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Los últimos tiempos, el espectro político del país se ha movido de manera tal que poco queda
de los partidos que disputaron la segunda vuelta electoral del 2016. Ex presidentes y líderes
políticos enfrentan hoy sendos juicios por corrupción, el Congreso vive la peor
deslegitimación de su historia lo mismo que el poder judicial y el ministerio público. La crisis
de régimen ha desnudado la podredumbre de la clase política que se ha turnado el poder
desde 1990 y son cada vez más las y los peruanos que consideran necesario empujar cambios
profundos.
En efecto, superar la crisis requiere llevar adelante cambios y en esa línea los distintos grupos
y actores políticos configuran ya algunas salidas. Los sectores (neo) liberales aliados a grupos
de poder empresarial, temerosos de que peligre el sistema que tantos beneficios económicos
les ha dado, empujan una salida normalizadora. Vizcarra es una pieza en este juego y
probablemente otros como Julio Guzmán o Alfredo Barrenechea también lo sean,
prometiendo algunas reformas cosméticas, pero manteniendo lo sustancial del modelo. Otra
salida es la que alienta la derecha más bruta, esa que clama por un Bolsonaro local y pretende
mostrarse como una propuesta de normalización basada en la imposición de la mano dura, la
defensa de la religión, la exacerbación del machismo, la xenofobia y la defensa de los
privilegios de los ricos de siempre.
Tal como se mencionó, afirmar una salida democratizadora, requiere en primer término
congregar una mayoría social con capacidad de politizarse y movilizarse. En tal sendido, es
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Socióloga, docente de la Facultad de ciencias sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. o
importante asumir que la fragmentación social se mantiene. Factores como el conflicto
armado interno, el clientelismo fujimorista, la crisis del sindicalismo y la penetración de
lógicas individualistas han socavado profundamente la capacidad de movilizar la indignación
de los sectores populares. Si bien en esta crisis el descontento fue latente y se desarrollaron
varias movilizaciones, estas carecieron de cohesión y contundencia…en medio del desmadre
nacional vivido el 2018, el desarrollo de movilizaciones masivas, politizadas y coordinadas
hubiera inclinado el escenario hacia salidas destituyentes, empujando, por ejemplo, un
adelanto de elecciones, el cierre del Congreso e incluso una posible convocatoria a Asamblea
Constituyente. Pero eso no ocurrió y esta mayoría socio política se encuentra todavía en (re)
construcción, dependiendo su fortalecimiento de enlazar distintas experiencias. Es un
momento clave para que las organizaciones y las personas descontentas con la voracidad del
neoliberalismo se encuentren y aporten a la conformación de una nueva mayoría popular,
que se nutra de la diversidad de tradiciones y demandas presentes en los sindicatos, las
comunidades que defienden sus territorios, las mujeres, las diversidades sexuales, los pueblos
indígenas, los colectivos ciudadanos etc.
¿Cómo construir esa mayoría político social que permita afirmar una salida popular,
democratizadora y anti neoliberal a la crisis? ¿Cuál debería ser el instrumento político que
dote de representación a esa mayoría y dispute el gobierno? Antes que ensayar respuestas
infalibles debe quedar claro que se trata de procesos concurrentes pues articular una mayoría
socio política fortalece las posibilidades de consolidar un instrumento político electoral con
opciones de ganar y viceversa. Construir esta nueva mayoría hegemónica requiere que
organizaciones sociales y fuerzas políticas se encuentren en esta doble tarea, articulando las
demandas sociales desde abajo, politizando el descontento, reconstruyendo el tejido social,
generando dinámicas militantes y también consolidando una alternativa electoral. En esta
línea las organizaciones comprometidas con la transformación del orden neoliberal
convocaron al Encuentro Nacional de organizaciones políticas de izquierda en Huancayo.
La noticia del Encuentro de Huancayo fue recibida con severas críticas desde distintos
ámbitos del espectro político nacional. La mayoría de analistas y opinólogos coincidían en
augurar un (nuevo) fracaso y una muestra más de la falta de rumbo de la izquierda peruana.
Desde algunos sectores progresistas las críticas enfatizaban en la larga trayectoria de
esfuerzos fallidos emprendidos por las izquierdas para armar frentes electorales que
negociaban la composición de la plancha electoral y pronto acababan por estallar debido al
sectarismo y ataques caudillistas. Desde las derechas, las críticas alertaban más bien del
peligro que representaba este conclave de izquierdistas dispuestos a complotar para acabar
con el modelo económico que tanto bienestar les ha traído. Tampoco todos los actores
políticos del campo de las izquierdas estuvieron de acuerdo con el Encuentro. No asistió
Yehude Simon, líder de Juntos por el Perú, la otra coalición con inscripción partidaria
posiblemente simpatizante con alianzas más al centro, tampoco el presidente regional de
Puno Walter Aduviri ni el Frente Amplio de Marco Arana que ni siquiera respondió la carta
de invitación enviada.
Vistos los acontecimientos hasta aquí, conviene valorar el Encuentro de Huancayo como un
paso de varios por caminar, resaltando su importancia como espacio de encuentro con gran
potencial para convocar y articular esa mayoría popular que excede las izquierdas pero que
las contiene de manera central. En esa línea es que debe continuar sumando, asumiendo que
esa potencialidad no radica en la suma de siglas sino en la ampliación del marco de
resonancia, donde lo que se multiplica y refuerza es el acumulado articulador de cada fuerza.
No se trata de insistir en la fórmula de unidad izquierdista ensayada en los 70; esa unidad
estilo frentista donde estructuras orgánicas ideologizadas se juntaban bajo el paraguas de un
frente negociando el orden de la participación electoral fracasó. Hoy los tiempos son otros,
otros los protagonistas y las claves de articulación también. Antes que proclamar una plancha
presidencial o competir en radicalidad y/o pureza, lo que se necesita es avanzar en diálogos
que sienten las bases de una gran plataforma social, política y ciudadana, que sume a la
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Ver documento en:
https://drive.google.com/file/d/14KVGMLiIo00nVQwE7E1yiqTrCisYQqVB/view?fbclid=IwAR3HguMn2yXrxg_
LDM-mMewj3bTUck7lqVYS9W5uY9CN0wTIGL4r4CDvTgc
mayoría necesaria para ganar las elecciones, generar un proceso constituyente y sostener ese
proceso de cambio. En tal sentido, el Encuentro de los Pueblos el 16 de febrero en Lima será
otro hito clave, pues además de organizaciones políticas convoca a movimientos sociales,
colectivos culturales, feministas, frentes de defensa locales y sindicatos. Todas estas
organizaciones han sido y son fundamentales en la impugnación al neoliberalismo y pese a
su debilidad y fragmentación, son indispensables como motor de movilización y politización,
siendo un eje clave para ampliar y articular esa trama de múltiples tejidos que configure el
nuevo bloque histórico para el Perú del bi centenario.