendo la cabeza. —¿Perdón?
Pero entonces Caroline, a quien ni siquiera noté entrar con Zoey y que
sostenía su mano, jadeó. —Dios mío.
Zoey la miró, confundida. —¿Qué?
Caroline señaló el señor Wilder. —El papá de Cora se ve exactamente
como… tú.
Zoey se giró para mirarlo; él retrocedió un paso hasta que se topó con la
pared. Su rostro palideció y sacudió la cabeza. —Espera. ¿Qué? —Miró los
alrededores de la habitación, pero cuando su mirada se posó en mí, apreté mis
manos y me llevé el puño a la boca. Odiaba la expresión perdida en su rostro.
Todavía quería ir con ella, pero no estaba seguro de cómo me recibiría.
Había terminado con ella después de que casi fue violada. Tenía todo el
derecho del mundo a odiarme en este momento. Además la visión de la
garganta de Cora antes de que casi intentara estrangularla me arrastró. Era
demasiado violento para Zoey. Demasiado parecido al hombre con el que
creció.
Alejó su foco de mí, moviéndolo entre Cora y su padre. —Eso es... eso no
es posible. Mi padre es... mi padre es Ernest K. Blakeland.
El señor Wilder bajó la mirada, pero Cora resopló—: No. Ernest K.
Blakeland solo se casó con tu puta y traicionera madre. Él sabía que el bebé no
era suyo, pero no pudo descargar su ira contra tu mamá porque murió al dar a
luz, dejándote solo a ti para descargar su enojo.
—No —susurró Zoey, pero me di cuenta por el horror en su cara que
creía cada palabra. Sacudió la cabeza—. ¿Por qué nunca me lo dijiste?
Cora echó la cabeza hacia atrás y rió. —¿Decirte qué? ¿Que nuestro papi
fue demasiado cobarde para reclamarte y arriesgarse a perder todo su dinero
porque sus fondos se encontraban atados al banco de Blakeland? Estaría en
ruinas si alguien se enteraba que era tu donante de esperma. Ni siquiera le
importó que me asegurara de que supiera que eras golpeada de manera regular.
No podía arriesgarse a perder sus inversiones. Ahora... siendo honestos. Si te
hubiera hablado de él, y hubieras visto cómo se preocupaba más por protegerse
a sí mismo que por salvarte, nunca habrías accedido a darme tu riñón. ¿No?
Zoey agarró su estómago y se hundió cerca de Caroline, quien envolvió
los brazos a su alrededor en apoyo. —Pero... pero... ¿por qué nunca antes me lo
dijiste? ¿Antes de saber sobre tu enfermedad?
Cora se encogió de hombros. —Nunca sirvió para mi propósito. Me
gustaba que no supieras la verdad.
Un sonido, mitad sollozo y mitad risa abandonó los pulmones de Zoey.
Miró a su padre biológico, que sacudió la cabeza y mostró un arrepentimiento
verdadero en sus ojos. —Zoey —comenzó con su voz llena de disculpa.
Pero ella levantó una mano. —No, no tiene que decir nada. Entiendo
perfectamente. Usted es tan egoísta e interesado como ella. ¿Y sabe qué? Me
alegro de que no intentara reclamarme. Creo que preferiría haber sido criada
con golpes a como lo fue ella.
Cora resopló y cruzó los brazos sobre su pecho. —Supongo que esto
quiere decir que ya no vas a darme ese riñón, ¿verdad?
Ese golpe bajo, derrotó la expresión en el rostro de Zoey. Pero a pesar de
que cada noticia parecía desanimarla, aun así enderezó la espalda y levantó la
barbilla. —Por supuesto que voy a dártelo. Dije que lo haría. A diferencia de ti,
soy honesta acerca de las cosas que digo.
Su mirada se encontró con la mía. Asentí en apoyo, más orgulloso de ella
de lo que nunca había estado. No estaba seguro de si podría haber sido mejor
persona en este momento y ayudar a alguien que me lastimó tanto como Cora
lo hizo. Pero de todas formas amaba su corazón increíblemente desinteresado.
Sin embargo el dolor se arrastró por su rostro mientras no dejaba de
mirarme. Se volteó hacia Caroline. —Ya he terminado aquí. —Se dirigió hacia la
puerta, pero algo en la caja que Asher sostenía llamó su atención.
Se detuvo y alcanzó uno de sus cuadernos deshilachados.
—No… —Di un paso hacia ella, pero ya había notado el desastre. Con un
suspiro, curvó de nuevo su mano contra su pecho. Cuando las lágrimas
llenaron sus ojos, no pude soportar su dolor—. Zoey. —Toqué su hombro, pero
se apartó y salió corriendo del departamento con Caroline pisándole los talones.
Sintiéndome rechazado, jadeé un suspiro antes de girarme lentamente
hacia los dos Wilder que acababan de destruir a mi Zoey. El padre de Cora
consiguió verse arrepentido, pero Cora levantó la barbilla, retándome a decir
algo.
—Si alguna vez hablas de nuevo con ella o conmigo…
—No tendrás que preocuparte por eso —dijo su padre cortándome, y
estrechando su mirada hacia Cora—. Tan pronto como se complete el
trasplante, volverá a casa... —Cora abrió la boca para protestar, pero él siguió
hablando sobre ella—... a menos que quiera que corte su mensualidad. —
Cuando ella se quedó sin aliento, él la miró a los ojos—. Recuerda, Cora. No
tienes ningún control sobre tu fondo fiduciario hasta que tengas treinta.
—Hijo de puta. —Las lágrimas de inmediato llenaron sus ojos—. Zoey
tenía razón. Creo que también preferiría haber sido criada por un idiota
abusivo. —Resoplando por la cólera, se dio vuelta y pisoteó hacia su habitación,
y cerró la puerta con fuerza.
Su padre nos miró a los hombres restantes. Lo miré, y se aclaró la
garganta. —¿Necesitan ayuda para llevar alguna de esas cajas? —preguntó.
44 Traducido por Jeyly Carstairs
Corregido por Laurita PI

Quinn
No sé cómo lo hizo, pero Ten se enteró dónde se encontraba Belcher
antes de que la noche terminara. Eran más de las dos de la mañana, pero no me
importaba. No conseguiría dormir hasta que ese bastardo pagara por lo que
había hecho.
Se había ido de la fiesta de los jugadores de fútbol y se hallaba en una
casa de fraternidad. Cuando lo encontramos, tenía la mano bajo la falda de una
chica. Ten me había puesto al corriente de algunos otros detalles en el camino,
enfureciéndome más cuando mencionó donde vio a Belcher poner las manos
sobre Zoey.
Esa mano que sacó de la falda de la chica cuando irrumpimos en la
habitación era lo primero que le rompería. La chica con la que se encontraba
ahora se veía borracha pero se reía, así que al menos a ésta no la forzó a hacer
nada. Lo que solo me enojó más. Entonces, ¿por qué trató de forzar a Zoey?
—Hola de nuevo, Belchie. —Ten sonrió alegremente y movió unos
cuantos dedos—. ¿Adivina qué? Encontré ese novio que más temprano
buscabas. Te acuerdas de Quinn Hamilton, ¿verdad?
Los ojos de Belcher se abrieron a medida que avanzaba hacia él. Trató de
arrastrarse fuera de la cama, pero se enredó con las sábanas y se cayó de
espaldas al suelo. Lo ayudé a levantarse, tirándolo del cabello.
—No sabía. No sabía —sollozó, levantando las manos en señal de
rendición—. Lo juro por dios, no sabía que era tuya.
—¿Así que eso te hizo pensar que tenías vía libre para besarla mientras
ella trataba de luchar contra ti, vía libre para golpearla, para poner tu maldita
mano bajo sus pantalones? —Agarré su muñeca—. ¿Esta mano?
Gritó cuando estrellé su mano contra la pared, luego gritó aún más fuerte
cuando lo siguiente que estrellé fue su cabeza. Recordé haber visto un moretón
en la mejilla de Zoey en el apartamento de Cora, así que me aseguré de que
Belcher tuviera más que unos pocos en sus mejillas. Ten me dijo que Zoey lo
pateó entre las piernas, pero no creía que un golpe en sus genitales fuera
suficiente. No era suficiente. Así que le di un rodillazo allí un par de veces antes
de clavar mi puño en su estómago. Solo cuando sus ojos rodaron detrás de su
cabeza y empezó a desmoronarse, lo golpeé una última vez en la mandíbula.
Pero eso no me calmó. Quería golpearlo más. Quería lastimarlo más. Bajé
la mirada a su cuerpo inconsciente caído a mis pies, y a mis nudillos agrietados,
sedientos de más sangre, de romper más huesos, de golpear su cuerpo poco
dispuesto.
Con la sangre rugiendo a través de mi sistema, me giré hacia Asher, Noel
y Ten, que simplemente se encontraban de pie atrás, viendo el espectáculo con
apreciación. —Eso no fue suficiente —gruñí.
Noel asintió en acuerdo.
Me llevaron a las instalaciones de atletismo de la universidad para sacar
algo de adrenalina y liberar algo de mi enojo. Levanté pesas, corrí unas vueltas,
me desquité con el saco de boxeo, pero me hallaba demasiado enardecido para
detenerme, anhelando golpear algo… a alguien.
Durante un tiempo, Noel y Ten mantuvieron el ritmo conmigo y
trabajaron a mi lado sin decir una palabra. Asher ni siquiera se molestó en
intentarlo. Acampó en el suelo, sacó su teléfono y comenzó a jugar algún juego
muy ruidoso.
Todavía trabajaba duro cuando Noel levantó las manos, pidiendo que me
detuviera. Se dejó caer en la pista cubierta, derrumbándose sobre su espalda, y
jadeando con fuerza. Ten se encontraba doblado sobre una pila de tapetes,
profundamente dormido, pero Asher aún jugaba a lo lejos en su teléfono.
—Hombre, tienes que parar o vas a colapsar.
No estaba ni siquiera cerca de colapsar. Pero, de todos modos, me senté
junto a él, deseando… no sé qué. Quería ver a Zoey. Lo único que sabía que
podía calmarme ahora sería tomarla en mis brazos y enterrar mi cara en su pelo.
Necesitaba el olor de su cabello, el calor de su aliento en mi cuello, la suavidad
de su piel bajo mis dedos.
Pero después de lo que le había hecho a Belcher y lo que podría haberle
hecho a Cora, después de saber que toda esa violencia se encontraba aún dentro
de mí, anhelando salir, tenía demasiado miedo de acercarme a ella. ¿Qué
pasaría si la asustaba? ¿Y si pensaba que era igual que Ernest K. Blakeland?
Además, ¿tenía que odiarme por alejarme de ella antes? Me encontraba
tan avergonzado; que ni siquiera sabía cómo empezar a disculparme por eso.
—¿Por qué no puedo dejar de querer hacerle daño a alguien? —No tenía
la intención de murmurar en voz alta.
Creo que Noel todavía jadeaba demasiado fuerte para oírme, pero Asher
levantó la cara.
Finalmente guardó su teléfono y se puso de pie de un salto, viéndose
bien despierto. Luego se acercó a sentarse con nosotros. —Hamilton —dijo con
un suspiro, poniéndose en una posición perezosa—. No eres tu padre.
Levanté mis cejas. —¿Qué?
Hizo un gesto hacia mi torso desnudo, hacía una hora que me había
quitado la camisa. —Tu espalda. Todas esas cicatrices. Te golpearon mucho al
crecer, ¿no? Bueno, mi padre también me golpeaba.
No esperaba que dijera eso, pero negué con la cabeza. —No. Mi madre lo
hizo. Nunca conocí a mi padre. —Mi mamá tal vez ni siquiera sabía quién era.
Asher solo agitó una mano indiferente. —Mamá, papá, cualquiera. Mi
punto es el mismo. No eres ella. No somos su continuación. La violencia de tu
madre no se encuentra dentro de ti, y lo que acabas de hacer esta noche no tiene
nada que ver con ella. Hiciste toda esa mierda para proteger a alguien que
amas, para conseguir justicia para tu chica, no porque seas un idiota enojado
que quiere atacar a la primera persona en tu camino.
Miedo brotó en mi estómago. —Pero, ¿y si Zoey piensa que soy así? Su
papá también la golpeaba. ¿Y si escucha lo que hice y piensa que soy como él?
Asher negó con la cabeza. —No lo creerá. Confía en mí. Para Zoey,
sostienes la luna. Te ama, hombre.
Me estremecí y desmoroné. —Quiero verla —admití. Me estuve diciendo
que me mantuviera alejado. Cada cosa horrible que le pasó fue por mí. Pero no
podía evitarlo. Tenía que verla—. Sé que no debería. Tal vez me odia, pero
solo… tengo que verla.
Noel asintió y apretó mi espalda mientras gemía y se arrastraba. —Te
llevaré.
Luego, Asher terminó retirándose, pero Ten y Noel vinieron conmigo a
la casa de éste último. Encontramos a Zoey acurrucada en la cama de Caroline
con la cabeza en su regazo, mientras una adormilada Caroline sentada contra la
cabecera de la cama acariciaba los largos mechones rubios de Zoey. Me quedé
en la puerta, simplemente viéndola dormir en posición fetal, como si tratara de
escapar de todas sus inquietantes pesadillas. Entonces, gimió y empezó a llorar
en su sueño.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas. Mi pecho se sentía como si
estuviera en llamas. Caroline murmuró unas palabras para apaciguarla, y Zoey
se calmó, pero yo no lo hice. Ahogué un sollozo y miré hacia cada lado, a Noel
y a Ten.
Ten fue lo bastante fuerte como para mantenerse alejado de Caroline a
pesar de que la quería. Sabía que no era bueno para ella, al igual que yo no era
bueno para Zoey. Siendo Cora su hermana, mi pasado con mi primera novia
siempre estaría allí entre nosotros. No necesitaba poner ese tipo de drama en la
vida de Zoey. Yo había causado esto.
Pero no importaba, por mucho que me ordenaba alejarme y dejarla en
paz, no podía hacerlo. Zoey me enseñó lo que era el amor verdadero, y no había
manera de que pudiera abandonar eso. Tal vez, podría conseguir que me
perdonara.
Me acerqué y me metí en la cama de Caroline, tomándola en mis brazos.
Caroline me envió una cansada y agradecida sonrisa y se bajó de la cama
para ir a dar un abrazo a Noel. Luego, los tres salieron por la puerta.
Zoey se agitó, hundiéndose en mí y colocando su oreja contra mi
corazón. —Quinn —murmuró adormilada.
Besé su cabello y acaricié su espalda. —Estoy aquí.
—Te amo —murmuró somnolienta. No sabía seguía demasiado dormida
para saber qué decía o si honestamente sabía que me hablaba a mí. Pero las
palabras, de todos modos, se movían en mi interior.
—También te amo. Zoey Alaina Blakeland, soy tuyo; con cada latido de
mi corazón. Y lo siento mucho por todo.
Sus ojos se abrieron antes de mirarme. —No tienes nada que lamentar.
—Sí, lo tengo. Esta noche me alejé cuando no debí hacerlo hecho. Me
alejé sin darme cuenta de que te sucedió algo horrible.
—¿Le diste una paliza a Belcher? —preguntó.
Rocé con mis dedos, delicadamente, el moretón en su mejilla. —Sí. ¿Eso
te molesta?
Negó con la cabeza. —No. Me… me alegro. Gracias. No… no me gusta
ese tipo.
Sonreí y presioné mi frente contra la suya. —A mí tampoco.
—¿Estará por algún un tiempo muy adolorido?
—Sí —repetí—, lo estará.
Levantó la mano hacia mi mejilla. —Gracias.
Cerré los ojos e inhalé su increíble aroma. —¿Significa que me aceptas de
vuelta?
—Si aún me quieres.
Posé mis labios suavemente contra los suyos. —Siempre te he querido, y
siempre te querré.
Zoey
Me desperté sola en la cama de Quinn. Su olor flotaba desde las
almohadas y las sábanas, y eso me hizo sonreír.
Anoche, casi me había dormido en sus brazos en la cama de Caroline,
cuando desde algún lado, la voz de Ten dijo—: Bien, recógela y tráela con
nosotros, ya. Estoy cansado como la mierda. Vamos a casa.
Quinn sonó divertido cuando su respuesta retumbó a través de su pecho
y en mi oído. —¿No te vas a oponer a que se quede en nuestro apartamento?
A cambio, Ten sonó confuso y un poco ofendido. —¿Por qué me
opondría? Es tu primera novia real. Sería un movimiento de mierda y estúpido
de mi parte impedir que tu mujer se quede en nuestra casa.
Quinn se limitó a reír antes de recogerme. Cerré los ojos, envolviendo
mis brazos alrededor de su cuello, acurrucándome contra él.
Y ahora, me encontraba sobre su colchón, dónde me depositó antes de
que se metiera debajo de las sábanas conmigo y me sostuviera toda la noche.
Me estiré y miré alrededor, no queriendo moverme en realidad, pero con
ganas de encontrar a Quinn más de lo que quería quedarme quieta. Me senté y
empujé las sábanas de mi regazo antes de estirar la camisa de Quinn que me
puse para dormir lo suficiente como para cubrir la parte superior de los muslos.
Tan pronto como fui a ponerme de pie, la puerta de la habitación se abrió un
poco. Quinn se asomó.
—Hola —dije, brillando desde adentro.
Entró en la habitación, llevando un vaso de jugo. —Hola. Estás despierta.
Cuando asentí, me acercó el vaso. —Toma. Te he traído algo de beber.
Ten dijo que se encargaría del desayuno.
Hice una pausa a mitad de mi primer trago para mirarlo con sorpresa. —
¿Ten cocina?
El hoyuelo de Quinn apareció cuando sonrió. —No. Pero lo comprará.
Volverá con donas.
—Oh. —Vacié el resto de mi vaso antes de colocarlo en la mesa de
noche—. Donas, suena bien. —Mis manos se deslizaron hasta mi regazo
mientras lo miraba. Sabiendo lo mucho que teníamos que hablar, de repente me
sentí insegura de por dónde empezar—. Así que…
Se sentó a mi lado y puso su mano sobre mi rodilla desnuda. —¿Cómo te
sientes? —Su voz se abría paso en mi interior, una plegaria y un
agradecimiento.
Levanté la vista hacia él. La preocupación en sus ojos me hacía sufrir.
Negué con la cabeza. —No lo sé —respondí con honestidad.
Sus labios temblaron con diversión. —Sí. Creo que me siento más o
menos igual.
Me volvía loca que fuera tan cortés. Necesitaba saber que tan enojado
seguía conmigo.
—¿Estás molesto porque nunca te lo dije? —solté, solo para morder la
esquina de mi labio—. Acerca de Cora, quiero decir.
Dejó escapar un suspiro tembloroso, y rozó su mano sobre mi rodilla
antes de pasar sus dedos hasta mi muslo, donde tomó mis manos de mi regazo
y las agarró con delicadeza.
Su voz era suave, sin una pizca de malicia cuando murmuró—: ¿Qué fue
lo que una vez me dijiste? No era tu secreto.
Fruncí el ceño y sacudí la cabeza. —Pero esto… esto nos afectó. A ti y a
mí. Nunca la habrías dejado esa noche si hubieras sabido que se encontraba
enferma, ¿verdad?
Sus increíbles ojos azules contenían una disculpa cuando se encontraron
con los míos. —No lo sé. Tal vez no. Por otra parte, mis sentimientos por ti eran
bastante fuertes. Sinceramente no sé cuánto tiempo podría haber continuado
negándolos y quedándome con ella. Manteniéndome lejos de ti.
Con un asentimiento, levanté mis hombros. Me sentí bien al oírle decir
eso, pero… —Los hubieras negado para siempre —le dije con completa
seguridad—. Porque eres ese tipo de persona. Ser un buen y honorable hombre
vale más para ti que tu propia felicidad. —Le envié una sonrisa que le ayudara
a saber que respetaba eso—. Nunca hubiéramos estado juntos si te hubiera
dicho la verdad hace mucho tiempo.
No regresó mi sonrisa. En cambio, pareció desinflarse. —¿Me preguntas
si me arrepiento de lo nuestro?
—No. —Inmediatamente negué con la cabeza, pero luego cerré los ojos y
bajé la cara—. No lo sé. No creo que pueda soportar tu respuesta si te pregunto
eso.
Se acercó más. Sentí el calor de su cuerpo penetrándome, y la calidez de
su aliento cuando bajó su cara para hablar en mi oído. Entonces le oí alto y claro
cuando susurró—: No lo hago. No me arrepiento de estar contigo. —Besó mi
frente con suavidad.
Bueno, había llevado razón. No podía soportar su respuesta, a pesar de
que era la que quería escuchar. La culpa, el anhelo y el amor rasgaron mi
interior. Doblé mis hombros y de inmediato comencé a llorar.
—Pero soy su hermana. Su hermana. —Todavía no podía creer esa parte.
Los fuertes brazos de Quinn me envolvieron y me aplastaron contra su
pecho. —No me importa. —Su palma acunó mi rostro, me acercó a él, descansé
mi pecho sobre su corazón y escuché el rítmico sonido de los latidos en su
interior, mientras lágrimas silenciosas corrían por mi cara.
Envolví los brazos alrededor de su cintura y agarré un puñado de la
parte de atrás de su camisa mientras me acunaba y me dejaba llorar sobre él.
Era cálido y familiar. Egoístamente engullí el momento, inhalando su aroma
picante, memorizando el ritmo de su corazón, absorbiendo la mayor cantidad
de su calor que pude robar. Me encantaba abrazar a este hombre.
Pasó sus dedos por mi cabello y apartó las hebras sueltas de mi cara. —
¿Mejor?
Asentí contra él, poco dispuesta a romper el contacto. —Sí. Gracias. —
Levanté la mirada y sonreí a través de mis pestañas mojadas, sabiendo que no
merecía tanto cariño de su parte.
Pero, de todas formas, simplemente siguió dándomelo.
—Tengo algo para ti. —Se movió y lo vi inclinarse a un lado de la cama
para recoger algo del suelo. Cuando levantó un familiar, andrajoso y viejo
cuaderno, mi boca se abrió.
—¿Cómo…?
—Es el que tomé prestado, ¿recuerdas? —Me entregó los pocos cuentos
que había dejado en el delgado cuaderno.
Lo tomé con reverencia.
Me envió una sonrisa triste. —Y ten… —Después, empujó una pequeña
memoria USB hacia mí—. Me tomé tanto tiempo para regresártelos porque lo
transcribí todo. Quería que también tuvieras un archivo electrónico. Seguía
preocupándome que los incendios e inundaciones los destruyeran, pero nunca
pensé que el huracán Cora lo haría… bueno, de todos modos… sé que no es
suficiente para compensar los que perdiste, pero… aquí tienes.
Ni siquiera pude aceptar la memoria USB; me encontraba demasiado
ocupada estallando en una nueva tanda de lágrimas. —Gracias —sollocé.
El hombre más dulce en la tierra se hallaba aquí sentado, dejándome
empaparle la camisa que me prestó para ponerme, y no había hecho nada más
que hacerle daño.
—Te amo tanto, tanto —balbuceé mientras lloraba, abrazando mi
cuaderno con fuerza.
Se rió en voz baja. —Estaba a punto de decirte eso a ti. —Tirándome
sobre su regazo, envolvió sus grandes y cálidos brazos a mi alrededor—. ¿Sabes
lo feliz que me siento de que llegaras a mi vida? Se siente como si no hubiera
empezado a vivir hasta ti.
Negué con la cabeza, confundida. —Pero yo…
Me besó, callándome. —Sé que hay mucho en contra de nosotros en este
momento, pero no me importa. Mientras te encuentres a mi lado, dispuesta a
aceptarme, estoy preparado para soportar cualquier cosa.
El amor explotó dentro de mí. —Entonces, yo también.
Su sonrisa iluminó su hoyuelo. —Eso es todo lo que necesito escuchar.
Podemos hacer esto, Zoey. Tú y yo.
45 Traducido por Annie D
Corregido por Amélie.

Zoey
Me paré en las gradas del estadio de fútbol americano ESU para el juego
del campeonato de la división de Quinn y grité con el resto de los aficionados
rugiendo cuando Ten atrapó un pase de Noel y entró para un touchdown,
empatando el marcador con nuestros oponentes.
—¡Vamos a ganar, vamos a ganar, vamos a ganar! —cantó Caroline, casi
apretando mi brazo mientras saltaba a mi lado.
Todavía quedaban casi cuatro minutos para el final del juego. Cualquier
cosa podía pasar. Pero sí, tuve la sensación de que íbamos a ganar.
—Vamos, Ellamore —grité. Nuestras voces eran ahogadas por los otros
siete mil fanáticos gritando a nuestro alrededor, pero no nos importaba. Solo
nos hacía gritar más fuerte.
—¿Espera? ¿Por qué Noel está quedándose en el campo? —dijo una
confundida Aspen desde el otro lado de Caroline—. ¿No debería el pateador
estar saliendo para el gol de campo de un punto?
—Oh, mierda —murmuró un tenso Mason detrás de nosotras—. Van por
la conversión de dos puntos.
—¿Es eso malo? —preguntó Reese, aferrándose a su brazo porque
pensaba que tenía que ser malo.
—No es malo. Solo más riesgoso —le contestó Pick, frotando las manos
de arriba a abajo en los hombros de Eva como una especie de amuleto de la
buena suerte.
Miré alrededor a nuestro grupo y simplemente sonreí, sintiéndome
animada y esperanzada. Era agradable estar aquí con ellos. Desde que me mudé
con Ten y Quinn, y abiertamente salía con Quinn, me aceptaron sin ningún
problema, a pesar de que todos sabían quién era mi hermana y lo que hizo. Por
primera vez en mi vida, era genuinamente aceptada y bienvenida como uno de
ellos. Tenía amigos.
A mi lado, Asher se inclinó y murmuró en mi oído—: ¿Qué es una
conversión de dos puntos?
Me reí y comencé a señalar a los diferentes jugadores y a explicárselo,
pero Noel ya había pateado el balón y el plan comenzó. Olvidando mi
explicación, observé como le pasó el balón a Quinn, y este se sumergió en una
pila de defensores. Contuve la respiración, esperando con otras siete mil
personas para ver si cruzó la línea de los dos puntos extra.
Cuando un árbitro sacó las manos, indicando que los puntos no eran
buenos, Caroline se agarró la cara y se lamentó. —¡No!
En el otro lado de Aspen, sus dos hermanos menores gritaban con
decepción igual de fuerte.
—Está bien —les aseguré—. Está bien. Todavía estamos empatados.
Todavía había tiempo en el reloj para hacer más puntos, incluso si era el
momento para que el otro equipo tomara posesión del balón. Podíamos evitar
que anotaran y luego ir a tiempo extra para ganar.
Pero todavía quedaban tres minutos y medio, así que no me preocupaba.
Muchas cosas pueden pasar en tres minutos y medio.
Todos los jugadores, excepto uno, se levantaron y trotaron fuera del
campo para cambiar equipos.
—Alguien está herido —anunció Eva—. ¿Quién está herido?
Podíamos notar que era uno de nuestros jugadores por el color de la
camiseta. Inmediatamente escaneé el campo por el número de Quinn. Cuando
lo vi junto a Ten, solté un suspiro de alivio... hasta que una frenética Aspen
preguntó—: ¿Dónde está Noel? No veo a Noel en ninguna parte.
—Él es el que está herido —pronunció Caroline, de repente pálida.
Cogí su mano y ella le devolvió el apretón.
Aspen jadeó y de inmediato se cubrió la boca con las manos. —Oh Dios.
Oh Dios. Oh Dios.
Reese y Eva frotaban sus hombros solidariamente desde detrás cuando el
hermano de Noel señaló a éste cuando dobló la rodilla y los entrenadores lo
ayudaron a sentarse derecho.
—Oh, gracias a Dios —exhaló Aspen.
Pero me di cuenta que Noel no estaba completamente bien. Sus piernas
podían funcionar porque se puso de pie y todos aplaudieron mientras cojeaba
fuera del terreno de juego, pero su hombro se encontraba mal.
Para el próximo par de jugadas, la defensa ESU contuvo al otro equipo,
pero no lo suficiente para evitar que anotaran un gol de campo, colocándonos
tres puntos por detrás. Todo el tiempo, Quinn y Ten —que eran estrictamente
jugadores ofensivos— se arrimaron alrededor de Noel, donde se sentó en un
banco y tenía instructores trabajando a su alrededor.
Cuando llegó el momento para que la ofensiva tomara el campo de
nuevo, Noel, el mariscal de campo líder, no se unió a ellos. Un minuto y
cuarenta y ocho segundos permanecían en el reloj, y su suplente de reserva
tenía que intervenir por él. Quinn tenía que intervenir por él.
—Oh Dios mío —pronuncié, tapándome la boca cuando mi estómago al
instante comenzó a agitarse. Los campeonatos divisionales ahora descansaban
sobre los hombros de mi novio.
El teléfono de Aspen repicó. Ella revisó el mensaje de texto. —Es de
Noel. Oh Dios. Dice que piensan que se rompió la clavícula. Van a llevarlo al
hospital.
—Bueno, vámonos entonces —anunció Caroline—. Podemos encontrarlo
allí.
La familia de Noel e incluso Eva, Pick, Mason y Reese todos recogieron
sus cosas para irse. —¿Zoey? —preguntó Caroline, mirándome para saber si iba
a venir.
Pero sacudí la cabeza. Quinn acababa de ser empujado al lugar del
mariscal de campo en el momento más crucial de la historia. No podía dejarlo
ahora.
—Yo... me voy a quedar.
Asher tomó mi mano. —Me quedaré con ella y la llevaré una vez que el
juego termine.
Caroline asintió, y entonces se había ido, apresurándose para seguir a su
familia.
Subí la mirada a Asher. Me dio una sonrisa alentadora. —Así que, no sé
nada sobre fútbol americano, pero puedo notar que tu hombre acaba de ser
puesto en la mira, ¿cierto?
—Cierto —dije.
El receptor que atrapó en el despeje corrió hacia el balón, solo para
llevarnos a la línea de quince yardas. Me mordí las uñas cuando un grupo se
formó alrededor de Quinn y señalaba el siguiente plan de juego para ellos.
—Pero lo hará bien —le dije a Asher—. Lo hará genial. —Porque él era
genial en todo lo que hacía.
Asher apretó mi mano. —Sí, lo hará —concordó.
Me aferré a sus dedos, y la jugada comenzó. El balón fue dirigido a
Quinn. Su defensa se encargó de la línea defensiva para mantenerlos a raya, el
estruendo de cascos y hombreras haciéndome contener la respiración. Cuando
un apoyador defensivo se liberó y fue tras él, chillé con miedo, sabiendo que
estaba a punto de ser tacleado. Pero Quinn giró y lo esquivó de una, buscando
en el campo un receptor para atrapar un pase.
Ten se liberó con seguridad siguiéndolo. Tan pronto cuando estuvo libre,
Quinn extendió el brazo y lanzó el balón con un Ave María. Cuando aterrizó en
los brazos de Ten perfectamente, grité y salté. Ten aferró el balón a su pecho y
corrió unas diez yardas más antes de que fuera tacleado, pero yo seguía
saltando y gritando con entusiasmo. Salté hacia Asher y lo abracé antes de reír y
gritar un poco más. Sin embargo, después de esta gran jugada, todavía no
estábamos lo suficientemente lejos en el campo para intentar un gol de campo.
Y ahora solo teníamos treinta y ocho segundos restantes en el juego con el reloj
aún marcando, y sin tiempos libres para nuestro equipo.
Quinn tuvo que bajar el balón para detener el reloj, pero eso nos dejó con
solo dos intentos para llegar a diez yardas antes de que tuviéramos que patear.
—Puedes hacerlo. Puedes hacerlo. Puedes hacerlo —canté, observándolo
mientras golpeaba sus manos, rompiendo la escuadra. Tendría que lanzar, no
había tiempo para tratar de correr con el balón. Y todo el mundo lo sabía. Así
que la defensa cubrió todos los receptores. Quinn miró hacia Ten primero. Pero
lo rodeaban dos jugadores defensivos, impidiéndole atrapar algo. Por lo tanto,
Quinn buscó a otro receptor, pero ese chico tropezó y se cayó.
Nadie se encontraba libre.
La defensa se cerró en torno a él. Quinn esquivó a un chico tratando de
taclearlo y encontró una abertura, por la cual comenzó a correr. Oh Dios, iba
por eso.
Como él generalmente jugaba como ala cerrada, sabía cómo correr con el
balón. Y eso fue lo que hizo. Se liberó del grupo principal, pero un safety3
comenzó a ir por él y lo habrían agarrado si Ten no hubiera aparecido de la
nada y bloqueara al tipo, impidiéndole llegar a Quinn. De ahí en adelante,
corrió a toda velocidad a la línea de meta, donde hizo un touchdown y nos hizo
ganar el juego por el campeonato divisional.
Esta vez, incluso Asher gritó y saltó conmigo, compartiendo mi
entusiasmo. Bailamos en un círculo y rugimos con el resto de los fanáticos de
ESU. Nuestro equipo iba a jugar en el campeonato nacional por segundo año
consecutivo.

3Es el único modo de que un equipo que no tiene la posesión del balón anote puntos. Ocurre
cuando un oponente en posesión del balón es placado dentro de su zona de anotación.
—Vamos a ver si podemos interceptar a tu hombre. —Asher tomó mi
mano y tratamos de separar la multitud juntos, pero no había manera de salir al
campo con Quinn.
Así que esperamos afuera de las puertas por donde salía el equipo. Más
personas se reunieron, esperándolos también. Cuando Ten y Quinn salieron
juntos, sin sus cascos, con sus cabellos sudorosos pegados en la frente mientras
sonreían por su victoria, una multitud estalló en ovaciones.
Una fanática agarró a Quinn por el rostro y le estampó un beso en la
boca, pero él inmediatamente se apartó y le frunció el ceño. No podía siquiera
estar indignada; no culpé a la chica en absoluto por su entusiasmo y sus ganas
de un pedazo de él. Y ya que al instante se pasó el dorso de la mano por la boca
y miró a su alrededor hasta que me vio, solo a mí, bueno... las fanáticas podrían
tratar de llegar a él todo lo que quisieran. Sabía que él no estaba interesado en
ellas.
Este hombre era todo mío.
Su sonrisa creció. Pronunció mi nombre, o tal vez lo gritó, y no lo pude
escuchar a través de toda la gente. Mientras trataba de hacer su camino hacia
mí, la multitud se abrió para él y de repente, allí se encontraba, sus hombreras
haciéndolo más grande que nunca.
Me levantó y me hizo girar en un círculo antes de besarme con fuerza en
la boca. —Ganamos.
Riendo, le acaricié el rostro y toqué su hoyuelo. —Lo vi.
—¡Rubia! —Ten me arrancó de los brazos de mi novio antes de
envolverme en un abrazo aplastante—. ¿Has visto esa mierda? Somos tan
jodidamente increíbles.
Miró a su alrededor, buscando a más personas para abrazar, tal vez. Pero
cuando todo lo que vio conmigo fue a Asher, su rostro cayó. —¿Dónde están los
demás?
—Todos fueron al hospital por Noel.
Quinn asintió y atrapó mi mano. —Danos un minuto para cambiarnos e
iremos con ustedes.
Di un paso atrás hacia el lado de Asher, y Ten y Quinn dejaron que su
equipo los llevara a su vestuario.
Media hora más tarde, los cuatro entrabamos en la habitación de Noel,
donde todo el mundo ya estaba reunido alrededor de su cama. Nos detuvimos
cuando lo encontramos sollozando en el hombro de Aspen.
—Lo siento —le continuaba diciendo—. Lo siento mucho.
—¿Por qué te disculpas, bebé? —Apartó suavemente su cabello del
rostro—. Jugaste un juego increíble. Estoy tan orgullosa de ti.
—Nos hice perder el juego, una oportunidad en el campeonato nacional,
y no hay manera de que tenga la oportunidad de convertirme en profesional
ahora. ¿Cómo diablos voy a mantenerlos sin futuro?
—Tú sí tienes un futuro —regañó Aspen—. Eres un increíble hombre,
inteligente y talentoso. Serás capaz de hacer cualquier cosa aparte del fútbol
americano profesional que desees. Y no te atrevas siquiera a preocuparte por el
dinero. Si nos tenemos el uno al otro, siempre podremos resolver eso. Además...
—Se encogió de hombros—. Tenía miedo de que te convirtieras en profesional,
de todos modos. Estarías fuera de la ciudad en tantos juegos como visitante,
teniendo todo tipo de mujeres hermosas, por todo el país, tratando de entrar en
tus pantalones.
—¿Estás loca? —chilló—. Nunca te engañaría.
Cuando él la atrajo en un abrazo y besó cada uno de sus ojos cerrados
antes de besar su boca, me aclaré la garganta. —Y tampoco nos hiciste perder el
juego de hoy.
Caroline se quedó sin aliento. —¿Qué? ¿Ganamos? —dijo justo cuando
Noel y Aspen se separaron en sorpresa para mirarnos boquiabiertos.
Cuando Quinn, Ten, Asher y yo entramos en la habitación, Ten señaló
con su pulgar por encima del hombro a Quinn. —El señor Segundo Mariscal de
campo se liberó de la línea y corrió cuarenta y cinco yardas para un touchdown.
Vamos al campeonato nacional. De nuevo.
—Vas a... Mierda —exhaló Noel. Una sonrisa se dibujó en su rostro antes
de asentir con respeto a Quinn—. Así se hace, Hamilton. Sabía que podías
hacerlo.
—Lo siento —interrumpió una voz autoritaria detrás de nosotros,
haciendo que Quinn y yo nos separáramos y volteáramos para ver al hombre en
un traje de pie en la puerta—. ¿Es la habitación de Noel Gamble?
—¿Dr. Frenetti? —jadeó Aspen. Se alejó de la cama de Noel para fruncir
el ceño con curiosidad al señor mayor—. ¿Qué está haciendo aquí?
Él frunció el ceño con disgusto cuando encontró su mirada. —Aspen —
espetó, mientras su mirada se dirigió a Noel, que yacía pálido y sudoroso en la
cama con su brazo envuelto en un yeso—. Vine a ver si era cierto. Tu clavícula
está rota, ¿cierto?
Noel asintió. —Sí. —Sus ojos se estrecharon—. Pero de alguna manera,
no estoy sintiendo su preocupación.
El Dr. Frenetti mantuvo las manos detrás de su espalda. —Tuvimos un
acuerdo la última vez que hablamos, señor Gamble.
Con el ceño fruncido, Noel miró alrededor de la habitación a todo el
mundo reunido adentro. Su ceño confundido nos dijo claramente que no tenía
idea de lo que decía este Dr. Frenetti. Regresó su atención al hombre mayor. —E
hice lo que tenía que hacer. Me quedé en el equipo y nos llevé hasta aquí.
Sus labios se aplanaron en una delgada línea, decepcionado, el Dr.
Frenetti sacudió la cabeza. —Solo estuve de acuerdo a no exponerla —Hizo una
pausa para enviarle a Aspen una muy desagradable mirada—. Si ganabas el
campeonato nacional. Esto... —Extendió la mano para señalar la lesión de
Noel—. ... no es mejor que donde terminamos el año pasado.
Noel sacudió la cabeza. —No. —Miró a Aspen, su mirada desesperada.
Ella fue a su lado, y de inmediato le tomó la mano—. No puede hacer eso. Ella...
ya la despidieron. Ha estado fuera de allí por meses. ¿Cómo podría…? No es mi
culpa que algún imbécil me rompiera la clavícula.
—Y no tengo la culpa de que faltaras a tu palabra. Por la mañana, voy a
enviar tu historia a los tabloides.
—¿Qué? —gritaron juntos, Aspen y Noel.
Caroline agitó las manos. —Espere. ¿Qué? ¿Va a castigarla solo porque se
enamoró de mi hermano? ¿Qué tipo de imbécil…?
El resto de su diatriba fue amortiguada detrás de la mano de Ten. —Es
un muy poderoso imbécil, dulzura —le dijo lo suficientemente bajo para que solo
Quinn, Caroline y yo pudiéramos oírle—. El antiguo jefe de Aspen todavía
puede destruirla con solo unas pocas palabras en los oídos correctos.
—La estoy castigando —indicó el Dr. Frenetti—, porque rompió la política
universitaria y durmió con un…
—Oh, ¡mira qué hora es! —habló en voz alta Reese mientras colocaba las
manos sobre los oídos de Colton, mientras que a su lado, Eva estaba ocupada,
tratando de tapar los de Brandt—. Es hora de que saquemos a estos menores de
la habitación.
Pero los hermanos de Noel no iban a hacer nada de eso. Golpearon las
manos a un lado. —No voy a ninguna parte —dijo Brandt, mirando una y otra
vez entre Noel y el Dr. Frenetti—. Quiero saber lo que está pasando. ¿Qué hizo
Aspen que fue tan malo?
Preocupada por toda la familia Gamble, tragué saliva y busqué la mano
de Quinn. Subí la mirada hacia él mientras tomaba mis dedos. Encontró mi
mirada antes de dar un paso adelante y levantar una mano para llamar la
atención de todos.
—Aspen no hizo nada malo —le respondió a Brandt antes de voltearse
hacia el Dr. Frenetti—. Y este hombre no va a hacer nada para hacerle daño,
tampoco, porque Noel va a cumplir su palabra. El campeonato nacional está a
dos semanas, y aún vamos a ganar ese juego, ya sea que él juegue o no.
—¿Y quién crees que eres? —preguntó el Dr. Frenetti, mirando a Quinn
con un poco de censura grave.
Apoyándome al lado de mi hombre, apreté su mano y le sonreí con
orgullosa admiración. —Es Quinn Hamilton.
Los ojos del Dr. Frenetti se agrandaron. —Q-Quinn Hamilton, el mariscal
de campo de reserva que acaba…
—¿De ganar los campeonatos divisionales por nosotros? —dijo Ten con
una sonrisa—. Sí, ese sería él. Y soy Oren Tenning, por cierto. Y de ninguna
jodida manera vamos a permitirle que destruya a nuestro hombre Gamble. El
campeonato nacional está en la bolsa, y ganaremos.
—Debería regresar de donde sea que haya venido —dijo Quinn—,
porque Noel va a cumplir su parte del trato, lo que significa que debe mantener
el suyo también.
El antiguo jefe de Aspen no parecía saber qué decir a eso. Él tartamudeó
por un momento, mirando entre Ten, Quinn y Noel antes de decir—: Sera mejor
que ganen el campeonato nacional, o voy a hundir a esa puta.
—¿Cómo acabas de llamarla?
Mientras Asher, Pick, Mason y Quinn se apresuraron hacia la cama para
evitar que Noel arremetiera contra el Dr. Frenetti, Ten tiró su brazo alrededor
de los hombros del hombre mayor y le dio una sonrisa forzada. —Es bueno
saberlo, pero probablemente debería irse ahora.
Dirigió a la fuerza al Dr. Frenetti fuera de la habitación, y los otros chicos
empezaron a hablar todos a la vez para calmar a un Noel enfurecido. Me
acerqué a una pálida Aspen, pero Caroline, Reese y Eva ya se hallaban a su
alrededor y trataban de consolarla.
Ten entró de nuevo al cuarto, sin el idiota. Parecía completamente
despreocupado que su mejor amigo enloquecía en una cama y que Aspen
estuviera a punto de llorar. En cambio, se acercó a Asher y envolvió un brazo
amigablemente alrededor de sus hombros. —Hart, por el amor de Dios,
empieza a cantar o algo.
Asher lo miró como si estuviera loco. —¿Qué?
—Este es un buen día. Acabamos de ganar nuestro juego más importante
del año, Gamble no nos va a dejar por las grandes ligas después de todo, y su
mujer acaba de evitar convertirse en un escándalo. Así que, ¿por qué todo el
mundo está tan molesto? Deberíamos estar celebrando. Ahora, comienza la
fiesta con esa voz especial tuya que hace que caigan las bragas a la orden y
canta algo.
Asher sacudió la cabeza, pero después de un momento, sí comenzó a
cantar. Cuando Noel se dio cuenta de que cantaba “Everything’s Gonna Be
Alright” de Bob Marley, resopló y le tiró la almohada a Asher.
—Idiota. —Pero era obvio que Ten tenía razón, la canción ya calmaba el
temperamento de Noel.
Asher atrapó la almohada contra su pecho. Luego se acercó a Aspen, se
arrodilló delante de ella, y comenzó a serenarla por el resto de la canción,
lanzando la almohada por ahí con gesto triunfal.
Cuando alcé la mirada hacia Ten, que se encontraba a mi lado, le sonreí y
golpeé mi codo en el suyo. —Eso fue poco convencional, pero funcionó.
Me devolvió la sonrisa, orgulloso de sí mismo. Luego frunció el ceño y
sacudió su dedo amenazadoramente. —Si acaricias mi cabeza de nuevo y me
llamas un buen chico, voy a patear a Ham en las bolas para que no pueda
complacerte por lo menos durante una semana.
—Hazlo de todas formas, Zoey —dijo Pick con una sonrisa—. Hamilton
todavía tiene una lengua con la cual complacerte.
Gemí y enterré mis muy rojas mejillas en las manos. Este grupo tenía una
mente más sucia que cualquiera de los pensé que sería parte alguna vez, pero
me encantaba ser uno de ellos de todos modos.
—Oye, déjala tranquila —reprendió Quinn mientras venia hacia mí y
envolvía los brazos alrededor de mi cintura por detrás—. Nadie va a impedirme
complacerla en cada forma posible.
—Ahh. Ustedes son demasiado lindos juntos. —Reese le dio un codazo a
Eva y continuó meneando su cabeza y sacudiéndola de una lado al otro al ritmo
de la canción de Asher—. ¿No te dije que iban a acabar juntos el día que la
conocí?
Eva enlazó su brazo con Reese y se balancearon juntas. —Lo dijiste,
cariño. Así se hace.
Subí la mirada hacia Quinn y él me miró. Empezamos a sonreír de forma
simultánea, porque creo que los dos nos dimos cuenta que, de alguna manera,
también lo sabíamos. Nos encontrábamos destinados a estar juntos. Mientras
nuestros amigos seguían actuando locos y ridículos a nuestro alrededor, nos
inclinamos y nos besamos.
Epílogo Traducido por Ann Ferris
Corregido por Fany Keaton

Quinn
Cansado de esperar, demasiado preocupado, y removiéndome en mi
asiento porque mi trasero se entumeció, miré el antebrazo que había cruzado
sobre mi pecho. Tinta fresca me devolvía la mirada, sorprendiéndome de nuevo
porque tenía un tatuaje sincero.
Tracé asombrado el emblema Campeones Nacionales, mientras Ten me
codeaba desde su asiento a mi derecha.
—Sigo pensando que estás jodidamente loco por hacerte ese tatuaje. Lo
sabes, ¿verdad?
Con una sonrisa, negué con la cabeza. —Solo seguía la tradición. Todos
ustedes se hicieron sus tatuajes la noche antes del gran partido el año pasado,
así que tuve que hacerlo este año.
—Sí, y si hubiéramos seguido la tradición, habríamos perdido al día
siguiente, también.
—Pero no lo hicimos. —Ganamos el título de campeón nacional, y el Dr.
Frenetti mantuvo silencio sobre la relación de Noel y Aspen.
Ten resopló. —Sí, por suerte no perdimos.
Me encogí de hombros. —Teníamos una razón para ganar este año.
—Demonios, teníamos una razón para ganar el año pasado, pero no
pudimos sacar la cabeza de nuestros traseros.
—Teníamos una mejor razón para ganar este año.
Ten pareció pensar en eso antes de asentir. —Sí —acordó—. Gamble y su
mujer no tenían que convertirse en un escándalo nacional. Eso es seguro. ¿Y qué
pasa con estas malditas sillas de la sala de espera? ¿Es que deliberadamente
quieren que tu culo se muera mientras te sientas en ellas?
Sonreí. —No tenías que esperar conmigo.
Ten apartó la mirada y murmuró algo entre dientes. Golpeé la rodilla en
la suya como mi manera de agradecerle por quedarse allí de todos modos. Era
la víspera de navidad y todos los demás en nuestro grupo estaban en casa con
sus familias en este momento, celebrando las fiestas.
Sin embargo, me encontraba aquí sentado, porque esta fue la fecha que
Cora eligió de un puñado de opciones para recibir su nuevo riñón. La
preocupación me atravesó de nuevo. Ya habían estado en cirugía por más de
dos horas. ¿Cuánto tiempo más necesitaban para que la parte de todo el
calvario de Zoey terminara?
—¿Crees que todo va bien? —le pregunté en voz baja mientras miraba a
través de la habitación hasta donde el señor Wilder y su esposa, la madre de
Cora, estaban sentados, esperando noticias de ella.
—¿Rubia? —preguntó Ten con un bufido—. Diablos, sí, estará bien. Dios
no permitiría que algo malo le suceda a uno de sus ángeles.
Lo miré con sorpresa, porque lo que dijo no sonó como algo que diría él,
nunca. Pero entonces vi el destello de ansiedad en sus ojos, y me di cuenta de
que también se hallaba preocupado.
Él y Zoey se volvieron cercanos desde que se mudó con nosotros hace
dos meses. Él siempre encontraba la manera de convencerla de lavar su ropa o
hacer su desayuno favorito, y ella no solo toleraba su boca sucia y cruda, sino
que parecía adorarlo y le gustaba mimarlo. Actuaban casi como... hermanos.
Me sentía contento alegraba que se llevaran tan bien porque para mí,
eran lo más parecido a la familia. Zoey era mi otra media naranja, y Ten se
convirtió en el mejor amigo que nunca pensé que sería.
Antes de que pudiera responder al extrañamente dulce comentario de
Ten, el cirujano de Zoey apareció en la puerta de la sala de espera. Lo conocí
antes de que la pusiera bajo la anestesia. Recordándome, vino directamente
hacia mí. —Su cirugía salió bien.
El alivio me invadió, y Ten me palmeó la rodilla en felicitaciones. Al otro
lado de la habitación, el padre de Cora se puso de pie como si fuera a estirarse,
pero me di cuenta que quería escuchar el informe de Zoey. Entrecerré los ojos
hacia él y luego seguí escuchando la jerga técnica del cirujano hasta que dijo
que podíamos ir a esperar en su habitación y estar allí cuando fuera traída de
recuperación.
Esperamos un poco más de media hora antes de que la llevaran ahí. Sus
ojos lucían somnolientos y su cara un poco hinchada y pálida, pero su sonrisa
era todo para mí.
—Hola, tú. —Su voz era ronca y apenas un susurro, pero no me
importaba. Se encontraba viva y sonriente.
—Hola a ti. —Le tomé la mano y me senté a su lado—. ¿Cómo te sientes?
—Fría. —Sus dientes comenzaron a castañetear, así que Ten y yo
buscamos algunas mantas para taparla.
Metí la última suavemente sobre sus hombros. —¿Ya mejor?
Cerró los ojos y asintió con un suspiro. —Sí. Gracias.
Besé su frente y comencé a acariciarle el cabello detrás de la oreja. —El
doctor dijo que lo hiciste muy bien. Casi sin sangrado y sin complicaciones.
—¿Alguna noticia de Cora? —preguntó, sus pestañas revoloteando para
abrirse.
Negué con la cabeza. No me importaba lo que pasara con Cora o cómo
resultara la cirugía, pero entonces... Supongo que no quería que Zoey donara un
riñón, solo para que se fuera a desperdiciar y sea rechazado por el cuerpo de
Cora. Así que tal vez me importaba un poco.
—No. No he escuchado nada.
Zoey asintió comprendiendo, y su mirada se dirigió al otro lado de la
cama donde nuestro compañero de piso permanecía con las manos metidas en
los bolsillos.
—Ten —dijo ella y lentamente le tendió una mano con la vía pegada.
Él atrapó sus dedos. —Hola, Rubia. Me alegro de que no murieras. Se
habría vuelto un dolor en el culo vivir con Ham.
Su pecho se sacudió mientras se reía en voz baja. —Me imagino que lo
sería. —Su sonrisa se asentó en una mirada de adoración—. En serio nunca me
vas a llamar a Zoey, ¿verdad?
Ten se encogió de hombros. —Probablemente no. —Sus ojos se llenaron
de un dolor que nunca había visto en él. Apartando la mirada, murmuró algo
que sonó como—: Ese era el nombre de mi hermana.
La sonrisa de Zoey murió. —¿Era? —repitió.
Se aclaró la garganta y encontró su mirada antes de asentir. —Sí. Era. —
Con una mueca de dolor, negó con la cabeza. Luego se inclinó rápidamente y le
dio un beso rápido en la frente.
—Mejor me voy. Tengo una jodida cosa familiar que debería ir a sufrir
antes de que termine el día de fiesta. Solo... cuídate, ¿quieres? Y asegúrate de
que este idiota también te cuide.
—De acuerdo. —Zoey le soltó la mano y lo observó salir a grandes
zancadas de la habitación. Luego su mirada preocupada encontró la mía—.
¿Sabías que tenía una hermana, llamada Zoey, que murió?
Negué, tan conmocionado como ella. —No tenía ni idea de que incluso
tenía una hermana. —Mucho menos que su nombre había sido Zoey, o que hubiera
muerto.
—Pobre Ten. Me pregunto cómo fue capaz de hablar conmigo.
Una sonrisa iluminó mi rostro. —Fácil. ¿Cómo podría alguien no
hablarte? Eres un jodido ángel.
Resopló y rodó los ojos, pero la sonrisa que siguió me dijo lo mucho que
amaba los elogios. —Te amo —susurró.
Besé sus nudillos. —No tanto como yo te amo. En cierto modo, me alegro
de que hayas decidido a venir a Ellamore y donar uno de tus riñones, ya que te
trajo a mí.
—¿Sabes qué? —arrastró las palabras—, yo también. Gracias a Dios mi
media hermana es una bruja manipuladora y mala o nunca te habría conocido.
Juntos, nos reímos en voz baja. Descubrimos que encontrar una manera
de reír y hacer esto ligero era más fácil de soportar que la verdad fría y oscura:
Cora era un demonio, y Zoey siempre estaría conectada a ella.
Las pestañas de Zoey revolotearon, y sabía que necesitaba descanso. Iba
de decirle que durmiera un poco mientras la cuidaba, pero alguien llamó con
suavidad en el marco de la puerta abierta.
Era el padre de Cora. Me enderecé y me tensé indignado, pero el agarre
de Zoey en mis dedos me advirtió que me comportara.
—Hola —dijo simplemente, no le dio la bienvenida, pero tampoco le dio
la espalda.
—Hola. —Su mirada se suavizó mientras la miraba y dio un paso
vacilante en su habitación—. Entonces, veo que estás bien.
Zoey asintió. —¿Cómo está Cora?
Su boca se torció en una media mueca, media sonrisa. —También
sobrevivió a la cirugía. Hasta ahora su cuerpo ha aceptado tu riñón.
Los hombros de Zoey se aliviaron. —Bien.
Su padre biológico desvió la mirada y se aclaró la garganta. —Solo
quería decirte cuánto lo siento... por todo. —Cuando su mirada verde encontró
la de ella, sus dedos se sujetaron con más fuerza alrededor de los míos—. Si
hubiera sabido antes lo que hacía Cora, habría puesto fin a esa situación hace
mucho tiempo. Solo te puedo asegurar que no te molestará otra vez... —Su
mirada pasó hacia mí—. No los molestará a ninguno de los dos. Siempre tuvo
una fuerte voluntad y quería hacerlo a su manera. Al igual que su madre. Ha
sido un reto mantenerla moderadamente a raya. Y... —Suspiró y miró sus
manos, tocó su anillo de boda antes de seguir hablando—. Probablemente no
debería haberle permitido tanto contacto contigo cuando empezó la secundaria.
Sabía que terminaría tratando de controlarte. Lo hace con todo el mundo. Pero...
—Se medio encogió de hombros—. Supongo que también tenía curiosidad
sobre ti. Por favor créeme cuando te digo que no tienes que volver preocuparte
por ella. Si hay una cosa que escucha y respeta, es el dinero. Y como controlo el
suyo, puedo mantenerla alejada de ti.
—Gracias —dijo Zoey.
—Y acerca... acerca de Ernest. —Sacudiendo la cabeza, apartó la mirada
con vergüenza—. Me preocupó durante años, saber cómo te trataba. Pero mi
matrimonio y…
—No tiene que explicar nada —interrumpió Zoey, haciendo una mueca
cuando probablemente se tensó lo suficiente como para jalar algo que no
debería. Me moví para sacar el señor Wilder de su habitación, pero ella apretó
su agarre en mi mano, deteniéndome.
—No estoy orgulloso de mí mismo. Hay tantas decisiones equivocadas
que tomé. —La emoción inundó sus rasgos—. Pero Cora se equivocaba cuando
te dijo que tu madre y yo éramos solo una aventura casual. Tu madre era.... —
Cuando sus ojos se humedecieron, se aclaró la garganta
—Ella era buena y amable; me recuerda mucho a ti. Tal vez si hubiera
vivido... —Con un movimiento de cabeza, se aclaró la garganta de nuevo—. Sé
que es demasiado tarde para salvarte de lo que Ernest te hizo durante todos
estos años, pero puedo ayudar a mantenerlo lejos de aquí en adelante. He
acudido al investigador privado que contrató para encontrarte, y le pagué el
doble para asegurarme de que nunca seas encontrada.
Eché un vistazo a Zoey mientras las lágrimas llenaban sus ojos. —Yo... yo
lo agradezco.
El señor Wilder asintió. Respiró hondo y apartó la mirada. —Bueno... te
diría que me llames si necesitas cualquier cosa, pero entiendo si no quieres más
contacto conmigo. —Volvió su atención hacia mí y con voz áspera dijo—: Cuida
de mi niña. —Antes de dar media vuelta y salir apresurado de la habitación.
—Guau —dijo Zoey, con voz ronca y los ojos más acuosos que nunca—.
Ese era mi papá. Mi verdadero padre. —Me miró, y sabía que se pondría en
contacto con el señor Wilder de nuevo. Quería una relación con su verdadero
padre—. Creo que en realidad podría amarme.
Me incliné y presioné mi frente contra la suya. —Por supuesto que sí. Es
imposible no amarte.
—Oh, dices eso porque... porque... —Frunció el ceño, tratando de pensar
en una razón.
Sonreí. —¿Porque tenía un millón y una razón para no enamorarme de ti,
pero lo hice de todos modos?
—Lo hiciste, ¿no es así? —Me miró agradecida antes de cerrar los ojos—.
Quinn, feliz Nochebuena. No sé lo que pasará de aquí en adelante, pero al saber
que compartiré todo contigo me encuentro ansiosa por empezar.
—Amén —murmuré—. Contigo en mi vida, tengo muchas ganas de
todo.

Fin
A Perfect Ten
Deja tu cabello suelto, Caroline, dijeron ellos. Será
divertido, dijeron.
Sé que me he cerrado mucho en el último año,
desde “el incidente”, donde arruiné mi vida por
completo. Ya es hora de que trate de volver a vivir
o simplemente renuncie a todo. Pero esta es
posiblemente la cosa más loca que he hecho nunca.
En un último esfuerzo para vigorizarme, estoy de
pie fuera de la habitación de Oren Tenning, acabo
de quitarme el par más sexy de ropa interior que
tengo, y mi mano ya se eleva para llamar a la
puerta. Mi hermano me repudiaría por hacer algo
con su mejor amigo, y probablemente mataría a
Oren. Pero si juego bien mis cartas, nadie se
enterará de esto. Ni siquiera Ten.
Tal vez después de esta noche, por fin superaré este enamoramiento estúpido e
irracional que detesto tener por el idiota más grande que he conocido. O quizá,
solo voy a terminar enamorándome aún más de él. Tal vez voy a descubrir que
hay mucho más de lo que parece en mi guapo grosero y despreocupado.
Sobre la autora
Linda se crió en una granja lechera en el Medio
Oeste como la más joven de ocho hijos. Ahora vive
en Kansas con su esposo, su hija y sus nueve relojes
de cucú. Su vida ha sido bendecida con una gran
cantidad de personas de las que aprender y amar.
Escribir siempre ha sido una gran parte de su
mundo, y está tan feliz de compartir por fin algunas
de sus historias con otros amantes de los romances.
Por favor visita su sitio web:
http://www.lindakage.com/

También podría gustarte