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TRABAJO FEMENINO
Siempre han trabajado las mujeres, y muchas han complementado las agotadoras e inacabables
Iabores domésticas con actividades remuneradas, aunque invatiablemente con mezquinos salarios
inferiotes a los de los varones. En la Nueva Espafia, como en el Viejo Mundo, siempre pudo
encontrarselas como sitvientas en casa ajena, costureras, lavanderas, planchadoras, cocineras, nanas,
dulceras, confiteras, parteras, curanderas, maestras de escuela, trabajadoras en obrajes o vendedoras
en plazas y tianguis. Paralelamente, también ha sido comiin el ocio de las pocas privilegiadas que han.
podido transferir las ingratas tareas del hogar a las mds necesitadas, mientras ellas vivian en la
holganza. Podria considerarse que es algo natural: cuando la desigualdad social es més profunda,
tambign se ahonda la distancia entre las sefioras permanentemente desocupadas y las mujeres del
pucblo obligadas a duplicar su jornada de trabajo.
En el estudio del mundo colonial americano, donde las diferencias econémicas y sociales estuvieron
respaldadas por una legislacidn que pretenda destacar las distancias, es inadecuado generalizar acerca
de las mujeres, puesto que era muy diferente la vida rural y urbana, asf como la de quienes ocupaban
distintos escalones en la escala social. Esto fue evidente desde las primeras décadas del gobierno
Virreinal, cuando las indias estuvieron sujetas al servicio personal y desde el momento en que llegaron
has primeras esclavas. No tardaban las nifas y jdvenes en tomar conciencia de cudl era su lugar en la
sociedad y pronto aprendian que sus tareas no eran intercambiables; la esclava no dejarfa de serlo
aunque viviera en una hacienda o villa cercana a los pueblos de indios, asf como una india no
aspiraria a convertirse en esclava. El transcurso del tiempo reducirfa las distancias y mitigaria las
diferencias, de modo que muy rara ver en pucblos aislados, pero con frecuencia en las
concentraciones urbanas, indias, mestizas y mulatas asumirfan los mismos compromisos, trabajarian
en los mismos talleres y formarian parte de las mismas familias.
Una ver mis es pertinente refertse al distinto modo de vida en el campo y la ciudad, ya que en el
medio rural pervivieron las antiguas rutinas de trabajo, en las cuales se distingufan actividades propias
de los varones y de las mujeres, que nunca dejaban de tener asignada alguna ocupacién, pero no han
dejado constancia en los documentos porque tampoco estuvieron sujetas a jornal. En los tiempos de
siembra y recoleccidn, en los huertos o en las milpas, siempre hubo algunas tareas encomendadas a
las mujeres, pero desde la época prehispdnica, y todavia por varios sighs, la principal ocupacién de
has indias, a la que dedicaban varias horas diarias, era moler y amasar el maiz y preparar las tortillas,
El servicio personal obligatorio en las encomiendas inclufa “dar comida y servicio", que implicaba la
entrega diaria de cierto ntimero de cargas de tortillas y otros alimentos,! cuya elaboracién estaba a
cargo de las mujeres, porque de ellas dependi una buena parte de las obligaciones impuestas por los
conquistadores. Eran también habiles en el cejido de fibras de henequén y de algodén para elaborar
lienzos 0 mantas de uso doméstico o destinadas al pago de tributo, tal como se habia hecho antes de
Ja llegada de los espafioles y aun durante muchos afios posteriores a la conquista. Cdices como el
Mendocino y el Kingsborough dan testimonio del trabajo femenino destinado al servicio doméstico
yala elaboracién de mantas de algodén-* Pese a que a mediados de! siglo XVI ya se habian
extinguido las obligaciones derivadas del trabajo personal como prestacién de las encomiendas, no
todos los hacendados y propietatios obedecieron las normas, de modo que todavia por algtin tiemposiguieron exigiendo la manufactura de piezas textiles, que debfan tejer las mujeres, incluso, para
asegurar que cumplirian con su tarea y forzarlas a un maximo rendimiento, hubo lugares, sobre todo
cen el sureste, en donde se las encerraba en “cortales” para vigilar su trabajo, pese a que también estaba
prohibido que las sacasen de sus casas para trabajar?
‘A lo largo de los 300 afios de dominio espafiol aumenté la complejidad de la sociedad
novohispana. Entre las indias continuamente apegadas al metate o al telar y las sefioras acomodadas
que vivian en las ciudades, auniliadas por mozas, recamareras, cocineras, nanas, mozos, cocheros y
caballerangos, se encontraba la mayoria de las residentes en villas y ciudades, sin bienes de fortuna ni
capacidad para ocuparse en actividades que les produjeran rentas lucrativas. Algunas, no muchas,
heredaron talleres o tiendas de sus padres o esposos 0 pudieron instalar o conservar sus propias
empresas como mesoneras, panaderas, pulquetas, chocolateras y algunas otras especialidades. Las
demés, las que sélo disponfan de sus brazos para ganarse la vida, se ocuparon en las pocas actividades
que, por ley o por costumbre, se consideraban apropiadas para elas. Asi, no es extrafio que los
padrones conocidos del siglo XVIII mencionen una mayoria absoluta de sirvientas, designadas como
chichiguas, lavanderas, cocineras 0, mas comtinmente, con el término mozas, que abarcaba
talquicra de las tareas del hogar. Y estas mozas podian pertenecer a cualquier calidad y ser jévenes,
«asi nifias, o adultas, casi ancianas. Sin embargo, los datos procedentes del Archivo Histérico de
Norarias de la Ciudad de México, aunque no registran a todas las mujeres que se contrataban como
sirvientas, sino tan sélo a las nifias y jévenes huérfanas “entregadas” por decisién de sus curadores
para que ejerciesen como sirvientas, sugieren con suficiente fundamento, que las sitvientas de la
ciudad eran en gran mayoria indias, seguidas, en menor ntimero, de las mestizas.!
Durante los primeros 200 afios del gobierno virreinal, la legislacién presté poca atencién al trabajo
femenino, que més bien se consideraba de cardcter privado puesto que lo previsto era que se
desempefiara en el espacio doméstico. No hay duda de que muchas, casi todas las mujeres que
ttabajaban en labores de hogares ajenos, no estaban protegidas por ningtin tipo de contrato, aunque
fa una legislacidn que disponfa el trabajo que podian realizar y el salario que percibirian. Ya que
exis
iniciaban su Vida laboral desde antes de la adolescencia, se suponfa que earecian de conocimientos y
se pretendia que alguien instruyese a las mozas en las labores que debian desempefiar, que se les diera
alimenco y vestido y el salario de 12 pesos anuales Pero la legislacibn no siempre se cumplia y sin
duda con frecuencia se ignoraba, El caso es que no parece que fuera més ventajoso contar con un
contrato de servicio, al menos para las nifias que recibirian entrenamiento en la labores del hogar, y
que, a juzgar por los documentos notariales consultados, recibirfan como recompensa, al cabo de los
afios una compensacién mds simbélica que real, ya que el compromiso de la patrona se limitaba a
proporcionar a la menor contratada un vestido nuevo “con lo cual se obliga a la dicha menor que no
se ird ni se ausentard de la casa y servicio” £ Y, aunque en la préctica era frecuente la movilidad de las
cempleadas domésticas, lo que las escrituras estipulaban eran plazos tan largos como los ocho affos a
Jos que sus curadores comprometieron a una pequefia india de 10, que hasta cumplir los 18 s6lo
recibiria alojamiento, comida y vestido Es interesante contrastar la fSrmula invariable de
contratacién a lo largo de los aiios, ya que en condiciones similares, pero 200 afios antes, la carta de
servicio de otra nifa, también india, de 7 aftos, al cuidado de un sedero, indicaba que la debian
ensefiar a coser, labrar y buenas costumbres y al cabo de ocho afios entregatle un vestido nuevo de
pafio de la tierra, consistente en faldellin, saya y jubén, dos camisas, zapatos y una cobija blanca Al
parecer, no sélo no habjan mejorado las condiciones de trabajo, sino que ya en cl siglo XVIII no s
encuentran compromisos de pago de servicio tan generosos como en el XVI, cuando una india de 17afios a la que no podeian despedir sin motivo justo, deberian pagarle un peso y medio de oro cada
EL TRABAJO Y LAS ORDENANZAS
El trabajo femenino se mencioné en contadas ocasiones como parte de las normas que regian la
actividad gremial, y se considers de interés a partir de las tltimas décadas del siglo XVIII, cuando las
ideas modernas de la Tlustracién destacaron la importancia del trabajo productivo de todos los
individuos, hombres y mujeres. Como centro vital del virreinato y populoso niicleo de poblacién, la
ciudad de México puede dar ejemplo de las posibilidades de trabajo y de las relaciones laborales que
se establecfan. Para ello contamos con el padrén de 1753 que, aunque incompleto, proporciona
informacién valiosa sobre la situacién de hombres y mujeres en relacidn con el trabajo. En esa fecha,
segiin el recuento de varios autores, el total de individuos que formaban parte de la poblacién.
econémicamente activa, en los cuarteles que se censaron y se conservan, era de 1 423 individuos, de
los cuales 1 057 eran varones (74.3%) y 366 mujeres (25.7%). La proporcidn es similar a la que se
registr6 14 afios mas tarde, en 1777, y la distribucién de actividades mostré lo que patece evidente
en todos los testimonios: que las mujeres rara ver. desempefiaron puestos directivos y su trabajo se
desarrollé preferentemente en dreas de servicio y como trabajadoras manuales. Sin embargo en
algunos renglones, como la artesanfa domiciliaria,ellas fueron
Segrin el mencionado padrén de 1753, 94 mujeres espafolas declararon ocuparse en algiin oficio
(4.46% del total de su calidad), y entre ellas se mencionaron 13 maestras de escuela, dos de miisica y
varias artesanas, propietarias de comercios, de talleres y de chocolaterias. También hubo 34 sirvientas
espafiolas y 39 nifias aprendizas de costureras, Sumadas todas las calidades, el mayor niimero de
trabajadoras correspondié a las 240 costureras, y en menor cantidad tejedoras, hilanderas, criadas,
moras y lavanderas. Parece probable, pero no puedo asegurarlo, que hubiera un subregistro de
sirvientas domésticas cuya actividad no se mencioné.
No seria posible cuantificar la participacién femenina en la produccién artesanal, ya que estaba
{ntimamente unida a los lazos familiares. Casi todos los maestros artesanos eran jefes de familia y el
aprendiz. que hubiera aleanzado la categorfa de oficial podia contraer matrimonio sin temot a
sobrecargar los gastos de su economia doméstica, puesto que contaba con que la esposa se
incorporarfa a la fuerza de trabajo de su taller? Al parecer este sistema alcanzé su mayor auge a
mediados del siglo XVIII, cuando los trabajadores dependfan del suministro de materia prima por
parte de los comerciantes, y evolucioné en el trabajo textil a medida que cambiaron las condiciones
técnicas de claboracién de tejidos.4 Ya en las iitimas décadas del gobierno virreinal, la fabrica de
indianillas, instalada junto al colegio de nifias de Belem, ocupaba a algunas mujeres, en particular en.
cl proceso de preparacién de tintes para el acabado de las tela
dedicaron indistintamente hombres y mujeres fue la confeccién de cigarros, que se contrataba a
destajo y en la que podian participar todos los miembros de la familia. Asi se mantuvo durante
muchos aiios, mientras fue un negocio de particulares, hasta que la Corona siempre necesitada de
mayores ingresos, tomé la decisi6n de acapararlo en estanco. Esto influyé en la vida cotidiana de la
ciudad de México, como de otras ciudades con importante produccién de cigarros, ya en el iltimo
tercio del siglo XVIII, cuando las mujeres que trabajaban como cigarreras en sus hogares tuvicron,
que renunciar alas tareas compartidas en familia y crasladarse a la Real Fabrica de Tabacos siempre
que consiguicran ser contratadas.
tra de las actividades a la que se