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Deontología Jurídica y los Abogados

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Dr. Marco V. Carrillo V.

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Deontología Jurídica y los Abogados

DEONTOLOGÍA JURÍDICA Y
PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES

Dr. Marco V. Carrillo Velarde Ms.D.


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Dr. Marco V. Carrillo V.

Directorio 2008 - 2012

PRESIDENTE:
Esc. Gabriel Cisneros Abedrabbo

VOCALES:
Ing. Guillermo Montoya
Arq. Msc. Ximena Idrobo
Sr. Gustavo Meythaler
Dr. Daniel Escobar
Dra. Jacqueline Costales
Mat. Iván Pazmiño
Tlga. Ivonne Ronquillo
Ing. Cristian Aguirre

COORDINACIÓN: www.culturaenecuador.org
Ing. Anahí Cárdenas Oleas

DIAGRAMACIÓN:
Wilson Trujillo B

IMPRESIÓN:

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Deontología Jurídica y los Abogados

Dedicatoria

A los profesionales del derecho, porque con su capacidad inte-


lectual y alto espíritu de justicia, emprenden en toda jornada con per-
severancia la búsqueda de la verdad en bien de los necesitados.

A mis hermanos espirituales, quienes luchan en ser amigos de


los pobres y de los desgraciados; de los que sufren y de los que lloran;
de los que tienen hambre y sed de justicia, a ellos que con tolerancia
se han propuesto como única norma de conducta, el bien de todos, su
engrandecimiento y su progreso.

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Dr. Marco V. Carrillo V.

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Deontología Jurídica y los Abogados

Presentación
“Los libros te enseñarán, y no te avergonzarán.” Asegura un refrán y
otro dice: “La pluma es lengua del alma”.

El distinguido y apreciado colega, riobambeño, compañero de fun-


ciones cuando ejerce como magistrado de la Sala Penal de esta Corte Pro-
vincial de Justicia, el Dr. Marco Carrillo Velarde, entre sus virtudes mani-
fiestas en esta espléndida obra jurídica de su autoría, afirmo que desborda
su alma y el ímpetu de espíritu.

PREMISA. Bellamente habla del profesional del Derecho como cuan-


do dice: “El abogado es hombre de sabiduría, de consulta, que siempre
pone de manifiesto el altruismo y nobleza… ciudadano culto, que impone
respetabilidad, justo, que profesa de manera imperativa el bienestar so-
cial.”

Sin embargo y sin ambages, describe una penosa realidad relativa a


nuestro campo de actividad, expresa que: “Estamos conviviendo la etapa
del desamor, del irrespeto a la abogacía”, pues inclusive “…a lo mejor se
busca sin sacrificio un rendimiento económico, sin mayor esfuerzo.”

Resalta que estamos “soportando calificativos peyorativos gracias


a la mala fama que tiene nuestra profesión, con comentarios que van de
lo ridículo a la ofensa”, por lo que recomienda “… establecer que la justicia
por la que luchamos, sea labrada con dignidad, altura propias de quienes
hemos escogido esta noble profesión. Justicia no es dañar a otro.”

Por aquello plantea con acierto, dentro de los ASPECTOS DEONTO-


LOGICOS de su excelente obra, formular un combate ardiente y frontal a

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Dr. Marco V. Carrillo V.
las prácticas de corruptela; pide que: “Ayudemos a cambiar actitudes”. Y
en mi opinión se torna magnánimo al afirmar que: “Estamos llamados a
decir la verdad, a defender el derecho y principalmente la justicia.” Porque
en otra frase que resulta célebre, es del pensamiento que: “La verdadera
justicia alcanzaremos con moral y ética, en la práctica con comportamien-
tos que brinden a la sociedad la suficiente confianza.”

En definitiva, y al punto, muy bien hace en afirmar que: “Debe asis-


tirnos siempre el mejor de los comportamientos que conlleva a justipre-
ciar nuestra noble profesión”.

Entre las figuras locales y nacionales de personalidades destacadas


por el autor, consta también mi señor padre, por ello, no puedo menos que
reconocerle en nombre de la familia, por la justicia que pregona y practica.

Dentro de la primera parte de su libro trata de: LOS VALORES FUN-


DAMENTALES, asume temas gravitantes, tal la ETICA y la ABOGACIA, re-
cuerda que “El hombre debe asumir la búsqueda del bien y alejarse del
mal”; la DEONTOLOGIA-ETICA, ciencia de los deberes; la ETICA PROFE-
SIONAL, apunta que se cualifica desde conductas elementales, en base al
honor, dignidad, integridad, concernientes a las relaciones con los colegas,
sobre todo, con el cliente, guardándole el secreto.

Al referirse a LA MORAL, describe su decadencia, opina por falta de


compromiso, seriedad y profundidad en los estudios universitarios, ade-
más, por la crisis de la sociedad, convirtiéndose el abogado algunas veces
en “cómplice del fraude”, “encubridor del delito.”

Repleto en valores y principios éticos, el Dr. Marco Carrillo Velarde


en mi criterio trasciende cuando plantea y escribe con decisión y valentía
sobre estos aspectos relevantes e indispensables, en la vida del profesio-
nal del Derecho. No cabe más que observar el respeto a todo y a todos,
pues creo es la base de la convivencia social; su consecuencia es acepta-
ción, armonía, paz e inclusive progreso.

Es importante no sólo saber de leyes, de su aplicación correcta, es

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indispensable –propone- ser en todo sentido honrados.

Debo resaltar aquello que incumbe a lo SOCIAL, cuando expresa:


“Los abogados de ninguna manera podemos estar divorciados de la rea-
lidad social, tanto más que somos conocedores de la problemática en que
vive nuestro país…”
.
Al hablar de la INDEPENDENCIA, HONRADEZ, PROBIDAD, RESPE-
TO, destaca que debemos hacer lo que nos indica nuestra conciencia, lo
digno, no vanidoso, –pide- llevar de manera irreprochable la actividad
profesional, jamás aconsejar un acto fraudulento, formulaciones inexac-
tas, o preparar escritos con afirmaciones tendenciosas e incompletas, con-
trarias a la verdad.

Con gran convencimiento recomienda mantener una adecuada re-


lación de compañerismo entre colegas, observando recíproca lealtad, res-
peto mutuo; nos recuerda lo dispuesto en el Art. 54 de la Constitución de
la República: “Las personas serán responsables por la mala práctica en
el ejercicio de su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga
en riesgo la integridad o la vida de las personas.” Esto cuando escribe del
título que denomina de los: PRINCIPIOS GENERALES Y RELACIONES CON
LOS OPERADORES DE JUSTICIA, ABOGADOS Y LA SOCIEDAD,

Comenta sobre los hábitos del profesional del Derecho, de lo que


debe ser su carácter, conducta superior, la elemental cortesía, la necesidad
de observar puntualidad, de la discreción, la obligación de investigar; en
otra parte de su texto sugiere: “Nunca olvidar la preparación personal, el
estudio técnico del Derecho, la formación académica, la necesidad de la
especialización, la profundización en el conocimiento.”

De los ABOGADOS Y OPERADORES DE JUSTICIA, de los primeros,


es su opinión imitable que debemos estar del lado de la justicia, a quienes
considera líderes de conductas humanas, incapaces de cometer fraude,
por lo que –exige- combatir la corrupción, por todos los medios lícitos.

Más adelante, estima cuestionable, utilizar los medios de comunica-

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Dr. Marco V. Carrillo V.
ción para discutir asuntos que se nos encomienda.

Se remite al tratadista Calamandri, quien estima que: “Los abogados


debemos llamar la atención del cliente sobre la cuestión moral antes que
sobre la cuestión del Derecho”.

Para finalizar la primera parte con pertinencia dedica un título a los


FUNCIONARIOS JUDICIALES, a quienes preferentemente pide eficacia y
celeridad en los trámites.

La segunda parte del libro titula: PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES


y LEGALES, en donde cita y comenta realmente sobre aquellos más im-
portantes, contenidos en la vigente Constitución de la República, muchos
que vienen desde la anterior, y que hoy en la actualidad son de frecuente
aplicación, uso por todos quienes estamos vinculados con el campo de las
leyes.

Se refiere a cada unos de los principios de inmediación, preclusión,


oficialidad, de investigación integral, del debido proceso, de contradic-
ción, celeridad, ataca el retardo; de concentración, legalidad o reserva,
publicidad, y de este último manifiesta que salvo honrosas excepciones
los medios de comunicación son sensacionalistas; del juez natural, de la
presunción de inocencia, baluarte poderoso de la libertad humana, según
Carnelutti.

Otros principios que enuncia y hace bien en describirlos son: De la


motivación, la inviolabilidad del derecho de defensa, dispositivo o que tra-
ta del impulso procesal, se remite a un fallo de la Corte Constitucional; la
oralidad, que no se debe confundir con oratoria; de oportunidad, es ex-
cepción a la legalidad; el “nom bis in idem”, diferente de la cosa juzgada;
la supremacía constitucional, de oficialidad, objetividad, de aplicación in-
mediata y directa, el de incondicionalidad, de plena operatividad o que
favorezca su vigencia efectiva.

Comparto y alabo cuando consagra aquello que dice: “Tenemos el


verdadero reto de desarrollar, investigar y profundizar que los derechos y

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Deontología Jurídica y los Abogados
garantías constantes en los textos constitucionales y legales, se constitu-
yan en la brújula para una verdadera convivencia social justa, que reflejará
en una verdadera democracia.”

Termina su espléndida obra con los Mandamientos del inmortal tra-


tadista uruguayo Eduardo Couture.

Por lo que en fin, diferente, necesario, útil, de fácil comprensión es


este valioso trabajo, pues no nos somete únicamente al frío análisis de las
leyes, de la doctrina, jurisprudencia, sino también, en un momento deci-
sivo del ejercicio de la abogacía, cuando muy bien resalta y recuerda los
principios éticos, morales, que señalan cómo debemos comportarnos, ba-
sado a su vez en los pensamientos de grandes filósofos, personalidades.

Con entusiasmo aseguro que esta obra es de gran utilidad, indispen-


sable en las librerías, en las bibliotecas, en las manos de los estudiantes de
Derecho y de los colegas, más aún. Colton plantea que “Debemos usar un
libro como las abejas las flores: para absorber su esencia”.

Mis sinceras congratulaciones y agradecimiento a la vez al Dr. Marco


Carrillo, por este valioso libro que me enaltece comentar, al que desde ya
le advierto un éxito completo en su edición.

Dr. Luis Costales Terán


MIEMBRO DE LA CASA DE LA CULTURA
“BENJAMÍN CARRIÓN” NÚCLEO DE CHIMBORAZO

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Deontología Jurídica y los Abogados

Introducción
Para establecer en clara forma el papel del Abogado o Jurisconsul-
to y su relación con la sociedad, es lógico que debamos situarnos en el
mundo contemporáneo, dentro de los diversos órdenes de la vida social,
en que la capacidad creativa, la actitud y principios morales, no pueden
encontrarse fuera del intrínseco del comportamiento profesional.

La sociedad ecuatoriana como es lógico, requiere cada día de altos


niveles de intelectualidad con el propósito de seleccionar o forjar instru-
mentos teóricos que necesita la comunidad nacional, para ir construyen-
do el camino que la conduzca a la realización de la meta social deseada.
El desenvolvimiento de la sociedad del hombre demanda el derecho de
participación en la toma de decisiones, así como el acatamiento de su fun-
ción como dirigido; ya no bastan las grandes palabras, si no son seguidas
por hechos que correspondan a esas palabras. Los Abogados, de ninguna
manera, podemos estar divorciados de la realidad social, tanto más que
conocedores de la problemática en la que vive nuestro país, de manera
particular respecto a la administración de justicia, al que hacer profesio-
nal y en general a la actitud que asumimos como hombres y mujeres de
derecho, debe asistirnos siempre el mejor de los comportamientos que
conllevan a justipreciar nuestra noble profesión.

Estamos llamados a decir la verdad, a defender el derecho y prin-


cipalmente la justicia, sin estas características, no podremos cumplir con
nuestro deber; la actuación del profesional del derecho jamás debe per-
mitir que la cubra sombra vergonzosa alguna, la carrera debe ser límpida,
clara, para que seamos mirados y respetados, con deferencia como dig-
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nidad humanas; en definitiva convertirnos en eternos defensores de los
más caros derechos ciudadanos, de los derechos humanos. Pero no solo
es el profesional en el libre ejercicio el que debe cumplir con estas carac-
terísticas, esa reserva no es única para el abogado litigante; es también
para los operadores de justicia, ya que justamente por ello en medio de
sus funciones jurisdiccionales, las virtudes son esencias que adornan al
juez; para el fiscal, al empleado público que en su calidad de abogado, está
presto a brindar sus servicios no sólo en razón de la remuneración que
percibe, sino que esta preparado a entregar su contingente honesto a la
comunidad.

En las diferentes actividades que cumplimos los profesionales del


derecho, debe estar presente la honradez, el secreto profesional, el respe-
to al colega y magistrados; es decir ha de existir el comportamiento ético y
moral, lo que conllevará sin lugar a dudas al éxito, imprimiendo confianza
al cliente que espera de nosotros actuaciones transparentes.

El presente trabajo no constituye de modo alguno “el manual de


comportamiento profesional”, por el contrario simplemente son claras
recomendaciones que las presento, fruto de las experiencia profesional
por más de dos décadas de camino recorrido, he tenido que compartir
enseñanzas de ilustres magistrados y más funcionarios judiciales; de pro-
fesionales del derecho en el libre ejercicio, que con su altos quilates de
hombres estudiosos, han orientado a consignar día a día lo mejor de mis
conocimientos modestos por cierto; de colegas abogados docentes y guías
de la juventud, con sapiencia han abonado el espíritu de hombres y muje-
res libres, de buenas costumbres que requiere nuestra patria.
En una sociedad conflictiva como la nuestra, debe estar fundada en
el respeto y ejecutar fielmente el mandato que se nos entregue, como par-
te de nuestra misión; ello impone deberes y obligaciones múltiples para
nosotros mismos, al cliente, a los tribunales y autoridades ante las cuales
asistimos como abogados en representación de quienes confían en nues-
tros conocimientos profesionales, a nuestros colegas y a la sociedad en
general.

En el presente texto que pongo a vuestra consideración, encontrarán

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Deontología Jurídica y los Abogados
un mínimo listado de principios constitucionales y legales considerando
que con básicos, que creo permite no solo al abogado sino al ciudadano en
general, ilustraciones que conociendo y que empoderado de los mismos,
podamos exigir el cumplimiento de las normas constitucionales y legales;
de tal forma que los derechos que nos asiste, no se constituya en letra
muerta ni mucho menos, y que el debido proceso sea la piedra angular en
el desarrollo cualitativo de la acciones judiciales.

La verdadera justicia no lo alcanzaremos únicamente siendo obser-


vadores o con participaciones mínimas en las actuaciones judiciales; lo lo-
graremos cuando adentrados de los problemas sociales, con moral y éti-
ca, tengamos en la práctica comportamientos que brinden a la sociedad,
la suficiente confianza. El respeto a la igualdad ante la ley, el derecho a que
se administre justicia por parte del juez natural; a que las resoluciones de
los poderes públicos sean motivados; que con el principio de publicidad,
la sociedad pueda desarrollar un verdadero control a los operadores de
justicia respecto a sus fallos; para que la imparcialidad del juzgador sea re-
gla general en el comportamiento procesal del juez; que el abogado-fiscal
en su rol de investigador cumpla con efectividad y objetividad respecto a
su que hacer.

La moral constituye un conjunto de reglas, de normas de conviven-


cia y de conducta humana, que determinan las obligaciones de los hom-
bres, sus relaciones entre sí y con la sociedad. Pero el valor de la norma
moral no es absoluto sino relativo, considerada como un fenómeno cul-
tural, varía por el tiempo, la circunstancia del país. Por ello que normas
antiguas dejan de serlo en el presente y viceversa, otras se comprueban
con el tiempo que son tabúes y se rechazan por innecesarias.

Es correcto desde mi punto de vista, que el estudio de la moral y los


valores es complejo, y tampoco es posible llegar a determinaciones éticas,
estudiando las costumbres, ni apelando a la conciencia, ni recurriendo a
autoridades externas a nuestro que hacer, ni por uno mismo; tendrán que
hallarse los verdaderos objetivos de esta ciencia mediante los métodos
del pensamiento correcto, ya que será posible crear o construir una cien-
cia de la moral aplicando métodos lógicos a los datos, que lo son propios,

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apoyándose en la experiencia histórica y filosófica, que ha desarrollado la
humanidad, pero con espíritu crítico y una razón activa, evitando idealiza-
ciones irracionales o fantásticas; para lograr esto se requiere de hombres
y mujeres que labremos y trabajemos en hechos de beneficio de la huma-
nidad.

Presento y entrego este pequeño trabajo a mis queridos colegas, a


mi pueblo, a mis hermanos espirituales, hombres libres y de buenas cos-
tumbres, que siembran día a día la moral y el buen comportamiento ético
que la sociedad nos exige y que debe ser regla interna de cada uno de
nosotros.

Porque escogimos esta noble profesión, no puede ser de otra mane-


ra, que ella se constituya una forma de servir a la comunidad.

El autor

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Deontología Jurídica y los Abogados

DEONTOLOGÍA JURÍDICA
Y LOS ABOGADOS

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Deontología Jurídica y los Abogados

EL ABOGADO, QUE ES Y ADONDE VAMOS

La Palabra ABOGADO proviene del latín advocatus que quiere de-


cir HOMBRE DE CIENCIA, PATRONO, LETRADO, DEFENSOR, ya que en la
era romana en los asuntos donde existía dificultad, para que se les auxi-
lien, los llamaban a fin de que puedan ser socorridos por personas que
tenían conocimientos del derecho, es decir que eran hombres de ciencia,
versados en la erudición del derecho. En la definición que hace el doctor
Guillermo Cabanellas en su diccionario jurídico nos dice que Abogado es
“El que con título legítimo ejerce la Abogacía. También es el profesor en
jurisprudencia que con título legal se decida a defender en juicio, por es-
crito o de palabra, los intereses y causas de los litigantes”. Por manera
que el significado que tiene que darse por parte de quien luce ese orgullo
de ser Abogado, es el que acepta esa misión en la que él, aquilata, estudia,
que es hombre de consulta, cuya erudición y sabiduría pone siempre de
manifiesto el altruismo y nobleza.

El Abogado no es el resultado de una consagración académica como


señalaría Ossorio, sino una concreción profesional, que en el ejercicio de
la abogacía se convierta dedicando su vida a dar consejos jurídicos y exigir
justicia en los tribunales, quien olvida de estos hechos, puede ser cual-
quier otra cosa, pero menos abogado. Estamos conviviendo la etapa del
desamor, irrespeto a la abogacía, existe inconciencia respeto al rol, por lo
que requerimos mutuamente que hagamos conciencia y procedamos de
manera inmediata a corregir los errores que están manchando la repu-
tación del abogado y en manera particular de la carrera de Derecho, que
con dedicación seamos verdaderos profesionales sin caer en las redes de
la corrupción en la falta de ética profesional y otras taras que se van prac-
ticando en desmedro de nuestra propia profesión.

El ABOGADO tiene en su vida misma esa esencia vital, un reto que es


justamente el de luchar, del trabajo honesto, el ser humano que se esfuer-
za, en el propósito de cualificar al sector abogadil, aquilatando el sitial que
se nos ha puesto en la historia que lógicamente corresponde al verdadero
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Dr. Marco V. Carrillo V.
profesional del Derecho, quien siempre imprime una incuestionable con-
ducta en su quehacer. Esto significa que los Abogados somos los llamados
a decir la verdad y soldados de la justicia en la correcta aplicación del De-
recho, características básicas que no pueden dejar de ser observadas ni
faltar en su deber a cumplir en la sociedad.

Si somos llamados para profesionalmente solucionar problemas


ajenos, no solo necesitamos la capacidad que debemos tener, sino en po-
der comprender, aconsejar sobre la posible solución y ejercer con hones-
tidad a ese llamado que nos hacen nuestros clientes, dando una sabia re-
comendación respecto a la gravedad de las dificultades puestas a nuestra
consideración. Ello significa que el profesional del derecho por su propia
actitud sabrá caminar aquellos senderos difíciles que es la de entregar
consejos con acierto para establecer una relación de confianza y desde
luego buscar solución más adecuada y apegada a la justicia.

Aspecto fundamental que el profesional del derecho no debe nun-


ca olvidar, es justamente el de la preparación personal, el estudio técnico
del derecho, la formación académica, la necesidad de la especialización,
la profundización en el conocimiento de las ciencias sociales en general,
ello constituirá en el alimento cualificado que llegue a nuestras mentes,
lo que servirá indiscutiblemente para combatir el quemeimportismo que
hacen que algunos colegas sean fácil presa de ello, incluso cayendo en el
barranco de la vulgaridad y desvergüenza. Pero al hablar de la formación
académica, cultural y especializada de los profesionales que hemos esco-
gido esta noble profesión, que al igual que otras profesiones, no debemos
mirar con impavidez, desprecio, ese acervo cualitativo que debe adornar a
los Abogados, ya que esa indiferencia al desarrollo en el conocimiento de
nuestra disciplina, refleja que a lo mejor se busca sin sacrificio un rendi-
miento económico sin el mayor esfuerzo, ya que seguramente el profun-
dizar en el estudio, en el desarrollo de la técnica jurídica e incluso en la
especialización, no constituyen atractivos que respondan a sus intereses
“económicos” que es lo que se busca únicamente.

Se dice que la cultura de algunos profesionales del derecho, se ha


venido degradando, tanto más que para obtener el título que nos debe

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Deontología Jurídica y los Abogados
cada día engrandecer, han obtenido por la “tutela” de amistades, compa-
drazgos o por la comparecencia a “seminarios de dos días” que avalan la
obtención de ese título, que por mil glorias debe ser honrada, justamente
por la adecuada preparación que debe obtener en su carrera universitaria
y aquilatada en la vida profesional. ABOGADO es el sustantivo y no el
adjetivo, que contemporáneamente se pone de manifiesto, debe tener el
significado de profesional lleno de moral, ávido de justicia, tolerante, cor-
dial, altruista, en definitiva un verdadero profesional. De manera que ese
sustantivo dicho en líneas anteriores, sea el identificador de un hombre o
mujer de bien, de un ser de ciencia, ciudadano culto, que impone respeta-
bilidad, justo, que profesa de manera imperativa el bienestar social.

Se pensaba hace muchos años, que el Abogado era el conocedor de


vidas ajenas, de sus secretos, el pretencioso y arrogante, que después de
Dios se encontraba en el centro de confianza del cliente, se identificaba
como tal al abogado; en muchos casos se encarnaba en el ángel guardián,
es decir se constituía en el mejor de los consuelos que tenían los hombres;
hoy en día debemos unirnos como los soldados que engrosamos las filas
del gran ejercito que luchamos por una justicia verdadera, que con capaci-
dad y méritos propios, seamos copartícipes de una legislación eminente-
mente humana, socialmente insobornable y de combate frontal a actos de
corruptela que se presente en el camino de nuestra actividad profesional;
en definitiva somos los puntales necesarios en el verdadero cambio para
una adecuada y verdadera administración de justicia. Cabe recordar que
en la Grecia antigua, donde el abogado se establece como el profesional,
actuaba para defender los derechos del hombre y solo para su “cliente”;
y, es justamente Pericles a quien se le considera como el primer Abogado
profesional del mundo, lógicamente su actuación sin lugar a dudas, ha-
bría realizado como un hombre erudito en el derecho, con sabiduría y con
honradez; pero contrario a la buena práctica del verdadero Abogado, la
historia nos cuenta que Augusto, dentro de sus actividades legislativas,
determinó que el Abogado que cobraba como honorario con criterio de
explotación, dividía lo que se obtenía para su cliente, por medio de su ac-
tuación como defensor, estaba en la obligación de devolver el cuádruplo
de lo recibido, ya que ese acto como es lógico concebir, era tomado como
un crimen que iba en contra de la moral profesional, ya que esa cuota

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Dr. Marco V. Carrillo V.
litis, que tenía un sabor a un incorrecto y cuestionable negocio, antes que
ser un verdadero ejercicio de una correcta profesión que se la lleva con
nobleza; y, en la misma línea de comportamiento con la sabiduría de Cons-
tantino, se conoce que como castigo contra un Abogado incorrecto se daba
la pena con la pérdida del ejercicio de su profesión, cuando usaba en su
beneficio, esa cuota litis; ejemplos éstos que ameritan reflexiones para los
profesionales del derecho cuando se actúa en el libre ejercicio.

Estos ejemplos nos orienta como guía a nuestra actuación, ya que


el gremio de abogados jamás se ha constituido como sociedad para el lu-
cro utilizando la defensa del derecho ajeno, explotando al cliente, aprove-
chándose de la necesidad de tener como aliado a un profesional sin cua-
lidades, sin ética ni moral, contaminado por la ambición profesional. Por
ello, nuestros maestros, en las aulas universitarias nos orientaron y nos
dijeron que la verdadera moral no muere, que es perdurable, que el bien y
el mal no se fusionan, y quienes tenemos la suerte de caminar con altivez
y sentimos la profesión de abogado ligado al buen nombre que llevamos,
somos los llamados para constituirnos como indiqué en líneas anteriores,
en verdaderos soldados del Derecho y la Justicia.

El hecho de haber estudiado la carrera de Derecho y Ciencias Polí-


ticas, no le adjudica per se a una persona la calidad de abogado; hemos
soportado calificativos peyorativos gracias la mala fama que tiene nuestra
profesión, comentarios que van de lo ridículo a lo ofensivo. Es una profe-
sión que en ves de estar consagrada académicamente, está mal vista por
la sociedad, lo que es injusto ya que tal ves existen abogados “vivísimos”,
pero somos la mayoría los que nos apegamos a la ley y la justicia, por lo
que el entorno social no puede catalogar a la profesión de buena o mala
por la actuación de sus protagonistas, ya que ella misma debe hacerse un
mea culpa de los valores que enseñan la ciudadanía. Lo señalado ubicamos
en las aulas universitarias, cuando no se orienta a discernir, a valorar a los
demás, a reflexionar ni a ser críticos, ya que existen docentes universita-
rios pocos por cierto, que intentan crear estudiantes mecanizados, memo-
rizadores de conceptos y definiciones, así lo señala Osorio quien dice “El
bagaje cultural del alumno más aprovechado, no pasa de saber decir de
veinte y cinco maneras –tantas como profesores- el concepto de Derecho”.

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Deontología Jurídica y los Abogados
2.- Ética y Profesión.-

En el diccionario de la Real Academia le da a la ética una plena con-


figuración moral y no jurídica, al establecer que es la parte filosófica que
trata de la moral y de las obligaciones del hombre. En tanto que en la Enci-
clopedia Jurídica Omeba con acierto se expone que “muchas veces los jó-
venes entran a la Facultad de Derecho y salen de ella, sin saber qué es
el abogado, en qué consiste la abogacía y cómo debe ejercitarse la pro-
fesión. Piensan que es un medio de enriquecerse, desempeñando una
profesión lucrativa. El abogado es casi siempre, para ello, un hombre
diestro en el manejo de las leyes, conocedor de toda clase de artimañas
para defender, al mismo tiempo, lo blanco y lo negro. Su tarea, para al-
gunos, consiste en defender cualquier cosa, mediante una paga – Ya no
importa cuán injusta o repudiable pudiera ser la causa defendida...La
culpa no es de ellos, sino de la defectuosa preparación, excesivamente
libresca, de nuestros planes de estudio... no se le enseña a ser abogado,
no se le instruye sobre las reglas de su conducta profesional. Lo apren-
de por sí sólo, a fuerza de golpes, errores y fracasos, y en este apren-
dizaje, suele dejar jirones, a veces irreparables, de su propia amoral”
(obra citada: Tomo XI, 278)

Para recordar a Marco Tulio Cicerón, señalaba que no ha de poseer-


se la virtud a la manera de un arte cualquiera, sino practicarla... la virtud
cosiste precisamente en la práctica; así el abogado ha de creer en la éti-
ca profesional y concomitantemente, ha de apegar su conducta cotidiana
a los postulados de moralidad y contenidos de ella. Por ello los grandes
maestros y docentes universitarios han insistido siempre que la formación
integral del abogado excede en mucho en el dominio del derecho vigente,
se requiere del análisis doctrinal, de la revisión de manera sistemática de
la evolución jurídica, del manejo metodológico de las técnicas sobre la in-
terpretación, organización, aplicación, creación del derecho, pero por so-
bretodo de una verdadera y sólida formación valoral.

Insisto, que el abogado es un eterno luchador por el derecho y por


la justicia, siendo entonces el derecho una idea práctica, el medio por muy
variado que sea, se reduce siempre a una lucha contra la injusticia; la paz
es el fin del derecho, la lucha es el camino o el medio para alcanzarlo; por
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ello se dice que la justicia sostiene en una mano la balanza donde pesa
el derecho, sostiene en la otra la espada que sirve para hacerlo efectivo,
por ello se complementan de manera recíproca. El abogado está dentro
de la lucha y debe estar bien preparado para librarla, será entonces una
cualidad que el abogado esté siempre alerta para luchar con la balanza y
la espada. Por otra parte, a sabiendas de que toda lucha es ardua, consti-
tuirá otra cualidad que el abogado esté en forma; estar en forma significa
tener desarrollada bien su habilidad tanto en la teoría como en la práctica
y estudiar detalladamente el asunto que se le ha encomendado o confiado.

Dentro de nuestros deberes como abogados está la probidad, la


consecuencia, elementos principales de la profesión del abogado, pues no
ocurre en esta como en otras funciones; se suele decir que el médico pue-
de ser justo o injusto, con tal de ser sabio en su arte, pues con ello no deja
de ser médico; el literato o gramático, cualquiera que sean las costumbres,
si entiende de hablar y desarrollar el análisis literario correctamente,
siempre será gramático o literato; y, así ocurre con otras artes; se miden
por la ciencia y no se considera la voluntad. En la práctica y en la profesión
de abogado no se toma menos en cuenta la voluntad que la ciencia.

El deterioro de nuestro sistema jurídico, la formación de abogados,


la formación académica en las universidades, tiene una función prepon-
derante para abocarse a las problemáticas lacerantes como, la abogacía
de baja calidad, la intolerable lentitud en la administración de justicia, la
frivolidad de las resoluciones judiciales en algunos casos, la mínima repre-
sentación de los sectores desprotegidos de la población y la práctica des-
honesta. Sentimos que los responsables de la educación en las Escuelas
de Derecho de las Universidades, son indiferentes acaso al compromiso
de preparar verdaderos profesionales con virtudes y críticos en la bús-
queda de la justicia; ¿es correcto acaso que los estudiantes se orientan a
ser leguleyos?, nos respondemos entonces que si las Facultades o Escuelas
de Derecho no actúan sobre este fenómeno generalizado, los egresados ni
siquiera sabrán las interrogantes con preguntas correctas que deben for-
mular el empezar el ejercicio de su profesión; por manera que serán cau-
tivos del sistema social existente, del cual somos críticos y combatientes.
La rectitud de la conducta del abogado obliga a establecer un com-

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Deontología Jurídica y los Abogados
portamiento de respeto hacia todo lo positivo, determinado por nuestros
semejantes o desde la perspectiva personal. En el caso de la profesión jurí-
dica que nos interesa, la ética como es lógico se centra en las reglas de con-
ductas morales que han de acatarse con motivo del ejercicio profesional
del derecho. En consecuencia trata de las normas de conducta que rigen el
comportamiento del abogado, en su relación con el cliente, su deber para
con los tribunales de justicia y demás autoridades, su relación con la con-
traparte y naturalmente su responsabilidad con la sociedad. La Enciclo-
pedia Omeba dice “Hablar del abogado, implica, forzosamente, hablar de
ética profesional. Por ser tal el abogado debe ajustarse a normas de conduc-
ta ineludibles, que al par que regular su actuación enaltecen y dignifican la
profesión...El alto ministerio social que cumple, los intereses de todo orden;
la libertad, el patrimonio, la honra que le son confiados y el respeto que debe
guardar a sí mismo y al título universitario que ostenta, exigen del abogado
el cumplimiento fiel de las normas de ética consagradas por la tradición”
(Omeba 1980: Tomo XI, 259).

No se puede dejar de citar a Luis Jiménez de Asúa al considerar lo


señalado en la Enciclopedia Omeba cuando dice “la conducta moral es
la primera condición para ejercer la abogacía...nuestra profesión es,
ante todo, ética... el abogado debe saber derecho, pero principalmente,
debe ser un hombre recto” (Omeba; 1980: Tomo XI, 262).

Los Abogados y los Jurisconsultos por sus actuaciones, la historia


nos hace reconocer que han quedado para vivir en la inmortalidad, ejem-
plo vivo de Víctor Manuel Peñaherrera, Alfredo Pérez Guerrero, César
Aníbal Espinoza, Rafael Echeverría Flores, Jorge Zavala Baquerizo, Emilio
Velasco Célleri, Arturo del Pozo Saltos, Guillermo Bossano, Efraín Herre-
ra Carrillo, Luis Alberto Costales Cazar, César Muñoz Llerena, José García
Falconí, entre otros ilustres hombres del derecho y que pido disculpas por
no nombrarlos, quienes bajo el crisol de sus actuaciones dieron y siguen
dando a la sociedad ecuatoriana, luces en el ámbito doctrinario, del dere-
cho y en lo político-social; constituyeron y constituyen en conductores de
relevancia, entregando su vida misma, que aquilata el prestigio de nues-
tro gremio profesional; así como ellos y muchos más, queremos alimentar
nuestras filas con colegas llenos de vocación y estudiosos, que contem-

25
Dr. Marco V. Carrillo V.
poráneamente no pueden escasear a pretexto de que a lo mejor mayor
fuerza tiene el utilitarismo que la ciencia, el interés personal que el social,
el derecho de pocos por la justicia para todos; la esperanza que nunca lo
perdemos, avizora para nuestra alegría, mejores horizontes.

La obligación en nuestras actuaciones éticas no se agotan en el des-


cargue integro de nuestras responsabilidades profesionales; porque antes
de ser abogados, abogadas o estudiantes de derecho, somos hombres y
mujeres que vivimos en una sociedad específica; con culturas, necesida-
des, retos y posibilidades sobre las cuales debemos actuar en nuestra pro-
fesión, nuestra actuación ha de ser como hombres y mujeres individuales
e irrepetibles convocados a vivir en comunidad. De allí que la profesión
debe ser una expresión social de la dignidad de la persona que la prac-
tica.

4.- El Abogado y Cliente.-

Desde hace varios años a esta fecha, las profesiones vienen siendo
cuestionadas por la falta de un verdadero comportamiento en lo concer-
niente a la actitud que se asume en la práctica en las relaciones profe-
sional-cliente; una de las más criticadas si cabe por decir lo menos, es la
profesión de ABOGADO, increpadas con justa razón en algunos casos y ele-
vadas en otros a la categoría de un verdadero apostolado particularmente.
Se dice que del abogado hay que tener cuidado, apartarse y desconfiar,
pero esas manifestaciones se ha generado justamente porque hemos dado
pretexto para que el vulgo, tenga esa lamentable impresión adversa a la
que prometimos cuando a voz en cuello manifestamos que llevaremos con
orgullo, ética y moral, LA TOGA.

No trato de dar clases de moral, ética o algo parecido a mis queridos


y distinguidos colegas Abogados y amigos; simplemente trato de estable-
cer que la JUSTICIA que es la que por la que luchamos, sea labrada con dig-
nidad, altura propias de quienes hemos escogido esta noble profesión. De
allí cabe indicar que la justicia no es sinónimo de derecho, peor de una co-
rrecta manifestación y actuación de los hombres; simplemente justicia es
la convivencia con honestidad, no dañar a otro y dar a cada uno lo que es
suyo, disposición de la voluntad humana dirigida al reconocimiento de lo
26
Deontología Jurídica y los Abogados
que a cada persona le corresponde. CABANELLAS indica que la JUSTICIA
es el “Supremo ideal que consiste en la voluntad firme y constante de dar
a cada uno lo suyo, según el pensamiento y casi las palabras de Justiniano:
“Constáis el perpetua voluntas jus suum cuique tribuendi”.

Se dice que no existe hombre o mujer que se hallen impedidos de


equivocaciones, ya que se señala que el hombre justo no puede hacer mal
a nadie, ni a su enemigo, la verdad es que no es permitido al justo hacer el
mal, es más que una mentira imprudente, no puede invalidar la buena fe
del ciudadano, indica Platón en su obra La República o El Estado.

5.- Aspectos Deontológicos.-

En las actividades profesionales, múltiples por cierto, cabe hacer


una seria reflexión acerca de la que ejercemos los profesionales, en parti-
cular los del derecho, la abogacía, tanto más que nos encontramos cruzan-
do una etapa social llena de actos reñidos con la moral, la ética, en una sola
palabra CORRUPCIÓN.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 83.12, manda a ejercer


la profesión u oficio con sujeción a la ética determinando que las personas
somos responsables de la mala práctica en el ejercicio de la profesión; por
manera que inobservar estas obligaciones, estaríamos de alguna manera
alimentando a la corrupción, ya que no existiría una expresión intrínseca
para laborar como profesional del derecho, como en efecto la moral y ética
manda.

Tarea urgente de los colegiados, si queremos establecer un alto con


relación a las vivencias tan cuestionadas, es justamente un ardiente y fron-
tal combate a las prácticas de corruptela, enfermedad que no es nueva en
nuestra sociedad, sino que se ha acrecentado en estas dos últimas déca-
das, en esta sociedad consumista y de grandes diferencias sociales y prin-
cipalmente económicas. No podemos dejar pasar que se nos prive de una
verdadera justicia, que los valores como honestidad, moral y ética se “es-
condan” por la simple voluntad de quienes encabezan practicas corruptas,
en las que nos imponen democracias que llenas de proclamas utilitaristas,
se han convertido en la simple y llana manifestación de las Funciones del
27
Dr. Marco V. Carrillo V.

Estado.

Este fenómeno llamado corrupción, que en medio de una sociedad


donde se exalta a la soberbia, el poder, el tráfico de influencias, constituye
en el caldo de cultivo para todo tipo de prácticas como las ya señaladas,
lamentablemente con ello se acrecienta la cultura del soborno, coima, y
audazmente incluso el corrupto quiere pasar por listo y presume de esa
condición; de tal forma que una urgente tarea como indico en líneas ante-
riores, como Abogados de la República, es la de involucrarnos sin miedo
alguno y enfrentar estos fenómenos que desdicen incluso de nuestra acti-
vidad profesional.

No existe fórmula o panacea alguna, que permita desaparecer a es-


tos males o antivalores; para hacerle frente es necesaria la actitud ciuda-
dana, la del profesional, para atacar desde diversos frentes; una de ellas
creando una clara conciencia ética, en el campo de la Administración de
Justicia, hacer que ninguna Función del Estado meta las uñas, creando
una verdadera coraza y una real independencia en una de las principales
funciones u órganos estatales como es la Judicial, La Constitución de la
República se hace eco de esta proclama al indicar que la administración
de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atri-
buciones, aplicará el principio de que goza de autonomía administrativa,
económica y financiera, Art. 168.2. CRE.

Por ello la necesidad de una adecuada aplicación de normas deon-


tológicas, hoy en día de mucha importancia en la actividad diaria del hom-
bre, pero por sobre todo en aquellas personas que desarrollamos nuestro
accionar como abogados, que si bien es cierto de encuentra identificada
como una profesión humanista, con valores éticos como es la justicia, la
equidad, la seguridad jurídica, el respeto a los derechos humanos; no es
menos cierto escuchar en las calles de nuestras ciudades e incluso en los
pasillos de las Cortes de Justicia frases tan lapidarias como “abogado, la-
drón con título”, “Dios libre a mi casa de abogados”, “ojalá nunca caiga en
manos de un abogado”, “este Abogado se vendió a la otra parte”; y, otras
más que de manera general en efecto son injustas, pero que son produc-
to de prácticas propios de “leguleyos”, “tinterillos”, de “picapleiteros” o

28
Deontología Jurídica y los Abogados
aquellos simuladores que ostentan decir ser abogados sin serlo y con ello
han desprestigiado a tan noble actividad profesional. De allí es menester
poner en práctica las normas deontológicas, fomentar y profundizar en
las universidades, sabias decisiones en la correcta formación del futuro
profesional del derecho, gravando con caracteres permanentes ese cono-
cimiento y luego en su práctica profesional.

En tratándose de los profesionales del derecho, al hablar de ética es


lógico que ello implica de su función social y de los elementos que le son
confiados, que se resumen en la libertad, el patrimonio y la honra; reitero
que pocas profesiones han sido vilipendiados como la del abogado, jus-
tamente porque algunos no cumplen con las normas éticas ni el respeto
así mismos y al título que ostentan, por ello es que muchas personas con-
sideran al abogado como un sujeto que es preciso cuidarse y desconfiar,
que sin bien es cierto estas consideraciones desmerecen de nuestra parte,
también es cierto que si bien no hemos cumplido con nuestra misión de
abogado, no debe afectar esos calificativos a nuestra estima.

Que no sea letra muerta esas normas y más bien se conviertan en


una clara exigencia como en efecto demanda la sociedad actual. Por ello
con el presente trabajo pretendo dar líneas o directrices generales de la
Deontología Jurídica y Ética, haciendo que usted amigo lector, se introduz-
ca, conozca y decida respecto a los aspectos vitales de nuestra existencia,
esto es una actitud activa, que nos apropiemos o ponderarnos de valores,
hacernos dueños y ciudadanos responsables en nuestro quehacer diario,
que sea guía de nuestras actuaciones; por el contrario, la mediocridad, la
corrupción, la mínima manifestación de espiritualidad se ligará como la
yedra, interrumpiendo nuestra clara labor a la que juramos poner en prác-
tica en beneficio de la sociedad. Este texto tiene ese principal objetivo, a
que nos impulse a encontrar respuestas a los acuciantes problemas, que
sacuda nuestras conciencias y malas prácticas, que ayude a cambiar de
actitudes, lo que redundará en un ejercicio de nuestra profesión más ho-
nesto, justo y con aquilatadas manifestaciones de un ser humano.

Es necesario poner de manifiesto que estrechamente se encuentran


ligados la misión del jurista y del abogado, las dos caminan juntos en los

29
Dr. Marco V. Carrillo V.
variados campos de acción en el cumplimiento de sus objetivos: en el cam-
po del jurista, le corresponde profundizar la ciencia del derecho desde el
punto de vista de la doctrina, ya que el derecho es vivencia misma en las
relaciones humanas y a él le corresponde o le pertenece la clara explica-
ción del espíritu y sentido de la ley; en tanto que al abogado, está encar-
gado de defender la correcta aplicación de la ley, ya sea en el campo de las
relaciones públicas y privadas para que efectivamente impere el derecho.

La diferencia entre Abogado y Jurisconsulto, en varios textos que


leemos suelen encontrarse y están determinados. Pero cuando decimos
abogado solamente, tenemos ya bastante para saber su enorme ministerio
espiritual, encontramos que el Jurisconsulto-Abogado, es el más idealista
de todos, ya que llega a tener esa denominación, ya que por su elevada
cultura, le permite crear y redactar la ley y con ella como es lógico el Dere-
cho:; estudia a profundidad los problemas jurisprudenciales, sabe escribir
y disertar lo complicado que ello es, en definitiva sabe orientar dentro de
sus conocimientos a una vida de respeto en la que deben vivir las socie-
dades.

Preocupado nos hallamos los colegiados de la Abogacía, por la efi-


cacia de correctos y buenos procedimientos que traigan como consecuen-
cia una administración de justicia verdadera, para que unidos, abogados y
operadores de justicia, encontremos el mejor de los caminos para cumplir
con los ideales que imperativamente reclama nuestra sociedad tan sufri-
da, solicitando de manera expresa se sirvan dispensar cualquier error o
exageración de apreciación que pueda haber cometido en el presente tra-
bajo, ya que solo refleja mi sinceridad, buena fe que anima mis actos.

6.- Valores Fundamentales.-

El profesional del derecho, sin dudas debe tener un conocimiento de


valores de la cultura humana, en particular los referidos a su conducta y
de manera erguida por luchar contra todo lo que sea adverso a esos valo-
res que son parte de nuestra personalidad, eso sí buscando siempre día a
día la justicia como norma de la sociedad, de manera particular cuando se
trata de que esa justicia debe llegar a los más débiles y desamparados, que
se hallan ávidos de que la justicia no sea una quimera.
30
Deontología Jurídica y los Abogados

La Constitución de la República del año 1998, nos daba a conocer en


el Capítulo VII, en su Art. 97, los Deberes y Responsabilidades de todos los
ciudadanos sin perjuicio de otros previstos en la misma en la misma; nos
permite ubicarnos en el tiempo y espacio, en el cumplimiento de nuestro
rol como ecuatorianos cuya base de responsabilidad en su observancia ha
de permitir lógicamente, contribuir en el más claro y amplio desarrollo
moral, económico y político siempre pensando en los amplios sectores de
la población.

En el texto constitucional aprobado por los ecuatorianos y mediante


referéndum y hoy vigente, en su Art. 83 del Capítulo IX, habla de las Res-
ponsabilidades como Derechos, existen 17 numerales que al igual que el
texto constitucional de 1998 son similares desde el punto de vista general,
mismos que se encuentran indicados en líneas anteriores.

El acatamiento y cumplimiento a la Constitución, la ley y decisiones


legítimas de autoridad competente, es una de las principales observancias
que debemos ubicar los profesionales del derecho; con ética en nuestros
actos no será imposible para el justiciable, para la sociedad en general,
estar frente a un profesional idóneo en las materias de su que hacer diario,
sino ante todo un ser honesto en su ejercicio profesional. Nuestra profe-
sión tiene sus normas de comportamiento, normas éticas que se hallan
reguladas en nuestra propia ley gremial, y ellas se constituyen en el com-
pendio de conductas que nos es exigida; pues la conducta de un aboga-
do es tan visible desde el comportamiento y tratamiento con los clientes,
entre colegas, en las actuaciones judiciales, del comportamiento ante los
operadores de justicia, en fin en nuestra vida misma.

Es necesario anotar que el profesional del derecho se debe así mis-


mo y su clara misión como auxiliar de la justicia, con conducta íntegra y
con claros parámetros morales, es capaz de desprenderse incluso de sus
propios intereses, con equidad, abogados excepcionales e intachables con
que cuenta la barra de abogados en nuestro país, es decir favoreciendo al
que busca justicia; en tanto que el falso, el engañoso, el de experticias en
artimañas dilatorias, siempre actuará con criterio único y exclusivamente

31
Dr. Marco V. Carrillo V.
utilitarista, sin mirar los medios que emplea para conseguir sus “anhelos
legales” a como de lugar, incluso violentando procedimientos con el úni-
co afán de satisfacer sus caprichos económicos principalmente y adquirir
“fama” profesional a costa de esquilmar a su cliente.

Recordemos que en el Art. 54 inciso segundo, constitucional, indica


que “Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio
de su profesión, arte u oficio…”, norma que debe como es lógico observarla
y practicarla.

7.- Ética y Abogacía.-

Cuando hablamos de que se ha de actuar con ética, es necesario es-


tablecer lo que es la ÉTICA, que según Aristóteles; ethos, costumbre, ca-
rácter, temperamento, hábito, modo de ser, es decir que la ética elabora
hipótesis, propone conceptos y da explicación sobre la experiencia moral;
en definitiva significa el modo de ser o carácter, siendo por manera una
rama de la filosofía la que versa sobre las diferentes actos morales y cuando
hablamos de ética profesional, se ha de entender como el comportamiento
profesional respecto de su profesión, de modo que allí encontramos debe-
res fundamentales del profesional, pautas, deberes exigidos, imposiciones
indeclinables, que recae en el individuo dentro de sus responsabilidades,
es un medio apropiado para organizar una actuación profesional adecua-
da, convirtiendo a ese profesional en medio ejecutor categóricamente de
su investidura, con lo que permite disciplinar sus actuaciones, perfeccio-
nando su carácter y fortaleciendo esa conducta enmarcadas en las normas
éticas.
En consecuencia, la ética, es la ciencia que estudia los actos huma-
nos, señala si esos actos son buenos o malos, justos o injustos; no debe
quedarse solamente la ética en el solo enunciado, por el contrario debe
ser una ciencia que se la practique y no señalar que la ética es la ciencia
de la virtud, sino por el contrario para hacernos virtuosos y buenos; de
lo contrario sería inútil el estudio de ella, pues no se requiere saber que
es la honestidad sino porqué debemos practicar esa virtud que debe ser
entendida esa virtud, como una constante disposición que nos permite
combatir y evitar el mal y es de tal forma el principio fundamental para
una buena conducta ética. Por manera que la ética nos orienta y dice qué
32
Deontología Jurídica y los Abogados
valores el hombre debe asumir en la búsqueda del bien y alejarse del mal,
sin descuidar de indicar que siendo el hombre un ser social y cada socie-
dad tiene sus propias características y concepciones de lo bueno y de lo
malo; ahí la actitud de un profesional para asumir el bien como actividad
permanente.

8.- Deontología - Ética.-

Ya en el campo profesional, la ética se le conoce también como deon-


tología que se constituye en la ciencia de los deberes de una determinada
profesión, en definitiva son los efectos prácticos que se encuentran adap-
tados a nuestras realidades y condiciones dadas en la en el desarrollo de
esa actividad. La deontología es un término que proviene del griego déon-
déontos, deber y logos, tratado, doctrina, que puede traducirse como “lo
que debe hacerse”; deontología es la ciencia que trata de los deberes.

Según F. Escardó, señala que de la ética se deduce la rama didáctica


llamada deontología, que enseña lo que es en general justo y conveniente;
más la aplicación de tales enseñanzas solo puede hacerse en las costum-
bres. La ética propone responsabilidades morales; en tanto que la deon-
tología acciona a través de reglas y leyes obligatorias para el recto obrar.

Se conoce que la primera profesión a la que se aplicó la deontolo-


gía fue la medicina por el año 1845, lógicamente luego se introdujo en
otras pero como mínimas normas que ahora existen en la mayoría por
no decir en todas las profesiones universitarias como abogados, ingenie-
ros, docentes, periodistas, contadores, en las actividades empresariales,
públicas incluso en la política que al decir de la sociedad ecuatoriana en
particular, poco se cumple en esta última actividad, esa política o mejor
dicho politiquería que de por sí es muy cuestionada; ejemplo vivo del
Ecuador, el llamado y fenecido Congreso Nacional, en las que sus integran-
tes hablaban del código de ética, sin que sea observado a cabalidad. Es
lógico cuando hablamos de código de ética, de manera rápida internamos
en nuestras mentes de que se trata de un conjunto de reglas en las que de-
clara la intención de cumplir con la sociedad principalmente con lealtad,
y que el incumplimiento, faltas o inobservancia a ese código que manera
general no están regidas por una sanción del Estado a excepción de haber
33
Dr. Marco V. Carrillo V.
infringido la ley; ya que estos códigos son de autocontrol de las respecti-
vas profesiones, en nuestro caso los Colegios de Abogados señala lo que es
lícito, lo incorrecto, lo aceptable e inaceptable, es decir que no está ajeno
a la actuación profesional.

Insistir que el afán de lucro inmoderado, de utilitarismo en su pro-


fesión, sin observar reglas de la ética profesional, creyendo que ello le sal-
vará de sus necesidades, es una manera expresa de conducirse con falta-
miento a la ética.

9.- Ética Profesional.-

Siendo en la práctica nuestra actividad profesional una función de


carácter social, es menester y exigible por cierto, la necesidad de estable-
cer normas deontológicas para su ejercicio; pues a lo largo de la historia,
muchos han sido los intereses que se han confiado al profesional del dere-
cho, en lo principal relacionado con el imperio del derecho y consecuente-
mente a la búsqueda de la justicia, tal es el hecho de que la presencia del
que aboga por un ciudadano viene desde los albores, cuando nace justa-
mente el Estado, la propiedad privada y la presencia de las clases sociales.

No se puede soslayar que la ética en los actos comunes de los hom-


bres se encuentra ubicada o mejor dicho tipificada en la conducta misma
del hombre profesional del derecho; no puede ser desapercibida por la
sociedad, la importancia que es para el cliente, encontrase frente a un ver-
dadero profesional con solo por ser idóneo en las materias en las que se
destaca y dentro de sus actuaciones diarias, pero por sobre todas las cosas
la “honestidad” en su actuación profesional. De manera que la Abogacía
tiene sus normas éticas, que en el caso particular de los profesionales del
derecho en el país, se encuentran reguladas por la Federación de Aboga-
dos y sus respectivos Colegios, constituyéndose esas regulaciones en el
compendio de conductas que exigiblemente se espera de los profesionales
que se encuentran identificados con su actividad y la Abogacía.

La ética profesional si bien es cierto es algo intangible, pero no es


menos cierto que se visualiza, se cualifica desde conductas elementales, en
el tratamiento con el cliente, entre colegas, con los operadores de justicia,
34
Deontología Jurídica y los Abogados
es decir en la actuación judicial, incluso con las actividades en el ámbito
privado cuando se hallan relacionados con determinados hechos incluso
de carácter penal. Allí, en la actitud profesional frente a la sociedad, viene
a constituirse en el termómetro de nuestra calidad profesional.

La deontología como toda norma, se inserta en el universo del De-


recho en la que exige una adecuación, claridad, precisión, y si existe cual-
quier modificación o cambio, es lógico que obliga a adaptar esa norma a
esa nueva realidad legal o social; esos cambios no pueden crear resisten-
cias, ya que al unísono los profesionales del derecho, habrán más bien que
desarrollar, ampliar y cualificar esas normas, en beneficio de esa sociedad
del cual somos parte.

Pero para que se pueda cumplir ese rol en la sociedad, el profesional


del derecho, ha de entender primero que la sociedad ecuatoriana se halla
constituida con una base fundamental, EL DERECHO, que proclama como
valores fundamentales o de vital importancia la igualdad y la justicia,
por manera que el Abogado no requiere ser solo experto en leyes y co-
nocedor de la técnica jurídica, de las estrategias procesales, sino que es
de mucha importancia como elemento imprescindible para la realización
de la justicia, que garantice un claro asesoramiento, la contradicción, de
observancia a los principios constitucionales y legales, de igualdad de las
partes, el derecho de defensa, para que se cumpla esa tutela judicial efecti-
va; precisa en consecuencia del Abogado, normas de comportamiento que
han de permitir satisfacer los derechos del cliente que le son inalienables,
velando siempre los valores en las que se asienta la sociedad, consolidan-
do y defendiéndolos.

En el texto de Constitución presentada y aprobada en referéndum,


en el Art. 169 sobre el sistema procesal indica:

“Art. 169.- El sistema procesal es un medio para la realización de la


justicia. Las normas procesales consagrarán los principios de simplificación,
uniformidad, eficacia, celeridad y economía procesal, y harán efectivas las
garantías del debido proceso. No se sacrificará la justicia por la sola omisión
de formalidades”

35
Dr. Marco V. Carrillo V.
Ahora bien, uno de los principales principios en las que se funda
la verdadera democracia en nuestro país, no puede ser otro que el de in-
dependencia de la Función Judicial, basado en el propósito justamente
de quienes tienen que ver con la Administración de Justicia, no contami-
ne con la ingerencia de ninguna otra Función del Estado, así el legislador
constitucional aprobó en la ciudad de Montecristi,

En el nuevo texto constitucional sometido a referendo al efecto se


refiere en su Art. 170 en sus numerales 1 y 2 indica:

“Art. 168.- La administración de justicia, en el cumplimiento de sus


deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, aplicará los siguientes
principios:

1.- Los órganos de la Función Judicial gozarán de independencia


interna y externa.

Toda violación a este principio conllevará responsabilidad admi-


nistrativa, civil, penal y acuerdo con la ley.

2.- La Función Judicial gozará de autonomía administrativa, eco-


nómica y financiera”.

De lo indicado en líneas anteriores, los profesionales del derecho


como no puede ser de otra manera, debemos exigir la observancia de esa
independencia de los órganos de la Función Judicial, de esa manera garan-
tizar una verdadera administración de justicia y libre de toda intromisión
política incluso económica de los sectores llamados poderosos, quienes se
han acostumbrado imponer jueces o magistrados y lo que es más, “dictar
sentencias” a su favor e incluso se ha dicho a la “compra” de resoluciones.

De esa manera, convirtiéndonos en veedores ciudadanos, ayudare-


mos a que en realidad exista una verdadera democracia con una observan-
cia a la independencia de esa importante Función del Estado.

Claro está que los principios fundamentales e inmutables del ejer-

36
Deontología Jurídica y los Abogados
cicio de abogado encontramos de manera similar en la independencia
tan necesaria como la imparcialidad del operador de justicia dentro de
un Estado constitucional de derechos y justicia como acabo de indicar; la
dignidad que con prerrogativa de profesional del derecho, ha de actuar
frente a la sociedad, esa obligación de informar a su cliente de su posición
jurídica respecto a los distintos valores que se ponen en juego tanto en
sus acciones u omisiones, acrecentando sus cualidades en la defensa téc-
nica, sin presión alguna, con libertad e independencia de conocer, formar
criterio demostrando esa honradez, probidad, rectitud, lealtad, diligencia
y con veracidad, virtudes estas que debemos portar los profesionales del
derecho; son causas y claras consecuencias de las necesarias relaciones de
confianza entre el abogado y el cliente, son base del honor y dignidad de
la profesión; integridad sinónimo de incorrupción, actitud prevalente en
las actuaciones frente a su cliente y de respeto a la contraparte, guardando
el secreto en tanto concierne por razón de la profesión, caso contrario la
actuación adversa a este principio de manera individual afecta al honor y
dignidad de toda la profesión; la diligencia, la honestidad, son requeridos
exigidos por la sociedad a la abogacía, el ciudadano precisa del abogado
para conocer lo trascendente de sus actos, ya que el abogado se convierte
en custodio de la intimidad personal del cliente; de allí que ese secreto
profesional y la confidencialidad son deberes que ineludiblemente ha de
cumplir el abogado, es decir se constituye en hechos concretos de los de-
rechos consagrados en las normas legales y constitucionales que son base
del ordenamiento jurídico y reconocen a los clientes y de defensa propios
de un Estado constitucional de derechos y justicia, social, democrático,
soberano, independiente, etc; de allí la actitud de servicio, mantener el
secreto profesional, la libertad de defensa e independencia, son principios
básicos que no puede dejar de ser parte de nuestra propia piel.

10.- Lo Moral.-

Objetivo de trascendencia y aliento del abogado, es llamar la aten-


ción de propios y extraños sobre la importancia del factor moral de mejo-
ramiento de la abogacía como estamos sosteniendo en líneas anteriores;
entre los motivos que se señala a la decadencia innegable de nuestra noble
profesión, es la falta de compromiso, seriedad y de profundidad de los es-
tudios universitarios, excesivo número de profesionales y crisis de valores
37
Dr. Marco V. Carrillo V.
morales, constituyen sin duda alguna al más grave y pernicioso aspecto
crítico. No es justificativo y es tampoco excusa, la crisis general que sufren
esos valores en la sociedad contemporánea y en particular la ecuatoria-
na, porque la abogacía para tener razón de ser, debe ser un sector selecto
que esté cimentada en la rectitud de la conciencia, que en el conocimiento
teórico. Si no tenemos conciencia profesional digna, transparente, el pro-
fesional del derecho, se convierte simplemente en cómplice del fraude,
picapleitero, encubridor del delito. Por ello nuestro gremio de abogados,
debe fortalecerse en el sentimiento de la responsabilidad profesional y de
estar convencidos de lo selecto de los profesionales del derecho, podre-
mos en poco tiempo imponer normas de conducta que ha de gravitar por
su propia excelencia.

No es el derecho positivo donde el jurista encontrará el basamento


de sus actos y decisiones; el derecho es cambiante, dinámico y lo que para
hoy es bueno, mañana no lo ha de ser; lo que era un sistema perfecto tal
ves sea modificado para mejorar. El abogado no puede ceñirse únicamente
a los textos que son únicamente una guía, pero no es menos cierto que se
quedan a la deriva en razón de no van al mismo ritmo que las circunstan-
cias y cambios así lo requiere. El buen abogado debe ser realista, debe
acostumbrarse a los cambios, a la modernización; no ve solo hasta donde
llega su nariz, es decir, se pone en el lugar de los otros y ve si sus actuacio-
nes son perjudiciales a los demás. El abogado que toma como alternativa
la excusa de lo que dicen los códigos para justificar sus actuaciones, aún a
sabiendas de que con incorrectas, no merecen el título de abogado.

Lo que debe ser un buen abogado, es poner en la balanza de sus va-


lores, de su ética, de su conciencia, los pasos que va a dar y solamente allí
dirimir sobre lo que es correcto y lo que es incorrecto haciendo lo mejor
para sí y para el conjunto de la sociedad.

En la vida diaria los abogados encontramos en la diatriba de escoger


entre lo correcto según nuestra conciencia, y lo correcto según la doctrina,
los textos y la misma jurisprudencia, nada de esto alterará al buen aboga-
do que ha de seleccionar de acuerdo a lo que dicte nuestros pensamientos,
nuestra conciencia ya que lo que debemos perseguir y sigo insistiendo es

38
Deontología Jurídica y los Abogados
LA JUSTICIA.

El abogado ha de tener siempre presente la función muy importan-


te, que la sociedad le confía, que no es otra cosa ni más ni menos, que la
DEFENSA EFECTIVA DE LOS DERECHOS INDIVIDUALES y COLECTIVOS,
pues ese reconocimiento sin duda alguna junto al respeto, constituyen
la espina dorsal de un Estado de derechos y justicia, que habla nuestra
Constitución, en su Art. 1 dice:

“El Ecuador es un Estado constitucional de derechos y justicia, social,


democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional
y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descen-
tralizada.”

Los abogados debemos tomar en cuenta que en el texto constitu-


cional aprobado, establece que el Ecuador es un Estado constitucional de
derechos y justicia, social, democrático..., aspecto éste que implica que de-
bemos exigir consecuentemente la aplicación de esa justicia que habla el
artículo invocado.

11.- Lo Social.-

La función social que lleva el Abogado, exige para su ejercicio pro-


fesional, de normas tanto más que a lo largo de cientos de años, han sido
muchos los intereses que se han confiado a la abogacía y siendo de mucha
trascendencia han estado relacionados al imperio de la Justicia Huma-
na; por ello la abogacía ha sido acrisolada por la salvaguarda de normas
deontológicas necesarias no sólo al derecho de defensa, sino para la tu-
tela efectiva de los más caros intereses del Estado, consignado en el Art.
1 del nuevo texto constitucional vigente, como de derechos y justicia, so-
cial, democrático. Y, es en esta sociedad con base en el derecho, donde se
proclama valores fundamentales de igualdad y de justicia; el abogado se
entiende que es experto en leyes y conocedor de la técnica jurídica, en
estrategias procesales, el profesional del derecho se erige en el elemento
necesario para la realización de la justicia, en la que garantiza la informa-
ción y asesoramiento, encarnando el derecho de defensa, que es requisito
indiscutible e imprescindible de la tutela judicial efectiva; por ello el abo-
39
Dr. Marco V. Carrillo V.
gado bajo las normas morales de comportamiento permiten satisfacer los
derechos de los clientes que son inalienables, lógicamente como se ha di-
cho en líneas anteriores, respetando también a la defensa y consolidación
de los valores superiores en los que la sociedad se asienta y consecuente-
mente la humanidad.

12.- Independencia, Honradez, Probidad, Respeto.-

Al referirnos a la independencia del Abogado que es necesaria


como la actitud imparcial del operador de justicia, hemos de decir que es
aquella que el profesional frente a su cliente informa de su posición jurídi-
ca, de los valores que son distintos y que se ponen en juego en cualquiera
de sus acciones u omisiones, en la que se le provee de la defensa técnica
de sus derechos y consecuentemente de las libertades frente a otros agen-
tes sociales, porque en definitiva estamos prestos a servir al ciudadano,
de defensa del Estado Social de derechos y justicia, es decir si mantene-
mos esa independencia, esa libertad sin coacción de naturaleza alguna,
si formamos criterio de conocer e informar, estamos sirviendo al ideal de
justicia. La confianza dadas por la relación entre abogado y cliente, acom-
paña lógicamente a las virtudes de honradez, probidad, rectitud, diligen-
cia como veracidad que adornan a un profesional; nuestra actuación con
lealtad al cliente respeto a la parte contraria, guardar el secreto, aquilata
el honor de esta profesión y consecuentemente del abogado.

La independencia a la que nos referimos en líneas anteriores, es


aquella que se encuentra ligada con el principio de libertad de elección del
profesional del derecho para asumir la dirección de la defensa, así como
el ciudadano tiene también esa libertad para encomendar sus intereses a
un abogado, como cesar esa relación en el momento que lo creyere con-
veniente; pero ello desde mi punto de vista genera un desfase o un vacío
entre el sustituto y sustituido, ya que de alguna manera pone en riesgo el
propósito de derecho de defensa, ¿habrá entonces la necesidad de man-
tener una adecuada comunicación entre ellos?; la práctica nos enseña que
por lo general no se produce esta vinculación, ya que incluso el cliente
“no ha cancelado el honorario” de su actuación profesional y ello viola el
principio constitucional de que todo trabajo es remunerado, generando
40
Deontología Jurídica y los Abogados
incluso indefensión entre la actuación del sustituto y el sustituido. Ello
hace que no podamos olvidar que el Abogado tiene la alta función que la
sociedad le confía, que no es otra cosa que la defensa de manera efectiva
de los derechos individuales como colectivos, así ya señalamos anterior-
mente, de tal forma que el profesional del derecho ha de encargarse de los
asuntos que se halle capacitado a fin de asesorar al cliente, de orientar de
forma recta y efectiva, de tal forma que es necesario el incremento de co-
nocimientos en materia jurídica constantemente e incluso solicitar ayuda
o auxilio de sus colegas más expertos cuando así requiera.

La normas deontológicas que regulan las obligaciones del Abogado


con los Tribunales de Justicia, con nuestro gremio, con nuestros colegas
o con quienes asumimos la defensa técnica -clientes- se investiga o pro-
fundiza en algo más que los valores fundamentales que informan sobre el
ejercicio profesional en la actividad diaria, pues es lógico que se incremen-
ten las preocupaciones a fin de evitar cualquier tipo de conflicto de intere-
ses, en las que se protege la independencia del profesional, con mecanis-
mos que permitan identificar con claridad el inicio o final de su actuación
y por lo tanto de su actuación, dejando en claro esa libertad para incluso
cesar en la defensa cuando no desee continuar en ella, dando al ciudadano
la capacidad de designar al abogado a su elección en cualquier momento
o etapa procesal. Tanto más que en la normatividad nacional establece la
obligación del Estado, entregar o proporcionar de manera gratuita la de-
fensa a los ciudadanos que requieran a través de la DEFENSORÍA PÚBLICA
de manera gratuita, así establece la nueva Constitución vigente en su Art.
191 y en el Art. 193 del mismo texto constitucional; mismos que se encar-
gan del patrocinio de las acciones, asesoría y recursos que sean necesarios
interponer, y para garantizar el derecho de defensa y tutela efectiva. Esto
significa que se cumple con el principio de acceso a la justicia.

Al referirnos a la Defensoría Pública, el texto constitucional vigente


establece en el Art. 191 e incorpora un órgano muy importante a fin de
que la población económicamente pobre, tenga acceso a la justicia cuyo
texto dice lo siguiente:

“ Art. 191.- La Defensoría Pública es un órgano autónomo de la Fun-

41
Dr. Marco V. Carrillo V.
ción Judicial cuyo fin es garantizar el pleno e igual acceso a la justicia de las
personas que, por su estado de indefensión o condición económica, social o
cultural, no puedan contratar los servicios de defensa legal para la protec-
ción de sus derechos.

La Defensoría Pública prestará un servicio legal, técnico, oportuno,


eficiente, eficaz y gratuito, en el patrimonio y asesoría jurídica de los dere-
chos de las personas, en todas las materias e instancias.

La Defensoría Pública es indivisible y funcionará de forma desconcen-


trada con autonomía administrativa, económica y financiera; estará repre-
sentada por la Defensoría Pública o el Defensor Público General y contará
con recursos humanos, materiales y condiciones laborales equivalentes a las
de la Fiscalía General del Estado.”

Debiendo indicar que, los abogados que presten sus servicios a éste
órgano del Estado, no puede dejar aún lado el observar normas éticas y
morales, pues la ciudadanía que será beneficiada por el auspicio de los
profesionales del derecho, deberán exigir fiel cumplimiento en las accio-
nes legales encomendadas. A esto se suma la participación de profesiona-
les del derecho contratados por el Ministerio de Justicia y derechos Hu-
manos.

Ahora bien, cuando hablamos de una de las normas éticas y que des-
de la perspectiva de la deontología nos orienta, es justamente la honra-
dez, cuya cualidad siendo reflexiva de toda persona, es de respeto de su
misma dignidad, tanto más que su conducta ha de entenderse como un
servidor de la justicia y un directo colaborador de esa administración; no
puede contrastar su conducta con improbidad, deslealtad, desinterés res-
pecto de su cliente, inobservancia a la normatividad, a la misma moral, es
decir no puede dejar de ser un Abogado.

Desde luego que el profesional del derecho tiene toda la libertad


a efectos de aceptar o no los asuntos que se solicite su patrocinio, pero
siempre ha de actuar con la cautela respectiva, entendiéndose por cautela
esa reserva, prudencia o celo y respeto a quien le solicitó su auspicio o de-

42
Deontología Jurídica y los Abogados
fensa técnica, guardando de manera rigurosa ese secreto profesional. De
tal forma que ese comportamiento y cuidado de su responsabilidad, será
mirado con honores. La honradez puesta como norma de comportamiento
si bien es cierto no es completa seguramente para nuestro lector, es la mo-
tivación para el cumplimiento del ejercicio profesional de manera digna
y conciente, es decir son directrices generales que debemos impartirlas a
diario a fin de demostrar la sinceridad y evitar errores de conducta o de
faltamiento a la moral, sin ello carecerían de sentido y eficacia.

El verdadero abogado debe creer en sí mismo, en sus ideas, en lo


que dice nuestro yo interior, no podemos dejarnos llevar por la crítica
del doctrinarismo o la injusticia, debemos actuar siempre como nos dicta
nuestra moral, y aunque podamos consultar opiniones de varios autores,
leer jurisprudencia y otros, debemos hacer exactamente lo que nos indica
nuestra conciencia.

Diariamente nos encontramos con la injusticia, en cada Tribunal,


Juzgado, en cada fallo, en los clientes, en lo que nos rodea, pero no por ello
nosotros los abogados debemos convertirnos en seres injustos, ya que son
nuestras actuaciones como es lógico, las que hablarán bien o mal de nues-
tra profesión, no existen excusa alguna ya que nosotros somos responsa-
bles de nuestra fallas y aciertos.

El buen abogado no debe ser vanidoso, al contrario de esa vanidad


debe ser digno, orgulloso. No debe titubear al momento de que se tome
una decisión y si vacila, es mejor que renuncie para no parecer un hazme
reír. El aliado que de mejor manera tenemos, es nuestra conciencia; debe
elevarse al resto de la sociedad, y si algún momento duda sobre cometer
una injusticia debe cambiar de profesión u oficio.

Lógicamente que uno de los diversos motivos que determinan una


decadencia innegable de tan noble profesión, es la falta de claros objeti-
vos, de seriedad y profundidad de las actividades académicas en las uni-
versidades, el excesivo número de profesionales y por supuesto la crisis
de valores que carcome a nuestra sociedad, inclusive generando como
mercancía de manera utilitarista la entrega de títulos sin miramiento pla-

43
Dr. Marco V. Carrillo V.
nificado en el proceso del desarrollo económico-social del país, echando
prácticamente a la calle, profesionales que a la corta o a la larga, se pres-
tarán para malas practicas profesionales o a alimentar las filas de miles de
desocupados con título. La clara conciencia con la que ha de actuar el abo-
gado, los valores morales propios de su actividad profesional, constituyen
verdaderas garantías que la sociedad exige de este sector profesional; por
el contrario sin conciencia social, ha de constituirse en el abogado instiga-
dor del dolo, cómplice del fraude, encubridor de actos reñidos con la ley;
es claro que sin normas morales no sirve ser un versado jurídico ya que
cae en lo inútil, incluso en lo nocivo.

El cumplimiento de la actividad profesional con celo y generando el


ser útil a la sociedad, colaborando en el desarrollo del estudio del derecho
orientado hacia una más justa organización social, no se puede olvidar
que el ministerio al que se escogió como profesión, se ha de compenetrar
de la realidad económica circundante a fin de que dentro del rol que nos
es permitido, generar legítimas reformas, ya que siendo verdad que so-
mos los que conocemos las injusticias o fallas de la actual organización
social, nos obligamos siempre a que nos permitan que de alguna manera
podamos atenuar o suprimir, mediante reformas legislativas de beneficio
común, haciendo que nos pongamos a la altura de la profesión.

Claro está que la conducta del Abogado en el papel de auxiliar prin-


cipal de la administración de justicia, ha de ser desinteresado, de probi-
dad, llevando el respeto muy lejos de si mismo y con ello guardar celosa-
mente la independencia hacia los clientes, frente a los poderes públicos y
de manera particular respecto a los operadores de justicia; esto es llevar
de manera irreprochable la actividad profesional, la vida privada; esto sig-
nifica que si como abogados se ejerce con verdadera autoridad moral, es el
reflejo de la condición de ser él mismo un ser respetable, en definitiva no
se puede romper la delicadeza que caracteriza al profesional del derecho
y a un hombre de bien.
Se ha señalado que son normas del abogado entre otras, la probi-
dad, que viene a ser la clara representación de un abogado a nombre de su
cliente, que debe ser llevada sin lugar a dudas con alta dignidad, que exige
lealtad personal, veracidad, buena fe; jamás puede aconsejar acto fraudu-

44
Deontología Jurídica y los Abogados
lento alguno, formulaciones inexactas, efectuar escritos con afirmaciones
tendenciosas e incompletas, contrarias a la verdad, es decir alejadas de
toda ética. Nuestros alegatos sean verbales o escritos, deben ser siempre
moderados y precisos, con adecuada energía, sin exigencias sino más bien
con petitorios, solicitudes fundamentadas y ligados a bases legales, es de-
cir sin expresiones violentas que puedan desdecir vuestra personalidad.

El Código Orgánico de la Función Judicial vigente en el Art. 26


dice:”En los procesos judiciales las juezas y jueces exigirán a las partes y a
sus abogados u abogadas que observen una conducta de respeto recíproco
e intervención ética teniendo el deber de actuar con buena fe y lealtad. Se
sancionará especialmente la prueba deformada, todo modo de abuso del
derecho, el empleo de artimañas y procedimientos de mala fe para retar-
dar indebidamente el progreso de la litis. La parte procesal y su defensora
o defensor que indujeren a engaño al juzgador serán sancionados de con-
formidad con la ley.”

De la misma manera que la honradez y la probidad, no se puede ol-


vidar el respeto a la ley, como deber primordial de los abogados, así como
hacer respetar, cumpliendo estrictamente las disposiciones emanadas de
autoridad competente, sin dar pábulo a antojadizas interpretaciones de
nuestro accionar. A ello se liga la dignidad que se debe llevar en la vida
privada, eludiendo cuanto pueda afectar su independencia económica, sin
comprometer el decoro, la consideración pública que siempre nos mere-
cemos; en definitiva el abogado debe conducirse con el máximo de rigor
moral, para aquilatar día a día esa estimación pública.

La moralidad del abogado, en consecuencia, no puede limitarse al


buen ejemplo, sino a la acción, a ese cambio cualitativo, contrastando a la
acción de ciertos profesionales del derecho cuya caracterización por su in-
terés lucrativo y por encima del interés social, en tanto la mayoría de abo-
gados creemos en la defensa del bien común y de la justicia, construyendo
un nuevo orden social de conformidad al ideal humano, despojándose de
egoísmos.

El abogado debe usar la moderación y energías adecuadas, estamos

45
Dr. Marco V. Carrillo V.
hablando del estilo, que debe reflejar en las expresiones sean verbales o
escritas, en la que se debe tratar de decir todo lo necesario y nada más que
ello en el patrocinio, aunque existan fallos adversos al interés profesional
o actos de magistrados que conlleven nuestra oposición; se ha de actuar
con respeto, abstenerse de expresiones violentas y que al igual frente al
colega adversario, personalizar hechos constituyen faltas contra la solida-
ridad profesional y error de técnica del patrocinio; la parte contraria debe
ser objeto de consideraciones, pero si hay la necesidad de tratar con seve-
ridad por las exigencias en la actuación judicial, el abogado se ajustará al
verdadero rol de defensor técnico, evitando toda expresión vejatoria que
es inútil, impropia a nuestra actividad profesional.

Más allá de los señalamientos realizados respecto a la ética y moral


que los profesionales del derecho debemos practicar en nuestro queha-
cer diario, varios criterios se van vertiendo respecto a que la profesión de
Abogado, se ha constituido en una carrera llena de facilismos, lógicamente
dejando de lado al academicismo y sentirse a la realidad sobre la base de
un claro análisis de nuestra profesión, eso si, respetando como el que más
las decisiones que tomen organismos que controlan la Educación Superior
y de las necesidades que tienen las distintas regiones de la patria, aunque
no estemos de acuerdo, la verdad se ha dicho que esta profesión noble,
le han “prostituido” por la practica realizada por malos elementos. Aque-
llos profesionales graduados en aulas universitarias, dentro de un marco
académico exigente, quienes con hábitos a la lectura e investigación de-
finitivamente aquilatan y prestigian la barra de los abogados; pero no es
menos cierto que también existen centros académicos que forman a los
abogados, mismos que estudian por “correspondencia”, que son promo-
vidos con seminarios de un día, haciendo de la abogacía un simple oficio,
vacíos de formación, faltos de orientación ética y moral para enfrentar du-
ros días que agobia a la sociedad ecuatoriana, falsos e irrespetuosos de
procedimientos que ostentan ser “luchadores” de la Justicia y el Derecho;
pues el Derecho es más que eso, allí están juristas y abogados prestos a
desempeñar el papel con principios y normas constitucionales y legales
que sirven de fundamento para un verdadero ordenamiento jurídico; ya
Mostesquieu decía respecto a la necesidad de contar con verdaderos abo-
gados y legisladores, porque quienes no conocen ni saben las necesida-

46
Deontología Jurídica y los Abogados
des de los demás, no pueden prestarse para legislar.

De tal forma el campo social que es donde actúa el profesional del


derecho con dinamismo de manera extraordinaria, ese es el medio en la
que nos desenvolvemos y es en aquel ambiente donde emerge la figura
tanto como agente que impulsa el desarrollo colectivo; y como una coraza
infranqueable que impida la consumación de hechos y actos adversos con
la ley y la justicia. Es para aquello y mucho más por el bien de la colecti-
vidad exige que los profesionales del derecho debemos prepararnos, para
coger la tea de la libertad y justicia; encabezar las justas rebeliones contra
la ignominia y la tiranía, para defender la democracia como modo de con-
vivencia y no ser cómplice de gobiernos que imponen criterios violatorios
a los derechos ciudadanos.

Por ello, es necesario combatir de manera franca y altiva a los des-


leales del derecho que contagian con sus prácticas inmorales y utilitaris-
tas, a que nuestra profesión sea considerada como uno de los males en el
campo de las profesiones.

Esta es la hora en que todos los que ejercemos esta noble profesión,
no queremos ser barridos del porvenir inminente, debemos sin hipocre-
sías realizar el respetivo examen de conciencia y preguntarnos sobre que
títulos que sea de utilidad común podremos fundar nuestro derecho a
existir mañana en una sociedad mejor que la que hoy vivimos. Responde-
remos entonces que el mejor título indiscutible es el cumplimiento celoso
de la funciones sean públicas o no, la colaboración permanente y de ma-
nera eficiente al progreso del derecho hacia una más justa organización
social; el abogado no puede olvidar jamás su misterio, la búsqueda de la
justicia. Nadie mejor que nosotros podemos conocer las injusticias y las
fallas de la organización social, de las malas prácticas en la administración
de justicia “apoyados” por el interés de quienes son económicamente fuer-
tes, de las influencias políticas, económicas y familiares; nadie más indi-
cado que el abogado para contribuir a combatir esas taras sociales indica-
das, a atenuarlas o extirparlas, ya sea mediante acciones directas que nos
concede las normas constitucional y legales para llegar hacia el legislador,
que en nuestro diario ejercicio profesional con clara compresión de su sig-

47
Dr. Marco V. Carrillo V.
nificado, estaremos dando nuestro aporte, poniéndonos los abogados a la
altura justamente de nuestra noble profesión.

Es hora de dignificar a grandes hombres juristas, abogados y huma-


nistas, quienes dieron lo mejor de sus capacidades y a su debido tiempo,
bajo el amparo de la investigación e identidad con la verdadera justicia,
dignificaron el estudio no solo del Derecho sino de las necesidades socia-
les, culturales, políticas, el de la lucha por la Justicia, quienes hasta la pre-
sente, con sus obras ejemplares, nos motivan a prepararnos cívicamente,
eso sí dentro de la ética y moral, entendidas ellas como el servicio a la
colectividad de manera noble incluso dando su propia vida en búsqueda
de esa equidad que la población lo exige.

Dejemos de lado ser el Abogado “regala firmas”, el típico pica plei-


tos, el utilitarista y buscar “fama” a costa de practicas cuestionadas y nos
convirtamos en estudiosos e investigadores del derecho, con actuaciones
de buena fe, respetuosos de la parte contraria en la actividad profesional,
de ser tolerantes, de guardar respeto a quienes intervienen en la Adminis-
tración de Justicia eso sí exigiendo el mismo trato de manera recíproca; en
fin debemos convencernos que somos soldados sociales en búsqueda del
bienestar común.

No realicemos pactos o actuaciones que van contra las buenas cos-


tumbres, contra las leyes, contra la honestidad; la actuación profesional ha
de constituirse en la carta de presentación de los verdaderos Abogados,
profesionales que con tesón día a día van sembrando en tierra fértil para
el bienestar de la sociedad.

El vigente Código Orgánico de la Función Judicial en el Art.335 dice


que está prohibido a los Abogados:

1.- Revelar el secreto de sus patrocinados, sus documentos o instruc-


ciones;

2.- Abandonar, sin justa razón, las causas que defienden;


3.- Asegurar a sus patrocinados el triunfo en el juicio;

48
Deontología Jurídica y los Abogados
4.- Defender a una parte después de haber defendido a la otra, en
procesos relacionados entre sí;
5.- Autorizar con su firma escritos o minutas elaborados por otra
persona;

6.- Ser defensor en las causas en que hubiese sido juez o conjuez. Para
este efecto forman unidad la causa y los actos preparatorios;

7.- Intervenir en las causas cuando esto motivare la escusa del juez o
conjuez;

8.- Reunirse con la jueza o el juez para tratar asuntos inherentes a la


causa que está defendiendo, sin que se notifique previamente y
con la debida antelación a la contraparte o a su defensor para que
esté presente si lo desea;

9.- Ejercer el derecho de acción o contradicción de manera abusiva,


maliciosa o temeraria, violar el principio de buena fe y lealtad, a
través de prácticas tales como presentación de prueba deformada,
empleo de artimañas y ejecución de procedimientos de mala fe
para retardar indebidamente el progreso de la litis; y,

10.- Las demás prohibiciones establecidas en éste Código.

13.- Principios Generales y Relaciones con los Operadores


de Justicia, Abogados y la Sociedad.

Es importante establecer que dentro de un Estado de derechos y


justicia, la observancia a la normatividad permite que exista una clara con-
vivencia; pues decimos que nuestra sociedad está fundada en el respeto
a la justicia dentro del cual el abogado tiene un rol importante, su misión
no se ha de limitar únicamente a ejecutar un mandato dentro del marco
del derecho, el profesional del derecho en una sociedad como la nuestra,
para lograr el cumplimiento y el respeto de la justicia y de los justiciables,
tenemos obligación de defender sus derechos civiles y libertades que se
encuentran consignadas en la Constitución de la República, por manera
que el abogado como asesor y defensor de su cliente, estará en todo mo-

49
Dr. Marco V. Carrillo V.
mento presto a buscar la prevalencia de la justicia, con sacrificio, tesón,
con respeto, pero insobornable ante cualquier maniobra que sugiera do-
blegarse a la verdad.

Desde luego que la misión que debe cumplir el abogado, genera de-
beres y obligaciones múltiples, consigo mismo, frente al cliente, frente a
los administradores u operadores de justicia ante la cuales concurre en
representación de su defendido respecto a los colegas; en definitiva frente
a la propia profesión; no se diga a la sociedad en la cual regidos como nos
encontramos por normas, como medio de salvaguarda de derechos del
hombre frente al Estado y a las Funciones Ejecutiva, Legislativa, Electoral,
Transparencia y Control Social y Judicial particularmente.

Estar dispuesto siempre a prestar apoyo a la justicia y a mantener


frente a esta una actitud respetuosa, determina que no se esté menosca-
bando su amplia independencia y autonomía en el libre ejercicio de la pro-
fesión. Eso no significa de modo alguno que en nuestros escritos dejemos
de citar las actuaciones de los jueces y más funcionarios judiciales que ha-
yan intervenido en un proceso, cuando éstos a nuestro juicio, no se hayan
ceñido a las leyes o a la verdad procesal, daremos calificativos empleados
en las leyes o autorizados por la doctrina.

Estamos obligados a emplear en nuestra condición profesional, me-


dios persuasivos fundados en razonamientos jurídicos y no utilizar reco-
mendaciones de superiores jerárquicos para presionar la independencia
de los jueces, desviando así su imparcialidad en beneficio de un asunto.

No podemos dejar de señalar que el profesional del derecho, cuando


toma su juramento e investido en esa calidad, acepta libremente cumplir
con normas deotontológicas que implica la buena ejecución de su misión,
de tal manera que nos regimos por principios de defensa del derecho que
no puede doblegarse ante autoridad alguna, ser adulterada por el dinero,
peor aún que se viole por el ansia del poder, de tal forma que el profesio-
nal debe buscar y procurar que las normas que regulan la convivencia
humana, cumplan con los fines del derecho como son justicia, seguridad
jurídica y el bien común, esto es dar fiel cumplimiento a nuestra promesa

50
Deontología Jurídica y los Abogados
cuando ingresamos como colegiados.

Para la existencia de una adecuada práctica profesional es lógico


que debemos observar principios generales ya señalados en líneas ante-
riores, como es la independencia, tan necesaria para la actividad jurídica,
para asuntos judiciales, que no sea por interés de carácter personal con el
fin de complacer por presiones externas; la independencia es tan necesa-
ria justamente para mantener confianza en la justicia, en la imparcialidad
del juez, de tal forma que a toda costa el abogado debe evitar cualquier
atentado que vaya en contra de esa independencia sin descuidar su ac-
titud, esto es actuando bajo normas éticas, lo que sin lugar a dudas dará
satisfacción no solo a su cliente, sino a la propia administración de justicia
y sociedad en general.

En el ejercicio profesional que le permita ejercerla con verdadera


independencia, debe observarse el ejercicio de ciertas actividades y profe-
siones incompatibles que son sancionadas por nuestra legislación.

Debemos observar como abogados, las incompatibilidades de ma-


nera escrupulosa que establecen en nuestra profesión; esto es la de abs-
tenernos nuestro ejercicio cuando disponen normas previstas; debemos
evitar acumular en lo posible, cargos o tareas susceptibles en que compro-
meta nuestra independencia, tomarle demasiado tiempo o resultar incon-
ciliable con el espíritu de la profesión. Cuando en el ejercicio del comercio,
la industria, la docencia con muchas cátedras, las funciones públicas que
son muy absorbentes, tareas que no requieren incluso el título profesio-
nal, deben ser evitadas en lo posible por parte del profesional que desea
cumplir a conciencia con el rol de auxiliar de la administración de justicia.
Así, el abogado legislador o político deberá actuar con cautela especial,
evitando en todo momento que cualquier acción, expresión suya, puedan
ser interpretadas como tendientes a aprovechar su influencia como polí-
tico, representante popular, como mandatario. El respeto a la verdadera
independencia de la Función Judicial, es uno de los mejores aportes que
podemos dar, ya que con ello se afianza la verdadera democracia como
tengo indicado.

51
Dr. Marco V. Carrillo V.
De la misma manera es parte intrínseca a la misión del abogado,
como depositario de los secretos de su cliente, la de garantizar esa con-
fidencialidad, obligándose a negar ante cualquier persona, autoridad
a responder cualquier cuestión o interrogatorio que viole ese principio
del secreto profesional; se halla obligado a respetar ese secreto respecto
a cualquier información confidencial que le sea trasmitida a él por parte
de su asesorado o cliente, refiérase al cliente o a terceras personas, de la
misma manera se ha de obligar a guardar el secreto profesional haciendo
respetar a la persona que colabore con él, dentro de su actividad profe-
sional, secreto éste que no tiene tiempo limitado, salvo los casos en que
el abogado se vea avocado a demandar a su cliente por honorarios y por
su trabajo realizado que se halla garantizado en la Constitución Política y
en la Ley de nuestra Federación; cuando sea víctima de ataques que sin
justificación lo haga el cliente o en tratándose de la intencionalidad de que
su cliente tenga el cometimiento de un ilícito penal, con el propósito de
prevenir el hecho caso contrario se vería avocado a lo señalado en el Art.
12 del Código Penal sustantivo.

No podemos utilizar la prensa o medios de comunicación en gene-


ral para que los asuntos encomendados al abogado sean discutidos, no se
puede publicar en la prensa por ejemplo piezas procesales, hasta cuando
no esté concluido el proceso, donde lo puede realizar siempre guardando
el respeto a los operadores de justicia y funcionarios judiciales, a la parte
contraria y a sus defensores, utilizando el lenguaje con decoro y mesura
que exige esta profesión; caso contrario el abogado estaría avocado a una
acción incluso de daño moral o de carácter penal en razón de que puede
afectar la honra.

Cuando nos presentamos ante una jurisdicción de una ciudad o en


el campo, no cabe excluir que nuestra actuación ha de observar normas
deontológicas aplicables a la actuación misma de nuestro que hacer; así
por ejemplo el guardar respeto a los jueces, tribunales y otras autorida-
des, respaldando ante ataques o faltamientos de acatamientos que manda
la ley; como es lógico no podemos tener actuaciones en momento alguno
facilitando concientemente al juez, con informaciones falsas o que pue-
da inducirlos a error; porque debemos estar prestos a luchar por todos

52
Deontología Jurídica y los Abogados
los medios lícitos porque los nombramientos de los administradores de
justicia de todos sus niveles, se deba exclusivamente a su aptitud para el
cargo y no por consideraciones políticas, apadrinamientos, palanqueos o
similares y porque los jueces se dediquen a sus actividades para las que
son nombrados, sin que se contaminen y sean privados de imparcialidad
en el cumplimiento de sus funciones; a presentar quejas cuando exista
verdadero fundamento en contra de un funcionario o empleado judicial;
a cuestionar cuando un abogado deje de desempeñar la judicatura u otro
puesto público, que acepte el patrocinio de asunto del cual conoció con
su carácter oficial, peor aún aquel que fuere semejante a otro en el cual
expresó opinión adversa durante el desempeño de su cargo.

Creo que ningún abogado debe permitir que se usen sus servicios
profesionales o su nombre a fin de facilitar el ejercicio profesional por
quienes no estén legalmente autorizados para ejercerla, ya que ello cau-
sa disminución del decoro cuando se firma escritos en cuya redacción no
intervino, la respetabilidad de su firma debe impedir que la preste; no de-
bemos ejercer influencia sobre el juzgador, apelando vínculos políticos o
de amistad, utilizando recomendaciones o recurriendo a cualquier otro
medio para “congraciarse” con el operador de justicia.
Las actuaciones de buena fe, con probidad, lealtad y veracidad ante
los órganos jurisdiccionales, en declaraciones o manifestaciones, deben
ser elementos que contribuyan con el respeto en nuestras intervenciones,
incluso colaborando en el cumplimento de los fines de la administración
de justicia; el respeto que nos exigimos de la misma manera como es ló-
gico deber ser recíproco comportamiento ante los profesionales del de-
recho. El promover y cumplir con el principio de legalidad, como consta
tanto en el Art. 76.3 de la Carta Constitucional vigente que dice:

“Art. 76.- En todo proceso en el que se determinen derechos y obliga-


ciones de cualquier orden, se asegurará el derecho al debido proceso que
incluirá las siguientes garantías básicas:

3. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un acto u omisión que,


al momento de cometerse, no esté tipificado en la ley como infracción penal,
administrativa o de otra naturaleza; ni se le aplicará una sanción no previs-

53
Dr. Marco V. Carrillo V.
ta por la Constitución o la ley. Sólo se podrá juzgar a una persona ante un
juez u autoridad competente y con observancia del trámite propio de ada
procedimiento.”

Contribuyendo a la diligente tramitación de los procesos de confor-


midad con la ley, la necesidad de exhortar a nuestros patrocinados o clien-
tes a la observancia de conducta respetuosa respecto a quienes actúan en
los órganos de justicia; ello conlleva a mantener la libertad e independen-
cia en la defensa con absoluta corrección, evitando confrontaciones vanas
referente a jueces y funcionarios judiciales así como a colegas, excluyendo
de nuestro que hacer, expresiones con signos de aprobación o desaproba-
ción respecto del cualquier interviniente, caso contrario podría ser llama-
do la atención incluso ser sancionado; habrá de mantener siempre el más
absoluto respeto al abogado de la parte contraria, evitando toda alusión
personal, de la misma manera en los escritos judiciales, informes orales e
intervenciones que se realicen en la judicatura, prevalecerá esa conside-
ración.

Para nadie es desconocido que los profesionales del derecho en


función de nuestros actos ante los tribunales de justicia, no podemos en-
tregar pruebas, notas u otros documentos al Juez en forma diferente a lo
establecido en las normas procesales, peor aún divulgar propuestas de
arreglo que puedan perjudicar a su cliente, ya que esa infidelidad genera
desconfianza y lo que es más adversidad a la profesión de abogado hoy
cuestionada, justamente por esas malas prácticas. Hay que mantener una
adecuada relación con los colegas, mantener recíproca lealtad, respeto
mutuo y relaciones de compañerismo; se ha dicho que el profesional de
mayor antigüedad en el ejercicio profesional debe prestar desinteresada-
mente orientación, guía, consejo de modo amplio y eficaz a los de reciente
incorporación al gremio profesional de quien lo solicite, eso sí en medida
que sea necesaria para cumplir cabalmente con sus deberes.

Tener en cuenta que el abogado debe procurar una solución extraju-


dicial en la reclamación de honorarios propios o de compañeros, mediante
acto transaccional, la mediación o el arbitraje del Colegio Profesional. No
podemos caer en conductas reprochables en la impugnación de honora-

54
Deontología Jurídica y los Abogados
rios realizada en forma maliciosa o fraudulenta en lo referente a honora-
rios o condiciones económicas de un colega; no puede producirse actos
de “viveza” del abogado, cuando ha sido propuesto cambio de abogado
por parte de un ciudadano, esto quiere decir que no puede engañar para
“tomar”a cargo la defensa, señalar que la acción que se le solicita se haga
cargo es “pan comido” y que para ese abogado el “juicio es ganado” según
éste, lo que pecaría de inmoral y de una ilegalidad que se halla prohibida
en la Código Orgánica de la Función Judicial que habla entre otras, de las
PROHIBICIONES en sus numerales; pero es necesario anotar en esta parte
lo consignado en el Art. 54 del texto constitucional vigente, inciso segun-
do dice:

“Las personas serán responsables por la mala práctica en el ejercicio


de su profesión, arte u oficio, en especial aquella que ponga en riesgo la inte-
gridad o la vida de las personas”.

Dentro del conjunto de hábitos que forman parte de la personalidad


del profesional del derecho tenemos al carácter, que es el reflejo de un
ser de conducta superior, lo que le hace apto para afrontar las contingen-
cias con altura moral y decidir lo que debe hacerse de manera correcta,
controlando sus impulsos y moderada voluntad, ese carácter representa
una garantía que maneja en su vida social. Así, la cortesía es una etiqueta
que debe llevar el profesional con la que se distingue de la vulgaridad,
con ademanes moderados se constituyen en elementos peculiares; otro
elemento básico es la puntualidad; el tiempo tiene un gran valor tanto
para el abogado como para quienes requieren de nuestra atención y ser-
vicios profesionales, ello se traduce en un verdadero valor y de respeto a
los demás, en contraposición de aquellos que desprecian todo lo que le es
ajeno; la discreción significa guardar silencio en los casos que se ven y se
hacen, cuando estos ameritan secreto y es un rasgo de altura y una garan-
tía moral accesoria de la personalidad que inspira al individuo a querer
confiar el secreto; a lo señalado va de la mano la investigación, que es la
sistematización de conocimientos mediante la investigación científica, lo
que se constituye en una tarea relevante que le ubica al nivel de los progre-
sos exigidos en la dinámica social; y, en definitiva el prestigio profesional
no es la que le da la actividad profesional sino es el cumplimiento de las

55
Dr. Marco V. Carrillo V.
obligaciones propias de su carrera con empeño, cultura, con revestimiento
interior y exterior de dignidad que debe poseer cada profesional.

En lo social la función del abogado, con el paso del tiempo el Esta-


do ubica y observa que el resultado del proceso judicial no es extraño a
su que hacer diario, por el contrario la evaluación que realiza la sociedad
sobre el comportamiento de cada uno de quienes ostentamos ese glorioso
título de abogado, determina que esa conducta colectiva nos ubique en el
lugar que nos corresponde, ya que el conjunto de la sociedad lo que espe-
ra del abogado, es que demos aportes importantes dentro del ámbito de
las ciencias jurídicas y lo que es más en la observancia a la normatividad
constitucional y legal, su aplicación sin miramiento a condiciones econó-
micas, de razas, sexo, pasado judicial e incluso de carácter ideológico-po-
lítico, que tanto daño ha hecho a la imagen de quienes han administrado
justicia en el Ecuador.

14.- Abogados y Operadores de Justicia.-

Nuestra moralidad no debe limitarse únicamente al buen ejemplo,


sino a la acción, al cambio, a una verdadera actitud en beneficio del colec-
tivo, caracterizándonos no por el lucro por encima del interés social; creo
que un verdadero defensor esta del lado de la justicia, líder de conductas
humanas que oriente hacia el bien común, al respeto de esa voluntad co-
lectiva, esto es en el obrero que orienta a la sociedad en la construcción de
un nuevo orden social conforme al más alto ideal humano, donde debemos
despojarnos del egoísmo. Al cultivar virtudes como profesionales y tener
una formación integral mediante el estudio y seguimiento de normas mo-
rales, nos constituiremos en impulsadores del cambio social, proponiendo
soluciones orientadas al bien en todos los aspectos que sea posible; todo
ello va de la mano por la capacidad, talento y experiencia al servicio de la
sociedad. Debemos ser disciplinados, firmes y sensibles en nuestra vida
profesional y privada; porque seamos fieles a la interpretación de la ley,
ser guardián y defensor de los principios jurídicos, de la justicia y la ver-
dad; de ser puntuales, responsables, cuyas actuaciones llenos de sereni-
dad y fe por la causa de nuestros clientes, nos aquilata como profesionales
y ciudadanos de bien; seamos dignos de fiar, de respeto, incapaz de come-
ter fraude, desarrollando la honestidad, veracidad y prudencia.
56
Deontología Jurídica y los Abogados
En el carácter de auxiliar principal de la administración de justicia,
el profesional del derecho debe ser desinteresado y probo, guardar nues-
tra independencia hacia los clientes, hacia los poderes públicos y especial-
mente hacia los operadores de justicia; debemos actuar con irreprochable
dignidad no solo en la actividad profesional hemos dicho, sino también
en nuestra vida privada. La probidad reafirmamos, no solo debe importar
el aspecto pecuniario, pues requiere además lealtad personal, veracidad;
jamás se puede aconsejar actos fraudulentos, formular afirmaciones o ne-
gaciones inexactas, ser tendencioso o retener de manera indebida docu-
mentos que determine cuestionamientos al que hacer del profesional.

La actitud del abogado hacia los operadores de justicia en general,


debe ser deferente, con independencia he señalado; nuestro deber es la
de guardarles respeto y consideración, de abstinencia de toda familiari-
dad fuera del lugar, auque se pueda mantener relaciones de amistad con
alguno de ellos, evitando de no exteriorizarlas en el Tribunal. El prestar
apoyo en todo momento a la magistratura, cuya alta función social como
es lógico, requiere de una constante opinión forense, pero guardando eso
sí la más plena autonomía, recordando que si somos auxiliares de la admi-
nistración de justicia, no somos dependiente de ella.

A lo señalado en el párrafo anterior, está ligado el derecho de hacer


uso del recurso excepcional de la recusación, con moderación y parque-
dad, porque hay que recordar que el abuso de ellas compromete a un tiem-
po, la majestad de la justicia y de la dignidad de la profesión.

Nuestro deber primordial es la de respetar y hacer respetar la ley


y a las autoridades públicas, debemos cumplir con la sociedad y las obli-
gaciones que el Estado nos obliga a cumplirlas. No podemos evadir jamás
de cumplir incluso con el fisco. Ello da muestras que somos los abogados,
hombres y mujeres, ciudadanos libres y de buenas costumbres por nues-
tra actitud.

No podemos dejar de manifestar que el abogado tiene como nor-


te, el servicio a la justicia, luchar por la libertad y observar el ministerio
del derecho. Si conocemos de algún hecho que atente contra la honra de

57
Dr. Marco V. Carrillo V.
un Abogado, que un colega viole nuestras propias normas, es lógico que
debemos hacer conocer a nuestro gremio. Por ello la probidad, honradez,
discreción eficiencia, desinterés, veracidad y lealtad son deberes que no
podemos dejar de observar y practicarlas.

Como deber esencial debemos defender los derechos de la sociedad


y de los particulares siempre cooperando en la conservación y perfeccio-
namiento del orden jurídico y en la realización de una recta y eficaz admi-
nistración de justicia. Por ello el honor del abogado que es indivisible, está
acompañado del decoro y dignidad que son elementos que caracterizan al
profesional del derecho en sus actuaciones, lo contrario es indigno.

Cuando existen conductas reprochables e inmorales por parte de


colegas, funcionarios judiciales e inclusive en la administración pública,
debemos combatir por todos los medios lícitos, caso contrario incurriría-
mos en falta grave con la pasividad, indiferencia, complaciente alimentan-
do la corrupción que existe en el medio en los que nos desenvolvemos.

El abogado está en el deber ineludible de negarse a prestar toda so-


lidaridad y apoyo al magistrado o al colega cuya conducta sea moralmen-
te censurable. Debemos de abstenernos de toda publicidad inadecuada,
combatiendo en el primer caso con los medios que la ley nos concede y
nos ha puesto a nuestro alcance, tratando sobre todo, de poner en movi-
miento de opinión de los colegas mediante nuestro gremio profesional; en
tanto que, cuando exista hechos reprochables con nuestros colegas, debe-
mos denunciar sin vacilación sobre esa conducta, ante el mismo Colegio
donde nos pertenecemos y estar siempre predispuestos a tomar la causa
del litigante que ha sido perjudicado por la actuación cuestionada de su
patrocinante. La solidaridad que nos une como colegas, como abogados,
el respeto que debemos a los jueces y más magistrados u operadores de
justicia, se transformarían, si mediase pasividad o condescendencia en
tales casos, en encubrimiento o complicidad.

Parece que se hace práctica y como es lógico cuestionable por cier-


to, la utilización de medios de comunicación social para discutir asuntos
que se nos encomienda, que no debemos hacerlo, ni dar publicidad a las

58
Deontología Jurídica y los Abogados
piezas procesales que constan de los expedientes respecto a los asuntos
que aún no tienen sentencia y se hallan ejecutoriados por el ministerio de
la ley; a menos que sea necesario para la corrección de conceptos cuando
la justicia y la moral lo exijan. Una ves concluido el proceso, el abogado
puede publicar documentos y actuaciones, así como comentarios exclu-
sivamente científicos, publicaciones que versen y se rijan en principios
profesionales de la ética; y, como es lógico se omitirán nombres propios
si la publicación puede perjudicar a alguien en su honor y su buena fama,
peor aún utilizar los medios de comunicación para amenazas o forzar con-
venios.

Debemos publicar eso sí, informaciones, comentarios o artículos


con fines científicos, observando sin lugar a dudas las normas morales y la
omisión de nombres como apellidos de las partes, cuando tal circunstan-
cia causare perjuicio a los mismos.

Los medios de comunicación no pueden ser utilizados por los pro-


fesionales del derecho, referente a publicidad del abogado, con anuncios
cuasicomerciales en la que prometen resultados y ventajas especiales,
en las que ofrecen “ganar el juicio” ya que son “todólogos” o enciclope-
dias ambulantes que degeneran la imagen del profesional del derecho. Es
cuestionable y ello se ve a diario en nuestro que hacer profesional, cuan-
do quienes con el título de abogado, remuneran o recompensan directa o
indirectamente a personas que lo recomiendan, esa práctica incurren en
infracciones de la ética moral.

Debemos aceptar o rechazar asuntos sin exponer razones cuando


nuestro fuero interno así lo indique; no debemos olvidar que la esencia de
nuestro poder profesional consiste en defender los derechos de nuestros
representados o clientes, con asistencia diligente y con estricta sujeción
a las normas jurídicas y la ley moral. En el caso de los juicios penales, el
abogado acusador ha de considerar como primer deber, velar porque se
haga justicia y no porque se obtenga una condena, dejando aún lado esa
vieja práctica inquisitoria, vendetta, revancha o mala fe. Nuestro deber es
exigir que los operadores de justicia, cumplan con su deber en las que se
incluyen la observancia a los derechos humanos y a las reglas del debido

59
Dr. Marco V. Carrillo V.
proceso.

Debemos tener presente que el objetivo ético de las personas inter-


vientes en un juicio ha de ser la recta y oportuna administración de justi-
cia, a través del descubrimiento de la verdad y como es lógico del derecho
real. Este es el finis operis y debe ser el finis operando porque lo demás,
la remuneración, la práctica y la experiencia, pasan a ser secundarias. Los
profesionales del derecho nos hemos marginado voluntariamente de las
transformaciones más importantes, con ello coadyuvando al descrédito
de nuestra profesión, que la gente común no cree, así como no cree en la
aplicación general de la Constitución de la República ni en las leyes, como
consecuencia lógica viene la desconfianza de los tribunales.

La realización de la justicia se encuentra necesariamente subordi-


nada a descubrir la verdad, por ello no es ético patrocinar causas cuya
injusticia y falta de fundamentos, son conocidas de antemano; de allí que
en el ejercicio de la abogacía y lo mismo se diría de la política, dificultades
de orden moral y de solución difícil, de las cuales hay que prevenir. Los
abogados debemos llamar la atención del cliente sobre la cuestión mo-
ral antes que sobre la cuestión de derecho señalaba Calamandri, que no
caben facilismos que se adoptan en forma general, porque no ahondan ni
van más allá de meras declaraciones; no basta ser sincero e imparcial, ya
que se diría a manera de ejemplo, el fiscal que no acuse sino cuando crea
que deba acusar y no pida más pena de lo que proceda realmente, o el abo-
gado no defienda los litigios injustos, incluso renunciando cuando quiera
obligarlo a ello. Las omisiones que han ocasionado cuantiosos perjuicios
al Estado y a la misma ciudadanía, cuando no se interpone por ejemplo un
recurso de manera oportuna no obstante la consulta; el dar a ciertos fallos
judiciales un alcance distinto al verdadero, el aplicar la ley selectivamente
dejando fuera del juicio a sus verdaderos protagonistas de la infracción
como es el caso de las infracciones financieras como sucedió en el Ecua-
dor, en corruptela de la Bancocracia.

Cuando el abogado acepta un encargo es lógico que se debe al clien-


te, debiendo mantener hacía él una actitud de lealtad, mantener el secreto
profesional que persiste hasta la culminación del caso, lealtad que debe

60
Deontología Jurídica y los Abogados
está precedida por la abstención de aceptar un encargo cuando no se crea
en la razón de él o no es competente; convencimiento que se debe llegar
mediante una verdadera investigación. Los deberes de los abogados se
confunden casi con frecuencia con los deberes éticos del magistrado ya
que toca a ambos determinar en el recta razón el objeto y fundamento de
la controversia, tomando en cuenta que el objetivo común debe ser el des-
cubrimiento y comprobación de la verdad porque mientras el abogado de-
dica su existencia a asistir a los que no están en condiciones de defenderse
por si mismos, el magistrado debe declarar el derecho en el caso concreto.

Se ha dicho que el abogado salvo en caso de los sacerdotes, conoce


la vida humana en sus aspectos más variados, dramáticos e incluso do-
lorosos, así mismo los más maravillosos cuando llega a la verdad de los
hechos; por ello el profesional del derecho, no esta exento de cuidar en su
práctica como abogado, de que su actuación esté bañado de rectitud y de
observancia a las normas éticas y morales.

Es principio básico, cumplir las disposiciones legales en fiel cum-


plimiento que tiene de defender de la mejor manera posible los intereses
de su cliente, contrastando incluso a los intereses suyos, a los de su colega
litigante como asesor de la parte contraria, incluso a sabiendas de que su
cliente puede ser culpable del hecho que se investiga, en procura de ob-
tener resultados positivos sin recurrir a medios ilícitos, ya que con ello
más bien estaría alimentando el desprestigio de su actividad profesional
en desmedro incluso del sector profesional.

He de insistir en la necesidad de que el profesional que dice luchar


por la justicia, con observancia a las normas del Derecho, de mantenerse
actualizados sus conocimientos, asistiendo a centros académicos de for-
mación, actualización y especialización profesional, no como una simple
actitud vanidosa, o para continuar en “asensos” de categorías, sino por el
contrario por la necesidad de cumplir mejor con su clientela y la misma
sociedad que hoy exige mayor calidad de profesionales y en particular en
nuestra rama.

61
Dr. Marco V. Carrillo V.
15.- Funcionarios Judiciales.-

Respecto a los funcionarios judiciales debemos opinar que ellos, de-


ben tener no solo conocimientos técnicos de las reglas y procedimientos,
sino una firme y sólida formación axiológica que les permita orientar su
conducta con base de valores propios a su función, uno de los cuales es
la transparencia y la rendición de cuentas. Auque nos hayamos referido
en principio que la ética se refiere a un comportamiento humano propio
de la conciencia del sujeto, resulta crucial para el desempeño de la fun-
ción jurisdiccional que sus integrantes compartan un conjunto de valores
y principios de comportamiento que les permita un ejercicio equilibrado y
con sentido del poder que el Estado despista en ellos. Reconocemos que el
operador de Justicia desarrolla su actividad en un entorno complejo que,
de diversas maneras, ejerce influencia en su conducta.

Desde los medios de comunicación –que a veces sentencian por an-


ticipado- hasta las presiones de instituciones y las partes, el juez está in-
merso en una dinámica de interrelaciones y múltiples intereses que gene-
ran con frecuencia conflictos importantes sobre su manera de actuar. De
ahí la necesidad importante, de dotar a los jueces de los elementos que les
permitan discernir los valores que deben orientar su actuación. Es nece-
sario destacar que esta orientación debe fundarse en valores compartidos
e interiorizados por parte de todos los funcionarios judiciales, y no ser
una mera imposición externa incapaz de producir un cambio de compor-
tamientos. Se trata en consecuencia, generar pautas de comportamiento
solidamente fundadas en la conciencia y capacidad crítica del juzgador.

Consolidar que se respete y aplique la carrera judicial como consta


del texto constitucional vigente y constante en el Art. 170 inciso segundo,
es uno de los elementos que permitirá coadyuvar a que motivados y ga-
rantizados los judiciales, tiendan a cumplir con mayor eficacia y eficiencia
con sus obligaciones. Existe unanimidad respecto a la necesidad de con-
solidarla y profundizarla, no así respecto de los cargos que son parte de
la misma, concretamente nos referimos a los jueces unipersonales y pluri-
personales. Por ello en los textos constitucionales señalan a propósito de
la carrera judicial, que deben generarse su ingreso mediante concursos

62
Deontología Jurídica y los Abogados
abiertos de meritos y oposición, la calidad y transparencia de esos concur-
sos, así como la confianza en la administración de justicia. La participación
ciudadana por medio de veedurías y bajo el control de los organismos per-
tinentes, justipreciarán esas nominaciones en tratándose de los funciona-
rios judiciales que prestan o van a prestar sus servicios.

Justamente al hablar de la carrera judicial, en el texto constitucional


aprobado y vigente, establece en sus articulados varios aspectos funda-
mentales que los profesionales del derecho debemos siempre ubicar su
cumplimiento, justamente para garantizar el cumplimiento de principios
como el de eficacia y celeridad así como del principio de la debida dili-
gencia entre otros, así el Art. 172 Ibídem dice:

“Art. 172.- Las juezas y jueces administrarán justicia con sujeción a la


Constitución, a los instrumentos internacionales de derechos humanos y a
la ley.

Las servidoras y servidores judiciales, que incluyen a juezas y jueces, y


los otros operadores de justicia,, aplicarán el principio de la debida diligen-
cia en los procesos de administración de justicia.

Y continuando el Art. 174 señala:

“Art. 174.- Las servidoras y servidores judiciales no podrán ejercer la


abogacía ni desempeñar otro empleo público o privado, excepto la docencia
universitaria fuera de horario de trabajo.

La mala fe procesal, el litigio malicioso o temerario, la generación de


obstáculos o dilación procesal, serán sancionados de acuerdo con la ley.

Las juezas y jueces no podrán ejercer funciones de dirección en los


partidos y movimientos políticos, ni participar como candidatos en procesos
de elección popular, ni realizar actividades de proselitismo político o reli-
gioso.”

Cuando se refiere a los requisitos para designación para servidores

63
Dr. Marco V. Carrillo V.
y servidoras judiciales se dice el Código Político:

“Art. 176.- Los requisitos y procedimientos para designar servidoras y


servidores judiciales deberán contemplar un concurso de oposición y méri-
tos, impugnación y control social; se propenderá a la paridad entre mujeres
y hombres.

Con excepción de las juezas y jueces de la Corte Nacional de Justicia,


las servidoras y servidores judiciales deberán aprobar un curso de forma-
ción general y especial, y pasar las pruebas teóricas, prácticas y psicológicas
para su ingreso al servicio judicial.”

Aspiramos que el fiel cumplimiento de las normas que constan en


el texto constitucional, no se constituya en letra muerta o se privilegie la
intromisión de otras Funciones del Estado para su nombramiento, la pre-
sencia de compadrazgos, amistades y afines, que han desdibujado la ac-
ción de los judiciales en el país.

Al opinar respecto a la independencia de los jueces, que constitu-


yen el soporte estructural de un Estado Constitucional, democrático, de
justicia, esa independencia adquiere significado más plausible en una ver-
dadera sociedad democrática; si el juez es funcional, personal y profesio-
nalmente independiente, difícilmente podremos admitir que el Estado en
que vivimos es de derecho, peor democrático y de respeto a la ley madre.

Se ha dicho que existen jueces pocos por cierto, que de alguna ma-
nera tienen una relación de dependencia “por amistad”generada para
su nombramiento, con grupos políticos e incluso con sectores económi-
camente poderosos; de allí que la referida independencia de la adminis-
tración de justicia se ve opacada, impidiéndole al juez con esa “relación”
sea realmente juez y se convierta en un burócrata más al servicio de la
administración judicial. El sistema de reclutamiento de los jueces esto
es a través de los llamados concursos de méritos, fundamentados en los
exámenes tipo escogencia múltiple, buscando un perfil funcional, forma-
tivo y profesional, es lo que el Estado requiere para ocupar dichos cargos;
pero del contenido de esas pruebas, así como de la orientación política-

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Deontología Jurídica y los Abogados
ideológica subyace en ellas, se infiere que al Estado no le ha interesado
incorporar jueces con capacidad argumentativa y dotados de una sólida
formación jurídico-filosófico, sino obsecuentes obedientes de intereses
contrarios a la función que deben cumplir.

Ejemplos claros tenemos al respecto, así se han dado a conocer a la


faz del país, que los llamados “concursos” para jueces o magistrados, han
sido esas vacantes llenados por personas que incluso no participaron en
dichos concursos o pruebas, que las calificaciones fueron alteradas, que
el palanqueo está al orden del día, que la ingerencia política es norma en
la nominación, en fin los encargados de velar por la pulcritud y transpa-
rencia en la nominación, han sido desenmascarados por sectores impor-
tantes de la sociedad ecuatoriana y que ese Consejo de la Judicatura en su
comisión pertinente, no tenía el aval moral para que continúen en ella; y,
es lógico que el verdadero aspirante con capacidad, vea truncado un dere-
cho asistido ante la designación a dedo o por canonjías que es una verdad
a gritos o secreto a voz alta, situaciones éstas que incluso fue señalada
por la prensa nacional. Por manera, ante estos sucesos, los abogados no
podemos estar callados e impávidos, debemos exigir que se cumplan con
claridad y transparencia las designaciones y que sean justamente estos
organismos nominadores los que den ejemplo de calidad moral, ética y
correctos procedimientos.

En el Art. 179 del texto constitucional aprobado, habla del Consejo


de la Judicatura en su Sección V, y dice:

“Art. 179.- El Consejo de la Judicatura se integrará por nueve vocales


con sus respectivos suplentes, que durarán en el ejercicio de sus funciones
seis anos y no podrán ser reelegidos; para su conformación se propenderá a
la paridad entre hombres y mujeres. El Consejo designará, de entre sus inte-
grantes, una presidenta o presidente y una vicepresidenta o vicepresidente,
para un período de tres anos.

El Consejo de la Judicatura rendirá su informe anual ante la Asamblea


Nacional, que podrá fiscalizar y juzgar a sus miembros”.

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Dr. Marco V. Carrillo V.
En lo referente al concurso para llenar estas designaciones de Voca-
les del Consejo de la Judicatura habla el Art. 180 en su parte final y dice:

“La designación de las vocales y los vocales del Consejo de la Judica-


tura y sus suplentes se realizará por concurso de méritos y oposición con
veeduría e impugnación ciudadana. Se elegirán seis vocales profesionales
en Derecho y tres profesionales en las áreas de administración, economía,
gestión y otras afines.”

Si se cumplen con las disposiciones anotadas en líneas anteriores,


así como la presencia de veedurías ciudadanas en las designaciones, dire-
mos que estamos garantizados en la correcta administración de justicia,
al menos los profesionales del derecho nos veremos obligados a justipre-
ciar la actividad de los operadores de justicia, virtud que no debe estar ex-
cluido de nuestro que hacer. Allí está la responsabilidad del denominado
“Quinto Poder”.

Por ello nace la necesidad de que los abogados tengamos presente


la virtud, una de las cualidades requeridas para que también seamos
admitidos en la sociedad, no debe ser de ninguna manera despojado de
nuestra interior, es uno de los mejores antecedentes para que seamos
catalogados hombres o mujeres LIBRES PENSADORES, que con voluntad
propia vayamos demostrando esa discreción absoluta, condiciones que en
el gremio de los profesionales del derecho es requerida para franquear
las puertas y para comparecer en ese gran número de ciudadanos como
HOMBRES LIBRES e INDEPENDIENTES, porque es justamente en esos mo-
mentos de manera leal y sincera, donde adquirimos conocimientos que
nos llevan a los hombres y mujeres a participar en las enseñanzas impar-
tidas por ese grupo humano de ser independientes y, lograr la práctica
de esas virtudes sociales; por eso cuando nos han proclamado abogados,
procedemos a construir ese gran templo que se llama virtud concedien-
do la particularidad de ser también parte del símbolo VALOR, que para
nosotros se halla representada en aquella bellísima dama pura, cubierta
sus ojos, y que en sus manos sostiene la balanza de la equidad e igualdad
y en la otra, la espada para combatir lo adverso a la moral y ética, es decir
altivando la justicia.

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Deontología Jurídica y los Abogados
Debemos orientar nuestra acción para que nos formemos como
hombres y mujeres en el campo del derecho, con carácter y voluntades
propias, porque precisamente estamos llamados a responder con entere-
za y energía en nuestros actos y emitir nuestras ideas; a realizar hechos y
ejecutar obras con cordura, modestia y moderación que es la base sobre la
que descansan nuestras relaciones con la sociedad.

Por eso, el vínculo que mantenemos de manera colectiva en la vida


pública debe ser interpretada como una necesidad culminante, para que
esa relación quede arraigado en el corazón y conciencia de todos los ciu-
dadanos de bien; es decir esa práctica de moral social es una obligación
popular, indispensable para que todo el género humano pueda adquirir
sus conceptos y podamos aquilatar opiniones, dentro del orden del enten-
dimiento democrático, puesto que se refiere a los preceptos inquebranta-
bles que sostiene la fraternidad universal y ello conlleva a la paz mundial,
por manera que lo señalado define de manera efectiva la educación cívica
de los pueblos y en ello estamos inmersos.

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Principios Constitucionales y Legales

PRINCIPIOS
CONSTITUCIONALES Y LEGALES

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Principios Constitucionales y Legales
Los principios en términos generales descubre y formula a partir
del examen inductivo las distintas instituciones sean penales, civiles, la-
borales, etc., ampliadas y consolidadas a veces por el derecho comparado,
en una aplicación y observancia correcta; son inferencias generales que
los juristas y profesionales del derecho efectúan como culminación de sus
análisis, a manera de conclusiones, a fin de mostrar los criterios supremos
en que descansa la legislación en todas las materias. Los principios recto-
res son, en fin, pautas superiores y abstractas, generales e inductivas, en
que descansan las distintas normas e instituciones del derecho y que los
doctrinantes han propuesto como guías para interpretación de las mis-
mas.

Es reiterado la opinión general de los ecuatorianos, cuando hablan


del debido proceso y se refieren básicamente a los elementos que debe
tener y las solemnidades que debe cumplir en cualquier proceso; así la
Constitución de la República, establece que el sistema procesal es un me-
dio para la realización de la justicia; las normas procesales consagran los
principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad
y economía procesal, y harán efectivas las garantías ese debido proceso.
Significa que tanto la Constitución de la República, los Tratados y Conve-
nios Internacionales, así como la normatividad secundaria, demandan y
garantizan que deben ser correctamente observadas y aplicadas, para que
tenga como es lógico valides las decisiones judiciales.

No existe distinción en la aplicación de los principios constituciona-


les y legales, así como de normas internacionales donde el Ecuador es país
parte respecto a la materia y su procedimiento; es decir, es exigible que en
cualquier tipo de acciones judiciales o procedimientos sean constituciona-
les, civiles, penales, administrativos, laborales, etc., que el debido proceso
esté asegurado.

Si recordamos a Justiniano, hemos de decir que tuvo una gran in-


fluencia debido a sus revolucionarias medidas por las que organizó el de-
recho romano siguiendo su clasificación que se convertiría para el derecho
hechos renovadores en muchos países; así tenemos la versión del Corpus
Civilis que lo dividió en tres partes: el código antiguo, Digesto o Pandectae,

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la Instituciones o novelas o nuevas constituciones. En el caso del Código
Justiniano consta lo siguiente: 1.- Interpreta la ley el que lo hizo; Si el actor
no prueba, el reo es absuelto; 3.- El error de los defensores no pueden per-
judicar a los litigantes; 4.-El dolo no se presume y debe probarse ante los
Tribunales; 5.- Es derecho evidentísimo, que es lícito a los litigantes recu-
sar a los jueces; 6.- El litigante ha de sujetarse a la jurisdicción (ubicación)
de la cosa; 7.- Es ley general, nadie debe ser juez así mismo, ni declarar
derecho para sí: 8.- Nadie puede ser obligado a demandar, ni a acusar; y,
9.- La jurisdicción es improrrogable, la competencia es prorrogable.

Estos constituyen históricamente la reseña histórica de principios


procesales.

La Constitución del Ecuador, establece principios generales en las


que señala a las instituciones del Estado y cuales son las competencias, así
como menciona de forma general cuales son los derechos de los ciudada-
nos y cuales son sus garantías. Incorporado ahora se encuentra la Corte
Constitucional, organismo obligado a controlar la constitucionalidad de
las decisiones judiciales cuando existan casos, en que los jueces de cual-
quier materia, en el trámite del juicio o en la sentencia, hayan desconocido
o violado algún derecho establecido en la Constitución, por lo que pode-
mos acceder a la Corte Constitucional para que éste organismo revise el
proceso y de existir violación de un derecho constitucional y comprobado
que se halle, deberá repararse esa violación constitucional.

La importancia de los principios constitucionales y legales, así como


la observancia a las normas, tratados y convenios internacionales, consti-
tuyen mecanismos de defensa para el ciudadano en general, ante una mala
aplicación judicial e inobservancia a las reglas del debido proceso.

Es lógico que las partes para acceder a la justicia, debemos some-


ternos a la ley, de manera que esas formalidades constituyen una garan-
tía de carácter constitucional para los sujetos procesales, así se encuentra
señalada en la Constitución de la República; los derechos y garantías que
se debe observar y respetar en un proceso, constituyen una de las expre-
siones que siempre ponemos a la palestra de la defensa, esto es el derecho

72
Principios Constitucionales y Legales
de libertad, por ello es que constituyen y adquieren el rango de derechos
como de garantías fundamentales, por manera que si estamos obligados a
observarlos, no podemos tomar como simples aforismos, refranes o sim-
ples pensamientos, que tomados a la ligera, ya que en estos principios es-
tán encerrados como se indica en verdaderas defensas de los derechos.

En los procesos penales por ejemplo se ha de iniciar, desarrollar y


concluir con observancia a los principios fundamentales, que tienen el ca-
rácter de prevalentes ante cualquier perceptiva legal contraria, ya que se
constituyen en orientadores de la estructura procesal, que con el carác-
ter de obligatorios y prevalentes han sido implantados con la finalidad de
configurar un conjunto de garantías que asegure a los individuos todas
sus libertades, principios que son derivados de pactos y convenios inter-
nacionales.

Principio de Inmediación

El Art. 192 de la Constitución de la República de 1998 señalaba:

“El sistema procesal será un medio para la realización de la justi-


cia. Hará efectivas las garantías del debido proceso y velará por el cum-
plimiento de los principios de inmediación, celeridad y eficiencia en la
administración de justicia. No se sacrificará la justicia por la sola omisión
de formalidades”.

En el Capítulo Octavo que habla de los Derechos de Protección el


Art. 75 del texto constitucional en vigencia dice:

“Toda persona tiene derecho al acceso gratuito a la justicia y a la


tutela efectiva, imparcial y expedita de sus derechos e intereses, con suje-
ción a los principios de inmediación y celeridad; en ningún caso quedará
en indefensión. El incumplimiento de las resoluciones judiciales será san-
cionado por la ley.”(Las negrillas son mías)

Dentro de la doctrina se conoce también como principio de origina-


lidad o de inmediatividad, en la que ordena la existencia de contacto entre

73
Dr. Marco V. Carrillo V.
el juez y las partes procesales, ya que el titular del órgano jurisdiccional,
no ha de dirigir sólo los actos procesales de prueba principalmente; pues
el contacto directo con las partes o terceros que intervienen de una u otra
manera en el proceso es lo valedero. Es la relación directa del juzgador con
las partes y con los actos procesales que estructura de manera fundamen-
tal el proceso, eso no quiere decir que en el caso de procesos penales el
Fiscal deje de observar este principio, ya que las diligencias investigativas
que son percibidas directamente por este funcionario, serán de manera
oportuna expuestas en sus dictámenes y en lo posterior en las audiencias
de juzgamiento serán dadas a conocer, cuando haga presencia en su teoría
del caso ante el juzgador y las partes procesales, que se lo hace de manera
ininterrumpida, ya que con ello se evita la práctica de pruebas ante otros
jueces que no sea el que va a dictar sentencia, con lo que se rompería jus-
tamente este principio.

En materia penal, uno de los fundamentos y características en la


actualidad es justamente el cumplimiento del principio de inmediación,
con la que de manera efectiva los sujetos auxiliares de la acción penal
como peritos, testigos, traductores, quedan obligados a comparecer ante
los Operadores de Justicia y responder a los interrogatorios que se formu-
len.
La inmediación en consecuencia significa la percepción directa por
parte del juzgador, en la que ve y oye a las partes en cuestión, con quienes
se comunica oralmente y de manera directa durante la respectiva audien-
cia; contrariamente a lo que sucedía en el sistema inquisitivo, en la que el
juzgador encargaba al secretario o amanuense para la recepción de prue-
bas, lo que constituía una presa fácil para actos de corruptela.

No podemos olvidar que la inmediación es la comunicación directa,


inmediata entre los operadores de justicia, los sujetos procesales y sus
elementos, y que en nuestro medio por el cúmulo de trabajo que tienen los
jueces, este principio se cumple a medias principalmente en materia civil.

Existen casos que por excepción no se cumplía con este principio


constitucional y legal de inmediación, como señalaba el Art. 121 de la
Constitución del año 1998 que decía:

74
Principios Constitucionales y Legales
“Los dignatarios elegidos por votación popular, los delegados o re-
presentantes a los cuerpos colegiados de las instituciones del Estado y los
funcionarios y servidores públicos en general, estarán sujetos a las sancio-
nes establecidas por comisión de delitos de peculado, cohecho, concusión
y enriquecimiento ilícito. La acción para perseguirlos y las penas corres-
pondientes serán imprescriptibles y, en estos casos los juicios se iniciarán
y continuarán aun en ausencia de los acusados.”

En el texto constitucional aprobado el 28 de septiembre del 2008 y


vigente mediante R. O. No. 499 del 20 de Octubre del 2008 dice en el Art.
233, inciso segundo, que incorpora esa excepción cuando señala:

”Las servidoras y servidores públicos y los delegados o representan-


tes a los cuerpos colegiados de las instituciones del estado, estarán sujetos
a las sanciones establecidas por delitos de peculado, cohecho, concusión
y enriquecimiento ilícito. La acción para perseguirlos y las penas corres-
pondientes serán imprescriptibles y, en estos casos, los juicios se inicia-
rán y continuarán incluso en ausencia de las personas acusadas. Estas
normas también se aplicarán a quienes participen en estos delitos, aun
cuando no tengan las calidades antes señaladas”. (Las negrillas son mías).

Principio de Preclusión

Significa clausurar, impedir y es aplicado en el recorrido de un


proceso en la que debe guardar una estructura y un orden de desarro-
llo. Constituye en una de las características del proceso moderno, ya que
todo proceso cruza por varias etapas de manera sucesiva sin que alteren
la voluntad de juzgador o de las partes; existen actos procesales que deben
practicarse dentro de un tiempo concreto, vencido el cual no será admiti-
do, de manera que una ves concluida una etapa o el plazo ha sido vencido
por señalamiento de la ley y no puede regresar a la etapa anterior; así por
ejemplo si nos encontramos en la etapa de juicio no podemos regresar a la
etapa de instrucción fiscal o etapa intermedia hablando en materia penal,
por ninguna razón, salvo el caso de la declaratoria de nulidad; en conse-
cuencia la preclusión es la consumación de una etapa o plazo que impide
regresar a etapas anteriores o repetir plazos señalados en la norma legal.
75
Dr. Marco V. Carrillo V.
De manera que la preclusión supone un orden dentro del desarrollo
de las etapas consignadas en la ley, y consecuentemente será imposible
que en un proceso se desarrolle y avance hacia una nueva, sin que la ante-
rior se halle culminado de manera legal.

Principio de Oficialidad

Este principio rige en los procesos de delitos de acción pública, en


la que el juzgador o el representante de la Fiscalía General del Estado es-
tán facultados para realizar su investigación, es decir que el principio de
oficialidad infiere la investigación procesal total o universal, ya que tanto
el juez como el fiscal no requieren de estímulo de las partes procesales
para el desarrollo de la acción penal; pero necesario es aclarar que en los
delitos que tienen por objeto el ejercicio de la acción penal privada, no
existe el impulso oficial sino la actividad de las partes y en particular del
querellante, es decir no existe el principio de oficialidad en estos casos.

El Art. 219 del texto constitucional del año 1998 establecía justa-
mente, que el “Ministerio Público” como se llamaba, prevendrá el conoci-
miento de las causas, a más de que dirigirá y promoverá la investigación
preprocesal y procesal, obligado además a impulsar la acusación en la sus-
tanciación de los juicios penales.

En lo referente al texto constitucional vigente, en el Art. 195 de igual


forma permite al representante de la Fiscalía para que impulse las causas
penales, es decir cumpliendo con el principio de oficialidad.

Principio de Investigación Integral

La obligatoriedad del fiscal e incluso del juez para llevar al proceso


la verdad histórica, de lo que realmente sucedió libre de distorsiones o
engaños, es la observancia del principio que se analiza. Los representan-
tes de la Fiscalía General del Estado, al efectuar su trabajo investigativo a
través del conjunto de actividades por él realizadas, buscan la verdad que
es la base de la actividad humana; al investigar integralmente las circuns-

76
Principios Constitucionales y Legales
tancias anteriores, concomitantes y posteriores a la comisión de un injus-
to penal que la ley franquea al fiscal u operador de justicia, tendrá como
resultado la verdad integral, total, de manera imparcial e indiscriminada
ayudando a la administración de justicia; de manera independiente y sin
estímulo de las partes que se encuentran en el proceso se ha de buscar se-
riamente la verdad, sin considerar si favorece o no a una de ellas, llevando
a la etapa de juicio los hechos que han de servir para extinguir, eximir o
atenuar responsabilidad penal del imputado.

El mejor camino para llegar a la verdad, no es la oposición de las


partes en la búsqueda de la verdad histórica, sino es la investigación inte-
gral o de fondo de manera objetiva.

Hay que observar lo contemplado en el Art. 24.17 del texto cons-


titucional del año 1998, así como lo constante en el texto constitucional
vigente en el Art. 76 que habla de los Derechos de Protección: “En todo
proceso en el que se determinen derechos y obligaciones de cualquier or-
den, se asegurará el debido proceso que incluirá las...“.

En la Ley Orgánica del Ministerio Público (hoy Fiscalía General del


Estado) hablaba en el Art. 3 de los deberes y atribuciones del Ministerio
Público, de conformidad con las normas procesales de competencia, en
sus literales a, b, c, d y e ; de la misma manera en los Arts. 8 literal b); 17
literal c) y d); 19 literales f) y g) y Art. 26.

Constan además en las Directrices sobre la función de los Fiscales,


actitudes que en su actuación deben ejercer sin intimidación, trabas, hos-
tigamiento, injerencias indebidas o riesgo injustificado de incurrir en res-
ponsabilidad civil, penal o de otra índole.

La imparcialidad, firmeza y prontitud son obligaciones a cumplir


en concordancia con el respeto a la dignidad humana y de defensa de los
derechos humanos, con lo que se está contribuyendo a la observancia del
debido proceso y una correcta aplicación de la justicia.

La Ley Orgánica de la Función Judicial establece prohibiciones de

77
Dr. Marco V. Carrillo V.
los servidores y servidoras de la función judicial (fiscales), mismas que
han de ser observadas de manera correcta a fin de no ser sancionados,
esto es cumpliendo con clara imparcialidad, disposición que está contem-
plado en el Art. 103.

Principio de Contradictoriedad o Contradicción

Es el derecho que las partes tienen a intervenir en actos sean pre-


procesales o procesales, que es fundamental y de trascendencia a fin de
que la presentación y contradicción de las pruebas que las partes intervi-
nientes en el proceso se encuentran opuestas en sus pretensiones y, como
es lógico no pueden ser las dos verdaderas ya que la una afirma lo que la
otra está negando; significa que nadie está condenado a no ser escuchado
y a solicitar o formular peticiones que considere son oportunas, garantías
que refuerzan justamente este principio.

Por ello para que se dicte una sentencia se exige que la prueba obra-
da en la etapa de juicio, le dé certeza para justipreciar la misma, certe-
za ésta que se logra ejerciendo plenamente el derecho a la contradicción
como elemento fundamental del derecho de defensa. El principio de con-
tradicción ha sido definido por la doctrina como “el fundamento lógico y
metafísico que establece, como uno de los criterios de la verdad, la impo-
sibilidad absoluta de ser o no ser algo propio tiempo, en el mismo lugar y
con identidad completa de las demás circunstancias”.

En el texto constitucional del año 1998 decía en su Art. 194 que:


“La sustanciación de los procesos incluye la presentación y contradicción
de las pruebas, se llevará a cado mediante el sistema oral de acuerdo con
los principios: dispositivo, de concentración e inmediación.” Con plena
concordancia a lo señalado en el Art. 24. 14 Ibídem que consagraba “Las
pruebas obtenidas o actuadas con violación de la Constitución o la ley, no
tendrá validez alguna.”

En la Constitución vigente en el Art. 168 numeral 6, dice que la sus-


tanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y di-
ligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los
principios de concentración, contradicción, inmediación y dispositivo,
78
Principios Constitucionales y Legales
disposición que tiene concordancia con lo dispuesto en el Capítulo Octavo,
de los Derechos de Protección, Art. 76 numeral 7 literal h) que indica que
es derecho presentar de forma verbal o escrita las razones o argumentos
de los que se crea asistida y replicar los argumentos de las otras partes;
presentar pruebas y contradecir las que se presenten en su contra.

Por ello la violación al principio de contradicción trae consecuen-


cias, la nulidad de pleno derecho de las pruebas que se aporta en el juicio
y que no ha sido controvertida o contradicha.

Principio de Celeridad

Es la respuesta efectiva que en un tiempo razonable debe darse


a las pretensiones de las partes, evitando los vicios de eternizar la sus-
tanciación de los procesos que genera detrimento a la administración de
justicia y que se transforma en injusticia para las partes en cuestión, ya
que no se trata únicamente de tener acceso a los órganos de justicia. La
premisa conocida de que “justicia que tarda no es justicia”, conlleva a la
preocupación de los profesionales del derecho que nos vemos avocado a
esta lentitud expresada en la Función Judicial, empero tomando en cuenta
la sobrecarga de trabajo, no se justifica ante la necesidad de un derecho
constitucional exigida por el común de los ciudadanos que es parte de una
acción legal.

En el Art. 23.27 de la Constitución de 1998 decía” El derecho al de-


bido proceso y a una justicia sin dilaciones”, concomitante a esta disposi-
ción el Art. 192 Ibídem consagraba que el sistema procesal será un medio
para la realización de la justicia. Harán efectivas las garantías del debido
proceso y velará por el cumplimiento de los principios de inmediación,
celeridad... en la administración de justicia”.

El Art. 75 y 169 del texto constitucional aprobado por el soberano y


que se halla vigente, indica que para la realización de la justicia, el sistema
procesal es un medio y que entre otros principios consagra el principio de
celeridad.

El principio de celeridad, por manera es un derecho a un proceso sin


79
Dr. Marco V. Carrillo V.
dilaciones que son innecesarias, pues la tutela jurídica efectiva justamente
se mide en el derecho de defensa y no se está limitado al haber recurrido
al órgano jurisdiccional únicamente, ya que en aras de la efectividad de
esa tutela, no se ha de demorar en cumplimiento al tiempo de duración
que marca la ley. Se observa en consecuencia los plazos fijados en las nor-
mas legales y que estos no son únicamente para las partes procesales sino
también para los operadores de justicia, que es precisamente para que no
se dilaten de manera indebida los procesos.
En tratándose de materia penal, los actos procesales se han de cum-
plir en cualquier día y hora, es decir que en cualquier día y hora es útil
para la práctica de los actos indicados. En relación a las acciones civiles, el
procedimiento define el término que es el período de tiempo que le conce-
de la ley o el juez para la práctica de las diligencias y solo actúa en función
de días y horas hábiles; con ello señalamos que es importante la observan-
cia del mandato legal, eso sí, que las partes y en lo principal el operador
de justicia, siempre observará ese principio de celeridad, combatiendo la
lentitud que se aprecia en la Función Judicial, para felicidad no es regla
general; de manera que habrá la necesidad de observar el Art. 103. 3 del
Código Orgánico de la Función Judicial, cuando se refiere al retardo injus-
tificado del despacho de los asuntos o la prestación de servicio.

Siendo la administración de justicia la más exigida dentro de la tra-


mitología de los conflictos individuales o colectivos, será necesario que
sea rápida y oportuna, tanto en la tramitación como en las resoluciones
de la causas puestas a su resolución; el retardo en la administración de
justicia lógicamente son sancionadas como lo estipula el Art. 20 Ibídem.

Principio de Concentración

Significa que en una sola audiencia se ha de realizar todos los actos


que integran ese complejo llamado proceso, ya que la unidad ha de ser la
característica del juicio. Es conocido también como de continuidad, en la
que se establece que en una sola audiencia debe practicar o evacuarse las
pruebas fundamentales, a fin de que el juez no pierda o se borre lo escu-
chado las impresiones; y, es justamente en materia penal, concretamente
en la audiencia de juzgamiento donde se aprecia el beneficio del princi-
pio de concentración, en la fase de debate, ya que se practican medios de
80
Principios Constitucionales y Legales
prueba solicitadas con antelación, asegurando de esta manera que la sen-
tencia no demore y sea dictada inmediatamente.
Al realizarse sin interrupciones el proceso, hace que genere agili-
dad, con unidad, por lo que el Juez pluripersonal aprecia el contenido del
debate, lo vivido, el contacto directo lo que genera una sentencia con cer-
teza, al menos así es nuestra apreciación.

Al evitar fraccionamientos de los actos ayuda que no se deforme la


realidad con el ingreso de elementos extraños y al mismo tiempo asegura
que en la memoria de los juzgadores, perduren los hechos por ellos oídos
y observados.
En la Constitución del año 1998 este principio se hallaba consigna-
do en el Art. 194. En la Constitución de la República que se halla vigente
en el Art. 168 indica:

“Al administración de justicia, en el cumplimiento de sus deberes y


en el ejercicio de sus atribuciones, aplicará los siguientes principios: “

“6. La sustanciación de los procesos en todas las materias, instan-


cias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de
acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo”.

Principio de Legalidad

En materia penal es uno de los principios fundamentales en la que


los sujetos procesales principalmente no deben dejar de observar so pena
de sanciones. Es un principio del debido proceso ya que como sabemos
ninguna persona es sujeto pasivo de un proceso penal si no ha cometido
una acción u omisión previamente que esté prevista en la ley penal. Se
conoce también como principio de reserva que es una garantía para la li-
bertad del hombre, pues el desconocimiento de éste principio, reflejaría
que vivimos en dictadura, en medio de arbitrariedades, de tiranías. Los
Estados con democracia reconocen y respetan este principio, ya que no
observarlo y respetarlo, estaríamos avocados al abuso de gobernantes y
de jueces cobardes e indiferentes condescendientes con la ignominia.

El principio de reserva configura una manifestación de la garantía de


81
Dr. Marco V. Carrillo V.
la legalidad, estableciéndose que ninguna persona será obligada a hacer lo
que no manda la ley ni privado de lo que ella no prohíbe. Hay que tomar
en cuenta la Declaración Universal de los Derechos del Hombre del 10 de
Diciembre del año 1948, en la que consagra este principio en su Art. 11.2;
el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, observa e incor-
pora este postulado en el Art. 15 al señalar:

“Nadie podrá ser condenado por acción u omisiones que en el momen-


to de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional e internacio-
nal. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el momento
de la consumación del delito. Si con posterioridad a la comisión del delito la
ley dispone la imposición de una pena más leves, el delincuente se beneficia-
rá de ello”.

Por manera que las disposiciones indicadas, al hablar del principio


de legalidad, obligan a la observancia del debido proceso, honrando como
no puede ser de otra manera a este principio fundamental.

El presente principio toma en cuenta la prohibición, que ninguna


persona puede ser juzgada sino de conformidad con las leyes procesales
preexistentes, -nullum crimen nulla poena sine praevia lege- debiendo
como exigencia que la ley debe ser escrita y consecuentemente no puede
ser interpretada a discreción del juzgador en materia penal, como lo se-
ñala el Art. 4 del Código Sustantivo Penal y el Art. 15 del Código Adjetivo
Penal, el juez debe atenerse de manera estricta a la letra de la ley; y, en los
casos de duda será interpretada la ley en el sentido más favorable al reo,
sin que exista incluso interpretación análoga, como también en agravar las
penas que no se hallen previstas.

En la Constitución de la República del año 1998 en su Art. 24.1 de-


cía: “Nadie podrá ser juzgado por un acto u omisión que al momento de
cometerse no esté legalmente tipificado como infracción penal, adminis-
trativa o de otra naturaleza, ni se aplicará una sanción no prevista en la
Constitución o la ley. Tampoco se podrá juzgar a una persona sino confor-
me a las leyes preexistentes, con observancia del trámite propio de cada
procedimiento”. Concomitante a lo anotado, el Código Penal en el Art. 2

82
Principios Constitucionales y Legales
dice: “Nadie puede ser reprimido por un acto que no se halle expresamen-
te declarado infracción por la ley penal, ni sufrir una pena que no esté en
ella establecida” y, continúa “La infracción ha de ser declarada, y la pena
establecida con anterioridad al acto” y, el Art. 2 del Código de Procedi-
miento Penal, de la misma manera consolida este principio.

Para que exista seguridad jurídica de las personas, debemos dar


la verdadera importancia a este principio constitucional y legal, ya que
se fundamenta en la protección a todo ciudadano que no debe ser presa
o víctima de una investigación mientras no hubiera cometido un delito
mediante acto típicamente antijurídico y que se encuentre escrita en la
ley penal. Con claridad meridiana este principio de legalidad se encuen-
tra redactada e incorporada en el Código sustantivo como adjetivo penal
como señalamos en líneas anteriores, por lo que se reconoce el imperio de
este principio en el ámbito de la legislación penal ecuatoriana.

Ya se dijo que en la Constitución del año 1998 se encontraba con-


signado el principio de legalidad en el Art. 24. 1 que habla de las Reglas
del Debido Proceso y en el texto constitucional vigente se halla contem-
plada en el Capítulo Octavo, Derechos de Protección, Art. 76 numeral 3, y
señala:”Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un acto u omisión que,
al momento de cometerse, no esté tipificado en la ley como infracción penal,
administrativa o de otra naturaleza; ni se le aplicará una sanción no previs-
ta por la Constitución o la ley. Sólo se podrá juzgar a una persona ante un
juez o autoridad competente y con observancia del trámite propio de cada
procedimiento”, constituyéndose en consecuencia en un verdadero dere-
cho de protección.

En la normativa internacional el principio de legalidad consta en la


Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Art. 9.- Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni deste-


rrado.

Art. 10.- Nadie será condenado por actos u omisiones que en el mo-
mento de cometerse no fueron delictivos según el derecho nacional o in-

83
Dr. Marco V. Carrillo V.
ternacional. Tampoco se impondrá pena grave que la aplicable en el mo-
mento de la comisión del delito.

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos:

Art. 9.- Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad


personales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias.
Nadie podrá ser privado de su libertad, salvo por las causas fijadas por la
ley con arreglo al procedimiento establecido en ésta.

Art. 15.- Nadie será condenado por actos u omisiones que en el mo-
mento de cometerse no fueran delictivos según el derecho nacional e in-
ternacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable en el
momento de la comisión del delito. Si con posterioridad a la comisión del
delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el delincuente se
beneficiará de ello.

En la norma de la Convención Americana sobre Derechos Humanos


o Pacto de San José, dice:

Art. 9.- Principio de legalidad y de Retroactividad.- Nadie puede


ser condenado por acciones u omisiones que en el momento de cometerse
no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se puede impo-
ner pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del
delito. Si con imposición ad a la comisión del delito la ley dispone la impo-
sición de una pena más leve, el delincuente se beneficiará de ello.

El Estatuto de Roma en el Art. 23 dice: Nulla poena sine lege.- Quien


sea declarado culpable por la Corte únicamente podrá ser penado de con-
formidad con el presente estatuto.

Principio de Publicidad

El pueblo siempre ha tenido interés respecto a las acciones de la


función de administrar justicia, ya que si nos remontamos a épocas ante-
riores, era el pueblo, con la participación de todos los ciudadanos, el único
que juzgaba y que con el transcurrir del tiempo se ha ido transformando,
84
Principios Constitucionales y Legales
eso sí diferenciando al proceso penal y al proceso civil. Un ejemplo vivo de
una actitud del pueblo, cuando Pilatos decía sobre la libertad de Jesús o de
Barrabás; el pueblo se pronunció sobre la libertad de Barrabás.

En la actualidad el principio de publicidad, se constituye en una ga-


rantía del control ciudadano, respecto a la administración de justicia, cuyo
objetivo principal es la de provocar una activa participación de la sociedad
civil, controle y fiscalice a los órganos de la función judicial, en búsqueda
de una verdadera justicia. Con el principio que estudiamos cumple con la
función de proteger o tutelar derechos fundamentales, como es el de un
proceso imparcial y justo, en la que se respete por ejemplo del derecho de
defensa, lo que genera un sentimiento de confianza de la sociedad respec-
to a los operadores de justicia.

Garantiza con este principio, las actuaciones que son desarrolladas


por los sujetos procesales, que son constitucionalmente públicos a saber:
los penales, laborales, civiles, etc., salvo el de los delitos contra la seguri-
dad del Estado, menores y los delitos sexuales que son reservados; y, no
se admite la trasmisión de diligencias judiciales por los medios de comu-
nicación social tampoco grabaciones por personas ajenas a esos sujetos
procesales y a sus defensores. Esta garantía tiene como objetivo en el cum-
plimiento de este principio, es la de provocar que la ciudadanía o sociedad
civil tenga participación, controle e inclusive fiscalice a los órganos de la
Función Judicial, en el propósito de que sea dirigida en la búsqueda de la
justicia, con una correcta aplicación del derecho con respeto a la dignidad
humana; se constituye como reitero, en una garantía esencial ciudadana,
en especial para el sujeto investigado, ya que incluso puede ser inocente.

En nuestro país lamentablemente los medios de comunicación de


manera general salvo honrosas excepciones, no son imparciales, ya que
con criterios sumamente sensacionalistas, con objetivos lucrativos, desa-
rrollan su actividades que lamentablemente afectan de manera negativa
contra la administración de justicia, llevando hacia la sociedad civil no-
ticias que generan perniciosas injusticias y que a pretexto de “cumplir”
con el principio constitucional de publicidad, hacen que el imputado por
ejemplo, sea con anticipación condenado o sancionado por la comunidad

85
Dr. Marco V. Carrillo V.
o a lo mejor sea absuelto por ese mismo colectivo.
En el texto constitucional del año 1998 se encontraba consignado
este principio en el Art. 195, decía así: “Salvo los casos excepcionales se-
ñalados en la ley, los juicios serán públicos, pero los tribunales podrán
deliberar reservadamente. No se admitirá la trasmisión de las diligencias
judiciales por los medios de comunicación, ni su grabación por personas
ajenas a las partes y a sus defensores”; y, en el texto constitucional vigen-
te, se encuentra señalado en el Art. 168 numeral 5, y dice “En todas sus
etapas, los juicios y sus decisiones serán públicos, salvo los casos expresa-
mente señalados en la ley”.

En la normativa internacional, Pacto de San José, en el Art. 8.5, es-


tablece que los procesos deben ser públicos: “El proceso penal deber ser
público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la
justicia”.

De la misma manera el Pacto de Derechos Civiles y Políticos, Art.


14.1, dice: “Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de
justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las
debidas garantías por un tribunal competente”; y, continúa señalando que
“...toda sentencia en materia penal o contenciosa será pública, excepto en
los casos en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las
actuaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores”.

El Código Orgánico de la Función Judicial en el Art. 13 señala que las


actuaciones judiciales serán públicas, salvo los casos en que la ley prescri-
ba que sean reservadas.

Principio de el Juez Natural

La Constitución de la República, no puede ignorar que con este prin-


cipio consolida la seguridad jurídica, ya que el derecho al juez natural, que
es válido y exigible para toda clase de acciones o procesos, se encuentra
incorporada en la ley madre y leyes secundarias e incluso se hallan consig-
nadas en la normativa internacional.

86
Principios Constitucionales y Legales
Se ha dicho y así se confirma que toda persona tiene derecho a ser
oída por el juez que establece la ley quien conoce acerca de la litis con
antelación, lo constituye una verdadera garantía del juez natural; lo que
conlleva a establecer que ninguna persona puede ser juzgada por parte
de una comisión, juez ad-hoc o a lo mejor por un tribunal de excepción
que se crea posteriormente a la comisión del delito o injusto penal, ni por
cualquier órgano jurisdiccional aunque haya sido creado con anterioridad
al injusto penal. De lo señalado se establece que toda persona se encuen-
tra amparada por la garantía de que ha de ser juzgado por el juez natural.

En nuestro Código de Procedimiento Penal señala que “Nadie puede


ser juzgado sino por los jueces competentes determinados por la ley.”, dispo-
sición que tiene estrecha relación y con antecedente a lo dispuesto en el
Art. 24. 11 de la Constitución del año 1998, que señalaba: “Ninguna per-
sona puede ser distraída de su juez competente ni juzgada por tribunales
de excepción o por comisiones especiales que se creen para el efecto.”, dis-
posición que constituye un pilar fundamental para mantener la seguridad
jurídica. De manera que si un funcionario que carece de potestad judicial
no puede desarrollar de manera crítica su accionar, ya que un simple “fun-
cionario” que funge inconstitucionalmente de juez de “paz” (Intendentes-
Comisarios) rompe también moralmente desde mi punto de vista, la ver-
dadera característica de juez, ya que sus manifestaciones parcializadas,
arbitrarias, rompe justamente las reglas del debido proceso, por el ama-
ñamiento de medios probatorios, abuso de autoridad, rompiendo incluso
el principio de la igualdad ante la ley, jueces que no son reconocidos por
la norma constitucional y la ley, por ello están impedidos de juzgar a los
habitantes del país, ya que estos “jueces” que son dependientes de otras
funciones contrarias a la Judicial, han demostrado características de ma-
rionetas políticas en beneficio de quienes los nombró.

Este principio de juez natural debe garantizar a la ciudadanía en


general esa seguridad jurídica, ya que tenemos derecho a ser juzgados por
un juez natural, cuya competencia surge de la ley y no por personas amai-
nadas en la política y distantes de la legalidad.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 168 numeral 3 dice: “En

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Dr. Marco V. Carrillo V.
virtud de la unidad jurisdiccional, ninguna autoridad de las demás funcio-
nes del Estado podrá desempeñar funciones de administración de justicia
ordinaria, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por
la Constitución”.

El mismo texto invocado en su Art. 76 numeral 7 que habla del de-


recho a la defensa, en su literal k) dice:”Ser juzgado por un juez inde-
pendiente, imparcial, competente. Nadie será juzgado por tribunales de
excepción o por comisiones especiales creadas para el efecto”.

Conlleva en consecuencia y hago hincapié a los abogados y ciuda-


danía en general a que siempre vigilemos, se observe la aplicación de este
principio, con lo que estaríamos enterrando los arbitrios que se han co-
metido en muchas instituciones, ya que hacen “aparecer” comisiones es-
peciales a criterio de sus principales directivos, para cumplir incluso sus
venganzas políticas o personales.

La convención Americana Sobre Derechos Humanos, prevé sobre el


tema en el Art. 8.1, que dice:

“Toda persona tiene derecho a ser oída...por un juez o tribunal com-


petente, independiente e imparcial establecido con anterioridad por la
ley...”.

De la misma manera, el Código Internacional de Derecho Privado, en


su Art. 315, establece una prohibición similar:
“Ningún Estado contratante organizará o mantendrá en su territo-
rio tribunales especiales para los miembros de los demás Estados contra-
tantes”.

Por manera que, la legislación admite y ordena que este principio


genere garantía de ser juzgado por el juez competente previamente esta-
blecido en la ley, por lo que consolida el debido proceso.

Principio de Inocencia

El principio de inocencia es una baluarte poderoso de la libertad


88
Principios Constitucionales y Legales
humana y se constituye en un freno a la fuerza estatal que consolida la
seguridad jurídica, señalan tratadistas al defender este principio funda-
mental, se convirtió en un mandato jurídico de carácter constitucional, de
proyecciones internacionales al rebasar las fronteras de los países para te-
ner una posición y eficacia mundial, ha dicho Carnelutti.

El ser considerado inocente, es un principio que ampara a todo in-


dividuo de la especie humana, bien intrínseco de la persona, que lo adqui-
rimos desde el nacimiento hasta la muerte, con la única excepción de que
mediante sentencia ejecutoriada se declare la culpabilidad, es decir que el
estado de inocencia prevalece y la obligación de probar la culpabilidad a
quien funge de acusador, en contradicción a sistemas de oprobio que era
el justiciable o demandado quien debía probar su inocencia.

En nuestra legislación constitucional, una de las reglas del debido


proceso, concretamente señalado en el Art. 24.7 de la Constitución del año
1998 respecto a la inocencia establecía que “Se presumirá la inocencia de
toda persona cuya culpabilidad no se haya declarado mediante sentencia
ejecutoriada”, en materia penal es un presupuesto importante que tiene
relación con las personas y es justamente el derecho a la inocencia. Sien-
do la inocencia un bien y parte integrante de la personalidad del hombre,
tiene su existencia desde antes del nacimiento del Estado, es decir de la
presencia de clases sociales y propiedad privada, en la sociedad esclavista
por parte de quienes detentaban el control de ese Estado, no reconocían
ese derecho de inocencia como a la libertad.

En el Código de Procedimiento Penal en su Art. 4 habla de este prin-


cipio señalando: “Todo procesado es inocente, hasta que en la sentencia
ejecutoriada se lo declare culpable”.

Este bien jurídico, parte inherente al ser humano desde que nace
hasta el día que muere como ya indicamos anteriormente, no puede ser
“manoseado” por quienes hacen justicia en los distintos órganos de la fun-
ción judicial en particular en materia penal, con manifestaciones inqui-
sitivas superadas en el contexto del nuevo sistema penal oral acusatorio.

89
Dr. Marco V. Carrillo V.
Por ello, cuando en la situación jurídica de inocencia que se encuen-
tra reconocida por la Ley Madre así como en la ley secundaria, impone al
actor, demandante, querellante o similar, la carga de la prueba en el pro-
pósito de destruir en hechos concretos, esa situación de inocencia que le
ampara al sujeto pasivo y que se encuentra garantizada por la Constitu-
ción, determina que el supuesto causante del hecho delictivo no deje de
llevar los elementos de convicción o pruebas tendentes a establecer su
inocencia, lo que obliga que tanto el representante de la Fiscalía como al
propio operador de justicia, investigar en cumplimiento del principio de
objetividad, la verdad de los hechos; significando en consecuencia que es
al Estado a través de sus funcionarios y los órganos autorizados, a demos-
trar la responsabilidad penal, investigar las circunstancias eximentes o
atenuantes de responsabilidad que el imputado pueda invocar en su de-
fensa y a su favor.

La situación de inocencia desde el punto de vista jurídico, no des-


aparece en ningún momento mientras se halla desarrollando la inves-
tigación fiscal o cuando el proceso se halla en la misma sustanciación,
incluso cuando se haya recibido una sentencia condenatoria si el sujeto
pasivo o justiciable, ha impugnado por interposición de algún recurso, se
mantiene la situación de inocencia.

En el Art. 76 numeral 2, del texto constitucional vigente, dice: “Se


presumirá la inocencia de toda persona, y será tratada como tal, mien-
tras no se declare su responsabilidad mediante resolución firme o sen-
tencia ejecutoriada”.
El Legislador o el constitucionalista, no pierde su sapiencia al man-
tener en los textos constitucionales y legales ese derecho de protección
para los ciudadanos, a través del principio de inocencia, ya que ni la
sentencia condenatoria que ha sido impugnada, proporciona de manera
alguna la presunción de culpabilidad, justamente por la observancia del
principio constitucional y legal estudiado, aunque se halle en el estado
de prisión preventiva, ya que sigue bajo la situación jurídica de inocencia.

La inocencia una condición intrínseca de la humanidad, tanto más


que la normativa internacional concretamente en la Convención Ameri-

90
Principios Constitucionales y Legales
cana, en el Art. 8.2 al hablar del estado de inocencia dice: “Toda persona
inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mien-
tras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda
persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías míni-
mas...”.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos en el numeral


2 del Art. 14 dice:”Toda persona acusada de u delito tiene derecho a que
se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme
a le ley”.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Art.


14.2 dice: “Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presu-
ma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley
y en juicio público en el que se hayan asegurado las garantías necesarias
para su defensa”.

Por manera que, el principio de inocencia corresponde a todos


los individuos de la especie humana, siendo irrebatible su trascendencia,
debe ser observado por los operadores de justicia, sin que se despoje de
un bien connatural a la existencia misma del ser humano, el derecho de
ser reputado como inocente.

Principio de la Motivación

En la Constitución del año 1998, para asegurar el debido proceso,


debía observarse entre otras reglas, la señalada en el Art. 24.13: “Las re-
soluciones de los poderes públicos que afecten a las personas, deberán ser
motivadas. No habrá tal motivación sin en la resolución no se enunciaren
normas o principios jurídicos en que se haya fundado, y si no se explicare la
pertinencia de su aplicación a los antecedentes de hecho”, de manera que
esa motivación que es un requisito en todas las resoluciones como se deja
anotado, significa desarrollar, exponer el pensamiento de quien motiva a
través de razones y argumentaciones que con ello justifica esa adoptada
postura; es la explicación que se tiene para hacer una cosa, ya que a falta
de ella generaría ignorar y excluir a la otra parte de una acción o a los su-
91
Dr. Marco V. Carrillo V.
jetos procesales que no conozcan las razones o fundamentaciones de lo
que allí se indica.

La motivación se contrae en definitiva a explicar las razones de esa


resolución o explicar el porqué del hecho y el nexo con el derecho, lo que
constituye en una formalidad de carácter sustancial, ya que su inexistencia
generaría responsabilidades a quienes emitieron esa resolución inmotiva-
da; es decir que debe darse a conocer el motivo de la misma, ya que todo
en la vida tiene su razón de ser, lo que justifica que lo señalado no es arbi-
trario, que es lógico y legal; que se ha tomado en cuenta datos relevantes
sobre los hechos materia de esa resolución.

En el texto aprobado y publicado en el R.O. No.499 de 20 de Octu-


bre del 2009, en su Art. 76, numeral 7, literal L) dice: “Las resoluciones de
los poderes públicos deberán ser motivadas. No habrá motivación si en la
resolución no se enuncian las normas o principios jurídicos en que se fun-
dan y no se explica la pertinencia de su aplicación a los antecedentes de
hecho. Los actos administrativos, resoluciones o fallos que no se encuentren
debidamente motivados se considerarán nulos. Las servidoras o servidores
responsables serán sancionados”.

La motivación como principio consta en textos legales y que debe


ser observado por los poderes públicos.

Principio de Inviolabilidad del Derecho a la Defensa

La defensa, en sentido amplio, se entiende a toda actividad de las


partes procesales que se hallan encaminadas a hacer valer sus derechos
en cualquier tipo de causa. El derecho a la defensa nace como una de las
instituciones de mucha trascendencia, para convertirse en uno de los ele-
mentos eficaces e indispensables para la administración de justicia, indis-
cutible principio del debido proceso.

El derecho a la defensa se constituye en un verdadero escudo de


libertad y de protección de la inocencia; en la Constitución del año 1998
en el Art. 24.10 señalaba: “Nadie podrá ser privado del derecho de defensa
92
Principios Constitucionales y Legales
en ningún caso o grado del respectivo procedimiento. El Estado establecerá
defensores públicos para el patrocinio de las comunidades indígenas, de los
trabajadores, de las mujeres y de los menores de edad abandonados o vícti-
mas de violencia intrafamiliar o sexual, y de toda persona que no disponga
de los medios económicos”, derecho de defensa que puede ser ejercido en
cualquier momento del desarrollo procesal, ya que el hecho fundamental
es la de contradecir las pretensiones que presenta la otra parte en una ac-
ción legal, los mismos que no pueden ser negados, limitados o vulnerados
sino en tanto y en cuanto la ley pueda limitar, por lo que el Estado está en
la obligación de respetar ese derecho, tal es así que en el Art. 24. 17 de
la Constitución de 1998, decía: “Toda persona tendrá derecho a acceder
a los órganos judiciales y a obtener de ellos la tutela efectiva, imparcial
y expedita de sus derechos e intereses, sin que en caso alguno quede en
indefensión”.

En el texto constitucional de 1998 avalaba este inalienable derecho,


normas contempladas en el Art. 24 numerales 4, 5, 10, 15, 17 principal-
mente.

En el Código de Procedimiento Penal en el Art. 11 dice: “Inviolabili-


dad de la defensa.- La defensa del procesado es inviolable.

“El procesado tiene derecho a intervenir en todos los actos del pro-
ceso que incorporen elementos de prueba y a formular todas las peticio-
nes y observaciones que considere oportunas. Si el procesado está priva-
do de la libertad, el encargado de su custodia debe trasmitir acto seguido
al juez de garantías penales, al tribunal de garantías penales de la causa o
a la Fiscalía, las peticiones u observaciones que formule”.

Esta garantía mínima como señalan los Tratados y Convenios Inter-


nacionales debe ser respetado y siendo parte del debido proceso, exige la
presencia del juez natural, de actos previos a más de los que se encuentran
consignados en los Códigos Procesales y más leyes; este derecho permite
que el sujeto procesal o parte de la acción judicial, a intervenir en todas
las diligencias que se practiquen que permite controlar los actos que se
llevan a efecto, de la misma manera el derecho de defensa exige la práctica

93
Dr. Marco V. Carrillo V.
de otros que puedan respaldar su situación jurídica, a la oposición de in-
troducción de elementos o actos procesales que se pueda considerar que
son ilegales.

Existen varios instrumentos internacionales que garantizan y admi-


ten el derecho a la defensa, tenemos así el Pacto de San José:

Art. 7.- Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las
razones de su detención y sin demora, del cargo o cargos formulados en
su contra”.

Art. 8.2 dice: “a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente
por el traductor o intérprete...” en el literal b)” comunicación previa y deta-
llada al inculpado de la acusación formulada”; c) “Concesión al inculpado
del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa”;
d) “derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido
por un defensor de su elección y de comunicarse libre y privadamente con
su defensor”; e)“Derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor
proporcionado por el estado, remunerado o no según la legislación inter-
na, si el denunciado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor
dentro de un plazo establecido por la ley”; f)”derecho de la defensa a inte-
rrogar a los testigos presentes en el tribunal y a obtener la comparecencia,
como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre
los hechos”.

Similar afinidad de normas contiene el Pacto Internacional de De-


rechos Civiles y Políticos que se encuentran consignados en el Art. 14 nu-
meral 3, en los literales a), b), e), f); la Convención Americana incluye el
derecho a la defensa como garantía para las partes procesales señaladas
en el Art. 13 numeral 3, literales a), b), d), e), f).

No cabe duda, que los preceptos que se han situado en el análisis de


este principio, admiten y aseguran el ejercicio de la defensa tanto personal
como técnica, cuya vigencia es obligatoria en todos los órdenes para que
se afiance el debido proceso.

94
Principios Constitucionales y Legales
Siendo inviolable el derecho de defensa que tiene todo ciudadano,
hace que el juez natural respete los derechos por ejemplo en materia pe-
nal, del imputado hoy procesado; y, de esa manera se está haciendo efecti-
va las garantías constitucionales que le están reconocidas.

En el texto constitucional vigente, en el Art. 76, numeral 7 “El dere-


cho de las personas a la defensa...” y en el Art. 191 ibídem de la Defensoría
Pública, está señalando que es un órgano autónomo de la Función Judicial
cuyo fin es garantizar el pleno e igual acceso a la justicia, de las personas
que, por su estado de indefensión o condición económica, social o cultu-
ral, no puedan contratar los servicios de defensa legal para la protección
de sus derechos; cumpliendo de esta manera con su obligación el Estado,
ya que siendo parte signataria de Tratados y Convenios Internacionales,
no se puede dejar de observar y más aún de proteger esas mínimas garan-
tías que tenemos los ciudadanos.

Principio Dispositivo

El Art. 194 de la Constitución del año 1998, prescribía que en “La


substanciación de los procesos, que incluyen la presentación y contradic-
ción de las pruebas, se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo
con los principios: dispositivo, de concentración e inmediación.”; enten-
diéndose que implica al juzgador u operador de justicia no podía ni pue-
de de oficio disponer a su criterio, la práctica de diligencias, ya que debe
practicarse a petición de parte, ya que al disponer el juez el cumplimiento
de una prueba o diligencia está favoreciendo con esa actitud a una de las
partes y perjudicando en consecuencia a la otra.

De manera que al existir una relación jurídica, que es objeto del pro-
ceso, lógico es suponer que su titular pueda disponer de ella, si esa rela-
ción es de derecho privado; es decir el proceso es dispositivo porque las
relaciones sustanciales las partes tienen libre disponibilidad. Significando
entonces que dispositivo significa disponer, ordenar, mandar.

En materia penal y en particular en el sistema inquisitivo, la iniciati-


va correspondía al órgano judicial, en la que disponía en todo momento el
poder de proceder de oficio, aunque no sea requerido por los particulares
95
Dr. Marco V. Carrillo V.
que son los interesados. En las infracciones de ejercicio privado de la ac-
ción, se encuentra consignada este principio más concretamente, ya que
corresponde únicamente al ofendido ejercer únicamente mediante que-
rella, ya que la iniciativa queda librada a la manifestación de voluntad del
ofendido o de las personas que ejerzan sus acciones.

En la Constitución vigente, en el Capítulo IV Sección Primera, Art.


168 al hablar de la administración de justicia y en el ejercicio de sus atri-
buciones dice que se aplicará varios principios como el que estamos ana-
lizando y en el numeral 6 dice:”La sustanciación de los procesos en todas
las materias, instancias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el
sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradic-
ción y dispositivo.”

El Art. 19 del Código Orgánico de la Función Judicial establece que


todo proceso judicial se promueve por iniciativa de parte legítima; por
manera que los operadores de justicia han de resolver con lo fijado por
las partes como objeto del proceso y consecuentemente en mérito de las
pruebas pedidas, ordenadas y actuadas.

Existen resoluciones del Tribunal Constitucional, hoy Corte Cons-


titucional, que hablan de este principio y dice: “De modo general en la
doctrina se expresa que este principio se opone por definición al principio
inquisitivo, ya que se puede concebir al juez investido de todas las facultades
para investigar y aplicar la ley, en cuyo caso estamos frente al principio in-
quisitivo, o por el contrario se lo puede concebir al Juez sujeto a la iniciativa
de las partes, de tal modo que pasa sobre las partes la carga de proporcionar
los fundamentos de la sentencia mediante sus actos de postulación (peti-
ciones, alegaciones, aportación de las pruebas)... El principio dispositivo en
su versión privatística implica pues, no solo la entrega de la iniciativa y la
disposición de la acción a las partes sino también la atribución a las mismas
el impulso procesal. Concibe al Juez y al proceso como órgano e institución
inermes, que solo adquieren movimiento ante la solicitud permanente de
las partes interesadas. Como se señaló nuestra Constitución en el Art. 194 se
refiere expresamente a este principio para todos los sistemas procesales.” R.
088-2001-T.P. (R.O. 351, 20 de junio del 2001).

96
Principios Constitucionales y Legales

Principio de la Oralidad

La Oralidad en materia penal, significó un importante avance en re-


lación al tedioso proceso escrito ya que posibilita a la contraparte contra-
decir con argumentos en presencia del operador de justicia posibilitando
que se forme su convicción, percibiendo tales argumentos.

Se ha cuestionado la eficacia del sistema escrito, en virtud de la de-


legación de funciones que los caracterizaba ya que las decisiones más im-
portantes, eran resueltas por empleados o funcionarios auxiliares del juez
personal o pluripersonal. En el sistema escrito predominaba la verdad for-
mal, debilitándose de manera inevitable las garantías del procesado y el
control ciudadano, sobre la actividad jurisdiccional.

La oralidad en materia penal particularmente ha fortalecido sin


lugar a dudas, el efecto de prevención de la sanción penal; ya que no se
trata de una previsión abstracta de la sanción en un tipo penal determi-
nado la que provoca a lo mejor la intimidación, sino por el contrario es la
aplicación de manera concreta de las normas en esta clase de juicios; de
tal forma en una sociedad como la nuestra en la que la generalidad de la
ciudadanía es desconocedora de los contenidos de disposiciones legales,
vale decir, sólo ese debate oral y público permite insertar la justicia en el
medio social, de esa manera difunde los valores en las que se funda una
verdadera convivencia.

Para la existencia de la oralidad en materia penal principalmente


se requiere la publicidad, la contradictoriedad o contradicción y la conti-
nuidad de la audiencia; a ello se suma la presencia del representante de la
Fiscalía, que exista la acusación de dicho funcionario, el contacto del ope-
rador de justicia con los sujetos procesales, la participación de las partes
introduciendo los medios de prueba que fundamentarán la sentencia, la
sentencia después del debate y la valoración de la prueba.

De manera que el juicio oral y público ha de requerir de manera


inevitable, el sistema de valoración probatoria mediante la sana crítica ra-
cional, esto es la evaluación conforme el sentido común, la experiencia, la
97
Dr. Marco V. Carrillo V.
lógica y las reglas de la técnica que corresponden al caso materia de esa
resolución.

La Constitución de la República vigente en el Art. 86.2.a), señala:

“Las garantías jurisdiccionales se regirán, en general, por las si-


guientes disposiciones:

El procedimiento será sencillo, rápido y eficaz. Será oral en todas


sus fases e instancias.”

El Art. 168 constitucional indica: “La administración de justicia, en


el cumplimiento de sus deberes y en el ejercicio de sus atribuciones, apli-
cará los siguientes principios:

6.- La sustanciación de los procesos en todas las materias, instan-


cias, etapas y diligencias se llevará a cabo mediante el sistema oral, de
acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo.”

El Código de Procedimiento Penal en el Art. 258 establece que el jui-


cio es oral; bajo esa forma deben declarar las partes, testigos y los peritos.
Las exposiciones y alegatos de los abogados, serán igualmente orales y de
la misma manera que las resoluciones interlocutorias deben pronunciarse
verbalmente, sin embargo habrá de dejar constancia de ellas en el acta del
juicio; este principio habrá de observar sin lugar a dudas ya que incluso se
encuentra contemplado en el Art. 18 del Código Orgánico de la Función
Judicial.

Se ha dicho por parte muchos autores que la oralidad no debe ni


puede confundirse con oratoria; en el caso que nos ocupa, el principio de
oralidad en razón de los juicios orales, se presenta como un verdadero
mecanismo, apto y eficiente para poder descubrir la verdad que ayudará
al operador de justicia se forma un recto, pleno y maduro convencimiento;
de la misma manera ayudará para que no invada la arbitrariedad judicial
y con ello dar oportunidad a los sujetos procesales o a las partes para que
puedan defender sus intereses y permitir con la oralidad que la sociedad

98
Principios Constitucionales y Legales
que permite el control público de los actos de la Función Judicial.

La importancia y bondad de la oralidad se ha de advertir de manera


especial en cuanto tiene que ver a las manifestaciones del procesado y
respecto de las pruebas que en la etapa de juicio principalmente se han de
evacuar. En la Obra “Tratado de Derecho Procesal Penal” su autor Manzini
Vicenzo, respecto a la oralidad comenta: “El juez está obligado a fundar su
decisión sobre el material de hecho expuesto oralmente en el proceso de
manera que no puedes servirse de ningún elemento percibido únicamente
mediante examen escrito. El principio de oralidad solo exige que el acto
surja y se cumpla oralmente ante la autoridad judicial que por primera
vez deba valerse de él a los fines del procedimiento, así que el mismo acto
(ejemplo: deposición testifical) se puede considerar como oral o como es-
crito, según que de él haga uso el juez que lo recibió oralmente, o el juez
que se tomó conocimiento de él por el acta”.

De allí la importancia del sistema oral, como la mejor respuesta a los


altos fines del debido proceso penal particularmente donde establecerá la
certeza y la determinación de la responsabilidad o como también estable-
cer la confirmación de la inocencia del procesado.

Principio de Oportunidad

Este principio se dice que tiene una vigencia que data de hace mu-
cho tiempo, bajo el razonamiento que cuando la persecución del hecho
punible le corresponde a la persona ofendida, no hay fundamento para
contrastarlo con el principio de legalidad; el Estado en su calidad de per-
secutor y sancionador, la sociedad incluso planteó para el legislador hoy
asambleísta el problema di si todos los hechos punibles sin excepción de-
ben perseguirse o a lo mejor dependía de cada caso del arbitrio del acusa-
dor particular o estatal.

La oportunidad es una excepción a la legalidad, y es la posibilidad


de que los órganos públicos, a quienes se les está encomendada la perse-
cución penal, prescindan de ella, en presencia de la noticia de un hecho
punible o, inclusive frente a la prueba más o menos completa de su perpe-
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Dr. Marco V. Carrillo V.
tración formal o informalmente, temporal o definitivamente, condiciona-
da o incondicionadamente, por motivos de utilidad social o razones de po-
lítica criminal. De allí que, la discrecionalidad de los Fiscales para iniciar
o no una investigación y la persecución penal no puede ser arbitraria sino
orientada por razones que vayan a beneficiar a la colectividad en general
o a la víctima en particular, pero también pueden ser elementos que están
orientados por directrices de la política penal, que puede darse en virtud
de la clase de delito que no revela mayor gravedad.

Este principio tiene objeticos a saber: trata de favorecer la situación


del procesado o acusado; procura satisfacer los intereses de la víctima:
crea la posibilidad de aplicar medidas sancionadoras alternativas a la pri-
vación de la libertad; y, pretende recudir la carga de trabajo a la justicia
penal, mediante diversas formas como de organización, celeridad, inme-
diatez, etc.

La Ley Orgánica de Transporte Terrestre, Tránsito y Seguridad Vial,


en el Art. 173 dice:

“En aquellos delitos donde por las circunstancias, el infractor su-


friere daño físico grave que le imposibilite llevar una vida normal o las
únicas víctimas fuesen su cónyuge o pareja en unión libre y familiares
comprendidos hasta el segundo grado de consanguinidad, a petición del
Fiscal y luego de constatar que en el caso concreto la aplicación de la pena
no responde a un intereses social, el juez puede conceder el principio de
oportunidad y archivar el caso previa audiencia.” (las negrillas son mías).

Considero de mucha importancia desarrollar este principio de


OPORTUNIDAD; el analizar a profundidad los profesionales del derecho,
abogados en el libre ejercicio y operadores de justicia respectivo a esta
temática a fin de que el legislador amplíe el hecho de la descriminaliza-
ción que permita despenalizar conductas dichas “delictivas”, justamente
estableciendo en la práctica claras diferencias entre el sistema inquisitivo
y acusatorio, es justamente la clara aplicación de este principio.

100
Principios Constitucionales y Legales
NO SE PUEDE JUZGAR A UNA PERSONA DOS
VECES POR EL MISMO HECHO.
NON BIS IN IDEM

Toda persona que haya sido sujeto pasivo de una acción judicial, sin
que haya sido objeto de una sentencia o culminado con sentencia definiti-
va, considero particularmente que, no puede ser perseguida nuevamente,
de forma alguna, no puede duplicarse el procesamiento o juzgamiento ya
que incluso entraría en acción, la excepción de litis pendencia.

Es necesario establecer que no se puede confundir por ser de natu-


raleza distinta, con la cosa juzgada, que opera sólo cuando hay una sen-
tencia definitiva o en firme, en tanto que accionar dos o más por un mismo
hecho a una misma persona, existe la imposibilidad de trámite. Por ello el
principio procesal universal o brocado “non bis in ídem”, que significa la
imposibilidad de volver dos veces sobre lo mismo, en la Constitución del
año 1998 se consignaba en el Art. 24 numeral 16 decía “nadie podrá ser
juzgada más de una vez por la misma causa”, significando que una persona
no puede ser juzgada ni sentenciada dos veces por los mismos hechos.

En definitiva, la cosa juzgada tiene su significado cuando el delito


ha sido de manera debida analizado y juzgado dentro de un proceso y
concluido de manera definitiva de conformidad con las reglas del debido
proceso.

Para una mejor comprensión, la cosa juzgada, Eduardo Couture, en


su Obra Fundamentos de Derecho Procesal Penal Civil, Tercera Edición,
pág. 401 expresa: “Tratando, pues, de definir el concepto jurídico de cosa
juzgada, luego de tantas advertencias preliminares, podemos decir que es la
autoridad y eficacia de una sentencia judicial, cuando no existen contra ella
medios de impugnación que permitan modificarlo”.

Por manera que la cosa juzgada procede para las sentencias así
como para providencias interlocutorias que ponen fin a un proceso, en la
que se manifiesta la voluntad de la ley; por ello se dice que está prohibida
que una persona que haya sido sobreseída definitivamente, pueda ser ac-
cionada nuevamente por un mismo hecho.
101
Dr. Marco V. Carrillo V.
El Código de Procedimiento Penal en el Art. 5 habla del Único Proce-
so y dice: ”Ninguna persona será procesada ni penada, más de una vez por
un mismo hecho”, lo que en la práctica prohíbe que existan procesos pena-
les paralelos o a lo mejor posteriores que se den inicio por un mismo he-
cho contra la misma persona, ya que ello constituye una amenaza contra el
sujeto o persona que se pretenda someter a un juzgamiento, entrañando
injusticias y dando paso a cuestionables revanchismos y animadversiones
entre las personas; en definitiva lo que prohíbe con este principio de ga-
rantía constitucional y legal, de seguridad jurídica, es que ningún ciuda-
dano sea perseguido procesalmente de manera indefinida más de una vez
por un mismo hecho.

Dentro de la normatividad internacional contempladas en Tratados


y Convenios, respecto al principio que es materia de este análisis estable-
ce en el Art. 8.4 de la Convención Americana: “El inculpado absuelto por
una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos
hechos”.

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dice en su Art.


14.7 “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya
sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la
ley y el procedimiento penal de cada país”.

En el texto constitucional en actual vigencia señala en el Art. 76, nu-


meral 7, literal i): “Nadie podrá ser juzgado más de una vez por la misma
causa y materia. Los casos resueltos por la jurisdicción indígena deberán
ser considerados para este efecto”.

Existen en la Constitución de la República muchos principios que


debemos tomar atención en la práctica profesional que, como es lógico,
con ellos podamos establecer el cumplimiento y observancia de los mis-
mos, tanto por profesionales del derecho como de los operadores de jus-
ticia, básicamente los principios constantes en los Tratados y Convenios
Internacionales.

El Principio de Supremacía Constitucional contempladas en el

102
Principios Constitucionales y Legales
Art. 424 constituye en el centro o rectoría en su aplicación de los demás
principios que se anota en las siguientes líneas:

Art. 424 Constitucional: “SUPREMACÍA DE LA CONSTITUCIÓN: La


Constitución es la norma suprema y prevalece sobre cualquier otra del
ordenamiento jurídico. Las normas y los actos del poder público debe-
rán mantener conformidad con las disposiciones constitucionales; en caso
contrario carecerán de eficacia jurídica.

La Constitución y los tratados internacionales de derechos humanos


ratificados por el Estado que reconozcan derechos más favorables a los
contenidos en la Constitución, prevalecerán sobre cualquier otra norma
jurídica o acto del poder público”.

Es esta disposición constitucional que es la rectora de los demás


principios, sin lugar a dudas debe permanecer siempre en las mentes de
los operadores de justicia a fin de que la observancia a la Constitución no
se constituya sólo un enunciado sino la letra viva que existe en un Estado
democrático de derecho.
El de Oficiosidad, señalado en el Art. 11 numeral Tres, de la Consti-
tución de la República, que dice:

“Los derechos y garantías establecidos en la Constitución y en los


instrumentos internacionales de derechos humanos serán de directa e in-
mediata aplicación por y ante servidora o servidor público, administrativo
o judicial, de oficio o a petición de parte.(las negrillas son mías).

De Oficiosidad por el cual este principio, el Juez o Tribunal siempre


ejerce la función de GARANTE sin que exista la necesidad que sea pedida
por alguien, cumpliendo de esta manera una obligación de carácter cons-
titucional, sin perjuicio de petición de parte.

El de Objetividad señalado en el Art. 11 inciso Segundo del numeral


8, constitucional dice:

“Será inconstitucional cualquier acción u omisión de carácter regre-

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Dr. Marco V. Carrillo V.
sivo que disminuya, menoscabe o anule injustificadamente el ejercicio de
los derechos.”

Este principio indica que será inconstitucional los actos procesa-


les que violen derechos a garantías que se encuentran reconocidos en la
Constitución y en los Tratados y Convenios Internacionales, o que sean
omitidos en los actos procesales la correcta aplicación de esos derechos
como garantías; por manera que, el Juez o Tribunal ha de proceder a ve-
rificar de manera objetiva si se han observado esos derechos o garantías
en los actos procesales, dejando aún lado toda consideración subjetiva de
las causas de la violación y en el caso de establecer de manera objetiva
que en el proceso se han violado esos derechos como garantías por acción
u omisión, deberá rechazarlos de manera conjunta con los resultados que
aflores.

De Aplicación Inmediata y Directa constante en el Art. 11 numeral


3 del texto constitucional que señala:

“Los derechos serán plenamente justiciables. No podrá alegarse fal-


ta de norma jurídica para justificar su violación o desconocimiento, para
desechar la acción por esos hechos ni para negar su reconocimiento.”

Con este principio, el juez personal o pluripersonal por sí y ante sí


imperativamente deben aplicar los derechos y garantías que se en-
cuentran garantizados en la Constitución como en los Tratados y Conve-
nios Internacionales de que el Ecuador es país parte, sin que sea necesaria
alguna tramitación o que sea consultado a órgano alguno del poder públi-
co, o que pueda diferirse, postergarse esa aplicación para otro memento
del proceso o que otra autoridad pueda resolver sobre la aplicación, tanto
más que así lo establece el Art. 426, inciso segundo constitucional.

El Art. 11.3 constitucional dice:”Los derechos y garantías estableci-


das en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos
humanos serán de directa e inmediata aplicación por y ante cualquier
servidor o servidora pública, administrativo o judicial, de oficio o a peti-
ción de parte”. (Las negrillas son mías)

104
Principios Constitucionales y Legales
El de la Incondicionalidad que se encuentra establecido en el Art.
11, numeral 3, inciso segundo constitucional; no puede el juez personal o
pluripersonal exigir condiciones o requisitos que no se hallen estableci-
dos en el texto constitucional o en la ley que están reconociendo los dere-
chos y garantías.

El Art. 11.3, inciso segundo constitucional: “Para el ejercicio de los


derechos y las garantías constitucionales no se exigirán condiciones o
requisitos que no estén establecidos en la Constitución o en la ley.”(Las
negrillas son mías)

El de la Plena Justiciabilidad de los derechos y garantías; la Cons-


titución de la República en el Art. 426, inciso tercero dice:”Los derechos
consagrados en la Constitución y los instrumentos internacionales de de-
rechos humanos serán de inmediato cumplimiento y aplicación. No podrá
alegarse falta de ley o desconocimiento de las normas para justificar la
vulneración de los derechos y garantías establecidas en la Constitución,
para desechar la acción interpuesta en su defensa, ni para negar el reco-
nocimiento de tales derechos”.

Es decir, que en aplicación de este principio el juez personal o plu-


ripersonal no puede omitir la aplicación de las normas constantes en la
Constitución o Tratados y Convenios Internacionales que establezcan de-
rechos como garantías por falta de ley que pueda regular su aplicación,
siendo en consecuencia de aplicación de manera inmediata sin necesidad
de requisitos para su aplicación, solo a excepción de los que se encuentren
señalado en la norma que los reconoce, y a esta misma se encuentren re-
glamentadas y reguladas.

El Art. 11 numeral 5, constitucional señala:”En materia de derechos


y garantías constitucionales, las servidoras y servidores públicos, admi-
nistrativos o judiciales, deberán aplicar la norma y la interpretación que
más favorezcan su efectiva vigencia.” (Negrillas son mías).

En consecuencia deviene el Principio de Operatividad, por lo que


los jueces garantes sean personal o pluripersonales, deberán interpretar

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Dr. Marco V. Carrillo V.
la norma jurídica que contenga derechos o garantías para que sea aplicada
en la forma que favorezca a su vigencia efectiva, esto es, para que tanto las
garantías como los derechos sean otorgados la tutela jurídica efectiva y
expedita, de manera imparcial, conforme lo exige el Art. 75 constitucional,
que habla de los Derechos de Protección.

Si la Constitución de la República establece que los derechos y ló-


gicamente los principios son inalienables, irrenunciables, indivisibles, in-
terdependientes y de igual jerarquía, nos está vedado a los abogados, a
los operadores de justicia, funcionarios públicos en general, a querer “re-
parar” algún derecho pretendido, inobservando los principios indicados.

La investigación, el trabajo individual o colectivo de los profesiona-


les del derecho, operadores de justicia, funcionarios públicos y en fin de
quienes estamos ligados con la administración de justicia de una u otra
manera, tenemos un verdadero reto, y es la de desarrollar, investigar y
profundizar que los derechos y garantías que constan en los textos cons-
titucional y legales, los principios generales y fundamentales, se constitu-
yan en la brújula para una verdadera convivencia social justa, que reflejará
en una verdadera democracia.

Si hemos cometido equivocaciones y errado en el comportamien-


to profesional, corrijamos esos errores y comportamientos; no perda-
mos el amor a la abogacía, que ese amor es a la verdadera justicia.

“Si usted es capaz de sentir indignación ante la injusticia cometi-


da contra cualquier ser humano, somos compañeros”

Ernesto “Che” Guevara

106
Principios Constitucionales y Legales
LOS MANDAMIENTOS DEL
ABOGADO

Primer mandamiento: ESTUDIA

El derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día


un poco menos abogado.

Segundo mandamiento: PIENSA

El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.

Tercer mandamiento: TRABAJA

La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de la justicia.

Cuarto mandamiento: LUCHA

Tu deber es luchar por el derecho; pero el día que encuentres conflicto el derecho
con la justicia, lucha por la justicia.

Quinto mandamiento: SÉ LEAL

Leal para tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es in-
digno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal con
el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú dices; y que, en cuanto al
derecho, alguna que otra vez debe confiar en el que tú le invoques.

Sexto mandamiento: TOLERA

Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la
tuya.

Séptimo mandamiento: TEN PACIENCIA

El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

Octavo mandamiento: TEN FE

Ten fe en el derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana; en


la justicia, como destino normal del derecho; en la paz como sustitutiva bonda-
dosa de la justicia; y sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho,
ni justicia, ni paz.

Eduardo J. Couture

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Dr. Marco V. Carrillo V.
BIBLIOGRAFIA:

 Constitución de la República del Ecuador 2008. Corporación de Estudios


y Publicaciones. Febrero 2010.

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dios y Publicaciones. Octubre 2002.

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Universidad Central del Ecuador. 1978 Tercera Época No. Dos.

 Enciclopedia de Tratado de Derecho Procesal Penal. Jorge Zavala Baque-


rizo. EDINO 2004.

 Manuel Práctico de Derecho Penal. Dr. Paúl Carvajal Flor. Primera Edi-
ción febrero 2008.

 Eduardo J. Couture. Los mandamientos del Abogado. Copyright 2002


por IURE Editores S.A. de CV.

 Metodología del Derecho. Unión Tipográfica Editorial Hispano-America-


na. Buenos Aires.

 R. O. No. 499 del 20 de Octubre del 2008.

 .R. 088-2001-T.P. (R.O. 351, 20 de junio del 2001).

 Obra “Tratado de Derecho Procesal Penal” Manzini Vicenzo

 Código Orgánico de la Función Judicial Edición 2009.Editoail Jurídica del


Ecuador.

 Código de Procedimiento Penal. Abril 2009. Editorial Jurídica del Ecuador.

 Enciclopedia Jurídica OMEBA. Tomo XI.

 Diccionario Jurídico de Guillermo Cabanellas.

 Tratados y Convenios Internacionales:

Declaración Universal de los Derechos Humanos-ONU. Publicaciones Universidad


de Guayaquil.

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Principios Constitucionales y Legales

Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.

Convención Americana sobre Derechos Humanos.

Estatuto de Roma de la Corte Internacional.

 Eduardo Couture, Obra Fundamentos de Derecho Procesal Penal Civil,


Tercera Edición.

 Deontología Jurídica - Ética Profesional. Dr. Enrique Coello García. 1981.

 Diccionario de la REAL ACADEMIA DE LA LENGUA.

 La República o El Estado. Platón. Colección Austral. España-Calpe. S.A.

 Manuel de Derecho Penal. Alfonso Zambrano Pasquel. Segunda Edición.


EDINO.

 Criminología. Alfonso Reyes E. CIMINOLOGIA. Sexta Edición 1982.


Universidad externado de Colombia.

 Manuel de Derecho Penal. Francesco Antolisei. UTEHA. Argentina.

 Diccionario de Derecho Penal. Raúl Goldstein. Bibliografía OMEBA.


Lavalle 1328-Buenos Aires.

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Dr. Marco V. Carrillo V.

Este libro se terminó de imprimir el 1 Julio


de 2010, bajo el sello editorial de la Casa de
la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”
Núcleo de Chimborazo, en la presidencia del
escritor Gabriel Cisneros Abedrabbo, con un
tiraje de 1000 ejemplares.

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