Está en la página 1de 4

Cuaresma

Tiempo de Conversión y Reconciliación

 Oración
 Actividad Inicial
 Lectura
 Compromiso
 Oración Final

La Cuaresma es un tiempo de 40 días de conversión y penitencia como preparación al misterio


Pascual de Cristo. Jesús nos habla de la conversión de la propia vida y nos enseña lo que significa
conversión con la parábola del hijo pródigo:

Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos le dijo a su padre: «Padre, dame la parte de hacienda
que me corresponde». Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven lo recogió
todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo disolutamente. Después de gastarlo
todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a
un hombre de aquella región, que le mandó a sus tierras a guardar cerdos; le entraban ganas de
saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: ¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e
iré a mi padre y le diré: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo
tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros». Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su
padre. Cuando aún estaba lejos, le vio su padre y se compadeció. Y corriendo a su encuentro, se le echó
al cuello y le cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: -Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya
no soy digno de ser llamado hijo tuyo». Pero el padre dijo a sus siervos: «Pronto, sacad el mejor traje y
vestidle, ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y
vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío, estaba muerto y ha vuelto a la vida». (Lucas
15,11-24)

Todos estamos inclinados al pecado como herencia del pecado original; por eso siempre tenemos
que luchar para evitarlo, y pedir perdón a Dios cuando le hayamos ofendido, como hace el hijo de
la parábola.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Jesús perdonaba los pecados de quienes se le acercaban dispuestos a cambiar de vida. Y lo hacía
porque era Dios.

Para que los discípulos de todos los tiempos pudiesen recibir el perdón de Dios, Jesús transmitió a
los apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar:

Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se
los retengáis, les son retenidos. (Juan 20, 23)

1
Por eso, cuando una persona confiesa arrepentida sus pecados en el sacramento de la
Reconciliación, o de la Penitencia, el sacerdote se los perdona en nombre de Cristo.

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Las tentaciones

La tentación es la incitación, la invitación al pecado; esta puede provenir de nuestros tres enemigos
espirituales: el mundo, el demonio y la carne. “Cada uno es tentado por sus propias
concupiscencias, que le atraen y seducen” (Santiago 1,14). Hay que aclarar que no es pecado sentir
la tentación sino únicamente consentirla, o sea, aceptarla y complacerse voluntariamente en ella.

«Para muchas personas que han iniciado un proceso de conversión y de caminar espiritual, las
continuas tentaciones se convierten en una fuente de tormentos y sufrimiento. Para ellas fue
escrito lo que anunció la Sagrada Escritura: “si te dedicas a la vida espiritual, prepárate para la
tentación” (Eclesiástico 2,1). Si Jesús, el santo de los santos, padeció las tres tentaciones en el
desierto ¿cuánto más las tendremos que padecer nosotros que somos la debilidad misma? Además,
al enemigo de la salvación le interesa atacar más a quienes van por un camino de conversión y
santificación que a aquellos que yacen bajo la esclavitud del pecado.

«De San Antonio Abad se narra que en una visión contempló que para todo un barrio solamente había
un demonio tratando de hacer pecar a la gente, mientras que para una persona espiritual estaban siete
demonios atacándola. Y preguntado el por qué, le respondieron: “Es que entre mundanos se invitan a
pecar los unos a los otros, en cambio para las personas espirituales sí se necesitan espíritus infernales
para hacerlas pecar”.

¿Para qué permite Dios que seamos tentados?

 Para que confiemos más en Dios y de esta manera imploremos su misericordia.


 Para que desconfiemos de nosotros mismos, de nuestra debilidad y tendencia hacia el mal;
para que reconozcamos nuestra falta de fuerza en la lucha contra el pecado. Este
reconocimiento nos lleva, a su vez, a la humildad. San Agustín al recordar su vida pasada
tan manchada e indigna repetía: “no hay falta que un ser humano haya cometido que yo no
pueda cometer”.
 Para que seamos más comprensivos y misericordiosos con los que son débiles. San
Bernardo decía que a muchas personas les conviene ser débiles y de poca resistencia, para
que así sepan comprender a los pobres pecadores que más caen por debilidad que por
maldad.
 “Lo que no destruye, fortalece”. Así, las tentaciones que no logran acabar con nosotros,
que combatimos y superamos, nos hacen cada vez más fuertes en este combate espiritual.
El Pecado

«El pecado, en general, puede definirse con San Agustín: “una palabra, obra o deseo contra la ley
eterna”. O, como dicen otros, “una transgresión voluntaria de la ley de Dios”».
«El pecado es una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que
aborreces” (Salmo 51, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él

2
nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el
deseo de hacerse “como dioses”, pretendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Génesis 3, 5). El
pecado es así “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei, 14,
28)» (Catecismo, 1850).
Pecado Mortal

“Es la transgresión voluntaria de la ley de Dios en materia grave”. Para que haya pecado mortal se
requieren tres condiciones:
Materia grave: «La materia grave es precisada por los Diez mandamientos según la respuesta de
Jesús al joven rico: “No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no
seas injusto, honra a tu padre y a tu madre” (Marcos 10, 19)» (Catecismo, 1858).
Pleno conocimiento: “Presupone el conocimiento del carácter pecaminoso del acto, de su
oposición a la Ley de Dios” (Catecismo, 1859).
Pleno consentimiento: “Implica también un consentimiento suficientemente deliberado para ser
una elección personal” (Catecismo, 1859).
Pecado venial
«Se comete un pecado venial cuando no se observa en una materia leve la medida prescrita por la
ley moral, o cuando se desobedece a la ley moral en materia grave, pero sin pleno conocimiento o
sin entero consentimiento.» (Catecismo, 1862).

El remedio contra el pecado: la confesión sacramental

“Maestro, -le preguntaba el joven del Evangelio a Cristo- ¿Qué he de hacer yo de bueno para
conseguir la vida eterna?” Y Jesús le responde: “Si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos.” (Mateo 19, 16-17).

Los mandamientos no fueron un invento de Dios para coartar la libertad del hombre e impedirle el
disfrute de la vida, como muchos hoy lo piensan. Por el contrario, son un camino de verdadera
libertad interior, de realización y felicidad. Son las instrucciones que llevan al hombre a cumplir el
fin para el que fue creado. Todo padre quiere lo mejor para sus hijos y por ello les aconseja y les
advierte de los peligros que deben evitar. Esto mismo ha hecho Dios con sus hijos, les ha señalado
el camino de la felicidad, y les ha advertido de los peligros que pueden destruirlos, y esto lo ha hecho
a través de su amada Iglesia:
«Los mandamientos son un “sí” a un Dios que da sentido, en los primeros mandamientos; un “sí” a la
familia, cuarto mandamiento; un “sí” a la vida, quinto mandamiento; un “sí” al amor responsable,
sexto mandamiento; un “sí” a la solidaridad y a la responsabilidad social y a la justicia, séptimo
mandamiento; un “sí” a la verdad. Esta es la filosofía de la vida y la cultura de la vida que se hace
concreta, posible y bella en la comunión con Cristo»
«Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho
esto, sopló y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. (Juann 20, 21-23). Como lo vemos,
es Voluntad del mismo Dios que nos confesemos con un sacerdote:

3
Porque al ser humano y frágil comprende nuestra fragilidad. Si fuera San Miguel nos partiría en dos
con su espada.
Porque no absuelve en su propio nombre sino en el del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Porque él nos puede aconsejar y orientar en la lucha.
Si la confesión fuese un invento de la Iglesia ¿qué ganaría con eso sino problemas y cargas? ¿Acaso
será muy bueno sentarse por horas a escuchar los problemas y miserias de los demás?
“Yo no me confieso con un cura más pecador que yo”. ¿Cuántas veces has contado todas tus
miserias a tus amigos que son igual o más pecadores que tú?

Cinco pasos para una buena confesión

Examen de conciencia: consiste en recordar todos los pecados cometidos desde la última
confesión bien hecha.
Arrepentimiento: pedir a Dios un sincero dolor por los pecados cometidos.
Propósito de enmienda: tomar la firme decisión de no volver a pecar.
Confesión: consiste en decir al sacerdote todos los pecados que se han descubierto en el examen
de conciencia. Esta debe ser humilde, sincera y completa.
Satisfacción: consiste en cumplir la penitencia impuesta por el sacerdote, con la intención de
reparar por los pecados cometidos.
El sacramento de la penitencia actúa de dos maneras: dando la gracia a los que no la tienen, o
aumentándola a quienes ya la poseen. En cuanto a la intensidad o grado en que confiere la gracia,
depende mucho de las disposiciones de quien lo recibe.

PRÁCTICA

Hacer un examen de conciencia general y una sincera confesión.

También podría gustarte