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Bily Elliot es una película británica (del año 2000) cuya trama ronda en torno a un niño,

perteneciente a una familia de mineros ingleses que un día descubre su amor por el ballet.

El ordenamiento del cuerpo se pone de manifiesto en los cientos de estereotipos de género que se
reflejan cuando Billy descubre su amor por la danza. Sus miedos a no ser aceptado emergen en
una sociedad machista; donde los hombres se dedican al trabajo duro de las minas de carbón. El
cuerpo debe ser instrumento de sacrificio y explotación laboral, no de placer artístico. A esto se
suman los prejuicios de género que conlleva el baile clásico, donde el cuerpo masculino debe
cargar con la etiqueta de la feminización de sus movimientos. Se visualiza la regulación de las
funciones de los cuerpos, distinguiéndose entre los cuerpos femeninos y los cuerpos masculinos.
Lo que hace uno es privativo del otro

El ordenamiento del cuerpo persigue a Billy por toda la película, el castigo físico y psicológico se
utiliza como método para moldear los cuerpos de los niños y de los adultos, que reproducen sin
pensar las estrategias de disciplinamiento. La mirada del otro condiciona, controla, inhibe y hasta
decide por sobre las ansias privadas que movilizan al personaje.

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