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EDUCACIÓN PARA LA PAZ DESDE LAS PEDAGOGÍA DE LA MEMORIA

Buscar proceso políticos y sociales que guardan la memoria histórica y han luchado por la
visibilizarían de las victimas con el fin de lograr una paz duradera. Donde sea real el
derecho a la paz, el cual es definido por la Unesco como el derecho humano del que
todas las personas, los grupos y los pueblos somos titulares: todas y todos tenemos
derecho a vivir en paz; todas y todos tenemos derecho a una paz justa, sostenible y
duradera. De la mima manera define la paz como el derecho a ser educado en y para la
paz; así empieza a lugar un papel muy importante el debate entorno a la educación para
la paz.

El derecho a la paz es el derecho a la seguridad humana y a vivir en un entorno seguro y


sano; el derecho al desarrollo y a un medio ambiente sostenible; el derecho a la
desobediencia civil y a la objeción de conciencia frente a actividades que supongan
amenazas contra la paz; el derecho a la resistencia contra la opresión de los regímenes
que violan los derechos humanos; el derecho a exigir a todos los Estados un desarme
general y completo; las libertades de pensamiento, opinión, expresión, conciencia y
religión; el derecho al refugio; el derecho a emigrar y participar en los asuntos públicos del
Estado en que el se resida; y el derecho a la justicia, a la verdad y a la reparación efectiva
que asiste a las víctimas de violaciones de los derechos humanos (paz sin fronteras,
2011).

Esto quiere decir que hablamos de paz cuando logramos rehacer y elaborar los duelos
que nos ha dejado la guerra y reconocemos un pasado de crueldad y dolor, pero que la
vez nos permite descifrar nuestro presente individual y colectivo con el fin de proyectar un
futuro alcanzable. De tal manera que se hace inminente hablar de memoria histórica en el
ámbito de la educación para la paz. Esta memoria histórica nos permitirá confrontar los
discursos oficiales que se han construido en amaño con las clases elites que promueven
la violencia en Colombia para lograr sus intereses económicos y financieros.

En la actualidad se esta trabajando el tema de la paz en diferente ámbitos educativos,


bien sea por dar cumplimiento a las ordenanzas ministeriales de la cátedra por la paz, o
como un efecto colateral de los diálogos llevados acabo con las F.A.R.C. esto ha
permitido que en diferentes ámbito de la vida académica del país se plantee la posibilidad
de dar el debate sobre que es la paz para los colombinos y las formas de alcanzarla,
dando un paso mas hacia adelante de la firma de un acuerdo con este grupo guerrillero.

En el ultimo año, los colombianos, nos hemos acercado a la idea paz con mayor firmeza,
después de 10 acuerdo con diferentes organizaciones armadas al margen de la ley, l En
el ultimo quinquenio, con el inicio de las negociaciones del gobierno del presidente Juan
Manuel Santos con las F.A.R.C con el fin de lograr un proceso de paz, para dar fin al
conflicto que se hadado por mas de 60 años en nuestro país, se abre un gran camino de
posibilidades para pensar la paz. De tal manera que emergen diferentes planteamientos
sobre la importancia de construir escenarios pedagógicos para educar para la paz. De la
misma forma, encontramos las apuestas conjuntas entre la escuela, la comunidad y la
universidad, enfocadas hacia la pedagogía memoria, orientadas a la reconstrucción del
tejido social en clave de garantías de no repetición.

Educar para paz en Colombia, implica hacer un balance de nuestro proceso histórico en
los últimos años, donde es posible determinar nuestras falencias, desde la óptica de la no
repetición, porque las personas victimas hablaran a través de diferentes recursos, con el
fin de elaborar un proceso que rompen con el silencio y el olvido, dándole un lugar a que
sujeto, que por el conflicto entrego su vida.

De tal forma, encontramos diferentes esfuerzos académico que se han enfatizado en


teorizar el tema de la paz con el fin de fortalecer las prácticas educativas que permitan
contribuir a la construcción de la paz en nuestro país. En donde se pueda alejar el peligro
de la guerra y poner fin a las cusa que dieron lugar al conflicto armas, de tal forma que se
pueda debatir constantemente sobre el significado de Paz para nuestra sociedad. De la
misma manera este proceso o de educación para las paz permitirá enseñar desde y para
la no-violencia, generando sujetos capaces de construir una sociedad justa, donde se
respete los derechos humanos y se reconozcan las diferencias, ya que, si sabemos
resolver inconformidades y conflictos sin recurrir a la violencia, podemos construir el país
que todos deseamos.

En medio de este contexto, damos inicio a una nueva generación dentro de los
colombianos, estos que se han propuesto de construir un mejor país para las siguientes
generaciones, donde sea posible mejor la calidad de vida, , surge una pregunta: ¿cómo
podemos educar para la paz si aun no hemos visibilizado nuestra historia de horror y aun
no hemos tramitado como sociedad estos episodios violento?

Desde hace más de una década, en nuestro país, se viene adelantando diferente
esfuerzos para combatir las políticas de olvido establecidas frente eventos traumáticos de
violencia llevados a cabo en las regiones y ciudades. De acuerdo los argumentos de
Sandra Rodríguez, los estudios de la memoria han desarrollado entorno a dos ejes: uno
se ubica en el estudio de eventos políticos traumáticos ocurridos en el siglo XX, donde
movimientos sociales, organizaciones de sobrevivientes y familiares de la víctimas
promueven políticas de la memoria para evitar el olvido, otro eje lo encontramos en los
estudios adelantados los cambios ocurridos en la política y la cultura contemporánea.

Para las organizaciones y movimientos sociales que han tenido como eje vital la
reconstrucción de la memoria histórica, estos estudios y prácticas han sido su arma para
la denuncia, han logrado hacer que la preservación de la memoria histórica, enfrentando
la historia oficial que invisibiliza los actos de horror, lo cual impide que se den procesos de
repetición y por lo tanto, se generen actos victimizantes, ya que, la aceptación pública de
los hechos, el perdón público y el restablecimiento de la dignidad de las víctimas,
permiten que Los estudios de la memoria se han convertido, en la actualidad, en prioridad
de los académicos de la ciencias sociales, donde se hacen reflexiones e interpelaciones
importantes sobre los diferentes actos de violencia llevados a cabo durante la segunda
guerra mundial y la guerra fría. Los interese de los académicos está en poder analizar
críticamente diferentes procesos adelantados por la humanidad en la historia reciente,
cuestionando las historia oficial y los intereses a los cuales responde.

La reconstrucción de la memoria histórica y historia reciente, debe formar parte de una


sociedad democrática, que no puede prescindir de la lucha contra la impunidad y la
búsqueda de justicia, pues “es la justicia la que, al extraer de los recuerdos traumatizantes
su valor ejemplar, transforma la memoria en proyecto; y es este mismo proyecto de
justicia el que da al deber de la memoria la forma del futuro y del imperativo. Los
movimientos de la memoria en Colombia, hace de la memoria el lugar de enunciación y
visibilización de las víctimas. Hacen frente a los diferentes actos de horror llevados a cabo
en las regiones por las diferentes grupos armados del país. A través de estas prácticas
cotidianas de las diferentes comunidades se logra dinamizan la memoria colectiva de los
hechos violentos, dotando de sentido compartido lo ocurrido y facilitando la compren
capítulo sión del presente y la construcción del futuro. En las narraciones e imágenes
articulan aspectos contradictorios.(BELLO 2005)

Por más de 60 años se ha prolongado el conflicto armado en Colombia, durante este


periodo se ha dado una sistemática violación a los derechos humanos y al derecho
internacional humanitario, la población se encontraba como carne de cañón para el fuego
cruzado. Década tras década, el país vio cómo se fue intensificando los enfrentamientos
entre las distintas fuerzas armadas, el horror se apoderó del todo territorio con las
masacres ocurridas durante las tomas de las poblaciones por los grupos armados al
margen del ley, los asesinatos selectivos, las desapariciones forzadas, el abuso sexual
como mecanismo de sometimiento, y el desplazamiento forzado, entre otros, se volvieron
el pan de cada día en nuestro país. Después del horror, la sevicia, la crueldad, la
implantación de más de catorce formas de violencia durante el conflicto armado, en
nuestro país, se ha logrado la firma del acuerdo de paz con el grupo guerrillero de las
FARC. Desde hace más de 4 años, el gobierno aceptó negociar diferentes puntos con
este grupo armado, las partes han alcanzaron diferentes acuerdos que permitirán crear
una realidad nueva saldando las herida que nos ha dejado el pasado.
En medio de este contexto, donde el gobierno del presidente Manuel Santos ha logrado
llegar a un acuerdo con el grupo guerrillero de las FARC, y existe la esperanza de dar fin
al conflicto armado, es pertinente interrogarnos sobre las posibilidades educativas que
nos permitan formar para la paz desde el reconocimiento de las víctimas, donde los
estudiantes logren comprender los daños e impactos de la guerra, y planteen las
posibilidades de consolidar las bases de democrática de un país en paz.

EN ESTE CONTEXTO, surge la pregunta ¿qué pedagogía de la memoria se construye en


Colombia para un posible periodo de posconflicto?

En primera instancia, requerimos de una pedagogía de la memoria que logre desarrollar


proceso de visibilización en la escuela de los hechos de violencia que ha tenido que
afrontar la población de este país a través del conflicto armado, donde sea posible a
través de las narrativas de las víctimas identificar procesos que admiten abrir las puertas
del dolor en el presente con miras a reconfigurar el futuro, reconstituyendo y validando
una memoria crítica, empoderada y pública, que se configure ya no desde un dolor
impotente, sino uno proyectivo hacia la reparación integral y el derecho fundamental a la
existencia. (HERRERA Y MERCHAN 2012).
Aunque el conflicto armado en Colombia no ha terminado, porque aún sigue un grupo
guerrillero que no ha negociado la paz con el estado, se hace necesario arar los caminos
de un país que vive a plenitud la paz, para esto a la escuela juega un papel importante
tanto en la formación de sujeto que creen posible la paz en el futuro, así como en la
reflexión crítica sobre la paz que necesitamos como colombianos.
De tal manera, se evidencia una primera tensión entre la educación para la paz, la
pedagogía de la memoria y enseñanza de la historia reciente, para lograr un periodo de
paz duradero, es necesario que se dialogue con el pasado, se reflexione cuáles fueron las
causa que generaron el conflicto armado, cuales fueron esas razones que llevaron a un
bando y otro a enfrentarse por la vía armada.
Al mismo tiempo, se debe hacer visible las víctimas que ha dejado el conflicto, la memoria
como trabajo reflexivo y crítico, donde las voces de los que vivieron el conflicto sean
escuchadas con el fin de analizar y plantear lo que no puede volver a pasar, las narrativas
de los diferentes actos de barbarie que dejaron daños e impactos en la población
colombiana deben ser llevados a las aulas como un acto de de justicia y denuncia, así
como un proceso reflexivo para el nunca más.
Desde la época en que Gaitán promovió la marcha de las antorchas o la marcha del
silencia donde se denunciaba la violencia política que se ejercía por la POPOL, la policía
política del presidente Mariano Ospina, hasta nuestros días en medio de un proceso
depaz que da su mirada a las víctimas. aunque esto no sea legitimado en nuestro
diariovivir, desde hace ya varias décadas existen diferentes organizaciones y líderes
políticosque se ha interrogado por los proceso de violencia en nuestro país.
La guerra en Colombia, ha pasado por varias etapas de recrudecimiento, en
especialdurante las tres últimas décadas, cuando el narcotráfico, la explotación de
mineríailegal y el paramilitarismos a consolidan ejércitos de mercenarios que promovieron
enlas regiones desplazamiento, extorsiones, boleteo y secuestros, la sevicia y crueldad
ensus actos de violencia fue la clave para que dominaran poblaciones enteras. los cuales
seencontraban apoyados por clases dirigentes que se movían por la ambición
económicaque generan la explotación de las riquezas naturales del territorio y la codicia
depoder.
A pesar de diferentes esfuerzos por promover la solución del conflicto con los
diferentesactores armados, aún se siguen cometiendo actos de violencia, se atenta contra
laintegridad humana, se han incrementado las persecuciones políticas y las amenazas.
Dela misma forma, los paramilitares a pesar de haber firmado el acuerdo de justicia y paz,
siguen operando con la denominación de BACRIM, es decir como bandas criminales,en
las regiones y ciudades donde hacen presencia, se comportan como carteles
denarcotraficantes con una gran fuerza militar, promoviendo acciones de
revictimización,violencia generalizada, extorsión, intimidación, desapariciones a travésde
las casas de pique, en fin un sin número de acciones que configuran diferentesecologías
violentas.
En tal razón, la pedagogía de la memoria que se desarrolla para nuestro país
promoveráun diálogo constante con el presente , lo cual le permitirá reflexionar sobre
lasespacialidades de interacción cotidiana modeladas y regidas por la lógica de
laeliminación física y simbólica del otro (Gerardo Vélez Villafañe y Martha Cecilia
Herrera, 2014). De tal forma que hablar de educación para la paz en nuestro país, nosólo
implica hablar de las formas cómo resolvemos lo conflictos en la vida cotidiana, Implica
reflexionar sobre los diferentes procesos históricos que se han generado ennuestra
historia reciente y que han dado como producto estas ecologías violentas,además se
hace necesario desarrollar ejercicios de recordación tras el interés de crearescenarios de
reconciliación y de paz.
De esta manera, la pedagogía de la memoria que se desarrolla en Colombia, es
diferentea las implementadas por otros países de América, puesto que allí, los periodos
deviolencia y los eventos políticos traumáticos ya habían terminado, lo cual les
permitiódesarrollar procesos de reconstrucción de la memoria en periodos
postraumáticos. Encambio en Colombia, el conflicto armado aún no finaliza y las
ecologías violentas seacrecientan, en medio de este difícil panorama, se debe plantear
una pedagogía de lamemoria propia, que sepa sobrellevar las condiciones que se dan con
la guerra y lasdiferentes necesidadesde tal manera hacer memoria hacer la memoria
adquiere el carácter de derecho alesclarecimiento comprensivo de la verdad, cuestión
clave para hacer justicia yfundamento para la construcción social de condiciones de paz
duradera. por lo tanto lapedagogía de la memoria es el desafío es trabajar en la
superación de los actos dehorror, dignificación y perdón pero tras el objetivo de pensar su
determinación en elsentido del hoy y del mañana.
Los miles de sobrevivientes de vivientes de esta guerra aún tiene un nudo en su garganta,
las voces de su relatos son parte de algo que ha quedado atrás para poderseguir
viviendo, pues ha tenido que recoger los pedazos de su historia, guardarlos en unbolsillo y
seguir adelante. Porque en algunas regiones de Colombia aún se vive con el miedo, la
zozobra de perder la vida, aún el miedo sigue latente. Aquella mujer que tuvo que dejar su
tierra y salir huyendo con sus hijos para la ciudad, dejan atrás un su proyecto de vida
inconcluso, ahora sigue sobreviviendo con el temor de retornar a su tierra.
La pedagogía de la memoria permitirá que se construyan escenarios para escuchar delas
voces de las víctimas, quienes han sido silenciados en nuestra historia oficial, sus relatos
no se hacen visibles en la escuela, las nuevas generaciones se encuentra al margen de
estos debates, a pesar que en los ámbitos académicos se ha producido bastante sobre el
conflicto armado, a las aulas no ha llegado el debate sobre los actos de violencia y horror
que invadieron a diferentes sectores de la sociedad.
Aún no se han implementado políticas que permitan el estudio del conflicto armado y la
memoria histórica. Aunque en el marco de la ley 1448 del 2011, se establece como
mandato promover las condiciones y garantías para que distintas expresiones de la
sociedad y las instituciones estatales avanzan en ejercicios de reconstrucción de memoria
histórica de manera autónoma, con el fin de la no repetición. No es generalizado el
estudio de las causas, daños e impactos del conflicto armado en Colombia, así como las
diferentes pedagogías para rescatar las historias de las víctimas como memoria
ejemplarizante.
Es apremiante en la educación colombiana desarrolla una pedagogía de memoria que
rompa con el silencio que se ha instalado frente el conflicto armado en las escuelas del
país con el fin de acompañar a los estudiantes a hacer reflexiones críticas sobre los
dilemas que enfrentan en un país en guerra que transita hacia la paz (CNMH , 2014).
De tal manera que hablar de un pedagogía de la memoria en Colombia, implica de
conocer el pasado reciente de nuestro país, con el fin de descifrar esos hilos que tejieron
nuestro presente, mediante el desarrollo del pensamiento crítico y del aprendizaje
emocional, que fomenten el respeto a los derechos humanos, la tramitación de los
conflictos por vías democráticas y la promoción de garantías de no repetición. Es decir, es
urgente una pedagogía de la memoria porque necesitamos conocer el pasado, entender
el presente y proyectar un futuro en paz, en donde se reconocen los derechos y libertades
de los ciudadanos, se garantiza una vida digna y se lleva a cabo una verdadera
participación democrática. En este contexto, se tiene por objeto plantear proceso de
reconstrucción de la memoria histórica que nos permita visibilizar las Víctimas del
conflicto, llevando sus historias al aula, narrando la verdad de los actos de crueldad se
encuentra al margen de los medios de comunicación y de los currículos en las escuelas.
Como ejercicio contra el olvido y las políticas homogeneizantes, la pedagogía de la
memoria dará un giro a la historia oficial, permiten que las historias otras sean
escuchadas.
La memoria “no ha de entenderse como una simple evocación de hechos ocurridos ni
como mera experiencia intelectual, [sino] más bien como una comunión de experiencias
teñida de afectividad y que aspira a tender un puente entre el pasado y el presente para la
reasignación de un nuevo y superior sentido a sucesos que, en tAnto meros hechos el
tiempo ha clausurado”. El trabajo sobre la memoria implica una apuesta para que la
comunidad emprenda un proceso de revisión crítica de su pasado que le permita
fortalecer su identidad y constituirse como “sujeto social”, esto es, con capacidad para
asumir agencia y ser actor del propio destino.(BELLO 2005)
Trabajar sobre la memoria, en este orden de ideas, se plantea por un lado como un
ejercicio con un profundo valor terapéutico , en el sentido en que permite que las
personas, individual y colectivamente, encuentren un recurso para dar trámite al dolor y
por esta vía elaborar los duelos. De acuerdo con Ricoeur(2004:81), el proceso de recordar
es “…no sólo acoger, recibir una imagen del pasado; es también buscarla, ‘hacer algo’”.
Recordar es, por excelencia, un trabajo de elaboración de acontecimientos y no sólo de
identificación de datos.(BELLO 2005).
La memoria es un trabajo sobre el duelo, pues a través de las palabras y los símbolos que
se evocan y se construyen, circulan las pérdidas, las ausencias y los daños, a la vez que
se enfrenta la amenaza del olvido que se cierne como estrategia inconsciente sobre
aquellos que han sentido su existencia vital en riesgo.
Aunque en nuestro país, las guerras no se acaban cuando un bando derrota al otro, las
guerras no se acaban ni siquiera cuando se firma un pacto y los adversarios se abrazan,
las guerras se acaban cuando sus causas han sido corregidas, cuando los combatientes
ya no necesitan luchar, ya no necesitan alzarse contra la sociedad, porque ésta ha sido
capaz de sembrar las piedras menores de un orden nuevo (Wilfrido Zúñiga Rodríguez,
2009).
Esto es un buen inicio para una sociedad que durante aproximadamente 500 años ha
vivido con la idiosincrasia de la violencia en todos sus contextos. Desde el momento
mismos en el que empieza la conquista de nuestro territorios indígenas por parte de los
españoles hasta las últimas décadas de la historia, se evidencia en nuestra sociedad los
ejercicios de coacción, y el sometimiento a asumir nuevas formas de vida por capricho de
fuerzas Estatales, paraestatales y contra estatales, quienes como razón de trasfondo y fin
último llevan a cabo la explotación de las riquezas de sus territorios.
De esto ha quedado una herencia de violencia, de generación en generación se han
adquirido la intolerancia, la discriminación, la exclusión, la vulneración de derechos, la
injusticia social, el crimen, la venganza y los gobiernos corruptos e ineficientes.
Adicionalmente, hoy los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que
echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las guerras, la
hojarasca de la compañía bananera. Vale decir: la peste del olvido, la locura de la
venganza, la ignorancia de nosotros mismos que nos hizo incapaces de resistir a la
dependencia, a la depredación y al saqueo. (Ospina, 2001). En la actualidad vemos que
alrededor de este camino solo queda como resultado los procesos desplazamiento
forzado, la persecución de grupos enteros por diferencias políticas, la transgresión de las
minorías y la ineptitud del sistema judicial.
De igual forma, es usual en la vida cotidiana de un ciudadano común, que da solución a
los conflictos de forma agresivas, donde el contrincante debe ser arrizado con las
palabras o la agresión física, es decir, con frecuencia en diferentes ámbitos de nuestra
sociedad se evidencia que los integrantes de las comunidades recurren a la intimidación
como impulso inexorable para defender lo que estiman y quieren, donde la vías de
conciliación por medio del diálogo no son ni siquiera imaginables.
A pesar de los 20 años que ya cumplió la proclamación de la nueva constitución, como
ciudadanos aún no hacemos uso cotidiano de los mecanismos de participación
democrática que nos darán la salida a los conflictos con el Estado y los gobiernos de
turno, en el marco constitucional encontramos que en el artículo 103 se establecen los
mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía pero no
reconocemos estos como vías legales para participar en los asuntos del estado, ya que
los vemos inoperantes a lo hora de enfrentarnos a una situación conflictiva donde se han
puesto en riesgo de vulneración los derechos, las garantías y deberes nuestras
comunidades.

A pesar que en la constitución en el ARTÍCULO 22. La paz es un derecho y un deber de


obligatorio cumplimiento. En nuestra cotidianidad, vemos como cualquier ejercicio
dialógico para dar solución a los diferentes conflictos, es acallada por las formas erróneas
de los individuos para hacer justicia por su propia mano o porque es nuestra herencia no
mediar en los conflictos, poniendo en primer lugar los interés individuales, dejando atrás el
sentir del otro o los intereses comunes que los pueden unir en la construcción de una
sociedad incluyente y equitativa.
En este contexto, se hace emergente educar para la paz y democracia participativa, para
ayudarnos mutuamente a ser ciudadanos del mundo, con respuestas propias, no
prestadas ni impuestas, para vivir en un contexto democrático, de participación, de
representación genuina, de anticipación. (Zaragoza, 2006). En medio del proceso de paz
que vive nuestro país, todos debemos aprovechar el momento coyuntural para darle un
nuevo rumbo a nuestra sociedad. Desde el debate y la disertación dialógica, se den pasos
para el reconocimiento de nuestra idiosincrasia y el origen del conflicto, de tal forma que
logremos aprender a vivir en paz.
La paz, vista desde Johan Galtung, quien ha propuesto los conceptos de paz negativa y
paz positiva para referirse a los ideales de paz en una nación. Mientras la paz negativa se
refiere a la ausencia de enfrentamientos violentos, la paz positiva se refiere a la presencia
de equidad e inclusión social. Galtung sugiere que los países deben buscar ambos tipos
de paz (Chaux, Enrique, 2004). Esta paz se puede construir desde la escuela, a partir de
la puesta en práctica de modelos de aprendizaje que permitan a los estudiantes
reflexionar sobre sus ejercicios ciudadanos a partir de dilemas éticos y morales, los cuales
enfoquen la toma de decisiones mediante la conciliación y las vías legales. En aras de
gestar en todos los contextos de nuestra sociedad proceso de difusión de
comportamientos elocuentes con el respeto por la vida y la condición humana.
Ahora bien, es necesario educar para la paz porque en Colombia debemos generar
herramientas a los ciudadanos para que en los diferentes escenarios donde se encuentre
y los roles que ejerza en su vida cotidiana encuentre un camino para comprender el
complejo mundo en el que viven y a través de la gestión democrática, construyen y
defienden un sistema de valores en el que esté integrada la tolerancia, la justicia, el
respeto a las diferencias (Zaragoza, 2006). Mediante un aprendizaje significativo, las
relaciones que se generen entre todos los seres que integran nuestra sociedad, se logre
dar un nuevo rumbo dentro de los parámetros de la sana convivencia.
Formándose así, un ciudadano competente capaz de convivir con los demás de manera
pacífica y constructiva (Chaux, Enrique, 2004).
Desde la constitución de 1991, Colombia se reconoce como pluriétnica y multicultural,en
esta definición, educar para la paz y la participación democrática, implica estructurar
modelos pedagógicos que permitan transformar las formas de relacionarnos y se
reconozca en cada uno de los integrantes de las comunidades de nuestro país que en
medio de la magnífica diversidad de culturas y formas de vida, somos una sola familia
humana y una sola comunidad terrestre con un destino común (Zaragoza, 2006).
Preparándonos así, mediante ejercicios de participación democrática de la ciudadanía,
consolidar una sociedad en paz con justicia social.
Donde seamos capaces de unirnos y crear una sociedad global sostenible fundada en el
respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y
una cultura de paz (Zaragoza, 2006). Puesto que, formar para la ciudadanía es
fundamental hoy en día en cualquier sociedad del mundo. Sin embargo, en nuestro
contexto esa labor es todavía más necesaria y urgente, dado que Colombia sigue
teniendo uno de los índices de violencia más altos del mundo (Chaux, Enrique, 2004).Es
por tal razón, que desde las aulas escolares se hace necesario educar para la paz.
Donde los jóvenes y las niñas, al escudriñar los diferentes procesos llevados a cabo por
nuestra sociedad, logren, a partir del análisis, proponer salidas viables a los conflictos
para la construcción de la convivencia en paz. Desarrollando así, habilidades
democráticas y participativas en el contexto escolar y repercute en su contexto social.
De igual forma, debemos educar para la paz y la participación democrática, porque
logramos la transformación en las formas como actuamos en sociedad, cómo nos
relacionamos unos con otros o cómo participamos para lograr cambios. De tal forma se
requiere que los niños, niñas y jóvenes de nuestra sociedad, así como las generaciones
que están por venir, reciban una formación que les permita ejercer de manera constructiva
su ciudadanía. (Chaux, Enrique, 2004).
Una educación que construya gestores de paz, que participen democráticamente y sean
capaces de encaminar en las escuelas procesos de mediación, estableciendo
procedimiento, compuesto por una serie de estrategias y técnicas, mediante las cuales las
partes implicadas en los conflictos, identifican, formulan y analizan las cuestiones en
disputa, con el objetivo de desarrollar y proponer mismas opciones o alternativas que les
permitan llegar a un acuerdo que solucione el conflicto o mejore las relaciones entre las
partes (Hera, Carlos María Alcover de la, 2006).
De la mima manera educamos para la paz, mediante la reconstrucción dela historia de las
comunidades que han sido víctimas del conflicto armado en Colombia, no para hacer una
retrospectiva lastimera, sino para reconocer en ellos los caminos recorridos en medio de
sufrimiento y la fortalece que se debe alcanzar para cambiar los destinos del país. Con un
estudio detallado de todas las condiciones que los hicieron ser parte del conflicto, y por
las cuales debemos generar condiciones diferentes desde la participación democrática y
la educación para la paz.
Educamos para la paz y la democracia participativa porque se hace necesario dar una
mira el acuerdo de paz desde las escuelas garantizando su compresión difusión y
cumplimiento.
Se hace necesario dentro de la educación para la paz y la democracia participativa, el
estudio de la memoria sobre las víctimas de la violencia, las consecuencias que a ha
dejado el conflicto para nuestro país. Donde la población civil en medio del fuego cruzado
fue carne de cañón, y se ha visto envuelta en conflicto sin mayor explicación que la de ser
de una región u otra. Para Identificar los elementos de orden cultural, político y económico
que dieron lugar a estos procesos, y así genera planteamientos a partir de la alteridad,
que permitan dar cumplimiento a la ley de víctimas y generen una crítica sobre las
respuestas de los gobernantes a diferentes casos.
Puesto que, educamos para la paz y participación democrática para curar los mares tres
males de los cuales nos habla William Ospina, en especial la peste del olvido, porque
cada compatriota que entregó su vida con su dolor en este conflicto, no puede ser uno
más de una lista de registro, por el contrario nos debe recordar que gracias a la
corrupción y la actitud pusilánime de nuestros gobernantes y la sociedad, ellos perdieron
sus casas, sus tierras, sus familias, sus amigos, y algunos hasta la vida. Mientras los
agentes del conflicto se enriquecían y veían en la guerra un camino para acrecentar las
ganancias de su negocio.
De igual forma educamos para la paz y la democracia participativa, para acabar con el
mal de la locura de la venganza, debemos aprender a desechar cualquier sentimiento de
sevicia y odio contra aquellos que no están de acuerdo con nuestras ideas, postulados o
formas de vida. Mediante la educación, debemos encontrar las herramientas lograr la
aprobación de la diferencia, de las minorías, de los otros formen parte de nuestras
sociedad y no piensan, ni opinan lo mismo que nosotros, donde se lleven a cabo
ejercicios dialógicos que permitan la mediación. Y así reconocer que todos nos
complementamos y nos necesitamos unos a otros para convivir en paz. Porque la
educación para la paz debe enseñar no solo los beneficios de la concordia y del
entendimiento sino a desaprender la violencia, a «desprogramar» conductas de
predominio e intolerancia. (Zaragoza, 2006)
Así mismo, educar para la paz y la participación democrática porque se cura también con
el mal de la ignorancia de nosotros mismos que nos hizo capaces de resistir a la
dependencia, a la depredación y al saqueo. Ya que, se genera la emancipación de las
formas de participar en los asuntos del estado y el manejo del poder, donde todos sus
miembros deben poder estar involucrados en la construcción de acuerdos y en la toma de
decisiones tanto en el nivel macro como en el nivel micro, democracia representativa, en
una democracia participativa los representantes no tienen el poder último sobre las
decisiones. Es decir, ese poder recaer en los representados, quienes tienen distintos
mecanismos para ejercer el control (Chaux, Enrique, 2004).
Para finalizar, educar para la paz y la democracia participativa porque se hace necesario
la voz de todos para volver a «Nosotros, los pueblos.», mediante unas
Naciones Unidas revigorización y dotadas de los recursos financieros y humanos que
necesitan para el cumplimiento de su misión. Para garantizar a las generaciones
venideras paz y concordia. Por fin, la voz de todos los seres humanos, elevándose hasta
los oídos de los líderes mundiales. « ¡No en mi nombre!». « ¡Otro mundo es posible!»
Otro mundo que nos permita asegurar que podemos ofrecer, intacto, el futuro a nuestros
hijos y nietos para que puedan escribirlo a su modo, las manos juntas. El pasado ya está
escrito y solo puede describirse. Debe describirse fidedignamente. El presente es
irremediable, pero el futuro es nuestra responsabilidad suprema.
(Zaragoza, 2006)

En la actualidad, Colombia está viviendo el proceso de paz con el grupo guerrillero de las
FARC. Después de más de 60 años de conflicto armado, se aproxima una luz para
nuestro país en materia de resolución de conflictos; es un momento histórico, las partes
inmersas en el conflicto han tomado la decisión de sentarse en la mesa de negociación.
Aunque en nuestro país, se debe abordar el proceso de paz desde las causas que los
generaron, es decir desde las causas reales que llevaron a que los grupos de personas se
alzaran en armas.
Dado que las guerras no se acaban cuando un bando derrota al otro, las guerras no se
acaban ni siquiera cuando se firma un pacto y los adversarios se abrazan, las guerras se
acaban cuando sus causas han sido corregidas, cuando los combatientes ya no necesitan
luchar, ya no necesitan alzarse contra la sociedad, porque ésta ha sido capaz de sembrar
las piedras menores de un orden nuevo (Wilfrido Zúñiga Rodríguez, 2009).
De tal forma, la paz no será un cliché de los discursos políticos o las cátedras en las
diferentes instituciones educativas del país, sino una condición total de la nación, donde
paz tenga significado, pues las necesidades básicas de todos los colombianos están
resueltas, los diferentes grupos sociales y comunidades tiene calidad de vida con
dignidad, pero sobre, cuando las víctimas del conflicto han visto han encontrado un lugar
dentro de la sociedad y han logrado empoderarse de su condición como ciudadanos.
Ya que las negociaciones de la Habana son un buen inicio para una sociedad que durante
aproximadamente 500 años ha vivido con la idiosincrasia de la violencia en todos sus
contextos. Desde el momento mismos en el que empieza la conquista de nuestro
territorios indígenas por parte de los españoles hasta las últimas décadas de la historia,
se evidencia en nuestra sociedad los ejercicios de coacción, y el sometimiento a asumir
nuevas formas de vida por capricho de fuerzas Estatales, paraestatales y contra estales,
quienes como razón de trasfondo y fin último llevan a cabo la explotación de las riquezas
de sus territorios.
De esto ha quedado una herencia de violencia, de generación en generación, se han
adquirido la intolerancia, la discriminación, la exclusión, la vulneración de derechos, la
injusticia social, el crimen, la venganza y los gobiernos corruptos e ineficientes,
Adicionalmente, hoy los colombianos somos víctimas de los tres grandes males que
echaron a perder a Macondo: la fiebre del insomnio, el huracán de las guerras, la
hojarasca de la compañía bananera. Vale decir: la peste del olvido, la locura de la
venganza, la ignorancia de nosotros mismos que nos hizo incapaces de resistir a la
dependencia, a la depredación y al saqueo. (Ospina, 2001). En la actualidad vemos que
alrededor de este camino solo queda como resultado los procesos desplazamiento
forzado, la persecución de grupos enteros por diferencias políticas, la transgresión de las
minorías y la ineptitud del sistema judicial.
De igual forma, es usual en la vida cotidiana de un ciudadano común, que da solución a
los conflictos de forma agresivas, donde el contrincante debe ser arrizado con las
palabras o la agresión física, es decir, con frecuencia en diferentes ámbitos de nuestra
sociedad se evidencia que los integrantes de las comunidades recurren a la intimidación
como impulso inexorable para defender lo que estiman y quieren, donde la vías de
conciliación por medio del dialogo no son ni siquiera imaginables.
A pesar de los 20 años que ya cumplió la proclamación de la nueva constitución, como
ciudadanos aún no hacemos uso cotidiano de los mecanismos de participación
democrática que nos darán la salida a los conflictos con el Estado y los gobiernos de
turno, en el marco constitucional encontramos que en el artículo 103 se establecen los
mecanismos de participación del pueblo en ejercicio de su soberanía pero no
reconocemos estos como vías legales para participar en los asuntos del estado, ya que
los vemos inoperantes a lo hora de enfrentarnos a una situación conflictiva donde se han
puesto en riesgo de vulneración los derechos, las garantías y deberes nuestras
comunidades.
A pesar que en la constitución en el ARTICULO 22. La paz es un derecho y un deber de
obligatorio cumplimiento. En nuestra cotidianidad, vemos como cualquier ejerció dialógico
para dar solución a los diferentes conflictos, es acallada por las formas erróneas de los
individuos para hacer justicia por su propia mano o porque es nuestra herencia no mediar
en los conflictos, poniendo en primer lugar los interés individuales, dejando a tras el sentir
del otro o los intereses comunes que los pueden unir en la construcción de una sociedad
incluyente y equitativa.
El Gobierno Nacional, junto con el Ministerio de Educación, firmaron el decreto que
reglamenta la Ley 1732 de 2015, relacionado con la implementación de la Cátedra de La
Paz, en todos los establecimientos educativos de preescolar, básica y media de carácter
oficial y privado.
El decreto establece que todas las instituciones educativas deberán incluir en sus planes
de estudio la materia independiente de Cátedra de La Paz, antes del 31 de diciembre del
2015, "con el fin de garantizar la creación y el fortalecimiento de una cultura de paz en
Colombia". Esta asignatura será de carácter obligatorio, "para corresponder al mandato
constitucional consagrado en los artículos 22 y 41 de la Constitución Nacional". El objetivo
principal de la cátedra es "crear y consolidar un espacio para el aprendizaje, la reflexión y
el diálogo sobre la cultura de la paz y el desarrollo sostenible, que contribuya al bienestar
general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población".

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