Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Zavaleta Mercado Seccion - I PDF
Zavaleta Mercado Seccion - I PDF
—I—
Sobre esta base de anomia en el desiderátum político, que contiene a
nuestro modo de ver una concepción de la democracia basada en masas
no autorrepresentables, se erige la autonomía relativa del Estado, que es
la potitio principii del Estado moderno. El paradigma de Marx sobre el
bonapartismo se funda en la historia francesa pero contiene algunos datos
33
generalmente válidos para todo Estado moderno. Por consiguiente, nos
servirá en la presente exposición para proponer: a) ciertas líneas princi-
pales en el análisis del Estado moderno, y b) algunas proposiciones en
torno a la construcción de los paradigmas de la teoría política dentro del
análisis marxista del Estado.
El bonapartismo resulta sin duda una forma particular de ajuste entre
el Estado político y la sociedad civil. Está claro que una y otra han en-
trado en una relación de no conformidad que debe remediarse de modo
inminente. Como lo describe Marx, es un proceso que, en lo que se refiere
al Estado, sigue las siguientes etapas:
1. Puesto que el Estado está encarnado sobre todo en el poder ejecutivo,
existe el momento de su entidad primaria de unificación. Esta es la
tarea de la monarquía absoluta con la transformación de la nobleza de
castillo en nobleza de corte y el conjunto de las tareas de la unificación.
La emergencia de la idea burocrática se representa en medio millón
de burócratas civiles y otro tanto de militares.
2. La centralización, que no se basa como en Inglaterra en la vía darwini-
sta social de la descampesinización sino en la forma citoyen o de la
revolución política, no hace sino reforzarse al máximo con el episodio
revolucionario. El Estado como fuerza concentrada de la sociedad
y como resumen de ella, adquiere su perfil en formas que como los
comités de salud pública y el estado de sitio, son sólo el desarrollo
cualitativo de la unificación del Estado, es decir, la transformación de
la unificación en irresistibilidad.
3. Las diversas líneas monárquicas aparecen como intentos de cohesión
de las burguesías por la supeditación a una de sus fracciones. Marx
interpreta la república parlamentaria como el intento de racionalización
o formulación convenida de la unidad burguesa. En todo caso, está
claro que la unidad burguesa es una condición para la supervivencia
de la clase.
4. Por último, resulta evidente que esa unidad no le puede venir de dentro
y por eso “es bajo el segundo Bonaparte cuando el Estado parece
haber adquirido una completa autonomía. La máquina del Estado
se ha consolidado ya de tal modo frente a la sociedad burguesa que
puede proclamar la autonomía relativa del Estado”. (2)
— IV —
Tenemos entonces que el bonapartismo es la forma que adquirió en
Francia la constitución de la autonomía relativa del Estado, una forma
patética, articulada por una sucesión de golpes de mano, algo así como
golpes de Estado fragmentados (vía furtiva o extralegal de la política)
y con una base social específica: la de masas no autorrepresentables y
dispersas que, en un contraste sociológico importante, son sin embargo
portadoras del élan de autoridad y del centralismo. En otros términos, las
clases centrales y autorrepresentables deseaban la descentralización. El
—V—
Veamos ahora, conforme a lo solicitado por el jurado, la cuestión del
populismo. Es una discusión que, como la anterior, ha ocupado y adqui-
rido cierta densidad en la región. Por la propia índole de la exposición,
vamos a evitar el resumen de este debate. En su remate, la obtención de
un tipo “populista” no ha demostrado mucha viabilidad. Como prefe-
rencia teórica o elección de políticas, subyace sin embargo la primacía
del concepto global sobre sus discriminaciones clasistas. Emerge una
totalización (pueblo) que debe considerarse antes y por encima de sus
[categorías sociales] más específicas como clase o etnia. Montenegro, por
ejemplo, hablaba con cierto desdén de aquellos “que se sienten clase en
vez de sentirse nación”. (12)
En los hechos, si la connotación básica del populismo es la subsun-
ción del dato clasista en lo popular como masa congregada, entonces es
una modalidad sin duda no incompatible con la lógica del bonapartismo.
También el bonapartismo aspira a que el reconocimiento final de las cla-
— VI —
A pesar de todas estas reservas, no hay duda de que es de la mayor
importancia la recuperación del concepto político de “fuerza de masa”
en su sentido presente. La proposición, en ese sentido, es saludable por sí
misma. Para centrar el discurso es necesario hablar de fuerza de masa tan-
to en su calidad de suceso estructural o productivo, como en su carácter
de fenómeno político. A propósito de esto, haremos algunas observacio-
nes acerca de la función de lo colectivo en materia de conocimiento, del
problema de la “adquisición” por parte de la multitud, de la función del
prejuicio, de la memoria de masa, de los problemas del recurso modifica-
do de la clase, de la transformación de la ideología burguesa en ideología
proletaria y el fondo de todo que está dado por la selección u opcionalidad
en torno a la reforma intelectual o transformación moral.
En su aparición misma, la época contiene, a la vez, la formación
del individuo o su advenimiento y la proposición de idea de masa, la
aplicación del concepto de fuerza de masa a la sociedad. En realidad,
una idea contiene a la otra. La masa existe porque los individuos se
interpenetran:
“La producción capitalista tiene histórica y lógicamente su
punto de partida en la reunión de un número relativamente
grande de obreros que trabajan al mismo tiempo, en el mismo
sitio, en la fabricación de la misma clase de mercancías y
bajo el mando del mismo capitalista”. (15)
Es aquí donde surge esta fuerza productiva:
“Del mismo modo que la fuerza de ataque de un escuadrón
de caballería o la fuerza de resistencia de un regimiento de
infantería difieren sustancialmente de la suma de fuerzas y
resistencia desplegadas por cada soldado, la suma mecánica
de fuerzas de los diversos obreros es algo sustancialmente
distinto de la potencia social de fuerzas que desarrollan mu-
chos brazos coordinados en la misma operación indivisa… La
cooperación no tiende solamente a potenciar la nueva fuerza
— VII —
En conclusión: es inmensa, sin duda, la importancia de la constitución
de la multitud; pero sería un error grave derivar de eso la apología general
de toda multitud. En gran medida, es lo que hace Ernesto Laclau:
“En el sentido que le hemos dado en este texto, por democracia debe
entenderse el conjunto de símbolos, valores, etc. –en suma, interpela-
ciones– por las que el pueblo cobra conciencia de su identidad”. (19)
Y luego: “Nuestra tesis es que el populismo consiste en la presentación
de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-
antagónico respecto a la ideología dominante”. (20)
Con todo, la idea más peligrosa del neopopulismo de Laclau consiste
en la neutralidad original de los ideologuemas: “Los elementos ideológi-
cos considerados aisladamente no tienen ninguna necesaria connotación
de clase y… esta articulación es sólo el resultado de la articulación de
estos elementos en un discurso ideológico concreto”. (21)
El racismo, por ejemplo, no sería negativo sino por su articulación.
Laclau, por el contrario, tienen una idea mesiánica del pueblo al margen
de las circunstancias de su constitución, del pueblo como portador auto-
mático de democracia. El pueblo no haría sino “recordar” de una manera
casi platónica la verdad que lleva dentro de sí. Esto es ostensiblemente
falso. La apología general de la herencia es una postulación irraciona-
lista. Hay una constitución democrática del Estado y hay una constitu-
ción reaccionaria del Estado aunque, simultáneamente una y otra cosa
pudieran desplazarse en uno u otro sentido. En su herencia, cada pueblo
lleva tendencias contradictorias: en la tradición mexicana está la rebelión
democrática pero también el recuerdo de la servidumbre: los alemanes
tenían entre sus tradiciones populares tanto el sentido de la organización
política como el antisemitismo.
Es por eso que debe rescatarse el supuesto de la selección. En otras
palabras, ni el proletariado ni el pueblo en general son portadores in-
herentes de un programa progresista. La multitud es un hecho esencial
de nuestro tiempo pero puede no constituirse. De otro lado, incluso una
— VIII —
Al estudiar la cuestión actual de las dictaduras, que es el tercer tema
propuesto por el jurado, el primer aspecto a considerar debería ser el
grado de autorreferencia de que disponen este tipo de sociedades, las
latinoamericanas, la medida en que determinan su propia política y, en
fin, el grado en que han conformado un núcleo autodeterminativo. Sobre
todo la producción de estructuras de autodeterminación merecería una
exposición más detallada.
Deseamos proponer las siguientes hipótesis de trabajo:
• La tendencia entre algunos politólogos, sobre todo norteamericanos y
europeos, a suponer que si el núcleo autodeterminativo existe, es cada
vez menos comun en el mundo. Magdoff, por ejemplo, habla de “el
surgimiento de la firma multinacional como una entidad más pode-
rosa que el Estado-nación”. R. Vernon [sic], a su turno, sostiene que
“conceptos tales como la soberanía nacional y el poderío económico
nacional aparecen curiosamente privados de significados”. (22)
• En los casos a que nos vamos a referir, los hechos parecían haber
confirmado tales tendencias.
• Aunque la proposición del modelo y la intervención misma parecían
exitosas, sin embargo los resultados finales o los momentos postdic-
tatoriales parecen contradecir gravemente al menos la eficacia final
de las tesis de Magdoff y Vernon [sic].
Vamos a considerar los siguientes dos ciclos:
A. El ciclo de disolución de las experiencias populistas más o menos
representativas que ocurrió entre 1963 y 1965. Se trata de un ejem-
plo característico de flujo o emisión desde el centro a la periferia. En
este periodo, varios países latinoamericanos viven golpes de Estado
o desplazamientos inducidos en el poder con características idénticas
entre sí, en su modalidad operativa, aunque en países diferentes unos
— IX —
A estas alturas, después de la derrota de las dictaduras en Argentina
y Bolivia y de la exitosa resistencia democrática en Brasil, Chile y Uru-
guay, podemos hacer una evaluación tentativa de tales experiencias. No
hay duda de que se intentó construir dictaduras de nuevo tipo, ajenas a
la dictadura tradicional latinoamericana. Su resultado en principio fue
paradojal porque la concentración del poder no contribuyó a su aptitud
de lectura de la sociedad sino todo lo contrario.
Fue Hilferding el que definió al fascismo como “el intento de orga-
nizar en forma totalitaria el conjunto de la vida social de acuerdo a los
intereses del capital monopólico”. Es, además, un resultado característico
de un tipo de países que llegaron tarde a la formulación de los datos de
base de un proceso capitalista clásico y que, en consecuencia, sólo por
periodos logran insertarse con soltura en la normalidad del Estado capi-
Nacionalizaciones
55
formación aluvional. Aquí el problema está en que si bien la descampesi-
nización se ha realizado casi a plenitud, a la manera de lo que ocurrió en
Estados Unidos o Inglaterra, sin embargo no se ha realizado in situ: pues
bien la descampesinización es un proceso paralelo de la nacionalización,
es el abandono de la cultura local por la cultura nacional y, en conse-
cuencia, el locus de la nacionalización es un dato aún más importante
que la descampesinización como acto técnico. En estos casos, mientras
la subsunción capitalista es total en cambio la referencia nacional es más
débil; o sea que hay labilidad en el momento constitutivo.
Segundo, en los países intermedios se da el caso de la constitución
de vastas capas marginales. Hay muchos tipos de sectores marginales
pero son todos sectores ya descampesinizados, aunque en situación de
vacancia ideológica. Tenemos aquí ya un hombre desprendido, en el sen-
tido de que es libre jurídicamente y no adherido al medio de producción
tierra. Los europeos lograron superar esta etapa mediante la mortandad,
la emigración, la industrialización; nosotros, con la explosión demográ-
fica y ninguna de dichas posibilidades en esa dimensión. Son una forma
degradada de lo popular y en realidad el único resultado de las doctrinas
de la igualación forzosa.
Por último, en los países de nacionalización en etapa temprana la
situación es la siguiente: la constitución de lo popular resiste la forma
burguesa de nacionalización que, en cierta medida, pasa por la marginali-
zación. Por consiguiente, las masas resisten agazapándose en sus formas
tradicionales de vida y de cultura.
En suma lo que queremos sostener es que se debe destituir el concepto
de nacionalización como un acto forzosamente progresista. Por el con-
trario, en la mayor parte de los casos, la solución a la cuestión nacional,
que es sin duda un apetito universal en el capitalismo, ha sido la nacio-
nalización bajo patrones burgueses o preburgueses pero otorgados por
la clase dominante. Mientras más popular es la solución de la cuestión
nacional (Francia, Estados Unidos, etc.).
En el caso concreto de Bolivia, no se puede decir que el proyecto
nacional sea por fuerza también el proyecto popular. Hay una primera
experiencia hegemónica nacional popular que es la de la Central Obrera
Boliviana (COB), pero es un proyecto primario en absoluto. Existe en
segundo lugar el proyecto nacionalista revolucionario, que se asemeja a
las formas populistas de asimilación, proyecto occidentalizador y unifi-
cador. Existe, por último, el proyecto oligárquico señorial, que aspira a la
supresión y a la reconstrucción de lo popular al servicio de su imposición
hegemónica.