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Tribunal: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala A(CNCiv)(SalaA)

Fecha: 17/04/1986
Partes: Misso, L. D. c. Mengoni, A. M.
Publicado en: LA LEY1986-C, 510 - DJ1986-2, 761

Sumarios:
1. La ceguera, que impide leer, coloca eventualmente al suscriptor del instrumento privado en la misma posición de quien firmó un
instrumento en blanco y que, más tarde, alega que fue llenado contra lo estipulado o convenido, pero en tal caso, el impugnante debe
atenerse a lo dispuesto en los arts. 1016 y 1017 del Código Civil.
2. La ceguera, impide leer, pero ello no significa que impida firmar. Salvo los casos en que la ley expresamente ha consagrado la
incapacidad del ciego (caso de los arts. 398, inc. 2° y 495, Código Civil que privan al ciego de capacidad para ser tutor o curador, o
del art. 3708 que le impide ser testigo testamentario), la capacidad de obrar no sufre mengua en lo formal.
3. Si el demandado -ciego- se ha opuesto al contenido del acto, no le bastaba probar su ceguera -del mismo modo que a quien firma en
blanco no le basta probar que firmó en blanco- sino que debió probar que las declaraciones u obligaciones del negocio no son las que
ha tenido la intención de hacer o de contratar (art. 1017, Cód. Civil).
4. La ceguera no torna al ciego en un incapaz para otorgar negocios jurídicos, aunque lo fuere por instrumento privado. (En el caso se
trata de un boleto de compraventa).
5. La inexistencia del doble ejemplar, no anula el negocio, pues así lo establece el art. 1023 del Código Civil, y aunque pudiera
sostenerse que el instrumento es nulo vale como principio de prueba por escrito.
6. Quien padece de ceguera debe adoptar precauciones especiales que eviten firmar lo no querido, pero esto integra el ámbito de la
prudencia propia del sujeto en su actividad práctica cotidiana.

Texto Completo:
2ª Instancia.- Buenos Aires, abril 17 de 1986.
¿Es justa la sentencia apelada?
El doctor Zannoni dijo:
I. Se agravia Andrés M. Mengoni de la sentencia que lo condena a escriturar a Leonor D. Misso. La parte indivisa del inmueble
sito en calle Olleros 1776/78/80, piso 13, "A" (unidad 69), de conformidad con lo convenido en el boleto de compraventa que en
original corre agregado a fs. 13 de estos autos.
II. La queja, en lo sustancial, mantiene la posición asumida al contestar la demanda de escrituración. Sostiene Mengoni, en efecto,
que jamás tuvo intención de venderle a la actora la parte indivisa del departamento que, antes, habían adquirido ambos en condominio
(conf. copia del testimonio de la escritura pública obrante a fs. 3/5). Sostiene que mantuvo con la actora una relación afectiva y que,
juntos, realizaron operaciones económico-financieras (apertura de créditos, avales, cuentas corrientes bancarias, etc.), viajando al
exterior, también juntos, en diversas ocasiones. Añade que, mientras mantuvieron sus relaciones, Leonor Misson le auxiliaba en la
firma de todo tipo de papeles, pues es virtualmente ciego. Sostiene que su compañera le atendía la procuración de su estudio jurídico
(como surgirá del testimonio del doctor Ernesto E. Pedernera a fs. 151/152 vta., Mengoni, no obstante ser abogado, no tenía estudio
jurídico propio sino que atendía algunos asuntos en el estudio del doctor Fleitas) y que, por eso, también pasaba a máquina los escritos
y le indicaba dónde debía firmarlos.
Afirma Mengoni, además, que habiendo adquirido juntos el departamento en cuestión, éste sirvió de garantía para la obtención de
diversos créditos, y que, por eso, no sería razonable pensar que lo enajenaría. Agrega que, cuando se distanciaron, él dejó el
departamento y retiró sus efectos personales quedando la actora en posesión exclusiva de él. Como pautas reveladoras de que nunca
tuvo la intención de suscribir un boleto de compraventa, pone de resalto que la firma a él atribuida está estampada varios renglones
más abajo del final del texto mecanografiado del instrumento, sin que el blanco haya sido inutilizado; destaco, también que la
máquina de escribir con la que se indica la fecha, al final, no coincide con la utilizada para el cuerpo del instrumento. Apunta que no
se redactó en doble ejemplar, y que la suma que se dice recibida por él como precio jamás podría haberla verificado contando los
billetes, debido precisamente a su ceguera.
III. De la prueba rendida en la causa me persuado de que, entre Mengoni y la actora existió, en verdad, ana relación de orden
afectivo que implicó, incluso, vida en común. También me persuado de que ambos tuvieron intereses económicos de consuno ante
instituciones bancarias y financieras. De la prueba pericial caligráfica resalta la autenticidad de la firma de Mengoni puesta al pie del
boleto de compraventa. Pero, de otro lado, tanto del informe del doctor Gustavo M. Cremona, como del resultado de la pericia
oftalmológica, se desprende que tanto al tiempo en que se suscribió el boleto, como en la actualidad, Mengoni presentaba y presenta
un cuadro de casi ceguera, derivada de una severa miopía congénita bilateral con posterior desprendimiento de la retina en ambos
ojos, lo cual le impedía todo tipo de lectura.
IV. En estas condiciones, la cuestión se centra en establecer el valor del instrumento privado por él suscripto. Destaco que
Mengoni no ha reconvenido aduciendo simulación del negocio, ni, de otro modo, un vicio intrínseco conducente a la nulidad. Ha
afirmado, lisa y llanamente, que no tuvo jamás intención de suscribir un boleto de compraventa, y de tal modo, deja expedito el
camino para inferir que se le engañó haciéndosele firmar un instrumento cuyo contenido desconocía. Pero el dolo -de esto se trataría-
no ha logrado acreditarse con los alcances que exige el art. 932 del Código Civil. En efecto, Mengoni ha afirmado ser víctima de un
engaño, haciéndosele suscribir un contrato: el dolo de la actora habría consistido, entonces, en inducirlo en error para hacerlo firmar.
Pero no lo ha probado.
V. La cuestión queda circunscripta, como digo, al valor jurídico del instrumento privado suscripto por quien, como el demandado,
no está en condiciones de leer su contenido en razón del impedimento derivado de la ceguera.
Por de pronto me parece incontestable que la ceguera no torna a Mengoni en un incapaz para otorgar negocios jurídicos, aunque lo
fuere por instrumento privado. De hecho es un sujeto capaz, y tomando en cuenta sus cualidades personales, es destacable su
profesión de abogado (aunque la ejerciese mínimamente), y la circunstancia de que tuvo, contemporáneamente, un desenvolvimiento
de orden patrimonial económico financiero en conjunto con la actora.
Obvio es que la ceguera, impide leer. Esto no significa que impida firmar. Reitero: salvo los casos en que la ley expresamente
ha consagrado la incapacidad del ciego (caso de los arts. 398, inc. 2º y 495 que privan al ciego de capacidad para ser tutor o
curador, o del art. 3708 que le impide ser testigo testamentario), la capacidad de obrar no sufre mengua en lo formal. Bien es
cierto que quien padece de ceguera debe adoptar precauciones especiales que eviten firmar lo no querido, pero esto integra el
ámbito de la prudencia propia del sujeto en su actividad práctica cotidiana.
Así las cosas el planteo de Mengoni me sugiere la idea de que, en el mejor de los casos para él, su afirmación lo coloca en la
misma situación jurídica de quien alegara haber dado la firma en blanco. La ceguera, que impide leer, coloca eventualmente al
suscriptor en la misma posición de quien firmó un instrumento en blanco y que, más tarde, alega que fue llenado contra lo estipulado
o convenido. Pero en tal caso, el impugnante debe atenerse a lo dispuesto en los arts. 1016 y 1017 del Cód. Civil.

Art. 1.016. La firma puede ser dada en blanco antes de la redacción por escrito. Después de llenado el acto por la
parte a la cual se ha confiado, hace fe siendo reconocida la firma.

Art. 1.017. El signatario puede, sin embargo, oponerse al contenido del acto, probando que las declaraciones u
obligaciones que se encuentran en él, no son las que ha tenido intención de hacer o de contratar. Esta prueba no
puede ser hecha con testigos.

En particular, Mengoni se ha opuesto al contenido del acto pero no le bastaba probar su ceguera -del mismo modo que a
quien firma en blanco no le basta probar que firmó en blanco- sino que debió probar que las declaraciones u obligaciones del
negocio "no son las que ha tenido la intención de hacer o de contratar" (art. 1017). Y aquí está, creo, el meollo de la cuestión. De
ningún elemento probatorio incorporado a la causa se desprende a qué fines o con qué propósito firmó Mengoni el instrumento de fs.
13, que no sea el que surge de su propio contenido. En consecuencia y más allá de toda otra consideración, Mengoni debe atenerse a
ese contenido pues, probada la autenticidad de la firma, el instrumento hace fe entre las partes, del mismo modo que hace fe el
instrumento firmado en blanco (art. 1016).

La inexistencia del doble ejemplar, sabido es, no anula el negocio, pues así lo establece el art. 1023 del Cód. Civil, y aunque
pudiera sostenerse que el instrumento es nulo vale como principio de prueba por escrito, como lo ha reconocido la doctrina y
jurisprudencia prácticamente unánime (conf., Machado, "Exposición y Comentario del Código Civil", t. III, p. 280; Llerena,
"Concordancias y comentarios del Código Civil", t. IV, p. 69; Borda, "Parte general", t. II, núm. 935; Llambías, "Parte general", t. II,
núm. 1600; Lagomarsino, en Belluscio-zannoni, "Código Civil comentado", t. IV, p. 661, comentario al art. 1023; Salvat-López
Olaciregui, "Parte general", t. II, p. 471, núm. 2205, y sus citas de jurisprudencia).

Art. 1.023. El defecto de redacción en diversos ejemplares, en los actos perfectamente bilaterales, no
anula las convenciones contenidas en ellos, si por otras pruebas se demuestra que el acto fue concluido
de una manera definitiva.

Las restantes consideraciones de orden circunstancial o sentimental que hace el apelante son puramente fácticas y no pueden
alterar el razonamiento en lo sustantivo. Si se parte de la premisa de que nadie puede discutir la capacidad de Mengoni para otorgar un
boleto de compraventa, el análisis de los hechos sería relevante si ellos pudiesen denunciar vicios de la voluntad o impeditivos de la
validez del negocio, pero no más allá.
VI. Por lo expuesto, creo que la sentencia apelada es justa y no cabe sino confirmarla, con costas, en esta instancia a la apelante,
que resulta vencido (art. 68, Cód. Procesal).
Los doctores Escuti Pizarro y de Mundo votaron en el mismo sentido por razones análogas a las expresadas en su voto por el
doctor Zannoni.
En mérito al acuerdo que ilustra el acta que antecede, se confirma la sentencia en recurso. Con costas al apelante vencido.-
Eduardo A. Zannoni. - Jorge Escuti Pizarro. - José A. M. de Mundo. (Sec.: Martín Amorortu).

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