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El Sky un equipo como los demás

El Ventolín de Froome es el último caso de un cierto dopaje 'light' que


contradice la imagen ultratecnológica del conjunto británico

El País - 14 DIC 2017 - 07:35 COT

A
mpliar fotoEl Sky al completo, en el podio del último Tour, con Froome de
amarillo. TIM DE WAELE CORBIS VIA GETTY IMAGES

En 2010 nació el Sky con una declaración de principios y una promesa.


Venceremos al dopaje. Instauraremos un método científico que demuestre que
un nuevo ciclismo es posible. Sometió a sus ciclistas y a los miembros del staff
a entrevistas con su director médico, Steve Peters, un psiquiatra, que
determinaba si estaban preparados para el desafío. A cualquiera que confesara
haber sido malo antes y haber tenido contactos con el dopaje, se le rescindía el
contrato, y tampoco tenían sitio en el equipo quienes no quisieran confesarse
con Peters. Al mismo tiempo contrató una docena de fisiólogos, nutricionistas,
entrenadores, ingenieros, físicos cuánticos, biomecánicos y todo tipo de
especialistas que probaban que la mejora del rendimiento de cualquiera de sus
cracks no era cuestión de doping, sino de entrenamiento inteligente, método y
sacrificio, y los pequeños detalles. Muchos pocos hacen un montón, es su lema
y la razón del Tour de Wiggins y los cuatro Tours de Froome, y una Vuelta.

El viejo ciclismo, entonces, lo representaba el pasado, del que renegaban. Los


equipos cuyos corredores disponían todos de exámenes que demostraban que
sufrían de asma y alergia y contaban con autorizaciones terapéuticas para
medicarse en competición con corticoides y betaagonistas (antiasmáticos como
el Ventolín) para poder competir en igualdad de condiciones con los sanos.
Hace unas semanas, Shane Sutton, uno de los jefes más importantes del Sky,
declaró en un documental de la BBC que siempre habían creído que es lícito
aprovechar todas las rendijas del sistema para lograr el máximo beneficio, para
sacar provecho de las zonas grises de la lista de sustancias prohibidas,
aquellas en las que el reglamento es ambiguo y la decisión de si hay dopaje la
toma el arbitrio de una persona, no la simple presencia de un principio activo
prohibido en la sangre o en la orina.

Lo decía para justificar que Bradley Wiggins, el primer ciclista con el que el Sky
ganó el Tour, en 2012, solo sufriera de asma y alergia el mes previo al Tour y al
Giro, cuando, según se supo gracias a las filtraciones de los Fancy Bears,
recibía dispensas de la Unión Ciclista Internacional (UCI) para ingerir
corticoides por vía oral e inyectable, métodos prohibidos sin autorización. Y
también que Froome solía estar siempre tan malo en abril que recibía permiso
para competir aun medicándose con dosis de caballo de prednisona (un
corticoide). Lo decía, en el fondo, para demostrar que el Sky era como los
demás equipos, que la clave de su éxito residía en hacer lo que los demás
hacían y aún más, pues políticamente estaban bien situados.

La Agencia Antidopaje abrió una investigación sobre el misterioso producto


que, portado expresamente por un mensajero desde Londres hasta Ginebra en
avión, Wiggins recibió un año nada más ganar la Dauphiné Libéré. La
investigación concluyó archivada de la manera más triste: como no hemos
podido saber qué producto había en el paquete, o el Fluimucil, lo que mantenía
el Sky, o el corticoide Kenacort, que dicen las acusaciones, no podemos hacer
nada. El descontrol médico, el hallazgo de parches de testosterona en su sede,
y la desorganización que sacó a la luz la investigación, no tuvieron
consecuencias disciplinarias.

La forma en que se ha conocido lo del excesivo Ventolín de Froome y el


momento en que se ha sabido significan algo. El tiempo es justamente el del
cambio de presidente de la UCI. A finales de septiembre e inesperadamente, el
inglés Brian Cookson, en el cargo desde 2012, pierde las elecciones ante el
francés David Lappartient, quien nada más llegar al cargo afirma que cualquier
tipo de dopaje debe ser perseguido. Antes de ser el jefe del ciclismo mundial,
Cookson había sido presidente de la federación británica, justamente el
organismo del que nació el Sky, cuyos primeros años de desarrollo supervisó
desde cerca y con quien compartió sede en Manchester. No hay pruebas para
afirmar que si Cookson siguiera en el cargo, del salbutamol de Froome nunca
se habría sabido, pero sí hay declaraciones oficiales. La noche del martes,
Dave Brailsford, el responsable del Sky, sabe que dos diarios, Le
Monde y The Guardian, van a publicar la noticia. Inmediatamente prepara un
comunicado incluyendo declaraciones de Froome y admitiendo que la cantidad
de salbutamol en su orina llega a los 2.000 nanogramos. Rompe así en cierta
forma el alcance de un escándalo que la UCI no tarda en reavivar con un
comunicado desacostumbradamente rápido confirmando el positivo del mejor
ciclista del momento. Justo las tácticas, por todas partes, que se decía que
correspondían al ciclismo de antes.

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