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Evaluación de Entrada: Redacción Básica

Pirañas en el teatro Roma


Por: Diego López Bacilio

Un día cualquiera, vez primera de asistencia al teatro, en grupo tres, como para comentar la
experiencia en conjunto. La puntualidad, tan ajena a nuestra peruanidad, era necesaria y como
nunca en la vida, planeábamos llegar una hora antes de la función. Ya habíamos escuchado de
asistentes tardones que terminan sentados en la vereda lamentando no poder entrar; esto no
es el cine nos dijeron.

Luego de una larga odisea en el metropolitano y demás contratiempos el teatro Roma se nos
mostraba imponente con las letras de su nombre en la entrada. Llegamos faltando media hora
para la entrada, no era lo planeado, pero había tiempo.

Comenzaron los llamados a función. Ajeno a todo esto, relacionamos la situación con la espera
previa a la película con comerciales diversos, gran ingenuidad. Los actores, ya metidos en
papel, jugaban una pichanguita frente a nosotros y con picardía de barrio nos invitaban a
sentarnos. Eran actores jóvenes y su atuendo no diferenciaba mucho de cualquier muchacho
de barrio concentrado en la pelota y en la joda. Esa joda de barrio que persiste bajo la premisa:
“el que se pica pierde”.

Yo como admirador incansable de la obra Oswaldo Reynoso tenía a “Los Inocentes” como libro
de cabecera y en esta ocasión esperaba ansioso la adaptación al teatro. Cada actor era fácil de
distinguir con su homólogo en el relato. Rosquita, Cara de Ángel, Carambola, Colorete y el
Príncipe estaban ahí jugando pelota frente a mis ojos, tenían un lenguaje duro y soez, propio
de los personajes marginales de Reynoso. Era interesante ver asistentes ajenos a la obra mirar
asqueados el comportamiento de los actores, con desprecio, como quien ve a un joven de las
calles, como quien ve las calles de Lima.

En la época en que Reynoso publicó “Los Inocentes” fue criticado y censurado por el lenguaje
de la obra y los temas tratados. La adaptación teatral conserva la esencia transgresora de la
obra. A nuestra sociedad le desagrada hablar de la infinidad de jóvenes que existen en la
marginalidad, les es incomodad su presencia, les molesta ver pirañas en el teatro Roma.

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