Está en la página 1de 1

también de los malos pensamientos.

Cada vez estaba más convencido


de que la Alquimia podría aprenderse en la vida cotidiana.
-Además -añadió el Inglés-, la Piedra Filosofal tiene una propiedad
fascinante: un pequeño fragmento de ella es capaz de transformar
grandes cantidades de metal en oro.
A partir de esta frase, el muchacho empezó a interesarse en la
Alquimia. Pensaba que, con un poco de paciencia, podría transformar-
lo todo en oro. Leyó la vida de varias personas que lo habían consegui-
do: Helvetius, Elías, Fulcanelli, Geber. Eran historias fascinantes:
todos estaban viviendo hasta el final su Leyenda Personal. Viajaban,
encontraban sabios, hacían milagros frente a los incrédulos, poseían
la Piedra Filosofal y el Elixir de la Larga Vida.
Pero cuando quería aprender la manera de conseguir la Gran Obra,
se quedaba totalmente perdido. Eran sólo dibujos, instrucciones
codificadas, textos oscuros.
-¿Por qué son tan difíciles? -preguntó cierta noche al Inglés. Notó
que el Inglés andaba un poco malhumorado por la falta de sus libros.
-Para que sólo los que tienen la responsabilidad de entenderlos los
entiendan -repuso-. Imagina qué pasaría si todo el mundo se pusiera
a transformar el plomo en oro. En poco tiempo el oro no valdría nada.
»Sólo los persistentes, sólo aquellos que investigan mucho, son los
que consiguen la Gran Obra. Por eso estoy en medio de este desierto.
Para encontrar a un verdadero Alquimista que me ayude a descifrar los
códigos.
-¿Cuándo se escribieron estos libros? -quiso saber el muchacho.
-Muchos siglos atrás.
-En aquella época no había imprenta -insistió el muchacho-, por
lo tanto, no había posibilidad de que todo el mundo pudiera conocer
la Alquimia. ¿Por qué, entonces, ese lenguaje tan extraño, tan lleno de
dibujos?
El Inglés no respondió. Dijo que desde hacía varios días estaba
prestándole mucha atención a la caravana y que no conseguía
descubrir nada nuevo. Lo único que había notado era que los
comentarios sobre la guerra aumentaban cada vez más.
Un buen día el muchacho devolvió los libros al Inglés. -¿Entonces,
has aprendido mucho? -preguntó el otro expectante-. Empezaba a
necesitar a alguien con quien conversar para olvidar el miedo a la
guerra.

ˇ 61 ˇ

También podría gustarte