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2001
Publicación bimestral que se edita sin fines de lucro, como suplemento de reirloddee2
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la revista Docencia e Innovación Tecnológicas

Gabriel Vargas y la Familia Burrón


Por Eduardo Estrada Mosqueda (+)

Gabriel Vargas nació el 24 de marzo de 1918


en Tulancingo, Hidalgo. Acababa de cumplir
4 años de edad cuando llegó a vivir a lo que
hoy se denomina Centro Histórico y que, en
aquel tiempo, era toda la ciudad de México.
Comenzaba la década de los 20, y le tocó vivir
y atestiguar la ciudad de vecindades y pulquerías,
perros famélicos y limosneros, desocupados y
malvivientes, inundaciones y hambre. Su padre
Víctor Vargas acababa de morir y su madre, Josefina
Bernal, decidió buscar mejor vida con sus 12 hijos
en el D. F.
Con los magros ahorros que dejó el difunto,
y que el matrimonio había pensado emplear para
enviar a los hijos a estudiar en el extranjero, la
mujer compró una tienda de abarrotes e instaló
a la familia en una pieza de la calle de Moneda.
El negocio ayudó a sostener a la numerosa prole
durante algunos años, pero dejó de ser rentable.
Gabriel, mientras tanto, cursaba la primaria
(con un maestro tan distraído, que lo pasó, afirma,
del 1º al 3er grado sin darse cuenta del error) y Gabriel Vargas Bernal (5 febrero de 1915 Tulancingo, Hidalgo - 25 de mayo del 2010 Cd.
era el alumno más travieso del plantel. Precoz de México).

hasta la exasperación, el niño no tuvo dificultad


para ganarse el aprecio de los habitantes del barrio
y descubrir, antes de cumplir los 12 años, que su
habilidad para trasplantar la realidad al papel,
en forma graciosa de dibujo, era portentosa. En
1930, para celebrar “El Día del Tráfico”, realizó
en tinta china un dibujo de la Avenida Juárez, con
todo y anuncios publicitarios, en el cual aparecían
vehículos, carretas, y más de 5,000 figuras humanas
perfectamente delineadas y que dejó a sus maestros
con la boca abierta.
A la secundaria Gabriel sólo asistió unos días,
pues había logrado hacerse amigo del jefe de los
talleres de dibujo de la SEP, Juan Olaguíbel, quien
le permitía pasar la mañana ahí, armado de papel y
lápiz, dando rienda a la imaginación.
Una mañana, imaginó cómo debió ser la
construcción de la Catedral Metropolitana, y mostró
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el dibujo resultante al jefe de los talleres. Éste lo instó a mostrar el
dibujo al secretario de Educación. Sin vacilar, el chico se dirigió a las
oficinas del alto funcionario. Al cruzar el patio, vio que un hombre
descendía de un lujoso automóvil; Gabriel creyó que se trataba del
secretario, y lo abordó.
El caballero, quien resultó ser el doctor Alfonso Pruneda, enton-
ces director de Cultura del Instituto Nacional de Bellas Artes, miró el
dibujo y sonrió, gratamente sorprendido. Pidió a Gabriel que fuera a
verlo a su despacho al día siguiente, acompañado por un adulto, para
hablar sobre la educación de tan ingenioso dibujante. Feliz, corrió
a su casa, dispuesto a sorprender con la noticia a su madre, y tocó
varias veces la puerta, sin que nadie atendiera a su llamado. Al cabo,
uno de sus hermanos se asomó por la ventana y le comunicó que
por órdenes de su madre el joven no entraría “ni siquiera a dormir”,
pues habían avisado de la escuela que iban a suspenderlo debido a
sus constantes faltas.
En otras circunstancias, Vargas habría escapado hasta que
amainara la tormenta, pero en aquella ocasión porfió en
su empeño de entrar a la casa y hablar con la madre. Al
final, lo dejaron entrar, pero no le creyeron una pala-
bra, aduciendo que el muchacho había inventado la
historia para librarse del regaño.
Al día siguiente, el dibujante se presentó solo en las
oficinas de Pruneda. El funcionario escribió un men-
saje dirigido a la madre para rogarle que acudiera a
verlo y, la mujer, sin entender bien de qué se trata-
ba, aceptó al fin acompañar al hijo. Pruneda habló
con entusiasmo del talento del dibujante y propuso
enviarlo como becario a estudiar pintura y dibujo en
Francia. La señora aceptó emocionada, pero Gabriel,
que después de todo era buen hijo, para no separarse
de su madre rehusó la beca y pidió, en cambio, que le
consiguieran empleo como dibujante en el Excél-
sior.
De esta forma, a los 13 años de edad, Ga-
briel Vargas ingresó al periódico ganando 3
pesos semanarios y realizando ilustraciones
para diversos suplementos. Su jefe inme-
diato, Mariano Martínez, comprendió que
el joven tenía futuro y no permitió que se le
separara. Lo dirigió paso a paso y terminó por
convertirse en un segundo padre.
Al poco tiempo la editorial Panamericana, del
legendario coronel José García Valseca, convo-
có a un concurso de dibujantes
para localizar y contratar a los
mejores del país. Gabriel sabía
que la pugna sería reñida pues,
entre otros, participarían , Ra-
fael Freyre, Alfredo Valdez y el
propio Mariano Martínez; como
el primer lugar ganaría la estratosfé-
rica suma de 10 mil pesos, decidió inscri-
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birse y enviar un dibujo. Para sorpresa suya, ganó, y García Valseca le
ofreció empleo: 1,000 pesos a la semana, a cambio de crear una his-
torieta. Apenas tenía 16 años y se convirtió en Jefe del Departamento
de Dibujo de ese diario.
Por aquel tiempo Germán Butze había cobrado fama al crear
Los Supersabios y Gabriel ideó crearle una contraparte, a la que tituló
Los Superlocos, cuyo personaje principal, Filemón Metralla, era un
vival inclinado a abusar de los débiles e ignorantes.

Nace la Familia Burrón


Aunque la historieta tuvo éxito, Gabriel sólo alcanzó la consagración
10 años más tarde, cuando el humorista León Ferrari (quien realizaba
en México una versión de la historieta cubana Anita de Monte-
mar) le apostó 10 mil pesos arguyendo que el dibujante no
podría crear un personaje femenino con las características
del personaje principal de Los Superlocos. Gabriel acep-
tó el desafío y salió a recorrer las calles de la ciudad, en
busca de inspiración. Visitó vecindades, cabarets, merca-
dos, cantinas y pulquerías. Así creó La Familia Burrón,
formada por un peluquero honrado y trabajador (copia
exacta de un amigo del autor), una mujer voluntariosa y
entrometida quien, a pesar de vivir en la pobreza, pretendía
actuar como aristócrata (personaje inspirado en la madre de
otro amigo), y 2 hijos adolescentes que padecen las inquie-
tudes propias de su edad y condición social (basados en ex-
periencias propias del joven dibujante). El primer número
salió a la luz en 1948.
Los Burrón y los 53 personajes que fueron surgiendo
posteriormente “para no cansar al lector”, transitaron por
los escenarios grabados en la memoria de Gabriel: las vecin-
dades con macetas y pollos en los patios, las paredes llenas de
agujeros, las calles habitadas por perros y boleros, los billares
de mala muerte, los camiones atestados, los mercados con
sus precios al alza, los parques con sus pobres a la baja;
un mundo donde el último consuelo es reírse de la
desesperanza.
La Familia Burrón alcanzó un éxito clamo-
roso: 500,000 ejemplares cada semana durante
muchos años.
En 1971, García Valseca perdió su cadena pe-
riodística y Gabriel decidió renunciar, sin aceptar la
indemnización que por más de 30 años de trabajo
le correspondía. Así, la revista inició una segunda
época, editada por G. y G.: iniciales de Gabriel
Vargas y Guadalupe Appendini, periodista de
Excélsior con quien el dibujante se casó hace 13
años, después de la muerte de su primera esposa
(con quien procreó 2 hijos, actualmente de 34 y
35 años).
Hace 8 años, Vargas sufrió una embolia que
le paralizó brazo y pierna izquierdos, pero no
abandona a su Familia Burrón. El negocio es aho-
ra poco rentable ya que sólo se venden 125,000
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ejemplares por semana. ¿Hasta cuándo seguirá?:
- Mientras queden en México ricos en expansión,
pobres en decadencia, soberbios en inflación y humil-
des apachurrados- jura fervorosamente el autor, quien
ganó el Premio Nacional de Periodismo en 1983.
Entre otras historietas ha creado: La vida de Cristo,
Sherlock Holmes, Pancho López, El gran Caperuzo, Los
Chiflados, Los del Doce y Sopa de perico.
En la ciudad de Tulancingo, don Gabriel vivió cer-
ca de la Capilla de los Angelitos, en la calle Libertad,
entre 21 de Marzo y Echavarri.
La Familia Burrón fue una revista en tamaño me-
dia carta, que se publicó desde 1948 y se dejó de editar
en el número 1616 del 26 de agosto de 2009. La co-
lección completa se exhibe en un museo de Florencia,
Italia; además, coadyuva con la cátedra sobre la socie-
dad mexicana que se imparte en la Universidad de la
Sorbona, en París.
El Museo del Estanquillo (de Carlos Monsiváis),
en la ciudad de México, dedica también una sala a La
Familia Burrón, su serie más famosa.
De igual manera en la calle de Regina, el centro de
la ciudad de México, en 2010, se pintó un mural con Los
Burrón. Como tributo a Gabriel Vargas, a Frida Kahlo,
a Carlos Monsivais y a otros personajes. Se llama Sue-
ño de una Tarde de Domingo en el Callejón del Cuajo
En septiembre de 2013 fue vandalizado por grafiteros.
A pesar del daño, fue posible su restauración exitosa
para poder contemplarlo de nuevo como se pintó ori-
ginalmente. Es una referencia a la obra de Diego Rivera
llamada Sueño de una tarde dominical en la Alameda
Central.
Este año, al celebrarse el primer centenario de su
nacimiento, el Tabloide Literario dedica su espacio a
este mexicano excepcional, cuya obra refleja la realidad
mexicana del siglo XX pero que poco ha cambiado, in-
cluso se ve hoy aquejada por nuevos fenómenos que
mantienen a la mayoría de mexicanos en las mismas o
peores condiciones de las que nos mostró don Gabriel
Vargas Bernal, en La Familia Burrón y otras de sus obras.
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DIBUJANTES: GABRIEL VARGAS BERNAL - AGUSTÍN VARGAS -


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Directorio
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Gobernador Constitucional del Estado de Puebla Secretaría Académica Editor

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