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El agua sobre el piso es un espejo surrealista, mi rostro detrás de su ventana me ubica bajo tierra,

en el otro lado de este mundo en que se lee y se disfruta la lluvia, tanto como una Toccata de Bach
o un café caliente mientras una conversación fluye con la persona que amas. Todo está ahí, y todo
se va. El tiempo que todo lo crece y lo ubica en algún lado que la memoria borrará más tarde; los
latidos del corazón que entibian al café dentro del cuerpo, las miradas, las letras que danzan en tu
boca y son esta conversa que trata de retenermos, de olvidar las horas, de demostrar a la grisura
de la tarde que seguiremos aquí, sin importar que nadie nos vea mientras transita por la calle,
frente de nosotros.

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