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Trastornos de La Personalidad
Trastornos de La Personalidad
Él/ella misma:
Tienen un comportamiento agresivo, temerario, precipitado y espontáneo, no pueden
hacer planes de largo plazo. Son unos apasionados de los viajes y muy generosos con el
dinero.
El miedo no es desagradable sino algo emocionante. Buscan sensaciones nuevas
continuamente. Viven al límite, el aquí y ahora: se arriesgan continuamente en
diferentes ámbitos de su vida y en el riesgo encuentran la recompensa. No se preocupan
demasiado por las consecuencias de sus actos tampoco tienen en cuenta los deseos de
los demás. Es más, no pueden aprender de las consecuencias negativas de sus acciones
aunque sean “castigados”. Y tampoco suelen temer al castigo.
Mantienen la claridad y la lógica de sus capacidades cognitivas, aunque presentan
patrones cognitivos rígidos e inflexibles. La cuestión es que estas personas aunque
conocen bien el sentido legal y moral (costumbres o formas de comportamiento
humano) no lo ponen en práctica porque lo que está alterado no es su capacidad de
juicio de valores, sino de ética (parte de la filosofía que trata de la moral de los actos
humanos calificándolos de buenos o malos). Y, algo muy ligado a la ética, son los
remordimientos o el sentir culpabilidad, que tampoco presentan estas personas.
Pero hay que tener en cuenta que no todas las personas con este trastorno son
criminales, porque muchas se las ingenian para evitar cualquier contacto con el sistema
judicial. Por eso el término “criminalidad” que también se utiliza indistintamente en la
literatura para describir este trastorno de la personalidad es erróneo.
Trabajo
Característico en ellos es la competitividad, ingenio y lucha, que es algo positivo en la
sociedad que vivimos pero cuando la personalidad antisocial es muy acusada suele
entrar en conflicto con las normas sociales y los derechos de los demás. Tienen una gran
necesidad de controlar el ambiente.
No mantienen los compromisos de honor (ni las promesas interpersonales). No son
cooperativos y provocan peleas, muchas de ellas pueden surgir ante las derrotas ya que
reaccionan muy mal ante ellas. A pesar de todo ello, son muy buenos en el trabajo si su
tarea le ofrece nuevos retos y estimulación. Esto unido a que no necesite trabajar en
equipo, o incluso que sea él/ella la que ordene, podría triunfar perfectamente en este
aspecto.
El TLP tiende a ocurrir más a menudo en las mujeres entre pacientes psiquiátricos
hospitalizados.
Síntomas:
Diagnóstico:
El diagnóstico del TLP tal se enfrenta a varios desafíos:
Tratamiento:
Posibles complicaciones:
Depresión.
Drogadicción
Problemas con el trabajo, la familia y las relaciones sociales.
Intentos de suicidio y suicidio.
Historias personales
Historia 1
“No podía tocar ninguna puerta o mostrador en áreas públicas. Sabía que no
tenía mucho sentido, pero estaba aterrorizado de contagiarme de algún germen
que pudiese matarme. Casi ni podía ir a lugares públicos, estaba tan asustado. Si
pensaba que había tocado algo, tenía que lavarme las manos por horas. En
ocasiones, me lavaba tanto que mi piel se ponía roja y como en carne viva y
sangraba”.
“Al principio tenía demasiada vergüenza pedir ayuda, pero un amigo me dijo que
llamara al médico. Estoy tan feliz de haberlo hecho. Tomé los medicamentos que
me dio el médico. Además, en terapia, hablé con un consejero. Aprendí a afrontar
mi miedo a los gérmenes y a dejar de lavarme tanto”.
Historia 2
“No podía hacer nada sin convertirlo en un ritual. Los rituales invadían cada
aspecto de mi vida. Quedaba realmente atrapado contando cosas. Me lavaba el
cabello tres veces en lugar de una porque tres era un número de buena suerte y
uno no lo era. Me tomaba más tiempo leer porque contaba los renglones de los
párrafos. Cuando ponía mi despertador por la noche, tenía que ser en un número
que no equivaliese a un número ‘malo’”.
“Vestirme por la mañana era difícil, porque tenía una rutina, y si no la seguía, me
ponía ansioso y tenía que vestirme nuevamente. Siempre me preocupaba que si
no hacía algo, mis padres iban a morir. Tenía esos terribles pensamientos de que
podía herir a mis padres. Eso era completamente irracional, pero los
pensamientos provocaban más ansiedad y más comportamiento absurdo.
Debido al tiempo que pasaba haciendo estos rituales, no podía hacer muchas
cosas que eran importantes para mí”.
“Sabía que los rituales no tenían sentido, y me sentía profundamente
avergonzado de ellos, pero parecía que no pudiese superarlos hasta que fui a
terapia”.