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UNIVERSIDAD INDUSTRIAL DE SANTANDER

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS


ESCUELA DE FILOSOFÍA
SEMINARIO DE FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA: SARTRE
CRHISTIAN JOSÉ MACIAS GONZÁLEZ

SEGUNDO PARCIAL

3. FACTICIDAD Y TRASCENDENCIA DEL ESPÍRITU DE LA MALA FE


El uso de la mala fe puede hacer reconocer todos los juicios según los cuales se
podría establecer que, yo no soy lo que soy. El comportamiento de estas fórmulas
prototípicas de la mala fe, por relación al amor como divorcio del cuerpo y alma, y a
la facticidad y trascendencia del espíritu de la mala fe, pueden desarrollarse de la
siguiente manera: primero, se desarman las conductas del otro, reduciéndolas a
existir en el modo del en sí, es decir, a no ser sino lo que son; segundo, se permite
disfrutar del deseo del otro, reconociéndole su trascendencia; por último, “sin dejar
de sentir profundamente la presencia de su propio cuerpo -quizás hasta el punto de
turbarse- , se realiza como no siendo su propio cuerpo y lo contempla desde arriba,
como siendo un objeto pasivo al cual pueden acceder sucesos pero que es incapaz
de provocarlos ni evitarlos porque todo sus posibles están fuera de él.” De lo que
se trata aquí, es de que el divorcio del cuerpo y el alma ha sido completado, la
decisión se ha retrasado lo mayor posible, el hombre se ha hecho cosa, es decir, no
se permite reconciliar en una síntesis de trascendencia y facticidad, si no que se las
mantiene aisladas.
4. DESARROLLO CRÍTICO DEL PROBLEMA DE LA LEY DEL SER PARA-SÍ:
En lo que se re refiere al tratamiento del problema de la ley del ser del para-sí,
Sartre, hace notar que, el desarrollo del problema de la mala fe tenía como objetivo,
interrogarnos sobre el ser del cogito desde el mismo cogito, para poder comprender
“la totalidad de ser que la realidad humana constituye”. La conciencia no tética (de)
sí, como equivalente al cogito pre-reflexivo, arrojará, al interrogarnos por su ser, qué
significa para la conciencia la necesidad de ser lo que no es y de no ser lo que es.
En la Introducción del Ser y la Nada, Sartre, afirma que, “el ser de la conciencia es
un ser para el cual en su ser es cuestión de su ser”, es decir, un ser que no coincide
consigo mismo en una adecuación plena. Esta adecuación plena es la del ser del
en-sí, una infinita densidad sintetizada por el principio de identidad, que, como límite
de la unidad, es el ideal mismo de uno, el cual sólo llega al mundo por la realidad
humana. Así pues, la característica de la conciencia, es ser una descompresión de
ser, volviendo sobre la noción de, la conciencia como conciencia de algo, por
ejemplo, mi creencia es conciencia (de) creencia, es decir, hay una mirada reflexiva
sobre la creencia, pero toda reflexividad, exige como condición un cogito pre-
reflexivo. Esta conciencia (de) conciencia, revela un comportamiento de la
conciencia, de existir para un testigo, sin importar que este testigo sea ella misma.
Así, si la creencia es conciencia (de) creencia, se dirá que la conciencia (de)
creencia es conciencia (de) creencia, pero de ser así, la conciencia podría configurar
el mundo como le pluguiere, entonces, tendría que ser conciencia de ser conciencia
(de) creencia, en otras palabras, creencia y conciencia (de) creencia se disuelven
en un solo ser, la conciencia (de) creencia es creencia; aquí se hace evidente el
juego de remisión de la conciencia, en tanto que, reflejo-reflejante. Si captamos
como tal, la existencia objetiva de la conciencia como reflejo-reflejante, surge la
exigencia de un ser distinto al del en-sí, una dualidad que sea su propia unidad, un
reflejo que es su propia reflexión, con lo cual, al ser la conciencia pre-reflexiva
conciencia de sí, este sí, resulta ilustrativo para el desarrollo del problema.
Este sí, no es una característica del ser en-sí, es decir, no es una adecuación
consigo mismo, sino que se configura, entonces, como una remisión que remite al
sujeto mismo, una relación del sujeto consigo mismo, lo que ocasiona que no remita
al ser ni como sujeto ni como complemento. En otras palabras, el sí, remite a la
distancia ideal en la inmanencia del sujeto en relación consigo mismo; una manera
de no ser su propia coincidencia, lo que se llamará: la presencia a sí. Toda
“presencia a” implica distanciamiento, en este caso, distanciamiento del ser
respecto de sí mismo. La coincidencia de lo idéntico no deja lugar a negatividad
alguna, es plenitud de ser, este principio de identidad llama al de no contradicción,
en donde el ser que es lo que es debe poder no ser lo que no es. Principio
constitutivo de las relaciones externas del ser, es decir, del ser con lo que no es él,
la negación de cualquier relación interna del ser en-sí. Pero, en lo que concierne a
la presencia a sí, el ser ha dejado una fisura impalpable, puesto que lo que lo separa
de sí mismo es nada, o mejor, la nada, es la presencia como degradación de la
coincidencia. Esta fisura es lo negativo puro, que aparece cuando no se le busca y
desaparece cuando le queremos ver, es nada de ser y poder nihilizador
conjuntamente. Entonces, el ser del para-sí es su propia nada, la nada como ser de
la conciencia, en tanto que, distancia de sí como presencia a sí, una distancia nula,
nihilizadora. Sin embargo, el para-sí es, y su ser es el de un ser que no es lo que es
y es lo que no es, precisamente, porque es en tanto que, arrojado al mundo en una
situación, hay algo en él de lo cual él no es fundamento; su presencia al mundo. En
otros términos, el para-sí en tanto que es, no es fundamento de su ser en el sentido
de ser su propio fundamento, puede ser, en tanto que, es para-sí, fundamento de
su propia nada, esto quiere decir que, el ser en-sí sólo es fundamento de sí, en tanto
que, ya no es en-sí, si no que se ha perdido (nihilización de ser) en el para-sí, ya
que el fundamento, en general, viene al mundo con el para sí, es decir, con la
conciencia, es en este sentido, que se puede concluir que la nada es la estructura
misma de la realidad.
3. FACTICIDAD Y TRASCENDENCIA DEL ESPÍRITU DE LA MALA FE
El uso de la mala fe puede hacer reconocer todos los juicios según los cuales se
podría establecer que, yo no soy lo que soy. El comportamiento de estas fórmulas
prototípicas de la mala fe, por relación al amor como divorcio del cuerpo y alma, y a
la facticidad y trascendencia del espíritu de la mala fe, pueden desarrollarse de la
siguiente manera: primero, se desarman las conductas del otro, reduciéndolas a
existir en el modo del en sí, es decir, a no ser sino lo que son; segundo, se permite
disfrutar del deseo del otro, reconociéndole su trascendencia; por último, “sin dejar
de sentir profundamente la presencia de su propio cuerpo -quizás hasta el punto de
turbarse- , se realiza como no siendo su propio cuerpo y lo contempla desde arriba,
como siendo un objeto pasivo al cual pueden acceder sucesos pero que es incapaz
de provocarlos ni evitarlos porque todo sus posibles están fuera de él.” De lo que
se trata aquí, es de que el divorcio del cuerpo y el alma ha sido completado, la
decisión se ha retrasado lo mayor posible, el hombre se ha hecho cosa, es decir, no
se permite reconciliar en una síntesis de trascendencia y facticidad, si no que se las
mantiene aisladas.

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