Está en la página 1de 17

27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

COLECCIÓN DE ARTE
DEL BANCO DE LA REPÚBLICA
Pasar al contenido principal
Inicio Exposición permanente Exposiciones temporales Especiales Artículos Videos Búsqueda avanzada

Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873)

La interpretación del paisaje, lo que consideramos que puede ser o dejar de ser un paisaje, está sujeto a unas condiciones culturales desde las cuales una
comunidad comprende el mundo y lo representa.

Jueves, 11 Mayo 2017 - 5:24pm

Carlos Rojas Cocoma


Docente asociado, Universidad EAN

La interpretación del paisaje, lo que consideramos que puede ser o dejar de ser un paisaje, está sujeto a unas condiciones culturales desde las cuales una
comunidad comprende el mundo y lo representa. Aparentemente, entender que la imagen surge de una relación humana elemental entre un hombre y su
entorno es algo simple y, aun así, la manera en que esa relación se define es tan intensa que cada cultura la compone a su manera. Detrás de una imagen
“del afuera” se da un encuentro entre un ser y la cosmogonía con la que interpreta su universo. Por eso, aproximarse al paisaje supone, además de
reconocer una iconografía, descubrir formas de pensar y entender el entorno en una cultura y un tiempo específico.

Ahora bien, es la historia la que define, con el tiempo, las iconografías de una época. De tal manera que, al encontrarnos frente a lo que hoy
denominamos paisaje, debemos ver también lo que se entendía al respecto en una sociedad, pues, lo que hoy se encuentra cubierto desde una categoría
única, desprovista del sentido funcional que pudo tener en una época, podía tener diversas funciones bajo los rótulos de “vistas”, “símbolos”,
“alegorías” o “impresiones”. En el caso del paisaje en Colombia solo podemos llegar a descubrir su carácter eminentemente estético a finales del siglo
XIX, pues, hasta entonces, todo paisaje cumplía una función técnica, epistemológica, religiosa o descriptiva. Esto no limita su condición artística, por
el contrario, permite entender la riqueza del entramado que el arte tejía con la cultura y las ideas de su tiempo.

Desde esa perspectiva, y tomando con prudencia y humildad los testimonios históricos, hemos querido analizar el paisaje por fuera de categorías
formales (romanticismo o clasicismo), historiográficas (colonial o republicana) o tecnológicas (grabado, acuarela o fotografía), porque nos parece que
sesgan los grados de continuidad e interacción que tiene el paisaje con el pensamiento y la visualidad de su época. Por ende, presentamos el recorrido
histórico desde cinco fases específicas acordes con su propia visualidad. La primera condición del paisaje, que hemos denominado simbólica, está
inscrita en el significado y uso que tenía la representación del entorno en el arte religioso; la segunda, condición de verdad, la hemos centrado en la
importancia de la Ilustración y el conocimiento empírico en el uso y reconocimiento de la imagen; la tercera, condición de experiencia, establece la
autoridad del viajero conocedor como imagen legítima del paisaje; la cuarta, condición de impresión, es el momento en que la observación está dada
por el contacto con el ambiente y, por último, la condición técnica, establece el momento en que la fotografía otorga al paisaje un nuevo grado de
objetividad.

Bajo la noción de genealogía, el presente texto busca alejarse de totalizar, en un contexto, dos siglos de paisajismo y, en cambio, rastrea los puntos de
contacto donde ciertas continuidades o rupturas establecieron un cambio al integrar el pensamiento de la época y la forma como afecta la visualidad de
su tiempo.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 1/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Condición simbólica
Cuando se separan las categorías de “arte” y la de “religión”, se desarticula un principio fundamental que la imagen occidental tuvo desde los primeros
años del cristianismo: la trascendencia. Muchos aspectos del Barroco definieron la manera cómo se producía y se interpretaba la imagen en la Iglesia.
El Concilio de Trento, un encuentro obispal cuyo fin era restablecer los fines y alcances de la religión católica en el mundo, fijó la importancia del uso
de la imagen en el templo, por una parte, para combatir la iconoclastia del protestantismo y, por otra, para unificar la visualidad católica.1  A partir del
trabajo de Carlos Borromeo, la Iglesia católica pasó a tener una estrategia visual, que se vio en los templos y en las imágenes que los ornamentaban.2 
De esta manera, la incursión en el territorio americano, la evangelización y la fundación tanto de ciudades como de pueblos de indios en América
involucraron la importancia de recalcar, a través del universo visual religioso, el orden social que el catolicismo buscaba consolidar en el mundo.

Sin embargo, aunque el carácter pedagógico de la imagen religiosa se reforzó con el Concilio,3  en realidad esta cumplía, desde mucho antes, un
carácter de culto específico. La imagen actuaba como un intermediario entre lo sagrado y lo profano, era un puente entre la vida temporal y la vida
eterna, operaba en sí misma como un elemento material que, a la vez, transmitía un contenido espiritual. Es lo que Hans Belting definiría como
“medio”, y que reivindicó en la imagen religiosa el papel de culto por encima del papel artístico.4  La motivación tenía que ver con el culto de la
imagen y con la trascendencia de su propia materialidad. Por ello, es un arte que tiende a dar importancia al carácter simbólico de lo que representa,
más allá de su condición “real”. El símbolo construía un mensaje de forma alegórica, que el cristiano instruido no podía llegar a comprender.

La Virgen de Monserrate, atribuida al taller santafereño del siglo XVII, es un ejemplo notable. En el centro de la imagen, se encuentra la imagen de la
Virgen de Montserrat, emblema de la región de Cataluña, que difiere bastante de la que se encuentra en España de estilo románico y que tiene como
particularidad la tez morena de la Virgen y su hijo. La imagen de una Virgen blanca, con su hijo sentado en las piernas y portando el universo y su cetro
en la mano izquierda, se puede ver, a partir del siglo XVI, en el grabado de Cornelius Gale sobre san Ignacio o en las imágenes españolas del siglo
XVII. Al costado izquierdo y derecho de la zona inferior de la imagen, podemos ver dos santos con hábitos oscuros, si bien podemos asegurar que la
santa de la derecha, por su hábito, es santa Clara de Asís, el santo resulta más complejo, pues, aunque el sol en su pecho remite directamente a santo
Tomás, el hábito completamente oscuro puede hacer referencia a otro bienaventurado.

Anónimo (taller santafereño [atribuido]), Virgen de Monserrate, s. XVIII.AP5203

En el espacio superior de la imagen, podemos ver lo que para el autor de la obra pudo ser Montserrat, o en este caso Monserrate. Dado que desde el
siglo XVII existían una ermita y un convento de cartujos en el cerro santafereño, y su ausencia da lugar a pensar que se trata más de una referencia
simbólica a la montaña catalana que al espacio neogranadino. Bajo la montaña, una pequeña villa de templos con sus campanarios evoca lo que podría

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 2/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
ser la ciudad que cobija esta montaña sagrada, sea Barcelona o Santa Fe. La pregunta no es sobre la ciudad a la que hace referencia, sino sobre su
potencial simbólico.

La iconografía de la montaña y la Virgen tiene una fuerte tradición en el arte colonial hispanoamericano. La fuerte presencia de los cerros de Potosí en
la actual Bolivia y su sincretismo con la imagen emblemática de la Virgen ha sido el caso que varios estudiosos, como Teresa Gisbert,5  Margarita
Gentile6  y Pedro Querejazu,7  han analizado a fondo, y es un punto de vista coherente. En años recientes, diversas investigaciones, como las de
Alejandro Gangui y Fernando Guzmán, han permitido demostrar que la orientación de los templos en la América andina tuvo que ver menos con la
importancia de los astros que de su relación con la montaña.8  En América, la montaña hizo parte de la iconografía de lo sagrado y, por tanto, podemos
deducir que en la Virgen de Monserrate, como ícono, establece una eficacia simbólica con la fe católica adquirida.

La condición simbólica de la imagen no significa, por ende, que haya sido una representación falsa o idealizada del mundo, pues, aunque en la mirada
contemporánea estos paisajes alegóricos se alejan de la realidad, es importante considerar que la realidad misma es algo que muta de acuerdo con la
percepción y las cosmogonías de quien juzga desde su tiempo y su propia mirada. En la imagen religiosa, si el fin supremo era la verdad divina,
representar el mundo era aproximarse al ideal sagrado.

Condición de verdad
La imagen del mundo persigue la verdad, pero con Nietzsche sabemos que la verdad es el engaño del hombre con su saber.9 Y, quizá, la ruptura en la
que la iconografía del paisaje encontró, a finales del siglo XVIII, sus mayores puntos de tensión tiene que ver con el esfuerzo de alimentar una nueva
verdad: la verdad ilustrada.

Al contrario de lo que se suele creer, a finales del siglo XVIII ni el pensamiento religioso carecía de interés por lo que hoy llamamos ciencia ni el
pensamiento ilustrado era completamente objetivo. Uno de estos casos complejos tiene que ver con los jesuitas que recorrieron parte del espacio de la
actual Colombia, y que lo representaron con grabados que definieron la forma de entender el paisaje americano. Sobre la región del Orinoco, el jesuita
expulsado Filippo Salvatore Gilij, quien vivió durante décadas en las misiones de los Llanos Orientales, publicó entre 1771 y 1774 en cuatro tomos el
Saggio di storia americana.10 

El libro respondía a los cartógrafos y “filósofos naturales” (la antesala del científico contemporáneo) que juzgaron la obra de otro jesuita: Joseph
Gumilla, por el carácter retrógrado y místico con el que explicaba una región desconocida a fines del siglo XVIII, como era la región orinoquense.
Siguiendo de cerca el pensamiento empírico de David Hume,11  así como la lectura de otras obras de la época, como la Historia natural de Buffon12  y
la célebre Enciclopedia de Diderot,13  el trabajo buscaba integrarse al pensamiento de la época, que perseguía la verdad a través de la experiencia y el
conocimiento directo. Para Gilij, solo el contacto directo podía ser capaz de transmitir conocimiento verdadero, y la imagen, como testimonio, podía
servir de apoyo para garantizar la verdad de lo visto:

Yo me afano por decir la verdad y no me importa nada que alguno tenga contrario parecer. Presente cada uno lo que le parezca mejor. Yo así lo siento
no después de haberme consumido sobre una mesa en Europa, sino después de haber visto con mis propios ojos y oído con mis propios odios a los
americanos no menos de veinticinco años.14 

El carácter del paisaje lo podemos interpretar en la lámina denominada Vista de una ranchería. En esta lámina, el autor dispuso en escena diversos
elementos a los que hizo mención en su escrito. En el primer plano, tenemos diversas situaciones narradas. Se encuentra en el costado izquierdo un
indígena preparando la carne de un animal que reconocemos como un manatí. En el centro, vemos a un hombre holandés, causal del contrabando y de
la rebelión de los indios contra los jesuitas, según Gilij, comerciando con la comunidad. Al costado derecho, un grupo de tres corpulentos indígenas
prepara una sopa que, sabemos por el texto, está hecha con los huevos que las tortugas dejan en la ribera del Orinoco y que, según el italiano, “no se
guisa de modo común sino se condimenta a la orinoquense”.15  En un segundo plano, encontramos una choza en el costado izquierdo, un gracioso
cocodrilo en el río y, al costado derecho, una canoa indígena impulsada por los remos de cinco hombres. Al fondo, vemos en el horizonte la proyección
de un extenso paisaje plano, no montañoso.

G. Faccenda y N. Guerrini, grabador y dibujante de las láminas de Gilij, respectivamente, fueron quienes brindaron al mundo la primera imagen del
paisaje orinoquense. Se trataba de artistas hábiles que habían trabajado en publicaciones de diversa índole en el entorno romano de fines del siglo
XVIII, incluida la edición en lengua italiana de la obra de Winckelmann, Historia del arte de la Antigüedad,16  lo que podría quizá justificar el carácter
neoclásico que se evidencia en la representación del indio. El conocimiento de la perspectiva, tanto en el aspecto geométrico como en la soltura del
trazo, es notable, y el seguimiento riguroso entre texto e imagen hace que la lectura y su análisis se desarrollen de forma paulatina, como una
conversación entre lo escrito y lo dibujado.

Se podría pensar que por haber estado ausentes en la experiencia de observar, los artistas carecían de una noción de verdad sobre la imagen, pero una
vez más esto es una consideración que pertenece a otra época. La obra de arte se hacía a partir de la impresión que el viajero tenía y de su testimonio, y
la garantía de su observación residía en la pericia del artista para transmitir estas impresiones. Cada paso de creación de la imagen, desde la
observación del viajero, su descripción oral o escrita, la interpretación del dibujante y el grabado final, involucraba una escala de objetividad que
garantizaba la verdad que portaba la imagen. La función de la imagen era aportar el conocimiento del otro a la esfera del mundo impreso, desplazar los
lugares y reconocer en la extrañeza de lo presentado una población o un paisaje completamente inédito ante los ojos europeos. Esto es evidente en
láminas, como la Vista de un campo indio, en la que las plantas exóticas se agrupan, a modo de inventario, de izquierda a derecha y algunas, como la
yuca que extrae del suelo el indio del primer plano de la imagen, están más enfatizadas.

Al ser un antiguo jesuita (la comunidad fue expulsada del territorio hispanoamericano en 1767), en Gilij se ven las pautas estéticas que definían la
imagen del pensamiento ilustrado: 1) la importancia de la imagen como herramienta de clasificación, 2) los formatos de vistas, costumbres y tipos y 3)
la imagen como un conocimiento que se compone de diversos elementos. Este último punto explica la difusión de la imagen a fines del siglo XVIII,
pues, Gilij toma elementos de otras obras gráficas, como es el caso del manatí del boceto de Gumilla de 1741.17  Su estilo de representación funcionó
también como testimonio para otras obras del periodo ilustrado, así ocurrió con la fisionomía del hombre caribe y su presentación en otros textos sobre
historia civil y natural.18 

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 3/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Condición de experiencia
Estas pautas de la imagen “histórica” de la Ilustración contribuyen a explicar la intención del trabajo de Alexander von Humboldt, el científico prusiano
a quien se le atribuyó, con frecuencia, la transformación de la representación del paisaje americano.

Alexander y su hermano Wilhelm von Humboldt se educaron en su propia casa bajo la fría autoridad de su madre, quien atrajo a las mentes más ilustres
del entorno prusiano para enriquecer la educación de sus hijos. De la mano de intelectuales notables, como Wolfang Goethe, o de artistas como Daniel
Chodowiecki, recibieron una educación integral que para la época era un lujo exclusivo de unos pocos. Esto explica que los hermanos integraran
diversos tipos de conocimiento, desde la filología en lenguas, como español, francés, italiano, latín, inglés, griego y alemán, hasta conocimientos
“prácticos”, como la geología, o artísticos, como el dibujo.19  No obstante la diversidad de temas, cada hermano orientó sus propias inquietudes a
saberes específicos: Wilhelm escogió la lingüística, y Alexander se inclinó por el trabajo de la filosofía natural. En el caso del científico, su obra integró
todos estos saberes, pues, está acompañada de una condición esencial para el conocimiento del mundo de la época: el viaje.

El viaje como acto de descubrimiento y conocimiento del mundo, que tenía como antecedente las memorias de misioneros jesuitas, estaba bastante
establecido a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Por una parte, la historia natural estaba completamente integrada a la historia civil, y
por otra, se creía que en el viaje se podían reconocer los estratos de los tiempos pasados de la civilización “moderna”, lo que hoy podríamos denominar
con prudencia “Occidente”.20  La geología comenzaba a enseñar que la tierra también tenía una historia, por lo que explorar volcanes, montañas o
cavernas era tan relevante como descubrir las ruinas de civilizaciones antiguas. Por ello, varios pensadores, como Chateaubriand, Goethe o Stendhal,
hacían parte de una tradición que complementaba el conocimiento de los textos con las experiencias sensibles personales que se tenían en las ruinas de
Pompeya, los volcanes de Sicilia o las ruinas grecolatinas de Nápoles.

Tanto la narrativa de viaje como la representación pictórica de la naturaleza eran ya condiciones inmanentes de un saber que se recogía en impresos que
recorrían Europa a través de las academias reales de las principales ciudades. Era en este círculo donde Humboldt quería aportar su grano de arena y,
por ello, adoptó dos modelos de investigación: de Buffon, su sistema de clasificación y conocimiento, y de Georg Foster, un viajero y naturalista
alemán a quien Humboldt se acercó en los últimos años de su vida, la ambición por un proyecto global de exploración.

El viaje de Humboldt a América se hizo entre 1799 y 1804, y el recorrido por la Nueva Granada comenzó el 25 de marzo de 1801 y concluyó el 29 de
noviembre de 1801. Fue accidental su recorrido por el Virreinato, como lo había sido igualmente su viaje hacia América, lo que no resta mérito a la
exploración del prusiano y a sus descripciones. Entre 1805 y 1834, Alexander von Humboldt publicó, en 34 volúmenes, diversos tratados en los que
abordó todo tipo de temáticas del territorio americano: geografía, política, zoología, botánica, relato de viajes y, por supuesto, vistas. Las cerca de 1500
láminas impresas para su obra, costeadas con el dinero de su propia herencia, son una referencia clara para entender la importancia de la imagen en el
pensamiento científico.

Alexander von Humboldt, Paysage of Quindiu in los Andes, 1812. Colección Banco de la República. AP2121

En Humboldt, la representación visual del paisaje permite ver cómo los diferentes saberes y reflexiones, tanto los de su época como los personales eran
integrados en un solo elemento. La lámina denominada Viaje por el paso del Quindío es un claro ejemplo de ello. La vista panorámica del espacio
permite establecer planos espacialmente distantes entre sí. En el plano más lejano, integrados al atardecer que el colorista de la lámina difuminó en
tonos rosáceos, se encuentran un nevado y dos grandes montañas que se imponen en la dimensión del grabado. El paso se dio en lo que actualmente es
el Parque Los Nevados y el autor alude igualmente a Ibagué, por lo que podemos creer que se trata del nevado del Tolima, nevado del Ruiz y el
paramillo del Quindío.21  La precisión geográfica, así como el bosquejo de la montaña, eran preocupaciones del autor que trasladó, en bocetos y
descripciones geográficas precisas, a coordenadas y ángulos, pues, el esclarecimiento de la cartografía era una prioridad en su exploración.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 4/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
La presencia en el centro de un sendero involucra la narrativa de viajes. Para Humboldt, el paso en octubre por la región fue “el paso más penoso de la
cordillera de los Andes”. La importancia de contar una historia hacía parte, en algunas ocasiones, de la descripción de las láminas. Las narrativas de
viaje, si bien eran documentos de exploración y conocimiento, también ilusionaban a los lectores con sus descripciones; en el caso de Humboldt, fue el
trabajo de La Condamine,22  a quien alcanzó a conocer, lo que lo impulsó a incorporar, en su narración escrita y visual, las experiencias de sus
recorridos. En el valle cercado de montañas, así como en las plantas que se encuentran en un primer plano, también se puede percibir la especificidad
de la botánica. Los primeros textos que editó Humboldt —de la mano de su compañero de viaje el botánico francés Aimé Bonpland—, en 1805, fueron
los tomos de plantas melastomáceas, publicados en latín y fieles al rigor de la disciplina botánica, que desde el siglo XV organizaba un inventario de la
flora del mundo y que Linneo había contribuido a sistematizar. Las plantas obedecen a dicho inventario y, por eso, se puede reconocer al costado
derecho la Mutisia grandiflora. Su referencia no puede ser más pertinente, pues, los científicos, además de incorporar esta planta a sus inventarios
denominados atlas, tuvieron un contacto de características trascendentes, al menos en la Nueva Granada, con José Celestino Mutis, el gestor de la Real
Expedición Botánica, y con parte de su círculo al que pertenecía Francisco José de Caldas. Por ello, la planta actúa como un símbolo significativo en la
lámina.

Al álbum de geología, botánica y narrativa de viaje, que se entrelaza en la lámina sobre el paso del Quindío, se debe incorporar otro elemento: la
política y, con ella, el liberalismo moderno. La manera en que para Alexander von Humboldt resultaba ofensivo el trato a los “cargueros”, así como a
los pobladores —mestizos y criollos—, que aceptaban esta clase de trabajos, se expone en el grabado sobre el paso del Quindío. Sus ideas se acercaban
a la denuncia, era un poderoso opositor del esclavismo, creía firmemente en el progreso y apoyaba las dos ideas que exaltan el pensamiento político de
la época: libertad e igualdad del individuo. En la lámina, ejemplificó en detalle su extrañeza a través de los tres cargueros.

Ahora bien, si Humboldt seguía de cerca un proyecto ilustrado en la representación del paisaje, esto no explica del todo la razón por la cual sirvió de
inspiración para otros viajeros que, alejados de un interés científico, tenían como punto de partida las imágenes y el punto de vista del explorador
prusiano. La razón, por extraña que puede sonar, radica en la “fuerza vital”.23  Esto es un concepto que Humboldt desarrolla a edad temprana y que
publica en 1796 en el periódico editado por Gottfried Schiller titulado Las Horas, en un ensayo alegórico denominado: “El genio de Rodas”.24  Este
periódico, piedra angular para lo que se definiría como el Sturm und Drang alemán y la base del Romanticismo del siglo XIX, se basaba en los textos
de Rousseau como motivo de integración entre la poesía y los múltiples saberes del momento.

El ensayo era muy apreciado por Humboldt, pues, lo reeditó en sus imágenes de la naturaleza de 1828, y nuevamente en la imponente obra titulada
Cosmos, su trabajo más conocido. “El genio de Rodas” era una alegoría del impulso interior que los individuos debían perseguir, pues, esa fuerza
salvaje les permitía encontrar su libertad. Esta idea se integraba al pensamiento de Schiller de la época, quien pensaba que el juicio estético, al contrario
de lo que planteaba Kant, era conocimiento objetivo, y que emerge en el encuentro entre el instinto del individuo y la naturaleza exterior.25  Humboldt,
quien admiró a Schiller aunque no pudo prolongar su amistad por la temprana muerte del poeta, coincidía con él, bajo la noción de fuerza vital, en que
la experiencia sensible era el impulso desde el cual era posible descubrir la forma en que estaba constituido el universo. En Humboldt vemos cómo la
experiencia estética era parte integral del principio de verdad del paisaje, y su legitimación está justificada en que, en gran parte de sus láminas, como
se ve en el paso del Quindío, su nombre es más relevante que el del grabador, y muchas veces lo que él denominaba como dibujo podía ser tan solo un
esbozo ligero.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 5/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Alexander von Humboldt, Salto de Tequendama, 1812. Grabado iluminado. Colección Banco de la República. AP2122.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 6/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Alexander von Humboldt, Puentes naturales de Icononzo, 1812. Grabado iluminado. Colección Banco de la República. AP2123.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 7/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Alexander von Humboldt, Cascada del río Vinagres, 1812. Grabado iluminado. Colección Banco de la República. AP2124.

Condición de impresión
A mediados de 1800, la nación colombiana comenzaba a definir sus fronteras políticas y naturales y, con ello, debía emprender un nuevo
reconocimiento cartográfico y social del paisaje que le correspondía. Era necesario que, desde el país, se estableciera un nuevo proyecto que permitiera
reconocer su población, su potencial extracción, sus rutas fluviales o terrestres y su topografía. Fue desde estos interrogantes que se le encargó al
geógrafo italiano Agustín Codazzi realizar una comisión en la que pudiera reconocerse, dentro de un atlas minucioso, la entonces denominada
República de la Nueva Granada. Más parecidas a las de las expediciones de límites españolas de Carlos III en América que al viaje de Humboldt, las
imágenes de la Comisión Corográfica se clasificaron dentro de los mismos parámetros que las expediciones dieciochescas y produjeron cartografías,
vistas, tipos y costumbres de una parte considerable de los actuales territorios colombiano y panameño, gracias a nueve viajes realizados durante un
periodo de doce años, entre 1850 y 1862. Por su dimensión, es considerado por los historiadores uno de los proyectos más ambiciosos realizados en
América Latina en el siglo XIX.26 

Hasta que la fotografía llegó a posicionarse como la forma “verdadera” de hacer imágenes y a presentarse como la forma objetiva por excelencia, el
modelo proyectado por Humboldt de presentar una imagen que transfiriera una narración minuciosa y una experiencia sensible se vio replicado y
definido como el modelo de viaje ideal. Los expedicionarios de la Comisión Corográfica, como Manuel Ancízar, narraban en textos e imágenes los
impactos de sus impresiones ante el paisaje con adjetivos como sublime, indefinible, puro o estremecedor.27 Aunque el carácter progresista y el
inventario económico que debía tener la Comisión eran prioritarios, la presencia de una idea de objetividad visual acompañó el trabajo de muchos de
ellos. Tal fue el caso del inglés Henry Price quien, entre 1846 y 1856, tuvo un cargo diplomático en Bogotá, que le permitió realizar diversos viajes por
las regiones aledañas. Esto no resta mérito a su trabajo como acuarelista, pues, de acuerdo con Beatriz González, su técnica es “transparente, para que
recuerde los tonos de la naturaleza”.28 

Muchas veces, al analizar la incorporación de la tecnología en una sociedad, se tiende a creer que el artefacto modifica las formas de pensar de una
población. A veces, por el contrario, la inquietud de una época es la que incita a que los cambios tecnológicos se den. Sin embargo, es la operación
dialéctica entre tecnología y adaptación lo que produce que una comunidad transforme su forma de pensar. En el caso de la visualidad, las técnicas del
arte dependen del significado de la observación y de la intención de trasladar una verdad al lienzo o al papel. Durante la época de la Comisión
Corográfica, la pintura au plein air y la técnica de la acuarela impulsaban que no solo el dibujante se trasladara a la zona de la imagen, sino que llevara
consigo un material de interpretación del color. No era un detalle pequeño y, en 1810, Jorge Tadeo Lozano intentó establecer un mecanismo científico
con el cual fuera posible estandarizar y medir las propiedades del color, llamado chromapicilo, para poder medir y transportar objetivamente una parte

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 8/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

del paisaje que quedaba indefinida.29  Mucho antes de la fotografía a color, la portabilidad y la practicidad de la acuarela sobre el papel permitían al
pintor crear impresiones en las que los pigmentos no eran solo un ornamento o una interpretación tardía, sino una verdadera impresión de una realidad
vista.

Henry Price, Estudio de palmas, 1852, Acuarela sobre papel, Colección Banco de la República. AP4326.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 9/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Henry Price, Palmas [Provincia de Antioquia], 1852, Acuarela sobre papel. Colección Banco de la República. AP4328.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 10/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Henry Price, Palmas [Provincia de Antioquia], 1852, Acuarela sobre papel. Colección Banco de la República. AP4325.

Vemos la importancia del color en las acuarelas de Henry Price en el Estudio de palmas. El estudio abandona, en un segundo nivel, la precisión
botánica y, en cambio, resalta aspectos más cercanos a su impresión directa. El fondo del paisaje suple la proyección de una perspectiva con la creación
de una atmósfera densa y compuesta de un aire verde y gris. Tres palmas se erigen al frente y, aunque pertenecen a la misma especie, se rescata la
singularidad de cada una de ellas. El artista había realizado bocetos dibujados sobre la planta, pero, en este caso, quien define la forma de las copas y
las ramas es el pigmento. El uso del color es preciso, las hojas de los árboles pasan por tonalidades claras y oscuras, frías o cálidas de un mismo tono
verde. En la acuarela, la intensidad del color y la tonalidad están dadas por la precisión en la mezcla con el agua y por la adecuada interpretación del
tono. Así que este estudio, en su aparente simpleza, da muestra de una pericia técnica notable.

Por su parte, en las acuarelas de Mark, las impresiones también simulan un gesto rápido, un acto veloz, un antecedente tanto del drop out como de la
fotografía instantánea. La impresión deja de estar en el acto narrado tanto como en la forma cómo se fija en el recuerdo, pues, el color no se presta para
detalles tanto como para texturas.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 11/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Edward Mark, Emerald mines of Muzo, 1843-1856. Acuarela sobre papel, Colección Banco de la República. AP0151

Edward Mark, Sin título (Boceto), 1843-1856. Acuarela y lápiz sobre papel. Colección Banco de la República. AP0163.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 12/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República

Edward Mark, Salto de Versalles, Guaduas, 1843-1856. Acuarela sobre papel. Colección Banco de la República. AP0152.

Condición técnica
Entre la experiencia sensible y la experiencia empírica, las imágenes hacían uso de las fórmulas de la objetividad para crear una visualidad “verdadera”
del paisaje colombiano. La condición del artista, como el que es capaz de transportar el espacio y plasmar en la imagen su propia impresión del paisaje
y ofrecerla a los otros, se mantendrá vigente, y su lugar como conocedor será una constante hasta fines del siglo XX. A pesar de que la fotografía ya
establecía, desde 1839, una nueva forma de pensar el paisaje, era aún una máquina sospechosa y sin validez en el mundo científico. No en vano
Agustín Codazzi desconfió del uso de la imagen fotográfica como parte de la Comisión Corográfica.30 

Otras ideas iban integrando esta forma de hacer imágenes. Lo podemos ver en las imágenes de Édouard-François André, botánico francés, en cuyas
láminas se puede ver cómo se transmiten las nuevas ideas alrededor de la evolución, que surgieron con Charles Darwin, otro viajero seguidor de los
pasos de Humboldt. En una discreta lámina en la que representa una caza de simios en los Llanos Orientales, se puede ver cómo la representación de
los monos tiene la proximidad humana surgida a partir de la reinterpretación del mundo animal que suscitó la obra del naturalista inglés. Hasta antes de
Darwin, como lo plantea la historiadora Julia Voss, el simio ocupaba el lugar simbólico de las ratas y otros animales innobles.31 

Édouard-François André, Caza de simios en los Llanos, mediados del s. XIX. Colección del Banco de la República. Identificador: 309 colección
imágenes de viajeros biblioteca Luis Ángel Arango

En el entorno literario europeo del siglo XIX, la escritura de viajes pasó de ser una crónica de descripción y descubrimiento a ser, en sí misma, una
narrativa literaria que tenía su propio público. Lo mismo ocurriría con las imágenes. Por ello, después de los viajeros con misiones científicas, otros
viajeros, como Auguste Le Moyne, Charles Saffray, Eugène Morisot o Edwin Church, vendrían al territorio nacional a hacer impresiones de sus viajes,
transmitir la experiencia de viaje con la experiencia visual y descubrir en el exotismo la identidad de su propia mirada. Estos nuevos artistas del
paisaje, que renunciaron a la pretensión epistemológica de los viajeros previos, estuvieron más cercanos a las condiciones románticas de la imagen, al
reconocimiento de la subjetividad y a la presencia de la mirada del artista como autoría. A veces, la condición simbólica de la imagen se reivindicó en
las narraciones. En otras, la descripción buscó la poética de las condiciones “patéticas” del romanticismo: el vértigo, la angustia, el vacío y lo sublime.
Sin embargo, aun en el más romántico de los viajeros era posible reconocer una reflexión sobre lo que había de real en el paisaje representado.

Entre 1871 y 1873, José María Gutiérrez de Alba, español que llegó a la Nueva Granada por un encargo diplomático y se estableció durante trece años
en el país, realizó una minuciosa crónica visual y escrita que recogió en trece tomos. Su texto está impregnado del romanticismo del viajero y sus
impresiones están cargadas de las evocaciones poéticas que implican el desplazamiento y la condición de distancia, que es inevitablemente nostálgica.
Sin embargo, entre acuarelas originales y copias, notas y bocetos, hay 57 fotografías recopiladas en sus notas. Solo seis tienen autoría, y es poco
probable que él las haya tomado, ya que es una constante en sus diarios copiar imágenes de otros artistas, como Torres Méndez o el mismo Price, a
veces, sin hacer referencia a su autor. Si bien la historia de la fotografía en el país comienza en 1841 con Luis García Hevia en Medellín, las fotografías
del álbum de Gutiérrez de Alba son pioneras en la historia del paisajismo colombiano, pues, vinculan una tradición de exploración, viaje y testimonio,
con la ilusión de verdad que la técnica fotográfica puede transferir. En la fotografía sobre las minas de esmeraldas en Muzo, el registro de la
profundidad de campo permite prolongar la perspectiva de la cadena montañosa, la composición dispuesta con los peones contribuye a dar una
dimensión física al volumen y las grietas de la montaña contrastan y producen un volumen que integra el paisaje al testimonio social. Recuerdan la
fotografía de denuncia que Sebastião Salgado efectuaría sobre los mineros en Brasil, más de un siglo después. Una verdad desnuda, sin composiciones
premeditadas —o al menos ante la ilusión de serlo—, era el potencial que la fotografía ofrecía como testimonio y que iría dejando de lado la mano del
artista como quien desplaza una impresión. No es de extrañar, entonces, que para comienzos del siglo XX, las siguientes elaboraciones “verdaderas”
del paisaje tuvieran en el fotógrafo un nuevo acompañante, que dejó, en el proceso mecánico, lo que los artistas proponían en el proceso compositivo y

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 13/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
plástico. No obstante, las viejas ideas sobre lo que era un paisaje, herencia de la imagen pintada, dejaron sus huellas en la composición fotográfica,
como ocurre en el texto de H. J. Mozans, Up the Orinoco and Down the Magdalena, de 1910, donde, si bien la imagen fotográfica es testimonial,
algunas, como la titulada A Valley in the Cordilleras, no pueden evitar el guiño a la composición pictórica de la tradición paisajística.32 

Conclusión
En el paisaje, los diversos elementos que lo interpretan y la forma de disponerlos en un plano se integran con las formas de ver. La visualidad
incorpora, en cada imagen, detalles, símbolos, técnicas y procesos que juntan el pensamiento de una época con las formas de representarlo. La
necesidad de una verdad de lo visual llevó a la producción de unas imágenes que, sea en el plano de lo simbólico o lo representativo o a través de una
técnica artesanal o una industrial, autorizaban lo visto dentro de una época que veía en estas imágenes una verdad.

El paisaje depende de la cultura que lo interpreta, pero también de la forma como se componen las maneras de observarlo. La identidad del paisaje
colombiano se constituyó a partir de ciertas imágenes que actuaron como íconos y permanecieron en la memoria visual de lo que constituyó la actual
Colombia. Este acto aleatorio, producto de la propia evolución de las formas de observar, consolidó pequeñas estampas del país sobre lo que es caribe,
andino, rural, urbano, moderno o tradicional. Es difícil construir los orígenes del paisaje en Colombia si no se entiende que, antes que un género
iconográfico, en cada imagen la percepción de nación transforma de manera dialéctica a la comunidad que interpreta su entorno.

Anónimo (Charles Stuart Cochrane), Salto de Tequendama con follaje y Arco Iris. Acuarela sobre papel. Colección Banco de la República.
AP4094.

Referencias

1 El Concilio de Trento se hizo cumplir tempranamente en América, el 28 de octubre de 1565, y se reiteró en el Concilio Provincial de Lima llevado a cabo en 1585. Al respecto, ver Cesare

Mozzarelli, I tempi del Concilio (Roma: Bulzoni, 1997) , 172. . Volver arriba

2 El texto de Carlos Borromeo es Instructiones fabricae et supellectilis ecclesiasticae, 1577. Al respecto, ver: Carole Evelyn Voelker, Instructions (Syracuse, NY: Syracuse University Press,

1977). . Volver arriba

3 Hay autores que cuestionan el papel de Trento y su exaltación historiográfica. Al respecto, se destaca: John W. O’Malley, Trent and All That: Renaming Catholicism in the Early Modern

Era (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2000), 8-25. . Volver arriba

4 El autor reitera su concepto en dos de sus obras: Hans Belting, Antropología de la imagen (Madrid: Katz, 2007) y Hans Belting, Likeness and Presence (Chicago: University of Chicago

Press, 1993). . Volver arriba

5 Teresa Gisbert, Iconografía y mitos indígenas en el arte (La Paz: Gisbert y Cia., 1980). . Volver arriba

6 Margarita Gentile, “Pachamama y la coronación de la Virgen-Cerro: iconología, siglos XVI a XX”, en Advocaciones marianas de gloria (Madrid: San Lorenzo del Escorial, 2012), 1141-

1164. . Volver arriba

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 14/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
7 Pedro Querejazu, “Iconografías marianas locales y la pintura de imágenes durante el siglo XVIII en la Audiencia de Charcas”, en Memorias Tercer Simposio Internacional de Barroco

Iberoamericano (Sevilla: Universidad Pablo de Olavide, 2012). . Volver arriba

8 Alejandro Gangui, Fernando Guzmán y Magdalena Pereira, “Estudio arqueo-astronómico de las iglesias andinas de Arica y Parinacota, Chile” (presentación, VIII Encuentro Internacional

de Barroco, Arequipa, 9-13 de junio de 2015). . Volver arriba

9 Friederich Nietzsche, Humano, demasiado humano (México: Editores Mexicanos Unidos, 2005), 17. . Volver arriba

10 Filippo Salvatore Gilij, Saggio di storia americana; o sia, storia naturale, civile e sacra de’regni, e delle provincie spagnuole di Terra-Ferma nell’America Meridionale (Roma: Luigi

Perego Erede Salvioni, 1780). . Volver arriba

11 Nos referimos a la obra: An Essay Concerning Human Understanding, que vería su primera edición en italiano en: John Locke, Saggio filosofico (Milán: Gaetano Motta, 1775). . Volver
arriba

12 Georges-Louis Lecrerc Buffon, Histoire naturelle, générale et particulière: avec la description du Cabinet du Roi (París: de L’Imprimerie Royale, 1777). . Volver arriba

13 Sobre la enciclopedia, destacamos el trabajo de Philip Blom, Encyclopediè, el triunfo de la razón en tiempos irracionales (Barcelona: Anagrama, 2010). . Volver arriba

14 Gilij, Saggio di storia… t. 2, 9. . Volver arriba

15 Gilij, Saggio di storia… t. 1, 105. . Volver arriba

16 La obra es Hans Joaquin Winckelmann, Storia delle arti del disegno presso gli antichi di Giovanni Winkelmann (Roma: Stamperia Pagliarini, 1783). . Volver arriba

17 Extraído de Joseph Gumilla, El Orinoco ilustrado, ed. por Constantino Bayly (Madrid: M. Aguilar, 1945). . Volver arriba

18 Esto es evidente en la imagen del indio del Caribe, en Christian Ernst Bünsch, [Kosmologische Unterhaltungen] Unterhaltung über Den Menschen (Leipzig: Bei Joh. Gottl. Imm.

Breitkopf, John u. Comp., 1796). . Volver arriba

19 Sobre su infancia, recomendamos los siguientes textos: Helmut de Terra, The Life and Times of Alexander von Humboldt 1769-1859 (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1955); Douglas

Botting, Humboldt and the Cosmos (Londres: M. Joseph, 1973). . Volver arriba

20 Al respecto, ilustra el texto: Susan Keller, Naturgewalt Im Bild. Strategien Visueller Naturaneignung in Kunst Und Wissenschaft 1750-1830. (Weimar: Verlag und Datenbank for

Geisteswissenchafte, 2006). . Volver arriba

21 Santiago Díaz Piedrahíta, “El trayecto colombiano de Humboldt: los Andes, gran revelación para el naturalista”, Credencial Historia 122 (2000). . Volver arriba

22 Nos referimos al famoso viaje de La Condamine, ver Charles Marie de La Condamine, Relation abrégée d’un voyage fait dans l’intérieur de l’Amérique méridionale, depuis la côte de la
Mer du Sud, jusqu’aux côtes du Brésil & de la Guyane (Maestricht: Jean-Edme Dufour et Philippe Roux Imprimeurs-Libraires Associés, 1778). Sobre su expedición y el encuentro con
América (y el paisaje americano), ver Neil Safier, Measuring the New World: Enlightenment Science and South America (Chicago: University of Chicago Press, 2008). . Volver arriba

23 Sobre el concepto y su uso en el paisaje de Humboldt, ver A. Lubowski-Jahn, “A Comparative Analysis of the Landscape Aesthetics of Alexander von Humboldt and John Ruskin”, The

British Journal of Aesthetics 51, n.º 3 (2011): 321–-333, doi:10.1093/aesthj/ayr017 . Volver arriba

24 El ensayo se encuentra en: Alexander Von Humboldt, Tableaux de la nature (París: Theodore Morgand, Éditeur, 1865). . Volver arriba

25 Los textos de Schiller fueron publicados en varias entregas en Die Horen, y compiladas póstumamente. En español encontramos: Friedrich Schiller, Kallias: cartas sobre la educación

estética del hombre (Barcelona: Anthropos, 1990). . Volver arriba

26 Para estudiar en detalle la expedición y sus documentos, ver: Efraín Sánchez, Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de la Nueva Granada (Bogotá: Banco de la República y Áncora

Editores, 1999). . Volver arriba

27 Ver Manuel Ancízar, La peregrinación del Alpha (Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1956). Sobre la expedición y el paisaje, ver Esteban Rozo Pabón, “Naturaleza, paisaje y
sensibilidad en la Comisión Corográfica”, Revista de Antropología y Arqueología 11 (1999): 71-116; Álvaro Villegas Vélez, “Paisajes, experiencias e historias en las dos primeras
expediciones de la Comisión Corográfica”, Historia y Sociedad 20 (2011): 91-112. . Volver arriba

28 Beatriz González, “Ramón Torres Méndez y Edward Mark, una afortunada confrontación de miradas”, acceso el 10 de diciembre de 2015,
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/conmi/conmi03a.htm. Otro trabajo descriptivo que permite elaborar un panorama de los artistas de la Comisión es el de Verónica
Uribe, “Translating Landscape: The Colombian Chorographic Commission”, Journal of Arts and Humanities 3, n.º 1 (2014): 126-136. . Volver arriba

29 En Mauricio Nieto, Orden natural y orden social, ciencia y política en el “Semanario del Nuevo Reyno de Granada” (Bogotá: Universidad de los Andes-Ceso, 2009), 282-293. . Volver
arriba

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 15/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
30 Juanita Rodríguez, “El arte en las láminas de la Comisión Corográfica” (presentación, XVII Congreso Colombiano de Historia, Bogotá, 5-10 de octubre de 2015). . Volver arriba

31 Julia Voss, “Monkeys, Apes and Evolutionary Theory”, en Darwin and the Visual Arts, ed. por Diane Donald y Jane Munro (New Haven, Conn. y Londres: Yale University Press, 2009).
. Volver arriba

32 H. J. Mozans, Up the Orinoco and Down the Magdalena (Londres: D. Appleton and Company, 1910). . Volver arriba

Bibliografía
Ancízar, Manuel. La peregrinación del Alpha. Bogotá: Empresa Nacional de Publicaciones, 1956.
Belting, Hans. Antropología de la imagen. Madrid: Katz, 2007.
Belting, Hans. Likeness and Presence. Chicago: University of Chicago Press, 1993.
Blom, Philip. Encyclopediè: el triunfo de la razón en tiempos irracionales. Barcelona: Anagrama, 2010.
Botting, Douglas. Humboldt and the Cosmos. Londres: M. Joseph, 1973.
Buffon, Georges-Louis Lecrerc. Histoire naturelle, génerale et particuliere, avec la description Du Cabinet Du Roy. París: de L’Imprimerie Royale,
1777.
Bünsch, Christian Ernst. [Kosmologische Unterhaltungen] Unterhaltung über Den Menschen. Leipzig: Bei Joh. Gottl. Imm. Breitkopf, John u. Comp.,
1796.
De La Condamine, Charles Marie. Relation abrégée d’un voyage fait dans l’intérieur de l’Amérique méridionale, depuis la côte de la Mer du Sud,
jusqu’aux côtes du Brésil & de la Guyane. Maestricht: Jean-Edme Dufour et Philippe Roux Imprimeurs-Libraires Associés, 1778.
De Terra, Helmut. The Life and Times of Alexander von Humboldt 1769-1859. Nueva York: Alfred A. Knopf, 1955.
Díaz Piedrahíta, Santiago. “El trayecto colombiano de Humboldt. Los Andes, gran revelación para el naturalista”. Credencial Historia 122 (2000).
Donald, Diane y Jane Munro, eds. Darwin and the Visual Arts. New Haven, Conn. y Londres: Yale University Press, 2009.
Gangui, Alejandro, Fernando Guzmán y Magdalena Pereira. “Estudio arqueo-astronómico de las iglesias andinas de Arica y Parinacota, Chile”.
Presentación en el VIII Encuentro Internacional de Barroco, Arequipa, 9-13 de junio de 2015.
Gentile, Margarita. “Pachamama y la coronación de la Virgen-Cerro: iconología, siglos XVI a XX”. En Advocaciones Marianas de Gloria, 1141-1164.
Madrid: San Lorenzo del Escorial, 2012.
Gilij, Filippo Salvatore. Saggio di storia americana; o sia, storia naturale, civile e sacra de’regni, e delle provincie spagnuole di Terra-Ferma
nell’America Meridionale. Roma: Luigi Perego Erede Salvioni, 1780.
Gisbert, Teresa. Iconografía y mitos indígenas en el arte. La Paz: Gisbert y Cia., 1980.
González, Beatriz. “Ramón Torres Mendez y Edward Mark, una afortunada confrontación de miradas”. Acceso 10 de diciembre de 2015,
http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/todaslasartes/conmi/conmi03a.htm
Gumilla, Joseph. El Orinoco ilustrado. Editado por Constantino Bayly. Madrid: M. Aguilar, 1945.
Humboldt, Alexander von. Tableaux de La Nature. París: Theodore Morgand Éditeur, 1865.
Keller, Susan. Naturgewalt Im Bild. Strategien Visueller Naturaneignung in Kunst Und Wissenschaft 1750-1830. Weimar: Verlag und Datenbank for
Geisteswissenchafte, 2006.
Locke, John. Saggio filosofico. Milán: Gaetano Motta, 1775.
Lubowski-Jahn, A. “A Comparative Analysis of the Landscape Aesthetics of Alexander von Humboldt and John Ruskin”. The British Journal of
Aesthetics 51, n.º 3 (2011): 321-333. doi:10.1093/aesthj/ayr017
Mozans, H. J. Up the Orinoco and Down the Magdalena. Londres: D. Appleton and Company, 1910.
Mozzarelli, Cesare. I tempi del Concilio. Roma: Bulzoni, 1997.
Nieto, Mauricio. Orden natural y orden social, ciencia y política en el “Semanario del Nuevo Reyno de Granada”. Bogotá: Universidad de los Andes,
2009.
Nietzsche, Friederich. Humano, demasiado humano. México: Editores Mexicanos Unidos, 2005.
O’Malley, John W. Trent and All That: Renaming Catholicism in the Early Modern Era. Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2000.
Querejazu, Pedro. “Iconografías marianas locales y la pintura de imágenes durante el siglo XVIII en la audiencia de charcas”. En Memorias Tercer
Simposio Internacional de Barroco Iberoamericano. Sevilla: Universidad Pablo de Olavide, 2012.
Rozo Pabón, Esteban. “Naturaleza, paisaje y sensibilidad en la Comisión Corográfica”. Revista de Antropología y Arqueología 11 (1999): 71-116.
Rodríguez, Juanita. “El arte en las láminas de la Comisión Corográfica”. Presentación en el XVII Congreso Colombiano de Historia, Bogotá, 5-10 de
octubre de 2015.
Safier, Neil. Measuring the New World: Enlightenment Science and South America. Chicago: University of Chicago Press, 2008.
Sánchez, Efraín. Agustín Codazzi y la Comisión Corográfica de La Nueva Granada. Bogotá: Banco de la República y Áncora Editores, 1999.
Schiller, Friedrich. Kallias: cartas sobre la educación estética del hombre. Barcelona: Anthropos, 1990.
Uribe, Verónica. “Translating Landscape: The Colombian Chorographic Commission”. Journal of Arts and Humanities 3, n.º 1 (2014): 126-136.
Villegas Vélez, Álvaro. “Paisajes, experiencias e historias en las dos primeras expediciones de la Comisión Corográfica”. Historia y Sociedad 20
(2011): 91-112.
Voelker, Carole Evelyn. Instructions. Syracuse, NY: Syracuse University Press, 1977.
Winckelmann, Hans Joaquin. Storia delle arti del disegno presso gli antichi di Giovanni Winkelmann. Roma: Stamperia Pagliarini, 1783.

Contacto  I  Inscríbase a nuestras listas de correo  I  Derechos de autor y cómo citar esta página

La Subgerencia Cultural del Banco de la República es la responsable del desarrollo y mantenimiento de:  
www.banrepcultural.org 

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 16/17
27/3/2019 Genealogías del paisaje colombiano (1700-1873) | Colección de Arte del Banco de la República
Para cualquier queja o consulta, escríbanos a:  
www.banrep.gov.co/atencion-ciudadano

Subgerencia Cultural del Banco de la República - Bogotá / Biblioteca Luis Ángel Arango / Museos y colecciones del Banco de la República.
 
Dirección: Calle 11 # 4 - 21, La Candelaria.  
Teléfonos: (571) 343 13 16 - 3431111 ext. 2909

Responsabilidad por los contenidos publicados. Los artículos, ensayos y publicaciones divulgadas en esta página de internet son responsabilidad exclusiva de sus respectivos autores por lo que sus
contenidos no comprometen al Banco de la República. 
 
Derechos de autor: Los contenidos están protegidos por los derechos de autor; para más detalles ver derechos de autor. Lo invitamos a responder esta breve encuesta sobre su experiencia navegando la
Colección de Arte en línea.

www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte-banco-de-la-republica/articulos/genealogías-del-paisaje-colombiano-1700-1873 17/17

También podría gustarte