Está en la página 1de 21

Ficha técnica

La joven María Antonieta


Película

Titulo: La joven María Antonieta


Directora: Sofía Coppola
País: Estados Unidos, Francia, Japón
Año: 2006
Duración: 123 minutos
Producción: Sofia Coppola, Ross
Katz Guión: Sofia Coppola
Fotografía: Lance Acord
Montaje: Sarah Flack
Vestuario: Milena Canonero
Reparto: Kirsten Dunst, Jason Schwartzman, Judy Davis, Rip Torn, Rose Byrne, Asia
Argento, Molly Shannon, Shirley Henderson, Danny Huston, Marianne Faithfull, Aurore
Clement
Premios:
2006: Oscar: Mejor vestuario

Sinopsis:
La película está inspirada en la biografía histórica Marie-Antoinette: The Journey de Antonia
Fraser. Trata sobre la vida de la reina de Francia en el siglo XVIII. Narra el período en la
vida de María Antonieta de Austria comprendido desde su llegada a la corte de Versalles
hasta la caída del régimen monárquico con la Revolución francesa. A los 14 años de edad,
María Antonieta es alejada de su familia y de sus amigos en Viena, despojada de todas sus
posesiones y abandonada en el mundo sofisticado y decadente de Versalles, la magnífica
corte real cerca de París. María Antonieta es un simple peón en un matrimonio concertado
para solidificar la armonía entre dos naciones. Su esposo adolescente, Luis (Jason
Schwartzman), el Delfín, es el heredero al trono de Francia. Pero María Antonieta no está
preparada para ser el tipo de regente que espera el pueblo francés. Bajo todo su lujo, ella
es una joven protegida, asustada y confundida, rodeada de pérfidos detractores, falsos
aduladores, titiriteros y chismosos. Atrapada por las convenciones de su condición en la
vida, María Antonieta debe encontrar la forma de encajar en el mundo complejo y traicionero
de Versalles.
A sus males se añade la indiferencia de su nuevo marido, Luis. Asombrosamente, su
matrimonio no se consumó en siete años. El tímido futuro rey resulta ser un desastre como
amante, desatando graves preocupaciones (e incesantes cotilleos) porque María Antonieta
nunca llegue a tener un heredero.
Abrumada y angustiada, María Antonieta busca refugio en la decadencia de la aristocracia
francesa y en una aventura secreta con el seductor conde sueco, Hans Axel von Fersen.
Sus indiscreciones pronto están en boca de toda Francia.
Tanto si es idealizada por su estilo impecable o vilipendiada por estar imperdonablemente
fuera del alcance de sus súbditos, la reacción hacia María Antonieta siempre es extrema.
Sin embargo, poco a poco, a medida que va madurando, va encontrando su sitio como
esposa, madre y reina — para terminar trágicamente en una revolución sangrienta que
altera Francia para siempre, y con ello va un cambio para el mundo en tanto es el inicio del
capitalismo.

1
Federación Internacional de Mujeres Universitarias
Federación Mexicana de Universitarias
Universidad Nacional Autónoma de México
Museo de la Mujer
Bolivia 17 Centro Histórico, Ciudad de México.
Cine-Club de Género, 14 de abril de 2015

La joven María Antonieta

Mtra. Delia Selene de Dios Vallejo♣♥

Esta película aborda la vida de María Antonieta, en la época en la que es prometida


al futuro rey Luis XVI.

Esta recreación de la vida de María Antonieta en Versalles, al margen de las


magníficas vistas en planos generales del lugar, el suntuoso diseño de vestuario y
la lujosa ambientación de interiores, resulta una auténtica aportación
cinematográfica.

El cine de Sofía Coppola busca con tono grave y enorme ambición la indagación
psicológica de sus personajes, principalmente femeninos y con apuntes puntuales
de humor. Utiliza el contexto físico y personal que rodea a los mismos, a fin de que
sea una bulliciosa Tokyo o una pequeña comunidad represora.

En esta ocasión nos lleva a Versalles, preciosa localización donde se halla la vida
de una María Antonieta del siglo XVIII tratada aquí con actitudes de adolescente
caprichosa californiana de siglo XXI.

Con solo 14 años, María Antonieta de Habsburgo es enviada a Francia para ser
casada con el heredero del trono francés, el futuro Luis XVI, como manera de
afianzar las relaciones entre los dos países. La joven reina pronto se sentirá
descolocada en el opresor ambiente de Versalles.

La María Antonieta de Sofía Coppola podría ser cualquier adolescente, de este siglo
o cualquier otro, oprimida por unas costumbres que no comprende. La película trata
de ofrecer una imagen del personaje en la que cualquier joven de nuestro tiempo
pueda verse reflejada (en parte, hasta los hombres pueden verse reflejados).


Catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-­­UNAM
*Secretaria General de la Unión Nacional de Mujeres MexicanasAsociación Civil.

Se agradece el apoyo de las licenciadas: Eva Calderón, Eurídice Román de Dios, Adriana Romo Sotres,
Pamela Jiménez Romo y Rosalinda Cuéllar Celis.

2
Utilizada como un peón en un juego entre naciones, obligada a actuar de una
manera que le resulta extraña y ridícula, la joven se sentirá aislada, oprimida e
incomprendida, como cualquier adolescente de hoy en día. Su personalidad quizá
quede poco definida, pero es suficiente para entender todas las acciones del
personaje y para identificarla con el tema principal de la película: la juventud. Sofía
Coppola no pretender retratar a una joven, sino a la juventud en sí misma.

En la película se ve como María Antonieta


nunca fue más que un medio de dar a la
corona francesa un heredero, ya que no
fue preparada para participar en la vida
política.

En lo estético, quizá la parte que más


polémica desata, la película resulta
arriesgada y diferente. El mundo de
colores pastel en donde vive la reina
contrasta con los tonos más oscuros
dominantes de las escenas de la primera
parte de la película.

Mención especial merece la banda


sonora, en tanto combina piezas clásicas
con música de grupos como New Order o
The Cure. Se dice que estas melodías no
encajan en una película ambientada en el
siglo XVIII, pero solo representan el
choque entre el espíritu juvenil de la reina
y las costumbres anticuadas de la corte francesa. Era necesaria una música que a
todos nos resultara moderna.

Es una película diferente, hay que entenderla como lo que es, una historia sobre los
sentimientos que cualquier adolescente puede reconocer como suyos: el
aislamiento, la necesidad de libertad, y la sensación de no encajar en el mundo y
de no tener un objetivo importante en la vida, más allá de lo que el mundo espera
consiga tal adolescente.

Las interpretaciones de los personajes históricos van cambiando a lo largo del


tiempo, lo vemos en los libros escritos sobre ellos y, últimamente, también queda
patente en el mundo cinematográfico. Como colofón de la trayectoria de Sofía
Coppola, María Antonieta nos presenta un nuevo concepto de cine, a caballo entre
lo histórico y lo biográfico, pero inundado de actualidad.

La mala prensa de esta película radica en aquello, es menester observar de ella;


no es lo meramente fiel a su tiempo (vestuario y ambientación), sino el sentido de
3
interpretación de la historia. Es lo que hace de María Antonieta un filme diferente.
En este caso, del conjunto de la sociedad versallesca del S. XVIII, Sofía Coppola se
ha quedado con la banalidad y el barroquismo para dar vida a los distintos
personajes.

Kirsten Dunst refleja con toda su lozanía y desparpajo juvenil ese carácter
superficial, caprichoso y anodino de María Antonieta, no muy alejado del de
cualquier adolescente del Siglo XXI. Lo que en Versalles son pasteles y ricas telas
bien podrían ser hoy el iPod y la ropa de marca. Y, respecto al resto de actores
quienes configuran el reparto, hacen un conjunto humorístico no presenciado nunca
en una película de Sofía Coppola.

Otro de los puntos atacados de María Antonieta es su desarrollo reiterativo, a


muchos se les asemeja al de una cortina publicitaria de televisión. Sin embargo, la
innegable forma cíclica de las escenas, no es ni más ni menos que el propio
transcurrir de los días en Versalles, protocolario y aburrido. La adaptación de María
Antonieta a esta sociedad real se ve muy clara en el acortamiento de los planos
cada vez que se repite la parafernalia cotidiana, siendo cada nuevo bis más
caricaturesco.

Cuando el pueblo de Versalles dijo que no tenían pan que comer, su reina, María
Antonieta les contestó: “Pues coman pastel” Interesante metodología la de Sofía
Coppola al evocar al lirismo de la superficialidad, la ridiculez de la vanidad y sobre
todo, intentar plasmar el sufrimiento de una mujer desde el ángulo más banal.

Bien podemos investigar, que la reina María Antonieta no fue la líder más sensata
en la historia de la nobleza francesa, sus actos libertinos y banales le trajeron como
consecuencia el repudio de su pueblo, así como los comentarios más
escandalizados y una reputación poco apremiante para alguien de tal alcurnia.

Con esta producción despampanante en cuanto a su dirección artística, el


maquillaje y un vestuario despertando la envidia de casi cualquier producción del
mismo corte, es evidente el camino que pretende tomar la directora, Sofía
Coppola, al mostrarnos obstinadamente cada detalle portentoso, que rodeaba a
esta gran personalidad; ocupándose de lo visual y alejándose del libreto, cae en un
abismo narrativo del cual es responsable la misma directora, quien sin mucho
ímpetu, es también la guionista. Dando como resultado un decadente guión y sin
mucho meollo, un triste y mustio tratado de su protagonista. Triste por utilizar un
personaje como lo fue María Antonieta y llevarlo a los confines, no del escándalo,
sino del aburrimiento, siendo irónico que un personaje tan controvertido, sea
adaptado de manera desangelada y poco dinámica; mustio porque los sentimientos
más profundos y las acciones más cuestionadas del personaje quedan poco
definidas, es un esbozo lo que se nos ha de mostrar en pantalla, evitando la empatía
y desperdiciando aquel auge de feminidad por el cual es reconocida María
Antonieta.

4
Podemos apreciar en poco
más de dos horas como la
protagonista sufre, se siente
ridícula y de una instancia a
otra se prueba un vestido y
come una golosina, se
prueba otro vestido y come
un colorido postre, ahora se
aburre, después piensa en
que un vestido más le haría
feliz, poco después razona
indudablemente: el vestido,
sin algunas joyas no es
nada, preciso tener joyas,
mientras esperamos

comamos un pastel y calcémonos unos veinte pares de zapatos, disfrutemos de las


plumas en el gran peinado y del nacimiento de la ropa de marca; aún quienes nos
deleitamos en ciertas excentricidades superficiales, nos sentimos sobrecargados,
sencillamente es demasiado.

También es paradójico que la trama se torne insustancial, siendo una adaptación


del libro de Antonia Fraser: “María Antonieta. La última reina”, escrito que sugiere la
reivindicación de este personaje y la aclaración de varios eventos en su vida,
mediante la correspondencia que tenía con su madre María Teresa I, abre camino
a un panorama distinto y convincente.1
María Antonieta

Nació en Viena en el año 1755 y


murió en París en 1793. Reina de
Francia. Hija de los emperadores de
Austria, Francisco I y María Teresa,
contrajo matrimonio en 1770 con el
delfín de Francia, Luis, quien subió al
trono en 1774 con el nombre de Luis
XVI. Mujer frívola y voluble, de gustos
caros y rodeados de una camarilla
intrigante, pronto se ganó fama de
reaccionaria y despilfarradora. Ejerció
una fuerte influencia política sobre su
marido (al

1
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3271.html

5
que nunca amó), ignoró la miseria del pueblo y, con su conducta licenciosa,
contribuyó al descrédito de la monarquía en los años anteriores a la Revolución
Francesa.

Pero quizá lo más resordado de María Antonieta es su dramático final: detenida


junto con el rey y otros nobles cuando trataban de huir de París, fue juzgada por el
Tribunal Revolucionario y condenada a morir en la guillotina. A las diez y media de
la mañana del día 16 de octubre de 1793, el pintor David, cómodamente instalado
en la terraza del café La Régence, en la parisina calle de Saint-Honoré, realizó un
apunte del natural de la reina María Antonieta camino del patíbulo. La llevaban
sentada en una carreta e iba a ser ejecutada en la guillotina tras más de un año de
calvario. El dibujo presenta a la reina como un fantoche patético tocado con una
ridícula cofia de fámula bajo la cual asoman unos mechones de pelo lacio. En sus
labios, crispados por la agonía, se muestra aún un orgullo que parece desafiar a la
plebe. Es un apunte cruel, en donde el artista quiso desposeer a su víctima de todo
residuo de esplendor o hermosura, mostrando en ella la fiera cautiva quien ya no
podría ejercer más sus perversidades. Para la multitud que la contempló ese día,
María Antonieta era la encarnación del Mal; para muchos otros fue una reina mártir
y un símbolo de la majestad y la entereza. Aquel despojo que David vio pasar rumbo
al cadalso había sido, sin duda, una de las reinas más bellas de Europa y la más
primorosa joya de Francia.

Desde su nacimiento en 1755, María Antonieta Josefa Ana de Austria, más conocida
como María Antonieta de Austria, había vivido sumergida en la suntuosidad de la
corte vienesa, rodeada de atenciones y ternura. Su padre, el emperador Francisco
I, la adoraba. La emperatriz María Teresa, como el país entero, estaba embelesada
con su hija y no podía negarle ningún capricho. Sus dos diversiones preferidas eran
jugar con sus numerosos hermanos por los jardines del palacio de Schoenbrunn y
esconderse de sus maestros. El compositor Gluck apenas consiguió hacer de ella
una ejecutante mediocre de clavecín, y sus profesores de idiomas sólo lograron que
hablara francés bastante mal y que se expresara en alemán correctamente, pero
nunca pudieron enseñarle ortografía, porque la princesa se ponía triste y los
desarmaba con encantadores mohínes.

A los 12 años supo que iba a ser reina de Francia. Su madre se dispuso a hacer de
ella una perfecta princesa parisina y le asignó dos expertos quienes se ocuparan a
fondo de la futura cabeza real: un preceptor eclesiástico y un ilustre peluquero. El
primero debía reforzar su fe y su francés; al segundo se le encomendó la no menos
delicada misión de edificar en la cabellera de la infanta una versallesca torre dorada
llena de bucles. Una semana después, ambos se confesaron derrotados. El
preceptor aseguraba que María Antonieta poseía un cerebro ingenioso y despierto,
pero rebelde a toda instrucción; el peluquero no podía culminar su obra debido a la
frente demasiado alta y abombada de la joven.
6
A los 14 años, cuando se casó con el
duque de Berry, entonces Delfín y
futuro rey Luis XVI, María Antonieta
era ya una deliciosa muchacha
espléndidamente formada, con un
exquisito rostro oval, un cutis de
color entre el lirio y la rosa, unos ojos
azules y vivos capaces de condenar
a un santo, un cuello largo, esbelto y
un caminar digno de una joven diosa.
Para el gusto francés, sólo su boca,
pequeña y dotada del desdeñoso
labio inferior de los Habsburgo,
resultaba desagradable. El escritor
inglés Horace Walpole, que apreció
sus encantos durante la celebración
de una boda, escribió: "Sólo había
ojos
para María Antonieta. Cuando está de pie o sentada, es la estatua de la belleza;
cuando se mueve, es la gracia en persona. Se dice que, cuando danza, no guarda
la medida; sin duda, la medida se equivoca..."

El matrimonio con el futuro rey de Francia fue bendecido el 16 de mayo de 1770.


Hubo fastos, desfiles, grandiosas fiestas y solemnidades. Poco después, por la
noche, no hubo nada. Al menos eso consignaría el Delfín en su diario en la mañana
del día 17: "Rien." Una sola y enojosa palabra que seguirá escribiendo durante siete
años, hasta que ella tenga el primero de sus cuatro hijos. María Antonieta, vital y
poco inclinada a la santidad, se aburría soberanamente con su esposo y pronto
comenzó a salir de incógnito por la noche, oculta tras la máscara de terciopelo o el
antifaz de satén, y a resarcirse con algo más que simples galanterías.

Reina de Francia

En cuanto al Delfín, era robusto y bondadoso, pero también débil y no demasiado


inteligente. Convertido en Luis XVI a los 20 años, María Antonieta escribirá a su
madre: "¿Qué va a ser de nosotros? Mi esposo y yo estamos espantados de ser
reyes tan jóvenes. Madre del alma, ¡aconseja a tus desgraciados niños en esta hora
fatídica!". María Antonieta pronto se convirtió en símbolo escandaloso de la más
licenciosa corte de Europa. Trataba de agradar y de obrar con acierto, pero no lo
conseguía.

Sus faltas, exageradas por la opinión pública y considerada como ejemplo vivo del
desenfreno de la corte, no fueron otras que su desprecio a la etiqueta francesa, sus
extravagancias y la constante búsqueda de placeres en el fastuoso grupo del conde
de Artois, así como sus caprichosas interferencias en los asuntos de Estado para
encumbrar a sus favoritas. Derrochadora, imprudente y burlona, la prensa

7
clandestina comenzó a pintarla como un ser depravado y vendido a los intereses de
la casa de Austria. La calumnia salpicaba su trono, siendo exagerada hasta el
paroxismo por los libelos de la Revolución. Según los panfletos, la lista de sus
amantes era interminable y sus excesos dignos de una Mesalina. Pronto fue
conocida entre el pueblo con el despectivo mote de "la austríaca".

En 1785, un nuevo escándalo atribuido a su codicia vino a deteriorar su ya más que


vapuleada fama. Todo el asunto giró alrededor de la más rica joya de la época. El
célebre collar, realizado por los mejores orfebres de París para madame
Du Barry, favorita del rey Luis XV, era una pieza insuperable. Sus más de mil
diamantes, rubíes y esmeraldas parecían haber sido forjados pacientemente por los
dioses en las entrañas de la tierra con el único fin de recibir la caricia del oro en un
lugar preciso de la joya. Muerta la Du Barry antes de que se diera fin a la obra, la
condesa de La Motte, aventurera que servía en la corte y pertenecía al círculo del
tenebroso conde Cagliostro, embaucó al cardenal Louis de Rohan, rico y disoluto
cortesano caído en desgracia, haciéndole creer que María Antonieta deseaba
obtener el magnífico collar y que, no disponiendo del dinero suficiente, estaba
dispuesta a firmar un contrato de compra si él lo garantizaba.

El cardenal, deseoso de congraciarse con María Antonieta, se entrevistó con quien


creía que era la reina, suplantada por una bella joven apellidada d'Oliva, accedió a
su petición y el 1 de febrero de 1785 el collar fue trasladado a Versalles. Pero no
llegó a manos de la reina, sino que por una sucesión de intrigas fue a parar a la
condesa de La Motte, que desapareció de París con su marido y se dedicó a vender
afanosamente las gemas por separado. Una vez descubierta la estafa, la condesa
aseguró ser favorita íntima de María Antonieta y esgrimió unas cartas
comprometedoras de la reina falsificadas. María Antonieta fue acusada de intrigante
y ambiciosa, aunque el juicio demostró su inocencia, la campaña política orquestada
para desprestigiarla tuvo éxito. El cardenal de Rohan fue desterrado, la condesa de
La Motte azotada públicamente y su esposo condenado a galeras, pero el castigo
ejemplar no pudo borrar el nuevo baldón que había caído sobre la honorabilidad de
la reina.

La Revolución

La caída de la monarquía se fraguó en pocos meses. Ni Luis XVI ni María


Antonieta comprendieron el carácter de los cambios que se avecinaban, provocando
así su propia ruina. Ya no había posibilidades de reconciliación entre el pueblo y el
rey. El intento de huida de los monarcas no hizo sino acentuar esta ruptura y
patentizar que el país había dado la espalda a la corona.

El conde sueco Axel de Fersen, amante fidelísimo de María Antonieta, se encargó


de preparar el plan de fuga con un grupo de selectos y secretos monárquicos. La
familia real debía huir de París saliendo de las Tullerías durante la noche por una
puerta falsa y dejando una proclama de acentos tradicionales dirigida al pueblo de
París: "Volved a vuestro rey; él será siempre vuestro padre, vuestro mejor amigo."
Sólo consiguieron llegar hasta Varennes, donde fueron reconocidos y detenidos.

8
Cuando Luis XVI leyó el decreto que le obligaba a regresar, dijo: "Ya no hay rey en
Francia". La Asamblea Legislativa no tuvo más remedio que someterse a cabecillas
revolucionarios como Robespierre y Danton. No se pudo evitar el asalto por las
masas de la residencia real, arrebató los poderes al rey y permitió que fuese
encarcelado en la torre del Temple. Después, para la realeza, no quedaba sino un
trágico epílogo.

María Antonieta acompañó a


su esposo a la prisión
haciendo gala de un valor
que ennobleció su figura,
rayana luego en el heroísmo
al aceptar con patética
serenidad la separación de
sus hijos y la ejecución de su
esposo en enero de 1793.
Trasladada a la Conciergerie
siete meses después y
encerrada en una celda sin
luz ni aire, sin abrigo,
vigilada en todo momento
por guardias muchas veces
borrachos, sus nervios
estuvieron a punto de
quebrarse en vísperas del
juicio. Pero resistió.

Durante el proceso intentó defenderse con sus últimos restos de dignidad, contestó
en términos que confundieron a sus crueles enemigos y, ante la acusación suprema
de haber corrompido a sus hijos, guardó primero silencio y luego, dirigiéndose hacia
el público, exclamó: "¡Apelo a todas las madres que se encuentran aquí!" Las
deliberaciones del tribunal duraron tres días y tres noches, siendo por fin declarada
culpable de alta traición como "viuda del Capeto". El 16 de octubre de 1793, a media
mañana, sería exhibida en carreta por París ante los ojos de la multitud y de
Jacques-Louis David, "el pintor de la Revolución".

Ninguna imagen más expresiva ni más elocuente del enorme cambio que se había
operado en ella que su famoso dibujo: no hay parecido alguno entre aquella ruina
humana que marcha al encuentro de su destino y la mujer que había sido, según
apreciara Walpole; la elegancia personificada. Luego subiría lentamente los
peldaños del cadalso, redoblarían los tambores, caería la cuchilla y la cabeza
ensangrentada, asida por los cabellos por uno de los verdugos, sería mostrada a la
multitud vociferante.2

2
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maria_antonieta.htm

9
Respecto al papel de las mujeres en la revolución francesa la investigadora inglesa
Linda Kelly escribe lo siguiente:

“Oh mi pobre sexo”, escribió la dramaturga feminista Olympe de Gouges, “¡Oh,


mujeres que nada obtuvieron de la revolución!” En 1789 la Declaración de los
Derechos del Hombre ofreció a las mujeres un fugaz momento de esperanza ante
la posibilidad de que sus cláusulas las incluyesen también. (La Declaración de los
Derechos de la Mujer de Olympe de Gouges en 1793 fue la expresión de esa
esperanza.) El mismo año de 1789 las mujeres que marcharon sobre Versalles
obligaron al rey y a la familia real a retornar a París. En las escenas tumultuarias de
la Revolución, en que el número tenía fundamental importancia, durante breve lapso
las mujeres ejercieron profunda influencia sobre los hechos. Los clubes femeninos
y los clubes “fraternales” o mixtos, en que se aceptaba a las mujeres en condiciones
de igualdad con los hombres, suministraron una foto a las opciones femeninas
acerca de las políticas y los problemas sociales. Se trató el tema de la educación
de las mujeres con criterio nacional. El propósito de la educación, escribió
Condorcet en su informe acerca del tema de la Convención, era “ofrecer a todos los
individuos de la raza humana los medios que les permitiesen atender sus
necesidades, garantizar su bienestar, conocer y ejercer sus derechos y comprender
y cumplir sus deberes”.

Hacia finales de 1793 las luminosas esperanzas de la Revolución se habían


apagado. Condorcet, el defensor de las mujeres, no solo en sus opiniones acerca
de la educación sino en su reclamo del sufragio femenino, con la obra Sur
I’admission des femmes au droit de cité, vivía oculto; se había desechado como una
quimera la idea de la igualdad de oportunidades para las mujeres en la educación.
Olympe de Gouges; había tentado el destino cuando propuso comparecer en
defensa del rey en el juicio que promovió, había terminado en el patíbulo. Se habían
clausurado los clubes femeninos y se negaba el derecho a reunirse en las calles.
La multitud, tan fundamental en las primeras etapas de la Revolución, era una
amenaza para el gobierno que ella misma había contribuido a elevar. En adelante,
las mujeres podían ser las diosas de la Razón; pero ya no podían interferir en la
vida pública.

La cuestión de los derechos de las mujeres, formulada brevemente en la Revolución


y olvidada durante la mayor parte del siglo que siguió, nunca fue un tema importante
para mayoría de las mujeres contemporáneas. (Sería necesario esperar hasta 1946
para que se instituyese el voto femenino en Francia.) Las personas que, como
Madame de Stael y Madame Roland, poseían la autoridad y la jerarquía necesarias
para gravitar sobre ideas, no abogaban por las restantes miembras de su sexo.
Apasionadamente interesadas por el poder, preferían ejercerlo entre bambalinas, y
negando –no siempre de manera convincente- todo lo que sugiriese que ellas
mismas tenían ambiciones políticas. Olympe de Gouges y otras, disminuidas por su
falta de educación y su equívoca condición social, nunca tuvieron verdadera
oportunidad de ser escuchadas.
10
En 1854 Michelet publicó su obra Femmes de la Révolution, una galería de retratos
–“quelques héroines, quelques femmes plus ou moins célébres”-
Recopilada y ampliada a partir de su historia de la Revolución Francesa. Fue el
primer intento serio de examinar la participación de las mujeres compartiesen la
responsabilidad política con los hombres. “No tenemos la culpa”, escribió, “de que
la naturaleza haya creado a las mujeres, si no débiles, por lo menos dolientes,
sujetas a males periódicos, criaturas inapropiadas a causa de constitución irregular
para asumir las funciones de las sociedades políticas.”

Las opiniones de Michelet reflejaban los prejuicios contemporáneos; no habían


cambiado mucho comparados con los que prevalecían sesenta años antes. Solo a
fines del siglo XIX Leopold Lacour, en su libro Trois Femmes de la Révolution, aportó
la primera versión detallada y favorable del movimiento feminista, expresado en las
figuras de Olympe de Gouges, Théroigne de Méricourt y Claire Lacombe, jefa del
club femenino más influyente de la Revolución, el de las Républicaines
Révolutionnaires. Despues, y sobre todo los últimos años, hubo una serie de
estudios importantes del papel de las mujeres en la Revolución, y sobre todo Les
Femmes et la Révolution de Paule Marie Duhet, y Women in Revolutionary Paris,
selección de documentos, traducidos con notas y comentarios de Darline Gay Levy
y otros. Son fuentes valiosísimas; la historia del feminismo en la Revolución, confusa
y en definitiva fracasada, ha sido uno de mis temas conexos.

Pero mi principal interés se ha centrado en los individuos. Los hechos notables


destacan la acción de los caracteres notables, y, como dijo Carlyle, a todos los
hombres les agrada conocer a los hombres, y en este caso a las mujeres que son
sus semejantes, y verlos en situaciones singulares. En cada etapa de la revolución,
las mujeres, en medida mayor o menor, tuvieron que ver con los hechos principales.
Sus experiencias, a menudo trágicas, a veces heroicas, iluminan la historia del
periodo y en ocasiones revelan el destino general de las mujeres de la época.

La lista de personajes en la Revolución Francesa es enorme, “peor que en una


novela rusa”, dijo Lord Clarck. Incluso en el sector de las mujeres la nomina es
considerable. Siguiendo el hilo fundamental de la cronología de la Revolución, he
concentrado la atención en las que, por lo menos el principio, dispensaron simpatía
a los propósitos revolucionarios. Así, la reina, para los fines que importan en este
estudio aparece únicamente en relación con los restantes personajes; el heroísmo
de la princesa de Lamballe, el martirologio de las monjas carmelitas, no aparecen
en esta narración. La única excepción es Madame de la Tour du Pin: una aristócrata
sin pretensiones políticas, cuyas memorias aportan Fascinantes visiones de
algunos de los momentos decisivos de la Revolución y de la reacción cada vez más
intensa que ella manifestó frente a estas situaciones dramáticas.

Otros personajes abarcan el espectro revolucionario. Madame de Stael se unió con


los aristócratas liberales, entre ellos Narbonne y Talleyrand, que deseaban una
monarquía constitucional para Francia. Madame Roland fue la inspiración de

11
los girondinos, y una republicana que quedo en camino, desbordada por el
fanatismo de la izquierda. Thérésia Cabarrus, que se vio afectada por el Terror a
través de su amante Tallien, se salvó de la guillotina gracias al derrocamiento de
Robespierre; cuando abandonó la prisión, fue saludada con la denominación de
Notre Dame de Termidor. Théroigne de Méricourt fue la encarnación legendaría de
la multitud. Su figura, con su traje de montar escarlata, relampaguea en las escenas
multitudinarias de la Revolución, y fue evocada por Baudelaire en una cuarteta
memorable:

Avez vous vu Théroigne, amante de carnege,


Excitant a l’assaut un peuple sans souliers,
Le joue et l’oeil en feu, jouant son personage,
Et montant, sabre au poing, les royaux escaliers.

(Habéis visto a Théroigne, la que ama la massacre,


Convocando al ataque a su pueblo descalzo,
La mejilla y los ojos encendidos, representando su papel, Y
ascendiendo, con el sable en la mano, la escalinata real.)

Olympe de Gouges fue la heroína de los derechos de las mujeres. Charlotte Corday
ocupó brevemente el centro de la escena, y alcanzó la inmortalidad y la muerte
cuando asesino a Marat. Finalmente, Josefina de Beauharnais, que no fue una
heroína sino una sobreviviente, pasó el terror y la cárcel para convertirse en figura
destacada de la sociedad corrupta y amante de los placeres que surgió después de
la caída de Robespierre. Su matrimonio con Bonaparte, poco antes de que el
partiese a Italia, de hecho clausura la historia de la Revolución y da paso a la era
napoleónica.3
Sobre el libro de María Antonieta de Stefan Zweig

Stefan Zweig escribe la biografía de María Antonieta, la cual aporta sobre todo
lectura de datos que ningún historiador del mundo podría aportar. Zweig presenta
de una manera amena y fluida todos los porqués del carácter de una mujer que vivió
persiguiendo el hedonismo dentro de una jaula de oro. Desde su llegada a
Versalles y exponiendo sus carísimas diversiones financiadas con dinero público.

A continuación la introducción del libro:

Escribir la historia de la reina María Antonieta es volver a abrir un proceso más que
secular, en el cual acusadores y defensores se contradicen mutuamente del modo
más violento. Del tono apasionado de la discusión son culpables los acusadores.
Para herir a la realeza, la Revolución tenía que atacar a la reina, y en la reina, a la
mujer. Ahora bien, veracidad y política habitan raramente bajo el mismo techo, y allí
donde se traza una imagen con fines demagógicos, es de

3
Kelly, Linda. Las Mujeres de la Revolución Francesa. Ed. javier vergara editor. Buenos Aires, 1989.Pp. 9-­­13

12
esperar poca rectitud de los siervos complacientes de la opinión pública. No se
ahorró ninguna difamación contra María Antonieta, ningún medio para llevarla a la
guillotina: todo vicio, toda depravación moral, toda suerte de perversidad fueron
atribuidos sin vacilar a la louve autrichienne , a la loba austriaca, en periódicos,
folletos y libros: hasta en la propia morada de la justicia, en la sala del juicio,
comparó el fiscal, patéticamente, a la «Viuda Capeto» con las viciosas más célebres
de la historia, con Mesalina, Agripina y Fredegunda. Tanto más completo fue
después el cambio, cuando, en 1815, ascendió otra vez un Borbón al trono de
Francia: para adular a la dinastía, la figura diabólica fue repintada con los colores
más suntuosos: no hay representación de María Antonieta procedente de ese
tiempo, sin nubes de incienso ni aureola de santidad. Los cánticos de alabanza
suceden a los cánticos de alabanza, la intangible virtud de María Antonieta es
defendida airadamente: su espíritu de sacrificio, su magnanimidad, su heroísmo
inmaculado, son celebrados en verso y en prosa, y un velo de anécdotas
abundantemente impregnadas en llanto, tejido, en general, por aristocráticas
manos, envuelve el transfigurado semblante de la reine martyre , de la reina mártir.

Aquí, como en la mayoría de los casos, la verdad psicológica viene a encontrarse


entre los dos extremos. María Antonieta no era ni la gran santa del monarquismo,
ni la perdida, la grue , de la Revolución, sino un carácter de tipo medio: una mujer
en realidad vulgar; ni demasiado inteligente ni demasiado necia; ni fuego ni hielo;
sin especial tendencia hacia el bien y sin la menor inclinación hacia el mal; el
carácter medio de mujer de ayer, de hoy y de mañana; sin afición hacia lo
demoníaco ni voluntad de heroísmo, y, por tanto, a primera vista, apenas personaje
de tragedia. Pero la Historia, ese gran demiurgo, en modo alguno necesita un
carácter heroico como protagonista para edificar un drama emocionante. La tensión
trágica no se produce sólo por la desmesurada magnitud de una figura, sino que se
da también, en todo tiempo, por la desarmonía entre una criatura humana y su
destino. Se presenta dramáticamente cuando un ser humano superior, un héroe, un
genio, se encuentra en pugna con el mundo que lo rodea, el cual se muestra como
demasiado estrecho, demasiado hostil hacia la innata misión a que aquél viene
destinado -así, Napoleón ahogándose en el diminuto recinto de Santa Elena, o
Beethoven prisionero de su sordera-; en términos generales, es el caso de toda gran
figura que no encuentra su medida y su cauce.

Pero también surge lo trágico cuando a una naturaleza de término medio, o quizá
débil, le toca en suerte un inmenso destino, responsabilidades personales que la
aplastan y trituran, y esta forma de lo trágico hasta llega quizás a parecerme la más
humanamente impresionante. Pues el ser humano extraordinario busca, sin saberlo,
un destino extraordinario; su naturaleza, de desmesuradas proporciones, está
orgánicamente acomodada para vivir de un modo heroico, o «en peligro», según la
frase de Nietzsche; desafía al mundo con la audacia de las exigencias propias de
su carácter. De modo que, en último término, el carácter genial no es irresponsable
de sus sufrimientos, porque la misión que le fue adjudicada le hace aspirar
místicamente a esta prueba del fuego para que sea extraída de él su

13
fuerza postrera; lo mismo que la tempestad a la gaviota, su poderoso destino lo
arrastra cada vez con mayor poderío y más hacia lo alto. Por lo contrario, el carácter
medio está destinado, por su natural, a una pacífica forma de vida; no quiere, no
necesita ninguna gran impresión; preferiría vivir tranquilamente y en la oscuridad, al
abrigo de los vientos y con el destino de mesurada intensidad; por eso se defiende,
por eso se espanta, por eso huye cuando una mano invisible lo lanza hacia la
agitación. No quiere responsabilidades de Historia Universal; por lo contrario, las
teme; no busca el sufrimiento, sino que le es impuesto; de fuera y no de dentro viene
lo que le obliga a sobrepasar su propia medida. A este dolor del no héroe, del
humano de tipo medio, lo considero, hasta por faltarle condiciones de visibilidad,
como no menor que el patético sufrimiento del héroe verdadero y quizás aún más
conmovedor que aquél; pues el ser humano vulgar tiene que soportarlo por sí solo,
y no tiene, como el artista, la salvación dichosa de convertir sus tormentas en obras
de arte, dándoles forma duradera.

Pero a veces el destino puede trastornar la existencia de uno de tales seres


humanos medios y, con su puño dominador, lanzarlo por encima de su propia
medianía; la vida de María Antonieta es quizás el ejemplo más claro que la Historia
nos ofrece de ello. Durante los primeros treinta años de los treinta y ocho que duró
su vida, esta mujer recorrió su camino trivial, aunque siempre en una extraordinaria
esfera; jamás, ni en lo bueno ni en lo malo, sobrepasó la común medida; un alma
tibia, un carácter corriente, y, al principio, históricamente considerada, sólo una
figuranta.

Sin la irrupción de la Revolución en su alegre a ingenuo mundo de juegos, esta


princesa de la Casa de Habsburgo, insignificante en sí misma, habría continuado
viviendo tranquilamente como centenares de millones de mujeres de todos los
tiempos; habría bailado, charlado, amado, reído; se habría adornado; habría hecho
visitas y dado limosnas; habría parido hijos, y, por último, se habría tendido
dulcemente en un lecho para morir sin haber vivido realmente según el espíritu del
mundo de su tiempo. Como reina, la habrían sepultado solemnemente, habrían
llevado luto de corte, pero después habría desaparecido por completo de la memoria
de la humanidad, como todas las otras innumerables princesas, María
Adelaidas y Adelaida Marías y las Ana Catalinas y Catalina Anas, cuyas lápidas
sepulcrales, con indiferente frialdad, se encuentran en las no leídas páginas del
Ghota. Jamás un ser humano viviente habría experimentado el deseo de inquirir
noticias acerca de su persona, de su extinguida alma: nadie habría sabido quién fue
ella realmente, y -esto es lo esencial- jamás, si no hubiese estado sometida a esta
prueba, habría sabido ni experimentado ella misma, María Antonieta, reina de
Francia, cómo era en realidad su persona. Pues forma parte de la suerte de la
desgracia del humano medio el no sentir en sí mismo ningún impulso de medir sus
capacidades; el no sentir la curiosidad de interrogarse acerca de su propio ser, antes
de que el destino le plantee la cuestión; sin utilizarlas, deja que duerman en sí sus
capacidades, que se marchiten sus propias aptitudes y que se debiliten sus fuerzas,
como músculos nunca ejercitados, antes de que la necesidad los tienda para una
real defensa.

14
Un carácter medio necesita primero ser arrojado fuera de sí mismo, para llegar a
ser todo lo que es capaz de ser acaso más de lo que sospechaba y sabía antes;
para ello, el destino no tiene otro estímulo sino la desgracia. Y lo mismo que un
artista busca intencionadamente a veces un asunto de menguada apariencia, en
lugar de uno que atraiga universalmente, para mejor mostrar su fuerza creadora,
así también el destino busca, de tiempo en tiempo un héroe insignificante para
probar que también, con una materia bronca, es capaz de obtener el efecto más alto
y, de un alma débil y mal dispuesta, una gran tragedia.

Una de tales tragedias, y de las más hermosas, de este heroísmo no querido se


llama «María Antonieta».

Pues, ¡con qué arte, con qué fuerza de invención en los episodios, en qué
inmensidad de impresionantes dimensiones universales, introduce aquí la historia,
en su drama, a esta criatura media!: ¡qué sabiamente contrapuntea los temas
accesorios en torno a esta figura principal, originariamente tan mal dotada! Con
diabólica astucia comienza por colmar de halagos a la mujer. Ya cuando niña le
regala como hogar una corte imperial: cuando adolescente, una corona: cuando
joven esposa amontona pródigamente a sus pies todos los dones de la gracia y la
riqueza y le da, además, un aturdido corazón, que no pregunta por el precio y valor
de estos dones. Durante años enteros mima y halaga con todo regalo a esta
irreflexiva criatura, hasta que sus sentidos se desvanecen en el vértigo y se hace
cada vez más descuidada. Pero si el destino ha elevado a esta mujer tan rápida y
fácilmente a las mayores cimas de la dicha, con una crueldad tanto más refinada la
deja caer después lentamente. Con melodramática ordinariez, este drama coloca
frente a frente los términos más violentamente opuestos; la arroja desde una
residencia imperial de cien estancias a un miserable calabozo, desde un trono real
a un patíbulo, desde una dorada carroza encristalada a la carreta del verdugo,
desde el lujo a la indigencia, desde la simpatía universal al odio, desde el triunfo a
la calumnia, cada vez más y más bajo, a inexorablemente hasta las profundidades
postreras. Y esta pobre, esta vulgar criatura humana, sorprendida repentinamente
en medio de sus hábitos de molicie; este poco juicioso corazón no comprende lo
que quiere hacer de él aquel poder extraño; sólo percibe un duro puño que la amasa,
una ardiente garra en su carne martirizada; esta criatura sin presentimientos,
indignada y desacostumbrada a toda cuita, se defiende y no quiere entregarse,
gime, se esconde, trata de huir. Pero con la irreflexibilidad de un artista que no ceja
antes de haber arrancado violentamente de su materia el más alto efecto y la última
posibilidad, la sabia mano de la desgracia no deja a María Antonieta antes de que
aquella alma, blanca y sin brío, haya extraído de sí dureza y dignidad a fuerza de
martillazos; antes de que toda la grandeza que estaba soterrada en su alma,
procedente de padres y otros ascendientes, no fuera forzada a hacerse sensible.
Con espanto, en medio de sus tormentos, reconoce, por fin, la transformación
operada en su ser esta castigada mujer que jamás se había interrogado a sí misma
acerca de su propia alma; precisamente entonces, cuando termina el poder exterior,
comprende que algo nuevo y grande se inicia dentro de ella, cosa que no hubiera
sido posible sin aquella prueba. «Es en la

15
desgracia donde más se siente lo que uno es»: estas palabras, medio orgullosas y
medio conmovidas, brotan de repente de su asombrosa boca; le sobreviene el
presentimiento de que, justamente por estos dolores, su vida, pobre y corriente,
sobrevivirá como ejemplo para la posteridad. Y gracias a esta conciencia de un
deber superior que realiza, su carácter crece más allá de sí mismo. Poco antes de
que se rompa su forma mortal está acabada la imperecedera obra de arte; pues en
sus últimas, en sus postreras horas de vida, alcanzó por fin María Antonieta, criatura
humana media, su magnitud trágica, llegando a ser tan grande como su destino. 4

Directora de la película
Sofía Coppola

Sofía Carmina Coppola Nació en Nueva York el 14 de


mayo de 1971.

Es la primera (mujer) directora estadounidense candidata


al Óscar a la mejor dirección.

Vida personal
Es hija del director y productor Francis Ford Coppola y
Eleanor Coppola (nacida Eleanor Jessie Neil), con lo que
tiene ascendencia irlandesa, inglesa e italiana.
Estuvo casada con el director Spike Jonze entre el 26
de junio de 1999 y el 5 de diciembre de 2003, cuando
presentaron una demanda de separación alegando
"diferencias irreconciliables". En la actualidad se
encuentra emparejada con el cantante de la banda francesa Phoenix, Thomas Mars,
con el que tiene dos hijas, Romy, llamada así en honor al hermano de Sofia, Roman,
y otra, Cosima. Es sobrina de la actriz Talia Shire y prima del actor Nicolas Cage.

Contrajo matrimonio en 2011 con el padre de sus hijas, Thomas Mars, en la tierra
de sus antepasados, Bernalda.

Carrera (Actriz)

La carrera cinematográfica de Sofia Coppola comenzó a muy temprana edad, ya


que siendo una bebé apareció en la película "El padrino". Además ha participado en
varias películas de su padre. Su papel más conocido fue el de Mary Corleone en "El
padrino. Parte III" (1990), en un papel que estaba pensado inicialmente para Winona
Ryder, pero al que una enfermedad de esta última impidió representar. Esta
interpretación recibió muchas críticas y terminó con la

4
http://www.biblioteca.org.ar/libros/131362.pdf

16
carrera interpretativa de Sofia (aunque posteriormente hizo pequeñas apariciones
en las películas "Inside Monkey Zetterland" (1992) y "Star Wars: Episodio I - La
amenaza fantasma" (1999)

Directora de cine

Su primera experiencia detrás de la cámara fue con el corto Lick the star (1998).
Posteriormente, llegaría su reconocimiento al nivel mundial con Las vírgenes
suicidas(1999) y más adelante, Lost in Translation (2003). Por esta última película
ganó el premio Óscar al mejor guión original (además de obtener otras tres
nominaciones, entre ellas la de mejor película) y tres premios Globos de Oro, entre
ellos el de mejor película en la categoría de comedia o musical. Con su nominación
a los Óscar en la categoría de Mejor dirección, se convirtió en la tercera mujer en
estar nominada en esta categoría y la primera estadounidense.
En 2006 estrena su película Marie Antoinette (película de 2006), adaptación de la
biografía de la reina de Francia escrita por la historiadora británica Antonia Fraser.
La actriz Kirsten Dunst interpreta en papel de la reina, y el actor Jason Schwartzman
(primo de la directora) interpreta el papel de Luis XVI.
En 2010 gana el León de Oro del Festival Internacional de Cine de Venecia por su
última película Somewhere, la historia de una estrella de Hollywood interpretada por
Stephen Dorff, quien vive en el famoso hotel Chateau Marmont de Los
Ángeles y el cambio radical de vida que sufre con la llegada de su hija, interpretada
por Elle Fanning.

Filmografía de la directora

Como directora
1996 - Bed, Bath and Beyond (Cortometraje)
1998 - Lick the Star (Cortometraje)
1999 - Las vírgenes suicidas
2003 - Lost in Translation
2006 - Marie Antoinette
2010 - Somewhere
2013 - The Bling Ring

Como actriz

2001 - CQ
1999 - Star Wars: Episodio I - La amenaza fantasma
1997 - Electrobank - The Chemical Brother's music
video 1994 - Ciao L.A (Cortometraje)
1992 - Inside Monkey Zetterland
1990 - El padrino. Parte III
1987 - Anna y Cristina
1986 - Peggy Sue se casó
1984 - Frankenweenie (Cortometraje)

17
1984 - Cotton Club
1983 - The Outsiders
1983 - La ley de la calle
1972 - El padrino (película)
Videos musicales (directora)

I just don't know what to do with myself - The White


Stripes This here giraffe - The Flaming Lips
City girl - Kevin Shields
Playground love - Air
Shine - Walt Mink
Chloroform - Phoenix5

Fuentes de consulta
http://www.alohacriticon.com/elcriticon/article3271.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Sofia_Coppola
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/maria_antonieta.htm
Kelly, Linda. Las Mujeres de la Revolución Francesa. Ed. javier vergara editor.
Buenos Aires, 1989.
http://www.biblioteca.org.ar/libros/131362.pdf

5
http://es.wikipedia.org/wiki/Sofia_Coppola

18

También podría gustarte