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Las Cadencias PDF
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colección: Poesía
fondo: Iommi-Amunátegui
conjunto: Carpeta Cartón
número ingreso: 003
nota edición: Textos mecanografiados y anotados con grafito y tinta en cada página
como orden y corrección.
Existe una edición del poema en el libro Comentarios y Cadencias [Viña
del Mar 1980].
Se incluye el registro del retiro de la página 32, contiene anotaciones
manuscritas al respecto de la edición de 1980.
En la transcripción del op.1 los versos entre [ paréntesis cuadrados],
no están en la edición del 80.
p. 1
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003 / Las cadencias
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003 / Las cadencias
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003 / Las cadencias
op. 1
Tu azul inacabable
del descuido,
guijarros lúcidos
del pudor
que vacila, ambiguo,
adorado en especies,
en la lenta explanada del daño
que sube
a la comisura de los velos.
Vuelves rosácea
envuelta de orillas
a una jarra de luz
que impide el rostro
de otras asiladas
en mi cuerpo
bajo consonantes torpes y sagaces.
Uno en otro
[fragmentos
retienen el transluz,
la intocable irrisión.
Abre
abre sus fracasos]
bajo el pórtico
vigías desnudos
revelan sus rocas,
la calidad fraterna del poniente
– prematura aversión
del relato
al émulo familiar.
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op. 2
extensa,
el alto alsaciano
a sangre halada
en alientos
tan finos de la doma,
– ¿incides? –
en la tribu sin admisión
ni respuesta. Cuantos dieran
la hilera secreta y juvenil
de una jugada a siestas,
a iracundas dominicales
en la palma
o en el paso franco
insensible del aurífero
vencido en sus extremos.
Númenes directos
bajo miserias de lazos
y un salmo
cabal
en la historia repetida
del tragaluces
en el formón
sin par
de otro prestigio.
(Ultimarse en toques
de ejes, acento innúmero,
con la feria adoptada
de la bulla
aérea, inexistente
en la felina calle
del disentimiento
y el rubro
asísmico, tenaz
de cuanto sigue
a su pesar).
De sueño a paso
un eco
y el rápido absorbe
el pájaro
inmediato, manso en exceso
del gesto
inopinado, aún servil
en la guarda,
en el canje irrestricto,
sin bordes, del mes –
a tiempo
para advertir la rotonda
o, casto y oculto, en las fechas,
en el instrumento exento
entre curiosos animales
y las sensualidades solícitas
de la conmemoración.
Imagen
o ulterior asonada,
el labio fútil y severo,
más que el engaño solaz
entrecerrada ocasión materna
irredenta para siempre
en el puente
del muñón (¿reservas
la zarpa del acuerdo
en la repetición del sol?)
Si una palabra
en la sed altiva del suicidio
entonces la simulación esclava,
una revisión de prisa
en los labios disueltos
del río
festivo, sexual, del abrazo
hurtado a las grasas silentes,
al odio abierto hacia el mar.
Témporas iletradas
del agravio, de la salud inexperta
en la boda,
colectora rustica del asta
en la insurrección – Ultima vid.
Ninguna celda
al oro de matrices
– sus muertes –
entreabre el dueño casi,
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op. 3
La lienza a solas
en la cena
– entrometidas jibadas –
una marea medida
encarcela la garganta.
Pero no me asesta
secreta, parpadeante,
003 / Las cadencias
en arco,
la arena del baile,
la tibia interferencia
del peso –
ranuras consagradas
o un resto
nocturno, podrido en el boj.
Tu piedra
ávida, inteligente,
la irremisión del lado
pospuesta al ruego
ensimisma las fases
de la nuca
bajo el haz. Conmovida invariante,
inconsutil caserón,
su planta calza
la sombra
y tantas instancias
– diseminada virtud del manto –
libres al despido
de la cabeza
apenas
sobre el mal.
op. 4
El espejo suelta
sus piezas lentas,
esta movida venal, elegante,
sueña abajo
esbozo disperso
por horrores,
la extremada asonancia.
op. 5
La puerta viva
constriñe
sus pies. Un amago
resuelto en pus
bajo naranjos sorpresivos
semiocultos en el dolo.
Fugitivo
su cabeza echada al horizonte
construye la espesura.
El carro
cede y rescata el discurso,
la inanición extraña de los jóvenes
sometidos al follaje;
otra apurada virtud
bruñe en el asombro
el desliz del abandono.
La partidura vacila
sobre su propia fiesta,
003 / Las cadencias
enrojecen un alma
sus acantilados. La caza
espanta las hojas del deseo,
entierra un leño en la memoria,
verifica
la sobria vanidad
del lago
en la batalla. La luz
rehusa sus alturas
en la agudeza
de los hombros.
Su otoño
adelantado en la vergüenza,
pero la libertad anula los retornos
y bajos
los pájaros se hunden en la fiebre.
op. 6
El salón implica
la derrota,
este joven a cubierto
del aire construido
cuya masa disimula
el fin.
Repite, el indicio,
la distancia,
el árbol sin errores de los vientos,
su frase apareja
el ojo,
la latitud impredecible
enamorada
del helecho
al impostor.
Volverán a penar
las melodías incisivas
por la casa de plata
admitida
con la soldadesca;
las lámparas bárbaras
del grito común
en cuyo río
empieza o acaba
003 / Las cadencias
tu trazo;
la idealidad amarga de una causa,
la intimidad rendida del tapiz.
Un salto justo
más cruel
que los cálculos
precede,
las máscaras vivaces
del tumulto. Otra variedad alternativa
recorre la mesura,
su dispensa a las hojas
inmóviles sobre sus sombras.
op. 7
La piedra
encubre
el rumor de su peso,
sano desvío materno
del callejón,
sus fueros de humo en el cuadro
bajo una repetición
aconsejada por las aguas
– la escalera
extrae la ironía
la alfombra prometida;
tal belleza se exilia
de sí misma,
sus ordenes devuelven las aceras
y la voz cala en sus labios
el peligro
– construidas fases,
a previos densos
sus fuertes superficies
difunden pies
para acoger su imagen
y un junco solitario
en el recado
cuida el pensamiento.
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op. 8
op. 9
Mueve su ardid,
desea ese atrio
el voluptuoso adiós;
su lúcida blanca y sierva
– la vanidad tiembla
escondida en las axilas
y bajo acedia
polvillo imperceptible cobrizo
del alto regimiento.
Junto al hato
más que la muerte réproba del dueño
mi piel inmune a la superficie del fruto
ajusticiado en su afán
op. 10
En la cabeza vaga
su geometría involuntaria
adepta
la hiedra a un alma.
¿qué recuerdo sumerge su asombro en la herida,
la media lujuriosa del engaño
su ocasión baldía,
para repetir
los pedernales del ingenio?
– perseguidos por las frondas superiores,
la joya desnuda sus artes
y la lluvia la ternura de sus pelos.
op. 11
Los amigos
retienen la llave
entre sus párpados,
fugaces señales de océano
juntan los sueños al disparo
con que una sombra abandona un cuerpo.
Aunque no suceda
y el aire empero
deshaga el equipaje.
op. 12
La ansiosa pierna
en los valles
bajo tanto esquive
– antaño –
llenas figuras cálidas
que rehusan sus límites
con amplios cuerpos lasos
para impedir que el día
los encuentre. Y una vastedad
de murmullos sobre el quiebre
entintándose lento
hasta las cejas
y un tórax
muy solo para la reflexión
en la doble memoria de sus hombros.
003 / Las cadencias
Ninguno concede
la temible frescura
de lo próximo, sin estantes;
alguaciles del viento
en aquella inutilidad salvaje
cuando la palma
gana al gesto
las piedras que esplenden
lejos de las mesas. La nuca
esconde sus lluvias
con fútil arabesco
donde libres de ciencia
los mares contiguos
toman y dejan sus blancuras;
cierta rapidez
con lonjas de invitadas
y frentes que confunden
– indecisas –
la sencilla llamada
del centro
inútil, exacto, real
en el anillo de humo
ya violáceo
con que todo se ha concluido.
op. 13
Mármoles enrojecidos
por la llanura del grito
año a año
en la huída inmemorial
encubierta con hojas fáciles, piadosas
hasta las cenizas del relato
frente al geranio
en un claro impronunciable
a doble alba
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por la débil
impropiedad del rumor.
Feroces hermanas
construyen
la rendición que la tarde asesta
a la casa,
a creencias aplacadas
en lagunas,
a días ocasionales
en el torno veloz del moribundo
y la rectitud de la figura
que disminuye su piedra.
op. 14
labra
la fina arquitectura del adiós.
op. 25
El era en el mar,
retraída a signos
en la mezcla voraz de los plurales.
op. 26
No calza el movimiento
en su cesura
y erguido entre sus perros
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consume la estación,
sustrae
un pensamiento
ardido en la aventura;
prisionero mudo en el tazón
la lejanía bruñe sus comisuras
y caen las pieles amontonadas
de la calma.
El cuarto de noche
pesa sus objetos
y el sueño tiende
la levedad del viento
como el rigor delicado y final
de las aristas.
op. 27
Innovar en el pliegue
la tarde
a ras de nido,
su improbable apariencia
de remero en los suburbios.
003 / Las cadencias
Pasado hábito
la visible herida
atrae las lejanas
esquivas, sonoras
ente tallos, una
urde
la herencia en las laderas.
op. 28
op. 29
Disociadas semblanzas
en la huerta
donde un cuerpo, un solo cuerpo
consume en el otro
su perdón.
op. 30
op. 31
.... y su dolor
de plata argüida, vieja
bajo el cincel
la joven casta
en su toca
a señuelo de alba
en tanto el rey
golpeaba las piedras
del cortejo
y ennoblecía la despedida
entre manos femeninas
ceñidas
a la promesa de un signo
suave y bastardo
para unir lo disperso
en el campo
herido y secreto
de las mieses
que aquel beso
cuando ellas inducían
el ramaje
en el sutil
intento de la vírgenes
pidiendo el tacto
la propia voluptuosidad
de morir
dentro del estadio
bajo la hoja de sol
siniestra
aunada en las espaldas
a la longanimidad
de las aguas
003 / Las cadencias
cuya escisión
rasga las páginas
pues el último ujier
conoce
las palabras del armero,
la vicisitud de otro desprecio
que merodea la casa
urgida en cada sombra
al resto, al resto
inalcanzable
de la memoria y del canto.
op. 32
Las barcas
silentes
del gesto
por un pliegue tenue y abusivo
de este verano
que siega
la distancia
entornada hacia los finales
del buque negro
que desvanece en las fechas
el arte asiduo
del bosque junto a los pies,
sus pasos blancos
por la puerta lisa, larga de la luna
a la realidad
de una gallina impresa
en el horror
que cede
al distraído velamen de los antepasados
al acceso amable
e inútil
de una en otro bailarina
donde el sexo no difiere
y las sales agudas se alejan
al incesante adulterio
de la luz,
a su mediación
con muertes del agua
para frentes justas
Fondo Iommi-Amunátegui | Carpeta Cartón
de atletas
casi involuntarias
en las estatuas,
en el texto lujoso de la pista
que disimula en las pestañas
la atractiva adivinación,
el húmedo cuello del florero
y la cita
cuyo eco
osadamente
por el Dnieper...
op. 33
Impagas, de rodillas
en la aceitada voluntad
de las sombras,
del tazón recurrente
viejo en
su espejo pétreo
de las paisanas
de pájaros juntos
ante el hombro
del esbelto
dulcemente probando
en su manto blanco
el día,
el único día de un adiós
que madura sus reses
pues ya imposible enterar
la indirecta
valla de oro,
las atrayentes
esparcidas en veranda
sobre pelos rotos
de madres
desnudándose
de un trazo,
embellecidas en sus gargantas
y brazos
abandonados por las cóleras
en tanto la noche seca
tiende
003 / Las cadencias
el pie de su montura
renovada
y adúltera.
op. 34
Calla
ante el fragor de los testigos
con una ceja bella
en la bóveda
sin desviar, fascinados,
el largo asesinato
de barqueros
en tanto
transeuntes,
ambos,
entre pétalos carnosos
se ocultan por las rejas.
op. 35
de la luz
en uno
o en aquel entonces
con que vivíamos
a primeros filos
de cuchillas
ladera abajo en la pendencia
o la canción
renovada por acres
tramo a tramo
bajo trajes
más crueles y nobles
que el indistinto juglar
entre plantas y niños
asustados
de sus bellezas mutuas
del tráfico azul, desestimado
cual quisieran los vientos
del cabrestante
que a golpe de bronce
sueño de destreza,
como si el temor
buscase en sus despojos
la realidad de un gozo
excesivo y prohibido
por el sol.
Cerro Castillo
Viña del Mar 1979.-
003 / Las cadencias