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1. EL SECRETO DE LA SANTIDAD. Te revelaré un secreto de santidad y felicidad. Si todos los días durante cinco
minutos, aquietas tu imaginación, cierras tus ojos a las cosas del mundo y cierras tus oídos al bullicio de la
tierra, y penetras al santuario de tu alma bautizada, que es el templo del Espíritu Santo, y ahí le hablas al
Espíritu divino diciéndole: “Recibe, ¡Oh Espíritu Santo! La consagración perfecta y absoluta de todo mí ser, la
cual te hago en este día para que te dignes ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada
una de mis acciones: mi Director, mi luz, mi guía, mi fuerza y todo el amor de mi corazón. Yo me abandono
sin reservas a tus divinas acciones, y prometo docilidad y obediencia a tus santas inspiraciones. ¡Oh Espíritu
Santo! Alma de mi alma, te adoro. Ilumíname, guíame, fortaléceme, consuélame, dime todo lo que debo hacer
y señálame lo que no debo hacer. Haz que cumpla tu voluntad, me someteré a todo lo que desees de mí y
aceptaré todo lo que permitas que me suceda. ¡Oh Santo Espíritu! Dígnate formarme con María según el
modelo de mi amado JESUS (Rezar un Padrenuestro) ¡Gloria al Padre Creador! (Un Ave María) ¡Gloria al Hijo
Redentor! (un Ave María) ¡Gloria a ti Espíritu Santificador! (un Ave María) Amén.
Si esto haces todos los días, tu vida será feliz, serena y llena de consuelo aun en medio de las penas, porque
recibirás gracia en proporción a las pruebas, dándote la fuerza de sobrellevar cualquier adversidad. Así llegarás
a la puerta del Paraíso cargado de méritos ¡La sumisión al Espíritu Santo es el secreto de la santidad!
2. ENTREGA AL ESPIRITU SANTO. “Oh Espíritu Santo, Espíritu de luz y de amor, yo te consagro mi inteligencia,
mi corazón y mi voluntad, para el tiempo y para la eternidad. Que mi entendimiento sea siempre dócil a tus
divinas inspiraciones y a las enseñanzas de la Santa Iglesia, de la cual tú eres Guía infalible. Que mi corazón
esté siempre inflamado en el amor de Dios y del prójimo. Que mi voluntad se conforme siempre con la
voluntad del Padre Celestial, que toda mi vida sea imitación plenamente fiel de la vida y virtudes de mi Señor
y Salvador Jesucristo. A él, junto con el padre y contigo Espíritu Divino, rindo honor y gloria por los siglos de
los siglos. Amén.”