Está en la página 1de 7

Depresión: clínica del medicamento y/o la palabra.

El tratamiento por medicamentos es un síntoma social en la modernidad, que como consecuencia


tiende a borrar la responsabilidad ética en la subjetividad del sujeto frente a su existencia; Esto
nos contextualiza con el debate de fondo entre el psicoanálisis y la neurobiología sobre cuál es el
lugar que ocupa la depresión, depresión que desde el punto de vista convencional, es mirada
como la consecuencia de factores genéticos, neuro-fisicos y socio-culturales que victimizan al
individuo y lo relegan de su deber ante las adversidades de la vida.

Depresión remite, tanto en la fisiología, en la farmacología y en la psicología, a una disminución en


la funcionalidad, en la actividad funcional; en la psiquiátrica clásica es vista como un grupo de
cambios en los estados afectivos, se ven implicados tres aspectos en los fenómenos clínicos:
afecto normal, síntoma o síndrome; Se diferencia entre depresión endógena y depresión exógena.

La clínica de la medicación forjo otro rumbo tanto para para la praxis como para la teoría
psiquiátrica, viendo de distinta forma la enfermedad mental fue posible pacificar los hospitales
psiquiátricos, además de hacer posible la aplicación del método psicoanalítico en los tratamientos
con psicóticos.
El DSM (manual diagnóstico y estadístico de las enfermedades mentales) en su evolución desde
1952, nos presenta un claro ejemplo de este cambio de la psiquiatría clásica a la moderna, proceso
en el cual, a partir de 1980, la psiquiatría estadounidense, pasa de tener un enfoque dinámico y
psicoanalítico a centrarse en los aspectos biológicos reduciendo el interés en los aspectos psico-
sociales de la enfermedad mental.
En la psiquiatría clásica predominaba la investigación del detalle clínico, la aplicación de un
método cualitativo, fenomenológico; El diagnostico determinaba el cuadro clínico, a partir de los
síntomas y la observación se formulaba el tratamiento sintomático que iba dirigido a su
causalidad. En la psiquiatría contemporánea se sobrestima el valor de las sustancias químicas, la
aplicación de un método estadístico, se da mayor importancia a la eficacia y al efecto universal en
el factor comportamental; La psiquiatría farmacológica invierte la lógica de su predecesora,
formulando el diagnostico a partir del tratamiento aplicado a los síntomas que responden, que
reaccionan, ante el tratamiento por medicación. La psiquiatría biológica concibe a la depresión
como un desarreglo cerebral bioquímico.
La clínica contemporánea del sufrimiento psíquico, una clínica de la evidencia, busca aliviar las
afecciones del paciente desde los efectos de las drogas o los fármacos.

El descubrimiento de la transmisión en el influjo nervioso en la articulación neuronal permitirá


intervenir sobre dicho influjo inhibiéndolo o estimulándolo.
Gracias a la aplicación de fármacos como la reserpina y la isoniacida, en otro tipo de patologías, se
descubrió el efecto que estos podían tener en el estado de ánimo, disminuyéndolo o elevándolo
respectivamente; La aparición de los antidepresivos en 1957 no fue un proceso hipotético –
deductivo inherente a la metodología científica, sino que el azar fue el factor desenvolvente,
gracias a la experimentación clínica de los mismos, los cuales fueron utilizados y estudiados a
partir de estos hechos.

Nace en Francia la psicofarmacología en 1952, ocupada de la relación entre los fármacos y la


función cerebral incluyendo estado de ánimo, comportamiento y percepciones; Respecto a los
pacientes neuróticos, los psicofármacos dieron más tranquilidad al individuo, de esta manera se
crea una idealización de los psicofármacos con la consecuencia brutal de restarle significancia al
sujeto, su malestar es desplazado, se encuentra así encerrado en otra forma de alienación.
Ya Jean delay, psiquiatra pionero en la psicofarmacología advertía lo anterior, exponía la idea
principal en la psiquiatría, sobre los tratamientos, que debían basarse en una administración
mesurada en coordinación a un tratamiento psicoterapéutico.

En la actualidad la psiquiátrica abandona el paradigma psicopatológico cambiándolo por el modelo


bio-psico-social, la depresión es entonces una combinación de factores: predisposiciones genéticas
(herencia genética), variables en la estructura de la personalidad (baja autoestima) y variables
psico-sociales (estrés en el contacto con el mundo exterior o en la vida personal). Sin embargo,
esto no nos dice nada sobre la etiología de la depresión, aun así, se conoce que existe un factor
bioquímico común en los pacientes con depresión, la disminución de ciertos neurotransmisores
como la serotonina o la noradrenalina.
Susan Greenfield hace la pregunta base en la neurociencia de la depresión: ¿Es el producto
químico el que causa el estado anímico, o es el estado anímico el que causa el descenso del
producto químico?; Según Susan este proceso no solo es causado por el consumo de fármacos,
sino también por diferentes estímulos, como las palabras que provienen de alguien más, este
proceso se representa en el individuo como un adormecimiento emocional, no siente nada, y un
pensamiento lógico excesivo, contrario a situaciones como la infancia, o actividades de ocio o
deporte en las cuales no se presenta este exceso.
Al respecto Pierre Simón dice que la investigación de los fármacos, pese a su avance científico,
solo logra conocer los mecanismos de acción de los psicofármacos y no la causa misma. Nos
plasma la idea de la depresión como la disminución en la mecánica cerebral, de ahí surge el
calificativo de enfermedad funcional del sistema nervioso.

Se estima que el 30% y el 68% de pacientes con depresión abandonan el tratamiento con
antidepresivos después de un mes; siendo este tratamiento capaz de prolongarse por años,
algunas veces de manera intermitente. No obstante, desde los años setenta se percibe un
aumento en el uso masivo de medicamentos psicotrópicos, alcanzando el ámbito de la depresión y
transgrediendo los límites de la psiquiatría, pasando por la medicina general hasta el uso común;
La prescripción masiva y la automedicación buscan suprimir el sufrimiento psíquico y normalizar la
conducta sin preguntarse sobre las causas, aparecen entonces, nuevas formas del malestar:
automedicación sin control, sobremedicación, toxicomanías.
Existen 3 psicofármacos que más se utilizan en el tratamiento a pacientes con depresión: Los ATC
(Tricíclicos), los IMAO (Inhibidores de la monoaminooxidasa), con efectos secundarios como
mareos y desmayos al levantarse, sequedad de la boca, dificultades de micción, estreñimiento y
somnolencia; y los ISRS (Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina) también
generando efectos secundarios como inquietud, dificultades para conciliar el sueño y alteraciones
de la función sexual; sin embargo ningún antidepresivo es realmente eficaz, siendo los síntomas
secundarios un factor importante para la elección del psicofármaco en el tratamiento.
Es así, por medio de la química cerebral, que se intenta tratar el malestar del sujeto depresivo,
expresado en la tristeza, el tedio, el aburrimiento, el desengaño, la angustia, la inhibición; Trato
que se releva a la función del médico, por ser considerada como una condición médica similar a
otras enfermedades del organismo;
De esta manera se olvida el papel del psicoterapeuta en los tratamientos de la depresión.
El tratamiento por medicamentos es un síntoma social en la modernidad, que como consecuencia
tiende a borrar la responsabilidad ética en la subjetividad del sujeto frente a su existencia. Al
centrarse en la química de la depresión se victimiza al individuo y lo relegan de su deber ante las
adversidades de la vida.
La depresión es intangible, no se puede especificar ni cuantificar, dice Jorge Téllez en una
entrevista, aclarando que el paciente con depresión se siente mal pero su organismo funciona
bien.

La psicofarmacología no se opone al tratamiento por la palabra, para el psicoanálisis los


medicamentos son herramientas (no un método, no un fin en sí mismo) que ayudan en el
tratamiento para que el sujeto pueda expresar con sus palabras su malestar; El discurso
psicoanalítico se caracteriza en hacer consciente al sujeto la parte de responsabilidad que tiene
frente a su existencia; El debate de fondo entre el discurso psicoanalítico y el discurso
neurobiológico se refleja en esta hecho fundamental de responsabilizar al sujeto ante sus actos y
sus afecciones.
La depresión no se trata de un déficit en las funciones del sistema nervioso, se trata de un afecto
del sujeto, como de una inhibición.

Clínica con ética:

El acto médico no es solo científico, es ético por el compromiso que este conlleva con su paciente.
Decidir entre el tratamiento por la palabra o por medicamentos, es una decisión ética que refleja
la posición del profesional.
Para el Dr. Francisco Lopera existen 4 casos importantes de efectos secundarios en los
antidepresivos:
1. Sedación.
2. Efectos sobre la sexualidad.
3. Puede disparar un foco psicótico en paciente con trastorno afectivo bipolar (TAB).
4. Se discute si algunos antidepresivos, en casos muy particulares, pueden potenciar conductas
suicidas.
Según Lopera: La clave del asunto está en que dichos efectos sean un mal menor al que se supone
que se está controlando; Lo más importante en el manejo clínico de los antidepresivos es evaluar,
una vez administrado, los efectos positivos y negativos.

No se puede generar tratamientos estándares para individuos con depresión ya que lo que se
pone de relieve es el sujeto que existe en el paciente con depresión, el discurso del sujeto
representa no solo la relación real de la perturbación si no también como el goza de su cuerpo; Es
decir, la prescripción acontece en el marco de la relación médico-paciente, no está separada ni de
quien la propone ni de quien la recibe.
Desde el psicoanálisis, diferenciándose de las demás terapias, el tratamiento no es solo un acto
clínico, sino ético, en la medida que el tratamiento por la palabra además de buscar un alivio al
malestar del sujeto, busca esclarecer la relación con su deseo y su goce.

La depresión es para Freud un afecto que se opone al inconsciente y a la exigencia ética, pues se
produce un impedimento en el discurso, en el bien decir; impedimento que va en contra de la
responsabilidad ética frente a su ser. Para lacan, retomando a Freud, no puede reducirse a la
dimensión psicofisiológica, igual que para Heidegger, que refiriéndose a la angustia, en específico,
dice: “La suscitación fisiológica de la angustia sólo resulta posible porque el ‘ser ahí’ se angustia en
el fondo de su ser”.

La depresión: De emoción a afecto.

Afecto se designa al carácter genérico del placer, del dolor y de sus emociones, a las que se
denomina estados afectivos. La expresión tendencias afectivas se aplica igualmente a las
inclinaciones y a las pasiones.
Freud añade al análisis del afecto, la idea de que no pueden existir emociones, afectos y
sentimientos inconscientes, ya que ellos en sí mismos buscan la representación consciente.
El afecto, considerando en principio como movimiento, seria en el psicoanálisis freudiano, la
expresión cualitativa de la energía pulsional manifestada en los registros del afecto y la
representación (teoría de la catexis: capaz de explicar la autonomía del afecto en relación con sus
diversas manifestaciones); los afectos y las emociones corresponden a procesos de descarga cuyas
últimas manifestaciones son percibidas como sentimientos.
Los afectos no son solo modificaciones orgánicas (incremento de las palpitaciones, variación de la
frecuencia cardíaca, palidez, enrojecimiento, sudoración…) como lo expone la neurobiología, pues
la cuestión del sujeto y su goce queda excluida en el abordaje neuroquímico de los afectos.
Es innegable decir que los afectos provienen del cuerpo, pero como dice lacan, un cuerpo de un
sujeto que habla (parlêtre), un cuerpo Otroficado (Autrifié).

Lacan reordena la teoría de los afectos a partir de una tradición anterior, en el límite de la ciencia,
a partir de la filosofía y la teología.
Para lacan la cuestión del psicoanálisis es descifrar como el cuerpo resulta afectado por el
inconsciente, que de inconsciente prevalece en el afecto. Lacan encuentra en Santo Tomas de
Aquino punto afines en el terreno de la ética, y reconoce en la tristeza un afecto crítico en toda
operación ética; Lacan hará de la tristeza, en psicoanálisis, una falta: se califica a la tristeza de
depresión cuando se le da el alma como soporte o la tensión psicológica según Pierre Janet.
No es un estado del alma; Dice Spinoza: es un pecado, lo que quiere decir una cobardía moral que
no cae en última instancia más que del pensamiento, o sea, del saber de bien o de reconocerse en
el inconsciente, en la estructura; Para Spinoza el mejor remedio para los afectos consiste en hacer
intervenir, en el desarrollo de la vida afectiva, los procesos del conocimiento racional; El afecto o
pasión es para Spinoza, una idea confusa y la ética un proceso de cura.
Para lacan la tristeza es una falta contra la razón y no contra la fe, y hace de la falta en el
psicoanálisis una falta contra el pensamiento, un pensamiento que ha sido rechazado.
La afinidad entre tristeza, odio y saber, entonces, es un tema clásico.
Como afectación del alma, la tristeza proviene de aquello que disminuye la potencia de actuar del
cuerpo y reposa ideas inadecuadas y confusas. En psicoanálisis, la tristeza es impotencia y el saber
alegre, imposible de saber.

Lacan apostará porque el tratamiento de los afectos en psicoanálisis produzca el saber alegre; Por
ética del bien-decir se entiende que en la práctica psicoanalítica no se trata de desplegar la palabra
por desplegarla, sino de ponerla en resonancia con el goce del sujeto que habla. Se trata de hacer
de la depresión un síntoma analítico, donde el analista junto con el paciente, debe interrogarse
por el contenido subjetivo implicado en su malestar y genere un saber sobre el deseo y goce que
lo habita, a generar los significantes que acompañan su afectación.
Colette Soler dice al respecto: La ética del bien-decir consistente en tratar lo que no se puede decir
en el saber, en convocar al coraje de la verdad frente a la cobardía moral que es renuncia al deseo
de saber sobre cómo el inconsciente determina al sujeto.

El psicoanálisis toma el afecto por las palabras y no por lo que se experimenta, que conduce a las
emociones. El inconsciente, en tanto se descifra, no es del orden de lo que se siente, sino de lo
que es capaz de articular en las palabras. La tristeza, entonces, es una falta moral y ética que toma
un matiz propio en el marco estructural de las estructuras clínicas: cierre inconsciente en los
estados de ánimo de las neurosis, rechazo del inconsciente en la psicosis melancólica.

La tristeza también es vista como inhibición enlazada al deseo, donde el sujeto es llamado a elegir
y asumir la perdida que implica cada elección; La depresión toca el interés del corazón y de la
acción, del ánimo, inhibiciones de la voluntad; Para Freud la tristeza y peor la melancolía, se
definen como una restricción funcional del yo. La depresión seria ahorro de libido mientras que el
deseo implica su gasto.

En la experiencia analítica se trata de buscar la causa del descenso libidinal que deja al sujeto triste
y sin recursos para alcanzar sus fines, el psicoanálisis busca que el sujeto haga suya la pregunta por
lo que causa su depresión y la convierta en un síntoma al conectarla al inconsciente como causa.
1. Articulación del texto con la psicología, el psicoanálisis y las adicciones

Para la psicología es muy relevante y sumamente importante, pues se habla de un método


terapéutico necesario en el área de la depresión. Nos da una percepción más amplia acerca del
deber de un psicólogo. Desde la perspectiva del psicoanálisis, nos explica acerca del método
terapéutico por medio de la palabra, y como darle una posición, que conlleva ciertas
responsabilidades, al paciente, esto con el fin de anular un poco la postura de victima que
proporciona las causas orgánicas; además de aclarar el cómo se ve implicada la relación del sujeto
con el su goce y su deseo.

Con respecto a las adicciones, se supone que el fin del individuo es alcanzar la felicidad, haciendo
que este fin se logre sin importar los medios ni los métodos, en el texto de “Tratamientos de la
depresión”, realizan esto a partir de los fármacos, los cuales alivian y sobrellevan la parte
fisiológica de lo que genera angustia, pero que se desconoce la importancia de tomar un enfoque
centrado de la persona en sí misma, en donde esta se cuestione ante la responsabilidad inherente
a su deseo, pues la insatisfacción de este genera angustia y desesperación.

2. Aportes a nivel personal, profesional y académico

El texto cuestiona el deber ser del profesional, pues hace una crítica bastante fuerte con relación
al uso que se le está dando a los psicofármacos, pues se hace un desconocimiento total de la
relación que tiene el individuo con su deseo. Nos obliga a pensarnos la posición que tenemos
como psicólogos, como terapeutas, como analistas y la responsabilidad que tenemos ante las
afecciones de los pacientes. Presenta las alternativas al discurso convencional que trata cada vez
más de relegar la existencia a un plano neurobiológico, de victimizar al sujeto, de borrarle sus
significantes y su construcción estructural subjetiva.
Se hace una reflexión de la importancia del tratamiento por la palabra, aunque no desmiente la
efectividad que se logra con algunos fármacos, pero debe ser un proceso conectado y
estructurado teniendo en cuenta las variables, pues es lo más completo que se le puede ofrecer al
sujeto.

También podría gustarte