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La foto que destapó los desmanes de la operación Orión

Por José Guarnizo, Corresponsal De Revista Semana

Cuando recién inicia la búsqueda de desaparecidos en La Escombrera, de la Comuna 13, cobra


relevancia esta impresionante imagen captada por el fotógrafo Jesús Abad Colorado.

La Escombrera Foto: Jesús Abad Colorado. Todos los derechos reservados (2002).

Un hombre alto, vestido de camuflado pero sin distintivos militares, señala con su mano derecha
hacia una casa. El brazo levantando a media asta significa, en el contexto de la fotografía, una
sentencia inapelable. Con el gesto delator el personaje le indica a los soldados que lo rodean, a
plena luz del día, que “ahí es, que ahí están”.

La escena no tendría nada de extraña si no fuera porque ese mismo hombre, detrás del cual hay
un puñado de soldados de las Fuerzas Antiterroristas Urbanas, lleva la cara cubierta con una
capucha. Los verdaderos uniformados cargan chalecos antibalas, fusiles, cascos, prensillas,
insignias. El encubierto, en cambio, exhibe un arma no menos peligrosa: el dedo que apunta.

La fotografía fue tomada por el reportero gráfico Jesús Abad Colorado entre el 16 y el 19 de
octubre del año 2002, mientras transcurría Orión, la más grande operación militar urbana que
haya tenido lugar en Colombia, según un informe del grupo de Memoria Histórica, de la Comisión
Nacional de Reparación y Reconciliación, publicado en el 2011.

Penetrar a la Comuna 13, significaba para las autoridades retomar el control de un territorio en el
que operaban, camufladas entre civiles, las milicias urbanas de las FARC, el ELN y los CAP
(Comandos Armados del Pueblo). Durante los primeros tres días de operativos los habitantes de la
Comuna 13 de Medellín no pudieron ir a otras partes de la ciudad, recuerda Adriana Arboleda,
directora de la Corporación Jurídica Libertad, ONG que defiende y asesora a víctimas de
desaparecidos. Nadie podía entrar o salir de los barrios Belencito Corazón, 20 de Julio, El Salado,
Nuevos Conquistadores y Las Independencias II.
Helicópteros artillados y un despliegue de 1.500 efectivos, entre Ejército, DAS, Policía, CTI, Fiscalía
y las Fuerzas Especiales Antiterroristas, escudriñaron durante cinco días palmo a palmo las
empinadas callecitas de la comuna. Para las autoridades civiles y militares, Orión fue el triunfo de
la institucionalidad sobre la delincuencia. Así lo dijo el alcalde de ese entonces, Luis Pérez
Gutiérrez. Orión se ejecutó en el marco de la política de seguridad democrática del presidente
Álvaro Uribe Vélez, quien lideró y brindó el apoyo necesario para que las el Estado operara
articuladamente.

Las cifras respaldaban el optimismo. De acuerdo a datos del CINEP, durante la avanzada, la Fuerza
Pública realizo´ 150 allanamientos y capturo´ a 355 personas, de las cuales 82 terminaron
sindicadas. Pero la operación arrojó también otros números que empañaron la eficiencia y la
transparencia de las autoridades. El Instituto Popular de Capacitación (IPC) habla de un civil
muerto, 38 civiles heridos y ocho más desaparecidos.

Un mal síntoma de los resultados fue que la Fiscalía ordenó luego la libertad de 88 de los
judicializados. Para comienzos de 2007, solo dos de los capturados habían sido condenados. Lo
más preocupante, dice Diego Herrera, director del IPC, es que a partir de Orión comenzaron a
afincarse en el territorio los hombres del Bloque Cacique Nutibara, de las Autodefensas Unidas de
Colombia (Auc). “Orión permitió sacar a un grupo armado (la guerrilla), para darle entrada a otro,
que terminó controlando lo que pasaba en la Comuna 13. Esta fue la puerta de entrada a la
hegemonía paramilitar que se vivió después en todo Medellín”.

Eso también lo dice el informe de Memoria Histórica: “Orión no implicó el fin del conflicto armado
ni del poder ejercido por actores ilegales en la Comuna 13. Los espacios dejados por la guerrilla
fueron copados por el Bloque Cacique Nutibara, que continuó incurriendo en acciones violatorias
de los Derechos Humanos hasta el momento de su desmovilización en diciembre de 2003”. Prueba
de ello es que el día en que dicho Bloque entregó oficialmente las armas, se vieron salir de la
Comuna 13 buses llenos de muchachos rumbo a desmovilizarse. Una vez pasaron los actos
protocolarios, en los mismos vehículos retornaron a los barrios.

Un dato revelador es que entre 2002 y 2003 se registraron en Medellín 92 desapariciones


forzadas. Y si se amplía aún más el rango de tiempo, las personas que los paramilitares se llevaron
de la Comuna 13 y que nunca volvieron a sus casas pueden llegar a 300, según lo documentó en
un auto la Sala de Justicia y Paz, del Tribunal Superior de Medellín. Pero pueden ser más, o pueden
ser menos. Ese es el incierto rompecabezas que ahora la Fiscalía intenta armar en La Escombrera,
la enorme montaña de basura donde los paramilitares escondieron los cadáveres de quienes se
llevaron a la fuerza, tal como lo indican varios testimonios de desmovilizados.

La foto de Jesús Abad Colorado, así como el registro que durante Orión hicieran varios reporteros
gráficos de El Colombiano, entre ellos Henry Agudelo, no son hoy simples anécdotas. Que un
encapuchado aparezca patrullando la Comuna 13 junto con la Fuerza Pública, coincide con la
versión que ante la instancia de Justicia y Paz rindió el excomandante paramilitar Diego Murillo
Bejarano, alias Berna.

“El Cacique Nutibara hizo inteligencia, logró la ubicación de guerrilleros, se infiltró dentro de la
población civil y todos estos datos se le adjudicaron a las Fuerzas Militares (…) Varios de nuestros
hombres fueron allá, muchos de ellos iban encapuchados, se identificó a varias personas, algunas
fueron dadas de baja, otros fueron capturados y después desaparecidos”, dijo el 28 de noviembre
de 2008.

La posible complicidad entre la Fuerza Pública y actores armados ilegales nunca fue investigada
por la Procuraduría General de la Nación. Tampoco judicializada. Solo varios años después y
gracias a una Acción de Tutela y al aporte de pruebas y testimonios, la Corporación Jurídica
Libertad logró que la Fiscalía Delegada ante la Corte Suprema de Justicia abriera una investigación
preliminar en contra de los generales Mario Montoya, comandante de la IV Brigada del Ejército
durante la ocurrencia de los hechos, y del general en retiro Leonardo Gallego, comandante de la
Policía Metropolitana. Hasta el momento, no obstante, nadie ha asumido la responsabilidad
política de lo que sucedió en Orión.

Una persona que conoce los hechos de la operación como testigo, pero que ahora teme ser
identificada, le dijo a Semana.com: “Mucho antes de la operación, los milicianos de la guerrilla
también cometieron atropellos graves en contra la población civil. Sin van a buscar restos en la
montaña van a encontrar víctimas de lado y lado. Lo que uno no puede entender es que el Estado
se equipare con el delincuente. Es mucho más cuestionable y más grave, que la autoridad participe
de un delito”, dice.

Taparse el rostro durante un operativo, deshacerse de los distintivos militares detrás del
anonimato, no ha sido la manera en que las Fuerzas Militares han desempeñado su papel durante
más de 50 años de conflicto. Es por eso que la foto de Jesús Abad Colorado lleva implícito un
atributo que trasciende el testimonio gráfico. Más que un registro, la imagen lleva el peso de una
prueba sumarial.

Taller
Investigar
1. Qué es la fotografía de guerra?
2. A qué se le conoce como Operación Orión?
3. Vida y obra de Jesus Abado Colorado
4. Vida y obra de Robert Capa
5. Sobre la foto de Robert Capa conocida como ‘’La muerte de un miliciano’’
6. Vida y obra de Eddie Adams
7. Investigar sobre la fotografía de Eddie Adamas: ‘’la ejecución de Saigón’’
8. Hacer un ensayo critico mínimo de una hoja sobre la relación que tiene la fotografía y la guerra,
teniendo como base principal el anterior artículo.
9. Crear un glosario con 30 palabras

(el trabajo debe ser realizado en hojas de block, a mano y debe estar acompañado de imágenes
por cada uno de los puntos a investigar, hacer portada e indicie)

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