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Mi nombre es Katia, soy una joven común y corriente, un día cualquiera como de costumbre,
realizo mis labores diarias, me gusta el arte del canto y también es mi trabajo, mientras cantaba
pude observar el rostro de un joven que inmediatamente llamo mi atención, era alto de piel
morena y ojos color miel, siento que el gusto fue mutuo. Al finalizar la noche me dirigía al
parqueadero, de repente siento una mano que con delicadeza toca mi hombro, y si… sí era el
mismo joven que logro llamar mi atención.
No pude decir una palabra más, creo que su rostro nuevamente logró impactarme de manera que
me volví torpe. Sin embargo, este día comenzaría nuestra historia de amor.
Al pasar los días nuestro gusto iba creciendo cada vez más, y lo que más nos caracterizaba, era
nuestro gusto por la fantasía, lo paranormal y las locuras. Decidimos acercarnos a una casa
abandonada, quedaba aproximadamente a 15 minutos fuera del pueblo, al entrar allí,
apreciábamos diferentes reliquias, pero logro llamar nuestra atención, unos zapatos rojos que
brillaban y sobresalían allí, a mí me dio curiosidad, así que acerque a ellos y quise probarlos,
empiezo a sentir que lloro con ellos, ¡Wow, los zapatos rojos me permiten volar!, cada segundo
me elevan más, tanto así que empiezo a conocer el segundo piso de dichosa casa, Mark asustado,
corre y corre, sube las escaleras para así lograr atraparme.
Sobre el techo hay un ligero agujero, temía salir de allí, justo lo que más temía término por pasar,
ahora no me encuentro, ni siquiera sé manejar estos zapatos. Me sostengo de una rama mientras
intento quitarme uno de ellos pero solo pude con uno.
Mark, asustado, angustiado y desesperado sale a buscarme sobre el suelo del bosque, agarra con
sus manos uno de los zapatos, regreso a casa con la esperanza de encontrar algo que nos ayudara,
en su mano sostiene el zapato y unos Jazmines que con su aroma captaron su atención.
Con su rostro entristecido murmura Mark… Quisiera encontrar una solución que me llevara al
lugar donde se encuentra Katia, con un brillo que iluminó la habitación donde estaban los
Jazmines empezaron a cambiar su tamaño y el olor se tornaba cada segundo más y más fuerte,
impactado, Mark grita: ¡Los Jazmines son mágicos!, encontré la solución…
De su mano, suelta el zapato que sostenía, para así agarrar los Jazmines
Con los Jazmines en sus manos y ya para darle fin a todo y nuestras vidas vuelvan a ser como las
de antes, ella conmigo y lo demás en su lugar.
Sobre su cama despertamos y recordamos ese día como uno, donde la curiosidad nos ganó y que
sin embargo fue una de las mejores experiencias jamás contadas.